holiisss ak va el cap 15... espero q les gust...
y gracias ksandra x la foto esta muy buena... este cap va dedicado para vs.. un beso grandeee .... :PNick estaba de pie en la puerta del salón, mirando a Miley. Ella estaba sentada frente a la chimenea, con el cuerpo desnudo envuelto en el saco de dormir. Habían hecho el amor dos veces delante del fuego, la primera con una pasión frenética, y la segunda con mucha más dulzura y sensualidad.
Tenían el día para ellos solos, ahora que la boda estaba en suspenso. Nick se había sentido tan mal por el dedo lastimado de Miley que le había llevado el álbum de fotos y algunas cartas del baúl. A pesar de la química sexual que ardía entre ellos, aquella tarde habían compartido una conexión más emocional que física. Cada vez que la miraba, Nick se daba cuenta de lo especial que era. Lista, divertida, sensual… Tiempo atrás le había robado una parte de su corazón, y no estaba seguro de querer recuperarla. Con Miley era feliz.
— ¿Estás cómoda? —le preguntó.
Ella se giró y le sonrió, con sus hermosos rasgos iluminados por las llamas.
—Mucho. Ven y échale un vistazo a esto. He encontrado una foto de la cocina de verano.
Nick se acercó a ella y tomó la foto.
—Mira esos fogones. No me extraña que tuvieran que hacer la cocina en un edificio aparte. Una chispa y todo hubiera ardido hasta los cimientos —levantó la vista hacia el techo—. Debería instalar un sistema de aspersores por si acaso. No quiero que esta casa se queme antes de que pueda acabarla.
—Deberías enviar estas cosas a la familia —dijo ella.
—No creo que la antigua dueña supiera que se dejaba algo en el desván. Haré un inventario y veré lo que quiere recuperar.
— ¿Cuál es su nombre? ¿Arlene?
—Sí.
—He estado leyendo estas cartas. Son de un chico al que ella conoció en un baile de verano. Tuvieron una relación amorosa. Él era del pueblo y ella vivía en Chicago. Parece que se estuvieron escribiendo durante años —frunció el ceño—. Las últimas son de cuando él estuvo en la guerra. ¿Quedan más cartas en el baúl?
—Puedo ir a mirar.
— ¿Crees que murió?
—No —dijo Nick—. Seguramente haya más cartas en el baúl. Voy por ellas.
Volvió al dormitorio, contento de tener a Miley en casa. Se imaginaba a ambos pasando los veranos juntos. Todo sería mucho más interesante si ella formara parte de su vida. Se despertarían y dormirían juntos, y durante el día nadarían en el lago, prepararían la comida y harían el amor a la luz de la luna.
Rebuscó entre los papeles y encontró otro fajo de cartas, mucho más pequeño que los anteriores y atado con una cinta negra. Se lo llevó a Miley y se sentó a su lado.
— ¿Lo ves? Había más cartas.
Ella miró el paquetito y desató lentamente el nudo. Leyó la primera de las cartas y sacudió la cabeza.
—No —miró a Nick y él vio lágrimas en sus ojos—. Es de la madre del chico. Murió en Francia en 1944 —hojeó el resto de las cartas—. Todas son de su madre.
Nick la abrazó por los hombros.
—Tranquila. ¿Por qué lloras?
—No lo sé. Es muy triste. Estaban enamorados y perdieron su oportunidad para estar juntos.
Él la besó en la cabeza, incapaz de consolarla.
—Supongo que hay que apreciar el momento presente —murmuró.
Miley asintió y se frotó los ojos con el extremo del saco de dormir.
—Yo lo aprecio —dijo, mirándolo fijamente—. Lo aprecio de verdad.
Nick sonrió y le dio un beso en los labios.
— ¿Qué te parece si nos vestimos y te llevo al hotel para que puedas darte un baño caliente? Podemos pedir una pizza y pasarnos la noche viendo películas.
Miley guardó la carta en el sobre y volvió a atar la cinta. Él la hizo ponerse en pie y la ayudó a vestirse, secándole las lágrimas que seguían asomando a sus ojos.
Sabía que no ya no estaba llorando por las cartas. Pero no podía imaginarse el motivo. ¿Se había percatado Miley de que no les quedaba mucho tiempo por estar juntos? ¿Lamentaba tener que marcharse? ¿O habría algo más?
—Deberías ver cómo están Joe y Demi antes de que nos vayamos.
—Estarán bien —dijo Nick, tendiéndole el abrigo.
Ella se lo puso y miró a su alrededor.
—Me gusta este sitio, Nick. No importa cuánto pagaras por él, o cuánto te costará reformarlo. Ha merecido la pena.
Siguió a Nick en su coche hasta el pueblo y aparcaron en un pequeño restaurante italiano junto a la oficina de correos. Nick sobrevivía a base de pizzas cuando visitaba North Lake en invierno.
Mientras examinaban el menú, Nick miró a la camarera que estaba al fondo del local. Ella le sonrió y él la saludó con la mano.
—Hola, Samantha —murmuró cuando ella se acercó.
—Nick —dijo ella con una radiante sonrisa—. Has vuelto al pueblo.
—Mi hermano va a casarse —explicó él, girándose hacia Miley—. Ésta es Miley Cyrus. Mi hermano va casarse con su hermana, Demi. Ella es la dama de honor.
Samantha asintió.
—Mucho gusto —dijo, dedicándole toda su atención a Nick—. ¿Por qué no me has llamado? Aún tengo tu chaqueta en mi casa. Y ese sacacorchos tan original. Deberías venir a recogerlos… con una botella de vino.
Nick había decidido renunciar a la chaqueta y el sacacorchos con tal de no tener que volver a Samantha nunca más. Era una de las mujeres que resultaban formidables para una primera cita, pero que se iban haciendo más y más exigentes en los encuentros sucesivos. Nick había estado viéndola durante tres meses, y había decidido acabar con todo en cuanto ella empezó a hablar de niños y matrimonio.
Por desgracia, para Samantha no había acabado del todo.
— ¿Qué quieres en la pizza? —le preguntó a Miley.
—Todo. Menos carne.
—Entonces no es todo.
—Todas las verduras.
— ¿Las aceitunas son verduras? ¿Y anchoas?
—Nada de anchoas… eso es pescado. Aceitunas verdes y negras, pimientos verdes y asados, champiñones y espinacas.
Nick arrugó la nariz y le repitió la lista a Samantha.
—Y otra pizza con champiñones y pepperoni.
— ¿Para tomar aquí? —preguntó Samantha
— ¿Puedes hacer que nos las envíen?
La sonrisa de Samantha se esfumó.
—Claro. ¿Adónde?
—Al Northlake Inn. Habitación 312 —dijo Nick. Sacó su cartera y pagó la cuenta, añadiendo una generosa propina. Al dirigirse hacia la salida pudo sentir los ojos de Samantha fijos en ellos. Pero no le importaba. Ahora estaba con Miley.
—Así que salisteis juntos…
—El verano pasado. Y también durante el otoño. Pero ella vive aquí y yo en Chicago, así que no nos veíamos mucho.
—Es muy guapa —dijo Miley.
—Prefiero verte a ti —respondió él con una sonrisa.
—Pero yo no vivo aquí.
—Puede que tengamos que encontrar una solución a eso —sugirió Nick. Sabía que se estaba arriesgando, pero era hora de que Miley supiera en qué punto se encontraban. Su atracción por ella era demasiado fuerte y tenía que saber si ella sentía lo mismo.
—Nick, los dos sabemos cómo acabará. Mi trabajo está en Nueva York y hay mucha gente que depende de mí. No puedo trasladarme aquí. Si lo hiciera, perdería todo lo que me ha costado tanto conseguir.
—Lo sé —dijo él, asintiendo. Bajó la mirada a la mano de Miley, tan pequeña y delicada comparada con la suya.
Ahora lo sabía. Desde el principio, había sospechado que Miley elegiría seguir viviendo en Nueva York. Pero en los últimos días había empezado a imaginarse un futuro en común. ¿Por qué tenía que ser ella la que se mudara? Él podía trabajar en Nueva York igual que en Chicago.
Pero no se atrevería a sugerirlo hasta que supiera con certeza qué futuro los aguardaba.
— ¿Por qué no vuelves al hotel, mientras yo voy a por vino y cerveza? Nos veremos allí.
Mientras la veía alejarse, sintió cómo crecía la distancia entre ellos… física y emocionalmente. Miley había empezado a retirarse, como si se estuviera preparando para la despedida. Siempre lo hacía cuando se sentía dolida o temerosa de sus sentimientos hacia él. En esos casos, siempre había optado por la defensa en lugar del ataque, alejándose de él antes que admitir que sentía algo más.
Pero esa vez, Nick vio su retirada como una buena señal. Miley estaba luchando contra sus propios sentimientos, y eso significaba que sentía algo. No era mucho para seguir adelante, pero sí lo suficiente.
Miley masticaba un trozo de pizza mientras cambiaba de un canal a otro. Se detuvo en una reposición de Star Trek y frunció el ceño. No veía mucha televisión y no podía creer que aún emitieran una serie con más de quince años.
— ¿Recuerdas cómo me obligabas a ver esta serie? La odiaba.
—Te encantaba esta serie —replicó Nick, abriendo una lata de cerveza.
—Te equivocas. No me enteraba de nada. Y el capitán Picard es un calvo pelón.
—Entonces, ¿por qué venías a verla conmigo todos los días?
Miley agarró un trozo de champiñón y se lo arrojó.
— ¿Tú qué crees? Porque tenía la esperanza de que algún día te abalanzaras sobre mí para besarme —tomó otro bocado de pizza—. Tenía una imaginación desbocada.
— ¿Nos imaginaste juntos alguna vez? —le preguntó Nick.
—Siempre.
—No. Quiero decir juntos para siempre.
Miley llevaba toda la tarde sintiendo la tensión de Nick. Era obvio que quería hacerle algunas preguntas embarazosas, pero ella había intentado mantener una conversación relajada y distendida. En el fondo, se sentía tan confusa como el día de su llegada. Pero la confusión actual obedecía a otros factores.
En los últimos días, se había dado cuenta de que Cody Linley tenía razón. Vivir en un pueblo pequeño tenía su encanto. En ningún momento había echado de menos el estrés laboral. Los ataques de pánico habían desaparecido y finalmente podía dormir sin despertarse en mitad de la noche empapada de sudor, preguntándose qué había olvidado hacer en el trabajo. Sólo se acordaba de sus agobios cuando sonaba su teléfono móvil. Respondía a la serenata de Mozart como el perro de Pavlov. Lo había vuelto a configurar para ver si una nueva melodía la afectaba menos, pero no servía de nada. En cuanto veía el número de la oficina en el identificador de llamada volvían a invadirla los nervios y los mareos.
Había sido muy feliz con Nick y no quería que se acabara, pero sabía que no había ningún futuro para ellos. Vivían en ciudades distintas, separados por más de mil kilómetros. Parecía una distancia muy larga, aunque sólo eran unas pocas horas en avión. Ella iba a Los Ángeles al menos una vez al mes, y no le suponía el menor esfuerzo.
En realidad, si quisiera ver a Nick, podría llamarlo al mediodía y estar en Chicago para la hora de la cena. Era una posibilidad al alcance de la mano, y Miley pensaba cada vez más en lo que podría ser en vez de lo que podría haber sido.
—Debería ir a ver a Joe y Demi —dijo Nick—. ¿Quieres quedarte aquí o venir conmigo?
—Voy contigo. Quiero ver cómo está Demi. Me siento un poco culpable por haberla dejado allí sola. Está con Joe, de acuerdo, pero debe de estar muy furiosa.
Dejó la caja de la pizza en la mesa junto a la ventana y se volvió hacia Nick, que estaba tendido en la cama, descalzo y desnudo de cintura para arriba. Parecía sentirse muy cómodo, como si siempre hubieran estado juntos y aquélla fuese una noche cualquiera.
— ¿Qué? —preguntó él, mirándola.
—Nada —se puso el jersey sobre la cabeza y volvió a mirarlo. Entonces atravesó lentamente la habitación y le pasó la mano por el pelo—. Me gusta estar así contigo. No todo tiene que ser sexo y pasión… aunque eso también me gusta.
— ¿Quieres sexo y pasión? —le preguntó él—. Por mí estupendo…
—No. Quiero decir, me encanta cuando estamos… ya sabes.
—Sí, lo sé.
—Pero esto también es muy agradable. Nunca había estado así con un hombre. Podemos estar juntos sin presión alguna.
—Ahora empiezas a hacerme sentir mal —bromeó Nick—. No quiero ser aburrido…
—No lo eres.
Nick se levantó y se puso la camisa.
—Tienes razón. No lo soy. Y voy a demostrártelo en seguida. Vamos a salir.
—No vamos a tener sexo en un lugar público —le advirtió Miley.
—No, eso lo reservaremos para más tarde. Vamos a buscar un poco de diversión rural.
Cinco minutos después, se dirigían hacia el coche de Nick. La temperatura había descendido bastante y Miley se echó la capucha sobre la cabeza. Nick subió al máximo la calefacción del vehículo y tomaron Lake Street en dirección al embarcadero.
— ¿Vamos a ver las carreras submarinas? —preguntó ella.
—No. Vamos a conducir sobre el hielo.
Miley sintió una punzada de pánico.
— ¿En este coche? ¡Oh, no!
—No te preocupes. La capa de hielo es muy gruesa en esta época del año. Sólo tendremos que tener cuidado con los agujeros para la pesca en el hielo.
Soltó un grito de horror cuando los neumáticos del todoterreno tocaron la superficie del lago, temiendo que la capa de hielo se resquebrajara bajo su peso.
— ¿Estás seguro de que estamos a salvo?
Nick se volvió hacia ella.
—Nunca haría nada que te pusiera en peligro —no era la primera vez que le decía algo así, pero Miley nunca se había dado cuenta de lo profundo que podía ser su significado—. Bueno. Ya te enseñé a conducir, y ahora voy a enseñarte a derrapar, como manda la tradición. Todos los conductores del instituto tienen que saber hacerlo. Primero, quita la tracción a las cuatro ruedas. Segundo, asegúrate de que tu cinturón está abrochado. Tercero, no gires el volante cuando el coche esté derrapando. ¿Entendido?
—No quiero hacer esto —dijo ella.
—Será divertido —le aseguró Nick. Pisó el acelerador y el coche salió disparado. Un momento después, giró bruscamente y empezaron a dar vueltas sobre el hielo. Miley chilló, aferrándose a la palanca de la puerta. Al principio tenía miedo de que fueran a hundirse en el agua, pero poco a poco descubrió que el miedo era muy estimulante.
Cuando Nick detuvo finalmente el coche en medio del lago, ella estaba sin aliento y con el corazón desbocado.
—Ha sido increíble. Casi mejor que el sexo.
Nick puso la palanca de cambio en punto muerto y se abalanzó sobre Miley, presionándola contra la puerta.
—Podríamos hacer una comparación ahora mismo… Un pequeño experimento.
— ¿Quieres hacerlo en un lago helado?
Nick asintió.
—Quiero seducirte en todos los lugares posibles. De esa manera, no podrás olvidarme cuando vuelvas a casa.
Lo dijo en tono jocoso, pero la nota de humor no alcanzó sus ojos. Miley levantó la mano y le tocó la mejilla con la palma.
—Nunca podré olvidar esto —susurró.
Lo besó suavemente en los labios, y un momento después estaban devorándose con pasión desatada. Miley sentía toda la fuerza del deseo, pero también una amarga resignación al saber que, de ahora en adelante, cada momento contaba como si fuese el último.
Mientras empezaban a desnudarse, se preguntó cómo había podido vivir sin aquella pasión. El sexo nunca había sido una parte muy importante de su vida, pero ahora que lo había vivido con Nick, no podía imaginarse renunciando a ello. ¿Podría pasar una semana sin tocarlo, sin besarlo, sin sentirlo en su interior?
— ¿Estás seguro de que debemos hacerlo? —le preguntó, acariciándole el pelo—. Si el hielo se rompe, encontrarán nuestros cuerpos congelados y en una postura muy comprometedora.
—Al menos sabrán que hemos muerto felices —dijo él, desabotonándole la blusa.
—Y puesto que nos congelaremos juntos, tendrán que enterrarnos juntos.
Nick gimió.
— ¿Quieres añadirle un poco de morbo al asunto?
Un crujido quebró el silencio y Miley dio un respingo.
— ¿Qué ha sido eso?
—El hielo —dijo él—. Siempre esta crujiendo, pero no se romperá.
Miley se incorporó y volvió a abrocharse la blusa.
—Puede que ésta fuera una historia encantadora para contarle a los amigos y vecinos, pero no creo que pueda relajarme lo suficiente para disfrutar aquí y ahora.
— ¿Quieres que volvamos?
—Sí, por favor. Si me sacas del hielo, te prometo que podrás hacer conmigo lo que quieras.
— ¿Y si te pido que hagas un striptease?
Miley lo pensó por un momento, y se dio cuenta de que les quedaban muchas fantasías por explorar.
—De acuerdo, pero tú también tendrás que hacerlo.
Nick se incorporó rápidamente, se arregló la ropa y puso el coche en marcha.
— ¿Quieres ver lo rápido que podemos ir sobre el hielo?
—No, gracias…
Nick pisó el acelerador.
—Lo único que tienes que recordar es que se tarda más tiempo en frenar.
Sacó el vehículo del hielo y en pocos minutos habían llegado a Havenwoods.
—Enseguida vuelvo —dijo él, saliendo del coche.
Volvió enseguida con una sonrisa en el rostro.
— ¿Cómo están? —preguntó Miley.
—Muy bien, hasta donde he podido ver por la ventana. Creo que están durmiendo. He dejado el móvil de Joe en el porche, por si lo necesitan.
Miley asintió y le acarició los pelos de la nuca.
—A veces tengo la sensación de haber vivido muchos años en estos días. Cuando éramos pequeños todo transcurría mucho más despacio. Ahora apenas puedo seguir el ritmo.
—Eso es porque tenemos un tiempo asignado —dijo Nick, mirándola—. Aunque podríamos detener ese reloj… La boda está prevista para el jueves por la noche. Si finalmente se celebra, habremos cumplido con nuestro deber. Podríamos sacar unos billetes de avión y pasar el fin de semana en algún lugar cálido y soleado. O la semana próxima, si puedes librarte del trabajo.
La idea era muy tentadora. Miley tenía previsto volver a Nueva York el viernes por la mañana y dedicar el fin de semana a ponerse al día con el trabajo. Pero ahora era la jefa. Si no podía delegar unas cuantas responsabilidades, ¿qué sentido tenía estar al mando?
—Podríamos hacerlo —dijo, sorprendida por su cambio de actitud.
— ¿México? —sugirió él.
—O el Caribe. Un lugar con mucho sol, playas exóticas, habitaciones de lujo con inmensas bañeras… Y una enorme cama con mosquitera.
Nick le agarró la mano y la besó en la muñeca.
—Suena bien. Y si Joe y Demi no se casan, podríamos aprovechar su viaje de luna de miel…
Miley le echó una mirada severa.
—No digas eso. Quiero creer que acabarán reconciliándose. ¿Tú no?
Nick asintió.
—Claro que sí. Me encargaré de prepararlo todo. Podemos irnos justo después del banquete.
Llegaron al hotel y Nick aparcó detrás del edificio. Ayudó a Miley a bajar del coche y la besó apasionadamente, recorriéndole el cuerpo con las manos a través de la ropa de abrigo.
—Maldito sea el destino por volver a juntarnos en pleno invierno —masculló mientras le subía el jersey y le acariciaba el vientre con sus frías manos—. Demasiada ropa por medio.
Miley se echó a reír y lo apartó de un empujón.
—Estoy segura de que encontraremos un modo de remediarlo —agarró un puñado de nieve y se lo arrojó a la cara—. Quizá deberíamos buscar un lugar turístico donde no se necesite ropa…
— ¿Lo dices en serio?
Ella asintió.
— ¿Por qué no? Me encantaría pasar el día desnuda, en vez de llevar toda esta ropa.
Nick sacudió la cabeza.
—No lo creo.
— ¿Te da vergüenza? No tienes motivos… Estás muy bien dotado.
— ¿Ah, sí? —dijo él, riendo.
—Desde luego. No tengo muchos ejemplos con los que compararte, pero creo que la mayoría de las mujeres te encontrarían más que adecuado.
—Oh, perfecto —murmuró él—. Más que adecuado… Eso sí que me hace sentir bien.
— ¡Mírame! —exclamó ella, señalándose los pechos—. Debería ser yo quien sintiera complejos de inferioridad.
—Tienes los pechos más bonitos de la tierra —dijo él—. No podría imaginármelos más perfectos.
Miley sonrió.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—Oh, se me ocurren varios problemas. El primero es que, si vas a estar moviéndote desnuda por ahí, yo iría detrás con una erección permanente. No creo que sea el espectáculo más apropiado para un lugar público. Y tampoco creo que un montón de desconocidos deban mirarte como yo. Me gusta ser el único que disfrute con tu imagen.
—A mí también me gusta tu cuerpo —dijo ella—. Y me gustaría presumir ante otras mujeres.
— ¿Qué te parece si prometo exhibirme ante una señora vieja en el aeropuerto? ¿Quedarías satisfecha?
Miley le tendió la mano.
—Supongo que tendrá que bastar con eso. Fuiste tú quien puso mi osadía en tela de juicio, Nick. Pero ya veo que eres todo palabrería…
Nick la levantó y se la echó al hombro.
— ¿Quieres acción? Pues ahora vas a tenerla.
La llevó a cuestas hacia el vestíbulo del hotel, dejando perplejo al recepcionista. Miley se rió como una histérica y lo hizo girarse en el ascensor para poder presionar el botón de la tercera planta.
Si aún no estaba enamorada de Nick, se estaba enamorando a una velocidad vertiginosa. Y en esos momentos no tenía ninguna intención de hacer nada por impedirlo.
Que lindoooo :) espero leer el proximo :) me encanto :D, byee
ResponderEliminarhahaha!!
ResponderEliminarme encaantoo
el capiii
supeer
geneaal
lo ame todoo
me encantoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ResponderEliminarespero que lo sigas pronto.
me encantoooooo
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