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jueves, 30 de junio de 2011

" Broken Rules " Niley Cap 4


holaaa!!! chicas d mi almaa.... :D bue por fin puedo subir cap... jeje :D chicas kisiera saber si d verdad les gusta la novee... pues siento como q no les gustaa.. buee solo quiero q sean sinceras... las kiero muchisimoo... un beso muy grandee... :D


Se maldijo. No podía ceder a la tentación de la carne con ella. Su amistad le importaba demasiado. Más que cualquier relación que hubiese tenido en toda su vida, y no iba a arriesgarla por algo tan básico como el sexo.
— ¿No deberías ponerte una sudadera o algo así encima de esa cosa? —preguntó Nick esperando que Miley no notase la desesperación de su voz.
— ¿Por qué? No tengo frío. ¿Te molesta mi camisón?
¿Camisón? Si no era más que una camiseta…
—Por supuesto que no. Pensé que a lo mejor tenías frío.
Ella se encogió de hombros.
—Pues no.
—Bien — ¿qué otra cosa podía decir? ¿Que la vista de sus sensuales piernas le revolucionaba todas las hormonas? Miley habría salido dando gritos de la cocina. O, aún peor, se habría quedado. Llamaría a Joseph después del desayuno.

La llamada empezó bien, hasta que Nick comentó la posibilidad de que Miley se quedase en la casa. Aparentemente, la esposa de Joseph era buena amiga de Eudora Givens, y la ex casera de Miley le había dado a ésta su versión. Joseph no iba a contrariar a su mujer dejando que Miley y su «colección de animales salvajes» se instalasen en su casa.
Nick colgó y se quedó mirando el teléfono con aire taciturno. ¿Cómo iba a buscarle un sitio donde quedarse si ni siquiera Joseph Miller la admitía en su casa?
Se pasó los dedos por el pelo y se frotó la nuca. ¿Qué podía hacer?
Nadie admitiría a Miley. Ésa era la realidad. La única solución era que se deshiciese de la mayor parte de los animales. Eso no ocurriría nunca. Pero… podía dejarlos en el establo, con su ganado, mientras se quedaba en casa de los Miller y buscaba otro apartamento de alquiler. Joseph no se negaría a que fuese ella sola. Sólo tenía que convencer a Miley.

