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miércoles, 20 de octubre de 2010

Novela Niley " Nicholas " Cap 10





El apartamento de Nick era un ático con ascensor privado, y una vista impresionante de Houston. Estaba amueblado en tonos canela y castaños, y decorado con estatuillas y tapices africanos, pinturas del oeste y alfombras indias. El efecto general, aunque masculino, era acogedor.
— ¿Te gusta? —inquirió Nick.
—Muchísimo —asintió ella sonriendo—. Me encanta la vista que tienes desde aquí.
—Sí, no está mal. Detesto los hoteles, y como tengo que venir muchas veces aquí por negocios, se me ocurrió buscar un apartamento.
Miley lo escuchó acercarse por detrás. Se detuvo a unos centímetros de ella. Aún a esa distancia podía sentir su calor, y el pulso se le disparó cuando las grandes manos de Nick le rodearon la cintura, tirando hacia atrás para apretarla contra su cuerpo.
Nick inspiró el olor dulce del champú de Miley, y la acunó suavemente mientras observaban la ciudad a sus pies. Inclinó la cabeza y le rozó el cuello con los labios a través del sedoso cabello.
—Te he echado tanto de menos... —murmuró—. Me tienes embrujado.
—Pronto te acostumbrarás a que no esté en casa —le dijo ella con tristeza—. Después de todo, Kevin y tú vivían sin mí hasta hace cinco años y medio...
—La vida está llena de cambios. Recuerdo que cuando te viniste a vivir con nosotros, de pronto la casa se llenó con tus risas, tus carreras escaleras arriba y abajo, la música a todo volumen en tu dormitorio, tus amigas adolescentes entrando y saliendo, chicos impertinentes queriendo llevarte al cine o a bailar...
Miley se rio ligeramente.
—La verdad es que, a pesar de lo mucho que me he quejado, habéis sido realmente tolerantes conmigo. Puse vuestra vida patas arriba.
Nick se quedó callado. Al recordar ese pasado, no tan lejano, recordó también a sus muchas amantes, sus flirteos, y se sintió mal al pensar que había deseado a otras mujeres cuando había tenido a su lado a la más maravillosa.
—En la oscuridad, una mujer no es más que un cuerpo, Miley —le dijo quedamente—. Nunca le he entregado mi corazón a ninguna de las mujeres con las que he salido.
—Yo pensaba que no tenías corazón —repuso ella en un tono extraño.
Nick la hizo girarse, tomó su mano y la puso sobre su torso.
—Claro que tengo, ¿acaso no lo sientes latir? — susurró.
Bajó la vista a la mano de la joven, sintiendo que se excitaba ante el leve contacto, y la movió hacia uno de los pezones para que ella lo notara también. Miley abrió mucho los ojos, sorprendida.
—Creía que eso solo le sucedía a las mujeres — murmuró. Nick se rio suavemente.
—Desabróchame la camisa. Voy a enseñarte cómo tienes que tocarme.
Nerviosa, pero llena de curiosidad, desabrochó uno por uno los botones, sacó la camisa de la cinturilla del pantalón y la abrió, dejando al descubierto el bronceado y vasto tórax cubierto de vello. Nick sonrió al ver cómo se sonrojaba.
—Dame tus manos... Así —le explicó haciendo que lo acariciara en largas y sensuales pasadas. Las llevó hacia abajo, pero cuando alcanzaron las caderas, Miley se detuvo. El la miró a los ojos, intuyendo su nerviosismo—. Un hombre necesita algo más que unos pocos besos, Miley.
La joven se sonrojó con más intensidad, y de pronto Nick la tomó en volandas y la llevó hasta el final del pasillo, para entrar con ella en el dormitorio, donde había una enorme cama de matrimonio.
—Nick, no... —susurró ella asustada.
—Tranquila, ni siquiera voy a desvestirte —la calmó él rozando sus labios—. Solo vamos a acariciarnos y besarnos un poco, y luego te llevaré a casa. Te lo prometo.
Nick la tendió en la cama y se colocó junto a ella, tan cerca, que la joven podía notar lo excitado que estaba.
—Pero tú me deseas... —replicó ella.
—Claro que te deseo —respondió él sonriendo y acariciándole el cabello—. Pero no pasará nada si tú no me haces perder el control.
