domingo, 7 de noviembre de 2010
Novela " Kevin " Cap 3
— Imagino que Kevin no te lo está poniendo fácil, ¿verdad? —le preguntó Miley a Danielle mientras la ayudaba a escribir las direcciones en las invitaciones de de boda.
Danielle giró la cabeza hacia la ventana de la sala de estar de la casa de huéspedes y se apartó un mechón oscuro del rostro con un suspiro.
— Aún no me ha perdonado por lo que le hice. Es un hombre inflexible, Miley, pero tampoco puedo reprocharle cómo se siente. Herí profundamente su orgullo. Entonces yo creía estar salvándolo —añadió con una sonrisa triste— Mi padre no quería a un vaquero por yerno. Me tenía destinada un hombre rico, un enlace muy conveniente para él. Pero yo no tenía intención de dejarme manipular, y cuando le dije que iba a casarme con Kevin, se empeñó en destruir nuestra relación. Hasta ese día nunca me di cuenta de su tremenda falta de escrúpulos —confesó cerrando el sobre que tenía en la mano—. Me amenazó con llevar a Kevin a la ruina si no lo dejaba. Yo pensé que era solo una bravata, así que no le hice caso, pero el banco procedió a ejecutar la hipoteca sobre la nave de engorde de ganado, y los hermanos Jonas estuvieron a punto de perderlo todo.
—Pero yo pensaba que en aquella época el negocio era ya bastante próspero —murmuró Miley extrañada.
—Y lo era, fue todo obra de mi padre, él tenía influencias y consiguió que el banco los presionara con los pagos. Lo hizo para demostrarme que no bromeaba. Kevin me habló del juicio por insolvencia, estaba destrozado... Llegó incluso a sugerir que tal vez lo mejor sería romper nuestro compromiso. Mi padre me prometió que si dejaba a Kevin, él se encargaría de mover ciertos hilos con la gente del banco para que detuvieran la subasta pública de la nave. Yo sabía que si lo hacía no habría vuelta atrás, pero sabía que de cualquier modo iba a perder a Kevin, así que... acepté.
— ¿Y qué hizo tu padre? —inquirió Miley, inclinándose hacia delante sobre la mesa.
— Convenció a Rob Pattison para que interpretara el papel de mi nuevo prometido. Fue con él a ver a Kevin y le dijo que en realidad yo estaba enamorada de Rob, y que solo había estado saliendo con él para ponerlo celoso y hacer que se decidiera a proponerme matrimonio. Me presentó a sus ojos como la culpable de todo, y Kevin lo creyó. Y le dijo también que, mientras estuvimos saliendo, yo había estado acostándome con Rob todo el tiempo, y este se lo confirmó.
— Pero no era cierto —la interrumpió Miley con convencimiento.
— No, por supuesto que no —respondió Danielle con una sonrisa agradecida por que la joven fuera capaz de ver la verdad—, pero yo no tenía otro remedio que seguirle el juego a mi padre si quería salvar el negocio de Kevin. Así que, cuando Kevin me llamó por teléfono pidiéndome que le dijera la verdad, le respondí con las frases que mi padre me había preparado— murmuró bajando la vista a la alfombra—. Le dije que lo único que yo quería era a un hombre con dinero, que nunca había sentido nada por él, y que no había sido para mí más que un juego para conseguir a Rob— cerró los ojos odiándose a sí misma—. Nunca olvidaré el silencio al otro lado de la línea, ni cómo colgó, despacio, sin una palabra. Unas semanas después no se volvió a oír nada del juicio por insolvencia, así que imaginé que mi padre había hablado con la gente del banco. Rob Pattison y yo estuvimos saliendo un tiempo para que Kevin creyera la mentira, y después me marché seis meses a Suiza, donde hice todo lo posible para matarme en las pistas de salto con esquís. Finalmente regresé, sintiendo que mi padre había matado algo en mi interior. Él mismo se dio cuenta, justo antes de su muerte, y me pidió perdón, pero ya era demasiado tarde.
— Si tan solo pudiéramos hacer que Kevin te escuchara —suspiró Miley.
—No lo hará, no puede perdonarme lo que le hice, Miley —replicó Danielle —. Para él fue como si lo ejecutaran en público, porque todo el mundo se enteró de que lo había dejado plantado por un hombre más rico. Ya sabes cómo odia que la gente murmure a sus espaldas... Aquello destrozó su orgullo.
