Día
10: Miércoles
A
las nueve de la mañana, Miley levantó la mirada de la pantalla de su ordenador
cuando Nick entró en su despacho y apoyó la espalda en la puerta para cerrarla.
Había
pasado toda la noche diciéndose a sí misma que odiaba a Nick Jonas. ¿Cómo podía
haber imaginado que su hijo era de otro hombre? Aquella era la única
posibilidad en la que Miley ni siquiera había pensado.
¿Y
no era curioso que se hubiera encogido de hombros al saber que había visto a la
morocha medio desnuda en su apartamento? ¿Esa era su idea de salirse por la
tangente? ¿Actuar como si la morocha nunca hubiera existido? Pues,
desgraciadamente, ella tenía muy buena memoria.
Pero
lo más desafortunado era que, por mucha amargura y furia que Nick provocara en
ella, seguía dejándola sin aliento cada vez que lo veía.
Allí,
de pie frente a ella, tremendamente masculino, con un caro traje de chaqueta,
el agresivo mentón tenso y los ojos castaños semicerrados, Nick exudaba una
ligera pero perceptible sensación de incomodidad que, inesperadamente, le
tocaba el corazón.
—Si
tienes algo que decir, dilo —suspiro Miley.
—Supongo
que un hombre insensible y egoísta se habría lanzado sobre el niño diciendo:
¡Qué bien, es el niño más guapo que he visto en mi vida!
—
¿Miraste siquiera a Frankie?
—No
quería ni mirarlo... —contestó él. Después de decirlo, apretó los dientes y
abrió las manos en señal de disculpa—. Perdona. No quería decir eso.
—Se
te ha escapado, ¿no? Como tú eres un hombre tan sensible... —murmuró Miley,
volviéndose hacia el ordenador—. No te gustan mucho los niños, ¿verdad?
—Sin
comentarios. Solo he venido para decirte que puedes tomarte la mañana libre.
Tienes que comprarte un vestido para el miércoles por la noche —dijo él
entonces tranquilamente, poniendo una tarjeta de crédito sobre la mesa mientras
mencionaba como por casualidad el nombre de un conocido diseñador—. Tienes una
cuenta de gastos, algo perfectamente legítimo...
—
¿Es una orden?
—Sí
—confirmó Nick sin dudarlo—. Las apariencias lo son todo en mi mundo. Y no
quiero que nadie te trate como si fueras una simple empleada.
—Solo
soy una empleada, Nick.
—
¿Durante cuánto tiempo?
Miley
lo miró, sorprendida.
—
¿Eso es una amenaza?
—Deberías
conocerme mejor —replicó él, mirándola con exasperación—. Llámalo como quieras,
Miley. Cuando te miro, me duele y tú sientes lo mismo...
Miley
tembló, furiosa, pero no sabía con quién estaba más enfadada: con ella misma
por la vergonzosa debilidad que sentía o con él por hacer tan arrogante
comentario con toda tranquilidad.
—
¿La morocha también te hacía sentir así?
—Nunca...
—Qué
pena —Miley apartó la mirada, rota por la sencilla palabra que, por fin,
admitía la cruel traición de Nick Jonas—. No se puede dar marcha atrás al
reloj. Nunca podría confiar en ti, Nick.
El
hombre se quedó silencioso durante unos segundos. Su expresión era
indescifrable.
—Espero
que se te dé bien arrastrarte —murmuró por fin, mientras abría la puerta.
¿Arrastrarse?
Ni por todo el oro del mundo, ni siquiera por un nuevo comienzo con el hombre
del que seguía estando enamorada.
Pero
era el momento de decirle la verdad sobre Frankie, pensó Miley, angustiada.
Al
final, Frankie preguntaría quién era su padre y esperaría respuestas. ¿Cómo
podía permitir que Nick siguiera creyendo que Frankie era hijo de otro hombre?
¿Cómo había podido imaginar alguna vez que podría mantener aquello en secreto
para siempre cuando no era solo su secreto...?
hahahha me encanto siguela, sabes? odio al pajarito de tu blog siempre se para en donde estoy leyendo -.-
ResponderEliminarme encantooooooooooooo.....
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