Miley Cyrus se dedicaba a vender casas.
Ni a sus amigos ni a sus familiares les gustaba particularmente su trabajo aunque su madre la animaba. Eso fue hasta que Mary Donaldson se comprometió con el príncipe heredero Federico de Dinamarca y se supo que la futura reina había trabajado como comercial en una inmobiliaria.
Desde entonces, todo el mundo miraba a Miley Cyrus con un renovado interés, como si les pareciera que se podía comer el mundo.
De haber querido, así habría sido.
Miley procedía de una familia realmente rica y a sus veintitrés años era una chica rubia y atractiva con mucho estilo.
Además, tenía un instinto comercial muy desarrollado y le gustaba mucho su trabajo ya que tenía una intuición especial para encontrar la casa apropiada para cada cliente y era muy buena para elegir las casas que otros comerciales desechaban.
Eso le venía de su licenciatura en Bellas Artes y de los cursos de arquitectura y diseño que había hecho, por una parte, y, por otra, de su empatía natural con los demás y de sus dotes de observación de la gente que la rodeaba.
Su lema era que todo se podía vender.
Estaba demasiado comprometida con su profesión, sobre todo con el boom inmobiliario que se había producido recientemente, como para pararse a contemplar la posibilidad de casarse... a pesar de que había un hombre en su vida que quería hacerla su esposa.
Sin embargo, Miley tenía dos objetivos: demostrar que era una mujer de negocios de éxito, para lo que pretendía abrir su propia agencia algún día, y no permitir que ningún hombre la hiciera sentirse inferior por el hecho de ser mujer.
Ambas misiones nacían de una relación difícil con su padre, un hombre poderoso, rico y arrogante que creía que su hija perdía el tiempo trabajando y para el que los agentes inmobiliarios eran como vendedores de coches usados.
Sin duda, lo tenía muy claro, pero no se comportó así con Nick Jonas, un constructor de mucho dinero, y los resultados habían sido desastrosos.
Jamás había pensado quitarle su libertad, pero, viendo lo visto, así había resultado. Tampoco había que olvidar que ella también había tenido que renunciar a la suya por el mismo motivo.
En cualquier caso, todo comenzó una soleada tarde de domingo en la que Miley estaba tomando un café con Joshua Bowman y escuchando a un maravilloso grupo de jazz en el paseo marítimo.
La relación que mantenía con Josh era casual, salían juntos de vez en cuando, pero Miley nunca había ido más allá porque no quería nada serio con él, a diferencia de Josh, que se moría por dar un paso más en su relación.
— ¿Quién es ése? —preguntó Miley de repente.
Se sentía relaja y contenta porque había vendido una casa aquella mañana por la que iba a ingresar una maravillosa comisión.
Josh miró por encima del hombro para ver quién había llegado y se volvió a girar emocionado.
—Nick Jonas —contestó—. El constructor.
Miley se quedó mirando al recién llegado. Sí, había oído hablar de él, pero nunca lo había visto en persona.
Según le habían contado, Nick Jonas era multimillonario y, entre otras empresas, era dueño de la promotora que estaba construyendo en lo, que ella consideraba «su zona», el interior de la Costa Dorada.
Lo cierto era que a Miley no le gustaba nada el tipo de casas que construía aquel hombre porque destrozaba el entorno rural de la zona, un lugar en el que se podían tener unos cuantos acres de tierra para criar caballos o llamas o lo que te apeteciera, la zona a la que se iban a vivir los que ya no podían soportar las ciudades de la costa.
Ahora, gracias a Nick Jonas y a otros como él, parte de aquellas zonas verdes estaban desapareciendo y estaban proliferando miles de casitas apiñadas unas junto a otras.
Por desgracia, lo cierto era que la población de la costa estaba creciendo mucho, no solamente por el clima y las playas sino también por su proximidad a la capital del estado, Brisbane, así que el desarrollo urbanístico era imparable.
— ¿Lo conoces? —le preguntó a Josh mientras Nick Jonas y las dos mujeres y el hombre que lo acompañaban se sentaban en una mesa no demasiado lejos de ellos.
—Íbamos al mismo colegio, pero él es unos años mayor que yo —contestó Josh—. Le ha ido muy bien en la vida —añadió con orgullo.
Miley abrió la boca para protestar, pero decidió que no tenía derecho a estropearle la tarde a Josh, que siempre la trataba con dulzura.
Josh tenía veintinueve años, era dentista y poseía una consulta propia, así que Miley no dudaba de que, con lo que le gustaba su profesión y lo que cobraban los dentistas, también a él le iría muy bien.