—Pero debió darse cuenta de que tu padre no aprobaba en realidad que se casara contigo, ¿no es cierto?
—Oh, eso fue lo mejor de todo —murmuró Danielle con ironía—. Mi padre hizo una representación tan perfecta el día que le dijimos que íbamos a casarnos, dándole la bienvenida a la familia, repitiéndole una y otra vez lo orgulloso que estaba de que fuera a ser su yerno... —explicó con una risa amarga—. Incluso cuando fue con Rob a verlo, según me contó Kevin, mi padre se deshizo en lágrimas por el modo en que yo lo había tratado.
— ¿Y todo eso solo porque quería casarte con otro hombre?, ¿es que no le importaba nada tu felicidad?
—Mi padre quería construir un imperio —contestó Danielle —, y no le importaba tener que pasar incluso por encima de sus propios hijos para lograr sus objetivos. Joe nunca llegó a enterarse de lo que ocurrió realmente. Se habría puesto furioso. Pero claro, el trato con mi padre también implicaba eso, que ni Joe debía saber nada al respecto.
—Pero... y después de morir tu padre... ¿por qué no se lo contaste?
—No quiero que se sienta aún peor por mí. Además, Joe siempre ha sido bastante solitario. Hasta a mí me cuesta hablar con él de cosas serias, de acercarme a él. Le cuesta mucho abrirse a la gente. Nuestro padre fue especialmente duro con él, siempre estaba ridiculizándolo durante nuestra infancia, y se convirtió en un tipo duro al crecer. No tuvo más remedio, de otro modo no habría sobrevivido a nuestra vida familiar.
—No tenía ni idea —murmuró Miley—. Tu hermano siempre me ha caído bien. Es muy especial.
Danielle no le había contado a Miley lo que Kevin le había dicho del vestido. Era demasiado humillante. Sin embargo, no estaba dispuesta a ser el objeto de murmuraciones, y menos cuando ella tenía todo el derecho del mundo a ir de blanco.
Así pues, al día siguiente fue a la tienda que regentaba una vieja amiga de la infancia, y compró un discreto traje de falda y chaqueta de lino blanco.
No iba a ir de ningún otro color. Podía probarle a Kevin que era virgen si hacía falta.
Después de salir de la tienda, se dirigió a la consulta del doctor Rey, su médico de cabecera desde hacía años, para hacerse el examen premarital. El alto y canoso medico era casi como de la familia, y tras examinarla y sacarle sangre para un análisis, le habló con franqueza:
—Se trata de una operación sin importancia, Danielle. Apenas te dolerá. Y, no quiero asustarte con esto pero si no lo hacemos, tu noche de bodas puede convertirse en un infierno.
Después le explicó en detalle en qué consistiría la intervención quirúrgica. Danielle comprendió que no tenía otra opción. Kevin podía jurar y perjurar que no iba ponerle un dedo encima, pero sería muy poco realista por su parte pensar que iban a convivir durante el resto sus vidas sin hacer «nada». Y esa operación disminuiría en parte el dolor...
Le dijo al médico que lo haría, pero insistió en que quería solo un arreglo parcial, para que no quedaran dudas de que era virgen. El doctor Rey meneó la cabeza murmurando algo acerca de esas «idioteces anticuadas», pero le dijo que lo haría como ella quería, y le dio cita para el día siguiente.
De buena gana Danielle se habría hecho la operación completa, pero aquella era la única prueba factible que podía darle a Kevin de su inocencia, lo demás, eran solo palabras, y esas no las aceptaría nunca.
La boda fue el acontecimiento social de la temporada. Danielle no había esperado que tanta gente acudiera a la iglesia metodista de Tisdaleville para verlos casarse, y es que había bastante gente sin invitación.
Miley y Nick estaban sentados en el banco de la familia Jonas, con las manos enlazadas. Se les veía tan enamorados, que era como si un aura cálida flotase a su alrededor. Junto a ellos estaba Joe, el hermano de Danielle, y en ese mismo lado estaban acomodados vecinos y amigos, como Selena Gómez, la mejor amiga de Miley. Cuando Danielle entró no vio a Kevin por ningún lado, y casi le dio un ataque de pánico al recordar lo que le había dicho que haría si iba vestida de blanco, pero volvió a respirar tranquila al ver que aparecía por el lateral del altar junto con el sacerdote. Se mordió el labio inferior, y agarró con fuerza el ramo de margaritas para evitar ponerse a temblar mientras avanzaba por el pasillo central.
Kevin y ella habían decidido prescindir de damas de honor y padrinos, de hecho habían querido que la ceremonia fuera lo más sencilla posible.
Cuando Danielle llegó al altar y se colocó en su sitio, alzó la vista hacia Kevin, desafiándolo con la mirada a que se atreviera a dejarla plantada por haberse vestido de blanco. Fue un momento de mucha tensión y, por un instante, casi le pareció que iba a hacerlo, pero finalmente Kevin giró el rostro hacia el sacerdote, y comenzó la ceremonia.
Kevin repitió una a una cada frase, en un tono monocorde, y le deslizó una fina alianza de oro en el dedo a Danielle.
Finalmente, cuando el sacerdote los declaró marido y mujer, dando permiso a Kevin para besar a la novia, se volvió hacia ella con una expresión que esta no pudo descifrar, y se quedó mirándola largo rato antes de inclinar la cabeza y darle un beso frío en los labios.
A continuación, sin darle tiempo a actuar, la tomó del brazo y la hizo avanzar con él por el pasillo central sin apenas dar tiempo a los invitados a que los felicitaran.
No habían organizado un banquete, pero sí se hizo un cóctel en los jardines de la iglesia, donde se consumieron los tradicionales canapés y pasteles, regados con ponche mientras Danielle y Kevin agradecían a los invitados su presencia y conversaban un poco con cada uno.
Alguien había llevado una cámara, y les pidió que se pusieran juntos para hacerles una foto. Danielle aceptó antes de que Kevin pudiera negarse. Le daba bastante rabia que no hubieran contratado a un fotógrafo pero así al menos tendría un recuerdo de ese día.
Se colocó a su lado y sonrió, mientras que él se limitó a rodearla con el brazo.
Luego, en cuanto el improvisado fotógrafo se retiró, Kevin la miró furibundo.
—Te dije que cualquier color excepto el blanco — masculló
—Sí, Kevin, lo dijiste —contestó ella muy calmada-, pero, ¿cómo te habrías sentido tú si yo te hubiera dicho que te pusieras un vestido azul en vez de un traje de chaqueta y pantalón? Kevin parpadeó incrédulo.
—El color blanco significa... —comenzó irritado.
—....que es la primera boda de una mujer —dijo ella terminando su frase—. Y esta es mi primera boda.
Los ojos de Kevin relampaguearon.
—Tú y yo sabemos que hay otra razón implícita para vestir de blanco en las bodas, y tú no tienes derecho a llevarlo.
La mirada de Danielle se ensombreció, y Kevin entornó los ojos.
—Oh, sí, ahora recuerdo que me dijiste que podrías probarme que eras virgen... —murmuró con una sonrisa cruel—. Tal vez este sea el momento.
Danielle enrojeció y apartó la vista. No tenía derecho a tratarla así.
—No tengo que demostrarte nada.
La risotada sarcástica de Kevin hirió su corazón.
— ¿No puedes, no es eso? Era solo una bravata, debí imaginarlo.
—Kevin...
—Déjalo —la cortó él sacando un cigarrillo y encendiéndolo—. Como ya te he dicho, no vamos a compartir la cama. Me da igual si eres virgen o no.
La tristeza de lo que podría haber sido y no fue inundó a Danielle. Alzó los ojos hacia las duras facciones de él, escrutándolas con adoración. No era guapo, pero sí muy masculino: tan fuerte y atlético... Tenía exactamente el aspecto que siempre había pensado que debía tener un hombre.
En ese momento Kevin bajó la vista y la descubrió mirándolo arrobada. Se quedó con el cigarrillo en el aire, sosteniéndole la mirada tanto rato, que el corazón de Danielle empezó a latir como un loco.
Ella bajó los ojos hacia los labios de él, y la sacudió de pronto un ansia tremenda de besarlos. ¡Si tan solo pudiera actuar como la mujer desinhibida que quería ser, en vez de la mujer inocente y asustada que era! El problema era que Kevin la intimidaba, porque estaba segura de que tenía casi tanta experiencia como Nick con las mujeres, y temía decepcionarlo. Si pudiera contarle la verdad y pedirle que la tratara con delicadeza... No, era imposible, temblaba de solo pensar que tuviera que hablarle de algo tan íntimo. Por suerte en ese momento apareció Joe, salvándola de otro de los comentarios mordaces de Kevin.
—Dani, tengo que irme ya —le dijo agachando la cabeza para besarla en la mejilla—. A mi jefa temporal le dan verdadero pánico los hombres, y tengo que acudir «en su rescate».
—En serio? —dijo su hermana divertida.
—No te lo imaginas: se esconde detrás de mí en los bailes y en las reuniones... Es realmente embarazoso.
La joven contuvo la risa. A su independiente hermano no le gustaba nada que las mujeres se colgasen de él y manejar a aquella debía estar resultándole particularmente difícil.
Su jefa temporal, como él la llamaba, era la sobrina de su jefe. Vivía en Arizona, donde estaba tratando de sacar adelante un rancho para turistas cargado de deudas por lo que el jefe de Joe en Tisdaleville lo había mandado allí para ayudarla.
—Tal vez se sienta segura a tu lado —apuntó Danielle.
Joe resopló molesto.
—Sea como sea, esto tiene que acabar. Es como tener una hiedra enredada al cuerpo
— ¿Es fea? —inquirió Danielle.
—Bah, no es nada sofisticada, y no, no es muy guapa —murmuró su hermano—. Supongo que no está mal... a mí no me gusta —apostilló.
— ¿Y por qué no lo dejas? —Preguntó Kevin—. Puedes trabajar para Nick y para mí. Lo del puesto que te ofrecimos sigue en pie.
— No lo he olvidado, Kevin, y debo decir que me sentí muy agradecido por vuestra oferta... sobre todo teniendo en cuenta la tirante relación entre nuestras familias en esos días —respondió Joe con sinceridad —. Pero no, no quiero abandonar. Este trabajo es una especie de reto para mí.
— Bueno, cuando eches esto de menos siempre puedes venir a visitarnos una temporada —le ofreció Kevin con una sonrisa.
—Tal vez algún día —contestó Joe—. Me gustan los niños —añadió—; no me importaría tener unos cuantos sobrinos.
Ante ese comentario, Kevin pareció querer estrangularlo, y Danielle se puso como la grana. Joe frunció el entrecejo sin entender la reacción de ninguno de los dos, pero por fortuna aparecieron en ese instante Nick y Miley.
—Bonita boda, ¿eh? —le dijo Nick a Joe, con el brazo en torno a su esposa. Ella se rio—. ¿No te dan ganas de seguir el ejemplo de Danielle y Kevin?
— No, me entran ganas de ponerme una vacuna contra esta epidemia... y rápido —murmuró el hermano de Danielle divertido.
—Un día cambiarás de opinión, ya lo verás —le aseguró Nick—. Al final acaban echándonos a todos el lazo al cuello —añadió, esquivando un golpe de Miley y—. Lo siento, cariño —dijo riéndose mientras la besaba en la frente—, ya sabes que no lo decía en serio.
— Si quieres podemos llevarte al aeropuerto, Joe — le dijo Miley.
—He alquilado un coche, pero gracias de todos modos —respondió el hermano de Danielle.
—Te acompañaremos fuera —le dijo Nick.
—Que seas muy feliz —le deseó Joe a su hermana besándola de nuevo en la mejilla.
—Eso espero —respondió ella sonriendo a Kevin.
Joe asintió, pero no parecía muy convencido, y cuando salió de la parroquia con Nick y Miley había un matiz de seria preocupación en su rostro.
El cóctel se le hizo eterno a Danielle, y no podía sentirse más aliviada cuando al fin estuvieron en casa. Kevin la había pedido a María que preparara la habitación de invitados. La anciana mujer se había quedado muy extrañada pero la dura mirada en los ojos de Kevin le dijo que era mejor no preguntar. Después de todo, comprendía más de lo que él creía. Sabía, tan bien como las demás personas que trabajaban en el rancho, que, a pesar de su despecho, Kevin seguía sintiendo cierta debilidad por Danielle, y al haberse quedado ella sola y en la pobreza no les había sorprendido que se casara con ella. Y lo cierto era que tampoco les extrañaría que de paso aquella fuera su tan esperada venganza.
—Gracias a Dios que se ha acabado —dijo Kevin cansado cuando se quedaron solos en la casa
Se desanudó la corbata, se desabrochó el cuello de la camisa, y se remangó.
Danielle dejó el bolso en la mesita del vestíbulo, y se quitó los zapatos de tacón aliviada, masajeándose pies.
Kevin la miró y sonrió, pero se dio la vuelta antes que ella pudiera darse cuenta.
— ¿Quieres que salgamos a cenar o prefieres que nos quedemos aquí?
—Me da igual.
—Bueno, supongo que resultaría un poco chocante que saliéramos a un restaurante en nuestra noche de bodas, ¿no es así? —le dijo con una sonrisa burlona.
—Adelante, estropéalo por completo. Dios no permita que disfrute del día de mi boda —le espetó ella enfadada. Le dio la espalda y empezó a subir las escaleras.
— ¿De qué diablos estás hablando? —inquirió él frunciendo el ceño.
Danielle no se volvió a mirarlo. Se mantuvo agarrada al pasamanos con la mirada fija en el rellano superior.
— No podrías haber expresado con más claridad tus sentimientos aunque hubieras llevado una pancarta con todas tus quejas escritas con sangre. Sé que me odias, Kevin, que te has casado conmigo por lástima, y también sé que parte de ti aún desea hacerme pagar por lo que te hice.
Kevin había encendido un cigarrillo, y estaba fumando, apoyado en el quicio de la puerta del salón.
—Es bastante duro que destrocen tus sueños, ¿sabes? —repuso él con frialdad.
Danielle se giró y lo miró a los ojos.
—Tú no eras el único que tenías sueños, Kevin, ¡yo te quería!
—Y por eso me dejaste tirado en la cuneta por ese chico millonario —masculló él.
Danielle acarició el pasamanos distraídamente.
—Qué extraño que no me casara con él, ¿no te parece? —le preguntó en un tono casual—. ¿No dirías que es muy extraño, cuando estaba tan desesperada por conseguir su dinero?
Kevin apartó un instante el cigarrillo de sus labios.
— Supongo que te dejaría al darse cuenta de que como hombre no te interesaba en absoluto.
—Yo nunca estuve interesada ni en él, ni en su dinero —puntualizó Danielle —, mi familia tenía más que suficiente.
— ¿De veras? —contestó Kevin con una sonrisa irónica. ¿Qué se creía?, ¿que era un idiota?, ¿que no sabía que antes de morir su padre hacía ya tiempo que su familia tenía problemas financieros?
— ¿Por qué te niegas a escucharme? —murmuró ella—. He tratado de explicarte por qué rompí el compromiso...
— ¡Ya lo creo que me lo explicaste! Rompiste conmigo porque no podías soportar mis caricias... pero yo ya sabía eso de mucho antes —le dijo. Había un brillo peligroso en su mirada—. Lo supe cuando me apartaste la noche en que nos prometimos —añadió con voz ronca—. Lo supe cuando vi que estabas temblando como una hoja, con los ojos abiertos como platos. Te faltó tiempo para alejarte de mí.
Danielle entreabrió los labios ligeramente.
— Y tú pensaste que era porque me produces repulsión por supuesto —sugirió ella tristemente.
— ¿Qué otra cosa podía pensar? —Replicó él furioso —No nací ayer —se dio la vuelta de nuevo—. Sube y cámbiate. Cenaremos aquí. No sé tú, pero yo tengo hambre.
Danielle querría haberle dicho la verdad, pero él actuaba de un modo tan distante... Con un suspiro, se dio media vuelta y terminó de subir las escaleras, preguntándose cómo iba a vivir con un hombre con él ni siquiera podía sincerarse.
Cenaron juntos en el comedor. María les había dejado algo de cena en el horno antes de marcharse con su marido a casa de unos parientes, Justin había terminado ya su plato de estofado con ensalada, y observaba, recostado en la silla a Danielle pinchando pensativa la lechuga con el tenedor. Se sentía culpable por cómo había resultado el día, pero en cierto modo tenía motivos para haberse comportado como se había comportado. Solo estaba tratando de protegerse, de evitar salir herido por segunda vez. Seis años atrás su corazón había quedado destrozado, y le molestaba volver a sentirse vulnerable, pero ver a Danielle triste era aún peor.
— Maldita sea, no pongas esa cara —le dijo.
Ella alzó los ojos hacia él, y Kevin vio que su mirada se había tornado totalmente apagada.
— Estoy cansada —adujo Danielle quedamente—.¿Te importa que suba a mi dormitorio cuando acabemos de cenar?
— Sí, me importa —contestó él malhumorado, arrojando la servilleta sobre la mesa y encendiendo un cigarrillo—. Es nuestra noche de bodas.
Danielle se rio con amargura.
— Lo es. ¿Qué tienes planeado?, ¿lanzarme unas cuantas puyas más acerca de mi pasado libertino?
Kevin frunció el ceño. Nunca la había oído hablar de aquel modo, ni en ese tono. Estaba portándose de una forma despreciable con ella, y no era justo: había perdido a su padre, su hogar, el estilo de vida al que estaba acostumbrada... incluso a su hermano, que había tenido que dejarla por trabajo. Había aceptado casarse con él porque necesitaba un poco de seguridad y lo único que le había dado hasta el momento era verdadero infierno. No quería hacerle daño, pero muchas veces no podía contener las palabras. Las heridas eran demasiado profundas.
Suspiró con pesadez y escrutó el rostro de Danielle, recordando tiempos mejores, más felices, aquellos tiempos en los que con solo verla sonreír se sentía embriagado.
— ¿Estás segura de que quieres seguir trabajando? — le preguntó por cambiar de tema.
— Sí, me gustaría —murmuró ella sin levantar la vista del plato—. Nunca antes había hecho nada, excepto colaborar con asociaciones benéficas, y me gusta.
— ¿Y Zac Efron también? —preguntó Kevin sin poder evitarlo.
Danielle se puso de pie. Todavía llevaba puesta la falda blanca que había llevado en la ceremonia, junto con una blusa rosa pálido, y estaba muy femenina y elegante. El largo cabello le caía en cascada sobre los hombros y Kevin sintió deseos de levantarse también y agarrar dos puñados de esos rizos entre sus dedos y besarla hasta que no pudiera mantenerse en pie.
—El señor Efron es mi jefe, no mi amante — dijo Danielle —. No tengo ningún amante,
Kevin se puso en pie y avanzó despacio hacia ella con los ojos entornados y el cuerpo tenso por los años de deseo reprimido.
—Pues vas a tener uno a partir de hoy —le dijo bruscamente.
Danielle no se movió. No iba a darle la satisfacción de huir despavorida. Alzó la barbilla a pesar de que las rodillas le temblaban y el corazón le golpeaba | Le tenía miedo por el ardor descontrolado! Que había mostrado en el pasado, porque quería vengarse y porque creía que ella tenía experiencia, y porque aunque se había sometido a aquella operación, sabía que podía dolerle muchísimo.
Kevin advirtió el temor en sus ojos.
-Estas muy equivocada, cariño —le dijo—, totalmente equivocada. Nunca te haría daño en la cama, ni vengarme de ti, ni por ningún otro motivo.
Danielle ahogó un sollozo, y empezó a temblarle el labio inferior mientras los ojos se le llenaban de lágrimas
Kevin la miró sorprendido por aquella reacción, Danielle no lo vio porque había agachado la cabeza
—Tal vez no podrías evitarlo —susurró ella.
— Danielle, ¿de verdad te doy miedo? —inquirió Justin con voz queda.
Ella encogió los hombros incómoda.
—Sí. Lo siento.
— ¿También te daba miedo él... Pattison?
Ashley abrió la boca para responderle, pero desistió de darle más explicaciones porque, ¿de qué serviría? De todos modos no la escucharía. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la escalera.
—Huyendo no se soluciona nada —le espetó él enfadado.
—Intentar razonar contigo tampoco —replicó ella deteniéndose al pie de la escalera y girándose a mirarlo. Tenía los ojos brillantes por las lágrimas no derramadas y la rabia—. Hazme pagar lo que te hice. De todos modos ya no tengo nada que me importe, no tengo nada que perder. Pero tranquilo, no voy a humillarte teniendo ningún romance. A pesar de lo que pienses de mí, no me muero por tener un hombre a mi lado.
—No hace falta que me lo digas —respondió él—. ¡Hasta un trozo de hielo me habría dado más calor que tú aquella noche!
Danielle sintió el impacto de esas palabras como dagas en la piel. ¿También pensaba que era frígida?
—Tal vez a Rob Pattison le di más que a ti — le espetó.
La furia incendió los ojos negros de Kevin, y fue hacia ella antes de controlarse y detenerse a unos pasos.
—Buenas noches, Kevin. Gracias por darme un techo y un lugar donde vivir —le dijo Danielle y alzando la barbilla.
Kevin la siguió con la vista mientras subía las escaleras, entre enfadado y arrepentido por su arranque de ira. Estaba volviendo a perderla... otra vez.
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