Miley vio la puerta del salón entreabierta y se asomó. Kevin estaba despatarrado en el sofá con un vaso de whisky ya vacío en la mano, el cabello despeinado, la camisa a medio sacar del pantalón, una de las botas sobre el cuero del asiento, y cantando, o más bien aullando, con todas sus fuerzas. En la mesita frente al sofá había un cenicero lleno, un paquete de tabaco vacío y hecho un gurruño, otro paquete recién abierto, y media botella de whisky.
—Oh, Kevin... —gimió Miley.
—Hola, Miley, ¿quieres un trago? —le ofreció levantando el vaso.
—Emborracharte no te va a ayudar, y lo sabes.
—Salió llorando —murmuró Kevin—. Maldita sea, Miley, se echó a llorar, y él la llevó a casa. Quiero matarlo —masculló con los ojos en llamas y la voz dura y áspera—. ¡Mi propio hermano!
Miley se mordió el labio inferior. No sabía que decir a eso, ni tampoco qué hacer. Kevin casi nunca bebía, y nunca se quejaba, pero parecía como si estuviera muriéndose por dentro, y no podía evitar compadecerse de él. Ella también se había sentido así cuando Nick se había marchado con Danielle.
—Los vi marcharse —gruñó Kevin. Se frotó pesadamente la cara con una mano y suspiró frustrado—. Ella es parte de mí, todavía es parte de mí... a pesar de todos estos años, a pesar del dolor... Nick lo sabía, Miley, y lo hizo intencionadamente...
—No, Nick es tu hermano —lo defendió la joven—, él no te haría daño a propósito.
—Cualquier hombre se enamoraría de ella —continuó Kevin—, porque Danielle es tan preciosa, es como un sueño hecho realidad.
Aquello era lo que Miley menos quería oír en ese momento, y volvió a sentir una punzada de celos.
—Pero emborracharte no es la solución —repuso suavemente poniendo una mano en su brazo—. Kevin, vete a dormir.
—¿Cómo puedo dormir cuando él está con ella? —exclamó Kevin angustiado, tapándose el rostro con las manos.
—No tardará. Joe acaba de irse a casa.
—Yo no sé mucho de mujeres, Miley —dijo Kevin—, y no tengo el encanto de Nick, ni su experiencia, ni su atractivo.
—Yo tampoco tengo el atractivo de Danielle —dijo en voz queda, sentándose junto a él—. Me temo que si nos presentáramos a un concurso de belleza perderíamos los dos. Oh, Kevin, ojalá fuera rubia...
—Y ojalá yo fuera un tenorio —suspiró Kevin. Miley le dirigió una sonrisa y él se la devolvió.
—Ten —le dijo inclinándose peligrosamente sobre la mesa para verter más whisky en el vaso—. Al infierno con los dos. Esto ahoga las penas.
Miley bebió un trago. Sabía horrible y le quemaba la garganta.
— ¡Dios! ¿Cómo puedes seguir vivo después de beber esto? Huele a gasolina.
—Es un whisky escocés magnífico —repuso él ofendido. Le arrancó el vaso de la mano y apuró el resto del contenido—. Miley, si quieres ahogar las penas de verdad, tienes que cantar también. Voy a enseñarte una canción de taberna mexicana.
Cuando Nick llegó, una media hora más tarde, escuchó un dúo de voces totalmente desentonadas, provenientes del salón. Se acercó, y se quedó mirando el espectáculo incrédulo. Kevin estaba repantigado en el sofá, con una botella de whisky en la mano, y Miley estaba recostada contra su pierna flexionada, los pies descalzos sobre la mesa, y un vaso casi vacío en su mano. Estaban borrachos como cubas.
— ¿Qué demonios está pasando aquí? —exigió saber con los brazos en jarras.
—Lo que pasa es que te odiamos —lo informó Miley, levantando su vaso para brindar por eso.
—Amén —dijo Kevin con una sonrisa burlona.
—Y cuando hayamos acabado de beber y de cantar, vamos a ir a la nave, y vamos a abrir todas las verjas, para que tengas que pasarte el resto de la noche persiguiendo vacas —añadió Miley entre risas e hipos—. Hemos acordado que es lo que mejor se te da: perseguir hembras. Supongo que la especie es lo de menos, ¿verdad, compañero? —le dijo a Kevin girando la cabeza hacia él.
—Cierto —asintió este. Y se llevó la botella a la boca para tomar otro trago.
—Íbamos a cerrar la puerta con llave por dentro y a echar la cadena para que no pudieras entrar —le dijo Miley a Nick—, pero no podemos levantarnos — confesó echándose a reír.
—Dios del cielo... —murmuró Nick meneando la cabeza ante el cuadro—. Ojalá tuviera una cámara.
— ¿Para qué? —inquirió Kevin.
—Olvídalo —contestó Nick desabrochándose los puños de la camisa y remangándose—. Haré un poco de café bien cargado.
Cuando regresó estaban los dos roncando, y la botella de whisky pendía de la mano de Kevin que apenas la tenía agarrada por el cuello. Nick se la quitó y la puso en la mesa, junto al vaso vacío de Miley. La situación era tan sorprendente como cómica. Se preguntó si los habría empujado a ella el hecho de que hubiera acompañado a Danielle a casa. En el caso de Kevin sería comprensible, pero no en el de Miley, no por el modo en que lo había tratado desde que la besara. A menos que... Frunció el ceño, y observó curioso el pacífico rostro de la joven. A menos que finalmente hubiera comprendido por qué no la había tratado con delicadeza, y se hubiera arrepentido de las cosas que le había dicho. ¿Podría ser así? Lo cierto era que había dado muestras de estar celosa de Danielle en el baile, y allí estaba en ese momento, totalmente borracha. «Bueno, bueno...», se dijo con una sonrisa maliciosa, «de vez en cuando ocurren milagros».
