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lunes, 30 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 22


hola chicas ak les dejo un cap mas jeje espero q les guste... un beso las kiero chicas... y perdon x la demora... :) y este va dedicado para Tiff y Sara (princesa) jeje espero q les guste xq ya falta poco para el final.. :)

. Además, no podía seguir casada con Nick. Él quería una esposa que se comportara de acuerdo a un modelo ortodoxo. Una compañe­ra apropiada, generosa y dulce, que encantara a sus compañeros de trabajo y mantuviera la casa ordenada. Por raro que pudiera parecer, ella es­taba tentada de intentarlo y de convertirse en la mujer que encajara en el mundo de Nick. Eso sí, sabía que si lo intentaba, se convertiría en una mujer como su madre.
— ¿Miley?
Alzó la vista y se tragó sus estúpidas espe­ranzas.
—Yo... me refería a que no quería divorciar­me entre peleas y discusiones. Eso es todo — Miley se dio la vuelta y recogió la chaqueta de la silla. Luego, miró al señor Vázquez—. Pero sí que quiero divorciarme. De verdad.
El señor Vázquez la miró con compasión.
— ¿Puedo hacerle una sugerencia, señora Jonas?
—Por favor, hágala.
. —Los dos viven en Chicago, ¿verdad?
—Sí.
—Si quieren un divorcio rápido o incluso una anulación, lo pueden obtener allí. Es posi­ble que lo consigan en veinticuatro horas si no hay ningún obstáculo. Lo sé porque un primo mío, Roberto, vive en Chicago y se divorció rá­pidamente hace poco.
Nick tomó aire. El único problema era que la tendría que llevar a Chicago, siendo su espo­sa todavía, pero después de todo por lo que ha­bían pasado, eso no tenía sin duda la menor im­portancia.
— ¿Nos podemos divorciar allí en veinticua­tro horas?
— ¿Lo ves? —dijo Miley—. Te dije que tenías que haber llamado a tu abogado. Nos habríamos ahorrado todos estos problemas y todo este tiem­po.
Dicho lo cual, Miley se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
Nick la alcanzó antes de que saliera y la tomó del brazo.
—Miley, espera.
Ella se volvió con una sonrisa de indiferen­cia.
—No te preocupes. Iremos a casa, nos divor­ciaremos y viviremos felices después.
—Eso no es lo que yo...
—-Eso es exactamente lo que tú quieres. Nuestro matrimonio ha sido un error desde el comienzo. ¿Y qué importan dos días más? Pronto podrás volver con Demi, libre y sin proble­mas.
—Miley, yo...
Ella le puso un dedo sobre los labios. Pero el mero roce hizo que el deseo la invadiera y se sintió débil y confusa.
—No hay más que decir. ¿Por qué no vuel­ves al hotel y llamas a tu abogado? Yo iré a dar un paseo. Necesito un poco de aire fresco.
Él tomó su mano y, por un instante, Miley pensó que iba a besarla. Ella se apartó a duras penas de él.
—No creo que debas ir sola a pasear. Si quieres dar un paseo, yo te acompañaré.
Miley sacudió la cabeza y esbozó una dé­bil sonrisa. Él nunca cambiaría, ni en un millón de años. Y si así fuera, ella echaría de menos su sentido protector.
—Vas a tener que dejar de pensar en mí como tu esposa.
La expresión de Nick se suavizó y se mordió el labio inferior mientras fruncía el ceño.
—Ya lo sé —dijo, metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones—. Muy bien, adelante, date un paseo. Te veré en el hotel.
Miley se volvió y se dirigió hacia la puerta, pensando en que pronto se alejaría de Nick para siempre. ¿Cómo sería el momento de la despedida final? ¿Sería capaz de olvidarlo o es­taría su futuro lleno de recuerdos de lo que ha­bían compartido y de lo que podía haber sido?
Agarró el pomo de la puerta con mano temblorosa, tentada de mirar atrás, pero en lugar de ello, se esforzó por reprimir sus sentimientos y pensó que lo hecho, hecho estaba. Nick y ella se habían casado y se iban a divorciar. Ambos seguirían con sus vidas como si no hubiera su­cedido nada.
Y cuando volviera la vista hacia el pasado y recordara la noche del cambio de milenio, se reiría y le contaría a todos lo que había tenido que hacer para evitar que su mejor amiga se ca­sara con el hombre equivocado.
Nick la encontró sentada en una de las me­sas del patio del hotel. Las frondosas plantas y las flores llenaban el aire con su perfume. Un trío de guitarristas cantaban una melodía espa­ñola bajo un arco.
Miley había estado de compras y había cambiado la ropa que él le había comprado por una blusa suave y bonita que dejaba al descu­bierto sus hombros redondos y una falda de ra­yas que rozaba los adoquines del patio. Tenía los pies descalzos y se había puesto una flor en el pelo. Tenía un aspecto exótico y seductor, con el cabello color cobre cayéndole en suaves on­das por la frente.
Nick bebió su imagen como un hombre se­diento. Contempló sus rasgos, tratando de guardarlos en la memoria. Llegaría un momento en que querría recordar la forma exacta de su na­riz, la manera en que sus labios se curvaban cuando sonreía, sus dedos largos y delicados...
Habían estado separados sólo una tarde, pero a él le habían parecido días enteros. Des­pués de telefonear a su abogado de Chicago, había llamado a la puerta de Miley, pero ésta no había contestado. El recepcionista le infor­mó de que la señora Jonas había salido y él había pasado toda la tarde caminando por las calles con la esperanza de encontrarla, pregun­tándose dónde podría estar aún a sabiendas de que eso no debería importarle.
Al día siguiente, volverían a Estados Unidos. Su abogado habría arreglado todos los papeles para el divorcio, ellos firmarían en el sitio indi­cado y comenzaría el proceso. Por supuesto, uno de los requisitos sería ir al juzgado, pero su abogado lo arreglaría todo de una manera dis­creta y rápida.
Todo lo que habían compartido en aquellos últimos días se olvidaría, sería relegado al pasa­do. Nick trató de imaginar el momento en que Miley desapareciera de su memoria, pero no pudo. Ella seguiría con él el resto de su vida, como un recuerdo de lo que podía haber sido... de lo que todavía podría ser. Y estaba seguro de que nunca podría mirar a una mujer a los ojos sin verla a ella.
Nick echó hacia atrás la cabeza y aspiró el aroma de la noche. Deseaba creer que Miley se había enamorado de él, pero no tena ningu­na prueba de que fuera así. Había habido un momento en el despacho del señor Vázquez en que le había hecho albergar esperanzas. Cuan­do ella había declarado que no quería divorciar­se, su corazón se había detenido y sus esperan­zas habían revivido. Pero una vez más, Miley se había escondido tras una fachada de impene­trable indiferencia.
Aunque también era cierto que, si él quería saber lo que Miley sentía, debería admitir sus propios sentimientos ante ella. Estaba enamora­do de su mujer, era así de sencillo. Él había lu­chado por no implicarse, pero Miley Cyrus se lo había puesto muy difícil. Era una mujer bella y excitante, que había conquistado su corazón en algún lugar entre Las Vegas y Tijuana.
Pero cuando se imaginaba a sí mismo decla­rándole su amor, veía a Miley riéndose y mi­rándolo con incredulidad o insultándolo por su sentimentalismo tonto. No veía a Miley abra­zándose a él y repitiendo aquellas mismas pala­bras. Él sería el último hombre de la tierra al que ella elegiría.
Nick hizo un gesto negativo con la cabeza. Tenía que quitarse de la imaginación la posibili­dad de un matrimonio feliz. Desde esa noche en adelante, tenía que pensar en sí mismo como un hombre soltero sin derechos sobre el corazón o el cuerpo de Miley. Uno o dos días más tarde, ya no serían marido y mujer. Se olvidaría de Miley Cyrus. No tenía otra op­ción.
Nick salió de las sombras y se dirigió a la mesa de Miley. Cuando llegó, ella alzó la vis­ta. Nick contuvo el aliento. La luz suave de Una vela «pie estaba en el centro de la mesa daba a su rostro un matiz dorado. Una sonrisa seducto­ra apareció en los labios de la mujer y él tuvo la tentación de inclinarse y besarla en la boca.
—Hola —dijo suavemente—. Has vuelto.
Nick tomó una silla y se sentó frente a ella.
