hola chicas ak les dejo un cap mas jeje espero q les guste... un beso las kiero chicas... y perdon x la demora... :) y este va dedicado para Tiff y Sara (princesa) jeje espero q les guste xq ya falta poco para el final.. :)
. Además, no podía seguir casada con Nick. Él quería una esposa que se comportara de acuerdo a un modelo ortodoxo. Una compañera apropiada, generosa y dulce, que encantara a sus compañeros de trabajo y mantuviera la casa ordenada. Por raro que pudiera parecer, ella estaba tentada de intentarlo y de convertirse en la mujer que encajara en el mundo de Nick. Eso sí, sabía que si lo intentaba, se convertiría en una mujer como su madre.
— ¿Miley?
Alzó la vista y se tragó sus estúpidas esperanzas.
—Yo... me refería a que no quería divorciarme entre peleas y discusiones. Eso es todo — Miley se dio la vuelta y recogió la chaqueta de la silla. Luego, miró al señor Vázquez—. Pero sí que quiero divorciarme. De verdad.
El señor Vázquez la miró con compasión.
— ¿Puedo hacerle una sugerencia, señora Jonas?
—Por favor, hágala.
. —Los dos viven en Chicago, ¿verdad?
—Sí.
—Si quieren un divorcio rápido o incluso una anulación, lo pueden obtener allí. Es posible que lo consigan en veinticuatro horas si no hay ningún obstáculo. Lo sé porque un primo mío, Roberto, vive en Chicago y se divorció rápidamente hace poco.
Nick tomó aire. El único problema era que la tendría que llevar a Chicago, siendo su esposa todavía, pero después de todo por lo que habían pasado, eso no tenía sin duda la menor importancia.
— ¿Nos podemos divorciar allí en veinticuatro horas?
— ¿Lo ves? —dijo Miley—. Te dije que tenías que haber llamado a tu abogado. Nos habríamos ahorrado todos estos problemas y todo este tiempo.
Dicho lo cual, Miley se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
Nick la alcanzó antes de que saliera y la tomó del brazo.
—Miley, espera.
Ella se volvió con una sonrisa de indiferencia.
—No te preocupes. Iremos a casa, nos divorciaremos y viviremos felices después.
—Eso no es lo que yo...
—-Eso es exactamente lo que tú quieres. Nuestro matrimonio ha sido un error desde el comienzo. ¿Y qué importan dos días más? Pronto podrás volver con Demi, libre y sin problemas.
—Miley, yo...
Ella le puso un dedo sobre los labios. Pero el mero roce hizo que el deseo la invadiera y se sintió débil y confusa.
—No hay más que decir. ¿Por qué no vuelves al hotel y llamas a tu abogado? Yo iré a dar un paseo. Necesito un poco de aire fresco.
Él tomó su mano y, por un instante, Miley pensó que iba a besarla. Ella se apartó a duras penas de él.
—No creo que debas ir sola a pasear. Si quieres dar un paseo, yo te acompañaré.
Miley sacudió la cabeza y esbozó una débil sonrisa. Él nunca cambiaría, ni en un millón de años. Y si así fuera, ella echaría de menos su sentido protector.
—Vas a tener que dejar de pensar en mí como tu esposa.
La expresión de Nick se suavizó y se mordió el labio inferior mientras fruncía el ceño.
—Ya lo sé —dijo, metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones—. Muy bien, adelante, date un paseo. Te veré en el hotel.
Miley se volvió y se dirigió hacia la puerta, pensando en que pronto se alejaría de Nick para siempre. ¿Cómo sería el momento de la despedida final? ¿Sería capaz de olvidarlo o estaría su futuro lleno de recuerdos de lo que habían compartido y de lo que podía haber sido?
Agarró el pomo de la puerta con mano temblorosa, tentada de mirar atrás, pero en lugar de ello, se esforzó por reprimir sus sentimientos y pensó que lo hecho, hecho estaba. Nick y ella se habían casado y se iban a divorciar. Ambos seguirían con sus vidas como si no hubiera sucedido nada.
Y cuando volviera la vista hacia el pasado y recordara la noche del cambio de milenio, se reiría y le contaría a todos lo que había tenido que hacer para evitar que su mejor amiga se casara con el hombre equivocado.
Nick la encontró sentada en una de las mesas del patio del hotel. Las frondosas plantas y las flores llenaban el aire con su perfume. Un trío de guitarristas cantaban una melodía española bajo un arco.
Miley había estado de compras y había cambiado la ropa que él le había comprado por una blusa suave y bonita que dejaba al descubierto sus hombros redondos y una falda de rayas que rozaba los adoquines del patio. Tenía los pies descalzos y se había puesto una flor en el pelo. Tenía un aspecto exótico y seductor, con el cabello color cobre cayéndole en suaves ondas por la frente.
Nick bebió su imagen como un hombre sediento. Contempló sus rasgos, tratando de guardarlos en la memoria. Llegaría un momento en que querría recordar la forma exacta de su nariz, la manera en que sus labios se curvaban cuando sonreía, sus dedos largos y delicados...
