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lunes, 4 de octubre de 2010

Novela Niley "Amor en Rosa" Cap 9





-Me sentiré mucho mejor cuando te sientes esta noche a cenar con mis invitados -dijo Nick satisfecho mientras regresaban al priorato.
-No puedo hacer eso -vaciló Miley-. He venido como la niñera de los Swift. ¿Qué pensará la gente si de pronto...?
-Que eres mi futura esposa y tienes más derecho que nadie a embellecer la mesa con tu presencia -atajó con orgullo Nick.
-Pero no me he traído nada elegante. Sólo tengo unos vaqueros.
-Si ese es el único problema, vamos a comprarte algo ahora mismo, cara.
Nada complacía más a Nick que resolver problemas con acción y dinamismo. El pueblo más próximo, situado a unos pocos kilómetros, contaba con una boutique con muy buenos diseños. Le bastaron veinte minutos para acercarla a la tienda, hacerla entrar, elegir un vestido azul cortito y acompañarla al vestuario, sin prestar atención a las protestas de Miley.
Dentro del probador, Miley se miró al espejo, preguntándose cómo habría hecho Nick para acertar con la talla y el tono exacto de azul que mejor combinaba con su pelo. Luego miró el precio y casi le dio un infarto.
-¿Miley? -la llamó desde fuera Nick.
Miley salió. Nick tenía a Aleida apoyada sobre un hombro con naturalidad, como si llevara cuidando bebés toda la vida. Ajeno a las miradas coquetas de la vendedora, la examinó de arriba abajo hasta hacerla ruborizarse y desbocarle el corazón.
-Nos lo llevamos -aseguró Nick-. ¿Tienes zapatos?
Sin darle ocasión de responder, estudió los modelos que había en exposición y, un par de minutos después, ya estaba probándose un par. Cuando salió con sus vaqueros, dos mujeres rodeaban a Nick y admiraban la mano que tenía con Aleida. Por lo que pudo oír, estaba como loco presumiendo de hija. De nuevo, comprobó cómo le sentaba el calzado y entregó la tarjeta de crédito a la dependiente.
-¿Tienes idea de cuánto cuestan estas dos prendas? –susurro Miley escandalizada mientras se acomodaban de vuelta en la limusina.
-No -contestó sin inmutarse Nick y ella lo informó del precio-. No está mal.
-¡Es una fortuna! -exclamó Miley.
-Déjame que te cuente un secreto -dijo él con buen humor-. No soy pobre.
De vuelta en el priorato, se llevó una nueva sorpresa al descubrir que habían trasladado sus pertenencias a una lujosa suite de invitados situada en la primera planta.
-¿Está seguro de que debo instalarme aquí? -le preguntó al mayordomo.
-Por supuesto -respondió Jenkins sin resuello. Miley lo instó a que tomara asiento para que se recuperara-. No se lo diga al señor Nick, por favor.
-Yo... –Miley pensó que el hombre era demasiado mayor para seguir trabajando de mayordomo.
Entonces Jenkins le explicó que se había jubilado cinco años atrás y, como vivía solo, echaba de menos el priorato y su profesión. Así que le había pedido a Nick que le permitiera volver para revivir lo que él denominaba los buenos tiempos algún que otro fin de semana, y que disfrutaba mucho haciéndolo. Conmovida por la explicación y por la comprensión de Nick, Miley no dijo nada más.
La cena no fue tan tensa como había temido. Claro que ella siempre había disfrutado conociendo gente nueva y, desde que había entrado en el salón, nada más notar la mirada intensa y halagadora de Nick, se había sentido la mujer más segura del mundo. Más tarde, habían subido juntos a mirar cómo dormía Aleida.
-Es increíble cuánto la quiero ya -aseguró Nick sonriente.
Miley sintió una pequeña punzada de envidia. Pero, ¿cómo podía envidiar a Aleida por el hueco que se había hecho en el corazón de su padre? Al fin y al cabo, ella era el motivo por el que se casarían. Pero no quería torturarse con esa realidad dolorosa.
