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viernes, 27 de agosto de 2010

Novela Niley " Amigos y Amantes " Cap 7





Miley le miró alucinada.
-¿Estabas esperando a mi primo? -preguntó Nick fríamente mirándola de arriba a abajo.
Ella se envolvió en la toalla con manos temblorosas.
-No esperaba a nadie.
-¿Qué demonios estás haciendo aquí? -inquirió Nick en tono autoritario.
Miley levantó la cabeza en actitud orgullosa. Había enrojecido ligeramente, y los ojos le brillaban.
-¿Y a ti que te importa?
-¿Eres capaz de decirme una cosa así después de lo que hemos vivido juntos? -rugió Nick.
Miley enrojeció vivamente y desvió la mirada.
-¿Crees quizás que después de lo de la otra noche eres ya mi amo y señor?
-¡Deja de contestar a mis preguntas con más preguntas!
-¿Has estado en mi casa? -preguntó entonces Miley-.¿Sabes lo que ha pasado?
-Sí, he estado en tu casa -dijo Nick palideciendo ligeramente-. Deberías haberme dejado una nota en la puerta -añadió en tono de reproche-. He tenido que sacar a la señorita Rose de la cama para preguntarle si estabas viva. A propósito, se ha quedado muy sorprendida y me ha contado no sé qué historia de que nos habíamos fugado.
-La señorita Rose es una romántica incurable.
-¿No podías haberte dignado a llamar a Josito para decir que estabas bien?
-Lo siento -se disculpó Miley-. Estaba tan disgustada que ni siquiera me paré a pensar. He tenido que comprarme un coche, llamar a los albañiles... y buscarme un sitio para vivir. ¡El árbol aplastó el techo!
-Pues cuando he pasado yo por allí no había ningún árbol -replicó Nick.
-¿Cómo quieres que siga ahí? Los bomberos ya lo han retirado.
-Este asunto no tiene ni pies ni cabeza. ¡Y todavía no me has explicado por qué estás aquí!
-Yo no tengo por qué darte explicaciones de nada. Soy una persona libre, responsable y mayor de edad, y ya hace mucho que nadie me dice lo que tengo que hacer.
-Ah, ¿eso te crees? -dijo Nick con una fría mueca.
-No, no lo creo. Lo sé. Nick, no quiero seguir discutiendo contigo.
-¿Estás viviendo con él?
-¡Pero, qué disparates dices, Nick! ¡Por supuesto que no! ¡Por el amor de Dios, qué pensaría la gente!
-La gente ya lo está pensando, si es eso lo que te preocupa -replicó Nick fríamente-¿O es que te creías que nadie se iba a dar cuenta?
Miley cerró los ojos, y una fuerte oleada de calor le golpeó la cara.
-En algún sitio tenía que vivir, ¿no?
-¿Y por qué no en casa de la señorita Rose?
-Pues por culpa de la Asociación Histórica de Viudas de Guerra, por eso.
-Podías haberte venido conmigo.
Miley palideció al escucharle. Vivir con él, estar con él, comer frente a él, compartir su vida...
Nick se acercó a ella, su gesto todavía era duro, aunque sus ojos se habían dulcificado un poquito. La cogió por los hombros y la miró atentamente.
-Vente a vivir conmigo -susurró.
Y la besó tiernamente en los labios, poniendo en peligro todas las defensas que Miley había levantado en su imaginación.
-No puedo -susurró ella.
-Pero tú quieres -objetó Nick-. ¿O no?
Entonces la levantó como una pluma entre sus brazos y besó sus labios entreabiertos con un poco más de pasión.
-¿Te acuerdas de la otra noche, Miley? Tú me suplicabas...
-¡No!
Miley luchó por desasirse de él, odiándose a sí misma por su debilidad y a él por su fácil victoria. ¡En cuanto Nick la tocaba se rendía!
-Sí.
Sin saber cómo había llegado hasta allí, Miley se encotró de pronto sobre la cama, sintiendo el calor y el peso del cuerpo de Nick sobre el suyo.
-Cuánto pesas... –gimió cuando por fin Nick dejó de besarla.
Nick esbozó una sonrisa.
-La culpa es de la ropa, no mía.
Su respiración se hacía cada vez más agitada a medida que recorría con sus labios sus mejillas, el contorno de su boca, su cuello, su escote, la blanda redondez de sus senos que revelaban la intensidad de su propio deseo al endurecerse bajo la tenaz caricia.
-Ayúdame a desnudarme -susurró Nick con voz sensual. Miley alzó las manos y le sujetó la cara cerca de sus ojos.
-Tenemos que hablar.
-Ahora no -respondió Nick trazando la línea de sus labios con un dedo-. ¡Dios mío! No sabes cuánto te he echado de menos. Sólo podía pensar en nosotros, recordaba a cada momento el tacto de tu piel contra la mía, tus gemidos...
-¡No! -sollozó Miley apartando la cara.
Nick se apartó y la recorrió con una atenta mirada.
-¿Es que te avergüenzas de ello? Sí, lo veo en tus ojos -susurró.
-Sí, me avergüenzo-consiguió decir-. Déjame, Nick. Por favor.
Sin decir una palabra más, Nick se levantó de la cama. Miley se volvió a cubrir con la toalla y se incorporó, roja como una amapola. Nick la observaba con las manos metidas en los bolsillos.
-¡Habla de una vez, maldita sea! ¡Dime qué hay de malo para que te avergüences!
En ese momento, Miley le odiaba a él tanto como a sí misma.
-Nosotros teníamos una maravillosa amistad -consiguió decir al fin-. Hemos acabado con ella. ¿Por qué tuviste que hacerlo? ¿Porqué lo estropeaste todo?
-Yo no te obligué, ni muchísimo menos -dijo Nick con voz gélida.
Miley cerró los ojos.
-No, no me obligaste. Te limitaste a aprovecharte de mis sentimientos. ¡Eres como los demás, Nick Jonas ¡Todos los hombres vais a por lo mismo! Me sorprende tu paciencia para esperar dos años, cuando hay tantas Melody por el mundo... Nick palideció intensamente.
-Entonces... ¿para ti no fue más que eso? Miley se echó a reír.
-¿Y qué más quieres que sea?
Se sentía orgullosa de lo bien que ocultaba su debilidad. Entonces Nick se puso a mirar a su alrededor como un loco.
-Dime una cosa, ¿cómo es que has venido aquí? ¿Es que estaba mi primo sentado en el porche esperándote?
-Cuando llegué a casa después de estar contigo me encontré el árbol caído, el coche aplastado y la casa hecha un desastre. Tú te encontrabas de camino hacia Denver y Kevin me estaba esperando en casa de la señorita Rose. Me ofreció su casa; no podía negarme.
-¿Cómo que no podías? Con decirle que no, hubiera sido suficiente. Tú has alentado la afición de mi primo por ti desde el día que os conocisteis. Yo lo he tolerado porque no quería poner en peligro nuestra amistad. Pero vivir en su casa ya es demasiado. Eso no lo paso.
-Me abruma tu confianza.
-No se trata de confianza -dijo Nick con un suspiro de cansancio-. La otra noche, yo creí que nosotros empezábamos algo duradero, algo mucho más importante que una aventura pasajera. Pero ya veo que tú no compartes tu vida. Tú sabes cómo es mi primo; y lo que siente por ti. Si tanto te empeñas en vivir cerca de él, será porque correspondes a sus sentimientos. He intentado desechar esa posibilidad, pero ahora veo que es cierta.
-¡Yo no tengo ningún sentimiento oculto por Kevin! -replicó Miley.
-Pues demuéstramelo. Vente a mi casa.
-No.
-Ahí está la prueba. Le prefieres a él antes que a mí.
-¡Eso no es verdad! -gritó Miley poniéndose de pie-. Nick, tú te equivocas. ¡Yo no me acuesto con tu primo!
-Tú, con mi primo... -murmuró.
-Kevin. Se llama Kevin. ¿Por qué no le llamas nunca por su nombre?
-¿Me llamabais? Me parece haber oído mi nombre. Kevin apareció en el umbral de la puerta, en pijama, con una botella de champán en una mano, dos copas de cristal en la otra, y una sonrisa burlona en los labios.
-Perdóname por haber tardado tanto, cariño...
Nick explotó. Le propinó a su primo un puñetazo tan fuerte, que fue a aterrizar en mitad de la alfombra, en medio de un barullo de cristales rotos. Milagrosamente, la botella de champán quedó intacta.
-Pero, primo Nick, ¿qué modales son esos? -preguntó Kevin frotándose la mandíbula.
Nick no se dignó contestarle. Su terrible mirada se había posado en la cara pálida y desencajada de Miley, que asistía a la escena sin dar crédito a sus ojos. Nick la miró primero a ella y luego a Kevin con gesto de reproche y desprecio. Después dio media vuelta y se marchó.
Miley se volvió a Kevin con gesto acusador.
-¿Se puede saber qué diablo se te ha metido en el cuerpo?
-Maisie me ha dicho que Nick acababa de llegar preguntando por ti y he querido obsequiarle con un recibimiento amigable.
-¿Ah, sí?
-No te enfades, nena, ya sabes que de vez en cuando me acometen unos impulsos insoportables de pinchar un poco al viejo Nick. ¿Has visto qué cara ha puesto? ¡Madre mía!
-Kevin, haz el favor de quitarte de mi vista cuanto antes.
Kevin suspiró arrepentido.
-Lo siento, Miley. Mañana recogeré los cristales rotos. Ten cuidado, no los vayas a pisar. Hasta mañana.
Miley no le contestó. Cuando se hubo marchado, se echó a llorar desconsoladamente y se metió en la cama. ¿Cómo no se habría dado cuenta de que lo estaba echando todo a perder la noche que sucumbió a Nick?
Ya no galoparían más tardes enteras los dos en el mismo caballo, ni irían más noches al ballet, ni verían juntos la televisión comiendo palomitas. Ya no recibiría más llamadas de Nick a altas horas de la noche porque él se encontraba solo y necesitaba hablar. Perder a Nick era como perder una parte de su vida...
¡Bueno! Era un consuelo pensar que aún le quedaba su libertad y su independencia, por muy vacías que éstas le pareciesen sin Nick.
A la mañana siguiente, Miley, pálida y ojerosa, salió temprano de casa para encontrarse con su amigo el policía. Cuando iba a entrar en el coche, Kevin salió a su encuentro.
-Buenos días -dijo-. Perdóname por lo de anoche. ¿Qué tal estás?
Miley no se pudo resistir a su sonrisa de niño, y se olvidó inmediatamente de su rencor.
-Estoy bien. De todas formas, no te sientas culpable. De un tiempo a esta parte, Nick y yo vamos de discusión en discusión.
-Eres una chica estupenda. ¿Dónde vas?
-A Reno's.
Reno's era un restaurante del centro de Houston.
-Estoy empezando con las investigaciones para mi próximo libro.
Kevin frunció el entrecejo.
-Supongo que sabrás que Nick frecuenta ese restaurante, ¿no?
Miley no había caído en eso. Lo que menos le apetecía en aquel momento era encontrarse con Nick. Pero ya era demasiado tarde para llamar al sargento Mulligan, no había tiempo.
-Que tengas suerte, Miley.
-Gracias, Kevin. Adiós.
Miley conoció al sargento Mulligan cuando trabajaba en la revista, y desde entonces había sido una de sus más valiosas fuentes de información.
Charlaron amigablemente mientras saboreaban unos deliciosos espaguetis.
El sargento, hombre de gran experiencia por sus veinte años de servicio en las calles, le describió detalladamente el mundillo de la droga; los distintos tipos de marihuana, de qué países eran importados, los traficantes, los precios... todo. Miley apuntó la información en su cuaderno de notas.
-Es asombroso, ¿verdad? -comentó el policía-. Yo llevo trabajando toda la vida en ello y todavía me fascina. Miley se echó a reír, pero su sonrisa se esfumó cuando sus ojos chocaron con la alta figura de un hombre vestido con traje gris que la miraba con ojos llameantes.
-¡Oh, no! -susurró.
El sargento Mulligan siguió la dirección de su mirada.
-¿Es un amigo tuyo?
-Buena pregunta. Eso me gustaría a mí saber.
Nick Jonas se separó de sus acompañantes y se dirigió hacia la mesa de Miley con paso enérgico y terrible. Ella se echó a temblar, temiéndose cualquier cosa.
-¿Se puede saber a qué juegas? -preguntó sin más preámbulos, echando una mirada de soslayo al sargento-. Te he dicho que habíamos terminado, así que no te va a servir de nada perseguirme.
-¿Que yo te persigo?
-No, no me persigues. Te limitas a venir a mi restaurante favorito.
-Estoy comiendo con un amigo -contestó Miley fríamente-. No persiguiéndote. Yo no me dedico a perseguir a hombres engreídos como tú.
-Tienes el gusto bastante estropeado, Miley. Tu acompañante es demasiado viejo para ti.
-No te dejes engañar por las canas, hijo. Aunque no lo parezca, acabo de salir del instituto -dijo Mulligan en tono sarcástico.
A Nick no le hizo ninguna gracia. En aquel momento parecía que no había sonreído en su vida.
-Ya que estás tan desesperada que has venido a buscarme, estoy dispuesto a hablar contigo.
Cogió una silla y se sentó entre Miley y el sargento.
-Dile a tu amigo que se vaya.
-De eso ni hablar. Yo no tengo nada que decirte.
-¿Ah, no? -contestó Nick midiendo a Mulligan con la mirada-. ¿Es usted un personaje de los bajos fondos, de esos con los que Miley se trata para recabar información?
-¡No! -contestó Miley al límite de su paciencia-. Además, yo no conozco a ningún personaje de los bajos fondos.
-¿Ah, no? ¿Y aquel contrabandista retirado con el que te escribías?
-¿Te quieres callar?
Miley lanzaba angustiadas miradas a Mulligan, que hacía desesperados esfuerzos por conservar su sonrisa.
-Así no vamos a ninguna parte -anunció Nick-. Vente a comer conmigo y hablaremos tranquilamente de lo de anoche.