—He reservado dos billetes en un vuelo a Chicago —dijo—. Y mi abogado nos recibirá mañana por la tarde para que firmemos los pa­peles.
Ella tomó su copa y bebió de ella lentamen­te. Luego, volvió a dejarla en la mesa.
— ¡Qué sencillo! Es casi como si nunca hu­biéramos estado casados.
Nick asintió. Nunca había visto a Miley así, tranquila y distante. Él esperaba una reac­ción más apasionada. Luchó contra el deseo de agarrarla y sacudirla, de obligarla a discutir para que mostrara sus verdaderos sentimientos. Pero parecía tan frágil y vulnerable como si una pala­bra mal dicha pudiera hacerla estallar en miles de pedazos.
—Miley, creo que es mejor que hable­mos...
-—No es hora de recriminaciones —dijo, for­zando una sonrisa—. Ésta es nuestra última no­che de casados y deberíamos celebrarlo —se
dirigió al camarero y pidió dos margaritas—. Sé que no debería dejarte beber —añadió con una alegría tan falsa como su sonrisa—. Pero pro­meto que no te voy a arrastrar a ninguna iglesia para casarme contigo de nuevo. No volveremos a caer en el mismo error.
—No fue un error. De hecho, ha sido muy divertido.
Ella se negó a mirarlo a los ojos. Los bajó y se concentró en la llama de la vela. Cuando les llevaron las bebidas, casi se alegró de tener algo con lo que ocuparse. Tomó la copa y la exten­dió hacia él.
—Un brindis. Por los comienzos extraños y los finales felices.
—Por nuestro matrimonio —dijo él.
Ella vaciló antes de chocar su copa. Luego, dio un trago.
—Y entonces, ¿cuáles son tus planes des­pués de que nos divorciemos? Me imagino que estás impaciente por arreglar las cosas con Demi.
Nick no había pensado seriamente en ello hasta aquel momento.
—Tengo que hablar con ella.
— ¿Qué vas a decirle?
—Que no puedo casarme con ella.



miércoles, 25 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 21


Holis.... ak les dejo otro cap espero q les guste... el cual esta muy lindo... y q tambien se lo dedicare a Tiffany o Novelas niley  jeje un beso mu grand t kiero amiga y claroesta tambien para uds chicas q leen mi nove y comentan muy bonito las kiero a todas y cada unas... un beso grande y espero vegresar pronto... Tiff sabe xq lo digo.. jejeje un besooo :) ;D las kiero y espero q comenten...


— ¿Que quiere el divorcio de un día para otro? Me temo que eso no es posible, señor Jonas.
Miley se sentó en la silla, tratando de igno­rar el sentimiento de alivio que la inundaba.
Dejó salir el aire despacio y respiró profunda­mente. ¿Sería cierto? Había imaginado que, una vez que llegaran a Tijuana, el procedimiento se desarrollaría sin trabas y su corto matrimonio se convertiría en una estadística más.
Habían encontrado un montón de abogados especializados en separaciones en la guía de te­léfonos. Todos ofrecían servicios rápidos y efi­caces. Pero Nick había confiado en el abogado que les había recomendado el recepcionista del hotel. Por casualidad, su primo tenía una con­sulta a pocos metros de allí. El recepcionista ha­bía llamado y había concertado una cita para la mañana del día siguiente.
Miley había pasado la noche muy inquieta. Los sonidos de Tijuana habían invadido sus sueños. Se estuvo preguntado cuántas parejas más se habrían casado en la víspera del milenio para arrepentirse sólo unos pocos días después.
Cuando se despertó, se quedó un rato tum­bada, pendiente de los sonidos de la habitación contigua. Se había imaginado a Nick sobre la cama desnudo. El tratar de vencer el deseo de estar con él para poder retomar el momento de pasión que los había unido en Skull Creek la había dejado agotada. Miley sabía que, si hacían el amor, no podrían negar la unión que se había formado entre ellos.
Se había levantado cuatro o cinco veces; in­cluso había llegado hasta la puerta, decidida a enfrentarse a él. Quería rodearlo con sus bra­zos, perderse en sus besos y caricias. Él no sería capaz de resistirse a ella. La llevaría a la cama y le quitaría la ropa hasta que no hubiera nada que los pudiera separar. Ella lo provocaría hasta que él no pudiera negarse por más tiempo y su pasión le hiciera perder el control.
Un suspiro salió de su garganta. Un sonido que la devolvió a la realidad.
— ¿Que no es posible? —preguntó Nick, in­clinándose sobre la mesa del señor Vázquez;—. No entiendo. Si es por dinero, puedo...
El abogado levantó las manos y sacudió la cabeza.
—No es por el dinero, señor, es la ley la que no lo permite. Aunque no se necesita el certifi­cado de residencia, los papeles para un divor­cio tardan cuatro meses en tramitarse.
— ¿Cuatro meses? —Nick volvió a sentarse en su silla—. ¡Podríamos habernos quedado en Las Vegas y haber conseguido el divorcio en seis semanas!
El señor Vázquez asintió.
—Sí, es cierto. Desgraciadamente, es dema­siado fácil casarse en Las Vegas, pero no es tan fácil divorciarse, si no se vive allí. Si están inte­resados en casarse de nuevo, tendrán que revi­sar las leyes de los Estados Unidos. No las co­nozco bien.
—Yo no estoy interesada en volverme ca­sar —replicó Miley con una sonrisa nervio­sa—. Aunque no puedo decir lo mismo de mi marido. Él se ha comprometido con otra mujer, ¿sabe? Y está impaciente por volver con ella.
Nick se volvió y la miró con desaprobación.
—No creo que al señor Vázquez le interesen todos esos detalles, cariño.
Luis Vázquez sacudió la cabeza.
—En realidad sí, señor Spencer. Para solicitar el divorcio tendrán que alegar un motivo.
— ¿Un motivo? —preguntó Nick, concen­trándose de nuevo en el abogado—. No quere­mos estar casados por más tiempo. ¿No es eso suficiente motivo?
— ¿Es que no se llevan bien? ¿Es un caso de diferencias irreconciliables?
—Es una forma de decirlo. Él es insoporta­ble, testarudo y dictatorial. No me deja hacer nunca lo que quiero y siempre está dándome órdenes.
—Y ella es testaruda, desobediente e imper­tinente —replicó Nick—. Y no tiene ningún respeto por la institución matrimonial.
—Tú eres el que no tiene respeto —lo acusó Miley, levantándose y colocando las manos en las caderas.
Nick se levantó a su vez y se puso frente a ella.
— ¿Y eso qué se supone que quiere decir?
Ella colocó un dedo sobre el pecho de Nick para enfatizar sus palabras.
-----Tú me pediste que me casara contigo y lo hice. Y ahora, unos días después, quieres el di­vorcio.
—Estaba borracho cuando te lo pedí. Y tam­poco he visto que te molestara mucho cuando sugerí que nos divorciáramos. Tú estás tan im­paciente como yo para se acabe todo esto.
— ¡Pues a lo mejor no! —dijo Miley, cru­zándose de brazos y levantando la barbilla—. ¡Quizá no quiera divorciarme!
Claramente sorprendido, Nick la miró du­rante unos segundos. Miley se puso derecha y luego se miró los pies. No había querido decir tal cosa. Aunque fuese verdad, se suponía que no tenía que decirlo en voz alta. Sus verdaderos sentimientos por Nick no era algo para discutir allí.
El señor Vázquez se aclaró la garganta.
—Me temo que si una de las partes se niega al divorcio, tendrán problemas para conseguir­lo. Tendrán que pasar más tiempo en el juzgado —tomó algunos papeles—. Y ahora, ¿quieren continuar?
Nick tomó a Miley de la mano, pero ella la retiró como si le quemara.
— ¿Lo dices en serio? ¿No quieres divorciarte?
Lo cierto era que, cuanto más duraba su ma­trimonio, menos malo le parecía estar casada con Nick. Incluso los peores momentos esta­ban llenos de fuego y pasión. Le gustaba tanto discutir con él como besarlo. Nunca había teni­do unos sentimientos tan fuertes por un hombre. Y en lo más profundo de su corazón, duda­ba de que alguna vez volviera a sentirlos.
A Miley se le escapó un suspiro tembloro­so y trató de reprimir las lágrimas que amenaza­ban con salir de sus ojos.
—Yo... no quiero que nos divorciemos así.
— ¿Aquí en México?
Ella negó con la cabeza.
—Miley, si quieres algún tipo de acuerdo, podemos...
— ¡No! —gritó, sintiendo una rabia que borró sus lágrimas-*—. ¿Es eso lo que piensas? ¿Qué es­toy tratando de conseguir dinero? —Nick levantó la mano para tranquilizarla, pero ella la retiró de un manotazo—. ¿Cómo te atreves? Nunca te he hablado de dinero y, si me ofrecie­ras un millón de dólares, te lo tiraría a la cara.
— ¿Un millón de dólares? —preguntó el se­ñor Vázquez—. Oh, esto va a durar más de cua­tro meses.
—No quiero ni un centavo de su dinero — insistió Miley con la mandíbula tensa.
Nick se acercó y la tomó por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos. Cuando sus mi­radas se encontraron, ella esperaba ver rabia y frustración, pero en lugar de ello encontró algo totalmente inesperado. Vio culpa y un brillo de esperanza. Y cariño verdadero.
—¿Entonces qué querías decir? —preguntó suavemente Nick.
Era su oportunidad. O en ese momento o nunca. Si creía que existía alguna posibilidad de que aquel matrimonio se salvara, tendría que hablar en ese momento. Dio un suspiro profundo, dispuesta a abrirle su corazón, pero conforme las palabras se iban uniendo en su mente, se iba dando cuenta de lo ridículo que era todo. De lo desesperada y patética que pa­recería.
Lo que había visto en los ojos de Nick no era amor. Si de verdad la amara, ¿por qué iba a ponerla en esa situación límite? ¿Por qué había pasado los últimos dos días pensando nada más que en llegar a México y poner fin cuanto antes a su matrimonio? Estaba viendo lo que quería ver, lo que sus fantasías necesitaban, no lo que la realidad le decía.


sábado, 21 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 20


Holis mis amigas.. jeje como han estado?? bue.. espero q bien y este cap se lo dedico a Vale q se encuentra aburrida jeje bue las quiero un besoo grande y espero q COMENTE!! ;) jeje un besoo bye!


Se colocó la almohada sobre los ojos y trató de borrar de su mente todos los pensamientos que tuvieran relación con él. Pero cuando lo consiguió, se dio cuenta de que estaba llena de polvo. Así que se incorporó, comenzó a quitar­se la ropa y luego, descalza, fue al cuarto de baño y abrió el grifo.
Fue maravilloso sentir el agua sobre su piel seca y llena de polvo. Contuvo el aliento y se sumergió, mojándose el cabello. Finalmente, se tumbó, apoyó la cabeza sobre el borde de la bañera y cerró los ojos. Imágenes de Nick le llegaron inmediatamente. Cuanto más trataba de quitárselo de la cabeza, más invadía él sus pensamientos.
La única manera de borrarlo por completo era quedarse dormida. Cerró los ojos y comen­zó a respirar despacio, tratando de olvidarse de todo, dejando que el agua caliente la relajara. Llegaría un día en que apenas se acordara de él... del modo en que la tocaba... de cómo era el sabor de su boca cuando la besaba...
Cuando abrió los ojos, el baño estaba casi a oscuras. Sus manos estaban arrugadas y el agua casi helada. Salió de la bañera y se envolvió en una toalla seca. Los dientes comenzaron a cas­tañetearle mientras iba corriendo a ponerse algo de ropa. Eligió un vestido que no se había puesto nunca y no se molestó en ponerse nada debajo.
Su cabello, ya seco, le había quedado ondu­lado y seguía teniendo polvo en algunas partes. Lo cepilló y se lo recogió en una coleta, ayu­dándose con unas horquillas que le quedaban de la fiesta de la víspera de Año Nuevo. Cuando creyó estar presentable, se sentó en la cama, dispuesta a esperar a que Nick volviera.
Éste llevaba fuera casi dos horas. Impacien­te, Miley se levantó de la cama y fue hacia la ventana. La abrió y también abrió la puerta para que se formara corriente. Pero la brisa nocturna no la ayudó a tranquilizarse.
