Miley se sintió aliviada de que los negocios mantuvieran a Nick ocupado los dos días siguientes, y se las arregló para evitarlo el jueves y el viernes gracias a que estaba poniendo al corriente de todo a la mujer que la sustituiría, y a Nick no le parecería lo más indicado discutir de cosas privadas delante de una nueva empleada. Era unos años mayor que ella y, por desgracia para Miley, inmediatamente se prendó de Nick. Cada vez que pasaba no hacía más que suspirar y pestañear con coquetería, y Miley no podía evitar estar feliz de que ese fuese su último día. Tener que ver a Nick con una potencial nueva conquista la volvería loca.
Esa tarde, sin embargo, Kevin, el señor Ayker y las otras secretarias, la sorprendieron con una pequeña fiesta de despedida. Le regalaron una pluma con su nombre grabado, habían llevado una tarta, y el señor Ayker incluso hizo un emotivo discurso sobre lo valiosa que había sido para ellos, y lo mucho que sentían perderla. Nick no asistió a la celebración, así que la joven se marchó con una mezcla de alivio y decepción. Según parecía, ni siquiera se merecía una despedida. ¡Pues le daba igual!
A pesar de todo, sí le importaba, y lloró todo el camino de regreso a la casa de huéspedes.
Joe llegó puntual para recogerla. Se había puesto muy elegante, y sus ojos verdes bailaron al ver a Miley bajar las escaleras con un vestido gris perla de falda larga, y corpiño sin mangas. Se había arreglado el cabello a la última moda, y le daba un aire muy sexy.
—Estás preciosa —la elogió Joe con una sonrisa.
La joven, divertida, hizo una pequeña reverencia.
—Tú también estás muy guapo —se volvió hacia la casera—. Buenas noches, señora Giménez, volveré antes de medianoche.
La mujer los acompañó hasta la puerta con una amplia sonrisa.
—Buenas noches, Miley. Pasadlo bien.
Minutos después, cuando iban en el coche, Joe hizo un comentario acerca de lo agradable que parecía la casera y le preguntó si echaba de menos su casa.
—Hecho de menos a Kevin y a Nick —contestó Miley—. Se me hace raro estar sola.
— ¿Puedo preguntarte por qué te marchaste tan apresuradamente? —inquirió él mirándola.
— Humm... No —contestó ella con una sonrisa divertida.
Joe arqueó las cejas malicioso.
—Déjame adivinar...Nick no pudo resistir tus encantos por más tiempo y trató de propasarse contigo.
Las mejillas de la joven se pusieron de color escarlata.
—No digas bobadas.
Joe se rio ligeramente.
—No es una bobada... teniendo en cuenta el modo en que te miraba el otro día mientras bailabas conmigo.
—Tonterías. Estaba demasiado embelesado mirando a tu hermana como para fijarse en nosotros —murmuró Miley—. Y Kevin se fue a casa y bebió hasta emborracharse —añadió prefiriendo omitir el hecho de que ella también se había emborrachado.
— Danielle lloró toda la noche —suspiró Joe—. Han pasado seis años desde que rompieron y aún siguen igual de enamorados.
—Debe ser un infierno para los dos —asintió ella. No pudo evitar comparar mentalmente su situación con la de ellos, y deseó no terminar como Danielle, penando por un hombre al que jamás podría tener. Se obligó a esbozar una sonrisa—. Bueno, ¿adónde vamos?
—A un restaurante griego. Me han dicho que es estupendo.
Entretanto, Nick andaba arriba y abajo por el salón, como un león enjaulado, las manos a la espalda y el ceño fruncido.
— ¿Quieres parar? — le pidió Kevin mientras trataba de completar unos cálculos en el libro de cuentas—. Miley ya no es responsabilidad nuestra. Ya es mayor de edad, y se ha independizado.
—No puedo evitarlo, y menos sabiendo que está con Joe. No es un muchacho.
—Mientras ella no esté interesada en él, no tienes por qué preocuparte.
Nick se detuvo frente a él, lanzándole una mirada furibunda.
—Pero, ¿y si lo está? —exclamó—. ¿Y si se lanza a sus brazos por venganza?
Kevin dejó el bolígrafo sobre la mesa.
— ¿Venganza? ¿Y de quién se supone que se va a vengar? —inquirió encendiendo un cigarrillo.
Nick hundió las manos en los bolsillos y se asomó a la ventana. Fuera reinaba la oscuridad de la noche.
—De mí. Está enamorada de mí —contestó quedamente.
—Lo sé —murmuró Kevin.
Nick se volvió hacia él sorprendido.
— ¿Te lo dijo ella?
Kevin asintió con la cabeza y dio una calada a su cigarrillo.
—Miley es muy joven, pero eso también podría ser una ventaja: no es una cínica, ni una promiscua, como la mayoría de las mujeres con las que sueles salir. Y no es una mercenaria.
—Sí, pero querría que me casara con ella —replicó Nick con tirantez—. Seguro que se cree todo ese rollo de «y vivieron felices para siempre». No sé, no creo que pudiera hacerme al matrimonio.
—¿Y sí serías capaz de hacerte a la idea de una vida sin ella? —le espetó Kevin.
Nick se quedó paralizado, con una mirada de terror en sus ojos.
—¿Pero y si no dura? —contestó ásperamente—. ¿Y si todo lo nuestro se va al diablo?
—El verdadero amor no muere nunca —le dijo Kevin soltando el humo—. Y si lo que te preocupa es no poder serle fiel, tal vez te des cuenta de que la fidelidad no es algo imposible.
Nick entornó los ojos.
—A otro perro con ese hueso. Tu perfecta relación se hizo pedazos hace seis años. ¿En cuántas mujeres has buscado consuelo desde entonces?
Kevin se quedó mirándolo con dureza un momento.
—No ha habido ninguna otra.
Nick no sabía qué decir. No se había esperado esa respuesta, y se sentía avergonzado de haberlo acusado injustamente de ser como él.
—Soy un hombre chapado a la antigua, de los que piensan que el sexo viene después del matrimonio, de unirte a la mujer a la que amas —le explicó en un tono suave—. Cuando rompí con Danielle..., sencillamente no podía mirar a nadie más —ignoró la expresión atónita de Nick—. Mi único refugio es el trabajo. No he vuelto a desear a otra mujer desde que conocí a Danielle.
Nick tenía la impresión de que lo hubieran golpeado con un mazo de dos toneladas, dejándolo clavado en el sitio. Lo cierto era que él tampoco había vuelto a sentir deseo por ninguna otra mujer desde que había empezado a sentirse atraído por Miley... ¿Terminaría sus días como su hermano, atrapado por el recuerdo de una mujer a la que no podía tener?
—Yo... Lo siento, Kevin, no tenía ni idea. Su hermano mayor se encogió de hombros.
—No importa que no creas en el matrimonio, Nick. Hay sentimientos que te pueden unir más íntimamente a una persona que un anillo o un certificado.
Miley pasó un rato muy agradable cenando con Joe, y la comida estaba realmente deliciosa, pero mientras lo escuchaba hablar de su nuevo trabajo no podía evitar pensar en Nick, y en lo vacío que el futuro se le antojaba sin él. Se había acostumbrado a quedar se despierta hasta que lo oía llegar de madrugada, a ver la televisión con él, a tenerlo todo el día cerca en el trabajo...
—El único inconveniente es que va a mandarme a Arizona —estaba explicándole Joe mientras tomaban café después del postre—. El viejo Regan tiene una hija allí que lleva un rancho para turistas —contrajo el rostro—. Odio los ranchos para turistas. Además, parece que la hija de Regan trató de convencer al viejo de que no necesitaba ayuda, de que podía arreglárselas sola.
— ¿Sabes qué clase de persona es? —inquirió Miley.
—Ni idea. Seguro que es una de esas feministas que piensan que son los hombres quienes deberían tener los hijos y ellas llevar el dinero a casa. ¡Pero que me aspen si dejo que me diga como tengo que hacer mi trabajo!
Miley sonrió divertida. Joe era tan anticuado como Kevin y Nick en lo referente a las mujeres. Iba a ser interesante ver cómo se desenvolvería frente a una mujer moderna...
De vuelta en casa de la señora Gimenez, Miley subió a su habitación tratando de hacer el menor ruido posible, pero justo cuando abrió la puerta empezó a sonar el teléfono de la mesilla de noche. Cada habitación tenía una extensión, así que indudablemente la llamada era para ella. ¿A quién se le habría ocurrido telefonearla a esas horas? Seguramente sería Selena, que quería cotillear sobre su cita. Cerró la puerta y fue a contestar antes de que despertara a los demás huéspedes o a la casera.
— ¿Diga? —dijo soltando el bolso sobre el pequeño silloncito de la esquina y sentándose en la cama.
La voz masculina que contestó hizo que el pulso se le disparara al instante:
—Hola, Miley.
— ¿Nick? —inquirió ella en un hilo de voz.
—Sí. Perdona, pero es que estaba inquieto y quería saber si habías llegado y...
—Estoy bien, Nick —contestó ella entre conmovida y molesta porque siguiera preocupándose por ella como si fuera una adolescente—. Acabo de llegar ahora mismo —le dijo recostándose sobre la almohada.
— ¿Dónde te llevó Joe?
—A un restaurant griego.
Nick se quedó callado un momento, como dudando si preguntarle lo que le iba a preguntar.
— ¿Y luego te llevó directamente de vuelta a la casa de huéspedes?
Miley no pudo reprimir una sonrisa ante sus ridículos celos.
—Sí, me llevó directamente de vuelta; y no, no ha intentado seducirme.
—Yo no he sugerido nada parecido.
Miley sonrió de nuevo y enrolló distraídamente el cable del teléfono entre sus dedos.
— ¿Cómo va todo por ahí?
—Bien —respondió Nick. Hubo una pausa—. Pero nos sentimos muy solos sin ti.
—Yo también me siento sola aquí —murmuró ella. Hubo otra pausa.
—Esa tarde en la oficina, yo... —comenzó Nick—. No quería decir lo que tú creíste que quería decir, y me duele que pensaras, siquiera por un momento, que, después de todos estos años, te seduciría como a una cualquiera para luego olvidarme de ti.
A la joven se le encogió el corazón. Agarró el auricular con ambas manos.
—Pero es que tú dijiste...
—Lo que yo quería decir era que podríamos satisfacer al menos esta ansia que tenemos el uno del otro, tejer algunos recuerdos, pero sería algo especial, no algo sórdido.
Miley no sabía qué decir.
— ¿Sigues enfadada conmigo? —inquirió él suavemente.
—No estoy enfadada contigo, Nick. Yo... lo intento, pero... me es imposible —admitió Miley con un suspiro.
—Entonces, ¿querrías cenar conmigo mañana por la noche... solo cenar?
—Nick, no creo que sea una buena idea...
—Escucha, Miley, hace cinco años no podría haber imaginado que pudiera surgir entre nosotros lo que ha surgido, pero sencillamente ha sucedido, y no podemos dar marcha atrás en el tiempo y hacer que nuestra relación sea como era antes. Yo... sé que tú no puedes comprender que no quiera un compromiso, pero tampoco soportaría la idea de perderte sin remedio. Debe haber algún modo para que no tenga que ser así. Odio pasar por tu dormitorio sabiendo que ya no estás en él; odio ver la televisión yo solo; odio sentarme solo a la mesa cuando Kevin está en alguna cena de negocios; y odio la nave porque ahora hay otra mujer en tu escritorio... —hubo un largo silencio—.Ven a cenar conmigo mañana, Miley. Por favor.
La joven suspiró indecisa.
—No debería, Nick...
—Pero vendrás, ¿verdad?
—De acuerdo, iré —se rindió Miley riéndose.
— ¿Te parece bien que pase a recogerte a las cinco? Quiero llevarte a un restaurante de Houston.
—Nick...
— ¿Qué? Solo cenar y bailar, lo prometo... Si es lo que quieres.
Miley se quedó dudando un momento.
—Está bien. Mañana a las cinco.
Miley se pasó toda la mañana del sábado de compras, buscando algo bonito para su cita con Nick. Finalmente compró un conjunto de falda roja de seda con dibujos, y un suéter a juego. Resaltaba su cabello y le daba un aire sofisticado. Después, de vuelta en la casa de huéspedes, estuvo casi una hora probando distintos peinados, para al final dejárselo sencillamente suelto.
A las cuatro y media ya estaba lista. Trató de entretenerse leyendo un libro, pero aquellos treinta minutos de espera se le antojaron la más lenta agonía que había conocido. Sin embargo, de la media hora no tuvo que esperar más que veinte minutos, ya que Nick apareció a las cinco menos diez. Según parecía, él también estaba impaciente por verla de nuevo.
Llevaba un traje gris oscuro, y botas y sombrero texano gris perla. Estaba tan guapo que Miley sintió que estaba viviendo un sueño.
— ¿No me habrás invitado a cenar por lástima, verdad? —le dijo insegura.
—Por supuesto que no —replicó él con una sonrisa de reproche—. ¿Estás nerviosa?
—La verdad es que sí.
—Yo también.
La joven lo miró sorprendida, y él se rio ligeramente.
—Lo sé, sé que suena increíble, pero es verdad.
Nick la llevó a un restaurante muy exclusivo, de música suave, interpretada por una pequeña orquesta. A medida que la velada avanzaba, Miley se sentía cada vez más azorada por la intensa mirada de Nick, y un cosquilleo parecía estar apoderándose de todo su cuerpo.
No era la única afectada por la magia del momento. El corazón de Nick parecía estar bailando un tango, y se notaba nervioso y un poco inseguro, como en su primera cita, pero le gustaba esa sensación.
Mientras tomaban el postre, sin embargo, no pudo soportar más el no tenerla cerca de sí.
—Vamos a bailar —dijo de improviso.
El tenedor de Miley se quedó a unos centímetros de la porción de tarta de manzana que estaba tomando, y alzó la vista tímidamente hacia él, pero Nick ya se había puesto de pie y le estaba tendiendo la mano.
La condujo a la pista de baile, donde unas pocas parejas se movían al compás de los suaves acordes de la orquesta, y le rodeó la cintura, atrayéndola hacia sí.
— ¿Te has dado cuenta de lo bien que encajan nuestros cuerpos? —Murmuró en su oído—, como si fuéramos dos piezas de un mismo puzle —la apretó más contra él—. Me encanta sentirte tan cerca...
Miley cerró los ojos y trató de dejarse envolver por la música, pero pronto la fricción de sus cuerpos comenzó a enloquecerla, y a juzgar por el modo que estaba reaccionando cierta parte de la anatomía de Nick, y por la apenas perceptible tensión de sus músculos, él debía estar también bastante excitado.
—Dios, Miley... —gimió contra su cuello—. Vayamos a mi apartamento, salgamos de aquí... Dime que sí, por favor.
Los ojos de la joven buscaron los de él. Ansiaba más que nada yacer con él y dejar que le hiciera el amor. Sí, ella también quería que la llevara a algún lugar donde pudieran estar a solas, pero aun así se sentía tan inexperta, tan ingenua...
—Nick, yo... No sé cómo... Nunca he...
Él se inclinó sobre ella para hacerla callar con un suave pero firme beso.
— ¿Estás asustada?
—Sí.
Nick rozó su nariz con la de ella.
—Pero aun así quieres entregarte a mí.
—Sí —la respuesta fue involuntaria, abandonó sus labios antes de que pudiera evitarlo.
— ¿Y después me odiarías el resto de tu vida?
—No, eso jamás —contestó ella temblorosa.
— ¿Tanto me amas? —inquirió Nick conmovido.
Azorada, la joven bajó la vista, pero él la tomó de la barbilla para que lo mirara a la cara.
— ¿Tanto me amas? —susurró de nuevo.
Miley cerró los ojos, incapaz de negarlo.
— ¡Sí! —admitió sin aliento.
La mano de Nick subió hasta la nuca de la joven y la atrajo hacia sí para depositar un tierno beso en su frente.
—Eres maravillosa —le dijo con voz ronca por la emoción. Miley apenas podía escucharlo ya, con el corazón golpeando salvajemente contra su caja torácica—. No te haré ningún daño. Ven conmigo.