-La verdad, no se me ocurre cómo vamos a poder casarnos la semana que viene -comentó Miley-. Se necesita mucho tiempo hasta para la boda más íntima.
-Los preparativos ya están en buenas manos, cara -contestó él con una sonrisa que le hizo la boca agua-. El lunes por la mañana tomaremos un avión a Venecia, donde te espera una colección de vestidos de novia para que elijas el que más te guste. No tienes que preocuparte por nada. Sólo quiero que te relajes y disfrutes.
-Suena a bendición del cielo -reconoció Miley, pensando en todas las decisiones y responsabilidades que había soportado el año anterior sin nadie en quien apoyarse.
-Tengo que hacerte una pregunta -dijo entonces Nick-. ¿Cuándo me escribiste exactamente para decirme que estabas embarazada?
-¿Qué? -Miley frunció el ceño, incapaz de ver la relevancia de tal información después de tanto tiempo.
-Da igual -se encogió de hombros Nick.
Miley, muy susceptible al respecto, se puso roja. Estaba convencida de que creía que no le había mandado dicha carta y de que sólo lo decía para intentar aliviar su conciencia. ¿Cómo podría demostrarle lo contrario?
-Estoy cansada -murmuró.
Resuelto a averiguar qué habría sido de aquella carta, Nick arrugó el entrecejo. No sabía qué había dicho para tensar el ambiente, pero la intuición le aconsejaba no insistir. Una vez que estuviesen casados, quizá pudiera presionarla un poco más, pero no quería arriesgarse hasta después de la boda. Le dio las buenas noches como si hubiese despedido de su abuela y se alejó.
Desconcertada, Miley se quedó mirándolo con los ojos al borde de las lágrimas. El hombre apasionado que había jurado encontrarla irresistible ese mismo día ni siquiera la había besado. ¿Habría sido todo una estrategia para persuadirla para que se casara y mantener de ese modo el contacto con Aleida?, ¿o sólo estaría disgustado ante la idea de que tal vez lo estuviese engañando con la carta? Y en tal caso, ¿cómo convencerlo de lo contrario?
Los nervios le impidieron descansar y al día siguiente, después de darle el pecho a Aleida, volvió a la cama y durmió hasta tarde. Cuando por fin se despertó de nuevo, bajó las escaleras y se encontró a Nick rodeado de sus invitados. Siguió una comida distendida, tras la cual empezaron las despedidas de los visitantes. Entonces cayó en la cuenta de que tenía que recoger sus pertenencias de la casa de los Swift y decidió hablar con Taylor para decirle que lo más sencillo sería volver con ellos y ocuparse del asunto ella misma.
-Me acerco a casa de los Swift por mis cosas -informó a Nick en el último momento.
-Puedo acercarte yo -ofreció este sorprendido.
-No, había pensado que sería mejor si dejaba a Aleida contigo -lo desafió ella.
Nick se sintió feliz de tener un rehén que le aseguraba el regreso de Miley, así como por la confianza que esta le mostraba dejando a la niña a su cuidado. De hecho, después de haber llamado a su secretaria a casa por un asunto que no dejaba de rondarle la cabeza, sabía exactamente lo que haría durante la ausencia de Miley.
Tres horas después, Nick corrió el mueble bar del despacho y recogió con satisfacción el sobre polvoriento que yacía sobre la moqueta. Contuvo la urgencia de abrir la carta allí mismo. Quizá de ese modo consiguiera sentir menos rencor hacia Cody Linley por aquel gesto tan malicioso.
Cuando regresó a la limusina, empujando del cochecito de Aleida, la niña estaba casi dormida. Nick estaba orgulloso de sí mismo. Tenía madera de padre. La pequeña no había llorado ni una vez, ni siquiera al cambiarle los pañales, para lo que había necesitado el consejo del chófer, padre con experiencia en esa clase de labores. Cenaron en el Ritz, donde le dio un biberón de leche que concluyó con un pequeño eructo que nadie oyó.
