holas mis reinas... ak les dejo el primer y segundo capi de esta nove.. jeje espero q les halla gustado el sinopsis.. jeje y espero q comenten!! :D
Demi Lovato se encaró a su abuela para librar la batalla,
sabiendo que al final perdería la guerra. Su abuela seguía invicta. Si quería
algo, Margaret Mary Lovato, Maggie para sus amigas, solía encontrar la forma
de conseguirlo. Pero Demi estaba empeñada en defenderse.
-Abuela, ya no soy secretaria.
La luz del sol bailoteaba en la pequeña sala de estar. La
diminuta casita de playa que Maggie Lovato había considerado su hogar más de
cuarenta años, estaba llena de recuerdos, pero siempre muy ordenada. La abuela
estaba sentada al sol, con el cabello gris perfectamente peinado, un vestido color
melocotón, medias y cómodos zapatos negros. Su rostro, surcado de arrugas,
esbozó una sonrisa paciente y apoyó las manos en los brazos de su sillón
favorito. Tenía un aspecto majestuoso; esa era una de las razones por las que
nadie conseguía ganarle en una discusión.
-Ya, pero es como montar en bicicleta -contraatacó la
abuela-. Nunca se olvida.
-Se puede, si uno se esfuerza lo suficiente -replicó Demi con
testarudez. Ella había hecho lo posible por olvidarlo. Habían pasado tres años
desde que trabajó en una oficina por última vez, y no lo echaba de menos.
Siempre había odiado el trabajo de oficina. En primer lugar,
estaba la sensación de estar atrapada detrás de una mesa y tener que aguantar a
un jefe que espiaba lo que una hacía desde atrás. Para Demi, lo peor de ser
secretaria era ser más lista que el jefe y tener que soportar que la tratara
como a una idiota. Reprimió un pinchazo de dolor. Su último jefe, Wilmer
Valderrama, había dicho que la quería, que la necesitaba; eso sólo duró hasta
que, tras un fulminante ascenso, se sintió tan importante que la devolvió a la
agencia de secretarias temporales.
No estaba dispuesta a que volvieran a utilizarla y desecharla.
Había conseguido escapar y no regresaría, ni siquiera temporalmente.
-Paparruchas.
-¿Paparruchas? -repitió Demi riendo.
-No es como si te estuviera pidiendo que te lanzaras al fondo
de un abismo.
-Se parece mucho.
-Sólo te pido que ayudes a Joe durante dos semanas. Su
secretaria está de baja por maternidad y...
-De ninguna manera, abuela -negó con la cabeza y dio un paso
hacia atrás. Volver a una oficina sería un retroceso, una visita a un pasado
que prefería olvidar.
Maggie ni siquiera parpadeó. Simplemente miró a Demi con sus
ojos verde esmeralda y esperó. Y siguió esperando. Demi plegó velas; nunca
había sido capaz de resistir ese truco del silencio.
-Vamos, abuela. Son mis vacaciones.
-Tus vacaciones están canceladas.
Era cierto. Miley, su mejor amiga, y ella habían pensado pasar
dos semanas en México. Pero Miley había desaparecido de repente con su novio de
toda la vida, dejándole un mensaje telefónico pidiendo disculpas. Demi se
encontraba con el pasaporte en la mano y ninguna gana de ir a una fantástica
playa ella sola.
Se sentía frustrada, porque había pasado mucho tiempo
organizándolo todo para que su floristería siguiera funcionando en su
ausencia. Había adiestrado y dado todo tipo de indicaciones a su personal para
permitirse dos merecidas semanas de vacaciones. Octubre era el mejor momento
para ella. Era una época de poco trabajo para las floristerías; más adelante,
no tendría un momento libre hasta después del día de los enamorados.
-El viaje está cancelado. Sigo teniendo mis dos semanas -dijo Demi
con angustia; casi sentía cómo el tiempo se escurría entre sus manos.
-Y nada que hacer -apuntó su abuela.
Volvía a tener razón, su abuela la conocía demasiado bien.
Probablemente se volvería loca sin nada en lo que ocupar el tiempo, pero estaba
dispuesta a arriesgarse.
-Oye, nunca se sabe. Quizá aprenda a disfrutar de no hacer
nada.
-No, tú no, cariño -Maggie soltó una risita-. Nunca has sabido
quedarte sentada sin echar a correr.
-Entonces quizá sea hora de que me tranquilice un poco -Demi
comenzó a pasear nerviosamente por la habitación-. Podría leer. O ir al cine.
O sentarme en la playa a ver las olas.
-No aguantarías ni veinticuatro horas -Maggie hizo un gesto de
rechazo con la mano.
-Joe Jonas es un pesado, abuela, y lo sabes -dijo Demi,
tratando de aplacar a su abuela pero sin rendirse.
-Sólo lo dices porque solía tomarte el pelo. -No lo dudes –Demi
asintió con la cabeza-. Siempre que venía a recoger a Selena para salir, me
atormentaba. Solía enfurecerme.
