Ella lo rodeó con sus brazos y se aferró a su cintura con las
piernas. Enterró la cabeza en la curva de su cuello y se estremeció.
-De acuerdo -susurró-. Eso ha sido impresionante.
-Y húmedo. Funciono mejor cuando estoy seco -soltó una risita
y la llevó hacia su dormitorio. Ella alzó la cabeza y lo miró en la penumbra.
-Diablos, entonces dame una toalla
-Ese es el plan -dijo él, dándola un azote en el trasero.
-Me encantan los hombres con planes -sin dejar de mirarlo,
movió las caderas y se clavó en él. Joe tragó aire, sujetó su trasero con un
brazo y la inmovilizó.
-Me estás matando -admitió.
-Oh -ella agitó la cabeza y gotas de agua salieron
despedidas-, aún no.
-Tienes tus propios planes, ¿verdad? -la dejó sobre el
colchón, sin separarse de ella.
-Los voy haciendo sobre la marcha -contestó ella, tomando su
rostro entre las manos.
-Pues lo haces muy bien -aseguró él-. No pares ahora.
-No te preocupes por eso -ya que habían empezado, rindiéndose
a la tensión que se había creado entre ellos a lo largo de la semana, Demi no
quería parar. Quería mucho más. Quería volver a sentir cómo crecía la
excitación en su interior, experimentar la explosión de deseo y el latido acelerado
de la satisfacción.
No había esperado que llegaran a tanto. No había contado con
ello. Pero era lo suficientemente lista como para disfrutarlo, ya que había
ocurrido.
El edredón era cálido y blando. El algodón acariciaba su piel
y la rodeaba como un capullo. Se sentía rodeada de calor, a pesar de que la
lluvia, que golpeaba furiosamente el tejado, la había empapado. La única luz
de la habitación provenía de los relámpagos, pero era suficiente para ver el
rostro de Joe, leer su expresión y saber que estaba sintiendo lo mismo que
ella.
Él se movió en su interior, de nuevo a punto, y se arqueó
hacia él como una gata esperando una caricia. Apoyó la cabeza en el colchón,
deslió las piernas de sus caderas y apoyó los pies en la cama. Clavó las
caderas en las suyas y se abrió para él, llevándolo tan dentro como pudo. Era
tan grande y estaba tan duro que tuvo la sensación de que le llegaba al
corazón cada vez que la embestía.
-Más -exigió, arrastrando las uñas por su espalda.
-Más -aceptó él. De repente, se dio la vuelta, sin soltarla,
hasta que ella quedó sentada encima y él tumbado de espaldas.
La observó en la penumbra y deseó haber encendido algunas de
las velas que había en la habitación. Por lo visto, los fallos eléctricos
debían ser habituales. Unas cuantas velas le habrían permitido disfrutar
plenamente de la imagen de Demi sobre él.
Ella, a horcajadas, apoyó las palmas de las manos en su pecho
y empezó a juguetear con sus pezones, frotando y acariciando. Se movió sobre
él, balanceando las caderas, alzándose, arqueando la espalda como si estuviera
montando un caballo salvaje en un rodeo.
Aún húmeda de lluvia, mientras las frías gotas de agua caían
de su cabello y se estrellaban contra él, parecía fiera, tierna y libre. Echó
la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, moviéndose más, apretando. Lo llevó
más y más alto, mucho más de lo que él había creído posible. El deseo que provocaba
en él, casi lo estrangulaba.
Alzó las manos y las posó en sus pechos, pellizcando sus
pezones. Ella se entregó al contacto y él sonrió antes de deslizar una mano
hacia el punto en que sus cuerpos se unían. Acarició el pequeño botón de carne
que contenía sus secretos, que aumentaba su placer.
-¡Joe! -gimió su nombre y se movió contra él con más fuerza,
con un ritmo desenfrenado.
-Siéntelo -ordenó él, observando su rostro, admirando el
placer que suavizaba sus rasgos.
-Es demasiado -murmuró, negando con la cabeza y mordiéndose
el labio inferior.
-Nunca es demasiado -dijo él, y siguió acariciándola mientras
ella se movía sobre él, meciéndose y aceptándolo.
Soltó un gemido y su cuerpo se tensó sobre él. Los primeros
temblores la asaltaron y se movió con fiereza, aumentando su placer y exigiendo
el de él.
-Nunca es demasiado -aceptó, cuando sintió que él explotaba en
su interior y la acunaba suavemente en el descenso.
