Seguidores

martes, 3 de agosto de 2010

Novela Niley " Amigos y Amantes " Cap 2




Llegaron al Ferrari negro de Nick, y él la depositó en el asiento delantero.
-¿Y qué? -dijo con los ojos brillantes de malicia-. Todo el mundo sabe que los escritores suelen llevar una vida bohemia.
Miley, furiosa, esperó a que Nick se sentara al volante. Cuando estuvo a su lado, estalló.
-¿Y con quién salgo yo normalmente? ¡Dime! ¿Con quién estoy siempre? ¡Van a pensar que el niño es tuyo!
-Si quieres, puedes ponerle mi nombre. A mí no me importa.
El resto del camino lo hicieron en silencio; Miley sumida en cavilaciones y Nick fumando y sin apartar la vista de la carretera.
Por fin llegaron a Montrose, donde Miley tenía una casita de estilo victoriano. Se encontraba en uno de los barrios más antiguos de la ciudad, y la había heredado de una tía abuela suya.
Llegaron frente a ella, y Nick detuvo el coche.
-¿Qué tal va tu nueva novela? -preguntó.
-Despacio -contestó ella-. Ahora que me acuerdo, no sé si te he dicho que, en vista del éxito de La casa de los ruidos, es posible que firme un contrato para llevarla al cine. Cuando me lo dijeron, me puse tan contenta que casi no me lo podía creer.
Estaba deseando llamarte, para contártelo, pero como no nos hablábamos...
Nick la miró con expresión contrita.
-Perdóname, Miley. Perdí los estribos; yo no quería ser tan desagradable contigo.
Miley se quedó maravillada al oírle hablar así.
Aquello era algo inusitado. Nick era un hombre que nunca se disculpaba ante nadie. Le miró con una tímida sonrisa y se encogió de hombros.
-Tú sabes perfectamente que yo no le estaba provocando -murmuró-. Tú sabes que, desde lo mío con Justin, los hombres...
Miley se había sonrojado, y Nick la miró algo molesto.
-Tampoco puedes pasarte la vida recordando eso. Sobre todo si llevas un vestido como éste...
-¿Esta cosa? ¡Bah! Me costó menos de un capítulo.
Nick se rió suavemente, sin quitarse el cigarrillo de los labios.
-Tú todo lo mides con tus libros -comentó-. Un coche es un libro, un vestido un capítulo...
-Mi coche no vale un libro, ni muchísimo menos -objetó Miley-. Me lo compré de segunda mano, pero consume muy poca gasolina, y me encanta.
-No, si yo no tengo nada en contra de aprovechar la chatarra vieja.
-Sí, ya...
El pequeño Volkswagen amarillo ocupaba poco sitio. Solía aparcarlo en el jardín, junto al enorme roble.
-Tienes que cortar ese árbol -le dijo Nick. Ya lo había hecho otras veces. Hacía meses que no dejaba de insistir al respecto-. Es un peligro. Como venga un día un viento fuerte, va a aplastar el tejado. Estamos en la temporada de tormentas, y ya sabes que en los últimos años ha habido fuertes ciclones.
-Mira, Nick, te he dicho mil veces que no tengo ninguna intención de cortar el viejo roble de la tía Jessie. Lo plantó el abuelo -añadió con impaciencia.
-Al diablo con tu abuelo. ¡Además! ¿Qué abuelo? Tu tía era huérfana.


Miley, exasperada, se pasó la mano por el pelo, poniendo en grave peligro su elaborado moño.
-¡Mentira! Yo sé de buena tinta que tía Jessy era hija ilegítima de un capitán yanqui. Mi bisabuela tuvo relaciones con él durante la Guerra de Secesión.
-¡Escandaloso! Pues entonces por tus venas corre sangre caliente, mi querida Miley, ¿no?
-Más escandalosa es esa pregunta. Para que lo sepas, mi vecina, la señorita Rose, me lo contó tal y como se lo había dicho mi tía abuela.
Nick cambió de tema, dando por terminada aquella absurda conversación.
-Mañana por la mañana mandaré a Josito para que te traiga el coche a casa. O, si prefieres, que pase a recogerte y nos damos antes una vuelta a caballo por el rancho.