Miley dejó que la sacara de la pista como sonámbula. Nunca antes se había sentido tan vulnerable. Lo único que podía hacer era seguirlo, con las mejillas encendidas, embriagada de deseo.
Esa tarde, sin embargo, Kevin, el señor Ayker y las otras secretarias, la sorprendieron con una pequeña fiesta de despedida. Le regalaron una pluma con su nombre grabado, habían llevado una tarta, y el señor Ayker incluso hizo un emotivo discurso sobre lo valiosa que había sido para ellos, y lo mucho que sentían perderla. Nick no asistió a la celebración, así que la joven se marchó con una mezcla de alivio y decepción. Según parecía, ni siquiera se merecía una despedida. ¡Pues le daba igual!
A pesar de todo, sí le importaba, y lloró todo el camino de regreso a la casa de huéspedes.
Joe llegó puntual para recogerla. Se había puesto muy elegante, y sus ojos verdes bailaron al ver a Miley bajar las escaleras con un vestido gris perla de falda larga, y corpiño sin mangas. Se había arreglado el cabello a la última moda, y le daba un aire muy sexy.
—Estás preciosa —la elogió Joe con una sonrisa.
La joven, divertida, hizo una pequeña reverencia.
—Tú también estás muy guapo —se volvió hacia la casera—. Buenas noches, señora Giménez, volveré antes de medianoche.
La mujer los acompañó hasta la puerta con una amplia sonrisa.
—Buenas noches, Miley. Pasadlo bien.
Minutos después, cuando iban en el coche, Joe hizo un comentario acerca de lo agradable que parecía la casera y le preguntó si echaba de menos su casa.
—Hecho de menos a Kevin y a Nick —contestó Miley—. Se me hace raro estar sola.
— ¿Puedo preguntarte por qué te marchaste tan apresuradamente? —inquirió él mirándola.
— Humm... No —contestó ella con una sonrisa divertida.
Joe arqueó las cejas malicioso.
—Déjame adivinar...Nick no pudo resistir tus encantos por más tiempo y trató de propasarse contigo.
Las mejillas de la joven se pusieron de color escarlata.
—No digas bobadas.
Joe se rio ligeramente.
—No es una bobada... teniendo en cuenta el modo en que te miraba el otro día mientras bailabas conmigo.
—Tonterías. Estaba demasiado embelesado mirando a tu hermana como para fijarse en nosotros —murmuró Miley—. Y Kevin se fue a casa y bebió hasta emborracharse —añadió prefiriendo omitir el hecho de que ella también se había emborrachado.
— Danielle lloró toda la noche —suspiró Joe—. Han pasado seis años desde que rompieron y aún siguen igual de enamorados.
—Debe ser un infierno para los dos —asintió ella. No pudo evitar comparar mentalmente su situación con la de ellos, y deseó no terminar como Danielle, penando por un hombre al que jamás podría tener. Se obligó a esbozar una sonrisa—. Bueno, ¿adónde vamos?
—A un restaurante griego. Me han dicho que es estupendo.
Entretanto, Nick andaba arriba y abajo por el salón, como un león enjaulado, las manos a la espalda y el ceño fruncido.
— ¿Quieres parar? — le pidió Kevin mientras trataba de completar unos cálculos en el libro de cuentas—. Miley ya no es responsabilidad nuestra. Ya es mayor de edad, y se ha independizado.
—No puedo evitarlo, y menos sabiendo que está con Joe. No es un muchacho.
—Mientras ella no esté interesada en él, no tienes por qué preocuparte.
Nick se detuvo frente a él, lanzándole una mirada furibunda.
—Pero, ¿y si lo está? —exclamó—. ¿Y si se lanza a sus brazos por venganza?
Kevin dejó el bolígrafo sobre la mesa.
— ¿Venganza? ¿Y de quién se supone que se va a vengar? —inquirió encendiendo un cigarrillo.
Nick hundió las manos en los bolsillos y se asomó a la ventana. Fuera reinaba la oscuridad de la noche.
—De mí. Está enamorada de mí —contestó quedamente.
—Lo sé —murmuró Kevin.
Nick se volvió hacia él sorprendido.