-Eras una niña pequeña y él era el novio de tu hermana mayor.
Se suponía que debía tomarte el pelo. Era su función.
-Ya, ya.
-Su abuela es una vieja amiga, a la que quiero mucho -Maggie
entrecerró los agudos ojos verdes. -Fantástico -interrumpió Demi-. Entonces iré
a ayudarla a ella.
-Buen intento, pero Loretta no necesita una secretaria. Quien
la necesita es su nieto.
-¿A qué se dedica? -Demi se dejó caer en un sillón-. Con lo
malvado que era conmigo, supongo que debe ser el cerebro de algún grupo
criminal.
-Asesor financiero -Maggie alzó la mano y se colocó un rizo-.
Y, según Loretta, le va muy bien.
-Es su abuela, la pobre se engaña -replicó Demi sin inmutarse.
-Demi.
-Bueno. Así que es rico. ¿Va por la quinta esposa?
-Eres muy curiosa, ¿no? -Es un defecto trágico.
-Una ex esposa, sin hijos -Maggie se esforzó por no reír-. Por
lo visto la mujer era una barracuda.
-Ni siquiera una barracuda puede enfrentarse a un gran tiburón
blanco -Demi odiaba admitir que sentía cierta compasión por un tipo al que no
había visto en años, pero los divorcios nunca eran agradables. Aunque no lo
sabía por experiencia propia: para divorciarse había que casarse antes. Su
único compromiso había terminado, a Dios gracias, antes de llegar al altar.
-De verdad, Demi -recriminó su abuela-, haces que el hombre
suene odioso -frunció el ceño-. Es el nieto de una amiga muy querida.
El sólido cepo de acero del remordimiento empezaba a
cerrarse. Demi sentía las frías y afiladas garras clavarse en su piel. Intentó
resistirse.
-Yo tampoco le caía bien a Joe, ya lo sabes.
-No seas tonta.
-Seguramente no le gustaría que lo ayudara.
-Loretta dice que está muy agradecido por tu oferta.
-¿Ya lo sabe? -a Demi casi se le salieron los ojos de las
órbitas. El libre albedrío de los demás no existía para su abuela.
-Bueno, algo tenía que decirle, ¿no crees?
-¿Y lo primero que se te ocurrió fue ofrecerme como voluntaria?
-su única familia se había revuelto contra ella como una serpiente.
-Eres una buena chica, Demi. No creía que te importase.
-Joe Jonas -masculló ella, sacudiendo la cabeza. Hacía seis
años que no lo veía, desde el funeral de su abuelo. Seis años era mucho
tiempo, pero no el suficiente. Verlo con un traje de negocios no había borrado
sus verdaderos recuerdos de él. Lo recordaba como un bravucón que se había
burlado de una niña de once años que, en cierto modo, estaba medio enamorada de
él. De ninguna manera iba a trabajar para él. En absoluto-. No pienso hacerlo.
Maggie Lovato apoyó los codos en los brazos del sillón
tapizado con tela de flores y curvó los dedos. Inclinó la cabeza hacia un lado
y miró a su nieta.
-Cuando tenías diez años, rompiste la taza de porcelana de la
tatarabuela O'Hara.
-Oh, Dios... -Demi se dijo «corre, corre y no dejes de
correr».
-Creo recordar que dijiste algo del estilo de «Lo siento
mucho, abuela. Haré cualquier cosa para compensarte. Lo que sea».
-Tenía diez años -protestó Demi, buscando desesperadamente un
escape-. Eso fue hace diecisiete años.
Maggie soltó un suspiro dramático y se puso una mano sobre el
corazón, como si le doliera. -Ya, así que las promesas que se hacen en esta
casa tienen un límite de tiempo, ¿no?
-No, pero... -el cepo se cerró un poco más. A Demi empezaba a
costarle respirar.
-Era la última taza del juego que mi abuela trajo consigo del
viejo continente.
-Abuela... -el frío acerado del remordimiento la rodeó, las
garras del cepo estaban a punto de cerrarse.
-Su abuela le regaló ese juego como regalo de bodas -la
anciana puso los ojos en blanco-. Para que pudiera traerlo desde County Mayo,
un pedazo del viejo mundo. Y lo aceptó con amor, sabiendo que no volverían a
verse en esta vida.
-Lo sé, pero... -si su abuela empezaba a contarle lo de la
bodega del barco, otra vez, todo estaba perdido.
-Mantuvo esas tazas a salvo en el barco. No fue fácil. Viajaba
en la bodega, sabes y...
-Me rindo -Demi alzó las manos. Por mucho que quisiera evitar
trabajar para Joe, la había atrapado y lo sabía-. Lo haré. Trabajaré para él,
pero sólo dos semanas. Ni un día más.
-Fantástico, cariño -Maggie llevó la mano a la taza de té que
tenía al lado-. Preséntate mañana a las ocho. Le dije a Joe que te esperase a
esa hora.
-Sabías desde el principio que lo haría, ¿no?
La abuela sonrió.
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