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miércoles, 20 de julio de 2011

" Innocence and Desire " Cap Nº 9


hola chicas ak les dejo una super maraton d esta nove... las kiero mucho... pues tengo pensado dejar de publicar... pero es solo una idea... aun no esta nada decidido... las kiero muchisimo... un beso grande las kieroo... 


Quería saber dónde estaba Nick Jonas y lo acababa de averiguar. Claro que también podría estar en Sidney, en Nueva York o en Katmandú, pero había una posibilidad de que estuviera en cabo Gloucester.
Tal vez, si iba allí, obtendría la explicación que tanto deseaba.
Para no preocupar a su madre, Miley le dejó un mensaje ambiguo y vago, hizo las maletas y se dirigió al norte.
Además, así no estaría por las inmediaciones si a cierto detective privado y a cierto periodista se les ocurría buscar a la misteriosa chica que habían encontrado en circunstancias comprometedoras con Nick Jonas.
Cabo Gloucester resultó ser un lugar remoto donde la naturaleza alcanzaba todo su esplendor y era cierto que para llegar había que atravesar una finca ganadera, lo que ya era todo un logro porque antes solamente se podía llegar por mar.
Había tres conjuntos residenciales, uno que daba a la isla de Gloucester, otro al islote Passage y el último a la bahía de Edgecumbe, y Miley eligió el primero porque había algo en la isla que la intrigaba.
Así fue cómo se encontró instalada en una preciosa cabaña en la playa con una palmera cocotera que daba sobre su terraza, cubierta de buganvillas.
La playa resultaba de lo más sugestiva y Miley se pasó una hora sentada en la orilla viendo romper las olas.
De repente, se quedó alucinada al ver a una especie de patos andando por la orilla, eran unos patos que parecía que llevaran bufandas de cuero, pero tenían una hilera de plumas oscuras que les cubría el cuello y una parte de la pechera.
Cuando preguntó, le dijeron que eran patos Burdekin.
Sólo había otra pareja en la urbanización y cenó con ellos, pero se retiró pronto porque no podía parar de bostezar.
Una vez a solas en su cabaña, se dio cuenta de que era la tensión lo que la tenía tan agotada. ¿Habría hecho lo correcto? ¿Estaría Nick en su casa, situada a poca distancia de la playa? ¿Por qué no había ido a averiguarlo?
—Iré mañana por la mañana —decidió.
Amaneció a las seis y cuarto y a esa hora Miley ya estaba paseando por la playa.
La isla estaba oscura, pero a medida que empezó a salir el sol y a bañar con su fuerza y su energía la arena, los árboles y las piedras, la silueta de un hombre alto que avanzaba hacia ella andando por la orilla se hizo inconfundible.
Nick Jonas.
Miley tomó aire y se obligó a seguir andando como si tal cosa. Al llegar junto a él, extendió la mano.
—El doctor Livingstone, supongo. Nick no contestó.
—De acuerdo, no ha sido muy gracioso... —dijo Miley bajando la mano—, pero es que no te encontraba por ningún sitio y por eso se me ha ocurrido lo de Livingstone y Stanley. ¿No vas a decir nada?
Nick se quedó mirándola muy serio.
— ¿Cómo me has encontrado?
—Eso es información secreta, pero, si me ofreces una taza de café, te cuento por qué me he tomado tantas molestias para encontrarte.
— ¿Estás aquí alojada?
—Sí, pero tranquilo, no le he dicho a nadie que venía. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Miley... —dijo Nick en tono brusco—. Está bien, lo mínimo que puedo hacer después de que hayas venido hasta tan lejos es ofrecerte una taza de café. Ven conmigo —añadió más amablemente.
Su casa estaba a tan sólo cinco minutos andando, pero desde la playa ni se veía. Era una casa de madera pintada de gris verdoso, tenía dos plantas y estaba rodeada por árboles. Junto a ella, había un pequeño velero.
Miley siguió a Nick a la segunda planta y se quedó maravillada ante la impresionante vista que había desde allí.
—Desde luego, tienes gusto a la hora de elegir los lugares —le dijo con admiración genuina—. Esto es precioso.
—Antes era un lugar más tranquilo, pero ahora han abierto la carretera y puede llegar cualquiera —contestó Nick.
— ¿Lo dices por mí? —se indignó Miley volviéndose hacia él—. ¿Por qué te caigo tan mal? Yo creía que nuestras diferencias habían desaparecido después del episodio del cobertizo.
