hola chicas ak les dejo un cap mas.. espero q les gustee un besoo las kierooo...
— ¿Tienes que cambiarte en el coche? Podemos ir a una gasolinera.
Nick giró la cabeza justo a tiempo para ver que ella se ponía uno de los vestidos. Aunque le había comprado un sujetador que hacía juego con las medias, ella no se lo había puesto y Nick no pudo evitar una mirada breve a sus senos.
¿A qué se debería la fascinación extraña que el cuerpo de Miley ejercía sobre él? No era muy diferente del de cualquier otra mujer, pero era el conjunto lo que le provocaba. Cada vez que la miraba, le resultaba difícil ignorar la atracción que había entre ellos, el deseo que sentía hacia una mujer a la que debería odiar.
— ¿No tenías tanta prisa por llegar a México? Y no quites los ojos de la carretera.
—Tú eres el copiloto. ¿No deberías estar buscando qué carretera debemos tomar?
—Tenemos que ir por la autopista noventa y tres hasta la presa de Hoover.
— ¿Pasaremos por la presa de Hoover?
—Sí —replicó, tirando el vestido que llevaba sobre el asiento trasero. Luego, miró entre las cajas de zapatos hasta encontrar los que le quedaban bien—. Siempre he querido ir allí y ya que vamos a pasar cerca...
— ¿Se pasa por allí para ir a México?
Nick ya sabía cuál era la respuesta a esa pregunta. No debería haber confiado en Miley para decidir la ruta. Tenía que haberlo hecho él. Debería haber memorizado el número de las diferentes carreteras y luego haberle confiscado el mapa antes de arrancar el coche.
—Será muy educativo. La presa de Hoover es una maravilla de la ingeniería.
Nick soltó una maldición. Miley era así, siempre dispuesta a dejarse arrastrar por alguna estupidez.
— ¡No me importa! Vamos por una carretera estrecha que pronto se internará entre las montañas con un coche al que no le han arreglado los frenos hace diez años y encima me dices que no vamos hacia México...
— ¿Sabías que el punto más alto de la presa de Hoover está a setecientos veintiséis pies sobre el nivel del río?
— ¿Cómo sabes eso?
—Lo he leído en una señal que hemos pasado hace poco.
Nick agarró el mapa que Miley llevaba en el regazo y se lo colocó sobre el volante.
—No te tenía que haber dejado de copiloto —protestó—. ¿Dónde iremos después? ¿Al monte Rush More? Con tu habilidad para diseñar rutas, estoy seguro de que también está de camino a México.
Miley suspiró y se desperezó en el asiento.
— ¿Por qué eres tan aguafiestas? Seguro que es muy interesante. Y seguramente podremos ir al baño, porque te aseguro que yo necesito ir ahora mismo. Además, quizá podamos beber algo e, incluso, comer allí.
Nick arrugó el mapa y lo tiró a los pies de ella.
—Miley, sólo llevamos una hora en el coche. Si seguimos a este ritmo, llegaremos a México en navidades.
Ella recogió el mapa y lo recompuso lo mejor que pudo.
—No veo por qué no podemos hacer que este viaje sea agradable... y educativo.
Él respiró hondo y luego soltó el aire lentamente.
—Vamos a México sólo para divorciarnos. Vamos para reparar el terrible error que cometimos.
—Muy bien, pues lo arreglaremos después de ver La presa de Hoover. Tú sólo tienes que seguir recto. Esta carretera lleva a la cima. Después de echar un vistazo, daremos la vuelta y pondremos dirección otra vez a México para obtener tu estúpido divorcio —Miley cruzó los brazos y se puso a mirar el paisaje.
Se quedaron en silencio. Nick pensó que era imposible disgustarse con Miley. Cada vez le gustaba más su gran personalidad y su modo entusiasta de entender la vida. Y luego estaba lo excitante que era observar su bonito cuerpo.
En otras circunstancias, le habría parecido una mujer irresistible, pero estaba comprometido con Demi, que le estaría esperando en Chicago. Y su familia nunca aceptaría a alguien como Miley Cyrus.
Se giró hacia ella y sonrió. Era una mujer impresionante. De noche, resultaba una mujer seductora y exótica, pero, de día, poseía una belleza más pura con su piel de marfil y su pelo negro. Se fijó en cómo Miley se apartaba un mechón de pelo de detrás de la oreja. En ese momento vio el brillo del anillo que llevaba y recordó, una vez más, que estaba casado con ella.
Hacía menos de veinticuatro horas, estaba preparándose para anunciar su compromiso con Demi Lovato. Lo había planeado todo cuidadosamente... hasta que tomó el primer sorbo de champán.