Nick tomó a la joven durmiente en brazos y la puso en una mecedora, mientras acomodaba a su hermano, cuan largo era, en el sofá, y lo tapaba con una manta. Volvió a tomar en sus brazos a Miley, y apagó la luz del salón con el codo.
Miley se despertó mientras subía las escaleras con ella en brazos, y lo miró, guiñando los ojos.
—Estás liado con Danielle —murmuró trabándosele la lengua—. Lo sabemos. Y sabemos lo que has estado haciendo... —le dijo prorrumpiendo en una risa amarga. Después suspiró y empezó a cantar la canción que Kevin le había enseñado.
—Para ya, ¿quieres? —la riñó Nick—. Una señorita no debe usar ese lenguaje.
—¿Qué lenguaje?
—Esa canción, que supongo te ha enseñado mi hermano, es tremendamente vulgar —murmuró Nick.
En ese momento llegó al piso superior, y Miley cerró los ojos mientras él la llevaba a su dormitorio. Nick abrió la puerta y la cerró tras de sí. Había recuerdos demasiado frescos en aquella habitación, pensó irritado al sentir que se excitaba. Recuerdos de Miley medio desnuda sobre la cama, de Miley acorralada contra la pared. La dejó sobre la cama y observó cómo se acurrucaba.
—Ah, no... —Murmuró él—, no puedes acostarte así.
—Ya lo creo que puedo —repuso ella bostezando.
Nick le quitó los zapatos y, tras un momento de duda, le desabrochó la falda. Se la quitó, y después las medias y la blusa. Debajo de la ropa, Miley llevaba unas braguitas rosas de encaje, y un sujetador a juego que apenas cubría sus generosos y firmes senos.
Aquello era un tremendo error, se dijo sin poder evitar quedarse embobado admirándola. ¡Pero es que era la cosa más deliciosa que había visto en su vida!
En ese momento la joven suspiró y abrió los ojos. Se quedó mirándolo confusa.
—Me has desvestido.
—No podías dormir vestida.
—Supongo que no —contestó ella con pereza.
La joven sabía que debería mostrarse turbada por que él la estuviera viendo de esa guisa, tapada apenas con aquella lencería rosa tan atrevida que había comprado en la ciudad ante la insistencia de Selena pero, a juzgar por el modo en que Nick la estaba mirando, tal vez no había sido un dinero malgastado después de todo...
— ¿Dónde tienes un pijama, o un camisón? —le preguntó Nick obligándose a apartar la vista.
—Tengo un camisón debajo de la almohada.
Nick obligó a sus piernas a moverse y levantó la almohada para sacar un salto de cama que apenas la cubriría más que aquella lencería.
—Te vas a congelar con esto —murmuró.
—Selena me dijo que lo comprara porque era muy sexy... —contestó ella soñolienta—. Pensaba seducir a Joe. Le gusto mucho, ¿sabes?
Los rasgos de Nick se endurecieron.
—Por encima de mi cadáver.
— ¿Y qué has hecho tú con Danielle, eh? —Lo acusó ella incorporándose trabajosamente hasta quedarse sentada—. Debería darte vergüenza, cuando sabes que Kevin está loco por ella.
—No le he puesto un dedo encima a Danielle —repuso él—, la dejé frente a la puerta de su casa y regresé a la sala de fiestas para buscarte.
—Pues ya no estaba —murmuró ella.
—Sí, de eso ya me di cuenta al llegar allí —contestó Nick.
Lo que no mencionó, fue el enorme esfuerzo que había tenido que hacer para no ir a buscar el coche de Joe, ya que los celos le habían hecho imaginar que podía habérsela llevado a algún sitio oscuro y apartado.
—Cuando pueda ponerse en pie, Kevin va a darte una paliza —le dijo Miley alegremente.
—Supongo que está en su derecho —suspiró Nick—. La verdad es que esta noche no he hecho más que complicar las cosas.
Se sentó a su lado en la cama, apartando de mala gana la vista de las largas piernas de la joven, la curva de sus caderas y los senos.
— ¿Tienes idea de lo perfecta que eres? —murmuró distraídamente.
De pronto, Miley se puso tensa, y abrió mucho los ojos, como sorprendida.
— ¿Yo?
—Sí, tú —susurró él con voz ronca—. Desde las piernas a las caderas, pasando por esos deliciosos senos que... —se quedó callado al darse cuenta, enfadado, de que otra vez había vuelto a dejarse embrujar por sus encantos—. Ven aquí —dijo tomándola por la cintura y colocando el salto de cama sobre sus muslos. De repente observó como los pezones de Miley se ponían de punta, y se le cortó la respiración. .
— ¿Qué pasa? —Ella alzó la vista hacia él, curiosa
—Esto... —musitó él rozando delicadamente sus pezones con los nudillos.
Miley se apartó ante aquel inesperado contacto. Nick buscó sus ojos, y pudo leer en ellos el deseo que había estado tratando de ocultarle. El alcohol lo había sacado a la superficie. La joven le acarició el dorso de la mano y entrelazó sus dedos con los de él, haciendo que la tocara de nuevo.
