—No vamos a robar ningún coche —dijo Nick, tirando del brazo de Miley.
Estaban en California, en Skull Creek, en una gasolinera brillantemente iluminada, donde también tenían coches usados. La población era demasiado pequeña para que apareciera en el mapa. En realidad, sólo estaba formada por unos pocos edificios: un motel barato, una gasolinera, una tienda de ultramarinos y algunas casas de pésima construcción. El letrero de la entrada hablaba de doscientos habitantes y Nick sospechaba que todos estaban en el bar.
—No es tan difícil —dijo ella, señalando una fila de coches—. Todos están en venta, según el letrero que tienen en la ventanilla. Sólo vamos a tomar prestado uno y ya les enviaremos el dinero más adelante. No será un robo de verdad. Sólo lo tomaremos prestado durante un tiempo.
—No voy a dejar que robes un coche. No vamos a infringir la ley.
—Y entonces, ¿cómo vamos a conseguir un coche? —preguntó ella, apartándose un mechón de pelo polvoriento de los ojos—-. Nos quedan sólo doscientos dólares.
Nick miró el rostro de Miley. Incluso cubierta de polvo y sudor, estaba increíblemente sexy.
—Tenemos todavía el reloj y el anillo.
—No hay un coche en este pueblo que valga lo que tu reloj o mi anillo. Y además, no he visto ninguna casa de empeños. Por no mencionar que quizá los necesitemos más adelante. ¿Sabes cuánto cuesta el divorcio en México?
—¿Y se puede saber dónde has aprendido a robar coches? —preguntó, cambiando de tema mientras la agarraba y la alejaba de allí.
—Me enseñó Avan Jogia. Salíamos juntos en la escuela. Él era un delincuente juvenil. Mi madre lo odiaba, así que me negué a dejar de salir con él. También sé abrir puertas y saltar cerraduras si hace falta —se volvió y miró hacia el aparcamiento—. Venga, veamos lo que tienen. Soy buena con los Oldsmobile y los Pontiac. Los Chevrolet me dan problemas.
— ¡No podemos robar un coche!
Miley dejó las bolsas en el suelo, levantando una nube de polvo. Se puso las manos en la cintura y lo miró a los ojos.
—Mientras caminábamos hora y media por una carretera desierta, han pasado tres coches y dos camiones y ninguno nos ha parado, así que parece que tenemos que descartar el hacer auto-stop. Tampoco creo que por aquí pase ninguna compañía aérea y no nos queda casi dinero. ¿Qué propones tú?
—Va contra la ley —insistió.
—Lo devolveremos tan pronto como podamos.
—No. No dejaré que lo hagas.
—Bueno, pues tú puedes ir andando a Tijuana y yo iré en coche —declaró, acercándose a la primera línea de automóviles y abriendo uno. Miley miró hacia la carretera—. Será mejor que empieces ya, tienes un largo camino. Y no quiero que seas testigo del delito que voy a cometer.
La paciencia de Nick llegó a su límite. Se acercó a ella en dos zancadas, la agarró del brazo y cerró la puerta de un golpe.
—He cuidado de ti hasta la fecha y no quiero que acabes en prisión. Así que vamos a alquilar ahora mismo una habitación en el motel. Después, cenaremos algo y veremos qué podemos hacer dentro de los márgenes de la ley.
Ella recogió sus pertenencias.
—No voy a cambiar mi anillo por un coche ruinoso —le aseguró al pasar a su lado hacia el motel, balanceando las bolsas contra las caderas.
—No es sólo tuyo. Ese anillo es de los dos.
—Intenta sacarlo de mi dedo.
Nick se apoyó sobre el techo del coche y sacudió la cabeza. La situación se le estaba empezando a escapar de las manos. ¡No quería estar casado con Miley Cyrus y a cada momento pensaba en ella como su esposa! Y si no se equivocaba, ella estaba disfrutando también con ese matrimonio.
Echó la cabeza hacia atrás y dio un gran suspiro. No había vuelto a acordarse de Demi Lovato en lo que le pareció mucho tiempo. Su vida con Miley era un torbellino. Cuando la miraba, era como mirar al sol. Tenía la capacidad de hacer que se olvidara del resto de las mujeres.