Comenzó a pasearse por la habitación y, como tampoco eso le sirvió de nada, salió al balcón y se quedó mirando al patio. Las farolas colocadas entre los árboles iluminaban suave­mente a los huéspedes sentados y un guitarrista caminaba entre las mesas mientras cantaba una dulce melodía en castellano. Pero la música tampoco la ayudó a relajarse. Conforme pasa­ban los minutos, su nerviosismo fue en aumen­to y comenzó a imaginarse una lista intermina­ble de problemas. Que Nick se había perdido o que estaba herido... o que lo habían secuestra­do... incluso que, tragó saliva, lo habían mata­do.
Media hora después, llegó Nick y, para en­tonces, Miley había inventado toda una histo­ria en la que participaban traficantes de droga y prestamistas, junto con algún policía corrupto. Miley esbozó una sonrisa al verla, pero la ex­presión de Miley hizo que su buen humor se apagara de inmediato.
■— ¿Dónde has estado? —le preguntó—. Has estado fuera casi tres horas. Estaba muy preocu­pada.
La sonrisa volvió a aparecer en el rostro de Nick.
— ¿Estabas preocupada? ¿Por mí? —Nick se echó a reír—. Pues ahora ya sabes cómo me siento yo la mayoría de las veces.
-^-Te he hecho una pregunta —dijo Miley, consciente de que habían cambiado por una vez los papeles, pero sin querer admitirlo.
—Volví a la frontera —explicó—. Cuando traté de empeñar el reloj, aquí sólo me ofrecían pesos, así que volví a San Isidro y encontré una casa de empeños.
Nick sacó del bolsillo un sobre lleno de di­nero. Sacó unos cuantos billetes y le dio el resto a ella.
— ¿Qué es esto?
—Dinero.
—No quiero tu dinero —replicó Miley, dándose la vuelta y metiéndose en la habita­ción.
—No seas testaruda. Piensa que era una pro­piedad común. Compramos todo eso mientras estábamos casados. La mitad es tuyo. Además, necesitarás dinero para llegar a casa.
—Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma —replicó.
A Miley le ponía histérica la idea de acep­tar un centavo de Nick. Pero él tenía razón. Con lo que él había ganado al póquer, tenían unos doscientos dólares para volver a Estados Unidos y eso no era suficiente para que ella vol­viera a Chicago. Además, tendría que pagar el coche que les habían robado y que ella había alquilado utilizando su tarjeta de crédito.
—Maldita sea, Miley, toma el dinero. No tienes por qué utilizarlo ahora, tómate unas va­caciones, sal fuera un tiempo, vuelve a Las Ve­gas y juégatelo. No me importa lo que hagas.
Tras unos momentos de vacilación, aceptó el sobre y lo tiró sobre la cama.
—Ya sé que no te importa.
—No quería decir eso —Nick la tomó de la barbilla—. Sólo quiero que seas feliz, simple­mente eso. Esto ha sido muy duro para los dos. Si necesitas tomarte un tiempo antes de volver a Chicago, creo que deberías hacerlo.
Miley se dio la vuelta para no enfrentarse a su mirada. El tiempo no iba a ayudarla. El tiem­po sólo haría que su soledad se hiciera" más in­tensa, sus recuerdos más insoportables. Oyó que Nick daba un suspiro, recogía su maleta y salía. La soledad y el vacío anidaron en su cora­zón.
¿Por qué no podían volver a la noche ante­rior, cuando la pasión había estallado entre am­bos? ¿Por qué necesitaban el sentido común? Miley sintió deseos de tomarlo de la mano para conducirlo a la cama. Luego, se abrazarían y se dejarían llevar por la sensación del contac­to de sus cuerpos. Hacer el amor con Nick ha­bía sido sólo una fantasía molesta, pero en ese momento, cuando estaban tan cerca del divor­cio, no quería que se separaran para siempre sin probarlo ni siquiera una vez. Quería que hi­cieran el amor de un modo salvaje y desinhibi­do.
Miley tragó saliva, tratando de encontrar energía.
— ¿Dónde vas? —preguntó.
—He tomado una habitación aquí al lado. Creí que te vendría bien estar sola. Después de todo, mañana a estas horas estaremos divorcia­dos. Tendremos que acostumbrarnos de nuevo a la independencia —lo último fue dicho con un matiz de sarcasmo, pero Miley no tenía ganas de reírse, sólo sentía dolor.