-Yo no quiero comer contigo -anunció Miley.
-Tú vas a comer conmigo, quieras o no. Miley esbozó una sonrisa.
-Si insistes. Toma, prueba mis espaguetis.
Y, sin dejar de sonreír, Miley cogió su plato de espaguetis y lo volcó sobre Nick. La salsa de tomate corrió en regueros por sus piernas, echando a perder la carísima tela de los pantalones.
Cuando llegaron al aparcamiento, el sargento Mulligan todavía tenía lágrimas en los ojos de lo mucho que se había reído.
-Nunca olvidaré la cara de Jonas. A partir de hoy he decidido no llevarte la contraria nunca, Miley.
Miley también se reía a mandíbula batiente.
-Yo no sé qué ha sido mejor, si la salsa de tomate o el susto que se ha llevado al enterarse de que eras policía después de todas las barbaridades que ha dicho.
-Siento que no pudieras terminarte la comida. ¿Quieres que vayamos a otro sitio a ver si te la dejan terminar?
-No, gracias, se me ha quitado el apetito. Te agradezco mucho la ayuda que me has prestado. Si alguna vez me necesitas para algo, ya sabes dónde estoy.
Horas después, cuando Miley se hallaba en el apartamento pasando a limpio sus notas, se empezó a preguntar si habría hecho bien negándose a las tentativas de Nick. Quizás lo que él quería era disculparse por sus acusaciones de antes. Quizás quería reconciliarse.
O quizás lo único que buscaba era volver a la cama... porque Nick le había pedido que fuera a vivir a su casa, pero no que se casara con él.
Y lo que más le dolía a Miley era que Nick la considerase como una mujer más.
Poco a poco, había ido llegando a la conclusión de que lo que más deseaba en el mundo era compartir su vida con Nick; tener hijos suyos, amarle para siempre. Pero no estaba dispuesta a ser relegada a un rincón escondido, como un entretenimiento vergonzoso que no se quiere dar a conocer al resto de la gente. Se levantó de su escritorio y miró por la ventana. Si seguía así, Nick iba a acabar con ella antes de que ella terminase con el libro. No recordaba haberse sentido tan vacía y tan sola nunca en su vida.
 Transcurrieron varios días sin que Miley saliera de aquel estado de depresión. Le costó un enorme esfuerzo de voluntad no llamar a Josito para averiguar si Nick se encontraba o no en Houston. En medio de su tristeza se lo imaginaba saliendo con Melody por la ciudad, sin importarle en absoluto que Miley hubiera desaparecido de su vida para siempre. Al fin y al cabo, eran incontables las mujeres que aspiraban a compartir su cama. Y ella era una más, probablemente a raíz de lo de aquella noche la había perdido todo el respeto.
El viernes por la noche, Kevin, viéndola en aquel penoso estado, insistió en llevarla a una discoteca.
-Te encantará -le aseguró-. Se puede cenar una carne asada buenísima, y la música está tan alta que llegas a olvidarte de tu propio nombre. Es el sitio de moda de la gente joven. -¿Cómo de joven? -preguntó Miley.
-No te preocupes, nena. Si nos vestimos adecuadamente, pasaremos inadvertidos.
-Hombre, muchas gracias -gruñó ella-. No sabía que pareciera tan vieja.
-Bueno, los dos tenemos la misma edad. Miley suspiró.
-Yo últimamente me siento como si hubiera llegado a los cuarenta. Tengo la terrible sensación de que estoy de vuelta de todo. Pero iré contigo.
Kevin sonrió.
-¡Así me gusta mi chica!
Miley tendría que haberle preguntado a Kevin por qué la llevaba a una discoteca cuando sus gustos musicales empezaban en Verdi y terminaban en Wagner. Hasta que no estuvieron sentados en una mesa, frente a la pista iluminada con luces multicolores y sumidos en una música atronadora, Miley no se percató de las intenciones de Kevin. A pocos metros de ellos, unas mesas más allá, se encontraba Nick acompañado de Melody, que por muy poco no estaba sentada sobre sus rodillas.
-No sé qué te haría -le dijo a Kevin dulcemente-. Sí, creo que te envenenaría y después contemplaría los lentos espasmos de tu muerte. ¡Eso haría!
Kevin bebió un sorbo de vino. Le brillaban los ojos de malicia.
-Me apuesto lo que quieras que no lo harías. Lo que pasa es que sabía que no hacías más que pensar en él, así que llamé a Josito y le pregunté dónde iba a estar. Es decir, le pedí a Maisie que llamara. El resto me ha resultado muy fácil.
Miley arrojó su servilleta sobre la mesa, indignada.
-¡Me parece magnífico! ¡Llévame a casa ahora mismo!
-No, no puedo. Mira, si te ve salir ahora con esa cara, se va a creer que estás celosa.
-No estoy celosa.
-Sí lo estás.
De pronto, Miley se sintió observada, y en cuanto levantó la cabeza se encontró con los ojos penetrantes de Nick. La miraba con un rictus rígido. Rápidamente bajó la cabeza; el corazón le latía atropelladamente.
-¡Menuda miradita! -exclamó Kevin irónicamente-. Está furioso, ¿verdad?
-Sabes perfectamente que sería capaz de marcharme andando a casa con tal de no encontrarme con Nick.
-Pues si la cara de mi querido primo expresa lo que me parece que expresa, creo que él estaría dispuesto a hacer lo mismo por su parte. Y Melody parece que le va a engullir de un momento a otro. Es preciosa esa chiquilla, ¿verdad? Es tan joven... Miley se sintió herida por aquel comentario, y le dirigió a Kevin una mirada fulminante.
-Sí, esa chica lo tiene todo -dijo con la más dulce de sus sonrisas-. Nick está de suerte.
-Qué raro -observó Kevin-. Eso no fue lo que me dijiste en la fiesta de Elise. De hecho, si no recuerdo mal, hiciste todo lo posible por rescatarle de entre sus garras.
-Entonces éramos amigos -dijo ella tristemente.
-Espero que por lo menos sigas considerándote amiga mía. Miley suspiró.
-Sí, supongo que lo soy. Con un carácter tan insoportable como el tuyo, estás muy necesitado de amistad. Tienes suerte de que yo sea una persona bastante paciente.
Kevin se echó a reír.
-Anda, sal conmigo a bailar. Vamos a enseñarles a esos dos lo que es bueno.
-Yo no sé bailar como esta gente -murmuró Miley cuando se dirigían a la pista.
-Es muy fácil. Lo único que tienes que hacer es imaginarte que estás pisando huevos. Lo demás sale solo.
Miley intentó pasar junto a la mesa de Nick sin mirar siquiera, pero no sirvió de nada, porque, como era de esperar, Kevin se paró en ese momento y le dedicó la mejor de sus sonrisas a su primo.
-Hombre, hombre; si está aquí mi querido primo Nick. Y... ¿quién eres tú? Melody, ¿verdad? -añadió dirigiéndole una intensa mirada a la rubia-. Melody, me parece que no lo sabes, pero Miley es muy amiga de John.
-Sí, la conozco muy bien -replicó Nick.
-Comimos juntos la semana pasada -le comentó Miley a Melody amigablemente-. Tomamos espaguetis, ¿verdad? -añadió mirando a Nick.
-Sí, eso me pareció -contestó él.
-No sabía que a ti te gustasen las discotecas, primo -dijo Kevin con malicia.
-A Melody le encantan -replicó Nick fríamente. Miley empezaba a sentir que la sangre le hervía en las venas, no obstante se las ingenió para esbozar una sonrisa.
-¡Claro, la gente joven es muy dada a frecuentar discotecas! Aunque, a tu edad, amigo mío, estos bailes tan movidos pueden ser perjudiciales. Sobre todo teniendo en cuenta tu artritis galopante.
-Yo no tengo artritis.
-Eso crees. Pero últimamente no has hecho más que quejarte de dolores a todas horas.
-Sí, pero ahora he encontrado un remedio perfecto para esos dolores -le contestó, pasándole a Melody el brazo por los hombros.
La muchachita se apoyó en él y dirigió una mirada triunfante a Miley.
-Vámonos, cariño -dijo entonces Kevin cogiéndola por la cintura.
Miley se dejó conducir a la pista. La embargó una tristeza desmesurada al pensar que sólo dos semanas atrás Nick y ella habían compartido lo más maravilloso que dos personas podían compartir y que, de pronto, se encontraban completamente alejados, como si no se conocieran.
Mientras bailaban, Nick y Melody acudieron a la pista. Nick bailaba maravillosamente, y la mayoría de las chicas de la discoteca le dirigían miradas lánguidas.
Miley, por su parte, se dejó llevar por la música, concentrándose en el ritmo y abandonando el cuerpo con tal sensualidad que también atraía la atención de buena parte de la concurrencia masculina.
Aquélla, sin lugar a dudas, fue la mejor actuación de su vida; bailó y rió hasta la saciedad mientras que el corazón se le desgarraba por dentro.
Unos minutos más tarde, Melody dejó a Nick un momento porque iba al cuarto de baño. Kevin aprovechó la ocasión y se fue al bar, dejando a Nick y a Miley solos.
-No vas a conseguir nada -dijo él.
-¿Cómo? -preguntó Miley.
-Que no vas a conseguir nada siguiéndome a todas partes -repitió él con su arrogancia habitual.
Miley tuvo que contenerse para no arrojarse en sus brazos.
-Yo no te estoy persiguiendo.
-Entonces, ¿quién llamó a Josito y le preguntó dónde iba a estar yo esta noche? Josito me dijo que eras tú.
-¡Era Maisie! -exclamó Miley sin pararse a pensar.
-Da igual, sería porque tú se lo pediste. Bueno, continúa. Ahora dime que mi primo entró en tu habitación por gastarme una broma.
-Pues sí, ésa es la verdad -dijo Miley dirigiéndole sin querer una mirada suplicante-Lo hizo para pincharte.
-Me molestó un poco, pero a los cinco minutos ya se me había pasado. ¡Cuando me puse a razonar me di cuenta de que no me importaba en absoluto lo que tú hagas o dejes de hacer! Yo no deseo a las mujeres que en cuanto salen de mi cama corren a meterse en la de otro.
-Y entonces, ¿qué es lo que haces tú abrazándote en público con Melody?
Se miraron a los ojos, y fue como si de pronto todo estuviera olvidado y empezasen de nuevo desde el principio; el uno frente al otro, deseándose tanto que nada más importaba. Llevada por aquella fuerza, Miley avanzó un paso hacia el y tropezó pesadamente.
Si Nick no la hubiera agarrado rápidamente, hubiera caído al suelo.
-¿Qué te pasa? ¿Es que has bebido?
Miley tomó una gran bocanada de aire, agradeciendo infinitamente aquel repentino acercamiento de Nick.
-He resbalado -dijo en tono desafiante.
-Bueno, pues haz el favor de calmarte -rugió Nick, asiéndola con más fuerza-. Ésta no es la fiesta de Elise, y yo no estoy dispuesto a que finjas un desmayo para sacarte de aquí. Te he dicho que lo nuestro ha terminado y te lo vuelvo a repetir. Ya no te deseo, Miley.
Miley nunca hubiera pensado que unas cuantas palabras pudieran hacerle tanto daño. Miró a Nick alucinada. Sus ojos verdes, cuajados de lágrimas, delataban el dolor que se había desencadenado en su interior.
En cuanto reaccionó, volvió la cara y se desasió de sus manos.
-Perdóname, me tengo que ir -dijo con la mayor corrección de que fue capaz.
-Miley...
En aquella manera de llamarla se escondía una inusitada debilidad, una especie de súplica. Pero ella no podía esperar ni un momento más.
Se alejó hacia el cuarto de baño. Una vez allí, pasó de largo ante Melody y se introdujo en uno de los cuartitos para tranquilizarse. Contó hasta diez y se prometió a sí misma que no iba a llorar bajo ningún concepto.
Después, se unió a Melody, que se estaba pintando los labios frente al espejo.
-¿Te pasa algo? -le preguntó Melody dirigiéndole una mirada más bien indiferente-. No tienes muy buena cara que digamos.
-Creo que he bebido demasiado vino -mintió Miley.
-Buenos, pues yo vuelvo con Nicky antes de que empiece a echarme de menos. ¡Ay! -suspiró poniendo los ojos en blanco-. ¡Es un hombre tan varonil...! Vamos a pasar el próximo fin de semana en Nassau, los dos solos. Ya sabes que él tiene una casa allí. ¡Estoy impaciente! Bueno, hasta luego, chata, que te mejores. ¡Chao!
En cuanto salió, Miley dio rienda suelta a las lágrimas que había estado conteniendo toda la noche. Odiaba a Nick, y a Melody, y lo único que deseaba era marcharse a casa y olvidarse de todo.
Cuando volvió a la mesa donde la esperaba Kevin, éste la miró con el ceño fruncido.
-¿Qué te ocurre? -preguntó alarmado.
-¿Cómo?
-¡Pareces un cadáver! Vámonos ahora mismo.
-Pero...
-No hay peros que valgan. No debería haberte traído aquí. Te pido perdón, Miley. Vamos.
Y enlazándola por la cintura la condujo hacia la salida. Miley no se atrevió a mirar a Nick cuando pasaron junto a él. Tenía que acostumbrarse a la terrible realidad de que él no la quería.
Cuando llegaron a casa, Kevin la acompañó hasta la puerta del estudio.
-¿Qué te ha hecho Nick para que te disgustes tanto? Miley sacudió la cabeza con una sonrisa.
-Nada. Ha sido la impresión de volver a verle.
Kevin se metió las manos en los bolsillos, con gesto apesadumbrado.
-Ha sido culpa mía. Tú eres la única debilidad de Nick. O por lo menos lo eras. La única que recuerdo.
Entraron y Miley se sentó en el sofá.
-¿Se puede saber por qué le odias tanto, Kevin? No creo que sea porque tu padre le dejara a el las posesiones...
Kevin soltó una amarga carcajada. Su expresión se tornó dura.
