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lunes, 15 de noviembre de 2010

Novela " Kevin " Cap 11 ♥ Final ♥



Nick y Miley no sabían qué hacer. Kevin se había quedado catatónico cuando la mujer tras el mostrador le dijo que el avión ya había despegado. Se desmoronó, y cayó al suelo, quedándose sentado con las piernas flexionadas, temblando incontrolablemente. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, y miraba fijamente las losetas con los ojos muy abiertos, espantado por lo que había hecho.
No paraba de repetir «la he perdido, la he perdido...», y de nada servía que le dijeran que la encontrarían, costara lo que costara.
Solo entonces, al levantar Nick la cabeza un instante, vio entre la gente que iba y venía, una figura de pie, a lo lejos, observándolos, con una maleta en las manos.
Danielle se acercó lentamente donde se encontraban, y se detuvo frente a Kevin. Este, como atraído por un imán, alzó los ojos hacia ella, y Miley y Nick se alejaron discretamente, dejándolos a solas.
—Estás aquí... —murmuró Kevin incrédulo.
—Iba a marcharme —admitió Danielle con lágrimas en los ojos—... pero no pude. Siento haber huido de este modo, pero ya no podía aguantar más.
—No tienes por qué disculparte —repuso Kevin secándole las mejillas con los pulgares—. Nunca te di una oportunidad. Creí que te había perdido... Y no podía soportarlo, no podía soportar la idea de perder todo lo que amo...
Danielle esbozó una sonrisa y le tomó la mano entre las suyas.
— ¿Por qué no me dijiste nunca que me amabas? Yo jamás he dejado de amarte, Kevin, y nunca podré dejar de amarte. Tú eres lo único que yo quiero.
La otra mano de Kevin se aferró a las suyas.
— ¿Acaso no lo sabías... aunque no te lo dijera con palabras? —Murmuró mirándola a los ojos con amor—. Habría cruzado brasas descalzo si tú me lo hubieras pedido. Tú eres todo mi mundo, Danielle. Te amo...
Danielle se acercó más a él y lo rodeó con sus brazos. Kevin la tomó por la cintura y la besó en la frente.
—Oh, Dios Danielle,... Si tú supieras... Yo creía que te habías casado conmigo solo porque estabas sola y asustada.
—Y yo creía que me lo habías pedido porque te daba lástima —le contestó ella sin tratar de retener ya las lágrimas.
Kevin se puso de pie y la abrazó con fuerza, y la besó con ternura en los labios.
—Salgamos de aquí... Oh, Danielle, Danielle, creí que me moriría... Creí que te había perdido...
Nick y Miley los llevaron directamente a casa.
— ¿Por qué no venís a casa a cenar? —Les propuso Miley cuando se bajaron del coche—. María me dijo que ella y López se van a casa de su hermana, y no creo que ninguno de los dos tengáis muchas ganas de cocinar.
—Eso sería estupendo —se lo agradeció Kevin—. Gracias por todo... a los dos.
—Vosotros haríais lo mismo por nosotros —contestó Nick asomándose por la ventanilla de Miley y guiñándoles un ojo—. Os esperamos a las siete.
Los despidieron y entraron en la casa, siendo recibidos por una María eufórica de ver de vuelta a Danielle. Kevin la alzó en sus brazos y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
—Gracias por haber llamado a Miley, María, te estaremos agradecidos eternamente —le dijo Danielle abrazándola.
La mujer se sonrojó, asegurándoles que no había hecho nada excepcional, y después se disculpó, diciéndoles que tenía que ayudar a López a recoger las cosas, porque se iban dentro de media hora.
Kevin y Danielle entraron de la mano en la casa, se sentaron en el salón, abrazados el uno al otro.
—Te quiero, Danielle, aunque nunca haya encontrado el modo de decírtelo —le dijo besándola dulcemente.
—Acabas de hacerlo —sonrió Danielle devolviéndole el beso apasionadamente.
—Si pudiera te compensaría por esos seis años, y por el tiempo que llevamos casados y no te he tratado como debería.
—Ya me has compensado por ello, Kevin —le dijo ella con dulzura. Tomó su mano y la colocó despacio sobre su vientre—. Llevo dentro de mí un hijo tuyo — le dijo mirándolo a los ojos.
Kevin ya lo sabía, pero oírlo de labios de ella lo hizo cien veces más hermoso, y más real. Le acarició el vientre con suavidad mientras volvía a besarla.
—Voy a dejar el trabajo —le dijo ella de pronto—. Creo que Vanessa y el señor Efron se las apañarán muy bien sin mí.
