jueves, 30 de septiembre de 2010
Novela Niley "Amor en Rosa" Cap 5
Nick despertó al sentir el teléfono móvil. Desorientado, lo que no era normal en él, se incorporó, tomó conciencia de que seguía en el despacho y echó mano a la chaqueta para sacar el móvil. Era un guardia de seguridad de la planta baja, que le pedía perdón, pero quería asegurarse de si seguía arriba trabajando. ¿Trabajando? Nick miró de reojo hacia Miley, dormida bajo su chaqueta. Se sintió incómodo y avergonzado.
-Sí, estoy aquí. Todavía tardaré un rato en salir, Wallis.
Después de colgar, consultó la hora en el reloj. Eran más de las cuatro de la mañana. Apretó los dientes mientras trataba de dar con un pretexto para cuando pasara por delante de los guardias con cierta castaña bajita. No quería arruinar la reputación de Miley.
Nick maldijo para sus adentros. ¿Cuánto alcohol había bebido en la fiesta? Había tomado un par de copas antes en la cena con los Delsen, un poco de vino y luego varios coñacs seguidos. Y no estaba acostumbrado. No podía decirse que hubiera estado borracho, pero tampoco sobrio del todo. El alcohol había aflojado sus inhibiciones y había pasado por encima de su código ético, reconoció resignado.
Miró a Miley de nuevo. Su maravillosa melena se extendía sobre el sofá y un hombro pálido asomaba por encima de la chaqueta. Parecía un ángel, totalmente en paz e inocente. Sólo que, como había podido comprobar, ya no era tan inocente como antes de ponerle las manos encima. Nick descubrió con espanto que deseaba agarrarla por la espalda y despertarla a besos. ¿Acaso el alcohol no bajaba la libido?
Se mesó el cabello enmarañado y contuvo un gruñido. Estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo podía haberse aprovechado de Miley de ese modo? Trató de analizar cómo había ocurrido. Habían discutido. Él había hecho un comentario hiriente y luego se había disculpado para que no se marchase. De repente, le había resultado absolutamente necesario seguir con ella. Después había dicho lo de que su madre no contestaba a sus cartas y...
Nick sacudió la cabeza. Miley trabajaba para él. En Sistemas Jonas no estaba bien visto que los empleados salieran juntos. ¿Y qué cabeza de chorlito había roto la regla? Para colmo, Miley era virgen. Y no se había tomado la molestia de protegerla. La única vez que había estado en un sofá con una mujer era un adolescente, pero había tenido mucho más cuidado que la noche anterior. La había fastidiado. Pero lo que más lo desquiciaba era que, a pesar de aquel acto de irresponsabilidad, encima se preguntaba si todavía habría tarjetas de San Valentín a la venta. Respiró hondo.
Miley despertó al oír el agua de una ducha en alguna parte y se quedó paralizada al abrir los ojos y ver su vestido tirado en la alfombra. Un segundo después, se dio cuenta de que estaba cubierta bajo... ¡la chaqueta de Nick! El corazón le dio un vuelco. Había pasado casi toda la noche en su despacho. En sus brazos. Mientras recordaba a cámara rápida los sucesos que habían llevado a aquel inesperado desenlace, saltó del sofá, rezando para que Nick permaneciera en la ducha lo suficiente para que le diera tiempo a vestirse y escapar.
Fue de puntillas hacia la puerta, con los zapatos en la mano, abrió una rendija y corrió hacia el ascensor. ¿Cómo podía haber sido tan descarada con Nick? ¡Ni siquiera había tenido una cita con él! Muerta de vergüenza, salió del ascensor y pasó de largo por delante de la mesa de seguridad, donde dos hombres charlaban amigablemente como si, gracias a Dios, fuese invisible.
-Es mona -le comentó el chófer de Nick a Wallis, director de seguridad. Una larga noche jugando al póquer había sentado las bases de una relación de camaradería entre los dos empleados.
-Es una chica muy agradable. Es la primera vez que sale sin despedirse -dijo Wallis.
-En fin, será mejor que vaya a la limusina y haga como si hubiese estado durmiendo.
Minutos después, Nick salió del ascensor sin resuello, con el pelo mojado de la ducha todavía, buscando a Miley con la mirada. No podía creerse que se hubiera ido sin decirle una palabra. ¡Como si fuera un rollo de una noche y no quisiera verlo al despertar! Estaba indignado. De todas las mujeres con las que se había acostado, era la primera que se evaporaba a la primera ocasión que se le presentaba.
Apenas había dormido... Se iría a casa, se acostaría y la llamaría por la tarde. Entonces se alegraría de verlo. Esperaba que pasase una mañana penosa. Se lo merecía, decidió Nick mientras salía del edificio.
Esa misma tarde, Miley estaba sentada en el tren con la vista perdida en el vacío. Mirara donde mirara, la única imagen que se le aparecía era la cara de un hombre guapo y alto.
Era increíble lo poco que había tardado en hacer el equipaje. Todas sus pertenencias cabían en dos maletas. Claro que nunca había sido de las que coleccionaban trastos y apenas había tenido dinero para artículos que no fueran de necesidad. Lo mejor sería empezar de cero, se dijo desgarrada. No podía volver a Sistemas Jonas. Podría haber soportado los cotilleos sobre aquella estúpida tarjeta de San Valentín, pero no se sometería a la tortura de ver a Nick de nuevo. Seguro que se sentiría aliviado cuando se enterara de que había presentado la dimisión.
Desde luego, acababa de aprender la lección de lo que pasaba cuando una mujer se lanzaba en brazos de un hombre. Porque eso era lo que había hecho, pensó con una mezcla de humillación y sentimiento de culpabilidad. Sí, la culpa era de la tarjeta.
Después de escribirle que lo amaba, Nick habría tenido que estar muerto para no sentir curiosidad. La malicia de Cody, la amabilidad de Nick y su propia confusión habían conducido a una situación de intimidad física que jamás habría tenido lugar en circunstancias normales. Pero se habían quedado a solas en el despacho de Nick. Y lo había mirado con tanto descaro que cualquier hombre se habría sentido incitado. Además, aunque no tuviera mucha experiencia con los hombres, en todas las revistas decían que la naturaleza había programado a las mujeres para buscar relaciones, mientras que los hombres estaban programados para algo mucho más primario.
Mientras el tren avanzaba rumbo a la casa que la tía abuela de Miley tenía en Gales, Nick hablaba con un antiguo vecino de esta.
-No... Hace semanas que no la veo -comentó un tipo resacoso, bostezándole a la cara-. Quizá está en casa y no quiere contestar. A mí me lo hacía una mujer. ¿Te importa si me vuelvo a la cama?
-En absoluto dijo entre dientes Nick.
Se encontraba en territorio totalmente desconocido para él. Tal vez Miley no quisiera saber nada más de él. Tal vez fuera verdad que estaba en el estudio, rezando para que se marchase y la dejase en paz. No era una reacción madura, pero una mujer que se había conservado virgen hasta los veintiún años podía odiarlo con todo su corazón por haberse acostado con ella hallándose tan vulnerable. Si decidía esquivarlo, ¿tenía derecho a perseguirla?, ¿o empeoraría las cosas si la presionaba demasiado rápido? Cuando finalizó con su monólogo interior, Nick seguía conteniendo las ganas de tirar abajo la maldita puerta.
Tres semanas después, Miley estaba gritando al ganso de tía Tilly, que se había escondido detrás de la puerta para atacar por sorpresa al cartero. Debía de estar acostumbrado, porque el hombre llegó a su furgoneta ileso, tocó el claxon y se marchó tan campante.
Miley regresó al jardín de tía Tilly, recogió el periódico y el correo. La tía abuela, una mujer bajita de rizado pelo gris, tenía setenta y muchos años, pero gozaba de buena salud.
-¿Han respondido al anuncio que pusiste? -le preguntó a Miley tras sustituir el libro que estaba leyendo por el periódico.
-Parece que sí -contestó con alegría tras echar un vistazo a los sobres-. Con un poco de suerte, te librarás de esta inquilina en un par de semanas.
-Sabes que me encanta que estés conmigo -la regañó Tilly.
Pero la casita de la tía abuela era ideal para una persona, pequeña para dos. Además, Tilly Cyrus era una de esas extrañas personas que disfrutaba de su soledad. Tenía sus queridos libros y su pequeña rutina de actividades y Miley no quería abusar de su hospitalidad. A los pocos días de instalarse en la habitación de invitados de Tilly, había puesto un anuncio en una revista ofreciéndose para trabajar como niñera otra vez.
Aceptaría lo que fuera. Cuanto antes volviera a trabajar, menos tiempo tendría para estar sentada compadeciéndose y más feliz seria. Entró en la cocina minúscula de la tía y preparó té para las dos. Hacía días que no le apetecía tomar café. Claro que también estaba prescindiendo casi de comer, pensó al tiempo que recordaba los desagradables mareos que había sufrido en los últimos días. Era evidente que tener roto el corazón no sólo provocaba noches de insomnio, sino trastornos de alimentación e indigestiones. Por lo menos adelgazaría, se dijo sin lograr sonreír.
Se alegraba de haber tenido suficiente buen juicio para irse de Sistemas Jonas, pero apartarse de todo su entorno y la perspectiva de no volver a ver a Nick era más dolorosa de lo que había imaginado. Pero era un tratamiento de choque, justo lo que necesitaba, trató de convencerse.
-Miley... -la llamó Tilly desde el salón. La sobrina se acercó a la puerta-. ¿No es este el hombre para el que trabajabas? -añadió, apuntando a una fotografía que aparecía en el periódico.
Al principio sólo vio el rostro de Nick, pero luego, a su lado, distinguió a su amiga Selena Gómez.
-¿Qué dice el artículo? -preguntó Miley con falsa indiferencia.
-Parece que se ha prometido... Es una mujer atractiva. ¿Quieres leerlo? -Tilly le ofreció el periódico.
-No, gracias. Le echaré un vistazo luego -Miley regresó a la cocina y supo que ya había tenido bastante con el segundo que había mirado la fotografía. Se sentía mareada y lo atribuía a la impresión de la noticia. Apoyó las manos en el fregadero, cerró los ojos y respiró hondo. ¿Se había con prometido con Selena Gómez?, ¿unas semanas después de que se refiriese a ella como una simple amiga de la universidad?
Más tarde, salió a dar un largo paseo. No soportaba la tensión de intentar comportarse con normalidad cerca de Tilly. De modo que el hombre al que amaba no era perfecto, se dijo apesadumbrada. Pero, ¿no era mejor así? La relación con Selena arrojaba una nueva luz a lo que había ocurrido la noche que habían pasado juntos. Nick le había mentido. Sin dudarlo. Y la había utilizado para obtener gratificación sexual. Era evidente que su relación con Selena Gómez excedía los límites de la amistad platónica desde antes.
Tres días después, Nick llegó a Gales. Averiguar la residencia de la única pariente de Miley no había sido tarea fácil. De hecho, le había costado llamar varias veces a Australia hasta hablar con la cuñada de Miley. Si en algún momento se cansaba de ejercer la medicina, Karrie Bishop podría trabajar como agente de las fuerzas de seguridad secretas de cualquier país, pensó Nick, recordando el interrogatorio al que lo había sometido.
Pero, después de muchas vueltas y perderse más de tres veces, por fin había encontrado la casa de la tía abuela de Miley. Estaba protegida por unos setos altos, de los que se ponían en los jardines de quienes odiaban recibir visitas inesperadas, se dijo con sarcasmo. Estaba tenso y había llegado el momento de pensar qué le diría a Miley. Era curioso, pero no se había parado a considerar ese punto hasta aquel preciso momento. Su objetivo había sido encontrar a Miley. Lo que haría con ella cuando la encontrara no le costaba imaginarlo, pero decidir qué le diría sí suponía un reto. ¿Que la echaba de menos en la oficina?, ¿que no podía olvidarse de la noche que habían compartido?
Inquieto por tal falta de inspiración, pero demasiado impaciente para pensar al respecto, Nick salió del coche en medio de la lluvia. Cuando un par de gansos maniacos lo atacaron por sorpresa, le entraron ganas de estrangularlos, asarlos en una hoguera y tomárselos de cena. Con la ansiedad de encontrarla, no había parado a comer y estaba hambriento y agresivo.
Al oír el estrépito con que los gansos anunciaron la llegada del intruso, Miley corrió a abrir la puerta. El coche aparcado frente al jardín era impresionante. Pero fue Nick, tan elegante en su traje gris, quien le robó el aire de los pulmones.
Mientras se deshacía de sus plumíferos enemigos, Nick vio a Miley con el rabillo del ojo y se quedó quieto. Llevaba un jersey rosa y una falda con flores capaz de alegrar hasta aquel día tan triste y lluvioso. De pronto deseó agarrarla, meterla en el coche y fugarse con ella.
Tras unos primeros momentos de perplejidad, Miley alcanzó a preguntarse qué haría Nick allí, calándose bajo la lluvia. ¿Qué diablos hacía en Gales?, ¿cómo había averiguado dónde estaba? Lo miró a los ojos y supo que debía darle con la puerta en las narices. El corazón le sangraba sólo de verlo. No quería revivir los dolorosos recuerdos de aquella noche que tanto había significado para ella y tan poco para él. Durante unas horas, se había sentido más feliz de lo que jamás había esperado, pero la realidad no había tardado en presentarle de nuevo su cara más cruda.
-¿Vas a quitarme de encima a los gansos o es una prueba para asustar a tus pretendientes? -preguntó Nick. Miley despertó de su estado hipnótico y lo liberó de los animales-. Grazie, cara.
Le temblaron los labios. Miley recordó las sensuales palabras italianas que no había entendido en el ardor de aquella noche de intensos placeres. Desvió la mirada, avergonzada de su debilidad. Sabía que debía pedirle que se fuera, pero no podía hacerlo y quedarse con la duda de saber para qué había ido a buscarla. Al menos, Tilly estaba fuera y no tendría que darle explicaciones.
Lo invitó a pasar al salón y Nick agachó la cabeza para no darse con el dintel. La pieza estaba llena de muebles y había tan poco espacio que optó por no moverse no fuese a tirar algo. Se giró con cuidado para mirarla y la vio separar los labios en un gesto quizá involuntario. Pero no necesitó más pistas. El lenguaje corporal no engañaba. Sin dudarlo un segundo, Nick la agarró por la espalda con una mano y atrajo su cabeza empujándosela por la nuca con la otra.
Miley gimió. Notó el contacto de su lengua por el anterior de la boca. El cuerpo se le derritió. Estaba en contacto con la impresionante erección de Nick, que en pocos segundos había pasado de tantear la situación a tener la certeza absoluta de que Miley se alegraba de verlo. Todo saldría bien. Esa misma noche volverían juntos a Londres. Misión cumplida. ¿Por qué había temido no lograrlo?
Entonces, sin nada que lo anunciase, Miley puso fin al beso y se apartó. Los ojos le lloraban de rabia. Sintió un mareo y tuvo que apoyar las manos en la mesa para respirar profundo. No tenía derecho a besarlo sabiendo que estaba prometido a otra mujer. En cuanto a él, era evidente que era más despreciable de lo que había creído.
-¿Qué pasa? -preguntó molesto Nick.
Miley se dio la vuelta para dejar que las lágrimas le resbalaran por las mejillas.
-¿Qué haces en Gales? -le preguntó dándole la espalda.
-He tenido una reunión de trabajo en Cardiff -contestó con calma.
-Y supongo que mi casera te habrá dado esta dirección.
Le dio rabia que no se le hubiera ocurrido aquella forma tan sencilla de localizarla, pero no le apetecía andarse con rodeos.
-Quería verte.
¿Sería caradura?, ¿acaso creía que seguía siendo tan inocente como antes? Y lo peor de todo era que se sentía rastrera. ¿Qué mujer se entregaba a su jefe en su despacho para disfrutar de un revolcón rápido?
-Pensaba que, dadas las circunstancias, te alegrarías de haberme perdido de vista -susurró abochornada.
-¿Por qué? -preguntó sorprendido Nick.
-Si no lo sabes tú, no seré yo quien te lo recuerde -replicó Miley, que se negaba a rebajarse hasta el extremo de pronunciar el nombre de Selena Gómez.
Se negaba a darle la satisfacción de comprobar que le había roto el corazón con el anuncio de su compromiso. O quizá creía que no estaba al corriente de la verdadera naturaleza de su relación con la bonita rubia.
No sabiendo en qué dirección estaba yendo la conversación, Nick decidió ir al grano:
-¿Por qué me mandaste una tarjeta diciéndome que me querías? -preguntó. Si la ventana hubiese estado abierta en esos momentos, Miley habría corrido a tirarse por ella-. Me parece una pregunta razonable. Y estoy cansado de hablarte a la espalda -añadió con el tono imperioso que utilizaba en el trabajo.
La confusión avivó el fuego que ardía en sus mejillas, pero el orgullo acudió a su rescate. Miley dio media vuelta y se encogió de hombros:
-¡Por favor, la tarjeta no era más que una broma!
El silencio que prosiguió pareció eterno.
-¿Una broma? -repitió finalmente Nick. Era la explicación más sencilla, pero, por alguna razón, no se le había ocurrido-. ¿Qué tienes, catorce años?
-Ha sido una broma estúpida -dijo ella tratando de disimular el temblor de las rodillas-Pero Cody me identificó, le dio más importancia de la que tenía y al final acabó volviéndoseme en contra.
-Espero que no acabes también embarazada -murmuró Nick con ira contenida-. No creo que eso te lo tomaras también a broma.
Miley lo miró espantada, con la punta de la lengua clavada en el cielo de la boca. En ningún momento había pensado en las posibles consecuencias de aquella noche. No sabía por qué, pero había dado por supuesto que Nick había tomado precauciones.
-¿Quieres decir que no...?
-Me temo que no -atajó Nick. Luego exhaló un suspiro y añadió con tono de arrepentimiento-. Pero acepto que, pase lo que pase, la responsabilidad es mía
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en serio, esta la amo!!
ResponderEliminarhola! ps la verdad es que siempre leo esta entrada xq me encanta el final de la entrada, cuando Nick le dice que espera que no quede embarazada.... (: tu nove está hermosa!!
pufff
ResponderEliminarde verdad Nick se a creido que la targeta era broma??
hombres
jejejeje
me encantoo