—Miley... —gimió él.
—Lo siento... Ciento lo que te dije esa mañana, y cómo... cómo reaccioné —susurró ella. Tragó saliva, buscando el coraje suficiente en su interior para abrir la mano de Nick y colocarla bajo uno de sus senos, para que él pudiera sentir su contorno.
—Miley, por Dios, no... —gimió Nick.
Pero ella hizo que frotara su mano suavemente por la exquisita cumbre, y se dejó llevar por las maravillosas sensaciones que le producía, arqueándose hacia él.
—Nick... —murmuró extasiada.
—No estás lo bastante sobria para esto, Miley... — susurró él.
A pesar de que su conciencia le decía que debía detener aquello, el tacto de la joven amenazaba con hacerle perder el control por completo, y se dejó llevar cuando ella se echó hacia atrás.
—Gracias al alcohol he perdido el miedo —murmuró Miley buscando sus ojos—. Enséñame.
—No puedo...
— ¿Por qué? ¿Porque soy fea, porque no soy sofisticada... porque no soy rubia? —casi sollozó Miley.
Y entonces el control de Nick cedió, como una cuerda demasiado tensada. Se inclinó sobre la joven, y su aliento se entremezcló con el de ella mientras rodeaba su seno por completo con la mano.
—Porque eres virgen —murmuró tomando posesión de sus labios.
Miley gimió encantada. Aquel era un beso dulce, muy dulce, nada que ver con el de esa otra ocasión, cuando él se había mostrado impaciente y brusco.
Permitió la incursión de la lengua de Nick dentro de su boca, y no protestó cuando él hizo el beso más profundo, ni cuando notó que su mano se deslizaba por detrás para desabrochar el sostén.
Cuando Nick hubo retirado la molesta prenda, Miley sintió el aire fresco, y las caricias de sus manos fueron como un bálsamo para su ardiente piel.
—Miley... —gimió Nick contra sus labios. Quería hacerle el amor hasta llegar al final.
La joven abrió los ojos, y dejó que su mirada vagara hasta el tórax de Nick y que sus manos la siguieran. Notó que él se tensaba cuando empezó a desabrocharle los botones de la camisa, pero no la detuvo, así que la abrió por completo, acariciando la espesa mata de vello que lo recorría hasta alcanzar la hebilla del cinturón.
—Seguro que te encanta que las mujeres te acaricien el torso —dijo masajeándolo.
—Nunca me había gustado... hasta ahora —repuso él con voz ronca.
Miley se removió inquieta sobre el edredón, hambrienta de más caricias y sus ojos buscaron los de él. Su cuerpo le gritaba, pidiendo algo.
— ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó él—. Solo dímelo. Haré lo que quieras que haga.
La joven tragó saliva y entreabrió los labios, insegura. Agarró la cabeza de Nick entre sus manos, y tiró de ella, arqueando su cuerpo hacia él. Y Nick comprendió, sin necesidad de palabras.
— ¿Quieres que te bese aquí? —susurró con ternura. Y tomó con la boca abierta la cumbre de uno de sus senos.
Miley gemía sin cesar. Aquello superaba con creces todas sus fantasías sobre lo que debía ser la pasión. Enredó los dedos en los chinos mientras Nick seguía con sus caricias, animado por sus eróticos gemidos y la sensación de que su cuerpo le respondía. De pronto volvió a besarla en los labios, y Miley abrió la boca para darle libre acceso, al tiempo que el cuerpo de Nick la cubría.
Ella abrió los ojos al notar que los labios de él se despegaban un momento de los suyos, y mientras sus cuerpos se acomodaban con increíble perfección el uno al otro. Apenas podía respirar, y comprendió, al sentir íntimamente su excitación, lo mucho que la deseaba.
— ¿Tienes miedo esta vez, Miley? —murmuró Nick con voz queda.
—Debería tenerlo —contestó ella.
Alzó las manos para tocar su rostro mientras Nick frotaba suavemente su torso contra los senos de ella. Contuvo el aliento, temblorosa, pero sus dedos trazaron con adoración las cejas, las mejillas, los labios...
Nick deslizó las manos por detrás de su espalda para atraerla hacia sí.
—Te deseo Miley —le susurró inclinándose sobre su boca—. Te deseo tanto...
La joven le rodeó el cuello con los brazos y lo besó suavemente.
—Yo también te deseo, Nick...
Entonces Nick estuvo a punto de perder el control por completo. La besó hasta que tuvo que parar para tomar aliento, con la rodilla entre sus largas y suaves piernas, y una mano en su cadera. La sintió estremecerse y emitir algo que sonó como un sollozo, y aquello, fue lo que le devolvió la cordura.
Despacio, muy despacio, rodó sobre el costado, llevándola consigo y acunándola contra su cuerpo sudoroso. Tomó la cabeza de Miley entre sus manos y la apretó contra su corazón.
—Quédate quieta, cariño —le dijo entre susurros entrecortados al sentir que se removía en sus brazos. Le agarró las caderas—. Quédate quieta aquí a mi lado y respira. En un momento todo estará bien. No te muevas, cariño.
Miley tenía las palmas abiertas sobre su tórax, enredadas en la mata de vello que subía y bajaba. Si estaba tan agitado como ella, ¿por qué se detenía en ese momento? No comprendía nada.