— ¿Cómo podría yo hacer eso? —inquirió ella alzando el rostro amorosamente hacia el de él.
—Haciendo algo que yo no te indique —murmuró él—. No me acaricies, ni me beses, ni te frotes contra mí a menos que yo te diga cómo, ¿de acuerdo? —y comenzó a besarla suavemente en los labios—. Eso es, relájate.
Nick le estaba haciendo las cosas más sensuales a su boca. Era increíble cómo lograba excitarla con tan poco esfuerzo. La respiración de Miley ya se había tornado entrecortada, y sintió que su cuerpo se tensaba al empezar a extenderse a cada nervio esa sensación de placer.
Nick la hizo rodar con él hasta que él quedó debajo y ella encima. Escudriñó su rostro en la penumbra con ojos brillantes.
—Eso está mejor —murmuró—. ¿Te sientes menos amenazada así, encima de mí?
Miley se sonrojó de nuevo, haciéndole reír otra vez. Comenzó a besarla de nuevo, y de pronto, antes de que ella se diera cuenta de lo que ocurría, Nick le alzó las caderas para colocarla a horcajadas sobre las de él. Cuando la notó tensarse, le susurró:
—No pasa nada. Túmbate otra vez sobre mí y siénteme.
Miley hizo lo que le decía, pero no podía evitar sentirse temblorosa.
—Estás... estás ya muy excitado, Nick...
—Pues voy a excitarte a ti del mismo modo.
Volvió a hacerla rodar sobre la cama para colocar se encima de ella, e introdujo una de sus fuertes piernas entre las de ella. Miley se puso rígida al notar el peso de su masculino cuerpo aplastarla contra el colchón. Resultaba raro estar tan pegados, y las sensaciones que le provocaba la asustaban un poco.
—No voy a hacerte ningún daño —le dijo Nick intuyendo su miedo, y acariciándole de nuevo el cabello—. Quédate muy quieta, Miley. Voy a enseñarte lo que es la pasión.
—Pero si ya sé lo que... ¡oh!
La joven apretó los dientes y hundió las uñas en la tela de la chaqueta de Nick, al sentir cómo se frotaba contra ella. El sentirlo de un modo tan íntimo la hizo ponerse roja como una amapola, y un gemido ahogado escapó de su garganta.
Nick cubrió los labios de Miley con los suyos, y comenzó un incitante juego, introduciéndole la lengua, enredándola con la de ella y explorando cada rincón de su boca. Poco a poco, Miley se fue atreviendo a intervenir también mordiéndole suavemente el labio inferior y respondiendo con su lengua hasta que la excitación empezó a hacerla estremecer. Nick se incorporó un poco y volvió a hacerla rodar otra vez sobre el colchón, abrazándola tiernamente.
—Está bien —le susurró—. Te haré soportable esta tortura.
Le quitó la chaqueta y el suéter, deslizó una mano por detrás de la espalda de Miley para soltar el enganche del sostén, y lo apartó también. La reacción natural de la joven fue la de taparse con las manos, pero Nick las tomó en las suyas y empezó a hacerle cosas tan dulces y adictivas a sus senos, que pronto se olvidó de su inhibición. Se arqueó hacia él, dejándose llevar por su ardor. Parecía que Nick sabía exactamente lo que tenía que hacer para volverla loca, y poco a poco fue como si su cuerpo se estuviese derritiendo. Nick se incorporó un instante para sacarse la camisa y la chaqueta, y volvió a colocarse sobre ella, los ojos brillantes de deseo mientras la acariciaba.
— ¿No te parece que esto es maravilloso, Miley? —murmuró frotando su torso contra los senos de ella—. Piel contra piel... Tu pecho contra el mío... Nuestros labios buscándose en la oscuridad... Bésame, cariño, abre la boca y bésame hasta que no puedas soportar el deseo...
La joven hizo lo que le decía, y rodaron sobre el colchón ignorando el quejido de sus muebles.
—Dios, no estoy seguro de poder parar... —murmuró Nick de pronto con voz ronca.
—Pero yo no quiero que pares —gimió Miley—. Oh, Nick, por favor, por favor, por favor...
La boca de Nick fue descendiendo con húmedos besos hasta engullir ansiosa uno de los senos de la joven. Su mano se movió hacia el cierre de la falda, lo abrió, e introdujo los dedos para acariciarle el vientre.
—Nick... ¿y qué hay del riesgo de...?
— ¿Un embarazo? —adivinó él frotando la mejilla contra los senos de la joven. Dejó que sus manos se deslizaran hasta sus caderas y tomó posesión de ellas, alzándolas—. Por primera vez en mi vida, no me preocupan las consecuencias...
Miley no estaba segura de haber escuchado bien lo que había dicho. Su mente estaba aturdida por el creciente deseo. Se arqueó hacia él de un modo intuitivo. Lo deseaba, lo necesitaba. Se sentía salvaje. Quería que la poseyera, quería unirse a él, ser parte de aquel cuerpo musculoso. Alzó los brazos para enredar los dedos en su cabello chino, y sacudió sus caderas sensualmente contra las de él.
— ¡Miley...! —gimió de pronto Nick, estremeciéndose.
La besó y empezó a quitarle la falda. Iba a suceder, allí, en ese mismo momento, iba a conocerlo del modo más íntimo posible... Sin embargo, en medio de sus enfebrecidos ruegos de que no se detuviera, sonó el timbre de la puerta.
—Oh, Dios mío —murmuró él deteniéndose, y con la voz entrecortada por las emociones que lo sacudían.
—No vayas a abrir —le pidió ella desesperada.
Pero el timbre seguía sonando insistente, y finalmente Nick se apartó de ella de mala gana, bajó de la cama, encendió la luz y se giró para mirarla antes de salir de la habitación. Los senos de Miley, tirantes por la excitación, eran sedosos y bien formados, y a través de la falda entreabierta asomaban unos muslos preciosos.
—Dios, me quedaría horas mirándote —murmuró Nick con voz ronca—. Nunca había visto a una mujer tan perfecta como tú.
La joven se sonrojó, entre pudorosa y halagada.
—Ahora me perteneces —le dijo Nick. Había en sus ojos una mirada hambrienta y posesiva—. No habría parado si no... A partir de esta noche no habrá nadie más para mí. No tocaré a otra mujer.
Y con esa vehemente afirmación, salió del dormitorio. Miley quería pellizcarse para asegurarse de que no estaba soñando. Se levantó y volvió a ponerse el sostén y el suéter, temblando por la emoción. Quería llorar y reír al mismo tiempo, gritar y bailar.
Entonces escuchó la voz de Nick. Estaba hablando con alguien, y su tono era seco, casi enfadado. Miley frunció el entrecejo y salió al pasillo con los labios hinchados por los apasionados besos, el cabello revuelto y la falda de seda arrugada. Al llegar a la puerta del salón reconoció al instante a la mujer que estaba allí de pie con Nick. Era la rubia con la que lo había visto en el restaurante aquella noche que Kevin la había llevado a cenar con los Trevor.
—Así que ella es la razón por la que no has tenido tiempo para mí en estos días —masculló la modelo en cuanto vio a Miley—. ¡Por Dios, si es casi una chiquilla!
—Miley, vuelve al dormitorio —le ordenó Nick.
—Sí, Miley, ve y escóndete —le dijo la rubia en un tono venenoso. Sin embargo, había lágrimas en sus grandes ojos.
Miley fue despacio al lado de Nick y entrelazó su mano con la de él.
—Lo amo con todo mi corazón —le dijo a la mujer—. Imagino que probablemente tú también, y lo siento, pero preferiría morir antes que perderlo.
La rubia se quedó mirándola un momento antes de girarse hacia Nick.
—Te merecerías que ella te odiara, por todos los corazones que has roto —balbució sin poder contener ya el llanto. El labio inferior le temblaba—, pero eso no sucederá, porque las mujeres somos tan estúpidas que somos incapaces de dejar de amar, incluso a un hombre como tú, con un corazón de piedra —se volvió hacia Miley—. No lo tendrás nunca —le espetó riéndose amargamente—. Lo único que puede ofrecerte es su cuerpo, y pronto se cansará de ti y saldrá en busca de una nueva conquista. Entérate ya de que los hombres como él no quieren atarse, cariño, así que si eres de las que esperan un final feliz, yo que tú saldría corriendo —le lanzó a Nick una mirada de odio y se marchó.
Nick cerró la puerta despacio y se volvió hacia Miley.
—Siento que hayas tenido que oír eso —murmuró.
