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jueves, 28 de julio de 2011

" Bruken Rules " Niley Cap 24


bue hasta ak les dejare la nove... espero q les guste y comenten!!! las adoro cn todo mi corazon!!! un beso grande...




— ¿Una muesca más en el cabecero de mi cama? —fueron las primeras palabras de Nick desde que habían vuelto al coche con la comida.
El trayecto hasta el rancho había transcurrido en silencio. Miley había ido pensando en las repercusiones del hecho de que Nick quisiese que admitiese que su relación había cambiado. Era evidente que él le había estado dando vueltas a su comentario acercare su tendencia a no comprometerse.
Miley sintió calor en el rostro.
—Ya sabes a qué me refiero.
—Pues no, no lo sé —dijo apartándola de donde estaba, sirviendo la ensalada en dos platos y haciendo que se colocase entre sus piernas. Él estaba apoyado en la encimera—. Ni siquiera nos hemos ido a la cama juntos, todavía no puedo hacer otra muesca más.
—No hace falta que seas tan literal.
Miley no sabía por qué estaba discutiendo. No quería un compromiso por parte de Nick; sólo quería deshacerse del deseo que sentía por él, que evitaba que se fijase en otros hombres.
—No me asusta el compromiso. Ya he estado comprometido una vez.
Ella lo miró a los ojos.
— ¿Quieres decir que te planteas la posibilidad de casarte conmigo?
Nick parecía confuso.
—No sé qué nos deparará el futuro, pero me gustaría explorar distintas posibilidades entre nosotros.
De acuerdo. Quería acostarse con ella. En algún momento, desde su reacción horrorizada después de lo que había ocurrido en la encimera de la cocina esa mañana y hasta la hora de la cena, su actitud acerca de tener una relación física con ella había cambiado. Ya no tenía ninguna norma que prohibiese besar a Miley. Eso no quería decir que quisiese pasar el resto de su vida con ella, pero Miley tampoco lo quería.
Ella se negó a reconocer el vacío que dejaba en su interior aquel pensamiento. Nick le estaba ofreciendo lo que ella más deseaba: la oportunidad de saciar el deseo que sentía por él. No le ofrecía su amor, pero ella tampoco se lo había ofrecido a él.
—De acuerdo.
—De acuerdo, ¿qué? —preguntó él con cautela.
—Me acostaré contigo.
Él frunció el ceño.
— ¿Así tal cuál?
— ¿Querías que siguiese resistiéndome un poco más?
—No. Lo que pasa es que no estoy seguro de lo que estamos diciendo.
—Tú has dicho que querías acostarte conmigo y yo acabo de aceptar. A mí me parece bastante claro.
Nick no parecía convencido, pero Miley no quería seguir hablando del tema. Así que se acercó más, hasta que sus cuerpos estuvieron en contacto. Lo agarró por la nuca y tiró de él, que apoyó los labios en los suyos. Miley aprovechó para meterle la lengua dentro de la boca y jugar con la de él. Su respuesta no le decepcionó.
Nick no intentó seguir hablando. Miley no sabía ni si seguía respirando. Le plantó las manos en el trasero y la levantó para que enrollase las piernas alrededor de su cintura. Luego le devolvió el beso con una pasión tan masculina que la dejó jadeando y con el corazón latiendo a toda velocidad.
Le estaba gustando tanto el beso que no se dio cuenta inmediatamente de que estaba sonando el teléfono. Aparentemente, Nick si lo oyó, y la apartó con cuidado.
La miró como pidiéndole disculpas y fue a contestar.
—Estoy esperando una llamada de mis padres —le explicó mientras tomaba el auricular—. ¿Dígame? Por supuesto, un momento, por favor —le tendió el teléfono—. El director de la escuela.
Ella le quitó el teléfono de la mano.
—Hola, John. ¿Qué ocurre?
—Hola, Miley. Tengo que hablar contigo. ¿Vas a venir esta noche a la función?
—Sí, pero podemos hablar de lo que sea ahora —al fin y al cabo, había interrumpido un beso increíble, la llamada tenía que merecer la pena.
—Preferiría hacerlo frente a frente, si no te importa.
La seriedad de su tono le estaba poniendo nerviosa.
—¿Vas a despedirme, o algo así? —dijo bromeando, aunque preocupada.
—Por supuesto que no —la tranquilizó él—. Pero quiero solucionar un problema contigo. Eso es todo.
— ¿Tiene que ver con el incidente del conejo? Ya he pedido disculpas a la otra clase y he tenido cuidado de que Pete no vuelva a salir de la jaula.
—De eso no estoy enterado. Ya me lo contarás cuando hablemos esta noche.
Vaya, ¿acaso no le había dicho en una ocasión un policía que la había hecho parar porque llevaba un faro roto que nunca diese más información de la que le pidieran? Eso había sido después de que el agente le hubiese preguntado si sabía por qué la había parado y ella le hubiese soltado una retahíla de posibles infracciones. El policía le había dicho que se callase y que comprase un faro nuevo. En fin, que no le daría más información a su director. Esperaría a que John hablase con ella esa noche.
—Está bien. Hasta luego.
Colgó el teléfono y miró a Nick.
— ¿Qué pasa?
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé. Quiere hablar conmigo.
Nick la tomó entre sus brazos.
— ¿No tenía nada que ver con el incidente del conejo?
—No.
Volvió a besarla y Miley se olvidó del conejo y de su director.



De camino a casa después de la función, Miley desvió la mirada de la luna, que se reflejaba en la nieve, y observó el perfil de Nick. Con la tenue luz, su atractivo rostro adquiría un halo de misterio. Era como si aquel hombre al que había conocido durante casi toda su vida fuese de pronto un extraño. Un extraño muy sexy.
Ya había tenido aquella sensación en otra ocasión, el verano de sus diecinueve años. Entonces se había enamorado de él. Casi desesperadamente. Pero en esta ocasión sólo deseaba su cuerpo, ¿o no?
Había dejado a un lado su corazón después del daño que Nick le había hecho al rechazarla aquel verano, pero lo que le rondaba en su interior era algo más que deseo. Eso le asustaba más que la conversación que había tenido con su director.
John le había sugerido que se distanciase un poco de su mejor amigo para evitar que la gente hablase de ellos. Era evidente que se rumoreaba que estaba viviendo con Nick… con todas las connotaciones íntimas que aquello implicaba.
A John le preocupaba mucho cómo podía afectar aquello a la reputación de la escuela, a pesar de que ella le había asegurado que no estaba viviendo en pecado con Nick. En parte, entendía la actitud de la escuela al respecto. A pesar de la afluencia de personas ricas y famosas dos veces al año, Sunshine Springs era una ciudad tan pequeña que cuando habían puesto el segundo semáforo se había organizado, para celebrarlo, un baile y una barbacoa.
Miley había visto la vida de un modo diferente cuando se había ido a la universidad, aunque nunca había rechazado los principios éticos en los que había sido educada. Esos principios no incluían irse a vivir con un hombre sin estar casada con él. Miley sabía que la mayor parte de sus vecinos tenían las mismas ideas que ella, en especial los padres de sus alumnos de cinco años.
John tenía razón. Pero ella no estaba viviendo con Nick y se negaba a ser castigada por un rumor que no se correspondía con la realidad. No iba a sacrificar la relación que tenía con Nick por nadie, y así se lo había dicho a su director. A él no le había parecido bien.
—Has estado muy callada desde que has hablado con John —comentó Nick sacándola de sus pensamientos—. ¿Qué pasa?
Ella sonrió.
—Lo siento. No pretendía ignorarte. Sólo estaba dándole vueltas al tema.
—Eso imagino. Me gustaría saber en qué estabas pensando. ¿Tienes dudas acerca de lo nuestro?
La vulnerabilidad de su voz le sorprendió.
—No tengo ninguna duda.
—Entonces, ¿qué ocurre?
—John se ha enterado, a través de una fuente fidedigna, de que estoy viviendo contigo. Quería que yo supiese que la junta escolar y los padres de mis alumnos no están demasiado contentos con ello.
Nick volvió la cabeza para mirarla.
— ¿Te ha amenazado con despedirte?
Miley suspiró.
—No con esas palabras. No sé hasta dónde habría llegado, ya que yo le dije inmediatamente que estoy viviendo en casa de los Miller y buscando otro lugar donde instalarme.
— ¿Y qué más? —Nick la conocía muy bien. Cualquier otra persona habría pensado que ahí se había terminado la conversación, pero él sabía que había algo más.
—Quiere que pase menos tiempo contigo para acallar los rumores.
— ¡Y un cuerno! —espetó él—. ¿Qué le has contestado tú?
Miley apoyó la mano en su pierna, deleitándose con sus fuertes músculos y con la intimidad de aquel gesto.
—Le he dicho que no estoy dispuesta a dejar que mi vida privada se rija por los cotilleos de Sunshine Springs.
— ¿Y lo ha aceptado?
Miley empezó a dibujar figuras con el dedo en la pierna de Nick.
—No parecía demasiado contento, pero no le queda otra opción.
Nick empezó a respirar con más rapidez. Puso la mano encima de la de Miley para detenerla.
—Si sigues haciéndome eso vamos a terminar en la cuneta —dijo apretándole la mano durante aproximadamente medio minuto—. Quizá deberíamos considerar lo que te ha comentado John. No quiero que seas el centro de las habladurías de la ciudad.
Miley se sintió frustrada. No se había enfrentado a su director para que fuese Nick quien se acobardase.
—Decídete de una vez. Estoy harta de este juego. Esta mañana estabas tan abatido por lo que había ocurrido en la cocina que querías terminar con nuestra amistad. Luego rompiste la norma que prohibía besarme y dejó de importarte que estuviésemos demasiado cerca. Suspiró antes de continuar hablando:
—Me has pedido que reconozca que nuestra relación ha cambiado, y lo he hecho. Y ahora vuelves a decir que tal vez no deberíamos pasar tanto tiempo juntos.
Nick tomó el camino que llevaba a casa de los Miller. Aparcó cerca del coche de ella, pero no detuvo el motor.
—Ya hablaremos del tema mañana. Ha sido un día muy largo, lleno de emociones para ti, y anoche no dormiste demasiado.
Miley se desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta.
—Qué tonta he sido, pensaba que había sido un día lleno de emociones para ambos, no sólo para mí —agarró el bolso, salió y cerró la puerta con un golpe.





" Innocence and Desire " Cap Nº 19


bue.. chicas hasta ak les dejare la nove... espero q les guste bye.. las re keremos!!! ;) 


LA SIGUIENTE vez que Nick fue a verla, sin avisar como de costumbre, le llevó unos cuantos planos.
—Voy a construir una residencia para ancianos, pero no quiero que sea una residencia al uso sino algo nuevo y alegre. ¿Qué te parecen?
Miley se tomó su tiempo para observar los diseños.
— ¡Enano!
—Eso mismo le he dicho yo al arquitecto y lo he despedido. Por otra parte, no hay que olvidar que es una residencia y no una mansión.
—Ya, pero sería mucho más bonito si tuviera espacios más diáfanos —sugirió Miley sentándose en el sofá tras poner un par de cojines en el respaldo—. Tendría que tener habitaciones individuales y cada una su cocina, comedores comunes y salones amplios.
Nick la escuchaba con atención.
— ¿Y no tiene jardín?
—Había pensado que a los jubilados les parecería una bendición no tener que cortar el césped —bromeó Nick.
—Quizás, pero habría que poner una terraza decente para que puedan tener macetas.
—Buena idea.
— ¿Y qué te parecería reservar una parte del terreno para hacer un huerto?
— ¿Tú te crees que a todo el mundo le gusta tanto la jardinería como a ti?
—Tú me has pedido ideas y yo te las estoy dando. Si yo fuera mayor y estuviera buscando una casa donde irme a vivir me gustaría que tuviera un huerto.
—Está bien, lo tendré en cuenta. Incluso podrías hacerme unos dibujos si te apetece.
Continuaron conversando durante un rato y, una vez a solas, Miley se dio cuenta que cada vez con más insistencia se planteaba la posibilidad de que en la vida de Nick hubiera otra mujer.
Entonces, lo odiaba por haberla abandonado, por haberla dejado sola con el embarazo y con la crianza del niño y tenía que recordarse que había sido ella la que así lo había elegido.
Cuando no lo odiaba, sin embargo, verlo, tenerlo cerca, hablar con él era fuente de inmensa alegría.
«Estoy hecha un lío», pensaba con frecuencia.


Estaba embarazada de cinco meses y medio cuando Nick se presentó en su casa una noche después de cenar.
Hablaron de varias cosas durante un rato antes de que él la mirara muy serio y se quedara en silencio.
Miley llevaba un jersey color crema cuyas mangas le quedaban largas y, a pesar de que se las subía, se bajaban todo el rato. ¿Era aquel detalle lo que le confería el aspecto de un duendecillo? ¿O sería el pelo que llevaba recogido detrás de las orejas? ¿Serían sus frágiles muñecas o los mocasines de ante que parecían zapatillas de ballet?
Nick se dio cuenta de que sus ojos, eran ventanas abiertas hacia su alma, estaban ahora cerrados y misteriosos.
— ¿Cómo te encuentras? —le preguntó de repente.
—Bien —contestó Miley de forma automática.
—Dime la verdad.
—Sólo me duele un poco la espalda —admitió Miley—. Por las mañanas, ya no tengo náuseas y, según me ha dicho el médico, el segundo trimestre es el mejor.
—Pero para ti no lo está siendo, ¿no?
Miley se encogió de hombros y se puso en pie.
—No todos los embarazos son iguales. ¿Quieres una taza de té?
—Sí, gracias.
Mientras Miley preparaba el té, Nick se quedó mirándola, observando los cambios que se habían producido en su cuerpo.
Mientras le servía el té, comprobó que Miley se acordaba de que lo tomaba siempre con leche y se dio cuenta de que ahora él sabía que ella siempre dejaba la bolsita sobre un plato de plata.
— ¿Y por qué crees que no estás tan bien como se supone que deberías estar? ¿Tú crees que es por ser madre soltera? Supongo que no tendrás otros problemas.
Miley se sentó lentamente.
—Si eso fuera verdad, serías la última persona a la que se lo confesaría.
— ¿Por si te volviera a pedir que te casaras conmigo? Tranquila, no te lo voy a volver a proponer.
—No, no sería por eso —contestó Miley calentándose las manos con la taza de té—. Lo que ha sucedido me tiene bastante confusa todavía —admitió—. Lo cierto es que tener a tu primer hijo es una experiencia maravillosa, pero estoy un poco perdida.
— ¿Tienes ya preparada la habitación?
—Cada vez que viene mi madre a verme no hacemos otra cosa —sonrió Miley—. No, es broma. La verdad es que estamos comprando única y exclusivamente lo necesario, no soy de la opinión de que un recién nacido necesite cosas que jamás se va a poner. Lo que más aprecio son unas chaquetas de punto que le está haciendo mi madre.
—Me parece un planteamiento acertado —asintió Nick tomándose el té—. ¿Y tu vida social? ¿Sales y esas cosas?
—No mucho.
— ¿No ves a tus amigas? —se extrañó Nick.
—Lo cierto es que... prefiero estar sola.
— ¿Y Joshua Bowman?
Miley hizo una mueca de disgusto.
— ¿Te ha dejado cuando se ha enterado de que estabas embarazada?
—No, todo lo contrario, se quiso casar conmigo.
—Espero que le dijeras que no.
Miley lo miró enfadada.
—Josh sería un marido maravilloso.
—Venga ya, Miley. Sabes tan bien como yo que ese matrimonio jamás funcionaría. Al menos, conmigo te gustaba acostarte.
—No sigas.
—Pero es verdad. Hacíamos el amor de verdad y a ti te gustaba. Te recuerdo que fuiste a buscarme al fin del mundo y a él lo tenías al lado. Miley, si te planteas casarte con alguien a quien no amas, por favor que no sea con él.
—Si me hubieras dejado terminar... jamás me casaré con él. Josh y yo no estamos hechos el uno para el otro.
—Menos mal que te has dado cuenta —aplaudió Nick—. ¿Qué tal el trabajo?
—Lo voy a dejar —contestó Miley con tristeza—. Se ha convertido en una carga. Antes me encantaba, pero ahora no me emociona en absoluto. Además, estoy cada vez más pesada y estar todo el día enseñando casas de un lado para otro no me apetece.
—Podrías trabajar desde casa —sugirió Nick—. Podrías trabajar para mí o ser mi socia.
Miley se quedó mirándolo alucinada.
—Podrías decorar tú la residencia. Voy a necesitar una decoradora de interiores y tú tienes un gusto exquisito.
— ¿Crees que podría hacerlo desde casa?
—Por supuesto. Podríamos contratar a un ayudante que te hiciera de chico de los recados para traerte las muestras de telas, pintura, etc. y tú lo coordinarías todo desde aquí.
Miley se dio cuenta de que la idea le encantaba.
«Qué pena que no me quieras, Nick», pensó con tristeza.
— ¿Por qué haces esto? —le preguntó.
—Ya te he dicho que para mí tu bienestar y el bienestar de nuestro hijo son muy importantes.
Aquella noche, Miley se quedó dormida con lágrimas secas en las mejillas porque aquel pensamiento, «Qué pena que no me quieras, Nick», ponía de manifiesto que ella seguía enamorada de él y que quería ser correspondida.
¿Acaso ver que formaban un equipo formidable en todo menos en lo que realmente era importante le destrozaba el corazón?
Durante los siguientes meses, Miley estuvo muy ocupada. Durante aquel tiempo, se acostumbró a tener a Nick cerca y se familiarizó con su imperio.
Al final, aceptó un cargo como consejera en una de sus empresas aunque se lo pensó mucho porque no quería que la gente se pusiera a hacer cábalas sobre quién era el padre de su hijo.
—Eso sólo nos incumbe a ti a mí, Miley —le dijo Nick—. En todo caso, por mi parte, nadie lo sabe. No se lo he dicho a nadie.
— ¿Ni a Maisie?
—Ni a ella. A lo mejor, lo sospecha, pero es muy discreta. ¿Tú se lo has dicho a alguien?
—Sólo a mis padres.
—Muy bien. ¿Por qué no te tomas mi oferta laboral como el comienzo de tu nuevo futuro como madre soltera?
Aquellas palabras le dolieron, pero Miley asintió.
Así fue cómo Miley conoció también su casa, donde Nick organizaba fiestas y reuniones de trabajo. Era una casa elegante, pero de alguna manera Miley tuvo la sensación de que el único lugar que Nick consideraba su verdadero hogar era cabo Gloucester.
Así fue también cómo vio de cerca que Nick era un hombre de negocios muy dinámico que quería estar siempre enterado de todo y que, efectivamente, su madre y ella habían acertado pues era tan arrogante y duro como su padre, pero solía controlar su temperamento y conseguir así que sus empleados y sus socios lo adoraran.


" Bruken Rules " Niley Cap 23


Entró en el aparcamiento del local donde hacían pizzas para llevar.
Miley sonrió con tristeza.
—No te referías a eso, y los dos lo sabemos.
Nick tardó un minuto en recordar de qué estaban hablando. Cuando lo hizo, sintió que se le hacía un nudo en el estómago.
—Lo único que sé es que no pienso dejar de pasar tiempo contigo —apretó los dientes, pero no pudo evitar que las palabras saliesen—. Te necesito, Miley. Ella frunció el ceño.
—Ya tienes a Delta. No me necesitas.
—No tengo a Delta.
—Vas a volver a quedar con ella. Os he oído en el bar.
— ¿Has oído como Delta me decía que quedásemos otro día?
—Sí.
—Pues ya que has estado escuchando a escondidas, deberías haberte quedado hasta el final de la conversación.
—No he estado escuchando a escondidas.
Nick sonrió.
—Mira, niña, si te hubieses quedado un par de segundos más me habrías oído mentirle para evitar volver a quedar con ella.
Miley lo miró esperanzada.
— ¿De verdad?
—Sí. Le he dicho que no podía dejar a tus animales solos.
Miley rió incrédula.
— ¿Y no le ha parecido extraño que estuvieses en la ciudad si no puedes dejarlos solos? Por no mencionar que tienes un rancho lleno de trabajadores, por mucho que unos cuantos estén de vacaciones en estos momentos.
—No sé —contestó él encogiéndose de hombros.
—Le has dado las rosas —continuó Miley dejando de reír.
—Ya te lo he explicado. Se las había comprado para dárselas ayer. Antes.
— ¿Antes de qué?
—Antes de que tú y yo lo hiciésemos en la encimera de la cocina.
Miley se puso colorada.
—Técnicamente no hemos hecho nada.
Nick levantó las cejas y ella se mordió el labio inferior, avergonzada.
— ¿No?
—Bueno, tal vez yo…
—Sí, claro que sí. Y si quieres me gustaría volver a intentarlo muy pronto.
— ¿Quieres decir que lo que ha ocurrido entre nosotros en la cocina de los Miller cambia el rumbo de nuestra relación o de la tuya con Delta?
—Ambas.
Nick se preguntó si Miley no se sentía igual que él. Si quería olvidarse de lo que había ocurrido, no podría obligarla a lo contrario. En esos momentos lo único que quería era repetir la experiencia.
—Ya veo.
— ¿El qué?
—Ya no tienes una norma que te prohíba besarme.
—Creo que hemos hecho mucho más que besarnos.
—Tal vez —abrió la puerta del coche y bajó—. ¿Vienes?
Nick no podía permitirle que se saliese con la suya, no podía permitir que volviese a cambiar de tema de conversación.
—Sí, ya voy.
Salió del coche y dio la vuelta hasta donde ella lo esperaba, en la acera, frente al local de pizzas para llevar.
— ¿Entonces?
Ella buscó algo en su bolso.
—Entonces, ¿qué?
Nick frunció el ceño.
—No juegues conmigo, Miley. Quiero saber si para ti también han cambiado las cosas.
Ella miró por encima de su hombro y sonrió a alguien.
—Hola, señora Givens.
Nick se puso tenso al oír el nombre de la antigua casera de Miley. Le hubiese gustado decirle un par de cosas, pero en esos momentos primaba obtener una respuesta por parte de Miley.
—Buenas tardes, Miley… Nick —saludó la señora Givens deteniéndose a su lado, como si tuviese ganas de charlar—. ¿Ya habéis hecho las compras navideñas?
Él miró a la anciana fijamente.
—Miley ha estado muy ocupada buscando un lugar donde vivir. No ha tenido tiempo de ir de compras.
Miley dio un grito ahogado y la señora Givens frunció el ceño.
—Lo siento. Para mí también fue una decisión muy difícil de tomar. No obstante, y dado que nadie me ha llamado para pedirme referencias sobre ella, daba por hecho que había decidido instalarse contigo, en tu rancho.
—Supongo que habrá hablado con la señora Miller… —comentó Miley—. Me extraña que no le haya contado que me han permitido quedarse en su casa, mientras busco otro apartamento.
—La verdad es que no he hablado con ella desde la noche que te marchaste. No puedo creerme que te haya dejado quedarte en su casa con todos tus animales.
Nick respondió en nombre de Miley.
—Claro que no. Los animales están en mi rancho.
—Si hubiese sabido que no te importaba deshacerte de los animales, no te habría pedido que te marchases.
La viejecita estaba mintiendo para quedar bien, pero Nick no era tonto. La miró fríamente.
—He sido yo quien ha tenido la idea de que Miley deje a los animales en mi rancho. La pobre no ha tenido elección, después de que usted la echase.
—No podía permitir que tuviese roedores en mi casa, y, además, he visto que Miley ha puesto un anuncio en el periódico para regalarlos. Nick se puso tenso.
— ¿Has puesto un anuncio para regalar tus animales?—le preguntó a Miley. Ella se encogió de hombros.
—Nadie querrá alquilarme un apartamento en esas condiciones.
La señora Givens asintió con la cabeza.
—Bueno, yo también tengo que comprar un par de cosas antes de que cierren las tiendas. Nos veremos esta noche en la función.
—No si puedo evitarlo —murmuró Nick mientras se marchaba. Miley le sonrió.
—Compórtate. Sé que piensas que tienes que protegerme de todo el mundo, pero soy perfectamente capaz de manejar a mi antigua casera.
Él no le devolvió la sonrisa. No quería hablar de la señora Givens. Ni siquiera quería opinar acerca del hecho de que quisiese regalar los animales. Ya hablarían de eso más tarde. Quería una respuesta a su pregunta anterior y no pensaba moverse de allí hasta que no la obtuviese.
—Responde a mi pregunta.
—Ya hablaremos de eso después, Nick. No me apetece comentar lo que ha pasado en casa de los Miller en la calle.
—Quiero que lo hablemos ahora.
Miley dejó de sonreír.
—Bueno, pues yo no —sentenció dándose la vuelta y entrando en el local—. Un calzone, peperoni doble —se volvió hacia Nick—. ¿Tú qué quieres?
—Una respuesta.
—Luego, ahora tenemos que pedir.
—Compartiré el calzone contigo. Nunca te lo terminas —antes de que Miley pudiese protestar Nick se dirigió al chico de la caja—: Y un servicio de pan y una ensalada grande, por favor.
—Estará listo en unos quince minutos —respondió el chico con una sonrisa cansada.
—Bien —dijo Nick.
Miley no tardaría más de uno o dos minutos en contestar a su pregunta. No era tan complicada. Tenía que decirle si lo que había ocurrido en casa de los Miller había cambiado su relación también para ella o no. Nick esperaba que la respuesta fuese afirmativa, después de cómo se había deshecho en sus brazos, pero quería oírlo de sus labios.
La agarró del brazo y la sentó en una de las sillas que había apoyadas en la pared del pequeño local.
— ¿Sí o no?
Ella se cruzó de brazos, haciendo que la atención de Nick se fijase en la curva de sus pechos.
—No es tan sencillo.
Sonrió a una señora que también estaba esperando sentada, al lado de su marido, y luego volvió a mirar a Nick.
—No estoy segura de que nuestra relación deba cambiar —añadió—. Nuestra amistad ha funcionado durante mucho tiempo.
—Pero no respondes a mis besos como lo haría una simple amiga, Miley, sino como lo haría una amante —la mejor amante que había tenido.
Miley se ruborizó al ver que otros clientes los miraban con interés.
—Por favor, Nick, prefiero hablar de ello después.
Él sólo quería que admitiese que las cosas entre ellos habían cambiado.
—Sólo di «sí» o «no».
—Sí —espetó ella saltando de la silla—. Sí. Han cambiado. Pero tú no eres precisamente de los que se comprometen, y yo no quiero ser otra muesca más en el cabecero de tu cama.
Nick intentó agarrarla, pero ella se zafó.
—Esperaré fuera.