—Mi vida... —murmuró Nick al cabo de un rato—. Dios del cielo, si hubiera seguido un par de segundos más no habría podido parar, ¿lo sabes?
Miley se acurrucó contra él.
— ¿Por qué has parado?
Nick se apartó un poco para mirarla.
— ¿Acaso no lo sabes?
—Supongo que porque no soy rubia... —suspiró la joven, a punto de romper a llorar por la decepción y frustración que sentía.
—No, porque no estás lúcida —la corrigió él. Apartó el cabello de su rostro con ternura—. Mírate, Miley, estás borracha.
—Pero te deseo... —gimió la joven.
—Lo sé, puedo verlo... y notarlo —la abrazó con fuerza un instante, volvió a apartarse, y le metió el salto de cama por la cabeza en un hábil movimiento. A continuación, la tomó en sus brazos, apartó la ropa de la cama y la depositó de nuevo sobre el colchón, tapándola amorosamente.
—Nick, quédate conmigo... —susurró Miley. Él sonrió, pero meneó la cabeza.
—No, si Kevin nos encontrara juntos en la cama, me haría casarme contigo.
—Y supongo que eso sería el fin del mundo para ti.
La expresión en el rostro de Nick se endureció. Inspiró y le acarició la mejilla pensativa.
—Llevó solo mucho tiempo, Miley. Me gusta ser mi propio jefe y no tener que rendir cuentas a nadie. Soy un lobo estepario, el matrimonio no es para mí.
—Imagino que una sola mujer no te satisfaría — murmuró apartando la vista. Sus sueños se habían hecho añicos. Nick la deseaba, pero no la amaba.
Él se encogió de hombros confundido y sintiéndose en cierto modo abrumado.
—No, nunca me ha bastado con una mujer —le dijo ásperamente—. No quiero ataduras.
—Dios me libre de atarte —murmuró Miley forzando una sonrisa cínica—. No te preocupes, Nick, solo estaba... experimentando. Me preguntaba por qué habías sido tan brusco conmigo la otra mañana, y quería saber si la pasión hace a la gente brusca, y ahora puedo decir que así es, porque es lo que me ha sucedido a mí esta noche. Gracias por la... lección.
Nick frunció el ceño y buscó sus ojos.
— ¿Es eso lo que te ha parecido?, ¿un experimento?, ¿una lección sobre cómo hacer el amor?
—Joe me dijo que alguien tenía que enseñarme —le dijo ella con un bostezo. —. Pero ya no —cerró los ojos y volvió a apoyar la cabeza en la almohada—. Um, qué sueño tengo...
Los ojos de él relampagueaban. ¡Lo había utilizado! Era lo único que había querido de él, solo había estado experimentando, averiguando lo que se sentía al hacer el amor. ¡Condenada... chiquilla!
Se levantó y se quedó mirando furioso el sostén que le había quitado unos momentos antes de que le dejara tocarla. ¿De qué le dejara? ¡Pero si lo había instado a hacerlo! ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo? Le hervía la sangre al recordar lo desinhibida que se había mostrado. ¿Tal vez sí lo amara pero estaba intentando ocultárselo? ¿Y qué sentía él realmente hacia ella? ¿Solo la deseaba físicamente... o era algo más? ¿Podría soportar perder su libertad por una mujer? Porque en eso era en lo que acababa todo, en el matrimonio, la trampa.
Arrojó el sostén sobre la silla que había junto a la cama y se quedó mirando un buen rato el plácido rostro de Miley. Era deliciosa: virginal e increíblemente hermosa. Se preguntó si alguna vez lograría borrar de su memoria el recuerdo de esa noche, o si siempre se interpondría cuando estuviera con otra mujer.
Abrió la puerta y salió, cerrándola tras de sí muy despacio. No debería haberla tocado.
Tenía que alejarse de allí por unos días, necesitaba pensar, aclararse las ideas. De lo contrario, se convertiría en un infierno el tratar de no ponerle las manos encima a Miley. Además, sabía que si volvía a tenerla entre sus brazos, no se conformaría con unos cuantos besos. La deseaba demasiado, y ella le respondía con demasiado ardor. ¡Dios!, lo excitaba como nunca otra mujer lo había excitado. ¿Y si no podía controlarse, y si la tomaba a pesar de sus firmes intenciones?
No quería casarse, no quería ataduras, y eso, Miley no lo comprendería nunca. Para ella, seguramente, hacer el amor significaba que había que casarse. No, no le gustaba aquella idea en absoluto, pero le atormentaba el pensamiento de no volver a sentirla. Era maravillosa. Su boca era tierna y dulce, y dispuesta a aprender, y su cuerpo era como néctar. El solo recuerdo de su cuerpo desnudo lo hacía estremecer, por no mencionar el exquisito tacto de su piel...
Gimió para sus adentros y se dirigió a su habitación. No podía tenerla, pero tampoco quería renunciar a ella. No sabía qué diablos iba a hacer. Tal vez cuando regresara de donde quiera que se fuese, tendría la mente lo suficientemente clara como para tomar una decisión.
Entró en su cuarto, se sentó frente al escritorio, y le garabateó una nota a Kevin diciéndole que se iba unos días a Montana, a ver a unos accionistas. A su hermano le parecería raro, ya que normalmente era él quien se encargaba de esas cosas, pero seguramente a Miley no. Se preguntó cómo se sentiría la joven cuando se enterara de que se había marchado. Con un poco de suerte a la mañana siguiente ni siquiera recordaría que habían estado a punto de hacer el amor.
