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lunes, 15 de noviembre de 2010

Novela " Kevin " Cap 7



Kevin apenas podía creérselo cuando se despertó a la mañana siguiente y vio a Danielle a su lado en la cama. Estaba ya tan acostumbrado a que los sueños con ella terminasen al amanecer... Pero allí estaba, dormida, con la larga cabellera de rubia desperdigada sobre la almohada, sus finos rasgos álficos, y los labios entreabiertos, tan dulces y tentadores.
Se quedó largo rato allí echado junto a ella, observándola. Se había sentido muy solo sin ella... y únicamente en ese momento se daba cuenta de hasta qué punto la había echado de menos. Durante el tiempo que estuvieron saliendo, le gustaba imaginarse así en la cama con Danielle, viéndola dormir plácidamente. Ella no podía imaginar cuánto significaba para él, ni que la noche anterior había sido para él una tremenda revelación, la culminación de las esperanzas que tanto tiempo había estado abrigando, aun cuando no habían acabado lo que empezaron. Además, el haber descubierto que era virgen, lo había sorprendido y llenado, nunca lo había engañado, ni con Rob Pattison ni con nadie.
Se inclinó para besarla suavemente en los labios, y Danielle parpadeó y abrió los ojos, guiñándolos por la del sol. Bostezó ligeramente y le sonrió.
—Buenos días.
—Buenos días —respondió él besándola de nuevo-¿Has dormido bien?
—No había dormido mejor en toda mi vida. ¿Y tú?
—Yo tampoco —le dijo Kevin tapándola con la sábana —. Quédate en la cama y descansa. No tienes que levantarte aún.
— ¿Te vas a la nave tan temprano? —inquirió ella adormilada, echando un vistazo al reloj.
—Tengo que tomar un vuelo a Dallas, cariño —le explicó él levantándose—. He quedado con un nuevo cliente, pero estaré de vuelta por la noche.
—Pues yo no tengo que estar en el bufete hasta las nueve —le dijo ella con una sonrisa ufana.
—Pues yo preferiría que no tuvieras que ir en absoluto —repuso él frunciendo el ceño.
—Kevin, me gusta mi trabajo —protestó ella con un mohín.
—Sí, pero a mí no me gusta nada Zac Efron— murmuró Kevin.
—Puede que sea un donjuán, pero conmigo se porta siempre muy correctamente —le aseguró Danielle y—. Además, es un buen hombre, de verdad.
Kevin se dio la vuelta, no quería que leyese en su rostro lo celoso que estaba de su atractivo jefe.
—Bueno, voy a darme una ducha.
Danielle se quedó mirándolo mientras buscaba ropa interior en uno de los cajones del armario y se dirigía hacia el cuarto de baño, devorando su torso desnudo con los ojos. Lo ocurrido la noche anterior le parecía en ese momento tan irreal... Se sonrojó al recordar pero Kevin no lo vio porque había entrado ya al aseo.
Volvió a quedarse dormida y, cuando se despertó él estaba ya vestido con un traje gris claro que marcaba cada músculo de su cuerpo, y se encontraba en ese instante anudándose la corbata frente al espejo.
Mientras lo miraba, volvió a recordar todo lo que habían hecho la noche anterior y volvió a ruborizarse.
—Caray, menudo sonrojo... —murmuró Kevin divertido. Adoraba esas reacciones de ella—. Apuesto que si me pongo ahora a rememorar la noche anterior te esconderías debajo de la cama.
—Y no perderías la apuesta, te lo aseguro —respondió ella riéndose—. ¡Oh, Kevin! —susurró sonrojándose aún más por los recuerdos y tapándose el rostro con las manos.
Justin se sentó a su lado en la cama y la abrazó Danielle., con la cabeza apoyada en su pecho, inspiró profundamente, inhalando su colonia.
— ¿Seguro que quieres ir a trabajar? —Le preguntó Kevin, tomándola de la barbilla para que lo mirara a los ojos—. El médico dijo que tal vez te convendría hacer reposo.
—Estoy bien. Me llevé un buen susto, pero después de haber descansado parece que los dolores han desaparecido.
—Yo también me llevé un buen susto —murmuró Kevin—, gracias a ti tengo cinco canas más esta mañana.
Danielle alzó la mano para peinar con los dedos sus cabellos, hundiéndolos entre los mechones sobre la frente, donde las primeras canas empezaban a asomar en la mata de pelo negro.