¿Sería toda la culpa del champán? Si de verdad quisiera a Demi, nada habría podido apartarlo de ella. Quizá sólo estuviera buscando una excusa para escapar de allí cuando sucedió lo de Miley y el ascensor. Quizá se había dado cuenta de lo que le esperaba el resto de su vida si seguía adelante con su compromiso.
Demi Lovato era una mujer maravillosa, pero no había ninguna pasión entre ellos. No tenían una relación en la que saltaran chispas. Así que debía haber querido conocer por una vez el lado más peligroso de la vida, pero no esperaba encontrarse casado a la mañana siguiente con Miley Cyrus.
Aunque entre ellos sí que saltaban chispas. Y su relación podía estallar en cualquier momento.
O mejor, podía estallar de nuevo, por lo que le había dicho Miley. Nick frunció el ceño. ¿Cómo podía haberse olvidado de que había hecho el amor con ella? Recordaba fragmentos de la noche. Sabía que habían llegado a ese hotel y que él se había quitado la chaqueta, pero luego ya no se acordaba de nada más.
Mientras seguía conduciendo trató de concentrarse para tratar de recordar cómo había sido, pero no pudo conseguirlo. Todas las imágenes que le venían a la cabeza no tenían ninguna base en la realidad. Se imaginó el tacto de su cabello, que sería como seda entre sus dedos. Su boca sabría a miel y su piel olería a rosas. Y cuando él tocara sus suaves senos, ella gemiría de placer.
Respiró hondo para tratar de calmar su deseo. Estaba seguro de que Miley era una mujer que no debía de tener ninguna inhibición en la cama. Un hombre podría perderse en la pura lujuria con ella. Nick pensó que eclipsaría al resto de las mujeres con las que él había estado.
—Y entonces, ¿por qué no puedo acordarme? —murmuró.
— ¿Qué?
Nick parpadeó. Luego, se giró hacia Miley que estaba mirándolo con los ojos muy abiertos.
—Nada. Sólo estaba pensando en voz alta.
Poco después, pudieron ver la presa, que era impresionante. Por un lado, el río Colorado formaba un embalse y, por el otro, no había nada,
salvo una caída de varios cientos de pies hasta la parte en la que antiguamente el río había seguido su curso.
Nick tuvo que admitir que era una vista impresionante. Se la habría perdido de no ser por Miley.
—Mira esa gente —dijo ella, señalando a través del cristal—. ¿Qué llevan en la cabeza?
Nick observó a los turistas que había en el camino que llevaba a la presa.
—No sé, pero todos parecen llevar el mismo sombrero. Seguramente podrás comprarte uno en la tienda de regalos, si te gusta.
—No es un sombrero —Miley frunció el ceño—. Parece como una pirámide cubierta de papel de estaño. ¿Por qué llevarán eso?
La respuesta se la dio un cartel que había en la verja de entrada.
—«Bienvenidos, extraterrestres» —leyó él—. Creo que esa gente son alienígenas.
—No. Más bien son ellos los que están esperando a que lleguen los alienígenas —replicó ella, echándose a reír—. ¡Oh, qué emocionante! Me acuerdo que leí que mucha gente pensaba que los extraterrestres invadirían la Tierra con la llegada del nuevo milenio.
Nick la miró con escepticismo.
—Ya debería haberme imaginado que tú creerías en esas majaderías.
—Definitivamente, eres un aguafiestas.
Nick soltó una maldición mientras se dirigía al aparcamiento. Ya estaba perdiendo la paciencia cuando, de pronto, encontró un sitio. Apagó el motor y se giró hacia Miley.
—Será mejor que firmemos una tregua a partir de ahora mismo si queremos pasar los próximos días juntos sin matarnos el uno al otro.
Miley le echó una mirada letal y luego salió del coche. Él no la siguió. No le importaba si ella decidía ponerse a dar saltos al borde de la presa. Pero al momento siguiente, se dio cuenta de que no se fiaba de todos aquellos locos con sus sombreros de papel de estaño en la cabeza. Así que salió del coche y la alcanzó en la carrera.
—Déjame sola. Quiero echar un vistazo a la presa.
Él la agarró la mano, pero ella se soltó y siguió su camino. Nick volvió a maldecir.
—No hay quien te aguante. ¿Todavía estás molesta por que no te haya dejado llevar el coche?
—No es por eso por lo que te odio.
—Bueno, pues cuéntame entonces a qué se debe tu ira. Dímelo, Miley, porque no tengo ni idea de lo quieres de mí.
La siguió por el camino que llevaba hasta el borde de la presa. Cuando llegaron, Miley se inclinó para ver la pared por la que antiguamente bajaba el río. Nick sintió vértigo y deseó sujetarla para mantenerla a salvo.