—Oh, Kevin... —gimió Miley.
—Hola, Miley, ¿quieres un trago? —le ofreció levantando el vaso.
—Emborracharte no te va a ayudar, y lo sabes.
—Salió llorando —murmuró Kevin—. Maldita sea, Miley, se echó a llorar, y él la llevó a casa. Quiero matarlo —masculló con los ojos en llamas y la voz dura y áspera—. ¡Mi propio hermano!
Miley se mordió el labio inferior. No sabía que decir a eso, ni tampoco qué hacer. Kevin casi nunca bebía, y nunca se quejaba, pero parecía como si estuviera muriéndose por dentro, y no podía evitar compadecerse de él. Ella también se había sentido así cuando Nick se había marchado con Danielle.
—Los vi marcharse —gruñó Kevin. Se frotó pesadamente la cara con una mano y suspiró frustrado—. Ella es parte de mí, todavía es parte de mí... a pesar de todos estos años, a pesar del dolor... Nick lo sabía, Miley, y lo hizo intencionadamente...
—No, Nick es tu hermano —lo defendió la joven—, él no te haría daño a propósito.
—Cualquier hombre se enamoraría de ella —continuó Kevin—, porque Danielle es tan preciosa, es como un sueño hecho realidad.
Aquello era lo que Miley menos quería oír en ese momento, y volvió a sentir una punzada de celos.
—Pero emborracharte no es la solución —repuso suavemente poniendo una mano en su brazo—. Kevin, vete a dormir.
—¿Cómo puedo dormir cuando él está con ella? —exclamó Kevin angustiado, tapándose el rostro con las manos.
—No tardará. Joe acaba de irse a casa.
—Yo no sé mucho de mujeres, Miley —dijo Kevin—, y no tengo el encanto de Nick, ni su experiencia, ni su atractivo.
—Yo tampoco tengo el atractivo de Danielle —dijo en voz queda, sentándose junto a él—. Me temo que si nos presentáramos a un concurso de belleza perderíamos los dos. Oh, Kevin, ojalá fuera rubia...
—Y ojalá yo fuera un tenorio —suspiró Kevin. Miley le dirigió una sonrisa y él se la devolvió.
—Ten —le dijo inclinándose peligrosamente sobre la mesa para verter más whisky en el vaso—. Al infierno con los dos. Esto ahoga las penas.
Miley bebió un trago. Sabía horrible y le quemaba la garganta.
— ¡Dios! ¿Cómo puedes seguir vivo después de beber esto? Huele a gasolina.
—Es un whisky escocés magnífico —repuso él ofendido. Le arrancó el vaso de la mano y apuró el resto del contenido—. Miley, si quieres ahogar las penas de verdad, tienes que cantar también. Voy a enseñarte una canción de taberna mexicana.
Cuando Nick llegó, una media hora más tarde, escuchó un dúo de voces totalmente desentonadas, provenientes del salón. Se acercó, y se quedó mirando el espectáculo incrédulo. Kevin estaba repantigado en el sofá, con una botella de whisky en la mano, y Miley estaba recostada contra su pierna flexionada, los pies descalzos sobre la mesa, y un vaso casi vacío en su mano. Estaban borrachos como cubas.
— ¿Qué demonios está pasando aquí? —exigió saber con los brazos en jarras.
—Lo que pasa es que te odiamos —lo informó Miley, levantando su vaso para brindar por eso.
—Amén —dijo Kevin con una sonrisa burlona.
—Y cuando hayamos acabado de beber y de cantar, vamos a ir a la nave, y vamos a abrir todas las verjas, para que tengas que pasarte el resto de la noche persiguiendo vacas —añadió Miley entre risas e hipos—. Hemos acordado que es lo que mejor se te da: perseguir hembras. Supongo que la especie es lo de menos, ¿verdad, compañero? —le dijo a Kevin girando la cabeza hacia él.
—Cierto —asintió este. Y se llevó la botella a la boca para tomar otro trago.
—Íbamos a cerrar la puerta con llave por dentro y a echar la cadena para que no pudieras entrar —le dijo Miley a Nick—, pero no podemos levantarnos — confesó echándose a reír.
—Dios del cielo... —murmuró Nick meneando la cabeza ante el cuadro—. Ojalá tuviera una cámara.
— ¿Para qué? —inquirió Kevin.
—Olvídalo —contestó Nick desabrochándose los puños de la camisa y remangándose—. Haré un poco de café bien cargado.
Cuando regresó estaban los dos roncando, y la botella de whisky pendía de la mano de Kevin que apenas la tenía agarrada por el cuello. Nick se la quitó y la puso en la mesa, junto al vaso vacío de Miley. La situación era tan sorprendente como cómica. Se preguntó si los habría empujado a ella el hecho de que hubiera acompañado a Danielle a casa. En el caso de Kevin sería comprensible, pero no en el de Miley, no por el modo en que lo había tratado desde que la besara. A menos que... Frunció el ceño, y observó curioso el pacífico rostro de la joven. A menos que finalmente hubiera comprendido por qué no la había tratado con delicadeza, y se hubiera arrepentido de las cosas que le había dicho. ¿Podría ser así? Lo cierto era que había dado muestras de estar celosa de Danielle en el baile, y allí estaba en ese momento, totalmente borracha. «Bueno, bueno...», se dijo con una sonrisa maliciosa, «de vez en cuando ocurren milagros».
Nick tomó a la joven durmiente en brazos y la puso en una mecedora, mientras acomodaba a su hermano, cuan largo era, en el sofá, y lo tapaba con una manta. Volvió a tomar en sus brazos a Miley, y apagó la luz del salón con el codo.
Miley se despertó mientras subía las escaleras con ella en brazos, y lo miró, guiñando los ojos.
—Estás liado con Danielle —murmuró trabándosele la lengua—. Lo sabemos. Y sabemos lo que has estado haciendo... —le dijo prorrumpiendo en una risa amarga. Después suspiró y empezó a cantar la canción que Kevin le había enseñado.
—Para ya, ¿quieres? —la riñó Nick—. Una señorita no debe usar ese lenguaje.
—¿Qué lenguaje?
—Esa canción, que supongo te ha enseñado mi hermano, es tremendamente vulgar —murmuró Nick.
En ese momento llegó al piso superior, y Miley cerró los ojos mientras él la llevaba a su dormitorio. Nick abrió la puerta y la cerró tras de sí. Había recuerdos demasiado frescos en aquella habitación, pensó irritado al sentir que se excitaba. Recuerdos de Miley medio desnuda sobre la cama, de Miley acorralada contra la pared. La dejó sobre la cama y observó cómo se acurrucaba.
—Ah, no... —Murmuró él—, no puedes acostarte así.
—Ya lo creo que puedo —repuso ella bostezando.
Nick le quitó los zapatos y, tras un momento de duda, le desabrochó la falda. Se la quitó, y después las medias y la blusa. Debajo de la ropa, Miley llevaba unas braguitas rosas de encaje, y un sujetador a juego que apenas cubría sus generosos y firmes senos.
Aquello era un tremendo error, se dijo sin poder evitar quedarse embobado admirándola. ¡Pero es que era la cosa más deliciosa que había visto en su vida!
En ese momento la joven suspiró y abrió los ojos. Se quedó mirándolo confusa.
—Me has desvestido.
—No podías dormir vestida.
—Supongo que no —contestó ella con pereza.
La joven sabía que debería mostrarse turbada por que él la estuviera viendo de esa guisa, tapada apenas con aquella lencería rosa tan atrevida que había comprado en la ciudad ante la insistencia de Selena pero, a juzgar por el modo en que Nick la estaba mirando, tal vez no había sido un dinero malgastado después de todo...
— ¿Dónde tienes un pijama, o un camisón? —le preguntó Nick obligándose a apartar la vista.
—Tengo un camisón debajo de la almohada.
Nick obligó a sus piernas a moverse y levantó la almohada para sacar un salto de cama que apenas la cubriría más que aquella lencería.
—Te vas a congelar con esto —murmuró.
—Selena me dijo que lo comprara porque era muy sexy... —contestó ella soñolienta—. Pensaba seducir a Joe. Le gusto mucho, ¿sabes?
Los rasgos de Nick se endurecieron.
—Por encima de mi cadáver.
— ¿Y qué has hecho tú con Danielle, eh? —Lo acusó ella incorporándose trabajosamente hasta quedarse sentada—. Debería darte vergüenza, cuando sabes que Kevin está loco por ella.
—No le he puesto un dedo encima a Danielle —repuso él—, la dejé frente a la puerta de su casa y regresé a la sala de fiestas para buscarte.
—Pues ya no estaba —murmuró ella.
—Sí, de eso ya me di cuenta al llegar allí —contestó Nick.
Lo que no mencionó, fue el enorme esfuerzo que había tenido que hacer para no ir a buscar el coche de Joe, ya que los celos le habían hecho imaginar que podía habérsela llevado a algún sitio oscuro y apartado.
—Cuando pueda ponerse en pie, Kevin va a darte una paliza —le dijo Miley alegremente.
—Supongo que está en su derecho —suspiró Nick—. La verdad es que esta noche no he hecho más que complicar las cosas.
Se sentó a su lado en la cama, apartando de mala gana la vista de las largas piernas de la joven, la curva de sus caderas y los senos.
— ¿Tienes idea de lo perfecta que eres? —murmuró distraídamente.
De pronto, Miley se puso tensa, y abrió mucho los ojos, como sorprendida.
— ¿Yo?
—Sí, tú —susurró él con voz ronca—. Desde las piernas a las caderas, pasando por esos deliciosos senos que... —se quedó callado al darse cuenta, enfadado, de que otra vez había vuelto a dejarse embrujar por sus encantos—. Ven aquí —dijo tomándola por la cintura y colocando el salto de cama sobre sus muslos. De repente observó como los pezones de Miley se ponían de punta, y se le cortó la respiración. .
— ¿Qué pasa? —Ella alzó la vista hacia él, curiosa
—Esto... —musitó él rozando delicadamente sus pezones con los nudillos.
Miley se apartó ante aquel inesperado contacto. Nick buscó sus ojos, y pudo leer en ellos el deseo que había estado tratando de ocultarle. El alcohol lo había sacado a la superficie. La joven le acarició el dorso de la mano y entrelazó sus dedos con los de él, haciendo que la tocara de nuevo.
—Miley... —gimió él.
—Lo siento... Ciento lo que te dije esa mañana, y cómo... cómo reaccioné —susurró ella. Tragó saliva, buscando el coraje suficiente en su interior para abrir la mano de Nick y colocarla bajo uno de sus senos, para que él pudiera sentir su contorno.