-Somos un equipo -dijo Nick de vuelta a casa. Entonces se preguntó cómo habría pensado Miley regresar al priorato. Llamó a los Swift y descubrió que ya había salido.
Justo hasta meter las maletas en un taxi, había esperado la llamada de Nick ofreciéndose a recogerla. Pero había tenido que acabar tomando el tren. Aun así, cuando lo vio esperándolo en el andén de la estación de llegada, sus labios dibujaron una sonrisa brillante de perdón.
-Perdona -se disculpó de todos modos-. No se me pasó por la cabeza que no tuvieras cómo venir.
-Espero que hayas estado cuidando a Aleida -contestó Miley.
-Hemos estado ocupados toda la tarde -dijo él-. Y tengo una sorpresa para ti cuando volvamos al priorato.
Lo último que esperaba era encontrarse con su carta como si fuera un regalo.
-¿De dónde ha salido? -preguntó asombrada.
-Esta mañana llamé a mi secretaria. Recordaba haber recibido tu carta el día anterior a marcharse de vacaciones el año pasado, porque se fijó en el nombre del remitente. Esa semana yo estaba en Italia reconciliándome con mi madre -explicó Nick-. Y era el último día de trabajo de Linley en Sistemas Jonas...
-¿Cody? -Miley seguía estupefacta ante la visión de la carta, la cual le habría arrebatado para volver a esconderla si hubiera tenido la ocasión. Por una parte, no sabía qué habría hecho Nick para recuperar una carta extraviada hacía un año; por otra, le daba vergüenza recordar cómo había abierto su corazón en aquellas líneas.
-Sí, Linley. Lo he llamado a su apartamento esta tarde. No imaginas la sorpresa que se ha llevado cuando me he presentado en su casa con Aleida.
-¿Te has llevado a Aleida a casa de Cody?
-No iba a dejarla habiéndote prometido que cuidaría de ella -respondió él-. Nada más mencionarle la carta y ponerme firme, Linley confesó lo que había hecho. La había escondido detrás del mueble bar y estaba ahí desde entonces.
-¡Qué rastrero! -exclamó Miley. Luego agarró el sobre-. Me alegra que se haya resuelto el misterio, pero el tiempo hace que la carta ya no tenga importancia.
-Aun así, quiero leerla -dijo Nick extendiendo una mano.
-No... No quiero que la lea ahora -Miley se mordió el labio inferior.
-¿Por qué? -preguntó tenso Nick-. Está bien, no la abriré, pero sigue siendo mía -añadió al ver que Miley no respondía.
Intimidada por el tono de su resolución, le devolvió el sobre.
-¿Qué le dijiste a Cody? -preguntó cambiando de tema.
-Nada que deba repetir, pero no le pegué. Lo habría estrangulado... pero no delante de Aleida -murmuró Nick-. Podía habernos robado la oportunidad de ser felices -añadió apretando los dientes.
Había tantas cosas que deseaba preguntarle sobre todos esos meses que había pasado sin ella. Y el hecho de que no quisiera ser sincera sobre lo que había sentido y le impidiese leer la carta lo enfurecía.
-Tenemos que rellenar unos papeles para formalizar los trámites de la boda -continuó de todos modos-. Luego tengo que hacer un par de llamadas.
-¿Todavía estás seguro de que quieres... casarte conmigo? -le preguntó antes de que fuera a realizar esas llamadas.
-Por supuesto -Nick le devolvió la carta-. Quédatela. Como tú misma has dicho, con el paso del tiempo no tiene importancia.
Miley se encerró en su suite y rompió a llorar sobre la cama. ¿Qué había pasado?, ¿a qué se debía la tensión repentina que los ahogaba? Aunque, en el fondo, sabía que se había equivocado. Por más vergüenza que le diera, debería haberle dejado que leyese la carta…

1 comentario:

  1. aaaaa
    encontraron la carta
    que bien
    jejejeje
    espero que Nick la lea
    me encantooo

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