—No tienes por qué hacerlo por mí, Danielle. He sido muy egoísta.
—No se trata de eso, Kevin. Ahora nuestro bebé es mi prioridad. Además, tal vez haga unos cursos, o vuelva a hacer labores de voluntariado social.
Kevin se rio.
— ¿De cuántos meses estás?
—Creo que solo de seis semanas —murmuró ella.
—La primera vez que hicimos el amor —comentó él haciendo cálculos mentales.
Danielle ocultó el rostro en el hueco de su cuello, sonrojándose.
—Sí, creo que sí —asintió entre risas.
—No está mal, ¿eh? A la primera —se pavoneó Kevin con una sonrisa lobuna.
—No está «nada» mal —murmuró ella alzando la cabeza hacia él.
Kevin agachó la suya para tomar sus labios, y ella se relajó, dejando que la acariciara. Suspiró dentro de su boca, y le echó los brazos al cuello para atraerlo más hacia sí. Los besos se fueron volviendo más apasionados, y pronto Danielle pudo notar que él la deseaba. Había aprendido sus señales, pero aquella vez sería diferente, porque sabía que él la amaba y él sabía que ella a él también.
—La primera vez que lo hicimos... también fue aquí —murmuró Danielle mientras Kevin le iba desabrochando uno a uno los botones de la camisa.
—Si lo prefieres siempre nos queda la alfombra... —bromeó él.
—Kevin... —se rio ella ante la ocurrencia.
— ¿Qué? Es bastante gruesa, mullida y suave. Y además nadie nos verá. Y para aseguramos...
Se levantó, aún sonriendo, y fue a cerrar la puerta del salón con pestillo. Se quitó la camisa observando como ella miraba su torso desnudo con puro deleite.
Después, Kevin la tumbó sobre la alfombra, echándose junto a ella, le desabrochó la falda, y se deshizo de la ropa interior con destreza y sensualidad.
Los temores de Danielle se habían desvanecido después de la primera vez, y su cuerpo confiaba plenamente en Justin, sabiendo los placeres que le aguardaban más adelante.
Durante largo rato, no satisfecho con verla estremecerse y gemir, Kevin se dedicó por entero a excitarla, hasta que la tuvo completamente a su merced. Solo entonces se fue desvistiendo él también, mientras iba devorando las suaves curvas de ella y su cremosa piel.
Danielle alzó la vista, enturbiada por el deseo, cuando vio que Kevin se arqueaba sobre ella, apoyando el peso en los brazos, y se concentró maravillada en el contacto entre ambos cuando la poseyó.
— ¡Oh, Kevin! —gimió al sentir que comenzaba a moverse dentro de ella.
—Te quiero —susurró él—. Nunca te he demostrado cuánto, pero ahora voy a hacerlo... No te muevas, cariño, voy a llevarte directa a las estrellas.
Posó su boca sobre la de ella, y comenzó a murmurarle palabras de amor, palabras que subrayaba con pequeños besos y caricias. Aquella vez no tenía que contenerse, no había barreras, pero aun así, ajustó sus movimientos a las necesidades del cuerpo de Danielle, tratándola con exquisita ternura. Y de pronto, en medio de aquel fuego lento, la escuchó gemir cada vez con más fuerza mientras se adentraba con él en el remolino del placer.
Cuando hubieron alcanzado la cima, Danielle notaba que no podía dejar de temblar, y se agarró a los fuertes hombros de Kevin, pero él estaba igual.
—Está bien, no pasa nada... —la tranquilizó él besándola en la frente—. Es normal... es lo que pasa cuando se desciende de repente de las alturas a las que nosotros hemos volado.
—Nunca antes había sido tan increíble —murmuró Danielle.
—Eso es porque nunca lo habíamos hecho con tanta pasión, abriéndonos el uno al otro.
Danielle le tocó el rostro con dedos temblorosos.
—No quiero parar, Kevin.
—Yo tampoco... —susurró él—. Y tampoco tenemos por qué hacerlo. Estamos solos, y no tenemos otra cosa que hacer. ¿Qué te parece si subimos arriba y averiguamos si podemos superarlo?
Y se levantó, ofreciéndole una mano para ayudarla. Danielle la tomó y se incorporó también, pero echó un vistazo al montón de prendas desperdigadas por el suelo.
—Kevin... ¿y nuestra ropa?
Pero él ya la había tomado en brazos y se dirigía con ella hacia la puerta.
— Seguirá ahí cuando bajemos —le prometió divertido.
Ya había atardecido cuando se despertaron, exhaustos pero satisfechos.
—Um... qué sed tengo... —murmuró Danielle.
—Yo también —dijo él levantándose de la cama y estirándose—. ¿Qué te apetece? ¿Un poco de té helado y algo de comer?
— Estupendo —asintió ella—. No tardes —dijo tumbándose mimosa.
Kevin miró en derredor buscando algo con lo que taparse, pero se habían quedado en la habitación de invitados porque era la que estaba más cerca, y finalmente tuvo que ir al baño a por una toalla para liársela en torno a las caderas. La más grande era una toalla de playa con una rana gigante estampada en ella.
—Por Dios, Danielle... ¿No podías haber comprado algo más discreto? —gruñó.
A ella sin embargo daba la impresión de parecerle muy divertido.
— ¿Qué tiene de malo? Me encantan las ranas.
Kevin ignoró sus risitas y bajó a la cocina, donde preparó unos sándwiches, y los colocó en una bandeja con unos vasos y la jarra de té helado.
Sin embargo, justo cuando salía y se dirigía hacia las escaleras, se abrió la puerta de la casa y apareció Nick. Se quedó de piedra, mirando con los ojos como platos a su serio hermano, vestido solo con una toalla con una rana gigante estampada.
—Eee... Pensé que ibais a venir a cenar a casa — comenzó Nick.
Kevin lo había olvidado por completo.
—Como eran más de las siete y media llamamos, pero no contestabais y pensamos que habría ocurrido algo y por eso vine a ver... —continuó Nick sin poder apartar los ojos de la rana.
Kevin recordó que había descolgado el teléfono antes de llevar a Danielle arriba.
—Um... No, no ha pasado nada. Estaba... dándome una ducha —improvisó, algo avergonzado de que su hermano pequeño lo hubiera pillado en una situación tan comprometedora, aunque estuviera en su propia casa.
Nick vio la puerta del salón abierta, y el reguero de ropa por el suelo.
— ¿Y esa ropa? —dijo para picarlo.
—Iba a... hacer la colada. Y me entró hambre.
—Pero si os habíamos invitado a cenar.
—Bueno, solo iba a tomar un tentempié —farfulló Kevin sonrojándose por la insistencia.
— ¿Y dónde está Danielle?
—Em... arriba, estaba cansada y se echó.
Pero entonces, la voz de Danielle se escuchó desde el piso de arriba.
—Kevin... ¿vas a subir ya? Me siento sola —dijo como haciendo pucheros.
Kevin se puso rojo como un tomate mientras Nick se aguantaba la risa a duras penas.
—Bueno, cuando acabes de poner la colada, darte esa ducha y tomarte el tentempié, venid a casa —le dijo — Pero ponte algo menos... llamativo —y se marchó.
Kevin subió las escaleras con la poca dignidad que le quedaba y dejó la bandeja sobre la cama.
—Me ha parecido oír la voz de alguien hablando contigo abajo —le dijo Danielle mientras se servía té.
—Era Nick. ¿Te acordabas tú de que nos habían invitado a cenar?
— ¡Cielos, no, lo había olvidado! —exclamó ella llevándose una mano a la boca.
—Y yo.
—No te preocupes, Kevin —le dijo Danielle al verlo tan enfurruñado—. Nick y Miley lo entenderán, están casados.
—Lo sé, pero resulta un poco incómodo —repuso él—. Y conociendo a mi hermano, prepárate, va a pasarse toda la cena picándonos.
Ella se rio y lo besó en la mejilla.
— Danielle... —le dijo él de pronto—. ¿Me habrías dicho lo del bebé si te hubieras marchado?
Ella asintió con la cabeza.
—Tenías derecho a saberlo. Además, nunca pensé en abandonarte, Kevin, solo necesitaba tiempo para pensar. Habría vuelto a tu lado: ya no sé vivir sin ti. Y tú, ¿habrías ido tras de mí?
—Por supuesto. Ya me imaginaba recorriendo la ciudad meses y meses, pero no habría desesperado, habría buscado hasta en el último rincón.
—Lo sé —murmuró ella besándolo suavemente. Lo quería tanto que sentía que el corazón le iba a explotar de felicidad—. Um... tengo un hambre terrible, me comería una vaca entera.
—Llamaré a Miley para que la vaya preparando...
Danielle se rio. Fuera, la noche estaba cayendo, y a unos kilómetros de allí, Miley estaba recalentando el estofado de carne con verduras que había preparado, mientras Nick descorchaba una botella de champán. Había tratado de decirle que esa bebida no iba precisamente con la comida tan sencilla que había preparado, pero él insistió, así que, entre risas, Miley fue a buscar las copas de champán. En el fondo, Nick tenía razón: había mucho que celebrar.


FIN!!

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