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lunes, 15 de noviembre de 2010

Novela " Kevin " Cap 10



Danielle observó, fascinada, como el jarrón pasaba a pocos centímetros de la oreja izquierda de Rob y se hacía añicos al caer estruendosamente contra el suelo.
— ¿Danielle? —fue todo lo que acertó a decir el hombre antes de dar un paso atrás.
Danielle y agarró una pequeña estatuilla de bronce de una librería.
— ¡Danielle, no!, ¡espera!—exclamó Rob Pattison poniéndose las manos sobre la cabeza y corriendo hacia la puerta,
Danielle lo siguió fuera a la carrera, con la estatuilla en la mano, ignorando las miradas de asombro de los invitados y de su marido.
— ¡Insecto! —le gritó—. ¡Sanguijuela!
Le arrojó la estatuilla, fallando por poco, y Rob casi perdió el equilibrio en las escaleras de la entrada. Sin pararse siquiera a mirar atrás, corrió como alma que lleva el diablo hacia su todoterreno y se perdió en la noche.
Danielle lo observó alejarse con verdaderas llamas en los ojos. Aquel hombre había sido responsable, aunque indirectamente, del dolor que había sufrido durante seis años, del dolor que aún sufría. ¿Cómo podía tener la desfachatez de presentarse aquella noche, de todas las noches? No, ¿cómo había tenido Kevin la desfachatez de invitarlo?
Dio media vuelta y volvió a subir los escalones de la entrada, sin dignarse a mirar a Kevin.
—Buenas noches —saludó a una pareja que acababa de llegar, como si no hubiera pasado nada. Después, fue junto a Nick—. ¡Felicidades, Nick! Estamos tan contentos de que Miley nos permitiera celebrar aquí tu fiesta de cumpleaños —le dijo besándolo en la mejilla.
— Um... Gracias, Danielle —murmuró su cuñado.
— ¿Pasamos a cenar? —les dijo Danielle, como la perfecta anfitriona al resto de los invitados.
La mayoría eran amigos de Kevin y Nick a quienes apenas conocía.
— ¿A qué diablos ha venido todo eso? —le siseó Kevin, agarrándola del brazo y llevándola aparte mientras los demás pasaban al comedor.
Danielle ignoró la pregunta.
— ¿Cómo te has atrevido a invitar a ese hombre? —le dijo señalando hacia la puerta por donde había salido—. ¿Cómo te has atrevido a traerlo a nuestra casa, después de saber que colaboró con mi padre para separarnos?
—Quería saber si aún te quedaba algún rescoldo de amor por él —le contestó Kevin con una sonrisa cínica.
— ¿Rescoldo? —Masculló Danielle fuera de sí—, Tienes suerte de que no lo haya matado... Lamento no haberlo hecho.
—Qué temperamento... —murmuró él chasqueando la lengua desaprobadora.
—Vete al infierno, Kevin —le espetó ella con una sonrisa tan cínica como la de él. Estaba harta de sus celos y su suspicacia—. Y llévate contigo tu mal humor y tus deseos de venganza.
Entró en el comedor, donde los demás ya estaban tomando asiento.
— ¿No vas a contarme otra vez esa historia de cómo tu padre quería hacernos romper? —le pregunte él con toda la intención, siguiéndola.
— ¿Por qué no quieres creerme?
—Muy sencillo —contestó él—, porque fue el dinero de tu padre el que nos ayudó a sacar a flote de nuevo nuestro negocio —observó sorpresa en los ojos de ella—. Sí, eso hizo, ¿te parece que puedo dudar de un hombre que me ayudó de ese modo?
Danielle sintió que se iba a desmayar, y casi le faltó tiempo para sentarse.
— ¿Te encuentras bien? —le preguntó Kevin.
—No, no estoy bien —murmuró ella con una risa temblorosa.
Miley, que había reparado en su inusitada palidez, se sentó a su lado.
— ¿Quieres que te traiga algo, Danielle? —le susurró.
