hola chicas ak les dejo una super maraton d esta nove... las kiero mucho... pues tengo pensado dejar de publicar... pero es solo una idea... aun no esta nada decidido... las kiero muchisimo... un beso grande las kieroo...
Quería saber
dónde estaba Nick Jonas y lo acababa de averiguar. Claro que también podría
estar en Sidney, en Nueva York o en Katmandú, pero había una posibilidad de que
estuviera en cabo Gloucester.
Tal vez, si iba
allí, obtendría la explicación que tanto deseaba.
Para no preocupar
a su madre, Miley le dejó un mensaje ambiguo y vago, hizo las maletas y se
dirigió al norte.
Además, así no
estaría por las inmediaciones si a cierto detective privado y a cierto
periodista se les ocurría buscar a la misteriosa chica que habían encontrado en
circunstancias comprometedoras con Nick Jonas.
Cabo Gloucester
resultó ser un lugar remoto donde la naturaleza alcanzaba todo su esplendor y
era cierto que para llegar había que atravesar una finca ganadera, lo que ya
era todo un logro porque antes solamente se podía llegar por mar.
Había tres
conjuntos residenciales, uno que daba a la isla de Gloucester, otro al islote
Passage y el último a la bahía de Edgecumbe, y Miley eligió el primero porque
había algo en la isla que la intrigaba.
Así fue cómo se
encontró instalada en una preciosa cabaña en la playa con una palmera cocotera que
daba sobre su terraza, cubierta de buganvillas.
La playa
resultaba de lo más sugestiva y Miley se pasó una hora sentada en la orilla
viendo romper las olas.
De repente, se
quedó alucinada al ver a una especie de patos andando por la orilla, eran unos patos
que parecía que llevaran bufandas de cuero, pero tenían una hilera de plumas
oscuras que les cubría el cuello y una parte de la pechera.
Cuando preguntó,
le dijeron que eran patos Burdekin.
Sólo había otra
pareja en la urbanización y cenó con ellos, pero se retiró pronto porque no
podía parar de bostezar.
Una vez a solas
en su cabaña, se dio cuenta de que era la tensión lo que la tenía tan agotada.
¿Habría hecho lo correcto? ¿Estaría Nick en su casa, situada a poca distancia
de la playa? ¿Por qué no había ido a averiguarlo?
—Iré mañana por
la mañana —decidió.
Amaneció a las
seis y cuarto y a esa hora Miley ya estaba paseando por la playa.
La isla estaba
oscura, pero a medida que empezó a salir el sol y a bañar con su fuerza y su
energía la arena, los árboles y las piedras, la silueta de un hombre alto que
avanzaba hacia ella andando por la orilla se hizo inconfundible.
Nick Jonas.
Miley tomó aire y
se obligó a seguir andando como si tal cosa. Al llegar junto a él, extendió la
mano.
—El doctor
Livingstone, supongo. Nick no contestó.
—De acuerdo, no
ha sido muy gracioso... —dijo Miley bajando la mano—, pero es que no te
encontraba por ningún sitio y por eso se me ha ocurrido lo de Livingstone y
Stanley. ¿No vas a decir nada?
Nick se quedó
mirándola muy serio.
— ¿Cómo me has
encontrado?
—Eso es
información secreta, pero, si me ofreces una taza de café, te cuento por qué me
he tomado tantas molestias para encontrarte.
— ¿Estás aquí
alojada?
—Sí, pero
tranquilo, no le he dicho a nadie que venía. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Miley... —dijo Nick
en tono brusco—. Está bien, lo mínimo que puedo hacer después de que hayas
venido hasta tan lejos es ofrecerte una taza de café. Ven conmigo —añadió más
amablemente.
Su casa estaba a
tan sólo cinco minutos andando, pero desde la playa ni se veía. Era una casa de
madera pintada de gris verdoso, tenía dos plantas y estaba rodeada por árboles.
Junto a ella, había un pequeño velero.
Miley siguió a Nick
a la segunda planta y se quedó maravillada ante la impresionante vista que
había desde allí.
—Desde luego,
tienes gusto a la hora de elegir los lugares —le dijo con admiración genuina—.
Esto es precioso.
—Antes era un
lugar más tranquilo, pero ahora han abierto la carretera y puede llegar
cualquiera —contestó Nick.
— ¿Lo dices por
mí? —se indignó Miley volviéndose hacia él—. ¿Por qué te caigo tan mal? Yo
creía que nuestras diferencias habían desaparecido después del episodio del
cobertizo.
—Hay ciertas
diferencias de las que no tienes conocimiento, Miley —contestó Nick pasándose
los dedos por el pelo.