— Danielle... —dijo Kevin de repente. Ella advirtió de inmediato que la calma en su voz era engañosa—, Por qué me mentiste acerca de Pattison? ¿No te habría bastado con romper nuestro compromiso sin tener que herir también mi orgullo?
Ahí estaba de nuevo, pensó Danielle, el resentimiento volvía a aparecer. ¿Acaso no iba a perdonarle jamás por lo ocurrido, ni siquiera tras comprobar por sí mismo que no lo había traicionado? De repente empezó a preguntarse si tal vez él solo la deseaba físicamente, y si no podría haber nunca nada más que eso. Ella quería que la amara, la pasión no era suficiente. La tristeza hizo que se le humedecieron los ojos. La dicha que la había inundado la noche anterior estaba derrumbándose como un castillo de naipes. Cerró los ojos y exhaló un suspiro de hastío y frustración.
—Ya te lo dije anoche, fue idea de mi padre.
—Eso no me cuadra, Danielle. Él me apreciaba... Me ayudó muchísimo. Incluso lloraba la noche que vino a verme con Pattison... lo Danielle miró a los ojos.
—Todo esto se reduce a una cuestión de confianza, Kevin, y sé que tú sigues sin confiar en mí. Tampoco es del todo culpa tuya —se apresuró a añadir—, porque yo empeoré las cosas al mentirte, pero si pudieras al menos darme un voto de confianza...
La mandíbula de Kevin se puso tensa.
— No puedo —murmuró. La soltó y se puso de pie—. Yo aún te deseo, y tú lo sabes, pero no puedo volver a abrirte mi corazón. Quien ha traicionado una vez puede volver a hacerlo.
—Yo no te traicioné, tú mismo has comprobado que todavía soy virgen —le recordó ella incómoda.
—No me refería a eso: me mentiste, me dejaste tirado —inspiró profundamente y sacó un paquete de cigarrillos de la chaqueta—. Ni siquiera ahora puedo estar seguro de que no vayas a dejarme tirado de nuevo por tu jefe. Está claro que él no necesitaría que alentaras demasiado para lanzarse, y además no es nada feo, ¿no es cierto?
—Tú no eres feo.
— ¡Qué curioso que te hayas dado cuenta tan rápido de que estaba hablando de mí...! —le espetó él enfadado—. No te metas en problemas mientras estoy fuera —le dijo lanzándole las llaves del Thunderbird— ten cuidado con mi coche.
—No tocaré tu preciado coche si no quieres— murmuró Danielle airada—. Tomaré un taxi para que todo el mundo en Tisdaleville murmure.
Se quedaron un buen rato desafiándose el uno al otro con la mirada, pero de pronto Danielle observó que las comisuras de los labios de Justin se arqueaban ligeramente, para dar paso a una sonrisa lobuna, y a continuación estalló en carcajadas.
—Bruja —masculló divertido.
—Salvaje —le espetó ella.
Kevin avanzó hacia la cama como un animal de presa. Danielle había echado a un lado las sábanas, y trató de rodar hacia el otro lado de la cama, pero él fue más rápido, y en un instante la tuvo atrapada bajo su fuerte cuerpo, sin poder escapar. Ella se revolvió entre risas.
—Eso es, lucha —la animó Kevin divertido, pero la rodilla de ella lo rozó en la entrepierna y dejó escapar un gemido ahogado—. Dios, Danielle...
Ella se quedó quieta, roja como una amapola.
—Bueno, tampoco es para ponerse así —la picó Kevin—. Anoche ya viste como me excitabas, y eso que ahora no estamos piel contra piel...
— ¡Kevin, para ya! —volvió a reírse Ashley, ocultando el rostro en el hueco de su cuello.
—Eres como una chiquilla —murmuró él con ternura y rodó de modo que ella quedó encima de él—. Mejor así ? —le preguntó. Para él desde luego era mejor, ya que le ofrecía una buena vista del escote del pijama.
—Eres un hombre horrible —bromeó Danielle haciendo pucheros.
—Lo soy —asintió él. Tomó un mechón entre sus dedos y la hizo agachar la cabeza tirando suavemente
— Bésame.
—Te arrugaré el traje...
—Me da igual, tengo docenas de trajes más planchados en el armario, pero ahora quiero que me beses, y ya, porque tengo que tomar ese avión.
Danielle claudicó divertida, y la discusión que habían tenido hacía un momento quedó olvidada en cuanto sus labios se fundieron con los de él. Kevin deslizó una mano entre sus cabellos, y la tomó por la nuca para acercarla aún más mientras hacia el beso más profundo.
— Después de que te hagas la operación tendremos que esperar al menos un par de días antes de retomar lo que empezamos anoche, así que no vayas a darle vueltas y a ponerte nerviosa, ¿de acuerdo? —Le dijo Kevin mirándola a los ojos—. No te presionaré, será como tú quieras que sea.
Danielle lo besó primero en un párpado y luego en el otro con adoración. Quería susurrarle que lo amaba más que a su propia vida, que todo lo que había hecho lo había hecho solo para protegerlo, pero sabía que él aún no había recobrado la confianza en ella. Tendría que ir poco a poco.
— ¿Me creerías si te dijera que ya no te tengo miedo? —murmuró.
—Cariño, ¿cómo no voy a creerte en la postura en que estamos?
— ¿Qué pos...? Kevin!
Él se rio y volvió a hacerlos rodar sobre el colchón quedando de nuevo sobre ella.
—En «esta» postura... —le dijo besándola sensualmente—. Bésame para que pueda marcharme.
—Ya lo he hecho... varias veces —le susurró Danielle subrayando cada palabra con un beso.
—Pues hazlo unas cuantas más, hasta que sienta que mis piernas pueden sostenerme de nuevo.
Danielle se rio, y tras rodearle el cuello con los brazos le mordió el labio inferior con dulzura.
—Ahora eres mío —le dijo mirándolo a los ojos—, así que ni se te ocurra ir por ahí flirteando con otras.
Kevin sonrió encantado ante aquel arranque de posesividad. Volvió a tomarla por la nuca, y le dio un beso largo y profundo, teniendo que obligarse a ponerse en pie para poder parar.
—Será mejor que me marche antes de que se funda la última de mis neuronas —bromeó sin poder apartar la vista de ella. Danielle rehuyó vergonzosa su mirada—. Me habrías dejado seguir adelante, ¿verdad? —le preguntó de repente en voz queda—. Aun sabiendo lo mucho que te habría dolido... no me habrías detenido.
—Quería que supieras la verdad —murmuró ella.
—Fuiste muy valiente —añadió Kevin mirándola con admiración. Se quedó un momento en silencio, como si no quisiera dejarla, pero tras echar un vistazo a su reloj de pulsera, suspiró y le dijo—. Tengo que irme ya.
Danielle se incorporó mientras él se dirigía a la puerta.
—Que tengas un buen viaje.
Kevin no dijo adiós, sino que tras volverse una última vez a mirarla, salió y cerró la puerta tras de sí. «Ojalá pudiera leerle la mente», se dijo. Danielle ¿De otro modo podría averiguar lo que sentía por ella? se preguntaba si él siquiera lo sabría.
El día fue realmente agotador para Danielle. Después de tener que aguantar toda la mañana y parte de la tarde al señor Efron chillando a Nessa por una cosa o por otra, a última hora fue a la consulta del doctor Rey, quien le había dado cita para terminar de realizarle la intervención.
Llegó a casa cansada, pero después de tomarse una buena taza de café y la deliciosa cena que le había preparado María, se sintió mejor.
Estuvo viendo un rato la televisión, esperando a Kevin, pero la había llamado para decirle que el vuelo se había retrasado, y pronto empezaron a cerrársele los ojos, así que decidió subir a acostarse. Al pasar por delante del dormitorio de Kevin se quedó dudando un momento, sin saber qué hacer, pero le pareció que tal vez él se molestaría si la encontraba allí sin su permiso.
Se fue pues a la habitación de invitados, y apenas se hubo metido en la cama se quedó dormida.
No oyó llegar el taxi de Kevin, ni abrirse la puerta, ni cómo sus pasos se dirigió esperanzados a su dormitorio, para maldecir entre dientes al encontrar la cama vacía, ni tampoco lo vio observarla en silencio con el ceño fruncido cuando fue a la habitación de invitados y la halló allí dormida.
Kevin cerró la puerta tras de sí, ceñudo, y se fue a su cuarto. Había pensado que ella lo estaría esperando despierta, o al menos que se habría ido a dormir a su cama.
Danielle pasó la noche ignorante de su enfado, y al levantarse por la mañana bajó las escaleras deseosa de ver a Kevin, pero cuando entró en el comedor, él le lanzó una mirada furibunda.
Danielle se detuvo en la puerta sin saber corno actuar.
—Buenos días —balbució.
—No son precisamente buenos.
Danielle enarcó las cejas y se acercó a él. Kevin apartó la vista de ella y alzó la taza para tomar un sorbo de café.
—Le diré a López que te lleve al trabajo —le dijo—, ¿Te importaría devolverme las llaves de mi coche?
Danielle las sacó del bolsillo de su falda y las puso sobre la mesa, pero antes de que pudiera retirar la mano, Kevin la retuvo con la suya.
— ¿Por qué volviste a la habitación de invitados anoche? —la interrogó. Sus ojos negros parecían lanzar llamaradas.
¡De modo que se trataba de eso!, pensó Danielle suspirando aliviada.
—No sabía si querrías que durmiera contigo otra vez —le dijo con una sonrisa tímida— Cuando te fuiste no me dijiste adiós y... bueno, no quería molestarte —confesó encogiéndose de hombros.
—Dios mío, Danielle, estamos casados... —murmuró él—. No me molestas.
Danielle y bajó la vista a la fuerte mano que aferraba la suya, y su calidez la hizo estremecer por dentro.
—Es que... desde que nos casamos siempre te has comportado de un modo muy distante.
— ¿Y no sabes todavía el porqué? —le preguntó él con suavidad.
Ella lo miró a los ojos y asintió lentamente.
—Porque me... ¿porque me deseas?
—En parte es por eso —asintió Kevin sin querer entrar en más detalles—. ¿Fuiste a ver al doctor Rey?
El sonrojo de Danielle le dio la respuesta antes de ella asintiera con la cabeza. Kevin retiró la silla junto a la suya para que se sentara.
—Te llevaré yo mismo a la oficina —le dijo acercándole un plato de huevos revueltos. Danielle sonrió con la cabeza agachada.
Cuando llegaron a la ciudad, Kevin estaba ya más calmado, pero no le duró mucho, porque en cuanto aparcó junto al bufete, vio a Zac Efron en la acera, mirando en derredor con los brazos en jarras, como si estuviera esperando impaciente la llegada de Danielle, pensó Kevin frunciendo el ceño. Efron alzó la vista hacia ellos en cuanto el Thunderbird se detuvo, y el rostro se le iluminó. Sonrió de un modo exagerado, y corrió junto a Danielle, saludando de pasada a Kevin con una mera inclinación de cabeza. Este pareció querer fulminarlo con la mirada pero no dijo nada.
—Gracias a Dios que has venido —le dijo Zac Efron a Danielle, abriendo la puerta de la oficina—, Temía que llegaras tarde —le dijo tomándola del brazo y arrastrándola en esa dirección—. No te preocupes, Kevin, cuidaré bien de ella —le dijo sonriéndole.
Kevin no contestó, y tampoco le dijo adiós a Danielle, sino que se metió en el coche dando un portazo. Y, sin mirar atrás, arrancó el automóvil y se alejó de allí a toda velocidad.
— ¿Ha ocurrido algo, señor Efron? —le preguntó Danielle a este parándose en seco ante la puerta. La marcha de Kevin la había dejado un poco nerviosa, y no era para menos, su jefe le había dado una impresión muy poco favorable de su relación, haciendo que pareciera algo más que la estrictamente laboral.
— ¡Esa mujer tiene que irse! —Le respondió Efron con grandes aspavientos—. ¡Se ha encerrado en mí despacho y se niega a salir! Pero no me he quedado de brazos cruzados, ¡ah, no!... He llamado a los bomberos —le dijo con una sonrisa cruel—. Echaran la puerta abajo, la sacaré de los pelos y la pondré de patitas en la calle... para siempre. Danielle se frotó la nuca incómoda:
—Em... Señor Efron... ¿y por qué... por qué se ha encerrado Vanessa en su oficina? Su jefe carraspeó.
—Fue por... fue por el libro.
— ¿Qué libro?
—El libro que le tiré —masculló él irritado.
— ¿Le tiró un libro?
—Bueno, sí, un diccionario... —farfulló él metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón—. Teníamos cierta diferencia de opiniones acerca de cómo se escribía un término legal. En fin, imagínate... —añadió enfadado—. Soy abogado, estudié derecho... ¿Qué se cree, que no sé deletrear los términos de mi profesión?, que había Danielle comprobado de primera mano la desastrosa ortografía del señor Efron, no dijo una palabra, pero frunció los labios.
—De acuerdo —prosiguió su jefe hablando más consigo mismo que con ella—, le dije algunas cosas, pero ella me dijo también otras... ¿Dónde ha quedado el respeto hacia los superiores? El caso es que le lancé el libro, me estaba poniendo frenético, y entonces fue cuando se encerró en mi despacho... ¡Por un libro nada más!—exclamó. Danielle enarcó las cejas—. Bueno, y por el cristal —admitió.
—El... ¿cristal? —inquirió ella boquiabierta.
—El cristal de la... ventana —murmuró su jefe. Se dio la vuelta y le señaló unos cristales rotos sobre la acera en los que ella no había reparado hasta ese momento. Zac Efron se agachó a recoger algo del estropicio.
— Ah, aquí está! Sabía que debía estar por aquí — dijo levantándose y blandiendo el diccionario, un talonario bastante grueso.
Danielle se debatía entre la risa y las lágrimas cuando se oyó un chirrido y una sirena, y apareció torciendo en esquina el camión de bomberos. Se detuvo frente al edificio.
—Esto... ¿No les dijo para qué necesitaba que vinieran? —le preguntó Danielle a su jefe al ver que los bomberos se bajaban y empezaban a desenroscar una manguera.
—Pues no, la verdad es que no —respondió Efron distraídamente—. ¡Oh, hola, Corbin! —saludó al de bomberos de Tisdaleville, adelantándose—. Gracias a Dios que habéis venido!
— ¿Dónde es el incendio, Efron? —inquirió este mirando en todas direcciones.
— ¿Incendio? —Repitió Efron rascándose la cabeza— La verdad es que no hay ninguno. Se trata de otra clase de emergencia.
Corbin, un tipo grande y fuerte con la cara colorada, lo miró ceñudo.
— No hay fuego —les hizo una señal a sus compañeros para que guardaran la manguera—. ¿Entonces para que nos necesitas?
—Quiero que echéis abajo la puerta de mi despacho con un hacha. Es que... he perdido la llave —improvisó el señor Efron. No podía decir la verdad delante de la muchedumbre de curiosos que se había agolpado allí delante.
— ¿Y por qué no has llamado a un cerrajero? — preguntó el jefe de bomberos empezando a perder la paciencia.
— Pues porque... porque...
— Una joven empleada se ha encerrado allí y no quiere salir —le explicó Danielle al jefe de bombero llevándolo aparte.
— ¡Por todos los demonios, Efron!, ¿quieres que tiremos una puerta a hachazos para hacer salir a una pobre chica?! —exclamó Corbin.
La muchedumbre prorrumpió en carcajadas mientras que Barry Zac Efron enrojecía y balbucía cosas como: « ¿Pobre chica?» y « ¡es un diablo, un diablo!» Por suerte no fue precisa ninguna actuación, ya que en ese momento, Vanessa, que debía haber oído el jaleo salió por su propia voluntad, y avanzó amenazadora hacia su jefe.
— ¡Renuncio! —le gritó al señor Efron. En cuanto llegó a su lado le arrebató el diccionario de la mano, y lo golpeó con él en la cabeza con todas sus fuerzas. Se volvió hacia Danielle temblando de ira—. Lo siento, Danielle, pero a partir de hoy vuelves a ser la única secretaria de esta oficina. ¡No aguanto ni un día más al lado de este atormentador de mujeres! ¡Y no tiene usted ni idea de ortografía, señor abogado de pacotilla! —le gritó a Efron.
— ¡Tengo mucha más idea que tú, niñita de instituto! —le gritó él viéndola alejarse—. ¡No esperes que vaya corriendo tras de ti para rogarte que vuelvas!, ¡no pienso hacerlo! Seguro que en esta estúpida ciudad hay cientos de estúpidas mujeres que no sepan deletrear, igual que tú, y que necesiten trabajo.
El jefe de bomberos estaba observando la escena boquiabierto, mientras que Danielle trataba a duras penas de no estallar en risas. Presintiendo lo que iba a ocurrir, se escabulló y entró en la oficina. Y, tal y como había supuesto, al cabo de un par de minutos el jefe de bomberos estaba lanzando serpientes y culebras por la boca
Aturdido Zac Efron por haberlos llamado para semejante majadería, y diciéndole que diera gracias porque no fuera a informar de ello a la policía para que le dieran una multa o lo arrestaran.
El incidente con Vanessa había puesto de un humor de mil diablos a Zac Efron, así que, seguramente estallaría porque no hacía más que despotricar de ella. Y como no había trabajo adelante ni dejaba trabajar a Danielle, dijo que cerrarían una hora antes. Danielle recogió sus cosas y llamó a la nave de los Jonas para preguntarle a Kevin si podía acercarse a recogerla antes, pero le dijeron que estaba fuera. Danielle suspiró mientras colgaba auricular, y al ver a su jefe salir de su despacho en ese momento con el maletín en la mano, le preguntó sin pensarlo dos veces:
— ¿Le importaría llevarme en su coche a la nave? — He llamado a Kevin para que viniera a recogerme, pero me han dicho que ha salido.
—Claro, cómo no. ¿Qué ha pasado con tu coche nuevo?, ¿averiado?
— Humm... Es una larga historia —murmuró ella mientras él le sostenía la puerta de su Mercedes para que entrara—. ¿De verdad va a despedir a Vanessa? — le preguntó cuando él hubo entrado también—. En el fondo es una buena chica.
—No es cierto, es como una piedra en el zapato — masculló Efron.
—Si le diera otra oportunidad y tratara de ser más paciente estoy segura de que lo sorprendería.
Zac Efron se removió incómodo en el asiento.
—Supongo que para ti es una faena: la verdad es que el volumen de trabajo que tenemos ahora es demasiado para una sola persona. —Tal vez debería plantearse pedirle que volviera— sugirió Danielle —. Además, seguro que está avergonzada de cómo se ha comportado.
—En fin, supongo que tendré que hacerlo — respondió él exhalando un profundo suspiro—. Después me pasaré por la casa de sus padres y les diré que puede venir mañana de nuevo a la oficina si quiere— concedió como si estuviera haciéndole un favor a la chica.
Cuando llegaron a la nave, a pesar de que ella le dijo que no era necesario, él insistió en salir del coche y abrirle la puerta para que bajase.
Danielle estaba despidiéndolo con la mano y viendo alejarse el vehículo cuando vio una sombra cernirse sobre la suya en el suelo, una sombra alargada. Se dio la vuelta y se encontró con Kevin, un Kevin con cara de pocos amigos.
—Ah... hola.
—Pensaba que salías a las siete —le dijo él en un tono peligroso.
—Hemos tenido un problema en la oficina y hemos salidos antes —explicó Danielle. ¿Cómo se le habría ocurrido pedirle a Zac Efron que la llevara sabiendo lo celoso que era Kevin respecto a él?—. ¿Puedes llevarme a casa o tienes que quedarte aún un rato? Te esperaré si hace falta.
—Nick sale ahora, él te dejará en casa.
Y entró en las oficinas de la nave, dejándola allí de pie, bajo un sol de justicia, entre los mugidos del ganado.
Nick apareció al rato visiblemente irritado.
— ¡Menudo caradura de hermano que tengo!, lleva todo el día sentado tras su mesa de brazos cruzados, y va y me saca de una reunión para llevarte a casa. Te juro que no entiendo nada. ¿Está enfadado contigo?
— ¿Y cuándo no lo está? —Replicó ella airada—, el señor Efron me ha traído en su coche hasta aquí, Kevin debe haberse imaginado que lo he seducido en la autopista. ¡Es tan... tan... tan insufrible, tan cabeza, tan insensible...!
—Bueno, bueno... —la tranquilizó él mientras caminaban hacia su coche—. ¿Entonces es solo una cuestión de celos? Venga, Danielle, eso no es problema. Una mujer, debería saber perfectamente lo que tiene que hacer.
Danielle imaginó a qué se refería, y se sonrojó profundamente. Habían llegado junto al coche, y Nick le abrió la puerta para que se sentara y entró él también. Le hizo gracia verla ruborizarse. En el fondo Kevin y ella eran muy parecidos: chapados a la antigua y llenos de prejuicios. Puso el vehículo en marcha y se aclaró la garganta.
— Danielle... —le dijo—, la mejor manera de obtener la atención de un hombre y de quitarle el mal humor, es besarlo, abrazarlo y... bueno, dejar que la naturaleza siga su curso, ya sabes a qué me refiero —dijo guiñándole un ojo.
Danielle volvió a sonrojarse.
—No creo que a Kevin le gustase que hiciese eso—murmuró con voz ronca.
—Pues claro que sí —le aseguró él dándole unas palmaditas de ánimo en la mano—. Está tan loco por ti que ve fantasmas por todas partes. Hazme caso, Danielle, si utilizas el método de aproximación adecuado, se volverá dócil como un perrillo faldero.
Habían llegado al rancho. Tras despedirse de Nick, Danielle entró en la casa pensativa. Lo cierto era que la idea de seducir a Kevin era tentadora, se dijo sonriendo con picardía mientras subía la escalera.


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