Cada vez parecía más difícil que fuera a casarse con Demi. No la amaba y, lo aceptara ella o no, no tenía intención de contraer matrimonio si no había pasión de por medio. Por eso, una vez obtuviera el divorcio, volvería a Chicago y rompería con Demi para seguir su propia vida.
Miró el reloj. Hacía menos de veinticuatro horas que habían salido del Jonas Center para meterse en todo ese lío. Había pensado que el nuevo milenio pondría orden en su vida, pero en lugar de eso se había visto envuelto por el caos más absoluto. Y en ese momento, estaba en mitad del desierto con una mujer que odiaba y deseaba al mismo tiempo.
Nick sacudió la cabeza. Aunque no quería admitirlo, se lo estaba pasando muy bien. Nunca se había jugado el dinero antes, nunca había ido a la presa de Hoover, nunca le habían apuntado con una pistola... Había tenido más experiencias en un solo día con Miley Cyrus que en toda su vida. Quizá ella llevara razón, a lo mejor tenía que relajarse y disfrutar del viaje, aunque fuera en un coche robado.
Caminó lentamente en dirección al motel. El cielo tenía un tinte violeta profundo y el sol ya se había puesto. Las primeras estrellas habían aparecido. El aire era limpio y fresco y, en la distancia, se oyó el aullido de un coyote. No era un mal lugar para pasar el primer día del nuevo milenio, musitó. Y para ser sincero, en aquel lugar apartado de todo y olvidado de Dios, no se le ocurría mejor compañía que la de Miley Cyrus.
Cuando llegó al motel, Miley estaba sentada en un banco que había al lado de recepción. Había sacado una cerveza de una máquina y se la estaba tomando tranquilamente.
—He pedido una habitación.
— ¿Sólo una?
—Sólo podemos pagar una. Además, estamos casados. Estoy seguro de que podemos dormir juntos sin que pase nada. Tengo el presentimiento de que nuestra relación ha perdido toda la magia que tenía.
—O no tienes muy buena opinión del matrimonio o no tienes buena opinión de mí.
—La habitación cuesta veintinueve dólares, con lo cual nos quedan ciento setenta y un dólares todavía. Podemos gastar otros veintinueve en la cena. El encargado me ha dicho que al otro lado de la carretera hay una hamburguesería estupenda.
Nick agarró las bolsas de Miley. —Eso suena bien —dijo, siguiéndola hasta la habitación número siete. Luego, esperó a que ella abriera la puerta.
Desde luego, no se parecía a la suite de Las Vegas. Una cama doble con una hendidura en el centro dominaba la pequeña habitación. Una mesa de fórmica y dos sillas de vinilo al lado de la ventana completaban el mobiliario. Había algunos cuadros en las paredes y, al entrar, vio también una televisión pegada a la pared.
De repente, se olvidó del hambre que tenía. Lo único que quería era tumbarse en la cama y dormir. Pero Nick sabía que no dormiría mucho con Miley en la misma habitación. Aunque no durmieran en la misma cama, no podría evitar contemplarla mientras trataba de calmar el deseo que sentía cada vez que estaba cerca de ella. Con un suspiro, tiró las bolsas sobre la cama.
—Así que esto cuesta veintinueve dólares...
Miley sonrió.
—Bueno, ahora eres pobre. Mira, la cama vibra. ¿Tienes una moneda?
—Creí que no podíamos gastar nada.
—Anda, vamos a probar.
Nick sacó una moneda del bolsillo y se la tiró. Ella la metió en la máquina que había al lado de la cama y esperó sobre el colchón duro, estirándose delante de él, tentándolo.
La mirada de Nick se deslizó por su cuerpo. Empezó por sus pies, calzados con las sandalias que él había comprado para ella y continuó por sus piernas delgadas hasta la curva suave de las caderas. Nick apretó los puños al recordar la delgada cintura de ella entre sus manos.
La cama empezó a vibrar y Miley se echó a reír. Extendió los brazos a ambos lados del cuerpo. El ruido que acompañaba la vibración era suficiente para estropear cualquier esfuerzo por relajarse.
—Vamos —dijo ella—. Pruébalo. Es realmente... estimulante.
