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jueves, 14 de julio de 2011

" Broken Rules " Niley Cap 11




Durante la cena, charlaron acerca de las clases de Miley. Los niños iban a participar en el programa navideño del Centro Social de Sunshine Springs, que tendría lugar la semana siguiente.
—Vendrás conmigo, ¿verdad?
Nick no quería ir, ya que pasar demasiado tiempo con ella le parecía casi una tortura para sus impulsos, pero tampoco quería volver a herir sus sentimientos.
—Claro.
—Gracias —Miley comió un bocado de pasta y luego lamió el tenedor. La temperatura de la cocina se disparó—. Ya sabes que me pongo muy nerviosa cuando actúan mis niños, y eso que este año ni siquiera estoy en el comité del programa.
—Ya —sonrió él intentando ocultar su reacción ante los inocentes gestos de ella—. Un año deshiciste una bufanda entera.
Ella rió, echando la cabeza hacia atrás y exponiendo la suave piel de su cuello. Nick quería acariciarlo. Estaba loco. Se puso en pie.
— ¿Adónde vas?
Nick la miró fijamente. ¿Adónde iba?
—Al baño. Una vez allí se lavó la cara con agua fría. Se miró en el espejo y observó su reflejo.
— ¡Ya vale! Miley es zona prohibida.
Su reflejo parecía mirarlo con escepticismo. Volvió a lavarse la cara, y luego se la secó. Se sentía un poco mejor. Aunque Miley volviese a chupar el tenedor, todo iría bien.
Volvió a la cocina y se sentó frente a ella, que le sonrió. Él le devolvió la sonrisa y casi se ahoga. Miley acababa de pinchar un espárrago y estaba chupando la mantequilla que había en él.
—Está riquísimo. Los has salteado a la perfección —comentó sin malicia.
Nick se reprendió mentalmente por las cosas que estaban pasando por su mente, pero los pantalones vaqueros seguían apretándole a la altura de la bragueta.
Cuando Miley hubo terminado de comerse la quinta punta de espárrago estaba sudando y duro como una piedra. Si seguía así, no podría levantarse de la mesa cuando acabasen de cenar.
Ella lo miró preocupada.
— ¿Te pasa algo? Estás sudando. Espero que no te estés poniendo enfermo.
—Hace demasiado calor aquí. He debido de poner el termostato demasiado alto —mintió. ¿Qué otra cosa podía decir? ¿Qué iba a derretirse sólo de ver cenar a su mejor amiga?
Suspiró aliviado al ver que Miley no se servía más espárragos.
Más tarde, buscó la camiseta más larga que tenía para prestársela y se dirigió a su oficina. ¿Para qué molestarse en meterse en la cama? No podría dormir sabiendo que el tentador cuerpo de Miley estaba al otro lado del pasillo, en la que había sido su cama. La llevaría a casa de los Miller al día siguiente, aunque hubiese una tormenta de nieve.
Miley se acurrucó bajo el edredón de la que había sido la cama de Nick. La cena había sido muy divertida. Quizá Nick tuviese una norma que le prohibiese besarla, pero era evidente que quería hacerlo. Su mirada se había posado en sus labios al menos una docena de veces. Que ella hubiese contado. En una ocasión, le había mirado el cuello antes de apartar la mirada, aunque Miley estaba segura de que le habría gustado subir hasta sus labios.
Había intentado comer lo más provocativamente posible. En un momento dado, casi había sentido lástima por él.
Casi.
Se lo merecía.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, Miley oyó un castañeteo de dientes y olió a beicon. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era a ella a quien le castañeteaban los dientes. ¿Se habrían quedado sin electricidad a causa de la tormenta? No podía creer que ni Nick ni el capataz hubiesen encendido el generador. Apartó el edredón y se puso los enormes pantalones que Nick le había prestado y unos calcetines gordos.
Luego buscó una camisa de franela en el armario. Después de ponerse una que le llegaba hasta las rodillas, fue a la cocina. Nick estaba delante del fuego, friendo beicon. Ella arrugó la nariz al oler el cerdo y fue directa a por un café.
—Hace un frío horrible. ¿Le ha pasado algo a la caldera?
Nick le ofreció una taza para que se sirviese café.
—No.
—Entonces, ¿por qué hace tanto frío? —preguntó calentándose las manos con la taza caliente.
—¿Frío? A mí no me parece que haga tan malo.
Nick llevaba puesto un jersey verde de cuello vuelto y una camisa negra de franela, unos vaqueros desgastados y botas de cowboy. Era normal que no tuviese frío. Iba vestido para trabajar en el exterior. En esa época del año, trabajaba mucho en el rancho para que sus empleados pudiesen pasar más tiempo con sus familias. ¿Pero cómo podía ser tan burro? Miley salió al pasillo y miró el termostato.
— ¿Catorce grados? Nick, ¿estás loco? No me extraña que esté helada.
Volvió a la cocina y se detuvo en seco al ver el gesto de satisfacción en el rostro de Nick. Era evidente que él también le había preparado algunas sorpresas.
— ¿Tiene esto que ver con tu norma según la cual no puedes besarme?
«Y con la cena de anoche», pensó.
Él la miró con la inocencia de un bebé.
— ¿A que sí?
Nick colocó dos platos encima de la mesa. En uno puso beicon, huevos, patatas con cebolla y unos trozos de manzana. En el otro, todo lo anterior a excepción del beicon.
—Siéntate y come antes de que se enfríe.
—Estoy helada.
—Deja de quejarte. Si no desayunas y te das prisa, llegarás tarde a tu último día de clase.
Miley ¡miró por la ventana. El reflejo del sol sobre la nieve era casi cegador.
—Tienes razón.
Pinchó una buena cantidad de patatas con cebolla y se las metió en la boca. Casi tuvo que escupirlas. Agarró el café y le dio un enorme trago, quemándose la lengua en el proceso. Se puso en pie, tirando la silla, y fue dando tumbos hacia el fregadero.
— ¿Estás bien? ¿Le pasa algo a la comida?
Con la mano en la garganta, Miley sólo fue capaz de decir:
—Agua.
Él se levantó de un salto y tomó un vaso del armario. Lo llenó con agua del grifo y se lo dio. Ella se lo bebió de un trago y respiró hondo antes de mirar a Nick.
— ¿Qué le has echado a las patatas para condimentarlas? ¿Pimienta?
—Un poco de todo. Ya sabes que cocino dejándome guiar por el instinto.
Miley no se lo tragó.
— ¿Qué le has puesto a mi desayuno?
—Quizá esté demasiado fuerte, pero, de todos modos, esta mañana no tienes tiempo de saborear el desayuno.
— ¿Tiene esto algo que ver con…? —se detuvo. De pronto, lo entendió todo—. ¿No querías que saborease la comida? Nick se sonrojó.
—No te va a dar tiempo.
De acuerdo. No tenía nada que ver con su manera de comer los espárragos la noche anterior.
—Lo que tú digas. ¿Los huevos están igual de fuertes?
Él se encogió de hombros. «Estupendo».
Miley tomó los trozos de manzana que había en su plato y los metió debajo del grifo. Prefería no arriesgarse. Se marchó de la cocina comiéndoselos, y sin decir ni una palabra.


2 comentarios:

  1. jajaja me hizo reír, Nick es inteligente jajaja pobre Miley, pero se lo merece el ya había sufrido la noche anterior jajaja me encanta

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