—Hay ciertas diferencias de las que no tienes conocimiento, Miley —contestó Nick pasándose los dedos por el pelo.
Llevaba unos pantalones cortos color caqui y una camiseta de manga corta que dejaba al descubierto sus brazos bronceados. Debía de haberse pasado mucho tiempo al aire libre porque, además, se le había aclarado el pelo.
— ¿Y por qué no me las dices? No soy la niña rica y mimada por la que me tomaste y no me gusta que me traten como si lo fuera.
Nick se cruzó de brazos.
— ¿Así que te parece que tu comportamiento no es el típico de una niña rica y mimada? ¿No te parece que esto se podría titular «Miley Cyrus tiene que salirse siempre con la suya»?
Miley lo miró indignada.
—No, se podría titular «Miley Cyrus se merece algo mejor».
— ¿Mejor?
—Sí, mejor. ¿Por qué demonios no podemos conocernos mejor? Por ejemplo, a mí no se me ocurriría juzgarte por quién es tu padre.
—Los hombres tenemos nuestras maneras de resolver las cosas.
—Entonces, fijaos en cómo lo hacemos las mujeres —sugirió Miley en tono cortante—. La verdad es que si el mundo se fijara más en las mujeres, todo iría mucho mejor.
Nick sonrió, se encogió de hombros y entró en la casa.
Miley dudó, se encogió de hombros también y lo siguió.
El interior de la casa era sencillo y diáfano, pero todo estaba cuidado al detalle. Los suelos de madera brillaban, había una gran cama de matrimonio cubierta por una colcha y varios cojines en tonos coral, en una de las mesillas había varios libros y en la otra, una preciosa lámpara de cobre.
En el espacio que hacía de salón, había dos sofás de cuero y una gran mesa de madera en la que había más libros y un par de maquetas de barco. Ni rastro de equipo de música, de televisor ni de DVD, aquello era una casa de vacaciones.
La cocina era entera de madera con encimeras de mármol negro y en ella había multitud de macetas con flores. La guinda era un cuadro de dos preciosos elefantes en tonos verdes, dorados y rosados.
—Esto es perfecto —comentó Miley encantada.
—Gracias —contestó Nick sacando la cafetera de un armario.
— ¿De dónde lo has sacado?
— ¿El qué?
—El cuadro —contestó Miley mientras Nick ponía el café.
—Lo compré en Tailandia.
— ¿Qué puedo decir para hacer esto más fácil?
—De momento, no lo estás haciendo nada mal.
—De verdad, es la primera vez en mi vida que hago algo así —sonrió Miley—. Estoy muy nerviosa —admitió a continuación.
— ¿A qué te refieres?
Miley entrelazó los dedos sobre la encimera.
—A cambiar de opinión sobre un hombre de manera drástica. Claro que yo no he tenido mucho que ver en ello. Simplemente... ha sucedido.
— ¿Te refieres a encerrarlo primero en un cobertizo y a arrinconarlo ahora aquí? —sugirió Nick en tono cortante.
Miley sintió un intenso picor en los ojos y comprendió que iba a tener que hacer un gran esfuerzo porque podía ponerse a llorar de frustración de un momento a otro. Por supuesto, no debía permitir que aquello sucediera.
Por lo visto, llegar hasta el corazón de aquel hombre iba a resultar mucho más difícil de lo que había creído.
—Te aseguro que no te persigo porque quiera tu cuerpo ni porque quiera hacerte cambiar de opinión sobre las casitas que construyes —contestó.
Nick sonrió con ironía.
—Menos mal —comentó sirviendo una taza de café—. Porque, aunque tú tienes un cuerpo glorioso que no me deja dormir, no pienso hacer nada al respecto.
Miley se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos.
— ¿Cómo has dicho?
—Ya me has oído.
—Sí, lo he oído, pero no lo entiendo.
— ¿Ah, no? —dijo Nick encogiéndose de hombros y probando el café—. Decidí que lo mejor era no acercarme a ti durante un tiempo para que te olvidaras de mí.
Miley se quedó mirando mientras Nick dejaba lentamente la taza sobre la encimera y, a continuación, lo abofeteó. A Nick se le cayó la taza, que rodó sobre la encimera y cayó al suelo rompiéndose.
Nick se quedó mirándola de manera peligrosa y Miley decidió que era mejor salir de allí cuanto antes, así que se puso a correr, pero pronto se vio en el suelo ya que había resbalado y se había clavado un trozo de la taza rota en la planta del pie.




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