Sin demasiadas ganas, Nick se sentó en el otro lado de la cama. Ella tiró de su brazo para que se pusiera a su lado. Estuvieron un buen rato tumbado el uno al lado del otro, mirando al techo con las manos entrelazadas. Nick no sabía en qué estaría pensando Miley, pero él no podía quitarse de la cabeza la última vez que habían dormido juntos.
Evidentemente, ella había querido hacer el amor con él aquella noche. Entonces, ¿qué les impedía disfrutar de los mismos placeres en esa cama? Si se giraba y la besaba, ¿respondería ella? ¿O provocaría una de sus peleas acostumbradas?
Nick se giró y se incorporó sobre el codo. Luego, se quedó mirando el bello rostro de Miley. Ésta había cerrado los ojos y sus labios esbozaban una sonrisa. Nick deseó saborear de nuevo aquella boca, quedarse en ella más tiempo que la última vez para ver dónde les llevaba un beso perfecto. Despacio, se acercó y se detuvo a pocos centímetros de su boca.
Miley abrió los ojos y encontró su mirada. Se miraron un segundo y ninguno de los dos hizo intención de dar el primer paso. Él sintió el aliento de ella en los labios y escuchó su gemido dulce.
—Esta cama es muy... relajante —murmuró ella.
Nick cerró los ojos, dispuesto a besarla. En ese momento, la cama dejó de vibrar y la habitación se quedó en completo silencio, devolviéndolos a la realidad.
¡Tenía que dejar de besar a Miley Cyrus! A pesar de que era su esposa, no podía haber ningún sentimiento romántico entre ellos. Iban a divorciarse cuanto antes en México y entonces se olvidaría de toda aquella historia sórdida. Besarla, acariciarla y fantasear sobre lo que podían compartir no les haría ningún bien.
—Lo... lo siento —dijo, apartándose—. No quería hacerlo... fue la cama.
—Ah. Quién hubiera pensado que íbamos a divertirnos tanto con una moneda —murmuró, mirándolo a la boca.
Ella deseó besarlo en ese momento. Nick lo pudo ver en sus ojos, en la manera en que sus labios temblaron ligeramente al hablar, en el modo en que contuvo el aliento. ¿Qué daño podía hacerles un breve beso? Después de todo, estaban casados. Los maridos besan a sus mujeres todo el tiempo, ¿no? Dio un suspiro, anticipando el sabor de la boca femenina.
Pero, entonces, Miley gimió suavemente y se sentó. Se tocó el cabello y se alisó la falda.
—Tengo hambre. Podríamos ir a comer algo. En este pueblo, tiene que haber otras diversiones mejores que una cama que vibra.
Cuando ella se levantó, los ojos de Nick se quedaron fijos en su espalda. Se preguntó si llevaría las braguitas que él había comprado en Las Vegas. Aunque le había dicho que la dependienta las había elegido, la última palabra había sido suya. Estaba seguro de que el vestido ocultaba a una Miley increíblemente sexy.
Tragó saliva. O quizá no llevara ropa interior. Esa posibilidad provocó en él un intenso deseo, que aceleró el latido de su corazón. Podía extender la mano, desabrocharle el vestido y luego perderse en su cuerpo...
— ¿Vienes?
La pregunta de ella lo devolvió a la realidad y, por un instante, no estuvo seguro de lo que ella le acababa de preguntar.
— ¿Qué?
Miley fue hacia la puerta.
—A cenar. ¿Te vienes a cenar o piensas quedarte tumbado en esa cama?
Nick se levantó y asintió.
—Claro, vamos a cenar. Nos sentará bien — replicó, dando un suspiro mientras contemplaba a Miley salir de la habitación.
Antes de salir él, se detuvo y miró la habitación.
—Quizá tenía que haberle dejado que robara el coche —dijo para sí—. Por lo menos, así no correría el riesgo de pasar aquí la noche.
me encantoooo
ResponderEliminarsube prontoooo
esta genial!!
ooo cielos me super encanto
ResponderEliminarahhh hay va a apasar algo bueno
sube pronto bye
wow!
ResponderEliminark increible cap!
me facsino!
jeje soy tu nueva fan,
jaja esk me ha tomado bastante tiempo leer
todas tus noves y ps
por eso comento hasta ahorita!
pero pasate por mi blog,
yo te sigo
y eres genial jeje
me fascinan tus noves :)
Eres una genia escribiendo! Amo cada novela tuya , sos la mejor...
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