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domingo, 5 de diciembre de 2010

Novela " Jemy " Cap 2



hola!!! chicas perdon por la demora pero


ak les dejo el segundo cap de la nove..


espero q les guste y q dejen su comentario..


un beso las kiero mucho.... xoxo ♥









Demi evitó a Joe durante el resto del día, y esa noche ni siquiera asistió al baile de cuadrillas. Después de la barbacoa se excusó diciendo que le dolía un poco la cabeza, y subió a su habitación. Estaba actuando como una cobarde, y lo sabía, pero no estaba segura de poder soportar verlo con Taylor sin desmoronarse.
Sin embargo, por más que intentó apartar a Joe de su mente, no lo consiguió, y de pronto sus pensamientos volaron al principio de su relación, a cuando él acababa de llegar al rancho...
Desde el momento en que fuera a recogerlo al aeropuerto, él se había comportado con ella como un caballero, y le había parecido una persona muy agradable, que la hacía sentirse como si se conocieran de toda la vida.
Y no solo con ella, también se había ganado de inmediato a Bella, y al resto de los hombres que trabajaban en el rancho. Demi nunca se había sentido tan atraída por otro hombre a excepción de Cody Linley. Sin, embargo, a pesar de las heridas que Jacob había dejado en ella, Demi sabía de un modo instintivo, que Joe jamás le haría daño. Y, antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, se encontró siguiéndole a todas las partes, como un perrillo.
Contrajo el rostro, avergonzada de sí misma. Al principio no había hecho más que suspirar por él y tras lograr que se sintiera cómodo, sin pensar en lo que otros, o el propio Joe, pudieran pensar de esa ansia por complacerlo. Lo admiraba tanto, que incluso había llegado a olvidar el dolor que le había causado Cody.
La segunda semana de estancia de Joe, había habido un baile de cuadrillas y, aunque Demi no se había atrevido a ponerse un vestido, sí se había cepillado a conciencia la larga cabellera, y había dejado en casa el sombrero vaquero que solía llevar.
Como siempre le solía ocurrir cuando estaba rodeada de extraños, y especialmente del género masculino, se retraía, y Joe, por su estatura, le había parecido una pantalla estupenda, así que se colocó detrás de él y se quedó allí.
— ¿Asustada? — le había preguntado él divertido, dándose la vuelta
—Es que soy un poco tímida —le había confesado ella—. Además, no me fío mucho de los hombres... Salta a la vista que algunos de los huéspedes, aun estando casados, están deseando echarle la zarpa a alguna pobre inocente sin experiencia... como yo. Por eso, para evitarme problemas, prefiero no mezclarme con la gente. ¿Te molesta que me quede contigo?
—Por supuesto que no —había respondido Joe—. Hacía mucho que no asistía a un baile de cuadrillas. ¿Los organizáis a menudo por aquí?

—Cada dos semanas —le había explicado Demi— A los turistas les gustan, ya sabes.
Sin darse cuenta, la joven había empezado a retorcer un mechón de cabello entre sus dedos mientras observaba bailar a las parejas.
—¿Quieres bailar, Demi? —le había propuesto Joe, imaginando que era lo que ella quería.
Demi se había sonrojado profusamente ante la maravillosa idea de estar entre sus brazos, pero la detuvo el pensamiento de que, de aceptar, él podría percatarse entonces de hasta qué punto le gustaba.
—No... Yo... no sé bailar.
—Podría enseñarte —había sugerido él, divertido ante esa reticencia.
—No, mejor no... la verdad es que...
Había querido decirle que no sabía cómo podría explicar luego a los demás hombres que no quería bailar con nadie excepto con él, pero Joe pareció pensar que la estaba incomodando, y se había apresurado a retirar su oferta.
—Como quieras —le había dicho muy calmado—, no pasa nada. Pero me temo que estoy a punto de ser secuestrado —le había advertido señalando con la cabeza a una rolliza mujer que avanzaba hacia él sonriendo—, así que... ¿qué harás cuando no puedas esconderte detrás de mí?
—Me iré a ayudar a la mesa de los aperitivos —le había contestado ella muy resuelta.
Y en efecto, en un instante, había tenido que presenciar como aquella mujer lo arrastraba hacia la improvisada pista de baile. Demi había suspirado, celosa, pero se había dicho que era mejor no apresurar las cosas.
Después de aquella noche, Joe se había convertido en una especie de refugio para ella. Siempre que tenía que reunir a los peones para hablar con ellos de alguna cuestión se aseguraba que él estuviera presente, y, de hecho había empezado a pensar en él como en un amortiguador humano entre el mundo, un mundo que la asustaba a ella. Además, no podía evitar sentirse cada vez más atraída por él. Quería que la mirara como a una mujer que se fijara en ella. Había sido la primera vez, desde lo de Cody, que había querido mostrarse femenina.
No obstante, un día se había detenido a mirarse en el espejo antes de bajar a almorzar, y había sentido deseos de echarse a llorar. No había en ella ni siquiera materia prima con la que trabajar. Pero, además, no tenía ni idea de qué podía hacer para mejorar su aspecto.
Su cabellera, aunque era larga y brillante, pedía a que le dieran forma; sus cejas parecían casi rubias por la acción del sol; y no tenía mala figura, pero le daba vergüenza ponerse ropa ceñida.
Finalmente, se había hecho dos largas trenzas, sujetando las puntas con unas gomas de cuentas. El peinado no le quedaba demasiado mal, se había dicho. ¡Si tan solo pudiera arreglarse también el rostro...!, había suspirado para sus adentros. Se había pintado los labios, y a continuación se había puesto sus vaqueros más nuevos, los únicos que no le quedaban como si le sobraran dos tallas. Se había mirado de nuevo en el espejo: sí, mejor así.
En ese momento, Bella la había llamado para que bajara a almorzar, y Demi había descendido las escaleras contenta, sintiéndose como si hubiera renacido, como si tuviera energías renovadas, como si hubiera recuperado en parte la confianza en sí misma que había perdido, como si estuviera floreciendo.
Bella, Joe y ella comían una media hora antes que los huéspedes, pero al llegar Demi al comedor, había encontrado sola a Bella, disponiendo las cosas sobre la larga mesa de madera de roble, y esta casi había dejado caer la fuente que tenía en las manos cuando la había visto entrar.
— ¡Niña!, ¿Eres tú? —había exclamado como si estuviera viendo un fantasma.
—Bueno, ya sé que no ganaría un concurso de belleza —había murmurado Demi riéndose—, pero, ¿no te parece que así estoy mejor?
—Demasiado —había repuesto la mujer—. OH, chiquilla, no lo hagas... No te expongas a una caída tan grande.
—¿Por... por qué dices eso? —había inquirido Demi inocentemente.
Bella había suspirado.
—Le llevas cosas a la cabaña, le coses los botones de las camisas, te aseguras que no le falte ni una sola comodidad, me pides constantemente que le prepare sus platos favoritos... y ahora esta transformación. Cariño, no te engañes, es un hombre sofisticado y cosmopolita que hasta hace muy poco era increíblemente rico —le había dicho preocupada—. No quiere desbaratar tus sueños, pero me temo que las mujeres que le gusten sean algo distintas a ti. Cierto que se muestra muy amable contigo, pero eso es todo, Demi, no confundas la amabilidad con el amor... otra vez no.
La joven se había puesto roja como una amapola. Ni siquiera se había dado cuenta de que se estaba desviviendo de ese modo por él, y si él, como decía Bella, únicamente había pretendido ser cortés, se sentiría incómodo al ver que ella estaba intentando conquistarlo.
— Yo... a mí me gusta, ¡pero no voy detrás de él! —le había espetado molesta a la mujer, corriendo escaleras arriba.
—¡Demi
La joven había ignorado el gemido de remordimiento de Bella y no se había detenido. La mujer había ido detrás de ella y había llamado repetidas veces a la puerta de su dormitorio, tratando de conseguir para que bajara a almorzar, pero ella se había negado a salir una y otra vez. Finalmente, Bella se había dado por vencida y se había marchado. Demi sabía que la mujer sólo había pretendido evitarle una decepción, pero se había sentido dolida. Sin embargo, al menos sus palabras le habían abierto los ojos.
No quería que Joe pensara que andaba detrás de él, y bajo ningún concepto quería que volvieran a romperle el corazón.
En el piso de abajo, entretanto, Bella y Joe habían empezado a almorzar en silencio.
-¿Tienes algún problema, Bella? — Le había preguntado él suavemente, intuyendo que algo no iba bien.
-Demi —había murmurado ella—. Se ha negado a bajar a almorzar. Se había arreglado el cabello y se había cambiado de ropa y yo... —había explicado tras aclararse la garganta—. Y yo le dije... bueno, le dije algo que no debía haberle dicho.
—A Demi no le vendría mal algo de confianza en sí misma para variar, Bella.
—Lo sé, pero es que no quiero que vuelva a hacerse daño a sí misma —había murmurado la mujer—. Yo sé que tú solo pretendes mostrarte amable con ella, Joe, pero esa niña nunca ha tenido el cariño de nadie. No sabe lo que es ser amada y deseada. Su padre era uno de esos hombres que piensan que las hijas no tienen ningún valor, y se volcó en Ted. Y la única vez que Demi se interesó por un hombre, acabó con el corazón destrozado. Supongo que es cierto que soy excesivamente protectora con ella —había admitido con un profundo suspiro—, pero es que no quería ver cómo se echaba a tus pies sólo porque le prestas un poco de atención.
—OH, vamos, Bella, creo que exageras. A mí en ningún momento me ha dado esa impresión —había repuesto Joe sonriendo—. Tienes que estar equivocada. Demi únicamente quería que yo me sintiera cómodo en el rancho. No es más que una chiquilla cariñosa. Sé que le caigo bien, y ella a mí también, pero eso es todo. No tienes por qué preocuparte.
Bella se había quedado mirándolo anonadada.
—Demi tiene veinticuatro años —le había dicho.
Joe había enarcado las cejas incrédulo.
—¿Qué edad creías que tenía? —había preguntado Bella.
—Diecisiete, dieciocho a lo sumo... —había farfullado Joe, frunciendo el entrecejo—. ¿No me tomas el pelo?
—No, hablo muy en serio. Es una mujer adulta que siempre se ha sentido muy sola y que sufrió un terrible desaire en el pasado. Si volviera a ocurrirle algo semejante, no estoy segura de que pudiera sobreponerse. Por favor, Joe, no le des pie.
Joe no podía dar crédito a lo que oía. Desde el primer momento, Demi le había parecido solo una adolescente tímida y encantadora... ¿Sería posible que se sintiera atraída por él? En cualquier caso era absurdo, y Demi ni siquiera era su tipo.
—No se me había ocurrido que ella pudiese pensar en mí de ese modo, pero te prometo que a partir de hoy tendré cuidado de no alentarla —le había asegurado sonriendo—, lo último que quiero es que se me pegue a los talones una marimacho enamoradiza. De hecho, no me gusta que me persigan las mujeres, ni siquiera las mujeres atractivas, y Demi es una chica muy dulce, pero no podría decirse que es bonita, desde luego.
A Bella le había parecido que se había pasado un poco con eso del «marimacho», y había dado gracias a Dios por que Demi no estuviera escuchándolo... pero no imaginaba que «sí» lo había escuchado. Algunos momentos antes, había decidido bajar, y se había detenido junto a la puerta al oír que hablaban de ella. Se había puesto pálida, y apenas había tenido tiempo de subir otra vez a su dormitorio antes de que las lágrimas empezaran a rodar por sus mejillas.
Tal vez hubiera sido lo mejor, haberse enterado de lo que Joe pensaba de ella antes de comportarse como una tonta ante sus ojos. En adelante, había decidido, que mantendría como fuera sus tendencias a enamorarse bajo control.
Como Bella había dicho, había confundido la amabilidad de Joe con un interés hacia ella. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta? « ¡Por amor de Dios, Demi! », Se había reprendido, ¿es que todavía no has aprendido la lección? No hay nada en ti que pueda atraer a un hombre.
Desde entonces había cambiado su actitud hacia Joe. Lo trataba con corrección y lo ayudaba si podía, pero la luz que antes había brillado en sus ojos cuando estaba con él se había apagado. Ya no lo miraba, ni lo buscaba, y sus pequeñas atenciones, así como su tímida adoración por él, se habían desvanecido. En definitiva, había empezado a tratarlo como a cualquiera de los otros hombres que trabajaban en el rancho.
¿Por qué había tenido que empezar a pensar en todo aquello esa noche, en el silencio de su habitación? Seguramente porque, aunque era consciente de que no era una mujer atractiva, y de que no era el tipo de alguien como Joe Deleasa, no podía evitar sentirse herida. Había sido la primera vez después de varios años que había hecho un esfuerzo por gustarle a un hombre, pero también sería la última, se prometió, dio la vuelta sobre el colchón, cerró los ojos, y al poco rato se quedó dormida.
Se sucedieron varios días de lluvia, por lo que muchos huéspedes cancelaron sus reservas y el rancho sufrió importantes pérdidas, pero, gracias a Dios, después de un par de semanas el sol salió al fin, y pronto tuvieron ocupadas las dieciocho habitaciones. Muchos de los huéspedes eran gente agradable que volvía para repetir la experiencia, por lo que para Demi ya eran casi como de la familia, pero siempre había alguna excepción, como el señor Coba, un hombre bastante baboso, que parecía siempre dispuesto a engañar a su esposa, una pobre mujer que no veía más allá de sus narices. En los últimos días, Demi había observado que no le quitaba el ojo de encima, y estaba deseando que la pareja y sus niños se marcharan.
—Siempre puedes pedirle a Joe que hable con ese tipo si las cosas van a mayores —le sugirió Bella un día, mientras disponía las fuentes en la mesa de bufé para el almuerzo.
—No, gracias —repuso la joven con aspereza—. Puedo arreglármelas sola.
Y se dio media vuelta para marcharse, y casi tropezó con Joe, que entraba en ese momento. Demi farfulló una disculpa y salió a toda prisa. Joe se quedó observando ceñudo cómo se alejaba antes de sentarse a horcajadas en una silla con el respaldo delante y arrojar el sombrero sobre la mesa. Lo apenaba ver cómo la joven parecía haber perdido toda la confianza que había tenido con él. Era como si la hubiese herido, y no podía soportar aquella idea, porque, de algún modo. Demi había conseguido llegarle más hondo que cualquier mujer, despertaba en él sensaciones que ninguna mujer había despertado.
—Te noto algo sombrío, Joe —le dijo Bella.
Él sonrió brevemente.
—Es sólo que...Demi ha cambiado de repente — murmuró alzando la vista hacia ella—. Creí que podríamos ser buenos amigos, pero últimamente, cuando entró donde está ella, se va; cuando tiene que decirme algo manda a Chappy de mensajero; y cuando quiere que revise los libros de contabilidad, hace que alguien los lleve. Me siento como un maldito leproso — encogiéndose de hombros.
—Lo que ocurre es que es muy introvertida con los hombres — la excusó Bella— Siempre ha sido así, pregúntale a Chappy si no me crees,
Joe la miró a los ojos.
—Pero ella no era así al principio conmigo —replicó— ¿No sabrás si está enfadada conmigo por algo?
Ella se encogió de hombros.
—No, aunque yo también me he dado cuenta de que está muy callada últimamente.
—En fin, tal vez sea mejor así... —murmuró Joe abstraído—. ¿Qué hay de comer?
—Sándwiches de rosbif, patatas fritas, ensalada, pudding de plátano, té helado y café.
—Humm... suena delicioso. Por cierto, he contratado a dos peones nuevos. Nos hacían falta para arreglar el establo y el granero, y necesitamos tener eso terminado antes de la siega del heno.
Bella dejó escapar un largo silbido ante su temeridad.
—Eso no le va a gustar a Demi. Odia tener que tratar con los nuevos peones.
—Ya he oído eso antes, pero... ¿se puede saber por qué?, ¿Qué le ocurrió en el pasado?
—Me temo que no soy quién para contarte eso, Tendrás que preguntárselo a ella.
— Ya lo hice, pero obtuve la evasiva por respuesta.
—Demi es muy reservada con sus cosas —dijo Bella con una sonrisa—. Le resulta difícil abrirse a los demás, confiar.
—A casi todo el mundo le resulta difícil —replico Joe—. Hasta luego —se despidió tocando el borde del ala de su sombrero vaquero.
Al entrar al establo, Joe encontró allí a Demi arrodillada junto a un ternero castaño, acariciándole la cabeza. Se quedó a unos pasos, observándola pensativo. Parecía a Anna la huerfanita, y tal vez fuera así como se sintiera. Joe sabía muy bien lo que era vivir sin amor, sentirse solo y alienado. Sin embargo, el problema era que, aunque la comprendía, ella jamás se abriría a él lo suficiente como para poder decírselo. Tenía la impresión de que había cometido un error con Demi. Ignoraba qué había hecho para que se mostrase tan distante, y lo único que sabía a ciencia cierta era que echaba de menos a la Demi de los primeros días, a la joven tímida y adorable que le había llegado al corazón. Desde que empezara a rehuirlo, lo había invadido una sensación de vacío que no se podía explicar.
Al aproximarse, advirtió que la joven se levantaba de inmediato al verlo, y salía del pesebre al pasillo, como si temiera estar en un espacio cerrado con él.
—Creí que debía decirte que he contratado a dos hombres nuevos, es solo algo temporal, para hacer las reparaciones —le dijo Joe—. OH, vamos, Demi, no pongas esa cara de pánico —añadió al ver la expresión de su rostro—, no son asesinos ni ex convictos, no van a intentar violarte ni nada parecido, la joven se sonrojó profundamente. Le fastidiaba que pudiera leer en su mente con tanta facilidad. Sin embargo, no dijo una palabra y salió del granero a grandes zancadas, con los dolorosos recuerdos del pasado quemándole las entrañas.
— ¡Maldita sea...! —masculló Joe enfadado.
Fue tras ella, y la agarró por el brazo con fuerza para detenerla y hacer que se volviera hacia él. La reacción de Demi lo dejó perplejo: dejó escapar un chillido, y se revolvió para liberarse, con una mirada de auténtico terror en los ojos. Joe comprendió que la había asustado con ese arranque de ira, y el modo en que la había agarrado.
—Perdóname, Demi —murmuró dando un paso atrás. — Yo nunca te haría daño, jamás haría daño a una mujer. Lo siento... de verdad.
La joven tragó saliva, apartó la mirada, y metió las manos en los bolsillos de los vaqueros, mientras trataba de recobrar la compostura. Joe dio un par de paso hacia ella y, extendiendo una mano, la tomó por la barbilla para alzarle el rostro.
—Deja de huir de mí, Demi, llevas semanas haciéndolo, y ya no puedo soportarlo más. ¿Por qué no me dejas acercarme a ti?
—No quiero que te acerques a mí —casi sollozó ella—. Déjame marcharme.
Las palabras de la joven se clavaron como dardos en el ánimo de Joe, pero no se lo dejó entrever.
—Antes dime por qué de pronto me tratas como a un paria —insistió con la mirada fija en los ojos de Demi, sin parpadear.
—Os oí a Bella y a ti hablar aquel día —respondió la joven apartando la vista—. Pensabas que yo era una adolescente, y cuando Bella te dijo la edad que tengo en realidad, tú... tú respondiste que no querías que un marimacho enamoradizo se te pegase a los talones —murmuró con voz ronca.
Joe vio que las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas.
— Lo siento Demi —musitó contrayendo el rostro avergonzado—, yo no quería que me oyeras decir eso... ni siquiera lo decía en serio —le dijo suavemente.
—Pues fue una suerte que lo escuchara —le espetó ella alzando la barbilla desafiante, mientras trataba a duras penas de contener nuevas lágrimas—, porque hasta ese momento no me había dado cuenta de que me había estado comportando como una estúpida. Pero ya no volveré a molestarte, te lo aseguro. Me gustabas, de acuerdo, pero eso era todo. Quería que te sintieses a gusto aquí —le confesó con una risa triste—. Además, yo siempre he sabido que no soy la clase de chica por la que se sienten atraídos los hombres como tú, y no creo que pueda decirse que te haya estado persiguiendo ni nada parecido —volvió a apartar la vista—. Y ahora, ¿te importaría dejarme ir?
En lugar de eso, sin embargo, Joe la abrazó con fuerza, apoyando la cabeza sobre la de ella, y acunándola.
—Oh, Demi... —murmuró.
El suave balanceo y la cálida proximidad de su cuerpo fueron calmando poco a poco a la joven, que se decía que no podría esperar nunca de él más que aquello: pena mezclada con remordimiento, un pobre consuelo para los solitarios años que vislumbraba ante sí.
Durante varios minutos, permaneció abrazada a él, grabando en su mente el olor a cuero y tabaco que se desprendía de su ropa, y los latidos de su corazón, estaba segura de que soñaría con el recuerdo de ese momento aun cuando se hubiese marchado del rancho.
Igualmente, se apartó de él, y Joe no trató siquiera de detenerla junto a sí. Después de todo, era natural. No tenía la más mínima posibilidad con él. Estaba segura de que quien le gustaba era Taylor, y no le extrañaba, porque Taylor era guapa, sofisticada y madura no tenía nada que hacer. Además, Taylor parecía haberse encaprichado de Joe, y Demi sabía que Taylor siempre conseguía lo que deseaba.
—No tienes que preocuparte —le aseguró a Joe, forzando una sonrisa—, no pienso ponerte las cosas difíciles por lo que dijiste.
Joe la miró a los ojos, y en sus iris castaños pudo adivinar el dolor que estaba tratando de ocultarle. Entonces nunca la había mirado de verdad, y en ese momento le pareció que tenía los ojos más hermosos y sensuales que había visto nunca. Despertaban en él un ansia de algo profundo, de algo que no tenía expresión física. Era extraño, porque lo hacía sentirse como si hubiese estado viviendo a la intemperie en un invierno perpetuo hasta entonces y de repente hubiera llegado a una cabaña donde lo esperaba un cálido fuego en la chimenea.
La estaba mirando tan fijamente, que Demi, aun hechizada como estaba por el brillo de sus ojos verdes, bajó la vista azorada. La hacía sentir tan débil como un recién nacido, era como si pudiese sondear su alma. Dio un paso atrás nerviosa, insegura.
—Será mejor que vuelva dentro —murmuró. Demi... -sobre los peones nuevos...
—Llegarán dentro unas semanas, pero, como ya te he dicho, es solo algo temporal.
La joven esbozó una sonrisa tímida.
—Bueno, pues trataré de recordar que no son asesinos ni ex convictos —le prometió—. Respecto al baile de cuadrillas... ciento que tengas que cargar con Taylor —murmuró encogiéndose de hombros.
—No pasa nada, pero espero que no se convierta en un hábito —respondió Joe con una sonrisa. Extendió una mano y enredó un mechón de la joven entre sus dedos—. Demi, en muy poco tiempo he perdido mi hogar, mi trabajo... todo lo que tenía valor para mí, y me siento bastante extraño. Todavía estoy tratando de encontrar mi sitio, y ahora mismo no hay lugar para una mujer en mi vida.
—Lamento mucho lo que te ha ocurrido, Joe — le dijo Demi con sinceridad, alzando la mirada hacia su rostro moreno—, pero estoy segura de que un día lo recuperarás todo, porque eres la clase de persona que no se rinde.
En los labios de Joe se dibujó lentamente una sonrisa. Le sorprendía lo bien que lo conocía ya.
—Tú también eres una luchadora nata, pequeña Demi.
—No soy pequeña —le espetó ella enrojeciendo.
Joe se acercó más a ella, con una mirada tan sensual que el corazón de la joven dio un brinco y empezó a latir como un loco. Apenas sí podía respirar, y la seductora fragancia de su colonia la embriagaba.
— ¿Estás nerviosa, Demi? —susurró Joe trazando la curva de su cuello con el índice.
—Debo... debo volver dentro —musitó ella con la boca seca.
Joe inclinó la cabeza, de modo que sus ojos verdes estuvieron a la altura de los de ella, mientras seguía acariciándola suavemente. Su cálido aliento rozó los labios entreabiertos de Demi como un beso.
—Joe... —musitó ella. Su voz le sonó extraña, ansiosa.
Los ojos de él se posaron en su boca, y sintió de pronto un deseo imperioso de besarla. Su respiración también se había tornado trabajosa, y estuvo a punto de acortar los escasos centímetros que lo separaban de los suaves y generosos labios de ella cuando advirtió que Demi estaba temblando. Era demasiado pronto, demasiado pronto... Se obligó a apartarse de ella.
—Nos veremos luego —le dijo esbozando una sonrisa.
Demi carraspeó. Por un instante le había parecido que iba a besarla. Debía estar empezando a tener alucinaciones.
—Bien —contestó con voz ronca—, hasta luego.
Se giró sobre los talones y entró en la casa sin saber muy bien cómo, ya que las piernas apenas la sostenían. “Tienes que empezar a controlar tu imaginación”, se reprendió. Si tan solo pudiera lograr eso, tal vez podrían volver a ser amigos, y eso era mejor que nada. Además, con Taylor por allí, no podía aspirar a mucho más.

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