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jueves, 5 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 15


holaa ak les dejo un cap  mas... jeje espero q les gustee y da dedicado para Sara... q m lo pidiooo y tambien para Valee... asiq este cap va dedicado a ellas 2 a las cuales amoo y quiero un monton.. jeje espero q les gusteee y comenteenn :P es un poco largo ya q no podre subier cap hasta el domingo o lunes... :P xq mañana es mi cumplee, sabado y domingo d dos amigos y x eso no podree subir..  jeje las amoo mis niñas... :P



El festejo del nuevo milenio en el bar Happy Jackrabbit estaba en pleno apogeo cuando Isa-belle y Nick entraron. Tan pronto como Nick se fijó en la clientela, agarró a Miley por la cintura. Notó que Miley se ponía tensa, pero luego se relajó y se dejó guiar hacia las mesas.
Encontraron un sitio libre y lo ocuparon. Unos minutos después, una camarera vestida con una falda estrecha y una camiseta ceñida, dejó caer dos menús en la mesa. Aunque la ma­yoría de los hombres del lugar se fijaban en su escote, comparada con Miley, no merecía de­masiada atención.
— ¿Están aquí por el concurso? —preguntó al tiempo que hacía un globo con el chicle.
— ¿Concurso?
—Si participan, pueden cenar gratis.
— ¿Los dos? —preguntó Miley.
—No, sólo usted.
Miley sonrió y dirigió una mirada de com­plicidad a Nick.
—Claro que participaré en el concurso. ¿Cuál es el premio?
—Dos mil dólares. Por lo del milenio, ya sabe.
Miley se volvió hacia Nick con los ojos brillantes.
— ¿Dos mil dólares? Sé que soy más inteligente que la mayoría de las personas que hay aquí y podemos comprar un coche con ese di­nero.
—No es un concurso de inteligencia, cielo —dijo la camarera.
— ¿Es un concurso para estúpidos? —pre­guntó Nick.
—Es un concurso de camisetas mojadas. Y ahora, ¿quieren algo de beber o no?
Nick miró a Miley, que se rió de su inge­nuidad. Luego, se volvió hacia la camarera y, a pesar de que jamás pedía alcohol, pidió una cerveza. Le parecía la bebida lógica para un lu­gar como aquél. Miley pidió una gaseosa, además de la comida de ambos.
—Ninguna mujer que se haya casado conmi­go va a participar en un concurso de camisetas mojadas —dijo, tratando de evitar la pelea antes de que ocurriera—. Y no se hable más.
Pero, aunque no quería hablar más de ello, no pudo evitar imaginar las posibilidades. El cuerpo de Miley con una camiseta mojada y ligeramente transparente era una imagen bas­tante sugerente. Y seguro que además era una gran bailarina, provocativa y sensual.
—¿Y por qué no? —preguntó ella, entornan­do los ojos—. Es algo perfectamente legal. No es como robar un coche.
Nick se olvidó de las imágenes eróticas que tenía en la mente.
—Miley, nada de lo que digas va a hacer­me cambiar de opinión. Quizá haya podido defenderte de una anciana con una pistola falsa, pero mira a tu alrededor. La mayoría de estos hombres podrían partir una de estas mesas en dos de un puñetazo —Nick miró a la gente allí reunida.
—Es sólo un pequeño concurso. Iré con una camiseta puesta. ¿Cuál es el problema? ¿No crees que tengo unos pechos bonitos? —añadió, mi­rándose.
Nick tragó saliva. Esa pregunta la podía res­ponder sin pensar. Había estado pensando en sus senos mucho en las últimas horas y pensaba que eran los pechos más perfectos que había visto en su vida.
—Creo que son muy bonitos —dijo.
— ¿Lo suficientemente bonitos como para ga­nar dos mil dólares?
Lo estaba provocando de nuevo y lo estaba consiguiendo. ¡Maldita sea! Sí, probablemente podía ganar mucho dinero con ese cuerpo, pero no iba a decírselo.
—No vas a participar en ese concurso —re­pitió con una voz completamente tranquila.
— ¿Sabes cómo me haces sentir?
La camarera les llevó las bebidas y Nick dio un trago a su cerveza. Luego, miró fijamente a Miley.
—Sé exactamente cómo te sientes. Odias que te dé órdenes. Te sientes obligada a hacer justo lo contrario. Si te hubiera sugerido que participaras en el concurso, probablemente me habrías acusado de ser un cerdo —se apoyó en el respaldo de la silla—. Y no necesitamos el di­nero, ya te lo he dicho. Nos quedan el reloj y el anillo.
—Puedo participar en el concurso si quiero.
Nick se inclinó hacia delante.
—Y también podrías haber robado el coche si hubieras querido. Algunas veces pienso que dices esas cosas sólo para ver cuál es mi reac­ción. ¿No es verdad?
Miley bajó los ojos a su vaso y luego se le­vantó.
—Cuando venga la camarera con la comida, pídele que me la envuelva. Me voy al motel. Se me ha pasado el hambre.
Nick vio cómo se dirigía hacia la puerta, evi­tando manos que trataron de agarrarla y hacien­do caso omiso de los comentarios que provoca­ba a su paso. Nick se aseguró de que nadie la había seguido antes de volver a la mesa.
—Cada vez me gusta más este matrimonio —dijo para sí.
Al menos, ella empezaba a escucharle. Era su esposa y él no iba a aguantar sus tonterías. Por lo menos, durante los pocos días que estu­vieran casados.
Nick dio otro trago de cerveza. ¡Caramba! Le encantaría ver a Miley con una camiseta moja­da. Pero si hubiera participado en ese concurso, todos los demás hombres del Happy Jackrabbit habrían disfrutado también de ello y Nick la quería sólo para él. Había ciertas reglas en el matrimonio que había que respetar. Aunque Miley fuera a ser su esposa sólo por unos días, estaba decidido a atenerse a las reglas. ¡Maldita fuera! Tenía que haber una ley que prohibiera a una esposa lucirse medio desnuda frente a una multitud de hombres borrachos.
En su mente apareció otra vez la imagen de Miley con la camiseta de algodón ciñendo sus senos y resaltando los pezones endurecidos y provocadores. Se acabó la cerveza y le pidió a la camarera que le llevara otra. En ese momen­to, la gente empezó a gritar y, al girarse, vio a un hombre enorme subido al escenario que ha­bía en el fondo de la sala.
— ¡De acuerdo, muchachos! La diversión va a comenzar. Me llamo Leroy y soy el dueño de este bar, así que será mejor que os comportéis como es debido o me veré obligado a romperos la cabeza. Tenemos bebida en abundancia y un cubo de agua fría. ¡Nuestro concurso de la ca­miseta mojada del nuevo milenio va a comen­zar!
La gente aplaudió. Nick se sentó en su silla. Normalmente, prefería los lugares con una clientela más refinada, donde los camareros no parecieran campeones de lucha libre y las ca­mareras llevaran ropa de su talla.
Nick vio que la camarera dejaba un plato delante de él. Luego, señaló el asiento vacío de Miley.
— ¿Quiere que me lleve su plato a la cocina? Puedo decir que lo mantengan caliente hasta que vuelva.
—No está en el baño.
—No, me refiero a cuando acabe el concur­so.
—Mi mujer ha vuelto al motel —explicó Nick.
—Pero si la acabo de ver en la parte de atrás del escenario... —aseguró la camarera.
—No puede ser, ella regresó al motel —in­sistió Nick—. Estará usted confundida. Envuél­vame la comida y se la llevaré.
La camarera se encogió de hombros mien­tras se alejaba. Nick estuvo a punto de llamarla para que hiciera lo mismo con la suya. Quería asegurarse de que Miley había vuelto a la ha­bitación. Pero luego cambió de opinión y deci­dió comer allí. Miley tenía un carácter muy fuerte, pero era suficientemente juiciosa como para no discutir sobre aquel tema. Participar en un concurso así era algo que Miley Cyrus jamás haría.
