Seguidores

domingo, 17 de abril de 2011

♥" RINGS OF WEDDING "♥" Niley"♥ Cap 2


Hola chicas ak les dejo el segundo cap... diasfrutenlon...y espero q les gustee.. bue si tngo tiempo en la noch les subo un cap mas... las kiero un besooo... :P



Afortunadamente, Demi también había in­vitado a algunos amigos suyos. Iba a ir Miley Cyrus, una de sus mejores amigas, que tenía la desagradable manía de insultarlo a la mínima oportunidad. Era una muchacha extrovertida y descarada que tenía gran influencia sobre Demi. En cuanto se juntaban, no había quien las separara.
También iría Joe Miller, que seguro que tampoco se separaría de ella. Aunque de­bería sentir celos de ese hombre, lo cierto era que no los sentía. Demi y Joe  habían sido amigos desde la infancia y ella lo veía como si fuera su hermano mayor. Además, había sido Joe quien le había presentado a Demi dos años atrás, así que no había ningún motivo para que sintiera celos de él. Al contrario, estaba contento de que Demi tuviera un acompañan­te, ya que de ese modo él tendría más libertad.
Nick se frotó la nuca, tratando de aliviar la tensión que sentía. De pronto se estaba empe­zando a sentir sofocado, así que decidió salir a la terraza. No era momento para andarse con dudas. Había decidido cómo iba a ser el resto de su vida y no había marcha atrás.
Cuando el reloj marcara las doce, empezaría un nuevo milenio. Y nada podría detener el tiempo.
Miley Cyrus dejó su abrigo en la re­cepción. Luego, agarró su ticket y lo guardó en el bolso. Afortunadamente, ya habían llegado la mayoría de los invitados a la fiesta de Denisse Jonas. Odiaba llegar a una fiesta con poca gente. Se había pasado demasiado tiempo arre­glándose el vestido como para que nadie lo apreciara.
Había tomado la idea de un traje diseñado por ella misma para una representación de An­tonio y Cleopatra de la Shakespeare Theatre Company. El vestido consistía en una toga de color carmesí cubierta de abalorios y colgantes de colores. Quizá hubiera sido adecuado llevar un tocado, pero Miley tampoco quería llamar demasiado la atención, así que se había recogido el cabello Castaño en un cuidado moño. Para terminar el trabajo, se había maquillado y se ha­bía puesto unos bonitos pendientes.
Cuando entró en el salón de baile se quedó impresionada. La alta sociedad de Chicago esta­ba toda reunida en ese edificio de la avenida Michigan en la que los periódicos denominarían como la fiesta del año. Todo estaba lleno de flo­res y los camareros uniformados se movían en­tre la multitud, llevando bandejas de plata. El techo estaba cubierto de pequeñas luces blan­cas, que parecían estrellas.
Miley pensó que debía de ser la única per­sona que no era rica en la fiesta. Había conoci­do a Demi Lovato cuatro años atrás en la clase de acuarela del Instituto de Arte. Y si no hubie­ra sido por su amiga, habría celebrado el fin del milenio sola en su casa, viendo la televisión y comiendo bombones.
« ¡Oh, mamá, qué orgullosa estarías de mí si pudieras verme ahora!». Miley incluso podía imaginarse el gesto de alegría de su madre si se hubiera enterado de que iba a una fiesta con gente tan importante. Miró hacia la multitud, tratando de encontrar algún fotógrafo de los que solían cubrir ese tipo de eventos. Si se lo proponía, seguro que podría salir en alguna fo­tografía. Su imagen sonriente en el interior de Town and Country haría que Leticia Cyrus se muriera de alegría.
Pero no estaba allí por su madre. Para ale­grarle de verdad, lo único que tenía que hacer era casarse con un médico rico. Ella había ido a la fiesta para divertirse. Tenía pensado besar a todos los hombres guapos que pudiera. Y si eso no podía ser, al menos podría besar a Joe Miller, suponiendo que apareciera finalmente.
Joe, en teoría, tenía que haberla acompañado esa noche, pero la había telefoneado en el último momento para decirle que tenía que solucionar unos asuntos relacionados con su trabajo. Tam­bién le había prometido que haría todo lo posible para tratar de llegar antes de la medianoche.
Y sabía que Joe  intentaría llegar. Aunque más por Demi Lovato que por ella. Demi y Joe estaban más unidos que si fueran herma­nos. Miley pensaba que debía ser a causa de que habían pasado la infancia juntos.
Miley suspiró. Si Joe no aparecía antes de las doce, tendría que buscar otro candidato para el gran beso antes de que sonara Auld Lang Syne.
Se acercó a una mesa con comida y tomó unos dulces. Mientras los masticaba, vio a Nick Jonas en medio de un grupo de hombres vestidos todos de esmoquin.
Jonas era el hombre más frío y sosegado que nunca hubiera conocido. Siempre iba im­pecablemente vestido y cada vez que se encon­traba con él le entraban ganas de despeinarlo o de llenarle de polvo sus relucientes zapatos. A ese hombre no le iría mal un poco de caos en la vida. Quizá así comenzara a comportarse como un ser humano.
Miley y Nick tenían una relación algo difí­cil. Su único vínculo era Demi Lovato. Miley sabía que Nick no aprobaba su estilo de vida bohemio ni su impetuosidad. No le gustaba su modo de comportarse y siempre estaba sugi­riéndole a Demi que no debía relacionarse con una mujer así.
Miley sentía pena por Nick Jonas, un hombre que era pura apariencia, a pesar de que era cierto que tenía un cuerpo impresionante y que su nariz y boca eran para morirse. Cual­quier mujer estaría encantada de conocer un hombre así. Menos ella.
Nick era la clase de hombre que su madre quería para ella, un hombre rico y seguro de sí mismo. Pero Miley se daba cuenta de que tra­taba a Demi como si fuera otra más de sus pertenencias. Gracias a Dios Demi no había sucumbido a sus encantos. No parecía que hu­biese demasiada pasión entre ambos. Eso era imposible con un hombre que sólo se preocu­paba de ganar dinero.
La boca de Miley se curvó en una sonrisa mientras seguía con la vista fija en Nick. ¿Cómo se tomaría ese hombre que le plantara un gran beso en los labios a medianoche? Quizá incluso fuera un beso con lengua. ¿Se sonrojaría? ¿Se avergonzaría o se mantendría impasible? Miley se tocó la barbilla con un dedo mientras ponderaba esa posibilidad. Estaba segura de que él no respondería al beso. Se comportaría, como siempre, de un modo educado.
Pero sería divertido probarlo. Provocar a un tipo tan estricto resultaba bastante tentador. To­dos los hombres con los que ella había salido eran mucho más fáciles. Una mirada especial, una sonrisa seductora, un derroche de caricias, y ya estaba. Pero se necesitaba mucho más que todo eso para hechizar a alguien como Nick.
Miley tragó saliva y tosió. Eso no quería decir que tuviera la intención de seducir al no­vio de su mejor amiga. Miley había hecho co­sas mucho más extrañas en la vida, pero nunca haría daño a Demi, a quien consideraba su mejor amiga.
Miley apartó los ojos de Nick y dirigió su atención hacia Demi, sola en el borde de la pista y con aspecto triste. Miley tomó en la mano algunos canapés de la mesa y se encami­nó a la pista de baile. Llegó al lado de Demi y, sin que ésta la viera, se acercó a su oreja y soltó una risita.
— ¡Miley! —exclamó.
—No pongas esa cara tan triste. A mediano­che, los marcianos descenderán sobre la fiesta y convertirán a toda esa gente en vainas. Es una profecía milenaria, ¿no la has oído nunca? —Miley ofreció un canapé a su amiga—. Esta co­mida está exquisita.
Demi escogió un canapé de gambas y estu­dió a la gente allí reunida.
— ¿Te has dado cuenta? Ninguna de esas mu­jeres come nada. Es algo que tengo que apren­der. No comer es elegante.
—Quizá ya sean vainas. Las vainas no co­men y parecen... vacías.
—Comparados contigo, todos parecen un poco sosos, la verdad —dijo Demi, echándose a reír.
Miley sonrió.
—Gracias. Me alegro de que por lo menos una persona aprecie mi traje. Lo he diseñado yo misma.
A Miley siempre le había encantado la ropa... pero no comprarla, sino hacérsela. En ese momento, era la figurinista de la Shakespea­re ‘Theatre Company, donde había empezado como humilde costurera. Cinco años antes, le habían encargado los trajes de los figurantes para una nueva producción del Sueño de una noche de verano y el proyecto le había dado la oportunidad de demostrar su talento. Un año después, la ascendieron a directora de vestua­rio.
Así que el vestido que llevaba era de estilo teatral. Miró el elegante traje de color azul de Demi. Era perfecto para su piel clara y su ca­bello negro. Pero Miley necesitaba colores in­tensos, brillantes, que hicieran que la gente se volviera y murmurara acerca de ella.
—Es evidente que no has decidido vestir de manera conservadora para el nuevo milenio — murmuró Demi.
—Oh, no. Pero sí que he tomado otras deci­siones. Por ejemplo, no voy a hacer topless en North Beach ni insultaré a los policías. Tampoco voy a salir con policías que me detengan por comportamiento indecente.
— ¿Algo más?
—Sí. Voy a dejar de comer chocolate. La ver­dad es que dejar de comer chocolate va a ser más difícil que aprender a vivir de una manera más discreta.
Miley había decidido desde muy joven que no iba a llevar la misma vida que su madre. Ella quería ser algo más que la esposa de un hombre bien situado y quería algo más de lo que su ciudad natal, Tennessee, pudiera ofrecerle. De manera que cuando heredó una pequeña cantidad de dinero de su abuela, tomó el primer vuelo a Chicago. Aunque su familia gozaba de una buena posición social, su in­fluencia y contactos no iban más allá de Nashville, pero a ella no le importó perderse en la gran ciudad, construirse una nueva vida y ser una persona normal con un trabajo normal.
Fijó la mirada en la pista de baile y sonrió, recordando a su madre. Si supiera que su hija estaba en una fiesta de sociedad con hombres tan ricos y guapos, se pondría muy contenta. Pero Miley había prometido que nunca se ca­saría por dinero, sino porque estuviera apasio­nadamente enamorada.
— ¿Y Joe? —preguntó Demi. —Iba a acompañarme, pero mañana sale de viaje para alguna zona en guerra. Tenía que ha­cer el equipaje y recoger los billetes de avión. Ha dicho que vendrá luego.
—Me parece que no os va demasiado bien, ¿me confundo?
—Creo que le vuelvo loco —replicó Miley tras dar un sorbo de champán—. Nos vemos de vez en cuando, pero sé que se ve con otra mu­jer. Por supuesto, yo no he mencionado que veo a otros hombres. Ninguno de los dos que­remos un compromiso serio—Miley suspi­ró—. ¿Y tú, qué decisiones has tomado? —aña­dió, fijando la vista en un hombre atractivo que estaba al otro lado de la sala. Se miraron y Miley sonrió, haciéndole un gesto con la mano—. Tú siempre tienes planes. —He decidido ser muy feliz. Miley apartó la vista del hombre y miró hacia un rincón de la sala.
— ¡Mira! Denisse ha contratado a una echado­ra de cartas. Vamos a ver lo que nos aguarda el próximo siglo. —Yo ya lo sé. — ¿Cómo puedes saberlo? Demi levantó una mano temblorosa. Un gran diamante brilló bajo la suave luz de los candelabros.
—La víspera de Navidad Nick me pidió que nos casáramos —explicó—. Le dije que sí y va­mos a anunciarlo justo a medianoche.
Miley tomó la mano de su amiga con in­credulidad. Era un diamante sin duda y lo sufi­cientemente grande como para ser visto a cien metros.
— ¡No! ¡Pero... no puedes casarte con ese hombre! Es tan... aburrido, tan serio... Además, no lo amas.
Un intenso rubor cubrió las mejillas de su amiga.
— ¡Eso no es cierto! Claro que le tengo cariño y lo respeto. Y... Nick me ofrece todo lo que quiero en la vida, un futuro y una familia.
— ¿Una familia? —preguntó Miley—. ¿Su familia? ¿Quieres ser una... persona decente?
—Nick y yo tendremos una familia propia. Tendremos hijos. Mi madre quiso a todos sus maridos y, ¿dónde la condujo? Yo no soy una persona apasionada. No siento las cosas como las sientes tú, pero eso no significa que no pue­da ser feliz con Nick.
— ¿Con un hombre al que no amas?
— ¡Sí lo amo! Que no me disfrace de Marilyn Monroe ni baile desnuda en la mesa de la coci­na o le envíe por correo mi ropa interior no quiere decir que no lo ame.
Miley notó que se ponía colorada. Sabía que Nick no aprobaría su comportamiento, pero nunca habría pensado que Demi tampo­co.
—Yo no envío mi ropa interior por correo normal. Lo envío por correo urgente.
—Además, ¿qué pasará si no me caso con él? ¿Va a venir otro? No va a venir nadie. Nick es el hombre ideal para mí, y si no puedo ser feliz con él, no seré feliz nunca.
Miley hizo un gesto negativo con la cabe­za. ¿Cómo era posible que su amiga se casara con alguien al que no amaba? Y no era cual­quier hombre, ¡era Nick Jonas! Miley co­nocía el poder del dinero. Ella había vivido a su lado siempre hasta que había escapado de Tennessee.
—Tú te mereces algo mucho mejor. Te mere­ces fuegos artificiales y orquesta de violines y...
—Yo no necesito esas cosas. Tengo todo lo que puedo desear. Te lo prometo.
Miley pensó que no podría convencerla de ninguna manera, que lo único que podía hacer era rezar para que se diera cuenta de su error. Además, no iban a casarse al día siguiente.
—Está bien... —dijo, dándole un abrazo—. Quizá tú sepas lo que te depara el futuro, pero yo no. Vamos a ver a esa adivina.
No debería haberse sorprendido de la deci­sión de Demi, pensó mientras cruzaban la sala. Cuando ella necesitaba un consejo, iba a buscarlo a Demi Lovato. Y cuando Demi ne­cesitaba sentimientos desenfrenados, iba en busca de ella. Por eso eran tan buenas amigas. Una hacía caso de su cabeza y la otra de su co­razón.

3 comentarios: