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lunes, 18 de octubre de 2010

Novela Niley " Nicholas " Cap 8



Miley gimió al sentir la luz del sol en sus ojos. Tenía un dolor de cabeza espantoso y el estómago revuelto. Se puso de pie tambaleándose ligeramente y fue al cuarto de baño. Recordaba haber estado bebiendo whisky con Kevin y que Nick la había llevado a la cama, y...
¡Había dejado que Nick la viera otra vez medio desnuda! Peor, ¡que la tocara!
Tragó saliva tratando de tranquilizarse. Bueno, al menos él había parado antes de que llegaran al final, gracias a Dios. A medida que fue recordando más detalles, se fue sintiendo más y más avergonzada. No sería capaz de volver a mirarlo a la cara... Al menos aquel dulce recuerdo de él le duraría hasta su vejez. Nick le había dicho que no quería casarse. No, seguiría persiguiendo rubias toda su vida, pero ese recuerdo no se lo podría quitar.
Se puso unos pantalones grises y una blusa azul, se dejó el cabello suelto porque con la resaca ni siquiera tenía ganas de recogerlo, se puso unas gafas de sol y bajó a la cocina.
Kevin estaba sentado en la mesa con las manos sujetándose la cabeza y, cuando la levantó, a la joven le pareció que tenía incluso peor aspecto que ella.
—Buena idea —apuntó al verla con las gafas de sol—. Yo también me pondría las mías, pero se me quedaron ayer en la guantera del coche de Nick y se ha ido.
— ¿Ya se ha marchado'? ¿Y cómo vamos a ir al trabajo? —le preguntó a Kevin—. En nuestro estado no deberíamos conducir.
—Nick no se ha ido a la nave, se ha ido a Montana a ver a unos accionistas... o eso es lo que dice la nota que me ha dejado —dijo tendiéndosela.
Mientras Miley la leía, Kevin encendió un cigarrillo.
—Estoy hecho polvo. Lo único que me ha hecho levantarme esta mañana era la idea de darle una buena paliza y resulta que se ha ido.
—Qué desconsiderado, Kevin... —murmuró Miley sirviéndose una taza de café—. Yo también tengo derecho a darle un puñetazo o dos. _
—Oh, yo lo sujetaría mientras tú lo golpeabas — dijo él tomando su tasa.
Miley se quedó un rato callada, mientras removía su café pensativa.
—Todo esto es culpa de Nick —dijo.
—Sí, bueno, es bastante raro... No dio muestras de querer bailar hasta que os vio a Joe y a ti —apuntó Kevin con toda la intención, mirándola fijamente.
La joven se removió incómoda en la silla.
—Pues te puedo asegurar que no está interesado en mí —respondió dolida—. Al menos no de un modo permanente. Anoche me dijo que no estaba hecho para el matrimonio, que necesita variedad en su vida, imagínate...
—Para la mayoría de los hombres es así... hasta que encuentran a una mujer que les hace perder el sentido hasta tal punto que no miran a ninguna otra — murmuró Kevin casi para sí.
—¿Es esa la razón por la que estás siempre solo? —le preguntó Miley suavemente—. ¿Porque tu mundo empieza y termina con Danielle?
Kevin le lanzó una mirada de advertencia para que no siguiera por ese camino.
—Lo siento —se disculpó ella llevándose la taza a los labios—. Es solo que ahora sé lo que debes sentir... porque yo siento lo mismo por el ciego idiota de tu hermano.
La ira se disipó del rostro de Kevin y fue reemplazada por una sonrisa afectuosa.
—Podría fingir que me sorprende, pero lo cierto es que no. Siempre se te ha notado demasiado. Y, por otra parte, me atrevería a jurar que Nick siente lo mismo por ti. Después de todo es la primera vez que lo veo celoso.
—Yo... me temo que no sé demasiado acerca de los hombres —dijo ella con un suspiro—. Lo único que sé es que me gustaría pasar a su lado el resto de mi vida, y tener hijos con él, y cuidarlo cuando esté enfermo, y hacerle compañía cuando se sienta solo... Pero según él, nunca podrá sentir lo mismo por mí — añadió mordiéndose el labio inferior—. Y, siendo así, he pensado... he pensado que lo mejor será que me marche de casa antes de que ocurra algo y Nick se vea obligado a cargar conmigo —alzó los ojos hacia Kevin—. Lo comprendes, ¿verdad?
