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lunes, 28 de julio de 2014

"cinco en casa" Niley Regreso Cap 3




otro cap!! espero q les guste.. i estoi feliz x los comentarios q m dejaron!! saludos 



Miley Cyrus envió a sus hijos a casa.
         –Id dentro. Enseguida voy a preparar la comida.
         Entonces, volvió a centrar su atención en el hombre impresionante que tenía delante.
         Nick Jonas era el hombre más guapo que había visto en su vida. Con el pelo tan corto, grandes ojos castaños y esos hombros tan anchos, podía competir con cualquier galán de la gran pantalla.
         Miley intentó calmarse. No solo era sorprendente ver a Nick tan cambiado y tan sexy. Además, él le había despertado algunos recuerdos que había preferido mantener en el olvido.
         –Estoy divorciada –informó ella, llevándose la mano a la frente para protegerse del sol de mediodía.
         –Oh, lo siento.
         –No pasa nada –repuso ella, encogiéndose de hombros–. ¿Y qué me dices de ti?
         –También estoy divorciado.
         Su voz profunda y sensual hizo que Miley contuviera la respiración.
         Pero no pensaba sentirse atraída por él. Ya le había pasado con otro hombre guapo, del que se había enamorado de pies a cabeza. Se había casado con él y, pocos años después, se había quedado sola con tres niños. Sí, había aprendido la lección y no pensaba tropezar de nuevo con la misma piedra.
         –He oído rumores de que te has hecho muy rico –comentó ella, tras aclararse la garganta.
         –Sí. Escribo cómics.
         –¿Y se puede hacer mucho dinero con eso?
         –Bueno, se hace dinero escribiendo el guion, dibujando… y siendo dueño de la editorial –repuso él con una seductora sonrisa.
         –¿Eres dueño de una editorial? –preguntó ella, tratando de ignorar el efecto que su sonrisa le producía.
         –Y yo que pensé que el cotilleo local en Newland era más eficiente…
         –Debe de serlo. Pero yo no tengo mucho tiempo para enterarme de las cosas.
         –Entiendo por qué –señaló él, mirando hacia los niños.
         Despacio, Miley levantó la vista hacia él. También ella había cambiado desde el instituto. No se había hecho rica, pero había hecho algo más que criar a trillizos.
         –Yo también tengo una empresa.
         –¿Ah, sí?
         Ella apartó la mirada para disimular lo atraída que se sentía por él. Entonces, recordó que Nick había sido siempre alguien especial, un buen chico, honesto y amable. Y eso no hizo más que incrementar su incomodidad.
         –Es una empresa pequeña –aclaró ella, queriendo quitarle importancia porque, en realidad, prefería que él no le hiciera demasiadas preguntas sobre su vida.
         –Todo el mundo empieza desde abajo.
         Miley asintió.
         –Bueno, voy a guardar la moto en el garaje –dijo él con una sonrisa.
         Miley dio un paso atrás. No le sorprendía que él quisiera irse. ¿Qué hombre guapo y rico iba a querer estar cerca de una mujer con hijos? Tres hijos, para ser exactos.
         En ese momento, la invadieron fugaces recuerdos del Nick del instituto. Se acordó de cuando él la había ayudado con el álgebra o cuando le había pedido salir. Pero ella no había sido capaz de mantener su cita con él.
         De pronto, sintió la urgencia de disculparse por aquello, pero se quedó paralizada. Sería demasiado vergonzoso explicarle la razón por la que lo había dejado plantado en el pasado.
         –Me alegro de haberte visto.
         –Lo mismo digo –repuso él con una sonrisa desarmadora. Entonces, desapareció en el garaje, sin mirar atrás.
         Miley entró en su casa, rodeada por los trillizos. Aunque no se dirigió a la cocina, sino al salón, donde se dejó caer en un sofá.