Minutos, horas, podrían haber sido días, no lo sabía ni quería
saberlo, Demi se derrumbó a su lado como una muñeca de trapo. Se lamió los labios
e intentó dominar el zumbido de su cabeza.
-Eso ha sido... increíble.
-Por decirlo en una palabra -dijo él, aunque su voz casi se
perdió en el tronar de la tormenta.
-Sabes... -Demi tomó una larga bocanada de aire y la soltó
antes de continuar-. Para ser un tipo con pinta de Don Tenso Inasequible, lo
haces de miedo.
-A ti tampoco se te da mal -replicó él. Demi esbozó una
sonrisa en la oscuridad, que empezó a difuminarse cuando volvió de golpe a la
realidad.
-Vamos a arrepentirnos de haber hecho esto, ¿verdad?
-Probablemente.
-Eso me parecía -Demi estudió las sombras y destellos de luz
en el techo de vigas artesonadas y escuchó el sonido de la respiración de Joe.
Los pensamientos se sucedían en su mente con tanta velocidad
que era incapaz de concentrarse en ellos. Sin duda, era mejor así; si se paraba
a pensar en lo que acababa de hacer con Joe, se daría de bofetadas.
-Quiero que sepas -dijo-, que no ando buscando una relación.
-Yo tampoco.
-Eso está bien, entonces.
-Sí, bien.
-De todas formas, esto va a complicar las cosas, ¿no?
-preguntó ella.
-¿Quieres decir que cuando te vea sentada en la oficina voy a
acordarme de esto? -inquirió él-. Oh, sí.
-Tampoco será fácil para mí -ni siquiera podía imaginarse
estar en la oficina con él y no pensar en la alocada escena que había tenido
lugar en el balcón. Era un estúpida. No debería haberlo hecho. No debería
haberse rendido a sus hormonas como una adolescente sin experiencia. Debería
haberse acordado de que los hombres creaban problemas, y de que ella no había tenido
mucha suerte con ellos.
-Por eso no deberíamos haberlo hecho.
-Cierto -Demi lo miró y se dio cuenta de que él también tenía
los ojos clavados en el techo. Se preguntó qué estaría pensando realmente. Si
estaba buscando la manera de escapar de la cama dignamente, o si se planteaba
despedirla para evitarse la incómoda escena que solía tener lugar después del
sexo-. Y sólo estaré en tu vida, en tu mundo, temporalmente. Dos semanas. Eso
es todo.
-Debería haber sido sencillo -comentó él.
-Ya no lo es.
-No -aceptó Joe.
Demi suspiró y se puso de lado. Sintió el calor de su cuerpo y
no pudo resistirse a volver a tocarlo. Apoyó una mano en su pecho y la deslizó
hacia arriba.
-Piénsalo, han sido nuestras abuelas las que nos han metido
esto -murmuró.
-No creo que fuera esto lo que tenían en mente -Joe soltó una
risa, atrapó su mano y entrelazó los dedos con los suyos-. Lo hecho, hecho
está. Somos adultos. No tiene por qué ser difícil. Sólo ha sido sexo.
-Sexo fantástico.
-Eso no hace falta decirlo.
-Pero sería agradable escucharlo.
-Sexo fantástico -dijo él, mirándola.
-Gracias -replicó ella.
-No, gracias a ti.
-Créeme -una sonrisita curvó sus labios-. Ha sido un placer.
-Sí, ya lo sé.
Veo que no tienes problemas de ego.
Él giró, la tumbó de espaldas y se apoyó en un codo para poder
mirarla.
-Es una noche. Una noche en toda una vida. Ninguno de los dos
busca, ni espera, rosas y angelitos. Lo pasamos bien juntos y mañana volvemos
al trabajo como si no hubiera pasado nada.
Demi estudió sus ojos, su rostro, la curva de su boca. Quería
volver a besarlo, saborearlo de nuevo. Sentir su lengua acariciándola. Deseo,
nuevo y ansioso recorrió su cuerpo. Nunca se había sentido así.
Había estado con otros hombres, con su prometido y después
con Wilmer. Pero esas experiencias no habían sido nada en comparación con lo
que sentía. Nunca había querido más y más, como esa noche.
Aunque acababa de estar con Joe, lo deseaba de nuevo. Ya. En
su interior. Quería sentir su cuerpo moviéndose dentro de ella. Sentirse atrapada
entre sus brazos; era una sensación nueva.
Una parte de ella deseaba explorar esas sensaciones. Pero
otra parte, la cautelosa, quería escapar mientras aún pudiera pensar con
lógica. No había futuro con Joe. Era como los demás hombres que había conocido.
Quería que lo ayudara en el trabajo, la quería en su cama pero, igual que los
demás, no la quería a ella. Eso no era una relación. Sólo eran dos personas
que sentían una... conexión. Se preguntó si eso era razón suficiente para
disfrutar el uno del otro y si podrían mantenerlo a ese nivel.
-¿Crees que seremos capaces de, hacerlo?
-Yo sí -dijo Joe, acariciando su mejilla con los dedos y
apartándole el pelo. Mirarla hizo que la deseara de nuevo. Pero estaba seguro
de que podría decir adiós, porque tenía que hacerlo. No dejaría que se
acercara demasiado a él, no podía. Se había arriesgado una vez y había salido
trasquilado. No volvería a hacerlo.
Joe había aprendido años atrás que la vida era más sencilla
viviéndola a solas. El sexo era una cosa. El amor, una relación, era otra; y no
le interesaba.
-La pregunta es, ¿lo eres tú?
Ella se estremeció bajo su caricia, sintió punzadas de calor
que pasaban de la yema de sus dedos a su piel. ¿Sería capaz de olvidar lo que
había pasado esa noche cuando llegara el día? No estaba segura. Pero sí sabía
que no capaz de renunciar a volver a sentir lo que había sentido. Por eso sólo
había una respuesta posible.
-Sí, claro que lo soy.
-Bien -afirmó él, apartándose.
-¿Digo que sí y te vas?
Él se levantó de la cama y se volvió para mirarla de nuevo,
con una sonrisa en la boca. A ella le dio un vuelco el corazón.
-Sólo voy a encender unas cuantas velas -explicó-. Esta vez
quiero verte.
-Oh, vaya.
Estaba preciosa a la luz de las velas.
Las llamas chispeaban por la habitación, dibujando halos de
luz en el papel floreado de las paredes. Afuera, la tormenta seguía; la lluvia
golpeaba los cristales y los relámpagos y truenos se sucedían. La enorme cama
parecía cálida y acogedora, y el cuerpo desnudo de Demi sobre las sábanas
blancas era una tentación a la que ningún hombre podría resistirse.
Y Joe no tenía ninguna intención de resistirse. No recordaba
haber sentido un deseo igual antes. El calor que lo asaltaba cada vez que
tocaba su cuerpo era irresistible. Demi no se parecía a las mujeres que había
conocido.
Todo en ella era distinto, excepcional. Único. Su actitud, su
risa, su aroma. Olía a rosas y a sol, una mezcla irresistible para un hombre
acostumbrado a perderse en montañas de trabajo, en edificios cerrados. Ella
se reía de su ética de trabajo. Le tomaba el pelo por tomarse demasiado en
serio a sí mismo y discutía cuando le daba órdenes. Joe se lo estaba pasando
demasiado bien. Sabía que debía preocuparlo, pero su ansia por disfrutar de
ella le impedía pensarlo en ese momento.
Cruzó la habitación hacia ella, sintiendo un cosquilleo en la
piel al pensar que iba a tocarla de nuevo. Ella se apoyó sobre ambos codos,
ladeó la cabeza y sonrió.
-¿Sabes? Se me acaba de ocurrir algo.
La pálida luz de la habitación se iluminaba las puntas de su
cabello, aún húmedo, y las gotas de agua destellaban como diamantes. Ese pensamiento
sorprendió a Joe, nunca antes había sido poético.
-¿Sí? ¿Qué es?
Ella levantó una pierna y deslizó la planta del pie por su
otra pierna, en una caricia larga y lenta que lo dejó sin aliento.
-¿Siempre llevas preservativos cuando viajas con tu
secretaria?
Él se detuvo al borde de la cama y tocó su pantorrilla.
Sonrió al ver que ella cerraba los ojos con el contacto. Sus dedos la
acariciaron como plumas.
-No. ¿Recuerdas que paramos a echar gasolina?
-Mmm, sí -murmuró ella, mientras la mano subía por encima de
su rodilla y llegaba al muslo.
-Hoy en día, las gasolineras venden de todo -Joe sonrió al
recordar el impulso que lo había llevado a comprar dos polvorientas cajas de
preservativos que descubrió en un estante.
Ella se dejó caer en el colchón y arqueó las caderas cuando
los dedos se posaron entre sus muslos. Inhaló con fuerza y lo dejó escapar
lentamente.
-Gracias a Dios que eres precavido.
-Es una de mis muchas cualidades -dijo él, observando cómo
vibraba bajo su tacto.
-Dime otra -alzó las caderas hacia su mano y jadeó cuando él
empezó a frotar.
-Estás a punto de descubrirla -Joe tenía el corazón acelerado
y la sangre le hervía en las venas. Se sentía como si estuviera en medio de un
fuego. Sin aliento, se rindió a sus impulsos y agarró sus piernas. Rápidamente,
tiró de ella hacia sí.
-¡Eh! -Demi agarró las sábanas como si quisiera impedírselo.
-Cállate, Lovato.
-¿Qué has dicho? -alzó la cabeza para mirarlo. Él la llevó
hacia el borde de la cama, abrió sus piernas suavemente y se arrodilló ante
ella.
-He dicho que te calles.
-¿Qué diablos...? -lo miró-. Joe...
El la miró encandilado. La luz de las velas bailoteaba en sus
ojos y cubría su piel con un suave halo dorado. Estaba preciosa, salvaje y tan
sensual que podría robarle el alma a cualquier hombre.
A cualquier hombre que lo permitiera, él no lo haría.
Simplemente quería tenerla.
-Confía en mí -su susurro ronco se perdió en el fragor de la
tormenta que seguía desatándose fuera de la cálida habitación.
Alzó sus piernas, una tras otra, y se las colocó sobre los
hombros; después situó las manos bajo su trasero. Ella tembló y arqueó las
piernas, removiéndose como si quisiera liberarse. Pero no se esforzó
demasiado.
-Joe, no tienes que... -estiró una mano hacia él.
-Como he dicho... cállate, Lovato -clavó los ojos en los de
ella y posó la boca entre sus piernas. Boquiabierta, Demi dejó escapar el aire
de sus pulmones.
Lo observó tomarla, y su mirada excitó a Joe aún más. Lamió la
delicada carne y ella gimió, enredando los dedos en su pelo y sujetándolo,
como si temiera que fuese a parar. No tenía por qué preocuparse, Joe no podía
parar. La sensación de cómo su cuerpo se derretía bajo él lo encendió y llenó
de pasión. Probó su sabor, empujando con la lengua, volviendo loca a Demi.
Dejó una mano en su trasero y desplazó la otra para introducir
primero un dedo, luego dos, en su interior. Ella se estremeció y se alzó hacia
su boca.
-Joe, eso es... tan... delicioso. No pares. No pares nunca.
Sus palabras y el sonido roto de su voz hicieron que Joe,
instintivamente, acelerara el ritmo. Demi se movió con él, balanceando las caderas,
buscando el paraíso que sabía que la esperaba. No podía dejar de mirarlo,
asombrada por la intimidad del contacto. Los ojos de él ardían, y su rostro,
entre sombras y luces tenía un aspecto peligroso y atractivo.
Él levantó su trasero de la cama y Demi se encontró flotando,
la boca de Joe era el único punto de estabilidad de su mundo. Su cálido aliento
acariciaba la parte más íntima de su ser, y sus dedos y su lengua provocaban
en su cuerpo una sensación frenética que giraba como una espiral en su
interior. Oía los latidos de su corazón y jadeaba. No podía aguantar mucho más.
No podía hacer que durase, a pesar de que deseaba sentir su boca ahí para siempre.
Se acercaba el final y se lanzó a su encuentro.
Puso las manos en su cuello y lo abrazó, gritando su nombre.
Él siguió besándola hasta que los últimos temblores se detuvieron, después la
dejó suavemente en el centro de la cama.
-Estás lleno de sorpresas, ¿no? -comentó ella, mirándolo con
los ojos nublados.
-Lo intento.
-Pues, te va muy bien -aseguró ella, diciéndose que no
importaba que el ritmo de su corazón estuviera cerca de las trescientas
pulsaciones. Si tenía un infarto, se enfrentaría a la muerte con una sonrisa
satisfecha.
-Me alegra saberlo -sonrió y se inclinó para buscar otro preservativo
en la mesilla. Mientras abría el paquete la miró. Demi vio el deseo en sus ojos
y una espiral de deseo la recorrió. Sintió sorpresa y placer, deseosa de
nuevas experiencias, mientras se preguntaba dónde llevaría todo eso.
Afortunadamente, la voz de Joe atravesó su cerebro y nubló sus pensamientos.
woooo espectacular me encanta amo jemi*.*
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