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domingo, 19 de diciembre de 2010

Novela " Jemy " Cap 4


hola chicas ak les dejo el cuarto cap.. un besho..
espero  q dejen su comentario.. bye :P


Demi sacó un refresco bien frío de la pequeña nevera de Joe y le hizo dar un par de sorbos antes de correr a la casa para llamar al médico. Bella se quedó escuchando en el pasillo cómo Demi describía los síntomas al doctor Rey, quien le dijo que llevara a Joe a la clínica en cuanto pudiera.
—seguro que piensa que pueda ser neumonía — murmuró Demi pálida tras colgar— tose muchísimo y tiene la frente ardiendo.
—iremos a buscar a Chappy para que os acompañe... ¿o prefieres que vaya yo?
—no, está bien —repuso Demi— además, yo iba a llevar a los huéspedes de compras, pero tendrá que hacerlo Chappy en mi lugar cuando volvamos.
—no va a hacerle ninguna gracia —le advirtió Bella.
—lo sé, pero alguien tiene que cuidar de Joe.
Bella sonrió maliciosa, y tuvo que morderse la lengua para no hablar. Ella misma podría haberse ocupado de él, pero estaba muy claro que Demi ya se había asignado esa tarea. ¿Quién era ella para interferir?
—Cierto —le dijo sin dejar de sonreír— bien, vamos por Chappy,
sin embargo, cuando salieron de la casa, no lo encontraron por ninguna parte, y tampoco la vieja camioneta que solía usar.
— ¡Marlowe!, ¿tienes idea de dónde ha ido Chappy? —voceó Bella al joven peón, que sacaba en ese momento un caballo de los establos.
— ¿el viejo? ha ido a la ciudad, tenía que recoger unas medicinas del veterinario para el ternero enfermo pero hará media hora que se marchó, así que ya debe estar a punto de volver.
—Estupendo —masculló Demi— estaré con Joe—le dijo a bella— manda a Chappy a la cabaña en cuanto regrese y, sin decir más, bajó por el caminillo que llevaba a la cabaña. Joe estaba dormido cuando entró.
—Joe—lo llamó zarandeándolo suavemente por el brazo—.Joe, despierta.
Él abrió los ojos al instante, pero la miró desorientado.
— ¿Demi? —murmuró tratando en vano de incorporarse.
—El doctor Rey nos ha dicho que te llevemos a la clínica —le explicó— tienes que vestirte. Joe dejó escapar una risa sin fuerzas.
—me temo que eso va a ser bastante más difícil de lo que piensas, me siento tan débil como un recién nacido —un repentino ataque de tos lo hizo doblarse de dolor—. ¡Diablos!, me duele como si me hubiera roto una costilla. A Demi se le cayó el alma a los pies al oírle decir aquello seguramente era Neumonía su madre había muerto por esa afección cuando ella era solo una niña, y desde entonces, la sola palabra le causaba verdadero pánico.
— ¿entonces no... no puedes vestirte solo?
—me temo que no —respondió él dejando escapar un suspiro.
—Chappy ha ido a la ciudad —farfulló Demi pensativa, más para sí que para él— pero está Marlowe... o Bella...
—ni hablar —se negó Joe rotundamente— puede que suene ridículo, pero no quiero que me vista un imberbe palabro tero, y mucho menos una matrona sarcástica, me niego, si quieres que me vista, te dejaré que me ayudes, pero no se te ocurra llamar a nadie más, ni siquiera a Chappy.
Demi lo miró incrédula, nunca habría pensado que a los hombres les diera  vergüenza que los vieran sin ropa, se quedó dudando un momento.
—De acuerdo —accedió finalmente—, con la condición de que tú te pongas los... bueno, la ropa interior —balbució tragando saliva— luego te ayudaré con el resto.
— ¿no has visto nunca a un hombre desnudo? — inquirió Joe divertido.
—No, y no quiero verlo —contestó ella nerviosa.
—Tal vez no tengas elección —se rió él empezando a toser de nuevo— los calzoncillos, las camisetas y los calcetines están en el primer cajón de la cómoda, y saca del armario una camisa cualquiera y un vaquero —le indicó.
Demi tardó un momento en ponerse en marcha, azorada como estaba ante lo que iba a hacer, pero finalmente se dijo que lo mejor era pasar el trago cuanto antes para poder llevarlo a la clínica y asegurarse de que lo viera el médico, era lo único que importaba, su bienestar, no era momento de ponerse puritana.
Tomó del cajón y del armario lo que le había pedido y se aproximó a la cama,
dejándolo todo sobre la colcha, pero cuando Joe trató de incorporarse para quedarse sentado, empezó a toser con tal violencia, que se tuvo que agarrar el pecho con una mano, y se dejó caer de nuevo sobre el colchón.
— ¡dios!, ¡cómo duele! —Masculló con voz ronca— debió ser la polvareda del otro día, traíamos de vuelta al ganado y de pronto nos vimos dentro de una enorme nube de polvo, me temo que inhalé demasiada de esa maldita arenilla fina. Al principio me notaba algo congestionado, pero pensé que sería alergia... hasta esta mañana, claro.
Empezó a toser otra vez, y cuando se le hubo pasado el ataque, vio que Demi estaba mirando casi con aprensión la ropa que Demi había dejado a su lado, como si fuera una serpiente que fuera a saltar sobre ella en cualquier momento.
— Creo que no puedo hacer esto —murmuró alzando los ojos hacia él.
—Claro que sí —replicó él—, sube la ropa de la cama hasta mis muslos y méteme los calzoncillos por las piernas solo tendrás que subirlos un poco. yo terminaré de ponérmelos.
Demi se sonrojó profusamente al tomar los calzoncillos.
—Lo siento —farfulló tratando de metérselos por los pies y los tobillos con bastante torpeza—, a las solteronas no se nos dan muy bien estas cosas.
—a los solteros tampoco, no creas —dijo Joe entre risas, provocando nuevas toses— vamos, Demi, puedes hacerlo cierra los ojos y tira hacia arriba.
Demi se rió nerviosa.
—sí, me temo que va a ser la única manera —admitió cerrando los ojos. Al subir la prenda hacia arriba sintió contra el dorso de sus manos sudorosas la
calidez y firmeza de los muslos de Joe. No pudo evitar ponderar para sus adentros lo perfecta y masculina que era su anatomía, siguió tirando de los calzoncillos hasta que notó el borde de la colcha, y no tuvo valor para continuar.
— ¿es... suficiente así? —le preguntó a Joe azorada.
—Me las apañaré —asintió él metiendo las manos, tiró con cierta dificultad, pero lo consiguió y se dejó caer de nuevo sobre el colchón dolorido— ya está.
Demi procedió entonces a ponerle los calcetines.
—Nunca imaginé que volverían a vestirme cuando fuera un adulto — comentó Joe riendo suavemente mientras ella le hacía levantar los brazos para meterle la camiseta de tirantes.
—Bueno, siempre hay una primera vez para todo —contestó ella sin poder apartar la vista de su tórax.
Sus ojos recorrieron la mata de vello que lo cubría, descendiendo hasta desaparecer bajo la colcha y la sábana. Cuando extendió las manos por detrás de su espalda para tirar de la camiseta hacia abajo, su rostro estaba casi pegando con el pecho de Joe, y tuvo que apretar los dientes para no besarle la piel, y se vio invadida por las sensaciones más inoportunas, no era el momento, se dijo molesta consigo misma. Además, era una estupidez pensar en esas cosas cuando él le había advertido que no quería una relación.
—Estás roja como un tomate —comentó Joe divertido— pero no ha sido tan terrible como esperabas, ¿verdad?
—no, la verdad es que no — murmuró ella esbozando una sonrisa lo ayudó a ponerse la camisa, le abrochó los puños y después uno a uno los botones, era una verdadera tortura— es solo... —musitó a modo de explicación—, que esto es nuevo para mí.
— ¿nunca tuviste que vestir a tu hermano cuando era pequeño?
—no, Ted era unos años mayor que yo —contestó Demi— además, estudiaba en un internado, así que pasábamos muy poco tiempo juntos. Mis padres lo adoraban, él era su mundo, y yo... supongo que fui poco más o menos un accidente pero siempre trataron de hacer que no me sintiera excluida.
—mi padre nunca quiso tener ningún hijo —confesó Joe— nos trataba como si no valiéramos nada, y casi estuvo a punto de acabar con la autoestima de mi hermana Danielle, pero los dos sobrevivimos, resulta irónico que tras su muerte tuviéramos que vender el rancho, si hubiera vivido nos habría sacrificado a los dos con tal de retenerlo.
Demi lo miró mientras desdoblaba los vaqueros.
—un día tendrás tu propio rancho —le dijo con certeza—, y tus hijos se sentirán muy queridos.
— Si es que los tengo —repuso Joe— algunos hombres no se casan nunca, tal vez yo sea uno de ellos.
Demi le metió los pantalones por los pies y tiró hacia arriba tanto como pudo, eran bastante ajustados, y la tela era dura.
—si levantas un poco las caderas, creo que podré subírtelos del todo —murmuró Demi incómoda.
Apartó la vista cuando él retiró la sábana y la colcha, pero tenía que mirarlo para terminar de subirle los pantalones, y notó que se le arrebolaban de nuevo las mejillas al verle los calzoncillos.
—b bien —dijo tragando saliva—, allá vamos.
Cerró los ojos y tiró hacia arriba hasta que logró llevarlos hasta la cintura, sin embargo, no se atrevió a tocar la cremallera, como si fuera a quemarse.
—Eso ya puedo hacerlo yo —la tranquilizó Joe comprendiendo lo que le ocurría.
Demi casi suspiro de alivio. Él le indicó dónde estaban sus botas, y la joven fue por ellas, eran unas botas altas de cuero negro, brillantes como el carbón mojado, y aunque al principio pensó que sería bastante difícil ponérselas, resultaron ser muy flexibles. A continuación, la joven fue por un peine y le arregló el cabello mientras Joe, recostado sobre la almohada, la observaba en un silencio desconcertante con los ojos enfebrecidos.
De pronto, el ruido del motor de un vehículo rompió la tensión del momento.
—Debe ser Chappy —dijo Demi levantándose, iba a ir hacia la puerta, pero se paró en seco— Joe... ¿no le dirás que yo...?
— ¿qué me has ayudado a vestirme? —Dijo él esbozando una sonrisa— no, no se lo diré a nadie quedará entre nosotros —le aseguró.
Y entonces la sonrisa se desvaneció, y fue reemplazada por una intensa y turbadora mirada. Demi sintió que el corazón le daba un brinco, pero se dio la vuelta, esforzándose por no dejarle entrever su nerviosismo, y fue a abrir la puerta.
Entre Chappy y ella metieron a Joe en el asiento trasero de la vieja camioneta, y lo llevaron a la clínica.
Una vez allí, mientras el médico examinaba a Joe, Chappy y Demi se sentaron en la sala de espera. Chappy, como era usual en él, estaba muy calmado, y se había puesto a ojear un periódico, pero Demi estaba sentada en el filo del asiento de plástico y no
hacía más que morderse las uñas.
Cuando finalmente apareció el médico, la joven se levantó al instante y este le pidió que lo acompañara a una pequeña salita privada.
—Tiene bronquitis aguda —le dijo el doctor cuando se hubieron sentado en los silloncitos de cuero—, pero se pondrá bien.
Demi se echó hacia atrás aliviada.
—Gracias a dios —murmuró— me temía que fuera neumonía: ese dolor en el
pecho...
—al toser tanto, ha tenido un tirón en un músculo del tórax no es nada grave —le explicó el doctor Rey— debe guardar cama hasta que la fiebre remita. Entonces podrá levantarse, pero nada de trabajo en al menos una semana, pasado ese tiempo, quiero que venga a verme de nuevo. Ten, aquí tienes las prescripciones: un antibiótico, y un expectorante para la tos, dale aspirinas para la fiebre y, si empeorara, no dudes en llamarme, ¿de acuerdo? y nada de trabajo en una semana.
— sí, doctor gracias. Joe le ha dado un empujón tremendo al negocio, pero desde luego no quisiera tener que enterrarlo en el rancho.
—pues me temo que tendrás que ponerle un perro guardián para que no se levante de la cama. Es un hombre muy cabezota, he estado intentando explicárselo, pero no ha habido manera. Por eso he pensado que sería mejor hablar contigo Demi, ella asintió con la cabeza.
—tal vez haga caso de su idea y le ponga un buldog en el dormitorio —se rió la joven se sentía ligera como el aire: Joe no tenía neumonía, y se iba a poner bien— gracias de nuevo.
Se despidieron, y fue a buscar a Chappy para que la ayudara de nuevo a meter a
Joe en la camioneta. De camino al rancho, la pobre Demi empezó a ponerse nerviosa de nuevo ante la perspectiva de tener que ayudarlo también a desvestirse, pero al llegar a la cabaña, él le dijo que se encontraba un poco mejor y lo haría solo.
—De acuerdo, entonces iré a decirle a Bella que te prepare una sopa de pollo — respondió ella, tratando de no mostrar alivio ni decepción.
Salió de la cabaña y tras dar instrucciones a Chappy para que comprara los medicamentos, fue a la casa para contárselo todo a Bella y recoger las cosas que necesitaría, le había dicho a Joe que iba a cuidar de él y lo haría.
—bueno, supongo que débil como está no supone una amenaza —comentó Bella con sorna, al enterarse de que tenía intención de quedarse con él esa noche— pero si me necesitas, aquí estaré, si quieres también podría quedarme yo con él unas horas para
que tú puedas dormir algo, el sillón de la cabaña no es muy cómodo que digamos...
—gracias, pero no te preocupes, yo me encargaré.
—Como quieras —dijo la mujer encogiéndose de hombros— bueno, llevaré la sopa en cuanto esté lista.
—Bien —asintió Demi— me marcho antes de que se escape hasta luego.
Al regresar a la cabaña, encontró a Joe dormido. Demi se quedó observando un buen rato su rostro relajado, y deteniéndose en los sensuales labios. El solo mirarlo era como un banquete para la vista, y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para mirar a otro lado, tal vez lo mejor sería entretenerse haciendo algo, se dijo yendo a arreglar
un poco la pequeña cocina.
Exprimió naranja hasta llenar una jarra con su zumo, y la puso en el refrigerador, lavó los pocos platos y cubiertos que había en el fregadero, y tras asomarse un instante para ver si seguía dormido, se deslizó en silencio hasta la salita para buscar un libro y entretenerse leyendo un rato.
Encontró un volumen sobre los indios norteamericanos y se sentó a hojearlo, pero unas fotografías sobre la repisa que había encima de la chimenea captaron su atención.
Se levantó para verlas más de cerca, había una de una mujer joven de largo cabello negro y ojos verdes, su rostro era muy hermoso, pero parecía melancólica, al lado había una foto de la misma mujer, vestida de blanco, con un hombre muy alto y de expresión torva a su lado, ella debía ser Danielle, la hermana de Joe, se dijo y el
hombre sin duda era su marido. No era nada atractivo, pero tal vez tuviera otras virtudes, pensó.
Iba a sentarse de nuevo, pero en ese momento llamaron a la puerta,  era Bella, que le llevaba la sopa y también las medicinas que había comprado Chappy.
Cuando se hubo marchado, Demi sirvió un poco de sopa en un tazón, llenó un vaso de zumo y puso ambas cosas en una bandeja junto con los medicamentos para llevarlos al dormitorio de Joe.
Dejó la bandeja sobre la mesita de noche, y se sentó al borde de la cama, tocándole ligeramente el brazo para que se despertara. ¿Por qué no podía dejar de admirar su torso desnudo?, se preguntó azorada.
—Joe... te he traído las medicinas—le dijo.
Joe abrió los ojos lentamente y se frotó el rostro, emitiendo un gruñido.
—Humm... odio los medicamentos —murmuró— un bistec me iría mucho mejor.
—sigue soñando por ahora tendrás que conformarte con un poco de sopa y mi apoyo.
— ¿qué hora es?
—casi ha anochecido —respondió Demi— no te lo vas a creer, pero, después de refunfuñar, Chappy llevó a los huéspedes de compras a la ciudad y ahora está cenando con ellos. Lo estaba oyendo contar batallitas desde la ventana de la cocina, y a los demás riéndose.
— ¡quién lo hubiera dicho!
—bueno, vamos con esa sopa. Oh, y mira, te he hecho zumo —le dijo la joven sonriendo, como orgullosa de ser una enfermera tan eficiente.
Lo hizo tomarse el comprimido de antibiótico con un trago de zumo, y a continuación le metió una cucharada de jarabe para la tos en la boca.
— ¡aj!, ¡sabe horrible —masculló Joe contrayendo el rostro.
—Quejica... —dijo Demi— ¿crees que puedes sentarte para tomar la sopa? Joe se incorporó despacio y trabajosamente, la sábana cayó hasta sus caderas, pero la joven vislumbró con alivio la cinturilla de unos calzoncillos: no estaba desnudo.
—Me los he dejado puestos para que no te escandalizaras —comentó Joe divertido al ver dónde estaba mirando.
—Gracias —dijo Demi tímidamente, sonrojándose.
—No, gracias a ti por ocuparte de mí —repuso él — siento ser una molestia, Demi.
—no eres ninguna molestia, además, no es culpa tuya que te hayas puesto enfermo —murmuró ella.
Y empezó a darle la sopa, sin darse cuenta de que lo amorosamente que lo estaba haciendo delataba sus sentimientos.
—bueno, supongo que como tú decías siempre, hay una primera vez para todo, y estoy seguro de que en un par de días estaré otra vez como nuevo para volver al trabajo.
— ¡ah, no! de eso nada —lo reprendió Demi-, el doctor Rey me dijo que tenías que guardar cama hasta que se te quitara la fiebre, y que debías estar sin trabajar al menos una semana. Y no trates de engañarme, porque si no llamaré a mi tío.
—Entendido, entendido, me portaré bien —prometió él con voz cansina.
—Buen chico —dijo Demi sonriendo satisfecha—, y ahora toma un poco más de sopa —añadió metiéndole otra cucharada en la boca antes de que pudiera negarse.
Aquella noche Joe durmió de un tirón, no así ella, que aproximadamente cada hora iba a comprobar cómo estaba, aunque finalmente se acurrucó en el sillón y se quedó dormida también.
El día siguiente, Joe cumplió su palabra y dejó que Demi lo cuidará y se tomó las medicinas sin rechistar, pero al tercer día se sentía ya mucho mejor y tan impaciente por salir, que todo le parecía mal, encontraba la comida que le mandaba Bella demasiado caliente, demasiado pesada, demasiado especiada...; no quería seguir
guardando cama porque se sentía inútil; detestaba las medicinas; y aquella mañana, para acabar con el cuadro, le dijo a Demi que no tenía por qué estar todo el día encima de él.
La joven se quedó de pie, junto a la cama, mirándolo furiosa con los brazos en jarras. ¿Así le agradecía que se pasase los días y las noches cuidándolo?
—pues lo siento por usted si está harto de mí, señor Josep— le espetó irritada
— pero el médico dijo que no debías trabajar en una semana, y alguien tiene que asegurarse de que así sea. Además, con este solo llevas tres días en cama, y el antibiótico apenas sí ha empezado a hacer efecto.
— ¡oh, por favor, Demi! estoy harto de estar aquí tirado, vamos, no me pasará nada, dame mi ropa, ¿quieres? —la instó, haciendo un gesto en dirección a la silla donde Bella había dejado una camisa planchada y unos vaqueros.
— ¡ah, no! no, no, no... —exclamó ella meneando la cabeza y enrojeciendo— no pienso pasar por eso otra vez, y como tú todavía no puedes hacerlo solo...
— ¡ya lo creo que puedo! —rugió él.
Trató de sentarse, pero como contrajo el rostro dolorido, estaba muy claro que aún no podía, lanzó un gruñido casi animal y se dejó caer frustrado sobre el colchón.
— ¡maldita sea! —Masculló entre dientes— ¡Maldita sea esta estúpida enfermedad y maldita seas tú también!
Demi lo habría fulminado con la mirada si hubiera tenido ese poder.
—Gracias, muchas gracias —le dijo sarcástica—. ¡Qué cosa tan amable para decírsela a la persona que se encarga de darte de comer y duerme en un sillón por si necesitas algo por la noche!
— ¡yo no te pedí que lo hicieras!
— ¡pues alguien tenía que hacerlo! —le espetó ella.
—muy bien, pues gracias —contestó él—. Eres una santa y te recordaré en mi testamento y ahora, ¿quieres salir de aquí y dejarme volver al trabajo?
—no voy a dejar que lo hagas no puedes trabajar durante una semana, lo dijo el doctor Rey—le recordó Demi por decimonovena vez.
—me da igual. Es para tu tío para quien trabajo, no para ti, tú no puedes darme órdenes.
— ¿por qué no atiendes a razones? —le dijo ella pasando por alto esa insolencia.
—lo haré si me das mi ropa.
—no pienso hacerlo.
—pues lo haré yo.
— ¿ah, sí? pues hazlo, ni siquiera puedes levantarte.
Estaba muy equivocada, la irritación hizo a Joe sacar fuerzas de donde no las
tenía y, tras lanzarle una mirada furibunda, arrojó la sábana a un lado y se puso de pie.
El rostro de Demi pasó de sonrosado a rojo escarlata en unos segundos... estaba desnudo.



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