         Al darse cuenta de que estaba temblando, se llevó un cojín a la cara. El encontrarse con alguien de sus tiempos de instituto le había llevado directa a recordar el peor día de su vida.
Su día de graduación… En el camino de regreso a casa, después de la ceremonia, su padre había parado en el bar. Borracho, había golpeado a su madre, había echado a perder el vestido de Miley echándole lejía encima y había abofeteado a Noha, estrellándola contra la pared y rompiéndole un brazo.
         La hermana de Miley, a quien su madre había considerado un milagro y su padre, un error, había estado tan malherida que Miley la había llevado al hospital. Después de que los médicos le hubieran curado el brazo, un asistente social había ido a hablar con ellas.
         –¿Dónde está vuestra madre? –había preguntado la mujer.
         –Ha salido. Yo tengo dieciocho años y estoy a cargo de mi hermana.
         Como la trabajadora social había mirado a Miley con desconfianza, ella le había mostrado su permiso de conducir.
         Cuando la trabajadora social se había ido, Noha se había vuelto hacia su hermana. Había querido decir la verdad.
         –¿Quieres terminar en un orfanato? –le había espetado Miley–. ¿O quieres que papá mate a mamá a golpes? Pues yo, no.
         Y habían seguido manteniendo la situación en secreto…
         Intentando dejar atrás sus recuerdos, Miley se obligó a respirar. Su madre estaba muerta. Y Noha se había ido de casa hacía años, a miles de kilómetros de distancia.
         ¿Y su padre?
         Seguía regentando el restaurante, pero se gastaba todo lo que ganaba en bebida y en el juego. Si no estaba borracho, estaba apostando. Miley solo lo veía cuando él iba a pedirle dinero.
         –¿Qué te pasa, mami? –le preguntó una vocecita, tocándole el hombro.
         Jerry y su gran corazón.
         –No me pasa nada –mintió ella, quitándose la almohada de la cara–. Estoy bien.
         Y estaba bien. Sobre todo, porque después de su divorcio había comprendido que ningún caballero andante acudiría a su rescate. Tenía que salvarse a sí misma. Y a sus hijos. Tenía que criarlos en un hogar donde nunca sintieran hambre, ni miedo.
         Después de que su ex se hubiera gastado el dinero de su cuenta conjunta y la hubiera abandonado con tres hijos, Miley había aprendido que a los hombres no les importaba que los niños tuvieran miedo o hambre. Era ella la única que podía ocuparse de impedir que eso sucediera.
         Y eso estaba haciendo.
         Pero nunca, jamás volvería a confiar en un hombre.
         Ni siquiera en el dulce Nick.


lunes, 21 de julio de 2014

"cinco en casa" Niley Regreso Cap 2





Miley. Miley Cyrus. La chica más guapa del instituto. Era la nieta de la vecina de su abuela. Hacía años, él la había ayudado con los deberes de álgebra solo para poder sentarse a su lado.
         –¡Jerry! ¿Cariño? ¿Dónde estás?
         Suave y dulce, su voz penetró en Nick como la primera brisa de la primavera. Miró al pequeño.
         –Supongo que tú eres Jerry.
         El niño sonrió.
         De pronto, el seto se movió y allí estaba ella, con el pelo rubio recogido en una cola de caballo.
         Durante los últimos quince años, Nick había cambiado en casi todo. Ella, sin embargo, parecía haber quedado congelada en el tiempo. Sus enormes ojos azules seguían brillando bajo densas pestañas. Sus jugosos labios sonreían como si fuera lo más natural del mundo. Su piel seguía teniendo el mismo aspecto cremoso y suave, igual que si fuera una adolescente, aunque ya tenía treinta y tres años. Llevaba una camiseta azul y pantalones cortos que acentuaban su pequeña cintura y sus bonitas caderas. Y sus piernas eran tan perfectas como cuando había actuado como animadora del equipo de fútbol del instituto de Newland.
         Aquellos recuerdos hicieron que el corazón se le acelerara a Nick. Se habían conocido porque sus abuelas habían sido vecinas. Y, aunque ella había sido reina del baile casi todos los años y jefa de las animadoras y él había sido el más marginado de los raritos, había querido besarla desde que había tenido doce años.
         Había estado loco por ella.
         –¿Puedo ayudarlo? –preguntó ella, mirándolo dubitativa.
         No lo reconocía, adivinó él y sonrió. Mucho mejor así.
         –¿No me recuerdas?
         –¿Debería?
         –Bueno, gracias a mí, aprobaste álgebra.
         Ella lo miró pensativa y, soltó un gritito de sorpresa.
         –¿Nick?
         –En carne y hueso.
         Miley posó los ojos en su chaqueta de cuero, sus vaqueros y el casco que llevaba bajo el brazo. Frunció el ceño, como si aquella imagen no concordara con la del chico flacucho y tímido del instituto.
         –¿Nick?
         Él se quitó las gafas de sol, para que pudiera verle la cara y rio.
         –He cambiado un poco.
         Cuando ella volvió a mirarlo de arriba abajo, el cuerpo de él reaccionó igual que si fuera el adolescente enamorado de hacía años y le subió la temperatura.
         Entonces, Nick miró al pequeño y a Miley de nuevo.
         –¿Es tuyo?
         –Sí –afirmó ella, revolviéndole el pelo a Jerry.
         –¡Mamá! ¡Mamá! –gritó una niña rubia, corriendo hacia ella–. Desty me ha pegado –protestó, agarrándose a la pierna de su madre.
         Una niña morena apareció detrás de ella.
         –¡No es verdad!
         Nick arqueó las cejas. ¿Tenía tres hijos?
         –Estos son mis niños, Jerry, Destiny y Alena Rose –dijo Miley, acariciándoles la cabeza a los tres con gesto cariñoso–. Son trillizos.
         –¿Trillizos? –preguntó él, boquiabierto.
         –Sí.
         Vaya.

         –Tu marido debe de estar… –comenzó a decir él, mientras un tropel de adjetivos se le venían a la mente: agotado, asustado, saturado–… orgulloso.


AK EL SEGUNDO CAP CHICAS I PERDÓN X LA DEMORA SOLO Q TeNDRAN Q ESPERAR PORQUE MI TRAB NO M DA TIEMPO... :/  LAS KIERO

sábado, 12 de julio de 2014

"cinco en casa" Niley Regreso Cap I



primer cap chicas. perdón la ree demora prometo no desaparecer x mucho tiempo solo espero q les guste esta nove q es mui linda... yo espero que no se hayan olvidado d miii :/ yo aun no m olvide d ninguna. jeje espero recibir sus comentarios las kiero y nos veremos pronto bye bye.. saludos...



Lo mejor de ser rico para Nick Jonas era que podía tener todo lo que se le antojara.
Subiendo por la carretera que llevaba a Maryland, en un soleada mañana de abril, sonrió mientras pisaba el acelerador de su motocicleta negra. Ademas, le encantaba tener poder para decidir su propio horario.
Era lo que estaba haciendo en ese momento. Su abuela había muerto hacia un mes y había que recoger la casa y prepararla para la venta. Nick podía haber contratado a alguien para el trabajo, pero la abuela Jonas había tenido el hábito de esconder dinero y joyas. No habían encontrado nada del tesoro familiar en su casa de Florida, por lo que la madre de Nick había supuesto que debía de estar en su casa de Maryland. Y él se había ofrecido voluntario para ir hasta el antiguo hogar familiar y buscarlo.
Además, Nick había zanjado por fin el asunto de su divorcio hacía una semana  y había necesitado vacaciones. Después de cuatro año luchando por el dinero, su ex esposa había aceptado conformarse con gran parte de su compañía.
Ella lo había engañado. Le había sido infiel. Y había conseguido el treinta por ciento de todo por lo que él siempre había trabajado. La vida no era justa.
Nick necesitaba algo de tiempo para superar su rabia u el dolor y poder seguir adelante con su vida. Buscar joyas escondidas en una casa a casi mil kilómetros de distancia podría ayudarlo a relajarse y olvidar el pasado.
Por eso, se había tomado todo el mes de vacaciones, sin tener que dar explicaciones a nadie. Pisando el acelerador, tomó el desvío hacia Newland, el pueblo donde se había criado. Después de comprar la editorial que publicaba sus novelas gráficas, se había mudado con toda su familia a Florida, para poder disfrutar del sol. Sus padres habían vuelto de vez en cuando. Su abuela había pasado los veranos allí. Pero Nick llevaba quince largos años sin regresar. Se había convertido en un hombre rico. Ya no era el chico rarito y flacucho con quien nadie había querido jugar. Se había convertido en un hombre alto y fuerte que había sabido utilizar su talento para hacerse una fortuna.
         Cuando llegó a la calle principal, giró hacia la casa de su abuela y enseguida divisó la vieja construcción. Las contraventanas de madera azul hacían destacar las blancas paredes. Un alto seto bordeaba el camino de entrada, dándole una mayor sensación de privacidad. Era un escenario tranquilo, sencillo. La clase de vida que disfrutaba la gente de allí, muy distinta del ajetreo de trabajo y fiestas al que su familia y él se habían acostumbrado en la Costa Este.
         Nick paró el motor, se quitó el casco y se sacó las gafas de sol de un bolsillo. Tras ponérselas, se acercó a la puerta de madera del garaje y la abrió de un tirón. Su abuela no había usado cerrojo ni puertas de apertura automática. Aquel pueblo era tan tranquilo como seguro. Otra diferencia esencial con el sitio donde él vivía. En Newland, todo el mundo conocía a sus vecinos y se llevaba bien con ellos. Él echaba de menos esas cosas.
         Ignorando el olor a cerrado que lo envolvió, metió la moto en el garaje.
         –Hola.
         Nick se detuvo, miró a su alrededor y, al no ver a nadie, continuó con lo que estaba haciendo.
         –Hola –repitió la voz, más alto.
         Siguiendo el origen del sonido con la mirada, se topó con un chiquillo que no debía de tener más de cuatro años.
         –Hola –volvió a decir el niño, sonriendo, parado entre el seto que separaba la casa de la de al lado.
         –Hola, chico.
         –¿Es tuya esa moto?
         –Sí –contestó Nick y se acercó a él para apartar los arbustos del seto y poder verlo mejor.
         El pequeño tenía el pelo castaño, corto y alborotado. Llevaba una camiseta manchada de tierra y los pantalones le quedaban demasiado grandes.
         –¿Puedo dar una güelta?
         –Querrás decir una vuelta –repuso Nick y miró hacia su moto–. Um –murmuró, pensativo. Nunca había llevado a un niño en su moto. Lo cierto era que apenas se relacionaba con niños.
         –Jerry…

         Cuando la melodiosa voz flotó hasta él, Nick se quedó sin aliento.

Miley. Miley Cyrus. La chica más guapa del instituto. Era la nieta de la vecina de su abuela. Hacía años, él la había ayudado con los deberes de álgebra solo para poder sentarse a su lado.
         –¡Jerry! ¿Cariño? ¿Dónde estás?
         Suave y dulce, su voz penetró en Nick como la primera brisa de la primavera. Miró al pequeño.
         –Supongo que tú eres Jerry.
         El niño sonrió.
         De pronto, el seto se movió y allí estaba ella, con el pelo rubio recogido en una cola de caballo.
         Durante los últimos quince años, Nick había cambiado en casi todo. Ella, sin embargo, parecía haber quedado congelada en el tiempo. Sus enormes ojos azules seguían brillando bajo densas pestañas. Sus jugosos labios sonreían como si fuera lo más natural del mundo. Su piel seguía teniendo el mismo aspecto cremoso y suave, igual que si fuera una adolescente, aunque ya tenía treinta y tres años. Llevaba una camiseta azul y pantalones cortos que acentuaban su pequeña cintura y sus bonitas caderas. Y sus piernas eran tan perfectas como cuando había actuado como animadora del equipo de fútbol del instituto de Newland.