—Sí, nuestro matrimonio cada vez funciona mejor —se aseguró Nick con una sonrisa de sa­tisfacción.
Miley se subió al escenario junto con las otras nueve concursantes. Como había ido con vestido, le habían dado una camiseta que lleva­ba el logotipo del bar: una liebre sonriente con una jarra de cerveza en la pata. Además, llevaba las medias negras y los zapatos que Nick le ha­bía comprado en Las Vegas.
Lo cierto era que llevaba un atuendo más conservador que cuando estaba en la playa. Aunque la camiseta era ceñida, no era del todo transparente y las medias cubrían las partes más críticas de su cuerpo. Pero a ella no le preocu­paba la ropa, sino la reacción de Nick.
Por eso lo hacía, ¿no? Sabía que no necesita­ban el dinero... tenían el reloj y el anillo. Era una excusa para demostrarle que no permitiría
que ningún hombre, ni siquiera su marido, le dijera lo que tenía que hacer. Y ésa era una ma­nera perfecta de enseñárselo. Si ella quería po­nerse delante de un grupo de borrachos y ense­ñar su cuerpo, estaba en su derecho de hacerlo.
Y además, estaba segura de que eso acabaría con la paciencia de Nick. Después de que la viera sobre el escenario, no querría volver a be­sarla ni hacer nada con ella. Tampoco la volve­ría a mirar del modo en que lo hacía a veces y, así, ella no sufriría aquellos sobresaltos. Miley cerró los ojos y trató de concentrarse.
Eso iba a funcionar. Las peleas no habían servido de nada. Tampoco el viaje a la presa ni el encuentro con Edith. Cada vez que se daba la vuelta, Nick Jonas se revelaba como un hombre al que podía amar con todo su cora­zón. Era un hombre cariñoso, leal y considera­do.
¡Pero no podía amarlo! Eso no entraba en sus planes. Tan sólo veinticuatro horas antes, se en­contraban atrapados en un ascensor. La suerte había querido que éste bajara al vestíbulo en vez de volver a la fiesta. Si las cosas hubieran sido de otra manera, ella estaría en su casa en esos momentos, curándose de la resaca del champán, en vez de llevando esa minúscula ca­miseta mientras esperaba a que la empaparan con un cubo de agua fría.
De pronto, Leroy anunció que iba a empezar el concurso y fue empapando a todas las mu­chachas que estaban delante de ella, que gritaron al sentir el impacto del agua fría. Cuando llegó donde ella estaba, Miley se tapó la nariz y cerró los ojos.
No se esperaba que el agua estuviera tan fría y no pudo reprimir un gemido. Antes de que pudiera abrir los ojos, sintió que alguien la aga­rraba por la cintura y la levantaba en "brazos. Ella se defendió de un modo instintivo, dándole un codazo en la mejilla a su secuestrador.
—Maldita sea, Miley, debería haber sabi­do que intentarías algo por el estilo! Ella se sintió invadida por una mezcla de sen­timientos: rabia, sorpresa, alivio... no podía estar segura de cuál era el que predominaba sobre los demás. Aunque, finalmente, fue la vergüenza el que triunfó cuando él se la echó sobre su hom­bro, le agarró las piernas y, sin mayores contemplaciones, se la llevó. Una de las chicas del concurso los persiguió corriendo para darle a Miley su vestido y su jersey. El público se puso abuchearlos muy enfadado.
-¡Bájame ahora mismo! —le gritó, golpeán­dolo en la espalda con el vestido.
-Ni hablar.
Ella trató de liberarse, pero sólo consiguió que él la agarrara más fuerte. Al pasar junto a su mesa, la camarera le tendió una bolsa de papel que Nick se puso bajo el brazo. Seguidamente, se diri­jo a la puerta. Nada más salir ella sintió el aire frío sobre la camiseta mojada y se puso a temblar. —Ya... ya puedes dejarme en el suelo —le pidió mientras le castañeteaban los dientes.

Él no estaba de humor para escucharla. No la dejó en el suelo ni siquiera cuando llegaron frente a la puerta de su habitación del motel.
— ¿Dónde están las llaves?
Ella las sacó del vestido como pudo y se las alcanzó. Se sentía humillada. ¡La estaba llevan­do como si fuera un hombre de Neanderthal! Ya sólo faltaba que la tirara sobre la cama y la vio­lara.
Nick abrió por fin la puerta, se acercó a la cama y la arrojó sobre ella, pero no la violó. En su lugar, se quedó mirándola hecho una furia. Ella abrió la boca como para decir algo, pero luego se lo pensó mejor y se limitó a apartarse el pelo de los ojos, maldiciendo por lo bajo.
— ¿Qué diablos querías demostrar? —pre­guntó él cuando se hubo calmado un poco.
— ¿Y tú?
Él sacudió la cabeza lentamente.
—Creía que habíamos llegado a un acuerdo. Sé que yo no te preocupo en absoluto, pero al menos podías tratar de no herir mis sentimientos.
Miley no contestó nada. Estaba empezando a sentir cierto remordimiento por lo que ha­bía hecho. Pero no sabía qué era lo que le esta­ba ocurriendo. Debería estar feliz de que alguien como Nick se preocupara por ella y acudiera en su rescate cada vez que se metía en algún lío.
—Tú también tienes que respetarme a mí. Y si decido participar en ese concurso, no puedes impedírmelo.
Ella se levantó y se dirigió a la puerta, pero él la agarró por un brazo y le hizo darse la vuel­ta. Miley trató de liberarse, pero él la agarró también por el otro brazo y la apretó contra él.
—No vas a volver allí —le advirtió.
-—No puedes detenerme.
Él se quedó mirándola fijamente. Y ella se estremeció al darse cuenta de que el enfado de él estaba dejando paso al deseo.
A Nick se le escapó un gemido. Luego, aga­chó la cabeza y acercó sus labios a los de ella, pero Miley trató de apartarse al recibir un avi­so de su cerebro. Si ella no podía controlar su propio deseo, ¿cómo iba a controlarlo a él?
Pero la cabeza comenzó a darle vueltas y las rodillas se le aflojaron mientras trataba de convencerse de que él no significaba nada para ella. Pero cuando él la tumbó delicada­mente sobre la cama, ya no pudo pensar en nada más.
El somier soltó un quejido ante el peso de ambos, pero eso no pudo con la pasión que los había invadido ya por completo. Nick se puso sobre ella y la sujetó la cabeza con ambas ma­nos mientras la seguía besando.
La camiseta mojada era como una segunda piel para ella y pudo sentir el fuerte cuerpo de él contra el suyo. Nick comenzó a lamerle el cuello y el hombro. Luego, levantó la camiseta mojada y mordisqueó sus senos.
—Te odio —murmuró Miley mientras se retorcía de placer.
—Yo también te odio a ti —contestó Nick y ella sintió su aliento cálido sobre su piel fría.
Nick cubrió sus pechos con las manos. A ella le traicionó su cuerpo, que ardía de deseo. Sus dedos jugaron con los pezones duros de ella. Miley comenzó a gemir mientras su cuer­po se arqueaba.
—De veras que te odio —murmuró él.
—Pero yo te odio más a ti —dijo ella casi sin aliento.
Él sujetó el rostro de ella entre sus manos y volvió a besarla en los labios mientras se daban la vuelta. Ella ya no podía pensar en nada ante el deseo que la invadía.
Miley se montó a horcajadas sobre él y co­menzó a desabrocharle la camisa. Luego, se la abrió y comenzó a besarle en la base del cuello. Pudo sentir el pulso de él latiendo con gran fuerza bajo sus labios, dándose cuenta de que la deseaba tanto como ella a él.
Miley lo miró fijamente a los ojos mientras sentía bajo sus piernas la erección de él. Con una sonrisa diabólica, se levantó ligeramente y él respiró hondo, cerrando los ojos ante la mez­cla de placer y dolor que estaba sintiendo.
¿Cómo podría estar aquello a la vez tan bien y tan mal? Ella quería que él le hiciera el amor, quería olvidar todo lo que los separaba. Pero eso era absurdo, ¿no? Suspiró suavemente y lue­go apoyó su frente sobre la de él.
Él abrió los ojos lentamente, le acarició el pelo y la besó de nuevo.                         
-Oh, Miley, ¿qué estamos haciendo aquí?
Ella lo besó apasionadamente. Luego, se apartó.
— ¿Me deseas?
—Sí que te deseo —murmuró mientras la besaba—. Te deseo —repitió, mordiéndole el labio inferior—. Te deseo —dijo una vez más, entrelazando sus lenguas—. Miley, te amo.
-Yo también te amo.... 


buee espero q les gusteee pero no se emocionen muchooo jejejeje 

las AMOOOOO  mis niñas... ;) 

5 comentarios:

  1. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh!!!!!!
    no puede ser! no puede ser!
    se dijeron que se aman, por fiin!!
    ay ya kiiiero leer el siguiente!
    :)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. O.O !! me encanto el capi!! :)
    esta genial tu nove, la amo :D
    besooo.. pasa por mi blog ;)

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  4. xq no nos emocionamos mucho? -.- NIÑA MALAA DINOSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!! :D AWWN LO AMÉ & LO MEJOR ES QUE SE DIJERON QUE SE AMAN <3 hahaha AL FIN! :D :D :D :P síguela yaa! :D HOY! :D

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  5. Cuanta pasiooon jjaja :) hermoso capp, al fin estan juntosss :)

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