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domingo, 3 de octubre de 2010

Novela Niley "Amor en Rosa" Cap 8




Después de una noche sin pegar ojo, esperando que el teléfono junto a su cama sonara o la irrupción de Nick en la habitación, Miley llamó a la puerta de su jefa y entró.
-Jones dice que querías verme.
-Sí -contestó Taylor, tumbada todavía en la cama-. Es una pena lo del uniforme. No creo que le siente bien a la siguiente niñera.
-¿Cómo dices?, ¿la siguiente niñera?
-Nick estuvo hablando conmigo anoche -dijo Taylor-. ¿No te ha dicho nada?
-No -respondió ruborizada Miley.
-No puedes seguir trabajando para nosotros, corazón. Después de saber que la pequeña Ale es hija suya es normal que no quiera que andes cuidando a mis hijos -explicó Taylor.
-¿No quiere? -Miley estaba roja por la falta de discreción.
-Nosotros también nos sentiríamos incómodos -continuó Taylor-. Joe y Nick tienen negocios juntos. Tú eres la madre de la hija de Nick. No puedes trabajar para nosotros.
Era evidente que la mujer ya había tomado la decisión.
-¿No quieres que siga hasta que encuentres a otra niñera al menos?
-No. Nick ya ha llamado a una agencia para que empiece este mismo fin de semana. Es un buen hombre, Miley -dijo Taylor de pronto-. No entiendo por qué te enfadas con él por querer hacer lo que debe y cuidar de ti y del bebé.
Un minuto después, Miley recorrió el pasillo y bajó las escaleras furiosas. Llegó en un instante al vestíbulo principal, donde se encontró con Nick.
-Buenos días -la saludó.
-¡Buenísimos! -espetó ella-. ¡Sobre todo después de enterarme de que has hecho que me despidan!
Nick se acercó, le agarró una mano y tiró de ella con suavidad hacia la habitación de la que acababa de salir.
-No hace falta tener esta discusión en público, cara.
-¿Ahora te importa? ¡Anoche te dio igual contarle mi mayor secreto a Taylor!
-¿Por qué va a ser Aleida un secreto? Estoy orgulloso de ser su padre y no tengo intención de ocultarlo -afirmó Nick con aplomo-. Y no me digas que te parte el corazón tener que despedirte de ese ridículo uniforme.
-Era un buen trabajo -se resistió Miley-. Estaba bien pagado...
-Pero no hay niñera que aguante en esa familia. ¿Y sabes por qué? -se adelantó Nick-. Por Taylor. Normalmente es muy amable, pero tiene mucho genio y a veces se comporta como una auténtica tirana. ¿Todavía no la has hecho enfadar? No es muy difícil.
Miley recordó la acidez con que la mujer le había reprochado haber bajado las maletas cinco minutos tarde el día anterior.
-Claro que apenas llevas unas semanas con ellos -continuó Nick-. Pero te aseguro que si hubieras seguido más tiempo, habrías acabado conociendo lo afilada que tiene la lengua. Es famosa.
-Aun así, no tenías derecho a interferir -contestó Miley-. Puedo cuidar de mí misma.
-Pero, por desgracia, no eres la única persona implicada. Quiero lo mejor para los tres -dijo Nick lanzándole una mirada a los ojos con la que la conminaba a que lo escuchara-. No creo que seguir intercambiándonos reproches conduzca a nada bueno. La vida es demasiado corta. Yo también quiero compartir la vida de Aleida. Así que estoy dispuesto a pedirte que te cases conmigo.
Miley estaba asombrada, pero el modo en que le había propuesto el matrimonio le hería el orgullo. ¿Cómo que estaba dispuesto a pedirle que se casara con él? Era la primera petición de mano que recibía y le llegaba cuando estaba roja de ira y con el único fin de poder controlarla. Primero le había quitado el puesto de trabajo y luego le ofrecía la seguridad de convertirse en su esposa.
-Me parece que no me he expresado bien -reconoció Nick después de unos segundos de tenso silencio-. Quiero casarme contigo.
-Nuestra relación ha sido una sucesión de catástrofes -dijo entre dientes.
-Yo no la describiría así...
-Tú mismo viniste a decirlo en casa de tía Tilly -le recordó Miley-. Terminamos en el sofá porque habías bebido mucho y te arrepentías. No me parece que sea una base sólida para el matrimonio. Además, no quiero casarme con un hombre que se siente obligado a ponerme un anillo en el dedo.
-No es ninguna obligación -contestó exasperado Nick-. Hicimos el amor porque no podía contenerme. Me basta mirarte para que me suba la temperatura, cara... Y eso no es una catástrofe: es atracción. Si no hubieras trabajado para mí, habríamos intimado mucho antes.
-No me lo creo -contestó ella, por más que le habría gustado hacerlo.
Nick le quitó el sombrero del uniforme, el mandil, luego le desabrochó los botones superiores del vestido.
-¿Qué haces?
-¿Quieres que te demuestre cuánto me excitas? -preguntó Nick esbozando esa sonrisa luminosa que tanto había temido no volver a ver.
-No... -dijo Miley con voz trémula.
-¿No qué? –Nick posó los labios sobre el cuello de Miley, provocándole una descarga eléctrica de deseo.
-No me hagas esto...
Nick localizó un punto erógeno debajo de la oreja y se demoró allí. Miley tembló, se oyó gemir. Luego se agarró a la chaqueta de Nick y se abandonó al calor de ese cuerpo que tanto había luchado por olvidar. Hasta que notó sus labios sobre la boca en un beso ardiente y fugaz que la dejó con ganas de mucho más.
-¿Te crees ya que te deseo? -susurró él con la respiración entrecortada.
-No... No funcionaría -Miley dio un paso atrás.
-¿Porqué?
-¿Es que no puedes aceptar un no por respuesta? -preguntó desde la puerta Miley.
-Lo hice la última vez. Y me costó perderme los tres primeros meses de la vida de mi hija -replicó Nick un segundo antes de que Miley saliera de la habitación en la que se hallaban, aliviada porque no la siguiese.
Se cambió de ropa, se puso unos vaqueros y un jersey, puso a Aleida en el cochecito y salió a dar un paseo. Se le ocurrió que siempre había pensado mal de Nick y que no había hecho más que huir de él. Para empezar, se habrían ahorrado muchos malentendidos si no hubiera desaparecido después de la noche de la fiesta. Había reaccionado como una chiquilla con miedo a enfrentarse a la realidad. Había dado por supuesto que todo cuanto había pasado había sido culpa de ella y les había negado a ambos la posibilidad de explorar lo que sentían el uno por el otro.
Miley se sentó sobre un tronco caído. Luego había aceptado que Nick se había prometido a Selena Gómez y, en vez de enfrentarse a él, se había refugiado en su orgullo herido. Pero lo que más le pesaba era haber tomado a Nick por un mentiroso cuando siempre había sido sincero y franco con ella. Le había dejado bien claro que si llegaba a tener el bebé, estaría a su lado. Si en vez de escribirle una carta lo hubiera llamado por teléfono, habría formado parte de la vida de Aleida desde su primer día. Y cuando sus caminos habían vuelto a cruzarse, no había dudado en pedirle matrimonio...
Nick se paró a unos cincuenta metros para ver a Miley sentada sobre el tronco mientras mecía el cochecito de Aleida. No parecía contenta. La petición de mano no había tenido éxito. Y, aunque no quería pensar que había promovido el despido de Miley como niñera, lo cierto era que la idea de verla desaparecer en una de las limusinas de los Swift y no volver a verla lo había hecho perder los nervios. Si era totalmente sincero, debía reconocer que había sido una maniobra para colocarla en una situación más vulnerable.
Miley giró el cuello. Como siempre que lo veía, sintió que se derretía. Tragó saliva. ¿Se habría precipitado al rechazar su oferta?
-¿No te echarán de menos los invitados? -preguntó ella mientras Nick se agachaba para mirar a Aleida.
-Seguro que se las arreglan solos. Además, la mayoría está durmiendo. Mientras aparezca para la cena, nadie se ofenderá -dijo sin apartar la vista de la niña-. Es preciosa, ¿verdad?
Dejándose llevar por un impulso, Miley sacó a Aleida del cochecito y la puso en brazos de Nick.
-Nunca he tenido un bebé en brazos -dijo nervioso¬- ¿Y si la asusto?
-Es muy tranquila. Tú sujétale la cabeza para que se sienta segura.
Nick meció a la pequeña con sumo cuidado. Miró los grandes ojos azules de su hija y esbozó una sonrisa orgullosa, tierna, casi tímida, que humedeció los ojos de Miley
-No llora. ¿Crees que sabe quién soy?
-Puede... -dijo Miley con la voz quebrada.
-Y puede que no, pero puede enterarse -Nick la miró con seriedad-. Ojalá que Aleida no me haga nunca lo que yo le hice a mi madre. Te estoy en deuda por lo que dijiste la noche de la fiesta de que me puse del lado de mi padre cuando se divorciaron.
-¿Cómo en deuda? -Miley pestañeó.
-Fui a Italia a ver a mi madre y me di cuenta de lo idiota que he sido -admitió Nick con una sonrisa agridulce-. La culpé por el divorcio y ella no quiso dañar mi relación con mi padre diciéndome que él había tenido un montón de amantes durante el matrimonio.
-Lo siento -dijo Miley, sabedora de lo cerca que se había sentido Nick de su padre toda la vida.
-No lo hagas -Nick sonrió-. Gracias a lo que dijiste, mi madre y yo vamos a tener la oportunidad de volver a conocernos.
-¡Qué bien! -exclamó encantada.
-Yo nunca te sería infiel -le aseguró Nick acto seguido-. Hasta estoy planteándome mis criterios en relación con los gráficos rosas -bromeó.
-¿Eras tú? -Miley se quedó helada-. ¿Fuiste tú quien me escribió por el correo electrónico?
-¿Quién si no? -contestó Nick al tiempo que se inclinaba para devolver a la niña al carrito.
Saber que había sido él quien había velado por su seguridad, aconsejándole que tuviera cuidado para no recibir un tercer aviso, le llenó el corazón de un sentimiento desbordante. Tanto que no pudo contenerse y Miley se lanzó en brazos de Nick.
-Creo que quizá sí me apetezca casarme contigo, después de todo. ¿La oferta sigue en pie?
-Por supuesto -Nick la miró entusiasmado-. ¿Qué te parece si nos casamos la semana que viene en Italia? -añadió, temeroso de darle tiempo, no fuera a cambiar de idea otra vez.
-¿Tan... tan pronto?
-No soy partidario de los noviazgos largos -dijo él con solemnidad.
-Yo tampoco -convino Miley con idéntica convicción, con el corazón trinando de alegría. Al fin y al cabo, resultaba significativo que un hombre estuviese tan ansioso por llegar al altar.

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