Día
4: Jueves por la mañana.
Nick
estaba presidiendo un consejo de administración cuando Miley entró en la planta
de presidencia.
Nerviosa
como una gata sobre un tejado caliente, pasó algún tiempo organizando el
pequeño despacho que le había sido asignado hasta que, por fin, sonó el
teléfono y fue requerida en la sala de juntas.
Nick
Jonas se puso de pie y todos los ejecutivos imitaron el gesto de cortesía,
provocando un estruendo de sillas contra el suelo.
—La
señorita Marshall tiene una licenciatura en marketing y además habla francés y
español —dijo Nick, desconcertando a Miley con tal presentación—. ¿Alguien
puede decirme qué estaba haciendo en la recepción?
Sorprendidos,
los miembros del consejo de administración se miraron unos a otros sin saber
qué contestar.
—Una
empresa que falla colocando al personal más prometedor en puestos de
importancia es una empresa que pierde dinero —siguió Nick—. Y también he tomado
nota del hecho de que no haya mujeres en puestos directivos, algo sorprendente
en una empresa de este tamaño.
Dejando aquel comentario colgando en el aire, Nick dio por terminada la reunión. Y, de repente, Miley entendió que no había nada personal en la decisión de ascenderla de categoría. Simplemente, la había usado como ejemplo para su sermón sobre igualdad de oportunidades en la empresa. Una confusa mezcla de admiración, dolor y resentimiento la asaltó entonces.
Nick,
el colmo de la masculina sofisticación con un soberbio traje gris de raya
diplomática, acompañó a Miley a su despacho.
—Veo
que estás muy interesado en la posición que ocupan tus empleadas —murmuró ella,
incómoda.
—El
año pasado, Sistemas Miller tuvo que resolver dos querellas por discriminación
sexual fuera de los tribunales. Y no estoy dispuesto a que haya una tercera.
—Creí
que no aprobabas que las mujeres trabajasen.
Nick
levantó una ceja.
—Tú
fuiste la primera mujer trabajadora que me llevé a la cama y solías estar
siempre ocupada cuando te necesitaba —afirmó, mirándola de arriba abajo—. Lo
que busco para mi propia satisfacción en la vida privada no tiene relación con
mis opiniones como presidente de una empresa.
Miley
se ruborizó ante la ruda clarificación y tuvo que apartar la mirada, lamentando
su propio comentario. Solo había trabajado para Nick durante tres días antes de
que empezara su apasionada aventura y había sido ella quien tomó la decisión de
pedir el traslado a otra sucursal.
—Tengo
una larga lista de tareas para ti —continuó Nick un segundo después, sin que,
aparentemente, el pesado silencio lo molestara en absoluto.
Pero
eso no debía pillarla por sorpresa. Miley sabía que Nick Jonas no tenía un
gramo de sensibilidad en todo su cuerpo y estaba dejando claro que ella no
había sido más que un simple revolcón. A pesar de todo, Miley sintió un nudo en
la garganta.
Nick
le dio entonces una cinta de audio.
—Todo
está aquí. Primero, tienes que enviar las invitaciones para la fiesta. Después,
puedes pasarte por Tiffanys y elegir una pulsera para Danielle. Yo escribiré la
tarjeta...
Con
un terrible sentimiento de humillación y dolor, ella levantó la cabeza, con los
ojos azules brillantes de indignación.
—
¿Me estás pidiendo que elija joyas
para una amante? —exclamó, tirando la cinta sobre la mesa.
—Yo
no...
—
¿A eso lo llamas trabajar? Yo lo
llamo venganza. ¡Vete al infierno, Nick! —exclamó Miley. Él la estudió con
expresión incrédula—. Te odio. Te odio con todo mi corazón. Tú eres el mayor
error que he cometido en toda mi vida.
Después
de aquella amarga declaración, Miley salió del despacho...
Siguela esta Genial :3
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