-Si no me equivoco, eso es una invitación, ¿no? Él asintió, y Miley miró para otro lado.
-Pues no sé si ir, porque, después de lo del otro día, parece que estás convencido de que soy una mujer perversa que lo único que quiere es ir seduciendo a tus hombres uno a uno.
Nick la cogió por la barbilla y la obligó a mirarle. Sus ojos la escrutaban con una insistencia turbadora.
-¡No digas eso! Lo que pasa es que no soporto que ningún hombre se propase contigo. ¡Y menos si ese hombre trabaja para mí y encima está borracho!
Nick la miró de arriba a abajo.
-No quiero que ningún hombre te... toque -susurró. Sus miradas se encontraron.
La de Miley era tímida, indecisa. Sentía en su rostro la respiración cálida y entrecortada de Nick, al tiempo que un hormigueo extraño se le despertaba por dentro.
Casi sin querer, sin darse cuenta, alargó la mano y deslizó un dedo bajo su bigote, trazando la línea de sus labios entreabiertos.
Nick la apartó de sí, agarrándola por la muñeca con su puño de hierro.
-No vuelvas a hacer eso -dijo ásperamente-. ¿Es que no te das cuenta de que no quiero que me toques?
Miley descargó una risa nerviosa.
-Entendido, señor Jonas. Y ahora, si quieres devolverme mi brazo, saldré del coche y quedarás libre para volver a la fiesta con tu rubia despampanante.
Pero Nick no estaba dispuesto a soltarle el brazo.
-Te has pasado la noche flirteando conmigo, Smiley. ¿Por qué? ¿Por darle celos a mí primo?
Miley se quedó boquiabierta.
-Yo no tengo nada que ver con Kevin en el sentido que estás insinuando. No es más que un amigo, igual que tú.
-Tú y yo... ¿somos eso? ¿Amigos? -preguntó Nick con voz extraña.
Miley se sentía nerviosa, excitada. Algo estaba pasando, y aquella mano que la asía le transmitía un calor extraño... -Sí, somos amigos.
-Entonces no te importa lo más mínimo que me lleve a Melody a la cama, ¿verdad? -preguntó él, mirándola fijamente. Miley se puso pálida, y se apartó de él sin despegar los labios.
-Tú no tendrás una vida sexual, pero yo sí, ¿sabes? No te creas que sea una especie de eunuco sólo porque nunca te he tocado.
Miley no se atrevía a mirarle a los ojos.
-Yo nunca he pensado que tú fueras un eunuco, ni nada parecido.
Hubo un silencio.
En la oscuridad Miley escuchó el chasquido del encendedor. Nick se había encendido un cigarrillo.
-Fumas demasiado.
-Hago demasiadas cosas demasiado.
Sus ojos parecieron reflejar odio por un instante.
-¿Seducir rubias, por ejemplo?
-Es que, si quisiera seducirte a ti, lo llevaría claro. Miley le dirigió una mirada centelleante.
-¡Justin me hizo mucho daño! Tú eres un hombre, y no tienes ni idea de lo que una mujer puede sentir cuando...
-Justin te hizo daño porque eras virgen y porque lo único que él quería de ti era tu cuerpo, sin importarle lo que tú sintieses y pensases como persona.
Soltó un suspiro y añadió:
-Si te hubiera querido, no te habría hecho tanto daño. Fíjate, han pasado dos años y aún no ha cicatrizado la herida. Te ha dejado traumatizada. ¡Tendría que haberle matado!
-¡Pero si tú no le conocías! -balbució Miley.
Estaba realmente sorprendida ante aquel repentino ataque de violencia.
-¿Que no? Hice averiguaciones. Fue muy fácil, sólo tuve que llamar al club de escritores donde os conocisteis.
-¿Qué estás diciendo? ¿Es que has hablado con él? Nick asintió.