—Yo también —asintió ella buscando sus ojos, preguntándose si la otra mujer había dicho la verdad. De ser así, tal vez debería alejarse de él, pero, ¿cómo hacerlo, amándolo como lo amaba?
Nick entornó los ojos al ver la indecisión y el temor en los de ella.
—No confías en mí, ¿verdad, Miley? Piensas que ella podría tener razón, que no puedes tener un futuro conmigo.
—Bueno, tú mismo me dijiste que no querías atarte —contestó la joven—. Y lo entiendo —murmuró bajando la vista—. Quizá incluso sea cierto que sea demasiado joven para el matrimonio. Acabo de independizarme, y no he tenido ninguna relación. Tal vez lo que siento por ti sea solo un enamoramiento adolescente, mi primer contacto con el deseo.
En realidad no era eso lo que pensaba, pero era su manera de ofrecerle a Nick una salida. No quería que se sintiera obligado hacia ella.
Nick, sin embargo, no comprendió su intención, sino que se tomó sus palabras al pie de la letra, y fue como si le clavaran una daga en el corazón.
Él nunca antes había amado, y la idea de que ella estuviera pasando simplemente por una fase de su desarrollo hacia la madurez, de que si le entregaba su corazón ella terminara despreciándolo tiempo después, lo aterraba.
Aquella amarga conclusión oscureció su mirada. Había caído en la trampa en la que se había jurado a sí mismo que jamás caería. Allí estaban, a un paso de convertirse en amantes, y ella le decía que todo había sido un error.
— ¿Podrías llevarme a casa... por favor? —le rogó Miley sin mirarlo a los ojos.
Nick asintió quedamente. Fue al dormitorio a vestirse, y la joven se sentó en el sofá a esperarlo. Agarró el bolso y lo retorció nerviosa entre las manos mientras escuchaba los bruscos ruidos de Nick poniéndose la ropa. Cerró los ojos avergonzada por las libertades que le había permitido que se tomara con ella, y lo cerca que habían estado de llegar al final. Si aquella mujer no los hubiese interrumpido, ella no habría tenido la suficiente cordura para detenerlo, ni él para detenerse. Se notó el rostro ardiente al recordar como él le había quitado la ropa. No, Nick no se habría detenido, ni siquiera había tenido intención de hacerlo. ¿Y qué habría ocurrido después? Ella se habría visto devorada por el dolor y la culpabilidad, y él se habría sentido obligado a casarse con ella porque le había robado la virginidad. Sí, se habría sentido atrapado.
No podía tomar en serio lo que él le había dicho en la oscuridad del dormitorio. Los hombres no eran coherentes cuando se dejaban llevar por la pasión. Hasta ella, ingenua e inexperta, sabía eso. Él hacía mucho que la deseaba, se lo había dicho, y seguramente habría pensado que aquella noche era su oportunidad para llevársela a la cama. ¡Dios!, casi había conseguido lo que quería. Sabía que ella lo amaba, y se había aprovechado de eso.
Nick regresó al cabo de unos minutos, pálido y con aspecto cansado. Ni siquiera se había peinado el cabello. La joven apartó la vista y se puso de pie.
—Miley, yo... Lo siento, no sé qué decir —murmuró Nick.
—No hace falta que digas nada. Después de todo era de imaginar que en algún momento aparecería una de tus muchas amantes desechada.
— ¿Es eso en lo que piensas que te habrías convertido si no nos hubiera interrumpido? —le preguntó él dolido.
—Tú desde luego no tenías intención de parar —le espetó ella.
—No podía —corrigió Nick—. Y sé que tú tampoco querías que parara. Debes saber que es la primera vez que me ocurre. Nunca antes había estado a punto de perder el control.
— ¿Debería sentirme halagada? —inquirió ella con una risa temblorosa de incredulidad.
—Te habría hecho el amor toda la noche, Miley — le dijo Nick—, y al amanecer no te quedaría ninguna duda de lo que hay entre nosotros.
Pero la joven no estaba escuchándolo.
—No habría sido más que otra conquista para ti.
Nick la tomó entre sus brazos y la apretó contra sí, acariciándole el cabello mientras sentía su joven cuerpo temblar por los sollozos que escapaban de su garganta.
—Te sientes frustrada nada más, Miley, tú me deseabas tanto como yo a ti, y ninguno de los dos hemos satisfecho esa necesidad, no es más que eso. Se te pasará.
