Nick se secó las manos en el trapo y se estiró. — ¿Cómo dormimos?
—Ah, eso ya lo tenía yo pensando —contestó Miley—. Yo dormiré en el asiento trasero del coche y usted, en el sofá.
—Veo que lo tiene todo muy pensado, sí —dijo Nick haciendo una mueca de disgusto.
—Usted es demasiado alto para dormir en el coche.
—También soy demasiado alto para el sofá y, además, está muy sucio —objetó Nick acercándose— Claro que, ahora que lo veo de cerca...
Dicho aquello, levantó los cojines y tiró de una barra y el sofá se convirtió en una cama con sábanas limpias y un par de mantas.
—Esto está mucho mejor.
—Qué suerte —exclamó Miley.
—Le da envidia no tener una manta, ¿eh?
Miley se encogió de hombros.
—Eso le pasa por ser tan lista —murmuró Nick riéndose de ella—. Mire, le propongo una cosa. ¿Ha visto por ahí unas tijeras?
—Sí —contestó Miley abriendo un cajón y sacando unas tijeras oxidadas.
—Muy bien.
— ¿Qué va a hacer?
—Ya sé que no es nuestro, pero, dadas las circunstancias... —contestó Nick cortando la manta y las sábanas y rasgando las telas.
A continuación, le entregó a Miley la mitad de la manta y de las sábanas.
—Aunque no pertenezca al club de las torres de marfil, puedo ser todo un caballero.
Antes de «irse a la cama», Miley se quitó las botas, se soltó el pelo y fue al baño. Al llegar junto al coche, propuso dejar la luz encendida.
—No me hacen mucha gracia los ratones —le explicó a Nick.
—A mí me parece bien —contestó él.
—Gracias —concluyó Miley metiéndose en el coche, bajando una de las ventanillas, tapándose y desapareciendo.
Una vez a solas, Nick Jonas revisó lo que aquella mujer le hacía sentir y se sorprendió al comprobar que no estaba tan enfadado como al principio de aquella loca aventura.
Al fin y al cabo, verse atrapado con una chica tan guapa como Miley Cyrus no era el peor de los planes.
En cualquier caso, al día siguiente iban a tener que pensar en algo y, a lo mejor, encontrar una manera de subir hasta el tejado no era ninguna tontería.
Miley no podía dormir.
Se sentía confundida, tensa y enfadada.
Tensa y enfadada consigo misma por haber reaccionado como lo había hecho dejándose llevar por las emociones del momento. ¿Pero confusa?
Eso tenía que ser por Nick Jonas.
Apenas lo había visto un par de veces; por lo poco que lo conocía, su reacción le había parecido bastante sorprendente.
Era cierto que la había juzgado mal dejándose llevar por la fama de su padre, pero su comportamiento hacia ella había cambiado en aquellas horas.
Lo más sorprendente era que Miley nunca hubiera sospechado que aquel hombre le iba a caer bien...
Tras suspirar exasperada, cerró los ojos.
Nick se despertó a las tres de la madrugada. Cuando miró el reloj, se sorprendió de haber dormido tanto porque, normalmente, no necesitaba dormir mucho.
Pero más le sorprendió ver a Miley dormida encima de la mesa de la cocina. Aquello hizo que se sentara de golpe y los muelles oxidados del sofá protestaron.
— ¿Qué pasa? —se despertó Miley alarmarla.
—Nada, nada —contestó Nick—. ¿Qué hace encima de la mesa?
—No podía dormir —contestó Miley—. Dentro del coche me sentía como dentro de un ataúd y me ha dado claustrofobia.
— ¿Cómo no me lo ha dicho?
Miley lo miró y sonrió.
—A veces, me cuesta mucho admitir que me he equivocado.
Aquello hizo reír a Nick.
—Admitirlo ahora le da derecho a dormir en la cama —dijo poniéndose en pie.
—No, usted no cabría en el coche ni por asomo...
—No discuta, Miley. En cualquier caso, no tengo ninguna intención de meterme en el coche.
—Pero si son solamente las tres de la mañana. ¿Qué va a hacer?
—Voy a intentar seriamente hacer algo para salir de aquí.
Miley se levantó de la mesa y se dejó caer en el sofá con un suspiro de alivio.
— ¿Eso quiere decir que hasta ahora no se lo había tomado en serio?