-Nick y yo nos criamos juntos. Vivió con nosotros el tiempo que su padre estuvo sirviendo en el cuerpo de los Marines. En cuanto llegó Nick, mi vida cambió completamente, siempre en función de él y de lo que él quería. Mi padre le prefería a él. Nick nunca hacía nada mal, mientras que yo, según el, no hacía nada a derechas. Nick se quedó con nosotros hasta que yo cumplí dieciséis años; lo suficiente para privarme del cariño de mi padre, porque yo nunca conseguí estar a la altura de mi querido Nick. Y no te creas que a mí me importaba tanto; yo hubiera sido capaz de tragar sin rechistar todo aquello, incluido lo de la herencia. Pero cuando él se casó con Ellen...
Por fin comprendió todo aquel misterio de odio y resentimientos. Kevin tenía la mirada perdida y triste.
-Tú la amabas...
-Sí, la adoraba. Era mi novia... hasta que Nick se interpuso.
-Pero él la quería -comentó Miley recordando las raras veces que Nick le hablaba del tema.
-Nick era su dueño y señor. Ellen tenía que pedirle permiso hasta para respirar. La tenía en un puño, no podía desenvolver una vida propia -añadió amargamente-. Y Nick sólo vivía para sus negocios. Las noches que ella pasaba sola, las vacaciones que Nick se marchaba...
Miley se puso de pie y apoyó una mano en su hombro.
-Kevin, ella pudo haberle dejado. La mayoría de las personas viven encerradas en prisiones que ellas mismas se levantan. No se puede descargar la responsabilidad sobre los hombros de los demás. La felicidad está en cada uno.
Kevin lanzó un profundo suspiro.
-¿Qué importa ya? Ellen está muerta y la vida debe continuar. Me mantiene vivo martirizar a Nick, sabes. Es una razón para levantarme cada mañana.
-¡Pues qué razón tan estúpida! Kevin se sonrojó.
-¿Cómo dices?
-El mundo no fue creado para ser un depósito de cadáveres. Ellen está muerta, y tú todavía eres joven y tienes mucho que ofrecer a otras mujeres. ¿Por qué no dejas de pasear alrededor de su sepultura y vives un poquito? Si sigues así, un buen día te darás cuenta de que ya no eres capaz de amar.
Kevin la miró como sacudido por un golpe.
-¿Estás enamorada de Nick, Miley?
-Nick era mi amigo -replicó ella apartando la mirada-. Estoy muy cansada, Kevin. Buenas noches.
Cuando llegó el día del baile anual de Caridad, dos semanas después, Miley se había organizado su vida, volcándose en su nuevo libro.
Trabajaba muchas horas diarias, así que agradeció la pequeña distracción que significaba el baile. En el último momento surgió un imprevisto y Kevin no pudo acompañarla. Ella no tenía más remedio que asistir, ya que formaba parte del comité de organización. Con un poco de suerte, Nick estaría ausente de la ciudad en alguno de sus viajes.
Nada más entrar por la puerta del majestuoso edificio vio a Nick Jonas.
Miley le contempló temblorosa, maravillada como siempre por su elegancia. En aquel momento él se volvió a su vez y la miró de arriba a abajo, con esa mirada suya que parecía desnudarla.
De alguna manera se las arregló para evitarle toda la noche. Afortunadamente, conocía a la mayoría de los invitados y no estuvo sola ni un momento.
Casi al final de la fiesta, poco antes de las doce, Jack Rafter, un amigo común de Miley y Nick, fue hacia ella y la cogió de la mano, diciendo:
-Por fin te encuentro. Nick, ven, mira, aquí está Miley. Ya que los dos estáis libres para este baile, que es el último, qué mejor pareja, ¿no? Venga, venga, ¡no habéis bailado juntos en toda la noche!
Miley le hubiera dado con el bolso en la cabeza a aquel hombrecillo.
-¿Bailas entonces? -preguntó Nick con toda corrección. La orquesta empezó a tocar una melodía lenta y romántica.
-Siento mucho que no tengas más remedio que bailar con¬migo -dijo Miley, completamente rígida entre los brazos de Nick.
-Pues me ha dado la impresión de que tú habrías echado a correr si hubieras podido. Pero, ¿hacer tú una escena? ¡Eso nunca!
Miley se sonrió y bajó los ojos. Nick respiró profundamente y la abrazó con más fuerza. Mucho más cerca, sus muslos se rozaban al moverse.
Aquella mano grande y cálida empezaba a causarle estremecimientos. Sentía el aliento de Nick en la frente.
-Relájate -le susurró él al oído-. Sólo un momento. Quiero... sentirte cerca de mí una vez más.