Habían estado separados sólo una tarde, pero a él le habían parecido días enteros. Después de telefonear a su abogado de Chicago, había llamado a la puerta de Miley, pero ésta no había contestado. El recepcionista le informó de que la señora Jonas había salido y él había pasado toda la tarde caminando por las calles con la esperanza de encontrarla, preguntándose dónde podría estar aún a sabiendas de que eso no debería importarle.
Al día siguiente, volverían a Estados Unidos. Su abogado habría arreglado todos los papeles para el divorcio, ellos firmarían en el sitio indicado y comenzaría el proceso. Por supuesto, uno de los requisitos sería ir al juzgado, pero su abogado lo arreglaría todo de una manera discreta y rápida.
Todo lo que habían compartido en aquellos últimos días se olvidaría, sería relegado al pasado. Nick trató de imaginar el momento en que Miley desapareciera de su memoria, pero no pudo. Ella seguiría con él el resto de su vida, como un recuerdo de lo que podía haber sido... de lo que todavía podría ser. Y estaba seguro de que nunca podría mirar a una mujer a los ojos sin verla a ella.
Nick echó hacia atrás la cabeza y aspiró el aroma de la noche. Deseaba creer que Miley se había enamorado de él, pero no tena ninguna prueba de que fuera así. Había habido un momento en el despacho del señor Vázquez en que le había hecho albergar esperanzas. Cuando ella había declarado que no quería divorciarse, su corazón se había detenido y sus esperanzas habían revivido. Pero una vez más, Miley se había escondido tras una fachada de impenetrable indiferencia.
Aunque también era cierto que, si él quería saber lo que Miley sentía, debería admitir sus propios sentimientos ante ella. Estaba enamorado de su mujer, era así de sencillo. Él había luchado por no implicarse, pero Miley Cyrus se lo había puesto muy difícil. Era una mujer bella y excitante, que había conquistado su corazón en algún lugar entre Las Vegas y Tijuana.
Pero cuando se imaginaba a sí mismo declarándole su amor, veía a Miley riéndose y mirándolo con incredulidad o insultándolo por su sentimentalismo tonto. No veía a Miley abrazándose a él y repitiendo aquellas mismas palabras. Él sería el último hombre de la tierra al que ella elegiría.
Nick hizo un gesto negativo con la cabeza. Tenía que quitarse de la imaginación la posibilidad de un matrimonio feliz. Desde esa noche en adelante, tenía que pensar en sí mismo como un hombre soltero sin derechos sobre el corazón o el cuerpo de Miley. Uno o dos días más tarde, ya no serían marido y mujer. Se olvidaría de Miley Cyrus. No tenía otra opción.
Nick salió de las sombras y se dirigió a la mesa de Miley. Cuando llegó, ella alzó la vista. Nick contuvo el aliento. La luz suave de Una vela «pie estaba en el centro de la mesa daba a su rostro un matiz dorado. Una sonrisa seductora apareció en los labios de la mujer y él tuvo la tentación de inclinarse y besarla en la boca.
—Hola —dijo suavemente—. Has vuelto.
Nick tomó una silla y se sentó frente a ella.
—He reservado dos billetes en un vuelo a Chicago —dijo—. Y mi abogado nos recibirá mañana por la tarde para que firmemos los papeles.
Ella tomó su copa y bebió de ella lentamente. Luego, volvió a dejarla en la mesa.
— ¡Qué sencillo! Es casi como si nunca hubiéramos estado casados.
Nick asintió. Nunca había visto a Miley así, tranquila y distante. Él esperaba una reacción más apasionada. Luchó contra el deseo de agarrarla y sacudirla, de obligarla a discutir para que mostrara sus verdaderos sentimientos. Pero parecía tan frágil y vulnerable como si una palabra mal dicha pudiera hacerla estallar en miles de pedazos.
—Miley, creo que es mejor que hablemos...
-—No es hora de recriminaciones —dijo, forzando una sonrisa—. Ésta es nuestra última noche de casados y deberíamos celebrarlo —se
dirigió al camarero y pidió dos margaritas—. Sé que no debería dejarte beber —añadió con una alegría tan falsa como su sonrisa—. Pero prometo que no te voy a arrastrar a ninguna iglesia para casarme contigo de nuevo. No volveremos a caer en el mismo error.
—No fue un error. De hecho, ha sido muy divertido.
Ella se negó a mirarlo a los ojos. Los bajó y se concentró en la llama de la vela. Cuando les llevaron las bebidas, casi se alegró de tener algo con lo que ocuparse. Tomó la copa y la extendió hacia él.
—Un brindis. Por los comienzos extraños y los finales felices.
—Por nuestro matrimonio —dijo él.
Ella vaciló antes de chocar su copa. Luego, dio un trago.
—Y entonces, ¿cuáles son tus planes después de que nos divorciemos? Me imagino que estás impaciente por arreglar las cosas con Demi.
Nick no había pensado seriamente en ello hasta aquel momento.
—Tengo que hablar con ella.
— ¿Qué vas a decirle?
—Que no puedo casarme con ella.