—Quizá sea lo mejor —contestó, mirándolo fijamente y esperando a que él dijera algo más.
Con una sonrisa culpable, Nick atravesó la habitación y la besó en la mejilla.
—Buenas noches, Miley. Que duermas bien.
Ella se arriesgó a mirarlo, pero al ver la indi­ferencia que la expresión de él reflejaba, bajó la vista.
—Buenas noches.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, Miley se sentó despacio en el borde de la cama con las manos en el regazo. Sintió cómo el si­lencio la envolvía y tomó aire profundamente, soltándolo muy despacio después. Quizá Nick tuviera razón. Tenían que acostumbrarse a vivir como antes... a vivir independientemente. Era lógico.
Miley se puso una mano sobre el corazón. Se dijo que aquello era lo más correcto y que si hacía un esfuerzo, olvidaría pronto a Nick.
Pero tenía que convencer también a su cora­zón.

viernes, 20 de mayo de 2011

"♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 19


hola chicas espero q no c hayan enojado conmigo x no haber podido subir cap.. je e tenido  unos problemitas q x esa razón no he podido subir cap.. jeje bue espero q les guste y ya falta poco para el final... jeje :P y  x favor no crean q m hago d ROGAR.. xq no es haci.. jeje pero bue... saben q las quiero mucho a todas y gracias x comentar el cap anterior.. espero q así sea cn este... ;) cuidrensen q hoy m daré un tiempito para subir otro cap... un beso las amo a todas y gracias.. un beso grandeee... byee!! ;D



Miley no estaba segura de cuándo se había quedado dormida. Después de un rato, el pai­saje, que tan hermoso le había parecido durante la primera hora, se había vuelto aburrido y mo­nótono. La carretera era interminable y sólo al­gún pequeño pueblo o un grupo de caravanas
rompían la monotonía de vez en cuando. Ella había cerrado los ojos para evitar el aire seco y polvoriento que se metía en la cabina de la furgoneta. Cuando los volvió a abrir, iban por una calle estrecha llena de turistas y vendedores ambulantes con sombreros de paja y ropas de colores chillones.
Miley se incorporó en su asiento.
—¿Ya hemos llegado?
Nick la miró de reojo y esbozó una sonrisa.
—Has estado durmiendo mucho rato. Debías de estar cansada.
—Me imagino que sí. ¿Qué tal tú?
Nick se encogió de hombros.
—Me encantaría aparcar la furgoneta cuanto antes. Aquí conducen como si estuvieran locos.
La celebración del milenio en Tijuana no pa­recía haberse terminado, ni siquiera que fuera a terminar pronto. A pesar de que era domingo por la tarde, los turistas y nativos llenaban las calles bailando y gritando mientras evitaban con destreza los coches que pasaban. Como en Las Vegas, la ciudad entera emanaba un espíritu fes­tivo. Había juerguistas por todas partes, que de­bían haber cruzado la frontera atraídos por las corridas de toros, las ferias y el tequila barato.
La influencia comercial americana y el en­canto mexicano daba a Tijuana una atmósfera li­geramente exótica y ruidosa.
— ¿Sabes dónde vamos? —preguntó Miley.
Nick miró por la ventanilla y aparcó la fur­goneta en la acera frente a un pequeño hotel.
—Aquí, al hotel Florencia. El guardia de la frontera me lo sugirió.
Miley se quedó mirando el hotel, un edifi­cio liso de estuco pintado de color melocotón. Sus balcones eran de hierro forjado y había flo­res adornando la entrada.
—O sea, ¿que vamos a tener que pasar la noche aquí? —dijo Miley.
—Dudo que podamos conseguir el divorcio un domingo —replicó Nick.
Luego, saltó fuera de la furgoneta, agarró las bolsas de Miley del asiento trasero y fue a abrir su puerta. Las rodillas de Miley temblar ron ligeramente cuando Nick la agarró por la cintura y la condujo a la puerta del hotel.
La sencilla fachada no sugería un interior tan acogedor y pintoresco! Aunque era un hotel' viejo, estaba muy limpio y bien atendido. El recepcionista se apresuró a ayudarlos con el equi­paje y luego les guió para que firmaran en el re­gistro del hotel.