-¿Y qué?
Nick permaneció en silencio.
-¡Nick!
-Si te caes de un caballo -empezó a decir él con voz ausente-, lo mejor que puedes hacer para perderle el miedo es volver a montarlo.
Miley ya había oído bastante, así que cogió su bolso y abrió la puerta del coche.
Antes de salir, dijo en tono frío:
-Mira Nick, en este momento no quiero volver a repetir una experiencia como aquella. ¿Queda claro? Pues adiós.
-¡Smiley!
Ella se volvió a mirarle.
-Mira, Smiley, si yo hubiera querido algo contigo, te lo habría pedido hace dos años, así que haz el favor de ser razonable y no me malinterpretes.
-Yo creía que tú me estabas malinterpretando a mí. Miley volvió a sentarse en su asiento en actitud compungida.
-Nick, Nick, ¿qué nos está pasando? Siempre hemos sido buenos amigos, y ahora, de pronto, todo se empieza a estropear. Tendió la mano hacia él, pero volvió a retirarla en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
-¿Sabes? -continuó muy seria-. A mí me cuesta mucho llevarme bien con la gente... me cuesta adaptarme, soy un poco rara. Y, ya ves, contigo no me cuesta nada hablar, tú me comprendes. No quiero perderte.
Nick la miró con ternura.
-Tú siempre serás amiga mía, Smiley -dijo-. Eso no ha cambiado, y nunca cambiará. ¿Es que no te has dado cuenta de que yo apenas tengo amigos ni amigas? La rubia de esta noche es cosa aparte; a ella le gustan los caprichos caros y yo soy rico. La combinación perfecta. Esa es de las que se acuestan con uno sin vacilar en cuanto se aseguran de que pueden conseguir algo a cambio.
-Y si lo sabes, ¿por qué le haces caso? Nick la miró con gesto irritado.
-Oye, Smiley, ¿se puede saber por qué te molesta tanto lo de la rubia? ¿Es que no te gusta la idea de que la mayoría de las mujeres no sean tan frías como tú?
Miley se sonrojó violentamente.
Era la segunda vez que Nick hacía un comentario semejante, y ya estaba bien.
Por un momento tuvo la tentación de abofetearle. Levantó la mano. Sus ojos verdes despedían chispas.
-Atrévete -le dijo entonces Nick con una mirada extraña-. Vamos, nena, atrévete, pégame.
Faltó muy poco para que lo hiciera, pero no se atrevió.
-No, no quiero -dijo bajando la mano-. Tienes derecho a pensar de mí lo que quieras. Y me doy cuenta de que últimamente no piensas nada agradable.
Nick no dejaba de observarla.
-¿Sabes, Miley? Por un momento has perdido la máscara de frialdad que siempre te pones conmigo. Has estado a punto de pegarme, ¿verdad?
-Sí.
-¿Y por qué no lo has hecho?
-Porque sé que tú eres del tipo de hombre que pondría la otra mejilla.
-No, no te habría devuelto la bofetada, si es a eso a lo que te refieres.
Nick se inclinó sobre ella para abrirle la puerta y, en el movimiento, rozó los pechos de Miley con su brazo.
Ella se quedó quieta como una estatua y le miró asombrada. Entonces se dio cuenta de que él también estaba contenie¬do la respiración.
-¿Qué habrías hecho entonces? -susurró ella casi sin aliento.
Nick la miró a través de una nube de humo.
-¿Tú qué crees? -preguntó en tono insinuante.
-Lo único que creo es que se ha hecho muy tarde.
-Más de lo que tú crees, nena. Bueno, mañana mandaré a Josito a recogerte a las siete, ¿de acuerdo?


Miley le miró a los ojos, nerviosa y asustada.
-Nos lo tomaremos con calma y tranquilidad -añadió él suavemente.
Miley se sonrojó hasta las orejas y sintió que el corazón se le salía del pecho de lo fuerte que le latía.
-Sería mejor que dejásemos las cosas tal como están -susurró.
-No tengas miedo de mí. Tú y yo siempre hemos confiado el uno en el otro, Smiley.
Miley se echó a reír, un poco avergonzada.
-Yo creo que el cansancio me hace decir tonterías. No sé lo que me pasa esta noche.
-¿Ah, no lo sabes, nena? Miley puso los pies en el suelo.
-Gracias por traerme a casa.
-¿Seguro que te encuentras bien? -preguntó él, preocupado.
-Sí. Además, se cuidarme muy bien yo sola. Soy muy independiente.
-Sí, yo también, pero, ¿quién estuvo al lado de mi cama cuidándome durante un par de semanas cuando caí enfermo con la gripe?
Miley se echó a reír.
-Vamos, vamos, no exageres. El pobre Josito no podía contigo él solo.
Nick sonrió.
-Yo habría hecho lo mismo por ti. Te aseguro que me hubiera encantado... sobre todo bañarte para que te bajara la fiebre, como tú hiciste conmigo.
-¡Adiós! -exclamó Miley.
Se bajó y cerró de golpe la puerta.
-¡Mañana a las siete en punto! -le gritó Nick desde la ventanilla.
Miley dio media vuelta y se inclinó con una graciosa reverencia.
Poco después, el Ferrari se perdía en la oscuridad de la noche mientras ella entraba pensativa en su casa.

1 comentario: