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Día
8: Lunes por la tarde
De
vuelta en casa, a salvo, Miley acababa de poner a Frankie en la cuna cuando
sonó el timbre.
Cuando
vio a Nick por la mirilla, el pánico encogió su corazón. Demasiado tarde se dio
cuenta de que salir corriendo sin darle una explicación había sido una
estupidez más grande que besarlo de nuevo. Recordándose a sí misma que Frankie
raramente se movía después de quedarse dormido, Miley abrió la puerta.
—
¿Por qué has salido corriendo de esa forma? —demandó Nick con expresión tensa.
Con
la cara ardiendo y las conflictivas emociones angustiándola, Miley pasó al
salón delante de él.
—Por...
vergüenza, por remordimientos...
—No
tienes que sentir nada de eso —la interrumpió Nick, tomándola por los hombros
para obligarla a mirarlo—. Quiero volver contigo, Miley.
La
sorpresa la dejó inmóvil.
Con
un suspiro de agotamiento, él levantó una mano y suavemente pasó un dedo por su
labio inferior.
—
¿Por qué pareces tan sorprendida? Tú deberías saber que no me gusta jugar. Lo
que ves es lo que hay...
—
¿En serio?
La
pregunta le salió a Miley del corazón. Pero se dio la vuelta, sus sentidos
alterados por la proximidad del hombre y la mente un océano revuelto de
cuestiones.
—¿Alyson
Stoner sabe que estás aquí?
Nick
dejó escapar una maldición en griego.
—Dónde
vaya o deje de ir no tiene nada que ver con mi decoradora.
—
¿Tú... qué?
—Alyson
está decorando mi nueva casa.
Miley
se sintió avergonzada por haber vuelto a meter la pata. Aunque la morena
aspiraba a tener una relación mucho más profunda con Nick, eso estaba claro.
—Has
vuelto a equivocarte —dijo él entonces con un brillo de humor en los ojos. Nick
estudió la expresión de Miley—. Pero, ¿qué más da? Ahora mismo, la única mujer
que quiero en mi vida eres tú...
Una
risita nerviosa escapó de la garganta de Miley.
—Eso
ya me lo dijiste una vez.
—No
comprendo tu actitud. Fuiste tú quien me dejó —dijo entonces Nick poniéndose
serio. Sus facciones habían recuperado la expresión poderosa y amenazadora—.
¿Era una forma de llamar mi atención? ¿Esperabas que saliera corriendo detrás
de ti para obligarte a cambiar de opinión?
—No...
—Sé
que estabas pasando un mal momento por la muerte de tu madre, pero cerraste la
puerta a lo que había entre nosotros, como si no significara nada para ti.
Necesito que me expliques por qué hiciste eso.
Miley
abrió los ojos de par en par. Nick parecía tan sincero... Posiblemente, ni
siquiera sabía que había encontrado a la morocha en su apartamento. Pero él era
un hombre inteligente, tenía que haber sospechado que había descubierto su
infidelidad.
—
¿Por qué me haces esto? —Preguntó, levantando la barbilla—. ¿Por qué te haces
el inocente? ¿Es que pensabas que no me enteraría?
—
¿Enterarte... de qué? —suspiró Nick, frustrado.
—De
que me estabas engañando. ¡Tú lo sabes muy bien!
La
fabulosa estructura ósea del hombre se tensó inmediatamente.
—Eso
es mentira...
—Por
favor, Nick —lo interrumpió ella—. ¡Usé la llave que me diste para entrar en tu
apartamento y vi a una morocha de metro ochenta saliendo de tu dormitorio en
ropa interior!
Miley
reconoció el preciso momento en que él entendía de qué estaba hablando porque
una palidez cadavérica cubrió sus facciones bronceadas.
Nick
murmuró algo en griego y, dándose la vuelta, salió del salón.
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