—No, gracias, estaré bien... si te llevas a Kevin lejos de mí —dijo alzando la vista hacia él furiosa.
—No te preocupes, ya me iba —le espetó él irguiéndose y dirigiéndose al otro extremo de la mesa.
Danielle no sabría jamás cómo había sobrevivido a aquella noche. Contestaba a las preguntas de los invitados y sonreía como un autómata. En un momento dado, logró escabullirse con la excusa de retocarse el maquillaje, y Miley la siguió arriba, a la habitación de invitados.
— ¿Qué ha ocurrido, Danielle? —le preguntó sin preámbulos.
—Para empezar, estoy embarazada —le respondió Danielle muy tensa.
Miley se quedó boquiabierta.
— ¡Oh, Danielle...! ¿Lo sabe Kevin?
—No, no lo sabe, y no quiero que se lo digas —se apresuró a advertirle Danielle sentándose en el borde de la cama—. Vuelve a estar furioso por lo que le hice hace seis años. Durante unas semanas pareció que todo iba bien, pero cuando volvió de Wyoming no lo reconocí. ¿Y cómo voy a contarle lo del bebé cuando me odia? No quiero su compasión... —se llevó las manos al rostro—. Nunca funcionará, Miley, no puede dejar atrás el pasado, y yo ya no sé qué hacer... No lo soporto más.
Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, y Miley fue a su lado a consolarla como pudo.
— ¿Y qué piensas hacer? —le preguntó con suavidad, mientras Danielle se secaba las lágrimas con un pañuelo.
— Me iré a Houston. Tengo una prima allí, y sé que no le importará que me quede un par de días con ella, hasta que averigüe qué hacer con mi vida.
— ¿Y si intentaras hablar con Kevin? Sé que te quiere, Danielle.
—Bonita manera la suya de demostrarlo —repuso Danielle con ironía—. ¡Primero me dice que vamos a llevar vidas separadas y luego trae a... a esa sabandija aquí!
—Bueno, creo que al menos se habrá dado cuenta de que no estabas enamorada de él —dijo Miley con una sonrisa, recordando cómo le había arrojado aquel florero.
—Y lo peor es que cree que mi padre era un santo. Acaba de decirme que le dio dinero para reflotar el negocio... No me extraña que piense que yo le miento
—Necesitas descansar —le dijo Miley—. ¿Por qué no te acuestas? Yo haré de anfitriona en tu lugar, le diré a Kevin que...
— ¿Qué tienes que decirme? —inquirió Kevin apareciendo en ese momento.
Las dos alzaron la vista, sobresaltadas.
—Hay una chica que pregunta por ti —le dijo Kevin a Danielle —. Una Vanessa no-sé qué. Dice que trabaja contigo en el bufete...
— ¿Qué quiere?
—Está subiendo. Ahora podrás preguntárselo tú.
Y en efecto, al momento asomó la cabeza de Vanessa. Se quedó un poco cortada al ver el cuadro.
—Um... Lo siento, veo que no es un buen momento...
—No, Vanessa, espera, ¿qué ocurre? —dijo Danielle levantándose y reteniéndola por el brazo.
La joven se volvió hacia ella con los ojos brillantes.
—Solo venía a decirte que... ¡me ha pedido que me case con él! —casi chilló como una adolescente histérica—. Mira, ¡hasta me ha comprado un anillo! —le dijo mostrándoselo emocionada—. Ha sido una suerte que se haya decidido, porque estoy segura de que toda la ciudad estaba empezando a murmurar. Amanda Jones, una de las dependientas del supermercado nos vio el otro día besándonos al señor Efron y a mí en el despacho, imagínate... la cortinilla estaba echada, claro, pero podía verse desde fuera... qué vergüenza...
Kevin se había puesto lívido, pero Danielle y Miley no lo advirtieron.
—Me alegro mucho por vosotros, Vanessa, felicidades —le dijo Danielle abrazándola.
—Gracias —murmuró la chica—. Bueno, solo quería decirte eso... Perdón por la intrusión. Buenas noches.
Miley acompañó a la joven abajo, y Kevin se quedó allí de pie, tratando de averiguar cómo deshacer aquel entuerto. Danielle parecía tan dolida, tan frágil... Era solo culpa suya, por haber sacado conclusiones antes de cerciorarse de que lo que había visto era lo que creía haber visto.
— Danielle, yo...
—Kevin, por favor, márchate, no tengo nada más que decirte. No quiero ni mirarte después de lo que has hecho... ¡Traer aquí a ese hombre!
—Necesitaba saber...
— ¡Yo te dije la verdad! —le espetó Danielle y enfadada—. Y tú no me escuchaste. Nunca me has escuchado, pero ya no me importa lo que pienses de mí.
—Es que hay algo que no comprendo, Danielle... si lo que tu padre quería era separarnos... ¿Por qué me prestó ese dinero?
Danielle lo miró cansada.
—Kevin, no lo sé, no sé más de lo que te he contado. Hace mucho tiempo de eso, y yo no quiero vivir eternamente revolcándome en el fango del pasado. Si no te importa me voy a la cama —le dijo dirigiéndose hacia la puerta.
Kevin abrió la boca, pero no sabía que decir.
—Yo... los vi besándose. Bueno, creí que eras tú... en la ventana de la oficina, cuando fui a recogerte la noche que regresé de Wyoming —le confesó titubeante.
Danielle se quedó paralizada, y se giró sobre los talones con los ojos muy abiertos.
— ¿Pensaste que estaba besándome con el señor Efron?
Kevin se encogió de hombros.
—Lo cierto es que esa chica y tú tenéis una figura parecida, y la misma estatura, y la vi a través de la cortina y... Tú no me contaste que había entrado a trabajar otra chica con vosotros.
—Muchas gracias —le contestó Danielle con voz ronca, ofendida—, muchas gracias por tu maravillosa opinión de mi moralidad, Kevin.
Él enrojeció, entre avergonzado y airado.
— ¿Qué querías que creyera? ¡Tú me traicionaste una vez!, ¡me abandonaste por otro!
—Yo jamás hice eso. ¡Jamás! Mi padre me amenazo con llevarte a la ruina, y me hizo decirte lo que te dije para evitarlo. Me prometió que si rompía contigo te salvaría, pero nunca imaginé que sería prestándote dinero Salí con Rob solo para seguir con la pantomima, pero me negué a casarme con él. La vida sin ti esos seis años fue un infierno, y más sabiendo que creías que te había traicionado y que no podía demostrártelo. He intentado explicártelo de todas las maneras posibles, pero tú nunca me escuchas —las lágrimas le nublaban la vista—. Estoy cansada, Kevin, estoy cansada. Estás demasiado resentido como para dejar atrás el pasado, y yo ya no puedo seguir viviendo así. Sé que yo, con mi cobardía, he tenido mucha culpa de lo que nos ha ocurrido, pero lo que hice lo hice para protegerte. Tú has sido lo único que yo siempre he querido, pero a ti yo únicamente te interesaba en un sentido, y supongo que ahora que has... ¿cómo lo expresaste...? Oh, sí, «satisfecho tu deseo»... Supongo que ahora que has satisfecho tu deseo por mí ya no te intereso.
—Oh, Dios, Danielle... —masculló él apretando los dientes.
—Sin confianza no tenemos nada, Kevin. Creí que lo nuestro podría funcionar, pero si sigues sin confiar en mí, no hay nada que podamos hacer. Y ahora, si no te importa, me gustaría que te fueras, estoy cansada y quiero acostarme.
Kevin quería abrazarla, decirle que su frialdad se había debido solo a los celos, porque era incapaz de creer que una mujer tan preciosa y maravillosa pudiese amarlo. Sin embargo, ciertamente parecía muy cansada, y le pareció que sería cruel seguir discutiendo. Sí, lo mejor sería dejarla dormir.
—Está bien, mañana hablaremos... —le dijo saliendo y cerrando la puerta tras de sí.
Kevin apenas pudo dormir en toda la noche y al rayar el alba entró sigiloso en la habitación de invitados. Danielle se había quedado dormida sobre la colcha, vestida. Con mucho cuidado de no despertarla, Kevin le quitó los zapatos y la tapó, quedándose después admirando su hermoso rostro.
—Te quiero tanto... —susurró—. ¡Dios!, ¿por qué no puedo decírtelo cuando estás despierta? Anoche me dijiste que no confiaba en ti, pero no es así: no confío en mí mismo. Te mereces a alguien más comprensivo que yo, alguien menos posesivo. Me estaría bien merecido si te perdiera, pero no sé si sería capaz de seguir viviendo...
Le acarició suavemente la mejilla y salió de la habitación.
Una hora después, Danielle se despertó. La sorprendió verse tapada, pero se dijo que tal vez hubieran sido Miley o María. No importaba, no había tiempo, tenía que acabar con aquello.
Llamó por teléfono para reservar un billete en el vuelo de mediodía que salía del aeropuerto de Tisdaleville con destino Houston, y después pidió un taxi. Hizo a toda prisa una maleta con lo estrictamente imprescindible, y salió de su cuarto, bajando las escaleras sigilosamente.
Sin embargo, al llegar a la puerta, se encontró con María.
— ¡Señorita! —exclamó al verla con la maleta.
— Solo me voy fuera un par de días —mintió Danielle —. Miley sabe dónde estaré, pero no le digas nada a Kevin, María, prométemelo.
La pobre mujer no pudo hacer otra cosa que darle su palabra, y, consternada, la vio marcharse. Sin embargo, en cuanto se hubo ido, se le ocurrió una idea: le había prometido a Danielle que ella no se lo diría a Kevin, pero no que se lo diría a Miley.
Kevin se despertó zarandeado por alguien. Se habría dormido hacía apenas una hora y media... ¿Por qué tenían que despertarlo?
—Kevin... Kevin, despierta.
La voz de Miley lo sobresaltó y se incorporó de inmediato.
¿Qué... qué pasa?
El rostro de Miley le dijo que algo no iba bien, y un horrible presagio lo asaltó.
—María me llamó para que viniera. Danielle le hizo prometer que no te diría nada y por eso me llamó a mí... —le explicó haciéndose un lío por los nervios—. Yo... no sé cómo decirte esto...
La mirada de él se ensombreció.
—Me ha dejado, ¿no es cierto, Miley?
Ella asintió con tristeza.
—Pero la pregunta es qué vas a hacer al respecto.
Kevin se había tapado la cara con las manos.
—Dejarla marchar —dijo al cabo de un minuto—. Ya le he hecho bastante daño.
— ¡Kevin, no! Va a tomar un vuelo a Houston, aún estás a tiempo... Nick está abajo en el coche esperándonos y...
—No sabes cómo la he tratado, Miley... Lo que le he hecho pasar, y todo por culpa de mis estúpidos celos, del miedo a perderla por otro... ¿Qué puedo ofrecerle yo?
— ¿Por qué no tratas simplemente de decirle que la amas? Es lo único que ella quiere.
—Tal vez sea lo mejor que se vaya —farfulló poniéndose de pie y caminando arriba y abajo por la habitación—. Puede que encuentre a alguien mejor que yo y...
Así no llegarían a ningún sitio, se dijo Miley. En otras circunstancias se lo habría dicho con mayor delicadeza, pero no había tiempo:
— Danielle está embarazada —le soltó.
Kevin, que se iba a sentar en ese momento en una silla, no calculó bien por la repentina noticia y se cayó al suelo. Se agarró al borde de la cómoda para levantarse, tembloroso y con los ojos como platos.
— ¿Embarazada? —repitió—. ¿Está embarazada y no me lo había dicho?
No hizo falta decirle nada más a Kevin. Se pusieron en camino de inmediato, y corrieron por todo el aeropuerto, pero cuando llegaron a las puertas de embarque, el vuelo hacia Houston ya había salido.

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