Estaba a punto de preguntarle cómo era Nick Jonas cuando se dio cuenta de repente de que no sabía por qué demonios le interesaba tanto aquel tipo.
Tras mirarlo, se dio cuenta de que tenía una especie de aura que era sorprendentemente atrayente.
Nick Jonas tenía el pelo oscuro y con chinos, medía más de un metro ochenta, era delgado y de hombros anchos.
A diferencia de la brigada «de los zapatos blancos», constructores de la costa que se habían ganado aquel sobrenombre porque eran unos horteras vistiendo, Nick Jonas vestía de manera discreta y no llevaba cadenas de oro.
Tenía una apariencia que hacía que no resultara difícil imaginárselo pilotando un avión, un coche de carreras, subiendo al Everest o haciendo cualquier tipo de actividad extrema y no construyendo casas.
Mientras pensaba en todo aquello, Miley se había quedado mirándolo fijamente y, como si lo hubiera presentido, Nick se dio la vuelta de repente y sus miradas se encontraron.
Miley no pudo evitar sonrojarse levemente y Nick Jonas enarcó una ceja con ironía. Ni siquiera así Miley fue capaz de dejar de mirarlo. De alguna manera, la había atrapado.
Entonces, Nick miró a Josh y se dio cuenta inmediatamente de quién era.
Así fue cómo Miley y Josh se vieron sentados en la misma mesa que Nick. Miley intentó rechazar la invitación, pero el entusiasmo de Josh era tan patente que resultó imposible.
No era que Miley no se sintiera segura de sí misma, por supuesto que no. Ataviada con un precioso vestido negro y unas sandalias negras de tacón alto resultaba la esencia de la elegancia y no tenía nada que envidiar a las otras dos mujeres, que eran increíblemente sofisticadas.
Resultó que la morena se llamaba Samantha Barks y la que tenía apariencia nórdica era Chloe Bridges. El cuarto miembro del equipo se llamaba Greg Garbowsky y era abogado de una de las empresas de Nick Jonas.
Lo que resultaba del todo imposible era saber quién era pareja de quién.
La conversación resultó amena, hablaron de música y de lo bien que se lo habían pasado los cuatro navegando aquel día intentando pescar algo. ,
A Miley le pareció al instante que Nick Jonas tenía una voz interesante, una sonrisa muy atractiva y un sentido del humor genial.
Aun así, no se sentía cómoda en su presencia aunque, desde luego, no sería porque él le hiciera un caso especial.
Más bien, todo lo contrario, lo que, por supuesto, a ella le importaba un bledo. ¿O no?
¿Y si la estaba ignorando adrede y los demás se daban cuenta? ¡Aquello resultaría una humillación espantosa! ¿Quién se creía aquel hombre que era?
En ese momento, el protagonista de sus pensamientos se giró hacia ella.
—¿Miley Cyrus? ¿No será pariente de Billy Cyrus por casualidad?
—Sí, es mi padre —contestó Miley.
— ¿Estamos hablando del Billy Cyrus que es multimillonario, que desciende de una familia de jueces y políticos, que tiene caballos de carreras y que siempre gana las regatas? —exclamó una de las chicas.
Miley se encogió de hombros.
—A Miley no le gusta mucho hablar de su padre —murmuró Josh.
Miley pensó que aquello era poco decir teniendo en cuenta la tormentosa relación que tenía con su progenitor.
—Qué suerte tienes —comentó Greg sin embargo.
— ¿Y haces algo de provecho? —preguntó Nick Jonas de repente—. Lo digo porque, siendo hija de quien eres, lo más normal del mundo sería que no trabajaras...
Incluso Josh, fan de Nick Jonas, dio un respingo, ante la pregunta.
Miley se limitó a quedarse mirándolo fijamente.
—Ya me caía usted mal antes de conocerlo personalmente y le voy a decir por qué —le dijo con rabia—. Me dan asco las cajitas que construye y que están destrozando el paisaje. Ahora que lo conozco en persona, tengo otra razón. Los hombres ricos y poderosos que están completamente enamorados de sí mismos no significan absolutamente nada para mí, señor Jonas.
Y, dicho aquello, se puso en pie y se fue.
waaa!
ResponderEliminarjaja bien dicho Miley!!
jaja me encanto sis!
me fascinoooo!
esta genial la nove! :)
sube pronto el sig cap y sip tambien te lo suplico jaja!
y de la otra nove tambien no la dejes asi! pliis! :)
te kiiiero :D kuidathe
me encaantho
ResponderEliminarsis geneal ahh
espero prontho el siguienthheee
:O se ve muy interesante!
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