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martes, 3 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 12


hola chicas ak les deojo los capp espero q les gustee un besooo grandee y perdon x la demoraa....
he estado ocupada x esa razon he podido subir los cap... espero q les gustee  las kierooo muchisimooooo... :D


Mientras regresaba adonde había dejado a Nick, se fijó en una anciana que estaba al lado de la carretera con un cartel en las manos y un sombrero de papel de estaño en la cabeza. Lle­vaba una camiseta en la que se podía leer: «Na­cida para jugar al bingo». Según el cartel que sostenía, la mujer quería ir a San Diego, y Miley pensó que había encontrado la solución a todos sus problemas.
—Una carabina —murmuró—. Eso es exac­tamente lo que necesitamos.
Se acercó a la mujer y señaló el letrero.
— ¿Quiere usted ir a San Diego?
La anciana sonrió.
— ¿Vas en esa dirección?
Miley asintió.
—Mi compañero... quiero decir, mi esposo y yo nos dirigimos a Tijuana. Creo que no está muy de lejos de San Diego, ¿no?
—Así es. Para ir a Tijuana tendréis que pasar por San Diego.
— ¿Cómo se llama usted?
—Omega Steven —contestó la anciana—, pero puedes llamarme Edith. Estuve esperando a la nave nodriza, pero parece que ha habido alguna confusión. Se suponía que tenía que lle­gar anoche, justo a las doce.
— ¿La nave nodriza?
—Sí. Yo quería volver a casa después de ha­ber pasado treinta años en este planeta.
Miley le sonrió con indulgencia mientras pensaba que la mujer estaba completamente chiflada.
—O sea, ¿que usted es una alienígena?
—Prefiero la palabra «extraterrestre» o «forma de vida no humana», aunque vivo en un cuerpo de ser humano.
— ¿Y vives en San Diego? —preguntó tuteán­dola.
La mujer asintió.
—Trabajaba en Correos. Muchos de nosotros trabajamos para el gobierno. Es parte de la es­trategia de asimilación. Se suponía que yo sólo iba a estar aquí diez años, pero mi misión era demasiado importante.
— ¿Clasificar el correo?
Edith se acercó un poco.
—Podía leer todas las cartas —dijo en un susurro—. Tengo rayos X en los ojos y una me­moria fotográfica. Así que lo sé todo sobre la gente del distrito postal 92101.
—Bueno, eso está muy bien —le dijo Miley, dándole una palmadita en el hombro. Esta­ba claro que Edith era completamente inofensi­va—. Estoy impaciente por que conozcas a mi marido. Va a quedarse fascinado contigo.
— ¿Tú marido es un extraterrestre?
Miley agarró a Edith por el codo y la con­dujo hasta donde estaba Nick.
—No estoy muy segura, todo lo que sé de él es que gana mucho dinero.
Edith la miró algo extrañada.
— ¿Estás casada con él y no sabes exacta­mente a qué se dedica?
—Es que sólo llevamos casados un día —ex­plicó Miley.
— ¡Entonces estáis de luna de miel! ¡Qué ro­mántico!
—No tan romántico. La luna de miel sólo duró cinco minutos. Ahora nos dirigimos a Ti­juana para divorciarnos.
Edith sacudió la cabeza.
— ¡Oh, qué pena! Mi marido, Floyd, y yo lle­vamos casados cerca de cuarenta años. El matri­monio es una cosa muy difícil. Especialmente cuando se mezclan dos especies distintas.
— ¿Él no es un alienígena?
Ella bajó la voz.
—No, cariño, pero los dos nos hemos esfor­zado siempre para que nuestro matrimonio funcionara.
 Estoy segura de que si tu marido y tú os lo proponéis todavía podéis salvar el vues­tro.
—Yo no lo creo. Y quizá fuera mejor que no se lo mencionaras a Nick. Nos alegrará llevarte a San Diego, pero luego continuaremos nuestro viaje a Tijuana para divorciarnos. Está decidido. Edith suspiró.
—Está bien, si insistes... Pero sigo pensando que cometéis un error.
Cuando llegaron arriba, Nick seguía espe­rando. Al ver a Edith, frunció el ceño.
—Parece algo alterado —comentó Edith—. ¿Estás segura de que se encuentra bien?
—Es su estado habitual —le explicó Miley. Cuando llegaron a su altura, ella se obligó a sonreírle—. Éste es mi marido, Nick Jonas. Te presento a Omega Steven. Resulta que va a San Diego y me preguntó si la podíamos llevar con nosotros.