—Miley, por Dios, no... —gimió Nick.
Pero ella hizo que frotara su mano suavemente por la exquisita cumbre, y se dejó llevar por las maravillosas sensaciones que le producía, arqueándose hacia él.
—Nick... —murmuró extasiada.
—No estás lo bastante sobria para esto, Miley... — susurró él.
A pesar de que su conciencia le decía que debía detener aquello, el tacto de la joven amenazaba con hacerle perder el control por completo, y se dejó llevar cuando ella se echó hacia atrás.
—Gracias al alcohol he perdido el miedo —murmuró Miley buscando sus ojos—. Enséñame.
—No puedo...
— ¿Por qué? ¿Porque soy fea, porque no soy sofisticada... porque no soy rubia? —casi sollozó Miley.
Y entonces el control de Nick cedió, como una cuerda demasiado tensada. Se inclinó sobre la joven, y su aliento se entremezcló con el de ella mientras rodeaba su seno por completo con la mano.
—Porque eres virgen —murmuró tomando posesión de sus labios.
Miley gimió encantada. Aquel era un beso dulce, muy dulce, nada que ver con el de esa otra ocasión, cuando él se había mostrado impaciente y brusco.
Permitió la incursión de la lengua de Nick dentro de su boca, y no protestó cuando él hizo el beso más profundo, ni cuando notó que su mano se deslizaba por detrás para desabrochar el sostén.
Cuando Nick hubo retirado la molesta prenda, Miley sintió el aire fresco, y las caricias de sus manos fueron como un bálsamo para su ardiente piel.
—Miley... —gimió Nick contra sus labios. Quería hacerle el amor hasta llegar al final.
La joven abrió los ojos, y dejó que su mirada vagara hasta el tórax de Nick y que sus manos la siguieran. Notó que él se tensaba cuando empezó a desabrocharle los botones de la camisa, pero no la detuvo, así que la abrió por completo, acariciando la espesa mata de vello que lo recorría hasta alcanzar la hebilla del cinturón.
—Seguro que te encanta que las mujeres te acaricien el torso —dijo masajeándolo.
—Nunca me había gustado... hasta ahora —repuso él con voz ronca.
Miley se removió inquieta sobre el edredón, hambrienta de más caricias y sus ojos buscaron los de él. Su cuerpo le gritaba, pidiendo algo.
— ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó él—. Solo dímelo. Haré lo que quieras que haga.
La joven tragó saliva y entreabrió los labios, insegura. Agarró la cabeza de Nick entre sus manos, y tiró de ella, arqueando su cuerpo hacia él. Y Nick comprendió, sin necesidad de palabras.
— ¿Quieres que te bese aquí? —susurró con ternura. Y tomó con la boca abierta la cumbre de uno de sus senos.
Miley gemía sin cesar. Aquello superaba con creces todas sus fantasías sobre lo que debía ser la pasión. Enredó los dedos en los chinos mientras Nick seguía con sus caricias, animado por sus eróticos gemidos y la sensación de que su cuerpo le respondía. De pronto volvió a besarla en los labios, y Miley abrió la boca para darle libre acceso, al tiempo que el cuerpo de Nick la cubría.
Ella abrió los ojos al notar que los labios de él se despegaban un momento de los suyos, y mientras sus cuerpos se acomodaban con increíble perfección el uno al otro. Apenas podía respirar, y comprendió, al sentir íntimamente su excitación, lo mucho que la deseaba.
— ¿Tienes miedo esta vez, Miley? —murmuró Nick con voz queda.
—Debería tenerlo —contestó ella.
Alzó las manos para tocar su rostro mientras Nick frotaba suavemente su torso contra los senos de ella. Contuvo el aliento, temblorosa, pero sus dedos trazaron con adoración las cejas, las mejillas, los labios...
Nick deslizó las manos por detrás de su espalda para atraerla hacia sí.
—Te deseo Miley —le susurró inclinándose sobre su boca—. Te deseo tanto...
La joven le rodeó el cuello con los brazos y lo besó suavemente.
—Yo también te deseo, Nick...
Entonces Nick estuvo a punto de perder el control por completo. La besó hasta que tuvo que parar para tomar aliento, con la rodilla entre sus largas y suaves piernas, y una mano en su cadera. La sintió estremecerse y emitir algo que sonó como un sollozo, y aquello, fue lo que le devolvió la cordura.
Despacio, muy despacio, rodó sobre el costado, llevándola consigo y acunándola contra su cuerpo sudoroso. Tomó la cabeza de Miley entre sus manos y la apretó contra su corazón.
—Quédate quieta, cariño —le dijo entre susurros entrecortados al sentir que se removía en sus brazos. Le agarró las caderas—. Quédate quieta aquí a mi lado y respira. En un momento todo estará bien. No te muevas, cariño.
Miley tenía las palmas abiertas sobre su tórax, enredadas en la mata de vello que subía y bajaba. Si estaba tan agitado como ella, ¿por qué se detenía en ese momento? No comprendía nada.
—Mi vida... —murmuró Nick al cabo de un rato—. Dios del cielo, si hubiera seguido un par de segundos más no habría podido parar, ¿lo sabes?
Miley se acurrucó contra él.
— ¿Por qué has parado?
Nick se apartó un poco para mirarla.
— ¿Acaso no lo sabes?