No debería haberlo hecho, pero Miley se sentía incapaz de resistirse después de todas las tensiones y sufrimientos de aquellos últimos días. Dejó su cuerpo como muerto contra el de Nick, y él la sujetó por la cintura. Bailaron así, pegados completamente el uno al otro. Luego, Nick apoyó la mejilla en su sien y rozó con sus labios la piel tersa de Miley. Mientras tanto, hundía los dedos en su carne, sin que ninguna queja se, escapase de sus labios. Poco a poco el abrazo se hizo más intenso, hasta que Miley sintió que una especie de incendio se desataba en su interior.
-Nick... -susurró con voz quejosa.
-¿Más cerca? ¿Quieres que te abrace así?
Nick bajó los brazos y la estrechó contra sí en el más íntimo de los contactos. Miley escondió la cabeza en su pecho. Entonces sintió que él se estremecía.
-¡No! -susurró con angustia-. ¡No, por favor! ¡No puedo... soportarlo!
-Todavía me deseas, Miley. No puedes ocultarlo.
-¡No!
Se apartó de él con los ojos cuajados de lágrimas.
-Hemos terminado, tal y como me dijiste. Me dijiste... que ya no me deseabas.
Con estas palabras, dio media vuelta y salió corriendo al jardín. Cuando quiso darse cuenta, él la había alcanzado y la retenía en la oscuridad contra una de las grandes columnas de la entrada.
-¡No te vayas! ¡Me estás volviendo loco!
Miley se limpió las lágrimas con el reverso de la mano.
-Te equivocas de mujer. ¿Es que no te acuerdas de tu rubia amiguita?
Nick la zarandeó suavemente.
-¡No pienses ahora en Melody!
-Pero, Nick, si es una chica dulce, complaciente, joven... -siguió diciendo Miley luchando desesperadamente por desasirse de sus brazos.
-¡Cállate!
Miley se echó un poco hacia atrás para mirarle y soltó una amarga carcajada.
-¿Qué te pasa, Nick, es que te molesto?
-¿Y tú me lo preguntas? -rugió Nick con una mirada que asustaba-. Dime por que entró mi primo en tu cuarto aquella noche.
-¿Cómo dices?
-Quiero que me des una explicación si es que la hay.
-¡Me conmueve tu generosidad, Nick! Es una pena que haya decidido no darte ninguna explicación de nada.
Los brazos de Nick la apretaron con brutalidad.
-Tú me deseas tanto como yo a ti, y me vas a decir lo que quiero saber de todas formas -se inclinó y la besó en la boca. En ese momento ella se sintió en el paraíso. Por mucho que lo intentó, Miley no pudo aparentar frialdad. Así que hundió las uñas en sus brazos, y abrió la boca para recibir su beso con ansiedad.
-Dios mío, cómo te necesito -susurró Nick contra sus labios, mordiéndola, besándola, trazando sus contornos con la lengua-. ¡Te necesito!
Miley hubiera querido decir lo mismo, pero hacía rato que la capacidad de articular palabra la había abandonado. Cerró los brazos alrededor de su cuello y se dejó abrazar, completamente abandonada a lo que él quisiera.
-Vente a casa conmigo, Miley -susurró él, estremecido por un escalofrío de deseo.
Al mismo tiempo, presionó las caderas de Miley contra las suyas para hacerle sentir su evidente excitación. Pero ella hizo un esfuerzo sobrehumano para recobrar la tranquilidad y se separó de él con firmeza. Sorprendentemente, Nick no se resistió.
-No, Nick.
-¿Es que prefieres a mi primo? -rugió él. Miley le miró, estaba roja de indignación.
-¡Maldito seas! -exclamó fuera de sí.
-Cálmate -le dijo entonces él, volviendo a tomarla entre sus brazos-. Vente a casa conmigo. Lo estás deseando.
Miley volvió la cara y dijo con voz trémula: -Reconozco que te debo mucho porque me has enseñado a conocer mi cuerpo y a perder el miedo al sexo. Pero me tengo que marchar, porque Kevin me está esperando en casa. Se apartó definitivamente. Después de aquella mentira, se sentía incapaz de mirarle a la cara.
Pero mentir era la única manera de evitar que se la llevase a la cama.
-Entonces no te retengo más -dijo Nick después de un momento-. Al fin y al cabo, qué más da un cuerpo que otro. Miley dio media vuelta y echó a correr para ocultar las lágrimas.
De pronto le pareció que la vida sin Nick no tenía ningún sentido.

2 comentarios:

  1. Mori. Acabo de entrar ahora & ya me vicie. Sigue escribiendo mas please *-*
    Te estoy siguiendo! :)
    Ojala & tu me sigas tmb :B


    Y EN SERIO... CONTINUALA O MUERO(? xd

    Gracias por pasarte por mi blog
    Niley foreveeeeeer obvio ;)

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  2. aaaaaaaaaaaa
    me encantoooo
    esta genial!!

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