Nick miró a Miley con incredulidad. Lue­go, la agarró del brazo.
—Encantado de conocerla, señorita... Steven, ¿nos perdona un momento? Necesito hablar con mi mujer.
—Volveré en seguida —le dijo Miley a Edith.
Nick la agarró por el codo y la arrastró hasta el camino que llevaba al borde de la presa. Cuando estuvieron suficientemente lejos para que la mujer no pudiera oírlos, se giró y la miró muy enfadado.
—¿Qué demonios pretendes? No vamos a llevar a esa mujer a San Diego.
—¿Por qué? Si está de camino...
—Pero no la conocemos de nada y lleva una de esas pirámides en la cabeza. No voy a llevar a una loca en mi coche. ¿Es que no lees los pe­riódicos, Miley?
—Edith no podría hacerle daño ni a una mosca. Es una anciana encantadora.
—¡Me niego a que venga con nosotros!
—¿Qué?
—Digo que me niego a que nos acompañe. No dejaré que un desconocido se suba en mi coche.
—¿Que te niegas? —Miley apretó los dien­tes y se acercó a él con los puños cerrados—. Tú no tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer.
—Sí que tengo derecho. Eres mi mujer, Miley, y por tanto, recae sobre mí la responsabilidad de cuidarte. No permitiré que esa mujer se suba a nuestro coche y no hay más que hablar —Nick se dio la vuelta y se encaminó al aparcamiento.
—Si ella no viene con nosotros, yo me que­daré aquí —dijo Miley—. Y sin mí, no podrás obtener el divorcio.
Él se detuvo.
—Eso es chantaje.
Luego, soltó una maldición. Finalmente, re­gresó y las acompañó a las dos hasta el coche. Al llegar, ayudó a subir a Edith y luego obligó a Miley a sentarse al volante.
—Yo seré quien decida el camino a partir de ahora.
Miley sonrió para sí mientras ponía el co­che en marcha. Quizá todas sus peleas hubie­ran servido al fin para algo. Por primera vez desde que habían abandonado Chicago, tenía a Nick Jonas donde deseaba. Lo tenía en sus manos.
—¿Nick? —Miley lo sacudió. Nick se había quedado dormido unas cuantas millas atrás con el mapa sobre el regazo. No había querido desper­tarlo y había seguido conduciendo sin que hubie­ra ninguna novedad durante unas dos horas por la autopista 95. Pero cuando Edith sacó la pistola, Miley pensó que sería mejor que lo supiera.
—¡Nick, despierta!
Nick parpadeó y luego se incorporó en su asiento mientras bostezaba.
—¿Qué pasa?
Miley miró por el espejo retrovisor y forzó una sonrisa.
—No pasa nada. Es sólo que Edith quiere que cambiemos nuestro itinerario. Quiere que la llevemos a Roswell.
Nick se frotó los ojos.
—¿A Roswell? ¿Está eso de camino a Tijuana? —preguntó con voz somnolienta.
Miley se encogió de hombros.
—No, está en Nuevo México. Pero no creo que debamos negarnos.
Nick frunció el ceño y se giró para encon­trarse con que Edith lo estaba apuntando con una pistola. Después de parpadear, se echó a reír.
—¿Qué es eso? ¿Una pistola extraterrestre?
—No, es una pistola de verdad —dijo Miley, agarrándolo por un brazo y obligándolo a que se diera la vuelta—. Limítate a estar callado y a hacer lo que diga.
Nick soltó un suspiro de incredulidad. Miley se volvió hacia él, recordando demasiado bien su rechazo a subir a una desconocida al coche. ¿Por qué no le habría hecho caso? Era todo por su culpa y, si los mataba y los dejaba tirados en mitad del desierto, nunca se lo po­dría perdonar.
—Lo... lo siento —susurró—. Creo que me he vuelto a equivocar.
Nick puso una mano sobre su muslo y ella se estremeció. No quería morir. No en ese mo­mento y en ese lugar. Todavía había cosas que quería hacer en la vida, aunque en ese momen­to no se le ocurriera ninguna que no fuera se­guir estando al lado de Nick durante algo más de tiempo.
—No te preocupes —murmuró él con voz tranquila—. No permitiré que te ocurra nada malo.



2 comentarios:

  1. me encantooooooo
    jejejeje
    esta genial

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  2. quiero que sepas que siempre leo tu noveeee pero no comento y ahora que tengo tiempo me puse a comentar los capitulos que ya e leido ajaja :) byeeee

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