Nick se quedó mirándola. Miley estaba tumbada con la melena sobre la almohada y, a pesar de la oscuridad, sus ojos verdes brillaban maravillosamente.
Nick no recordaba haber conocido nunca a una persona con unos ojos verdes tan bonitos. Bueno, sí a una.
A su padre, por supuesto.
—Me voy a poner manos a la obra porque ya llevamos aquí mucho tiempo metidos.
—De momento, no lo está usted haciendo nada mal —contestó Miley.
—Duérmase —le ordenó Nick.
—Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que la única salida es el tejado. No es por decirle que ya se lo dije, pero si pudiéramos subir de alguna manera... es un tejado de láminas de uralita y, a lo mejor, si alguna está suelta, podemos salir. A mí se me da muy bien escalar.
Nick, que se estaba estirando, se volvió hacia ella con los brazos por encima de la cabeza y Miley tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le notara que aquel cuerpo masculino le parecía de lo más bello.
— ¿Se le da bien escalar?
—Era muy buena en gimnasia y, además, he hecho un curso de rapel —contestó Miley.
Nick se quedó mirándola seriamente.
—Si yo me subo en el techo del coche y usted se sube sobre mis hombros, a lo mejor, llega —recapacitó.
— ¡Sí! —contestó Miley poniéndose en pie—. ¿Y con qué podría golpear el tejado?
—A ver qué hay por aquí —contestó Nick rebuscando en la caja de herramientas—. No sé para qué es esto, pero puede que nos sirva —añadió entregándole una barra de hierro.
—Vamos allá.
—Sí, hay que intentarlo.
Cinco minutos después, estaban los dos subidos en el techo del coche.
—Menos mal que hacían buenos coches —comentó Nick con una sonrisa— Voy a intentar lanzar las sábanas y pasarlas por encima de la viga —le explicó a Miley—. Así, le será más fácil subir. Además, se va a llevar mi camisa —añadió quitándosela—. Así, una vez arriba, podrá cubrirse por si cae algo del tejado Siéntese.
—Señor, sí, señor —contestó Miley divertida.
Nick la miró.
—Es una chica un poco extraña, Miley Cyrus.
—Ya lo sé.
Nick abrió la boca sin dejar de mirarla, como si quisiera añadir algo, pero al final no dijo nada.
Miley se sentó sobre el techo del coche con las piernas cruzadas y esperó a que Nick consiguiera pasar las sábanas por encima de la viga, lo que consiguió hacer al cabo de unos cuantos intentos.
—Ahora viene lo difícil —anunció arrodillándose a su lado—. Súbase a mis hombros. No se preocupe, no nos vamos a caer ninguno de los dos... Yo también tengo buen equilibrio.
— ¿También hace gimnasia?
—No, pero hice artes marciales de jovencito. Miley se subió a sus hombros.
—Estoy encantada de darme cuenta de que no me había equivocado por completo con usted.
— ¿Y eso?
—El otro día pensé en que me pegaba más usted subiendo el monte Everest que construyendo casas.
—Vaya —sonrió Nick—. Ya hablaremos de eso en otra ocasión. ¿Qué tal está? Por favor, si se arrepiente y se encuentra a disgusto en cualquier momento, dígamelo. Prometo no echárselo en cara.
—No, estoy bien —le aseguró Miley—. Vamos allá.
Nick fue poniéndose en pie muy lentamente sin perder el equilibrio. Miley no se sintió insegura en ningún momento.
Una vez arriba, alargó los brazos con cuidado y agarró los dos extremos de las sábanas.
— ¿Qué tal?
—Ya lo tengo —contestó Miley atando ambos extremos con fuerza—. Me voy a poner aquí de pie. Seguro que así llego a la viga.
— ¿Seguro?
—Sí, no se preocupe —contestó Miley apoyándose con la tripa en la especie de columpio que había construido con las sábanas y poniéndose de pie.
— ¡Muy bien! —exclamó Nick.
— ¡Ha sido muy fácil! —sonrió Miley.
—Intente gatear por la viga hasta la pared, propuso Nick—. Ahí el tejado está más bajo y podrá intentar quitar alguna lámina.
—Madre mía, esto está lleno de clavos.
—Tenga cuidado.
—«Cuidado» es mi segundo nombre. No, la verdad es que mi segundo nombre es Hope. Por mi abuela, ¿sabe? Por favor, ¿por qué le estoy contando todo esto.
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