Al volver de trabajar, Miley fue directamente al establo. Quería ver qué tal estaba Maurice, que estaba acostumbrado a vivir en un gallinero, así que su situación había mejorado. No obstante, no sabía cómo le afectaría vivir con caballos, que eran mucho más grandes que él. Quizá estuviese nervioso. Pero no, Maurice parecía muy contento. Acepto las caricias de Miley, pero con cierto desdén.
—He hablado con Joseph.
Miley dio un salto al oír la voz de Nick. Se volvió hacia él.
—No te había oído entrar.
—Estabas ocupada.
—¿Y qué ha dicho Joseph? —preguntó terminando de acariciar a Maurice.
—Su esposa es muy amiga de la señora Givens,
Miley no lo lamentaba. De hecho, prefería que darse con Nick hasta después de las vacaciones. Hasta después de la visita de sus padres.
—¿Y?
—No quiere que te quedes allí con los animales.
Miley se encogió de hombros.
—Creo que te va a tocar aguantarme una temporada.
—No necesariamente.
—¿Qué quieres decir?
—Soy experto en resolver problemas, ¿recuerdas? A eso me dedico. Si puedo ocuparme de la logística necesaria para llevar ganado a Japón y mantener contentos a mis inversores, ¿cómo no voy a ser capaz de solucionar los problemas de alojamiento de una pequeña profesora?
—No te metas con mi tamaño —bromeó ella, pero estaba nerviosa. Era cierto que a Nick se le daba muy bien resolver problemas, así que sus planes de soportar la visita de sus padres empezaban esfumarse—. ¿Cuál es tu solución?
—Puedes quedarte en casa de los Miller y dejar aquí a los animales. Cuando encuentres un lugar donde vivir, podrás volver a llevártelos —a juzgar por su sonrisa, era evidente que pensaba que había tenido una gran idea.
A Miley se le hizo un nudo en el estómago. Ya había tenido un día suficientemente desgarrador en lo referente a emociones. Se había obligado a poner un anuncio en el periódico local de tirada semanal para deshacerse de Maurice, de Bud y del loro. Además, había dado a sus alumnos folletos para sus padres en los que decía que regalaba a los animales. Lo último que le apetecía era abandonar a todos sus animales y vivir en la esterilidad del hogar de los Miller.
—Tú ya tienes demasiadas responsabilidades. Dijiste que ni siquiera tenías tiempo para ocuparte del hámster.
—De verdad que me ocuparé de ellos con mis propias manos. El problema con Bud era que yo no quería un hámster. Ya sabes que no me gustan los animales pequeños.
—Me siento responsable de tu desahucio y estoy intentando ayudarte.
A Miley no le hacía falta que le recordase su parte de culpa. Prefería pensar que la estaba ayudando porque eran amigos. Y deseaba que Nick quisiese deshacerse así de ella.
—Me echarán de menos.
—Puedes venir a verlos, Miley. No vas a estar lejos de aquí, los Miller viven a diez minutos. Además, yo te ayudaré a buscar otro apartamento y no estaréis separados mucho tiempo.
—No.
—Nick alargó la mano para acariciar a Maurice.
—Sé razonable, Miley.
—No.
Él se levantó y su conciliadora sonrisa había desaparecido de su rostro.
—Eres una profesora soltera. Ni al director ni al consejo escolar les gustará que vivas con un hombre.
Nick tenía razón, y lo sabía. Miley también lo sabía, por eso no había discutido demasiado con él la noche anterior.
—No será por mucho tiempo, le contaré al director que me han echado de casa. Lo entenderá.
Nick sacudió la cabeza.
—Tal vez, pero no todo el mundo será tan comprensivo. ¿Quieres que toda la ciudad hable de ti?
Miley rió sardónicamente. La amenaza del cotilleo era demasiado real.
—No me importa lo que piense la gente que no me conoce —espetó.
—Y qué hay de los padres de tus alumnos?
Miley no entendía por qué Nick estaba insistiendo tanto.
— ¿Qué pasa con ellos?
—No te hagas la tonta, Miley. No quieres que ellos piensen que estás viviendo con un hombre.
—Pero tú no eres un hombre cualquiera. Eres mi mejor amigo —murmuró.
—Sí, y como soy tu mejor amigo, no permitiré que te arruines la vida, niña. ¿Qué me dices? ¿Vuelvo a llamar a Joseph? Cuanto antes te mudes, mejor.
Miley no podía contener el dolor que le provocaba el hecho de que Nick quisiese librarse de ella. Le recordaba demasiado a la actitud que había tenido su padre cuando había llevado a su madre a Arizona.
— ¿Le preguntarás si puedo llevarme a Princess y a Alexander?
Él sonrió, claramente aliviado.
—Por supuesto.
—Estupendo. Será mejor que lo llames ahora mismo. No creo que quieras tenerme por aquí rondando más tiempo del absolutamente necesario —dijo amargamente.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia fuera. Nick podía habérselo dicho más alto, pero no más claro. No quería tenerla cerca. Miley debería habérselo imaginado. Con su padre, el mero hecho de ser mujer la había marcado desde antes de su nacimiento.
Nick la agarró por el abrigo para detenerla.
—Espera.
Ella no quiso darse la vuelta.
—No estoy intentando deshacerme de ti.
Miley resopló, incrédula.
—Bueno, tal vez sí —confesó él—. Pero no es porque no quiera que estés aquí. Venga, querida. Sabes que es lo mejor, lo que pasa es que eres demasiado obstinada para reconocerlo.
Ella lo escuchó. Una parte de su cerebro le decía que tenía razón, pero eso no conseguía acabar con el nudo que tenía en la garganta. No entendía por qué estaba tan sensible. Quizá las palabras de Nick le habían hecho daño porque se parecían demasiado a las que había utilizado su padre para decirle que iba a vender el rancho de la familia en vez de dejárselo a ella.
Nick debía de tener algún enrevesado motivo por el que creía que lo que había hecho aquella mítica noche también había sido lo mejor para ella. Se había sentido herida entonces, y se sentía herida en esos momentos.
Se soltó de él y se dirigió hacia la casa. Se le habían acabado las reservas de buen humor y no tenía ganas de discutir con Nick acerca de por qué pensaba que lo mejor era que se marchase.


sábado, 25 de junio de 2011

" Broken Rules " Niley Cap 3


holiss perdon x no subir el cap pero noc q le pasa a Blog q aveces no m deja subir la nove pero bue ya pude asi q espero q les guste y comenten... :D un beso muy grande para todas...



Miley llamó al timbre de Nick.
Aquello era una nueva experiencia.
También lo era presentarse por la puerta delantera. Observó el imponente pórtico mientras esperaba que Nick le abriese. La enorme mansión de estilo español estaba rodeada de nieve, Era como una postal navideña. La casa era de las más antiguas de la zona, y la más impresionante. Las rejas de hierro forjado, decoraban ventanas y puertas y el estuco brillaba bajo la luz de la luna.
Tomó una bocanada del aire helado, olía a madera quemada. Nick debía de haber encendido alguna de las numerosas chimeneas de la casa. Probablemente la del estudio. Miley pensó en lo mucho que le gustaría estar frente a ella. Tembló y se frotó las manos con los guantes puestos.
«¿Dónde estás, Nick?».
Oyó un golpe y un quejido. La puerta se abrió, Nick estaba despeinado y tenía la marca de tres dedos en la mejilla. Era evidente que había estado durmiendo, pero iba vestido, así que no debía de haberse metido en la cama. Probablemente hubiese vuelto a quedarse dormido delante del ordenador. Trabajaba demasiado.
Tenía una cómica expresión de incredulidad y Miley rió casi histéricamente. Aunque su situación o era en absoluto divertida. Levantó la mano para saludarlo.
—Hola.
Genial. «Hola». Con eso iba a convencerlo para que la dejase quedarse allí. Debía de parecer patética.
Nick estudió su rostro.
— ¿Qué te ha pasado en la cara?
Ella suspiró.
—La señora Givens me ha echado de casa.
Nick no dijo nada. Miley tiró de los extremos de su bufanda de lana.
—Detesta a los roedores. ¿Quién iba a imaginarlo?
Él siguió mirándola en silencio. Frustrada, Miley le pidió:
—Di algo.
—Has llamado al timbre de la puerta principal.
Miley lo miró a los ojos. ¿Los tenía inyectados en sangre? La verdad era que no había demasiada luz, así que no los veía bien.
—Ya lo sé. Me ha parecido lo más apropiado.
Nick se frotó la nuca. Eso le recordaba a Miley a su propio padre. Frunció el ceño.
— ¿Por qué?
—Porque sí. Pensé que tendrías algo que decir al respecto.
— ¿Algo que decir a qué respecto?
¿Acaso no había oído que le había dicho que la habían echado de casa?
—Respecto al hecho de que mi casera me haya desahuciado porque tengo demasiados animales en casa.
¿Por qué lo había dejado tan atontado que hubiese llamado al timbre?
—Nick, necesito un lugar donde quedarme hasta que encuentre una casa para mí y mis animales. He llamado a un montón de sitios, pero nadie quiere admitirnos.
No le había sido fácil acudir a Nick. Aunque no era porque pensase que él no fuese a ayudarla. Sabía que lo haría. Miley siempre había querido hacer como si no le importase que sus padres hubiesen vendido el rancho y se hubiesen marchado a Arizona. Nick le había ofrecido que siguiese viviendo en la casa de su familia, pero ella no podía permitirse pagar el alquiler con su sueldo de la escuela infantil y tampoco quería que Nick le cobrase menos de lo que debía.
En esos momentos, casi se arrepentía de no haber aceptado.
—El administrador de un bloque de apartamentos se ha reído tanto cuando le he dicho los animales que tenía que creía que le iba a dar un ataque —a Miley se le estaban empezando a entumecer los labios del frío—. ¿No crees que te va a costar mucho calentar la calle sólo con tu caldera?
Nick entendió la indirecta. Dio un paso atrás y le hizo un gesto para que entrase.
—Ven. Vamos a hablar de tu situación dentro de casa.
—Tengo a todo el mundo esperando fuera —dijo mientras se dirigía a su todoterreno, que ya estaba reparado. Se volvió para mirar a Nick—. Los gatos están delante, ¿puedes venir a por ellos?
Nick no parecía demasiado contento, pero ella no se dio por aludida.
Entró en la casa con Snoopy, la jaula con el loro y la de Bud al mismo tiempo que él salía.
—Pensé que te ocuparías de Bud, no que terminarías desembarcando aquí con un zoológico entero.
Ella sonrió.
—Considéralo como el rendimiento de tu inversión.
Nick frunció el ceño antes de abrir la puerta de la cabina para sacar la caja de los gatos. Miley fue a la parte de atrás a buscar a Maurice. Al chivo no le había gustado el paseo.
—Venga, Maurice, te va a encantar la casa de Nick. Es calentita y muy acogedora.
—Y no está abierta a las cabras. Tendrá que quedarse en el establo.
—Pero Nick… Venga, Maurice, te buscaré al de heno para hacerte una cama.
Nick resopló.
Miley llevó a Maurice al establo y lo instaló con rapidez. Ni siquiera se paró a saludar a los caballos por el camino. Al entrar en la casa por la puerta trasera, sintió calor. Echó un vistazo a la cocina Nick ya había puesto agua a calentar. Era un hombre listo, además de autosuficiente. Tenía algunos empleados en casa, pero ninguno se quedaba a dormir allí.
La esposa del capataz se ocupaba de la limpieza y de cocinar, pero vivía con su marido en una de las casas del rancho.