— ¿Te lo dijo ella?
Kevin asintió con la cabeza y dio una calada a su cigarrillo.
—Miley es muy joven, pero eso también podría ser una ventaja: no es una cínica, ni una promiscua, como la mayoría de las mujeres con las que sueles salir. Y no es una mercenaria.
—Sí, pero querría que me casara con ella —replicó Nick con tirantez—. Seguro que se cree todo ese rollo de «y vivieron felices para siempre». No sé, no creo que pudiera hacerme al matrimonio.
—¿Y sí serías capaz de hacerte a la idea de una vida sin ella? —le espetó Kevin.
Nick se quedó paralizado, con una mirada de terror en sus ojos.
—¿Pero y si no dura? —contestó ásperamente—. ¿Y si todo lo nuestro se va al diablo?
—El verdadero amor no muere nunca —le dijo Kevin soltando el humo—. Y si lo que te preocupa es no poder serle fiel, tal vez te des cuenta de que la fidelidad no es algo imposible.
Nick entornó los ojos.
—A otro perro con ese hueso. Tu perfecta relación se hizo pedazos hace seis años. ¿En cuántas mujeres has buscado consuelo desde entonces?
Kevin se quedó mirándolo con dureza un momento.
—No ha habido ninguna otra.
Nick no sabía qué decir. No se había esperado esa respuesta, y se sentía avergonzado de haberlo acusado injustamente de ser como él.
—Soy un hombre chapado a la antigua, de los que piensan que el sexo viene después del matrimonio, de unirte a la mujer a la que amas —le explicó en un tono suave—. Cuando rompí con Danielle..., sencillamente no podía mirar a nadie más —ignoró la expresión atónita de Nick—. Mi único refugio es el trabajo. No he vuelto a desear a otra mujer desde que conocí a Danielle.
Nick tenía la impresión de que lo hubieran golpeado con un mazo de dos toneladas, dejándolo clavado en el sitio. Lo cierto era que él tampoco había vuelto a sentir deseo por ninguna otra mujer desde que había empezado a sentirse atraído por Miley... ¿Terminaría sus días como su hermano, atrapado por el recuerdo de una mujer a la que no podía tener?
—Yo... Lo siento, Kevin, no tenía ni idea. Su hermano mayor se encogió de hombros.
—No importa que no creas en el matrimonio, Nick. Hay sentimientos que te pueden unir más íntimamente a una persona que un anillo o un certificado.
Miley pasó un rato muy agradable cenando con Joe, y la comida estaba realmente deliciosa, pero mientras lo escuchaba hablar de su nuevo trabajo no podía evitar pensar en Nick, y en lo vacío que el futuro se le antojaba sin él. Se había acostumbrado a quedar se despierta hasta que lo oía llegar de madrugada, a ver la televisión con él, a tenerlo todo el día cerca en el trabajo...
—El único inconveniente es que va a mandarme a Arizona —estaba explicándole Joe mientras tomaban café después del postre—. El viejo Regan tiene una hija allí que lleva un rancho para turistas —contrajo el rostro—. Odio los ranchos para turistas. Además, parece que la hija de Regan trató de convencer al viejo de que no necesitaba ayuda, de que podía arreglárselas sola.
— ¿Sabes qué clase de persona es? —inquirió Miley.
—Ni idea. Seguro que es una de esas feministas que piensan que son los hombres quienes deberían tener los hijos y ellas llevar el dinero a casa. ¡Pero que me aspen si dejo que me diga como tengo que hacer mi trabajo!
Miley sonrió divertida. Joe era tan anticuado como Kevin y Nick en lo referente a las mujeres. Iba a ser interesante ver cómo se desenvolvería frente a una mujer moderna...
De vuelta en casa de la señora Gimenez, Miley subió a su habitación tratando de hacer el menor ruido posible, pero justo cuando abrió la puerta empezó a sonar el teléfono de la mesilla de noche. Cada habitación tenía una extensión, así que indudablemente la llamada era para ella. ¿A quién se le habría ocurrido telefonearla a esas horas? Seguramente sería Selena, que quería cotillear sobre su cita. Cerró la puerta y fue a contestar antes de que despertara a los demás huéspedes o a la casera.
— ¿Diga? —dijo soltando el bolso sobre el pequeño silloncito de la esquina y sentándose en la cama.
La voz masculina que contestó hizo que el pulso se le disparara al instante:
—Hola, Miley.
— ¿Nick? —inquirió ella en un hilo de voz.
—Sí. Perdona, pero es que estaba inquieto y quería saber si habías llegado y...
—Estoy bien, Nick —contestó ella entre conmovida y molesta porque siguiera preocupándose por ella como si fuera una adolescente—. Acabo de llegar ahora mismo —le dijo recostándose sobre la almohada.
— ¿Dónde te llevó Joe?
—A un restaurant griego.
Nick se quedó callado un momento, como dudando si preguntarle lo que le iba a preguntar.
— ¿Y luego te llevó directamente de vuelta a la casa de huéspedes?
Miley no pudo reprimir una sonrisa ante sus ridículos celos.
—Sí, me llevó directamente de vuelta; y no, no ha intentado seducirme.
—Yo no he sugerido nada parecido.
Miley sonrió de nuevo y enrolló distraídamente el cable del teléfono entre sus dedos.
— ¿Cómo va todo por ahí?
—Bien —respondió Nick. Hubo una pausa—. Pero nos sentimos muy solos sin ti.
—Yo también me siento sola aquí —murmuró ella. Hubo otra pausa.
—Esa tarde en la oficina, yo... —comenzó Nick—. No quería decir lo que tú creíste que quería decir, y me duele que pensaras, siquiera por un momento, que, después de todos estos años, te seduciría como a una cualquiera para luego olvidarme de ti.
A la joven se le encogió el corazón. Agarró el auricular con ambas manos.
—Pero es que tú dijiste...
—Lo que yo quería decir era que podríamos satisfacer al menos esta ansia que tenemos el uno del otro, tejer algunos recuerdos, pero sería algo especial, no algo sórdido.
Miley no sabía qué decir.
— ¿Sigues enfadada conmigo? —inquirió él suavemente.
—No estoy enfadada contigo, Nick. Yo... lo intento, pero... me es imposible —admitió Miley con un suspiro.
—Entonces, ¿querrías cenar conmigo mañana por la noche... solo cenar?
—Nick, no creo que sea una buena idea...
—Escucha, Miley, hace cinco años no podría haber imaginado que pudiera surgir entre nosotros lo que ha surgido, pero sencillamente ha sucedido, y no podemos dar marcha atrás en el tiempo y hacer que nuestra relación sea como era antes. Yo... sé que tú no puedes comprender que no quiera un compromiso, pero tampoco soportaría la idea de perderte sin remedio. Debe haber algún modo para que no tenga que ser así. Odio pasar por tu dormitorio sabiendo que ya no estás en él; odio ver la televisión yo solo; odio sentarme solo a la mesa cuando Kevin está en alguna cena de negocios; y odio la nave porque ahora hay otra mujer en tu escritorio... —hubo un largo silencio—.Ven a cenar conmigo mañana, Miley. Por favor.
La joven suspiró indecisa.
—No debería, Nick...
—Pero vendrás, ¿verdad?
—De acuerdo, iré —se rindió Miley riéndose.
— ¿Te parece bien que pase a recogerte a las cinco? Quiero llevarte a un restaurante de Houston.
—Nick...
— ¿Qué? Solo cenar y bailar, lo prometo... Si es lo que quieres.
Miley se quedó dudando un momento.
—Está bien. Mañana a las cinco.
Miley se pasó toda la mañana del sábado de compras, buscando algo bonito para su cita con Nick. Finalmente compró un conjunto de falda roja de seda con dibujos, y un suéter a juego. Resaltaba su cabello y le daba un aire sofisticado. Después, de vuelta en la casa de huéspedes, estuvo casi una hora probando distintos peinados, para al final dejárselo sencillamente suelto.
A las cuatro y media ya estaba lista. Trató de entretenerse leyendo un libro, pero aquellos treinta minutos de espera se le antojaron la más lenta agonía que había conocido. Sin embargo, de la media hora no tuvo que esperar más que veinte minutos, ya que Nick apareció a las cinco menos diez. Según parecía, él también estaba impaciente por verla de nuevo.