Llevaba unos
pantalones cortos color caqui y una camiseta de manga corta que dejaba al
descubierto sus brazos bronceados. Debía de haberse pasado mucho tiempo al aire
libre porque, además, se le había aclarado el pelo.
— ¿Y por qué no
me las dices? No soy la niña rica y mimada por la que me tomaste y no me gusta
que me traten como si lo fuera.
Nick se cruzó de
brazos.
— ¿Así que te
parece que tu comportamiento no es el típico de una niña rica y mimada? ¿No te
parece que esto se podría titular «Miley Cyrus tiene que salirse siempre con la
suya»?
Miley lo miró
indignada.
—No, se podría
titular «Miley Cyrus se merece algo mejor».
— ¿Mejor?
—Sí, mejor. ¿Por
qué demonios no podemos conocernos mejor? Por ejemplo, a mí no se me ocurriría
juzgarte por quién es tu padre.
—Los hombres
tenemos nuestras maneras de resolver las cosas.
—Entonces, fijaos
en cómo lo hacemos las mujeres —sugirió Miley en tono cortante—. La verdad es
que si el mundo se fijara más en las mujeres, todo iría mucho mejor.
Nick sonrió, se
encogió de hombros y entró en la casa.
Miley dudó, se
encogió de hombros también y lo siguió.
El interior de la
casa era sencillo y diáfano, pero todo estaba cuidado al detalle. Los suelos de
madera brillaban, había una gran cama de matrimonio cubierta por una colcha y
varios cojines en tonos coral, en una de las mesillas había varios libros y en
la otra, una preciosa lámpara de cobre.
En el espacio que
hacía de salón, había dos sofás de cuero y una gran mesa de madera en la que
había más libros y un par de maquetas de barco. Ni rastro de equipo de música,
de televisor ni de DVD, aquello era una casa de vacaciones.
La cocina era
entera de madera con encimeras de mármol negro y en ella había multitud de
macetas con flores. La guinda era un cuadro de dos preciosos elefantes en tonos
verdes, dorados y rosados.
—Esto es perfecto
—comentó Miley encantada.
—Gracias —contestó
Nick sacando la cafetera de un armario.
— ¿De dónde lo
has sacado?
— ¿El qué?
—El cuadro
—contestó Miley mientras Nick ponía el café.
—Lo compré en
Tailandia.
— ¿Qué puedo
decir para hacer esto más fácil?
—De momento, no
lo estás haciendo nada mal.
—De verdad, es la
primera vez en mi vida que hago algo así —sonrió Miley—. Estoy muy nerviosa
—admitió a continuación.
— ¿A qué te
refieres?
Miley entrelazó
los dedos sobre la encimera.
—A cambiar de
opinión sobre un hombre de manera drástica. Claro que yo no he tenido mucho que
ver en ello. Simplemente... ha sucedido.
— ¿Te refieres a
encerrarlo primero en un cobertizo y a arrinconarlo ahora aquí? —sugirió Nick
en tono cortante.
Miley sintió un
intenso picor en los ojos y comprendió que iba a tener que hacer un gran
esfuerzo porque podía ponerse a llorar de frustración de un momento a otro. Por
supuesto, no debía permitir que aquello sucediera.
Por lo visto,
llegar hasta el corazón de aquel hombre iba a resultar mucho más difícil de lo
que había creído.
—Te aseguro que
no te persigo porque quiera tu cuerpo ni porque quiera hacerte cambiar de
opinión sobre las casitas que construyes —contestó.
Nick sonrió con
ironía.
—Menos mal
—comentó sirviendo una taza de café—. Porque, aunque tú tienes un cuerpo
glorioso que no me deja dormir, no pienso hacer nada al respecto.
Miley se quedó
mirándolo con los ojos muy abiertos.
— ¿Cómo has
dicho?
—Ya me has oído.
—Sí, lo he oído,
pero no lo entiendo.
— ¿Ah, no? —dijo Nick
encogiéndose de hombros y probando el café—. Decidí que lo mejor era no
acercarme a ti durante un tiempo para que te olvidaras de mí.
Miley se quedó
mirando mientras Nick dejaba lentamente la taza sobre la encimera y, a
continuación, lo abofeteó. A Nick se le cayó la taza, que rodó sobre la
encimera y cayó al suelo rompiéndose.
Nick se quedó mirándola
de manera peligrosa y Miley decidió que era mejor salir de allí cuanto antes,
así que se puso a correr, pero pronto se vio en el suelo ya que había resbalado
y se había clavado un trozo de la taza rota en la planta del pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario