"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 16

holaa dejo un cap extraa jeje m lo pidiooo Valee jeje y buee... un besooo y ak esta xq les dije q no c emocionen... jeje las kieroo pero no c pongan tristee q no es todo lo q parec... jejeje :P

Miley se dio cuenta de lo que acababa de decir a la vez que Nick se daba cuenta de que él había dicho lo mismo. De pronto, la pasión que latía entre ambos se disipó. Ella lo miró con sorpresa, sin saber qué decir.

—Yo... yo... —a Miley no se le ocurría nada coherente. Se levantó de la cama—. Nosotros... quiero decir, eso no era... . Él la detuvo con un gesto.

—Ha sido culpa mía.

—No, la culpa es mía —replicó Miley.

Nick se levantó también de la cama y co­menzó a abotonarse la camisa. Luego, se pasó las manos por el pelo, dando un suspiro. Final­mente, levantó la cabeza y trató de sonreír.

—Creo que debería irme.

--¿Irte? —preguntó Miley, frunciendo el ceño—. ¿Adonde?

—Yo... —apretó los labios y se aclaró la gar­ganta—. Tengo que volver al Happy Jackrabbit para pagar la cena a la camarera —dijo mientras recogía el vestido de ella, que estaba tirado junto a la puerta y sacaba el fajo de billetes del bolsillo.

Miley asintió. Y Nick, después de agarrar el fajo, dejó el vestido en la mesa que estaba junto a la ventana. Luego, se arriesgó a mirarla de nuevo.

—Quizá deberías quitarte esa camiseta — murmuró—, no vayas a enfriarte.

Miley miró la camiseta y se fijó en el bulto de sus pezones bajo la tela mojada. Se tapó los pechos mientras sentía que se estaba sonrojando.

Nick se encogió de hombros y salió de la habitación. En cuanto estuvo sola, Miley se quitó la camiseta y la arrojó contra la puerta mientras maldecía a Nick.

Luego, se arrojó sobre la cama y se tapó los ojos con las manos.

— ¿Por qué no puedes comportarte como una esposa normal? —se preguntó—.Ellas siempre tratan de evitar el sexo. Que si tengo dolor de cabeza, que si ya lo hicimos anoche... —Miley frunció el ceño—. No, la verdad es que eso no funcionaría.

Miley trató de encontrar alguna excusa, pero tuvo que acabar reconociendo que lo que ocurría era que no ella quería evitar hacer el amor con Nick Jonas. De hecho, lo que que­ría era hacer el amor con él todo lo que pudiera. Se moría por que la besara de nuevo y por poder sentir su cuerpo encima de ella una vez más.

¡Lo único que no quería era enamorarse de él!

Nick encontró un sitio en la barra, entre un viejo vaquero que llevaba un chaleco de cuero y una mujer de mediana edad con vaqueros y camisa tejana. Tiró unas monedas en la barra y el tipo del concurso, Leroy, un hombre gigan­tesco, se acercó a él.

—Una cerveza.

—No debería ponértela —dijo el hombre algo enfadado—. No puedes ir por ahí, lleván­dote a las chicas antes de que acabe el concur­so. No es bueno para el negocio.

Nick suspiró. Quizá debería irse. A juzgar por el tamaño y el mal carácter de Leroy, podía acabar ganándose un puñetazo. Al parecer, Miley podía meterlo en líos incluso cuando no estaba delante.

—Es que mi mujer tiene la manía de portarse mal. Le gusta ponerme furioso. Así que tengo que mantenerla a raya.

—¿Tu mujer? —el hombre se echó a reír mientras le servía una cerveza—. Imagino que ante eso no puedo decir nada. No creo que me gustara en absoluto ver a mi esposa desnudán­dose en público. Pero tengo que decirte que tu mujer me pareció de las favoritas para llevarse el premio. Si la hubieras dejado competir, podríais haber ganado dos mil dólares —dijo. Luego, se presentó, tendiéndole la mano—. Me llamo Le­roy Harrison y soy el dueño de este antro.

Gotín le dio la mano.

—Yo soy Nick Jonas. Encantado de cono­certe, Leroy.

Leroy se puso a limpiar la barra mientras ob­servaba a Nick.

—No eres de por aquí, ¿verdad?

Nick agarró un cacahuete de un plato.

—Pasábamos por aquí cuando tuvimos... un pequeño problema con el coche. Por cierto, ¿conoces algún sitio donde podamos alquilar uno?

— ¿Alquilar un coche? —Leroy soltó una car­cajada mientras golpeaba la barra con la mano --Queríamos poner una tienda de alquiler de co­ches aquí en Skull Creek, pero decidimos espe­rar hasta que construyeran antes un aeropuerto internacional —el hombre sacudió la cabeza—*. ¡Dios la gente de la ciudad es para partirse de risa! Pero, ¿dónde te crees que estás, en Los Ángeles?

Nick se echó hacia delante y apoyó los bra­zos en la barra.

—Escucha, nos dirigíamos a México cuando fuimos asaltados por una viejecita en la carrete­ra. Así que tenemos que encontrar un coche.

— ¿Estáis huyendo de la policía? —preguntó Leroy.

—No.

—Y entonces, ¿por qué tenéis tanta prisa?

Nick se quedó en silencio mientras Leroy le ponía un tequila.

—Débetelo. Si tienes algún problema, esto te ayudará.

Nick apartó el vaso.

—La verdad es que no tengo costumbre de beber. La última vez que me emborraché, a la mañana siguiente me desperté encontrándome

con que me había casado con la mejor amiga de mi prometida.

Leroy sacudió la cabeza y volvió a, acercarle el vaso.

—Amigo, me parece que estás metido en un buen lío —se sirvió un vaso para él también y luego k» levantó—. ¡Mujeres! No se puede vivir ni con ellas ni sin ellas.

Nick agarró su vaso dubitativamente y lo le­vantó a su vez, chocándolo con el de Leroy. Se lo bebió de un trago y sintió cómo el licor le abrasaba la garganta. Después, una plácida sen­sación inundó su pecho. De hecho, el tequila le había aclarado las ideas y había disipado su confusión.

—No es que ella no me guste —explicó Nick-. Es una mujer impresionante: inteligente, sexy y tiene esa boca que...

Leroy asintió.

—De esa clase de bocas en las que te pue­des perder, ¿no?

Nick frunció el ceño y luego se aclaró la garganta.

—Sí, eso también —dio un trago de cerve­za—. Pero no era eso lo que quería decir. Me refería a su vocabulario.

—¿Tiene la lengua afilada? Eso sí que es un fastidio. Ésas son las peores. Mi tercera mujer era así. Cada vez que nos peleábamos, me deja­ba exhausto. Chico, lo que me alegré cuando se marchó con los del circo. ; 

 -—¿Se fue con un circo?

—Bueno, en realidad eran unos tipos que iban disfrazados porque era carnaval. Pararon a cenar en la ciudad y ella se marchó con uno de ellos.

—¡Mujeres! —exclamó Nick, sacudiendo la cabeza.

—Conozco el remedio justo para olvidarnos de ellas por un rato —dijo Leroy—. Los mucha­chos y yo solemos jugar una partida de póquer de vez en cuando en el cuarto de atrás. Va a ser dentro de un rato. ¿Por qué no te unes a noso­tros?

—No, el juego no se me da nada bien. Perdí hasta la camisa en Las Vegas.

—Es sólo una partida entre amigos ^-insistió Leroy—. Y nos encanta tener principiantes en la mesa. Eso hace el juego más interesante.

—Pero no tengo mucho dinero...

—No hace falta mucho —Leroy agarró la bo­tella de tequila y sus vasos vacíos y, después de instruir a los camareros, condujo a. Nick al cuarto de la partida. Éste no pudo negarse. Además, pensó que así se olvidaría de Miley por un rato.

De pronto, una imagen de ella le vino a la cabeza y los efectos del tequila se disiparon, Sintió un hormigueo en los dedos como si toda­vía pudiera sentir el tacto de su cuerpo. Se acordó de la redondez de sus senos y de la dulce curva de sus caderas, y se le formó un nudo en la garganta.                                                  

¿Por qué no se habría quedado con ella? En ese preciso instante, estarían desnudos bajo las sábanas con sus cuerpos entrelazados por la pa­sión y ella estaría retorciéndose de placer deba­jo de él.

Todo había sido perfecto... hasta que él le había dicho que la amaba. Nick se frotó la nuca. Se le había escapado. ¿Quién podía saber por qué lo habría dicho? No podía ser verdad que la amara. Apenas se conocían el uno al otro. Y, además, lo estaba volviendo loco.