Llevaba un traje gris oscuro, y botas y sombrero texano gris perla. Estaba tan guapo que Miley sintió que estaba viviendo un sueño.
— ¿No me habrás invitado a cenar por lástima, verdad? —le dijo insegura.
—Por supuesto que no —replicó él con una sonrisa de reproche—. ¿Estás nerviosa?
—La verdad es que sí.
—Yo también.
La joven lo miró sorprendida, y él se rio ligeramente.
—Lo sé, sé que suena increíble, pero es verdad.
Nick la llevó a un restaurante muy exclusivo, de música suave, interpretada por una pequeña orquesta. A medida que la velada avanzaba, Miley se sentía cada vez más azorada por la intensa mirada de Nick, y un cosquilleo parecía estar apoderándose de todo su cuerpo.
No era la única afectada por la magia del momento. El corazón de Nick parecía estar bailando un tango, y se notaba nervioso y un poco inseguro, como en su primera cita, pero le gustaba esa sensación.
Mientras tomaban el postre, sin embargo, no pudo soportar más el no tenerla cerca de sí.
—Vamos a bailar —dijo de improviso.
El tenedor de Miley se quedó a unos centímetros de la porción de tarta de manzana que estaba tomando, y alzó la vista tímidamente hacia él, pero Nick ya se había puesto de pie y le estaba tendiendo la mano.
La condujo a la pista de baile, donde unas pocas parejas se movían al compás de los suaves acordes de la orquesta, y le rodeó la cintura, atrayéndola hacia sí.
— ¿Te has dado cuenta de lo bien que encajan nuestros cuerpos? —Murmuró en su oído—, como si fuéramos dos piezas de un mismo puzle —la apretó más contra él—. Me encanta sentirte tan cerca...
Miley cerró los ojos y trató de dejarse envolver por la música, pero pronto la fricción de sus cuerpos comenzó a enloquecerla, y a juzgar por el modo que estaba reaccionando cierta parte de la anatomía de Nick, y por la apenas perceptible tensión de sus músculos, él debía estar también bastante excitado.
—Dios, Miley... —gimió contra su cuello—. Vayamos a mi apartamento, salgamos de aquí... Dime que sí, por favor.
Los ojos de la joven buscaron los de él. Ansiaba más que nada yacer con él y dejar que le hiciera el amor. Sí, ella también quería que la llevara a algún lugar donde pudieran estar a solas, pero aun así se sentía tan inexperta, tan ingenua...
—Nick, yo... No sé cómo... Nunca he...
Él se inclinó sobre ella para hacerla callar con un suave pero firme beso.
— ¿Estás asustada?
—Sí.
Nick rozó su nariz con la de ella.
—Pero aun así quieres entregarte a mí.
—Sí —la respuesta fue involuntaria, abandonó sus labios antes de que pudiera evitarlo.
— ¿Y después me odiarías el resto de tu vida?
—No, eso jamás —contestó ella temblorosa.
— ¿Tanto me amas? —inquirió Nick conmovido.
Azorada, la joven bajó la vista, pero él la tomó de la barbilla para que lo mirara a la cara.
— ¿Tanto me amas? —susurró de nuevo.
Miley cerró los ojos, incapaz de negarlo.
— ¡Sí! —admitió sin aliento.
La mano de Nick subió hasta la nuca de la joven y la atrajo hacia sí para depositar un tierno beso en su frente.
—Eres maravillosa —le dijo con voz ronca por la emoción. Miley apenas podía escucharlo ya, con el corazón golpeando salvajemente contra su caja torácica—. No te haré ningún daño. Ven conmigo.
Miley dejó que la sacara de la pista como sonámbula. Nunca antes se había sentido tan vulnerable. Lo único que podía hacer era seguirlo, con las mejillas encendidas, embriagada de deseo.
Dios!, amo tu novela!!, soy tu nueva lectora, en serio, reí y lloré demasiado leyendo las anteriores!, eres muy buena!, por fis, síguela!
ResponderEliminarjejejeje
ResponderEliminarme encantooooo