—Supongo que porque no soy rubia... —suspiró la joven, a punto de romper a llorar por la decepción y frustración que sentía.
—No, porque no estás lúcida —la corrigió él. Apartó el cabello de su rostro con ternura—. Mírate, Miley, estás borracha.
—Pero te deseo... —gimió la joven.
—Lo sé, puedo verlo... y notarlo —la abrazó con fuerza un instante, volvió a apartarse, y le metió el salto de cama por la cabeza en un hábil movimiento. A continuación, la tomó en sus brazos, apartó la ropa de la cama y la depositó de nuevo sobre el colchón, tapándola amorosamente.
—Nick, quédate conmigo... —susurró Miley. Él sonrió, pero meneó la cabeza.
—No, si Kevin nos encontrara juntos en la cama, me haría casarme contigo.
—Y supongo que eso sería el fin del mundo para ti.
La expresión en el rostro de Nick se endureció. Inspiró y le acarició la mejilla pensativa.
—Llevó solo mucho tiempo, Miley. Me gusta ser mi propio jefe y no tener que rendir cuentas a nadie. Soy un lobo estepario, el matrimonio no es para mí.
—Imagino que una sola mujer no te satisfaría — murmuró apartando la vista. Sus sueños se habían hecho añicos. Nick la deseaba, pero no la amaba.
Él se encogió de hombros confundido y sintiéndose en cierto modo abrumado.
—No, nunca me ha bastado con una mujer —le dijo ásperamente—. No quiero ataduras.
—Dios me libre de atarte —murmuró Miley forzando una sonrisa cínica—. No te preocupes, Nick, solo estaba... experimentando. Me preguntaba por qué habías sido tan brusco conmigo la otra mañana, y quería saber si la pasión hace a la gente brusca, y ahora puedo decir que así es, porque es lo que me ha sucedido a mí esta noche. Gracias por la... lección.
Nick frunció el ceño y buscó sus ojos.
— ¿Es eso lo que te ha parecido?, ¿un experimento?, ¿una lección sobre cómo hacer el amor?
—Joe me dijo que alguien tenía que enseñarme —le dijo ella con un bostezo. —. Pero ya no —cerró los ojos y volvió a apoyar la cabeza en la almohada—. Um, qué sueño tengo...
Los ojos de él relampagueaban. ¡Lo había utilizado! Era lo único que había querido de él, solo había estado experimentando, averiguando lo que se sentía al hacer el amor. ¡Condenada... chiquilla!
Se levantó y se quedó mirando furioso el sostén que le había quitado unos momentos antes de que le dejara tocarla. ¿De qué le dejara? ¡Pero si lo había instado a hacerlo! ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo? Le hervía la sangre al recordar lo desinhibida que se había mostrado. ¿Tal vez sí lo amara pero estaba intentando ocultárselo? ¿Y qué sentía él realmente hacia ella? ¿Solo la deseaba físicamente... o era algo más? ¿Podría soportar perder su libertad por una mujer? Porque en eso era en lo que acababa todo, en el matrimonio, la trampa.
Arrojó el sostén sobre la silla que había junto a la cama y se quedó mirando un buen rato el plácido rostro de Miley. Era deliciosa: virginal e increíblemente hermosa. Se preguntó si alguna vez lograría borrar de su memoria el recuerdo de esa noche, o si siempre se interpondría cuando estuviera con otra mujer.
Abrió la puerta y salió, cerrándola tras de sí muy despacio. No debería haberla tocado.
Tenía que alejarse de allí por unos días, necesitaba pensar, aclararse las ideas. De lo contrario, se convertiría en un infierno el tratar de no ponerle las manos encima a Miley. Además, sabía que si volvía a tenerla entre sus brazos, no se conformaría con unos cuantos besos. La deseaba demasiado, y ella le respondía con demasiado ardor. ¡Dios!, lo excitaba como nunca otra mujer lo había excitado. ¿Y si no podía controlarse, y si la tomaba a pesar de sus firmes intenciones?
No quería casarse, no quería ataduras, y eso, Miley no lo comprendería nunca. Para ella, seguramente, hacer el amor significaba que había que casarse. No, no le gustaba aquella idea en absoluto, pero le atormentaba el pensamiento de no volver a sentirla. Era maravillosa. Su boca era tierna y dulce, y dispuesta a aprender, y su cuerpo era como néctar. El solo recuerdo de su cuerpo desnudo lo hacía estremecer, por no mencionar el exquisito tacto de su piel...
Gimió para sus adentros y se dirigió a su habitación. No podía tenerla, pero tampoco quería renunciar a ella. No sabía qué diablos iba a hacer. Tal vez cuando regresara de donde quiera que se fuese, tendría la mente lo suficientemente clara como para tomar una decisión.
Entró en su cuarto, se sentó frente al escritorio, y le garabateó una nota a Kevin diciéndole que se iba unos días a Montana, a ver a unos accionistas. A su hermano le parecería raro, ya que normalmente era él quien se encargaba de esas cosas, pero seguramente a Miley no. Se preguntó cómo se sentiría la joven cuando se enterara de que se había marchado. Con un poco de suerte a la mañana siguiente ni siquiera recordaría que habían estado a punto de hacer el amor.
ahh ame este cap!! q pena q nick se vaya :( bueno siguela pronto me encanto no lo olvides cdt! byee
ResponderEliminarupss
ResponderEliminarKevin y Miley se emborracharon :O
jejejeje
me encantooooo