Miley se dio
cuenta con el paso de los días de que Nick no solamente se dedicaba a
divertirse y a relajarse sino que dedicaba algún tiempo al trabajo, poniéndose
en contacto con la oficina y estando siempre al día de la Bolsa.
Cuando le comentó
algunas ideas que tenía para invertir, Nick la miró estupefacto.
—No soy solamente
una chica guapa, señor Jonas —le recordó.
—Ya veo...
A continuación, Miley
le habló de las inversiones que había hecho últimamente y de los intereses que
había ganado en el último año.
—La Bolsa se me da bien
—concluyó muy segura de, sí misma.
—Ya veo —repitió Nick—.
También parece que entiendes bastante de casas —añadió.
Entonces, Miley
le habló de los cursos que había hecho en la universidad.
—Me siento como
un tonto —sonrió Nick.
—Ya te dije que
no perdías nada por conocerme mejor.
—Y tenías razón
—rió Nick.
Tras aquella
conversación, Miley pensó que algo muy sutil había cambiado en su relación,
como si el terreno se hubiera nivelado entre ellos dos a nivel intelectual.
A veces, Miley lo
sorprendía mirándola pensativo y Nick pronto se acostumbró a consultarle sobre
inversiones. Además, sus conversaciones sobre la vida, el medio ambiente 'y la
espiritualidad se hicieron muy profundas.
— ¿Dónde has
aprendido a cocinar así? —le preguntó Miley durante una comida en la que Nick
le había preparado unas crepes vegetales maravillosas.
—En mi casa,
siempre se le dio mucha importancia a la comida.
— ¿Te refieres a
tu familia adoptiva?
—Sí.
— ¿Y no sabes
nada de tu familia biológica?
—No —contestó Nick
sirviéndose ensalada—. Decidí hace mucho tiempo hacer lo mismo que ellos.
— ¿Eso qué quiere
decir?
—Que si entonces
no fui lo suficientemente bueno para ellos, yo puedo aplicar el mismo criterio
ahora.
Aunque lo había
dicho con naturalidad, a Miley le pareció que en sus ojos se reflejaba un
brillo de acero.
—Pero —objetó a
pesar de que tenía la impresión de que se estaba metiendo en terreno
pantanosa—, a lo mejor, tuvieron sus razones... quiero decir, a lo mejor tu
madre no tuvo más remedio que darte en adopción, por ejemplo. Imagínate que
fuera madre soltera. Hace treinta y dos años, no debía de ser fácil. No es
fácil ni siquiera ahora.
Nick se echó
hacia atrás y la miró con frialdad y desdén.
— ¿Y tú qué
sabes, Miley?
—Yo... bueno,
nada. Lo siento —se disculpó dándose cuenta de que aquel hombre le importaba
realmente y no quería verlo sufrir—. No debería haber hablado de esto, no debería
dar consejos, pero...
—Es agua pasada
—le aseguró Nick—. Lo único que importa es que una familia maravillosa me
adoptó y ahora y siempre ha sido mi verdadera familia —añadió con una serena
sonrisa dando buena cuenta de su crepe.
Y Miley lo habría
creído si no hubiera sido por la frialdad de sus ojos.
Nick resultó ser
además un hombre muy manitas que, por lo visto, se planteaba un nuevo proyecto
cada vez que iba a cabo Gloucester.
En aquella ocasión
estaba ocupado con algo que a Miley le encantaba, la jardinería. El jardín
estaba bastante salvaje y había que acondicionarlo, así que Miley se puso a
ayudarlo con ilusión.
Para su deleite, Nick
tenía una guía de flora de la zona y un día, leyéndola en el porche al
atardecer después de haber disfrutado de un delicioso baño con la marea alta,
descubrió que tres arbustos que había en el terreno eran Guettarda Speciosa, un arbusto cuyas olorosas flores se abrían por
la noche.
— ¿Sabes que en la India utilizan estas flores
para hacer perfume? —le dijo a Nick.
— ¿Cómo lo hacen?
—¡Es muy fácil!
Colocas muselina por encima del arbusto durante la noche. Al estar en contacto
con las flores durante varias horas, la tela se impregna de su olor y, luego,
metes la muselina en alcohol y ya has capturado la esencia del perfume.
—Bingo —sonrió Nick
al verla tan encantada—. A ver si adivino lo que me vas a preguntar a
continuación... no, no tengo tela de muselina.
Miley estalló en
una carcajada.
— ¿Cómo sabías
que te iba preguntar eso?
—Porque tú eres
así, te gusta explorar y hacer cosas exóticas, ¿verdad? —contestó Nick
levantándose—. Aunque no haya muselina y no podamos capturado la esencia del
perfume, puedes ponerte una flor en el pelo —añadió entregándole una flor.
Miley la olió.
—Qué bien huele —comentó—.
Gracias —añadió colocándosela detrás de la oreja.
Acto seguido, se
quedaron un rato en silencio.
Niley se quedó
mirando a aquel hombre con el que había compartido los últimos cinco días,
aquel hombre que la había puesto al límite del deseo varias veces, pero que
había dado marcha atrás, como si presintiera que ella no estaba todavía
preparada.
Sin embargo,
ahora lo estaba.
Estaba segura de
ello.
—Sé que a veces
resulto impetuosa, pero te aseguro que hay ciertas cosas que me tomo muy en
serio —le dijo de repente—. También soy plenamente responsable de mis acciones
y te aseguro que no habrá recriminaciones.
Nick la miró a
los ojos.
—Sólo si tú
quieres, por supuesto —añadió preguntándose sí Nick se estaría dando cuenta de
lo que le estaba proponiendo.
—Miley —dijo Nick
levantándose y tomándola entre sus brazos—, por supuesto que quiero, pero...
hay cosas que no tienen marcha atrás —añadió besándola.
—Ya lo sé, pero
no puedo negar lo que siento. Por favor, no me rechaces. No podría soportarlo.
Nick pensó en los
días que había pasado con aquella chica, en aquellos días durante los cuales se
había preguntado una y otra vez por qué se sentía atraído por ella.
Seguía sin
saberlo exactamente, pero ahora, por fin, podía satisfacer sus deseos.
—No, yo tampoco
podría soportarlo —dijo por fin besándola de nuevo.
Miley lo abrazó y
le devolvió el beso. Pronto, Nick le deshizo el nudo que sostenía el pareo y la
parte de arriba del biquini corrió la misma suerte poco después.
—Tienes un cuerpo
de gimnasta perfecto —murmuró acariciándole los pechos.
—Gracias
—contestó Miley acariciándole el torso.
Poco después, Nick
estaba besándole los pezones y deslizando sus manos bajo la braguita del
biquini para agarrarla de las caderas y empujarla contra su erección.
Miley se
estremeció de placer y le pasó los brazos por el cuello.
—Me haces sentir
cosas increíbles. Nick la tomó en brazos.
—Si no tenemos
cuidado, podríamos terminar antes de haber empezado —le advirtió llevándola a
la habitación.
Tras depositarla
sobre la cama, fue hacia el armario y se puso a buscar en un cajón.
—Si estás
buscando lo que yo creo que estás buscando, no hace falta —le dijo Miley—.
Estoy tomando la píldora. El ginecólogo me la ha recetado para corregirme un
problema de ovarios.
Nick se tumbó a
su lado y no dijo nada más o, como a Miley le gustó pensar, dejó que sus manos
y sus labios hablaran.
La acarició y la
abrazó hasta que Miley descubrió zonas de su cuerpo en las que jamás había
pensado, zonas que se convirtieron en increíblemente eróticas bajo las yemas de
sus dedos.
La nuca, la parte
interna de los brazos, el escote, los muslos...
—Espero que tú
estés sintiendo lo mismo que yo —dijo Miley con la respiración entrecortada
mientras se movía de manera natural contra él—. Esto es increíble.
Nick se rió y la
besó con pasión.
—Para ser
sinceros, estoy que me muero. ¿Estás preparada?
— ¡Sí, por favor!
Y, a
continuación, se entregaron el uno al otro y juntos cabalgaron por las olas del
deseo mutuo y llegaron hasta la cresta del éxtasis.
Luego, bajaron de
la cresta lentamente, con el cuerpo empapado en sudor, abrazándose como sí
ambos estuvieran a punto de ahogarse y el otro fuera su roca salvadora.
—Ha sido... ha
sido... —dijo Miley, pero no pudo continuar.
—Sí, ha sido
increíble —contestó Nick besándola en los párpados—. Por cierto, espero que no
tuvieras idea de volver hoy al hotel porque quiero que te quedes a dormir
conmigo.
—La verdad es que lo que menos me apetece hoy es dormir sola —contestó Miley
abrazándolo con ternura.
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