Los puños de Miley golpearon su tórax con furia.
—Te odio —gimió mientras las lágrimas caían a raudales por sus mejillas.
Nick se limitó a sonreír, porque comprendía lo que le ocurría. Le besó el cabello dulcemente. Era tan joven aún... Demasiado joven, seguramente. Dejó escapar un suspiro, y se preguntó cómo podría vivir sin ella.
—María me dijo que la llamaras cuando pudieras —le dijo cuando Miley se hubo calmado un poco—, para ultimar los detalles de tu fiesta de cumpleaños. Creo que quiere contratar un servicio de catering. Y también puedes darnos la lista de invitados. Haré que una de las secretarias de la nave imprima las invitaciones y las mande.
Miley se apartó un poco de él, sorbiendo por la nariz. Nick sacó su pañuelo del bolsillo y le secó el rostro.
—No tenéis por qué hacer eso por mí —murmuró la joven.
—«Queremos» hacerlo —le aseguró él—. No volveré a verte hasta ese día, Miley —añadió para sorpresa de ella—. Y tampoco te llamaré. Es lo mejor.
— ¿Por lo de esta noche? —inquirió ella con la dignidad que aún le quedaba.
—En parte sí —contestó él guardando el pañuelo y mirándola a los ojos—. ¿Por qué tienes miedo a entregarte a mí?
—Porque no quiero que te sientas obligado a casarte conmigo —confesó ella, mordiéndose el labio.
Nick rozó sus labios contra los de ella, y le frotó la nariz con la suya.
—Miley, ya te dije que mis días de playboy se han terminado —le dijo suavemente—. Es cierto que estos últimos años no he llevado la vida de un monje, pero sí he ido sentando la cabeza, y si quieres saber la verdad —añadió descansando la frente contra la de ella—, no he vuelto a desear a ninguna otra mujer desde aquella noche en que te descubrí medio desnuda en la cama. Desde ese día no he podido apartarte de mis pensamientos. Tu recuerdo me persigue desde el alba hasta el anochecer.
El corazón de la joven comenzó a latir más deprisa.
— ¿Yo? —susurró incrédula.
—Tú —contestó él con una sonrisa afectuosa. Volvió a rozar los labios de ella con los suyos—. Y si te hubieras entregado a mí hace unos momentos, en el dormitorio, por la mañana habríamos ido a solicitar una licencia matrimonial.
— ¿Por tu mala conciencia? —inquirió ella. Nick se rio suavemente.
—No, porque hacer el amor contigo es como una adicción, y nunca tendré bastante, y te deseo tanto que te dejaría embarazada a la primera semana.
Ella se sonrojó profusamente y ocultó el rostro contra el pecho de Nick, sintiendo como subía y bajaba por las risas.
— ¿No oíste lo que te dije cuando me advertiste acerca del riesgo de dejarte embarazada? —ella alzó la cabeza y asintió, sin saber a dónde quería llegar con aquello—. ¿Y no te pareció una respuesta extraña viniendo de un playboy desalmado?
—Pensé que no te importaba porque me deseabas... —replicó ella confusa.
—Dios, y aún te deseo, pero un hombre cuyo interés es únicamente pasar un buen rato, se cuidaría mucho de no dejar embarazada a una mujer, Miley, y a mí no me importaba el riesgo porque me encantaría tener hijos contigo.
Ella comprendió al fin, pero no pudo evitar volver a sonrojarse ante la idea. Nick sonrió, divertido y conmovido por esa inocencia. Sus preocupaciones se habían esfumado. Acababa de darse cuenta de que ella había dicho que no estaba segura de sus sentimientos para ofrecerle una salida. No quería ninguna, la quería a ella, y quería pasar junto a ella el resto de su vida.
—Vamos, te llevaré a casa —le dijo con suavidad—. Y tendrás hasta el día de tu cumpleaños para pensar en mí, y echarme de menos, y ese mismo día, cuando sientas que ya no puedas seguir lejos de mí, obtendrás un regalo que jamás olvidarás.
— ¿Qué? —murmuró ella sin aliento.
—A mí —contestó él besándola con pasión

2 comentarios:

  1. O.o
    Mé el capítulo!!, tienes muchísimo talento!, por fis síguela!

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  2. wow Nick le costo entender lo que habia Miley
    jejejejeje
    me encantoooo

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