Kevin asintió.
—Es una decisión muy valiente, Miley. Si le importas lo suficiente estoy seguro de que irá tras de ti. Y si no... Bueno, al menos os habrás ahorrado a los dos mucho dolor —le dijo encogiéndose de hombros—. Pero de todos modos te echaré mucho de menos.
—Gracias, Kevin. Vendré a menudo de visita —se sentía algo mejor—. Espero que aún me dejéis celebrar aquí mi fiesta de cumpleaños.
—Por supuesto.
—Es que tal vez no te parezca bien mi lista de invitados —murmuró Miley quitándose las gafas de sol. Kevin dejó escapar un profundo suspiro.
—No me lo digas... Joe Deleasa está en ella, ¿verdad?
—Y Danielle —añadió Miley contrayendo el rostro—. Compréndelo, no puedo invitarlo a él y a ella no. Estaría feo.
—Sí, pero además Nick...
—Tenemos que dejar de preocuparnos de lo que Nick píense o pueda pensar, Kevin —le dijo la joven alzando la barbilla—. Si no te gusta que Nick mariposee en torno a Danielle, deberías hacer algo al respecto, ¿no crees?
Kevin no respondió a eso, pero Miley estaba segura, por su expresión pensativa, de que el consejo había calado en él. De pronto él se puso de pie.
—Bueno, tenemos que intentar ir al trabajo.
— ¿Lo echamos a suertes para ver quien conduce? Kevin se rio.
—No, déjalo, conduciré yo. Tengo más experiencia que tú en esto de las resacas.
Se marcharon pues a la nave y, al final de la jornada, Miley llamó a la señora Giménez para preguntarle si podría mudarse a finales de semana. La mujer le prometió que tendría lista su habitación.
Al llegar a casa esa noche, comenzó a empacar sus cosas con el corazón triste. Era duro tener que decirle adiós al que había sido su hogar durante los últimos cinco años y medio. Y lo peor de todo era el pensar que, seguramente, cuando se hubiese marchado, apenas si vería a Nick, porque también había decidido que iba a dejar el trabajo en la nave. Todavía no se lo había mencionado a Kevin, pero la idea de tener que ver a Nick cada día sabiendo que no podría corresponderla jamás se le antojaba insoportable.
El viernes, Kevin y dos de los peones de la nave la ayudaron a trasladar sus cosas a la casa de huéspedes. Al día siguiente le entregó a Kevin la nota de preaviso para dejar el trabajo y, aunque seguramente le resultaba duro, pareció comprenderlo, y no le dijo nada al respecto, sino que se limitó a sonreír.
Con Nick, en cambio, fue distinto. Regresó inesperadamente a mediados de la semana siguiente, y se puso furioso al enterarse.
Miley se lo encontró tras volver de los aseos a su mesa para recoger el bolso y marcharse. Los demás se habían ido ya.
—Te has ido de casa —le dijo sin más preámbulos.
—Sí —asintió ella con voz ronca.
—Y vas a dejar el trabajo.
Miley inspiró profundamente y dio un paso hacia él. Nick olía a colonia y sin querer sus ojos se vieron atraídos por los labios de él, recordando los besos que habían compartido.
—George Brady y su padre van a contratarme como secretaria en su agencia de seguros. Estoy acostumbrada al papeleo, así que no creo que me sea difícil adaptarme.
—Pero, ¿por qué? —exigió saber él.
Miley se humedeció los labios con la lengua y lo miró dolida. ¿Cómo podía preguntarle eso?
—Ven aquí —murmuro Nick tomándola por el brazo.
El tacto de sus dedos a través de la fina tela de la blusa que llevaba hizo a la joven estremecerse.
—Tú sabes por qué no puedo seguir viviendo en casa y por qué no puedo seguir trabajando aquí —susurró—. Tengo miedo de lo que podría ocurrir si me quedara.
Resultaba embarazoso hablar de ello con él, pero necesitaba que Nick supiera cómo se sentía.
—Supongo que me considerarás prejuiciosa, pero si tú... Yo... lo siento, Nick, soy demasiado vulnerable —admitió mordiéndose el labio inferior.
— ¿Acaso crees que no me he dado cuenta de eso? —murmuró él—. ¿Por qué crees que me marché estos días?
Miley rehuyó su mirada.
—Solo estoy tratando de evitarte complicaciones —le dijo con aspereza—. Es mejor que no estemos cerca el uno del otro.
— ¿Es eso lo que quieres? Miley se irguió.
—Joe me ha invitado a cenar el viernes —le dijo de pronto. Tal vez así, demostrándole que no iba a andar suspirando por él, aceptaría su decisión—. Ha conseguido un trabajo, ¿sabes? El viejo Regan lo ha contratado como capataz en su rancho. Dentro de poco habrá afianzado su posición económica y podrá asumir otras responsabilidades.
Nick tenía una sensación opresiva en el pecho, como si le hubieran disparado justo al corazón. ¿Quería decir lo que él creía que quería decir? ¿No estaría pensando en casarse con Joe?
—Pero si no lo amas.
—Eso no tiene nada que ver —repuso Miley mirándolo con dureza—. El amor no significa nada. Es solo una emoción que hace que la gente cierre los ojos a la realidad.
— ¡Miley! —exclamó él espantado—. ¡Tú no puedes pensar eso de verdad!
—Mira quién fue a hablar —replicó ella—. Tú prefieres sacrificar la posibilidad de algo sólido y duradero por pasar un buen rato con la rubia de turno.
Nick guardó silencio un buen rato antes de volver a hablar.
—Tal vez fuera así hace unos años, pero me he dado cuenta de que el sexo, si no hay nada más, es algo bastante insípido. Todas esas mujeres con las que he salido hasta ahora no hicieron otra cosa que hacer un trueque conmigo: su cuerpo por lo que yo podía darles —confesó riéndose amargamente—. ¿Crees que me agrada pensar que el único motivo por el que están conmigo es porque a cambio de unos besos o una noche esperan que les regale un coche, o alguna joya cara? ¿Cómo te sentirías tú si nunca pudieras estar segura de si lo que querían era a ti o tu billetera?
Miley jamás lo había escuchado hablar así, ni había visto antes ese cinismo en su sonrisa ni en sus ojos. —Pero tú eres atractivo —le contestó. Él se encogió de hombros.
—Muchos hombres además de mí lo son. Pero yo, además, tengo dinero, y el dinero es más atractivo para las mujeres.
—Para «ciertas» mujeres —puntualizó Miley—. Para las mujeres que, como tú, no quieren ataduras ni implicarse emocionalmente, para las mujeres mercenarias que se alejarían de ti si un día lo perdieras todo, o si te pusieras enfermo, o cuando envejezcas —sonrió levemente—. Pero supongo que eso es lo que quieres, poder ser independiente y disfrutar mientras puedas.
Nick frunció el ceño, como contrariado.
—Es verdad que no me gustan las ataduras, y que la idea del matrimonio me resulta odiosa, pero te has convertido en una especie de adicción para mí, y no sé qué hacer...
—No voy a convertirme en tu amante, Nick — le dijo. Aún le quedaba dignidad, no iba a rebajarse a eso—. Y no porque no te desee, porque para mí no tenerte cerca es como si me faltara el aire.
—Sé lo que sientes por mí, Miley —murmuró él acariciándole el cabello—. Empecé a sospecharlo aquella noche en ese local al que fuiste con Selena, cuando susurraste que ojalá fueras rubia... Pero fue la noche del baile cuando realmente comprendí... No tienes por qué negarlo —le dijo al ver cómo se ruborizaba—. No hay razón para que lo hagas. No voy a burlarme de ti ni a ponerte en ridículo, pero también quiero que comprendas cómo me siento yo. Soy doce años mayor que tú, un tipo solitario, y no soy ningún monje. Además, soy tu tutor legal y, a ese respecto, si tuviera un mínimo de sentido común te dejaría marchar, porque eres una complicación que no quiero ni necesito...
—Vaya, muchas gracias —le espetó ella.
— ¡No, escúchame! Eso es lo que me dice mi cerebro, pero no lo que me dice mi cuerpo.
Y, sin decir una palabra más, la atrajo hacia sí para tomar sus labios. Fue un beso lento y cálido. La apretó aún más contra él, las manos en sus caderas, para que pudiera sentir cuánto la deseaba.
—Eres tan dulce... —murmuró al despegar su boca de la de ella—. Sueño con tus besos, con tu cuerpo, con el tacto de tu piel... Te deseo más de lo que he deseado a ninguna otra mujer en toda mi vida.
—Eso no es más que sexo —le espetó ella.
—Es lo único que te puedo ofrecer —le dijo besándola en los párpados—. ¿Lo comprendes ahora, Miley? Yo nunca he amado a nadie, nunca he querido esa clase de relación. Es lo único que puedo darte.
Miley tragó saliva. ¡Qué relación tan triste y vacía sería aquella! Ella lo amaba con todo su corazón y a cambio lo único que él tenía que ofrecer era su cuerpo...
Nick vio espantado que los ojos de la joven se llenaban de lágrimas.
—Oh, Dios, no, Miley... —le rogó secándole con los pulgares las primeras que rodaron por las mejillas.
—Déjame marcharme, por favor —suplicó ella empujando las manos contra su ancho torso.
—Quieres algo que no puedo darte.
—Ahora ya lo sé —susurró ella. Tuvo que morderse el labio inferior para detener su temblor—. Supongo que el único problema es que nunca podría llegar a convertirme en una rubia mercenaria, ni aunque me tiñera el pelo... —le dijo tratando de reírse de sí misma para no llorar. Sintió que Nick se ponía tenso, y lo miró a los ojos con toda la pasión que ardía en ella y no podía ocultarle—. Yo te habría amado... Te habría amado tanto...
—Miley... —gimió él frustrado. Volvió a tomar sus labios, esa vez con más ardor.
Sin embargo, los besos de alguien que le decía que no podía corresponder a sus sentimientos eran como una burla cruel para la joven. Quería gritar. Apartó violentamente su boca de la de él y hundió el rostro en la chaqueta de Nick agarrando la tela temblorosa.
—Soy joven —dijo al cabo de un minuto eterno—, me olvidaré de ti.
— ¿Podrías llegar a olvidarme?
De pronto la voz de Nick sonaba extraña, y la joven escuchó los agitados latidos de su corazón.
—Tendré que hacerlo —sollozó—. Ya habéis hecho bastante, Kevin y tú, cuidando de mí todos estos años. No puedo esperar nada más de vosotros... de ti. Esto nunca debió ocurrir. Ha sido solo un enamoramiento de adolescente, y la curiosidad... Eso es todo. Yo no pretendía...
—Basta, Miley —le rogó él. La abrazó fuertemente, acunándola—. Por favor, basta... ¿Acaso estoy riéndome de ti? ¿Me he burlado de tus sentimientos o he tratado de ridiculizarte? Sé que no debí decirte lo que te dije aquel día sobre cómo me mirabas. Pero es que te deseaba tanto que me dije que si no te decía algo para que salieras del coche iba a cometer una locura —se rio amargamente—. Y de poco me sirvió, terminé entrando en tu cuarto y asustándote con mi brusquedad.
—Yo entonces no sabía lo que era la intimidad... ni la pasión —confesó la joven quedamente.
—¿Y ya no te asusto? —dijo él escudriñando su rostro.
—No, ya nada me asusta de ti, ni me azora. Yo... —fue incapaz de seguir, y bajó la mirada.
Pero Nick le alzó la barbilla.
—Dilo, Miley, termina la frase, quiero oírlo.
Ella debió negar sus sentimientos, o salir huyendo de allí, pero las palabras se escaparon de sus labios.
—Te quiero —susurró en un tono de voz angustiado.
Nick la miró amorosamente y la besó con suavidad.
—Eres muy especial para mí, Miley, eres parte de mi vida y quisiera poder darte lo que quieres, quisiera poder decirte yo esas mismas palabras y ofrecerte un futuro en común, pero... no puedo. El matrimonio es un compromiso de dos personas, y yo no sé amar. Nuestra madre murió al nacer yo, y fue nuestro padre quien nos crió a Kevin y a mí. Nunca tuvimos una mano femenina que nos guiara por ese difícil camino. De hecho, antes de conocer a tu madre, nuestro padre pasaba de una mujer a otra. Nunca he sabido lo que es el compromiso. Lo único que sé acerca del amor es que no dura para siempre. Mira a Kevin, fíjate en lo que le ocurrió.
—Al menos él lo intentó —repuso la joven—. Y no es cierto que no dure. ¿O es que no te fijaste en cómo se miraban a los ojos Kevin y Danielle mientras bailaban?
— ¿Es esa tu idea de una relación perfecta? —le preguntó él con una carcajada sarcástica—. ¿El principio de un amor seguido de años de odio mutuo?
— ¿Y cuál es tu ideal de perfección, Nick? — replicó ella—. ¿Una sucesión de aventuras de una noche y una vejez solitaria al final del camino sin familia, sin nadie que te quiera, sin nada que dejar atrás al morir?
—Al menos no moriré con el corazón partido.
—Tú no tienes corazón —masculló ella furiosa.
— ¿Y serías capaz de casarte con Joe, con un hombre por el que no sientes nada? —inquirió, devorado por los celos.
—Joe es un hombre capaz, serio y responsable... y no le da miedo el matrimonio —le dijo Miley entornando los ojos—. Será un buen marido.
—No permitiré que te cases con él.
—No podrás impedírmelo, soy mayor de edad. Además, tampoco entiendo por qué querrías hacerlo. Solo te intereso por el sexo, y yo necesito a alguien que me quiera.
Nick la miró a los ojos incómodos.
—Tal vez se pueda enseñar a amar... Tal vez tú podrías enseñarme.
Miley sentía que estaba flotando. ¿Había dicho lo que le parecía que había dicho?
—Pero solo tengo veinte años —le recordó—, y tú eres mi tutor, y no quieres compromisos y...
Nick la silenció besándola de nuevo, con pasión, y la joven le pasó los brazos por el cuello, entregándose a él con toda la generosidad de su amor.
El beso terminó varios minutos después. Nick, agitado por la creciente excitación que lo invadía, descansó la cabeza contra el cuello de Miley, tratando de recobrar el aliento. La joven, que apenas podía respirar tampoco, le peinó el cabello con los dedos, y lo besó en la mejilla, en la frente y los párpados cerrados para ayudarlo a recobrar el control sobre sí.
—Eso ha sido maravilloso, tan dulce... —murmuró Nick tomando el rostro de Miley entre sus grandes manos—. ¿Ha estado Selena dándote ideas, o se te ocurrió a ti sola?
—Lo leí en un libro —confesó Miley bajando el rostro encendido.
—Leer acerca de algo es muy distinto a hacerlo, ¿verdad? —le preguntó él divertido.
—Sí —asintió ella quedamente acariciando uno de los botones de su camisa. Le encantaba el olor de su colonia, la calidez de su cuerpo y su cercanía.
—Nunca antes le he hecho el amor a una chica virgen —susurró Nick. Le besó la frente con ternura.
Miley notó que las mejillas le ardían al imaginarse de un modo muy vívido en su mente el enorme cuerpo de Nick, desnudo, cubriendo el suyo...
— ¿Siempre duele la primera vez? —le preguntó con timidez.
—No tiene por qué —murmuró él—, no si el hombre logra excitar a la mujer lo suficiente.
El corazón de la joven parecía haberse desbocado.
— ¿Y c-cómo... harías eso...?
Nick sonrió con picardía y la besó en la punta de la nariz.
—Sal conmigo y te lo mostraré.
— ¿Me estás pidiendo una cita? —susurró ella incrédula.
—Um Hm —asintió Nick frotando su mejilla contra la de ella—. Mañana por la noche... Te llevaré a Houston. Así borraremos ese mal recuerdo de la última vez que estuviste allí. Iremos a bailar, y daremos un paseo —le rozó la oreja con los labios—. Tengo un apartamento allí, ¿recuerdas?
Miley cerró los ojos tratando de bloquear el deseo.
—No pienso ir a tu apartamento.
—Vamos, Miley, no estamos en el siglo diecinueve. Allí podríamos estar a solas... y hacer el amor.
La joven lo apartó de ella. Si la amara, las cosas podrían ser de otro modo, pero no la amaba. Únicamente la deseaba de un modo físico. Y, después de esa primera vez, pasaría a engrosar la lista de sus conquistas, un juguete usado.
—No pienso ir a Houston contigo, no quiero que me trates como a una de tus rubias —le espetó furiosa. Solo entonces se dio cuenta Nick de cómo debía haber soñado su propuesta. Seguramente le habría parecido que para él sería una noche más como las que había pasado con esas otras mujeres. Él quería hacerle el amor en el sentido más estricto de la palabra, no había querido decir...
— ¡Miley, no era eso lo que pretendía decir! Yo... Pero la joven salía ya por la puerta y corrió sin detenerse por el aparcamiento hasta su coche. Nick no solo no la amaba, sino que ni siquiera la respetaba.


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