otro cap!! espero q les guste.. i estoi feliz x los comentarios q m dejaron!! saludos
Miley Cyrus envió a sus hijos a casa.
–Id dentro. Enseguida voy a preparar la
comida.
Entonces, volvió a centrar su atención
en el hombre impresionante que tenía delante.
Nick Jonas era el hombre más guapo que
había visto en su vida. Con el pelo tan corto, grandes ojos castaños y esos
hombros tan anchos, podía competir con cualquier galán de la gran pantalla.
Miley intentó calmarse. No solo era
sorprendente ver a Nick tan cambiado y tan sexy. Además, él le había despertado
algunos recuerdos que había preferido mantener en el olvido.
–Estoy divorciada –informó ella,
llevándose la mano a la frente para protegerse del sol de mediodía.
–Oh, lo siento.
–No pasa nada –repuso ella, encogiéndose
de hombros–. ¿Y qué me dices de ti?
–También estoy divorciado.
Su voz profunda y sensual hizo que Miley
contuviera la respiración.
Pero no pensaba sentirse atraída por él.
Ya le había pasado con otro hombre guapo, del que se había enamorado de pies a
cabeza. Se había casado con él y, pocos años después, se había quedado sola con
tres niños. Sí, había aprendido la lección y no pensaba tropezar de nuevo con
la misma piedra.
–He oído rumores de que te has hecho muy
rico –comentó ella, tras aclararse la garganta.
–Sí. Escribo cómics.
–¿Y se puede hacer mucho dinero con eso?
–Bueno, se hace dinero escribiendo el
guion, dibujando… y siendo dueño de la editorial –repuso él con una seductora
sonrisa.
–¿Eres dueño de una editorial? –preguntó
ella, tratando de ignorar el efecto que su sonrisa le producía.
–Y yo que pensé que el cotilleo local en
Newland era más eficiente…
–Debe de serlo. Pero yo no tengo mucho
tiempo para enterarme de las cosas.
–Entiendo por qué –señaló él, mirando
hacia los niños.
Despacio, Miley levantó la vista hacia
él. También ella había cambiado desde el instituto. No se había hecho rica,
pero había hecho algo más que criar a trillizos.
–Yo también tengo una empresa.
–¿Ah, sí?
Ella apartó la mirada para disimular lo
atraída que se sentía por él. Entonces, recordó que Nick había sido siempre
alguien especial, un buen chico, honesto y amable. Y eso no hizo más que
incrementar su incomodidad.
–Es una empresa pequeña –aclaró ella,
queriendo quitarle importancia porque, en realidad, prefería que él no le
hiciera demasiadas preguntas sobre su vida.
–Todo el mundo empieza desde abajo.
Miley asintió.
–Bueno, voy a guardar la moto en el
garaje –dijo él con una sonrisa.
Miley dio un paso atrás. No le
sorprendía que él quisiera irse. ¿Qué hombre guapo y rico iba a querer estar
cerca de una mujer con hijos? Tres hijos, para ser exactos.
En ese momento, la invadieron fugaces
recuerdos del Nick del instituto. Se acordó de cuando él la había ayudado con
el álgebra o cuando le había pedido salir. Pero ella no había sido capaz de
mantener su cita con él.
De pronto, sintió la urgencia de
disculparse por aquello, pero se quedó paralizada. Sería demasiado vergonzoso
explicarle la razón por la que lo había dejado plantado en el pasado.
–Me alegro de haberte visto.
–Lo mismo digo –repuso él con una
sonrisa desarmadora. Entonces, desapareció en el garaje, sin mirar atrás.
Miley entró en su casa, rodeada por los
trillizos. Aunque no se dirigió a la cocina, sino al salón, donde se dejó caer
en un sofá.
Al darse cuenta de que estaba temblando,
se llevó un cojín a la cara. El encontrarse con alguien de sus tiempos de
instituto le había llevado directa a recordar el peor día de su vida.
Su día de graduación… En el camino de regreso
a casa, después de la ceremonia, su padre había parado en el bar. Borracho,
había golpeado a su madre, había echado a perder el vestido de Miley echándole
lejía encima y había abofeteado a Noha, estrellándola contra la pared y
rompiéndole un brazo.
La hermana de Miley, a quien su madre
había considerado un milagro y su padre, un error, había estado tan malherida
que Miley la había llevado al hospital. Después de que los médicos le hubieran
curado el brazo, un asistente social había ido a hablar con ellas.
–¿Dónde está vuestra madre? –había
preguntado la mujer.
–Ha salido. Yo tengo dieciocho años y
estoy a cargo de mi hermana.
Como la trabajadora social había mirado
a Miley con desconfianza, ella le había mostrado su permiso de conducir.
Cuando la trabajadora social se había
ido, Noha se había vuelto hacia su hermana. Había querido decir la verdad.
–¿Quieres terminar en un orfanato? –le
había espetado Miley–. ¿O quieres que papá mate a mamá a golpes? Pues yo, no.
Y habían seguido manteniendo la situación
en secreto…
Intentando dejar atrás sus recuerdos,
Miley se obligó a respirar. Su madre estaba muerta. Y Noha se había ido de casa
hacía años, a miles de kilómetros de distancia.
¿Y su padre?
Seguía regentando el restaurante, pero
se gastaba todo lo que ganaba en bebida y en el juego. Si no estaba borracho,
estaba apostando. Miley solo lo veía cuando él iba a pedirle dinero.
–¿Qué te pasa, mami? –le preguntó una
vocecita, tocándole el hombro.
Jerry y su gran corazón.
–No me pasa nada –mintió ella,
quitándose la almohada de la cara–. Estoy bien.
Y estaba bien. Sobre todo, porque
después de su divorcio había comprendido que ningún caballero andante acudiría
a su rescate. Tenía que salvarse a sí misma. Y a sus hijos. Tenía que criarlos
en un hogar donde nunca sintieran hambre, ni miedo.
Después de que su ex se hubiera gastado
el dinero de su cuenta conjunta y la hubiera abandonado con tres hijos, Miley
había aprendido que a los hombres no les importaba que los niños tuvieran miedo
o hambre. Era ella la única que podía ocuparse de impedir que eso sucediera.
Y eso estaba haciendo.
Pero nunca, jamás volvería a confiar en
un hombre.
Ni siquiera en el dulce Nick.