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lunes, 15 de noviembre de 2010

Novela " Kevin " Cap 8



Ya había oscurecido cuando Kevin regresó a casa, cansado y de muy mal humor. Al pasar por el comedor, donde Danielle estaba cenando sola, le lanzó una mirada dura, y se dirigió a las escaleras sin siquiera decir hola.
Danielle suspiró y se preguntó si las cosas podían empeorar más. Al cabo de un rato, cuando ya había terminado de cenar, reapareció Kevin, recién duchado a juzgar por el cabello todavía húmedo, pero aún con una cara de siete metros. Se sentó a la cabecera de la mesa y empezó a servirse el estofado de ternera.
—Puedo decirle a María que te lo caliente un poco —le propuso Danielle.
— Si quiero que María haga algo, se lo diré yo mismo —replicó Kevin irritado.
Danielle dejó la servilleta sobre la mesa y se alisó la falda de su vestido rojo y blanco. Se lo había puesto al llegar a casa porque a Kevin le había parecido sexy, pero no parecía que aquella estratagema fuera a servirle de nada cuando él ni siquiera levantaba la vista del plato. Se quedó un buen rato observándolo en silencio sin saber cómo abordarle.
—Kevin —comenzó finalmente — si estás enfadado por lo de esta tarde... El señor Efron me dijo que quería cerrar una hora antes, y la nave le pillaba de camino.
Kevin alzó por primera vez la mirada hacia ella, sus ojos relampagueaban.
— Sabes perfectamente lo que pienso de tu maldito jefe
— Sí, lo sé —asintió ella molesta por su cabezonería—, pero no pensé que te molestaría que me llevara a la nave. Se comporta muy correctamente cuando está conmigo. Te lo he dicho un millón de veces.
— Podrías haberme llamado —replicó él—. Habría ido a recogerte.
— Llamé a la nave y me dijeron que habías salido— murmuró apartando el plato del postre a un lado—, más, no estaba segura de si querrías venir a recogerme después de cómo te marchaste al dejarme en el trabajo por la mañana, sin siquiera decir adiós.
Kevin soltó el tenedor:
—Efron estaba esperándote, paseándose impaciente arriba y abajo —le espetó en un tono gélido— Un poco más y te saca del coche en volandas para llevarte dentro. Te juro que estuve a punto de partirle la cara. No me gusta que te toquen otros hombres.
Aunque lo normal hubiera sido que la posesividad de Kevin molestara a Danielle, estaba tan ansiosa porque él diera una señal de que sentía algo por ella, con tan vehemente declaración de celos, se quedó mirándolo emocionada. Suspiró aliviada y le sonrió.
—Me alegro.
— ¿De qué? —inquirió él frunciendo el ceño.
—De que no quieras que me toquen otros hombres... porque a mí tampoco me gusta que te toquen otras mujeres.
Kevin enrojeció ligeramente.
—No estábamos hablando de eso —murmuró incómodo.
Danielle sonrió divertida.
—Nick me ha dicho que lo sacaste de una reunión para que me trajera a casa.
—Es que estaba enojado —farfulló Kevin frotándose la nuca.
Danielle habría querido probar lo que le había dicho Nick de incitar un poco a Kevin para quitarle el mal humor, y había pasado un buen rato ideando maneras de llevarlo a cabo, pero lo cierto era que resultaba más fácil pensarlo que hacerlo.
—Me ha llegado por correo una película que había pedido —dijo Kevin de repente en un tono despreocupado, como si quisiera hacer las paces. Parecía que después de todo había comprendido que su enfado no tenía fundamento—. Es una película de guerra en blanco y negro de los años cuarenta. Podrías verla conmigo... si quieres —murmuró esperando que su voz no delatara cuánto le gustaría que ella aceptara.
—Me encantaría —sonrió Danielle —, me gustan las películas de guerra antiguas.
—¿De veras? —inquirió Kevin emocionado—. ¿Y las de ciencia ficción?
La mirada de Danielle se iluminó al ver que la tensión desaparecía.
—Oh, sí, también.
—Pues tengo toda una colección —se rio Kevin.
Minutos después estaban los dos sentados frente al televisor en el salón. A medida que avanzaba la película, Danielle se encontró cada vez sentada más cerca de Kevin. Quería poner su mano sobre la de él, pero se detuvo.
Kevin giró la cabeza con una media sonrisa.
— Danielle, no tienes que pedirme permiso para tocarme — le dijo suavemente.
Sonrió con timidez, pero entrelazó finalmente los dedos con los de él, y volvieron a centrar su atención en la pantalla. Sin embargo, Danielle no se estaba enterando de nada de lo que ocurría en la película, porque Kevin había empezado a hacerle pequeñas caricias en el dorso de la mano con el pulgar y se notaba temblorosa. Entreabrió los labios excitada al recordar una vez que habían estado juntos en el sofá... y habían hecho. Recordaba vívidamente la agradable frescura del cuero bajo su espalda, y el peso del cuerpo de Justin encima de ella. Sus mejillas se encendieron al instante.
— ¿Te gustan las películas de misterio? — murmuró con la boca seca por decir algo.
—Claro —respondió Kevin—, tengo unas cuantas de Hitchcock, y también tengo Arsénico por compasión, con Cary Grant.
— ¡Oh, me encanta esa! —Exclamó Danielle —. Me reí muchísimo cuando la vi por primera vez.
Kevin se quedó un momento observándola, admirando lo preciosa que estaba con aquel vestido blanco y rojo.
—Siempre hemos tenido muchos gustos en común murmuró—. ¿Sigues tocando la guitarra?
— La verdad es que hace mucho que no — contestó ella— Podríamos volver a tocar juntos algún día — propuso con voz queda.
—Estaría bien —asintió Kevin sonriendo.
Danielle sonrió también. Se quedaron mirándose a los ojos largo rato, y pronto a ambos les pareció que las voces y disparos del televisor les llegaban de muy lejos. Danielle se acurrucó junto a él y apoyó la cara en el hueco de su cuello.
—Hueles a gardenia —murmuró Kevin—. El olor que siempre me ha recordado a ti.
—Es el perfume que uso.
Kevin le soltó la mano para alzar a Danielle y colocarla en su regazo, con la cabeza apoyada en su pecho
—Si quieres podemos ver otra cosa —le susurró sabiendo que ninguno de los dos estaba prestando atención a la película.
—No, esto está bien —le aseguró ella.
Kevin le acariciaba el cabello a la vez que sostenía la pequeña mano de ella contra su tórax, haciendo como que le interesaba mucho la película. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a dejarse engañar, y decidió incitarlo un poco, como le había dicho Nick. Comenzó a trazar arabescos en la camisa de Kevin, y pronto este sintió que el deseo se apoderaba de él. Bajó los ojos buscando los de ella, y al ver reflejado en ellos la misma ansia que él sentía, abandonó todo fingimiento. Sin prisas, desabrochó uno a uno los botones de su camisa, y tomó la mano de Danielle colocándola de nuevo sobre su torso desnudo para que lo acariciara. Mientras ella lo complacía, Kevin, imprimió suaves besos en la frente de ella, en los párpados, la nariz, las mejillas, la barbilla y la garganta.
Danielle notó que su respiración se volvía más y más entrecortada cuando él la atrajo hacia sí y tomó sus labios. El contacto produjo el mismo efecto que una explosión dentro de ella, y gimió encantada al sentir que Kevin hacía el beso más íntimo, a la vez que deslizaba los dedos entre sus cabellos.
Los latidos de su corazón se habían descontrolado hacía rato, y sin comprender qué la movió a hacer aquello, le clavó las uñas en el pecho a Kevin.
— Perdón —musitó al oírlo gemir.
Kevin sacudió la cabeza y volvió a besarla mordiéndole ligeramente el labio inferior.
— Me ha gustado —le susurró—. Bésame sin miedo, Danielle —la instó.
Y ella, olvidándose de todas sus inhibiciones, puso las manos a ambos lados de la cabeza de Kevin y le dio un beso largo y húmedo.
Entre los suspiros de ambos, y los ruidos de batalla fondo, que ninguno de ellos oían ya, Kevin comenzó a bajar la cremallera del vestido de ella, para desabrochar a continuación el cierre del sostén y quitárselo, Danielle gimió extasiada al sentir la piel desnuda de Kevin contra sus senos. Era delicioso estar de piel contra piel, como aquella otra noche, solo en ese momento, sus miedos habían disminuido y sabía que lo que Kevin le hiciera no iba a doler, porque sabía que iba a ser cuidadoso y paciente, noto cómo sus fuertes manos deslizaban el vestido allá de sus caderas, acariciándole los muslos temblorosos.
—Tranquila —le susurró Kevin sonriendo—, no voy a apresurarme, y en cualquier momento podemos parar si tú quieres —le aseguró.
Danielle volvió a relajarse poco a poco, dejando que sus manos recorrieran a placer la espalda de Kevin. Era glorioso poder tocarlo así, con tanta libertad, aprender cada secreto de su cuerpo.
— ¡Oh, Kevin! —Murmuró con voz ronca—. ¡Esto es tan dulce...!
El agachó la cabeza para devorar otra vez sus labios hinchados, y deslizó las manos por sus costados, quitándole la última prenda. Le encantaba cómo se erizaba la piel bajo sus manos, y su tacto era suave como el satén
La deseaba de tal modo que no estaba seguro de poder parar, pero a juzgar por el modo vehemente que respondía a sus besos y caricias, ella no parecía demasiado preocupada en esa ocasión. Se quitó el resto de la ropa mientras seguía besándola. Danielle se estremeció al sentirlo completamente desnudo, pero lo notó y fue un poco más despacio, excitándola otra vez con exquisita paciencia hasta que vio que la pasión sacudía su esbelto cuerpo.
—Ahora... —le susurró Kevin al ver que gemía desesperada por que le diera lo que ansiaba. Kevin se posicionó, y la tomó por la barbilla para alzarle el rostro—. —No apartes la cara, Danielle, necesito verte para asegurarme de que todo va bien.
Ella se sonrojó, pero no dejó de mirarlo, ni siquiera cuando empezó a tomar posesión de ella.
Kevin entreabrió los labios extasiados. Aquella era la experiencia más intensa que había tenido en su vida. Después de tantos años, de tanto soñarla... iba a ocurrir. Era suya, ya no había más barreras, y sintió que lo aceptaba plenamente dentro de sí.
Danielle se puso un poco tensa ante aquella invasión que era nueva para ella, ante lo íntimo que resultaba, y Kevin se detuvo.
—Está bien —le susurró tiernamente, besándola para que se fuera haciendo a ello poco a poco—. Eso es, así... —se rio ante la facilidad con que se iba hundiendo en ella, y ante la exquisita sensación de ser uno solo—. ¡Oh, Danielle!
Ella estaba roja como la grana, pero no apartó la cara. La expresión de Kevin era victoriosa, y los ojos le brillaban como nunca antes lo habían hecho.
—Sigue, Kevin —murmuró Danielle contra sus labios. Gimió maravillada al sentirlo moverse dentro de ella—. No pares...
Las palabras de Danielle acabaron con el control de Kevin. No podía creer lo que estaba sintiendo, era como cabalgar sobre una enorme ola. Danielle también estaba sorprendida de sí misma, porque sentía que debería estar al menos un poco asustada pero los movimientos de Kevin estaban creando una tensión deliciosa que iba en crescendo, haciéndola olvidarse de todo lo demás. El éxtasis parecía estar al límite de su mano, y Danielle sintió que llegaba a él cuando Kevin la tomó por las caderas y tiró de ellas hacia sí.
Danielle notó como si los cimientos del mundo se tambalearan debajo de ellos, y gritó su nombre una y otra y otra...
Kevin se rio y le sembró un reguero de besos en las sienes, en las mejillas, en los labios... besos tiernos y reconfortantes.
Danielle abrió los ojos, registrando los últimos acordes de un placer como nunca había soñado que pudiera existir. Alzó la mirada hacia Kevin, maravillándose de lo transformado que estaba: parecía años más joven, tenía el cabello húmedo, el rostro empapado en sudor, los ojos brillantes...
— ¿Kevin? —murmuró desorientada.
— ¿Estás bien, mi vida? —le preguntó él—. ¿Te he hecho daño?
— No —lo tranquilizó ella sonrojándose y bajando la vista hacia la vena palpitante de su garganta.