Nick se volvió hacia ella, que retrocedió casi hasta la puerta. Su expresión habría amansado a un oso pardo. Miley se sintió molesta. «Menudo amigo», pensó. No era culpa suya si la habían echado de casa, aunque una voz en su interior le decía que podía haberse negado a llevarse a Bud. «Fue idea de Nick», le replicó a su conciencia.
—He dejado tus maletas en la que era antes mi habitación —después de todo, no parecía tan enfadado…
—Gracias —dijo ella sonriendo—. Te lo agradezco mucho, Nick.
— ¿Qué ha pasado? Cuando os dejé, ibais a tomar el té. No puedo creer que te haya echado estando tan cerca la Navidad.
—La señora Givens odia los roedores.
La expresión de Nick seguía siendo grave.
Bud es un hámster.
Estaba molesto con la señora Givens, no con ella, pero Miley había estado tan nerviosa que no se había dado cuenta hasta ese momento.
—Los hámsteres son roedores.
— ¿Por qué no le dijiste que te desharías de él?
—Supongo que su paciencia ha llegado al límite. Me dijo que lo próximo que llevaría a casa sería una serpiente. No se ha recuperado de la impresión de haber visto a una iguana en la bañera.
— ¿Por qué no lo llevas a la escuela?
Miley rió.
—Porque ya la tengo llena de animales.
—Sigo sin entender por qué te ha echado así. Tienes tus derechos. Además, le caes bien a la señora Givens.
Snoopy le dio un beso.
Nick abrió mucho los ojos, y luego rió.
Miley sonrió, volvía a estar esperanzada.
—Me alegro de que te parezca divertido. La señora Givens no opinó lo mismo. Pensó que ya iba siendo hora de que me buscase otro lugar donde aceptasen mi extraña necesidad de tener tantos animales.
— ¿Le parece extraño que tengas tan buen corazón?
La tetera silbó. Miley pasó al lado de Nick para quitarla del fuego.
—No es la única que lo piensa.
—Pues a mí no me parece extraño. Tienes un gran corazón, eso es todo.
—Díselo a mi padre —replicó ella sin poder evitarlo. No le gustaba hablar de la relación que tenía con su progenitor, que nunca la había comprendido. Miley no sabía si sería capaz de entenderlo a él algún día. Nick se encogió de hombros.
—Ya lo hice.
—Sí, lo sé. Siempre has sido mi protector.
Nick le pasó un dedo por la cara y Miley tuvo que controlarse para no derretirse.
—Siempre.
—Entonces, ¿puedo quedarme aquí?
Nick dio un paso atrás.
—Mañana te buscaremos un nuevo hogar.
Miley frunció el ceño.
— ¿Qué prisa tenemos? ¿No podemos esperar a después de las vacaciones?
Era perfecto. Nick y ella podrían tener entretenidos a sus respectivos padres los dos juntos, así no tendría que estar a solas con su padre.
Además, no sería fácil encontrar un lugar donde vivir. ¿Acaso Nick no se había enterado de que le había dicho que ya había estado buscando? Odiaba enfrentarse a ello, pero era evidente que tendría que deshacerse del chivo y del loro. Quizá le alquilasen un apartamento con el perro y los dos gatos.
Nick sacudió la cabeza.
—Estamos en Sunshine Springs, no en Portland. Los habitantes de todo el año no entenderán que a profesora infantil cohabite con un hombre, ni aunque sea su mejor amigo.
—Pero si no vamos a cohabitar. Solo voy a quedarme aquí hasta que encuentre otro lugar.
Nick preparó dos tazas de chocolate caliente.
—Nosotros lo sabemos, pero nuestros vecinos no.
—Pero…
—No hay peros que valgan —la interrumpió dándole una taza—. Ya sé qué vamos a hacer.
Ella dio un trago y esperó a qué Nick le contase su idea.
—Joseph y Demetria Miller se han ido a Portland a ver a su familia y a pasar allí las vacaciones. Mi capataz se está encargando de comprobar que todo está bien en su ausencia. Estoy seguro de que no les importará que te quedes allí hasta que encuentres un lugar donde vivir.
Miley puso los ojos en blanco.
—Sí, claro. El problema son los animales. ¿Por qué crees que es tan difícil encontrar un apartamento?
Además, no sabía cómo se sentiría si volvía a la que había sido su casa, en la que en esos momentos vivían los Miller, una pareja adinerada que se la tenía alquilada a Nick.
—Llamaré a Joseph por la mañana —anunció Nick ignorando lo que ella le había dicho.
—Si estás intentando deshacerte de mí, llama —dejó la taza al lado del fregadero—. Me voy a la cama. Ha sido un día muy largo.
Nick frunció el ceño.
—No quiero deshacerme de ti. La casa de los Milley está mucho más cerca de la ciudad que ésta, y no tendrás que conducir por las carreteras heladas para ir a trabajar.
Las vacaciones escolares empezarían en un par de días, y Nick lo sabía.
—Podemos no contarle a nadie que estoy aquí. Si no lo saben, no tendrán motivos para pensar nada raro. Y como las clases terminan dentro de poco, nadie tiene por qué enterarse.
Nick sonrió cómicamente, burlándose de su ingenuidad.
— ¿Y la señora Givens?
— ¿Crees que lo contará?
Dio una risotada por respuesta.
—Está bien. Llama a los Miller.

Nick saboreó la tranquilidad de los minutos previos al amanecer. Le hubiese gustado hacer varias llamadas internacionales antes de despertar a Miley. Tendrían que ocuparse de encontrarle un alojamiento esa mañana. Si hubiese aceptado a quedarse en su antigua casa cuando él se lo había propuesto, nada de eso habría ocurrido. Pero el orgullo de Miley sólo era igualado por su cabezonería.
Cuando entró en la cocina, no sólo olía a café, Miley estaba preparando el desayuno. Estaba sacando una tortita de la plancha y calentando unos huevos. No había beicon.
Miley era vegetariana. Le había contado que, desde que tenía dieciséis años, cada vez que le daba un mordisco a una hamburguesa veía los dulces ojos de una vaca mirándola. Nick también había estado a punto de dejar de comer carne al oírla decir aquello.
Un ranchero vegetariano. Habría sido gracioso. El padre de Miley nunca se había planteado dejarle el rancho a su hija y cuando había decidido retirarse, se lo había vendido a Nick, que lo había sumado a las empresas de los Jonas. El padre de Miley no la había creído capaz de criar ganado para llevarlo al matadero, o venderlo. Nick no dudaba que el hombre había hecho lo correcto. Miley no pertenecía a ese mundo. Al menos, seguía comiendo huevos. A Nick le rugió el estómago al ver los huevos revueltos.
—Buenos días. Ella se volvió, sonriente.
—Buenos días. He preparado el desayuno.
—Ya lo veo, ¿Quieres decirme que si te dejo que te quedes aquí podré contar con tus servicios como ama de casa? —bromeó—. Quizá vuelva a pensar lo de llamar a Joseph Miller, sobre todo porque le he dado vacaciones a la señora de la limpieza hasta Navidad.
—He preparado el desayuno, pero no he dicho nada de lavar los platos.
Miley se estiró para servirle una taza de café y él se fijó en cómo se le subía el camisón dejando a la vista los muslos. Tuvo que controlarse para no alargar la mano y acariciar la suave piel. ¿Seguiría siendo tan suave como recordaba? ¿Temblaría Miley tal y como lo había hecho en la única ocasión en la que él se había permitido verla como a una mujer?