Para llegar a su habitación, tuvieron que atravesar una puerta doble y Miley soltó un suspiro profundo. El hotel estaba construido al­rededor de un bonito patio interior, lleno de plantas exóticas. El ruido de la calle apenas lle­gaba hasta allí y Miley se fijó en un pequeño pájaro que, desde la rama de una palmera, can­taba una dulce melodía.
—Es precioso.
El recepcionista les explicó que la cena era de siete a nueve y que también servían un ligero desayuno por las mañanas. Su habitación es­taba en la segunda planta.
Como el resto del hotel, la habitación era muy antigua. El suelo era de baldosas y estaba cubierto parcialmente por esteras de vistosos colores. Miley dejó sus bolsas al lado de la cama y se asomó al sencillo, pero bien equipa­do cuarto de baño. Cuando se dio la vuelta, Nick la estaba observando desde la puerta.
—Esto es precioso.
—Junto con la furgoneta, gané un poco de dinero ayer —declaró—. Creí que nos gustaría celebrar nuestra última noche de casados.
Miley sintió que el corazón le daba un vuelco al pensar que no pasaría más noches con él.
— ¿Y tenemos dinero para el divorcio?
—Voy a intentar vender el reloj. Eso debería ser suficiente.
Miley bajó la vista y miró su anillo. Luego, se lo quitó, ofreciéndoselo a Nick.
._-—Toma, también necesitaremos algo de di­nero para volver a casa.
Nick vaciló unos segundos antes de tomar­lo.
—Quizá sea mejor que lo haga cuanto antes.
—Yo... iré contigo —se ofreció ella.
—No, tú quédate aquí. Relájate, date un baño y duerme un poco más. Yo volveré antes de la cena —se dio la vuelta para irse, pero se giró hacia ella antes de salir—. No salgas sola —Le aconsejó—. Esta ciudad no es segura.
Miley asintió.
—No te preocupes. Me quedaré aquí.
Él esbozó una sonrisa ante su inhabitual su­misión y salió. Miley se quedó allí de pie, mi­rando la puerta un buen rato, preguntándose por qué de repente había surgido una especie de barrera entre ellos. Nick parecía aprensivo y tímido, casi temeroso de mirarla a los ojos.
Se miró la mano. Era extraño lo desmida que parecía sin el anillo. En pocos días, se había acostumbrado a llevarlo y la hacía sentirse como si estuviera casada de verdad, aunque las circunstancias que habían rodeado la boda hu­bieran sido tan extrañas. Pero ahora se había quitado el diamante y se sentía como si la unión entre ellos se hubiera roto irremediablemente.
Y no sabía cómo iba a poder olvidar a Nick, quizá si se concentraba en su trabajo en cuerpo y alma o se tomaba unas largas vacaciones, pu­diera conseguirlo. Siempre podía empezar a sa­lir con otro hombre. O quizá no volviera a salir con ninguno. De ese modo, no tendría que compararlos con Nick. Ocurriera lo que ocurriera, Miley no pensaba en su futuro con optimismo y eso se debía a que Nick Jonas no formaría parte de él.
—No lo amo —murmuró, cerrando los pu­ños—. No, no puede ser —soltó un suspiro profundo—. No lo amaré.
Su mente voló a un futuro no muy lejano. Ella estaría leyendo el Tribuno con el café del desayuno y vería el anuncio de la boda de JONAS.
 Quizá hubiera una foto de Demi y él. O quizá sería otra mujer la que sonreiría a su lado vestida de blanco, porque Miley no creía que Demi volviera con él.
De cualquier manera, él conseguiría a la es­posa que siempre había deseado. Una esposa dulce y de reputación impecable. La señora Jonas, fuera quien fuera, llevaría una vida que giraría alrededor de la de su marido. Y ten­drían hijos, por supuesto. Un chico, quizá dos, y una niña. Los niños serían encantadores y ten­drían los ojos y la sonrisa de Nick.
Miley gimió suavemente y se apretó las sienes. ¡Era por eso por lo que le estaba costan­do tanto hacerse a la idea de divorciarse de él! Ella no tendría un futuro con Nick, nunca iría de la mano con él hacia el altar, ni tendría hijos suyos.
—Y ni siquiera quería casarme... —dijo, sen­tándose en la cama.