— Mírame, cobardita — se rio Kevin. Danielle se obligó a alzar la cabeza, y Kevin aprovechó el momento para besarla otra vez.
— Yo nunca... nunca imaginé que esto pudiera ser din... —balbució ella hundiendo el rostro en el hombro de él.
Kevin la abrazó como si no quisiera dejarla ir jamás.
— ¿Has dormido bien?
—Creo que todavía estoy dormida —murmuró ella en sus labios—. Tengo miedo de haberlo soñado y no quiero despertar.
— No fue un sueño —le confirmó Kevin—. ¿Te hice mucho daño?
— Oh, no... —Se apresuró a responder ella—, no, en absoluto.
Kevin la miró con adoración.
— A partir de hoy dormirás en mi dormitorio... en nuestro dormitorio. No más muros, ni más mirar atrás. Nuestra vida vuelve a empezar aquí, ahora, juntos.
—Sí —asintió ella con el corazón en la mirada— No vayas a trabajar, Kevin...
— Me temo que tengo que hacerlo —repuso él—. Y tú también tienes que ir —añadió frunciendo el ceño ante la idea—, pero no más paseos en coche con el jefe, ¿entendido?
—Te llamaré para que vengas a recogerme, te lo prometo —dijo ella besándolo en la mejilla—. Pero no puede ser que estés celoso después de esta noche.
— No te engañes —murmuró Kevin pasando la palma de la mano por uno de sus senos—. Ahora que hemos hecho el amor, seré diez veces más posesivo. Eres solo mía.
— Siempre lo he sido, Kevin —le aseguró ella quedamente.
Lo miró preocupada. ¿Ni siquiera entonces tras una noche de pasión y entrega había recobrado su confianza? ¿Qué más pruebas necesitaba de su amor? Kevin recorrió su esbelto cuerpo con la mirada, devorándolo.
— Eres exquisita —susurró—, toda tú. Nunca en la vida había sentido nada tan profundo como lo que he sentido esta noche. Me sentía... completo.
El corazón de Danielle dio un brinco, porque así era exactamente como ella se había sentido, pero mientras que ella lo amaba, él únicamente sentía deseo, pensó apesadumbrada.
—Yo he sentido lo mismo —le confesó.
—Sí, pero tú eras virgen, cariño —murmuró él divertido—, y yo no.
—Eso era bastante obvio —dijo ella un poco irritada, recordando su maestría y preguntándose con cuantas mujeres habría hecho lo mismo.
Kevin, en vez de molestarse, se sintió orgulloso que ella estuviera celosa.
— De eso hace ya mucho tiempo, y en los últimos seis años no he besado siquiera a otra mujer. No tienes motivos para estar celosa.
—Lo siento —murmuró Danielle abrazándolo apoyando la cabeza contra su tórax.
—No tienes por qué disculparte —repuso él besándola en la frente con ternura—. Tengo que ir al trabajo. Preferiría no tener que hacerlo, pero Nick está fuera y alguien tiene que ocuparse de todo.
— ¿Me dejarás en la oficina? —inquirió Danielle.
—Claro. ¿Qué te apetece para desayunar?
Ella alzó la vista hacia él con la respuesta escrita en sus ojos brillantes. Kevin se rio y se bajó de la cama, observando como ella se estiraba sobre el colchón mimosa, tratando de conseguir que volviera a la cama.
— Oh, no, ahora no, Danielle... —murmuró Kevin—. Vamos, vístete antes de que mi estoico control se desvanezca.
—Aguafiestas —le espetó ella con un mohín.
—No quiero pasarme —le dijo él poniéndose serio de repente—. Hasta anoche eras virgen, y no quiero hacerte daño.
Los ojos de Danielle lo miraron enternecidos mientras meneaba la cabeza.
—Y pensar que te tenía miedo!
—Era comprensible —respondió él—, pero ya no tienes por qué temerme... nunca más —Kevin se estiró un gran bostezo—. Bueno, entonces, ¿qué te apetece para desayunar?
Era increíble como una noche podía haber cambiado tanto las cosas. Finalmente parecía que iba camino a lograr tener una relación sólida y duradera, y los días que siguieron lo pusieron de relieve. Danielle podía dejar de pensar en Kevin cuando estaba en la oficina, y cuando llegaban a casa no había más discusiones, ni más barreras. Kevin la besaba a cada momento, y cada noche hacían el amor y dormían el uno en los brazos del otro. Era como haber subido al cielo, se decía Danielle, como estar soñando despierta. Pasaban juntos todo su tiempo libre: montando a caballo, tocando la guitarra, viendo películas de video... Era un buen comienzo, y a Danielle le parecía que lo que tenían era casi perfecto.
Sin embargo, aunque había habido entre ellos acercamiento físico, y aunque pasaban más tiempo junto, Danielle podía notar que todavía había una distancia emocional. Kevin no parecía corresponder al amor que ella sentía por él. Hasta la fecha no le había dicho que la quería, ni siquiera cuando estaban a solas. Tampoco hablaba del pasado ni del futuro. Era como si quisiera vivir únicamente el presente, sin preocuparse por el mañana.
En el bufete, Zac Efron había conseguido que Vanesa volviera, y las cosas iban mejor entre ellos: no hacían más que lanzarse miraditas, y Danielle sospechaba que el día menos pensado estallaría el amor.
Había otra novedad. Danielle aún no le había dicho nada a Kevin, pero estaba casi segura de que estaba embarazada. La posibilidad de que fuera así la había, puesto contentísima. Tener un hijo con Kevin la haría completamente feliz. Él le había dicho que también quería tener una familia, así que tal vez cuando naciera el bebé, empezara a quererla a ella también.
Aquella tarde, estaba echada en el sofá cuando entro Kevin con un aire preocupado.
— ¿Ocurre algo? —le preguntó Danielle incorporándose.
— Tengo que ir a Wyoming. Me han pedido que actúe como testigo en el juicio de Quinn Sutton, un amigo al que han demandado —le explicó él con un suspiro—. No me apetece nada ir, pero es un buen tipo y sé que haría lo mismo por mí. Es un feo asunto. Se sentó junto a ella, atrayéndola hacia sí. y le explicó que lo habían acusado de vender carne de vaca en mal estado a una envasadora.
— ¿Y estás seguro de que no lo hizo? —inquirió ella.
Kevin asintió y la besó en la frente.
—Te llevaría conmigo —le dijo—, pero Sutton no se lleva demasiado bien con las mujeres. Su mujer los abandonó a él y a su hijo y se fue con otro hombre. No sé qué será del chico si meten a su padre en la cárcel —dijo meneando la cabeza.
—Espero que se solucione todo —murmuró ella—. Te echaré de menos.
Kevin la abrazó.
—No más de lo que yo te echaré de menos a ti, cariño. Pero te llamaré cada noche, y tal vez el juicio acabe antes de lo previsto — y volvió a besarla—. No se te ocurra correr con el coche mientras estoy fuera —le advirtió levantando el índice.
Danielle se rio. Difícilmente podría correr con el pequeño utilitario que Kevin le había comprado.
— No lo haré —le aseguró.
Sin embargo, la mirada seria no se borró del rostro de Kevin.
— Kevin, ¿hay algo más que te preocupe?
— No, yo... Danielle, ¿no estás cansándote de estar casada conmigo, verdad? Danielle lo miró boquiabierta.
—¿Qué?
—Yo no puedo darte todo lo que tenías con tu padre, y...
Danielle lo tomó por las mejillas para que la mirara.
—Kevin, tú eres todo lo que quiero. — Y lo besó apasionadamente para demostrárselo con hechos.
— ¿Cuándo tienes que marcharte? —le preguntó al despegar sus labios de los de él.
— Mañana.
— ¿Tan pronto?
Kevin la atrajo hacia sí.
— Pero tenemos toda la noche por delante... — suspiro antes de besarla de nuevo—.
— ¡Dios, te deseo tanto¡ ¡ Danielle, no puedo dejar de pensar en ti...!
Danielle quería decirle que lo amaba, y revelarle la noticia que ya se había confirmado, pero no pudo, ya que, él continuó besándola casi sin pausa y la alzó volandas para llevarla arriba. Y, como siempre, la chispa del deseo apartó de su mente todo pensamiento. A la mañana siguiente, cuando se despertó, Kevin se había marchado ya, y ella solo recordaba vagamente un suave beso cuando estaba adormilada y como le había susurrado un «adiós»

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