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sábado, 14 de abril de 2012

Jemi "цаутива де Ту Амор" Cap 8


disfruten este cap jeje un besooo las kiero... 




A la luz de las velas, su piel brillaba como roble bruñido. Cada uno de sus bien definidos músculos aparecía en relieve, contrastado, y Demi sólo pen­saba en recorrer cada centímetro de su cuerpo con los dedos. Con los labios. Lo deseaba como nunca había deseado a nadie antes. Parecía incapaz de cansarse de él. Ese pensamiento surgió en su mente un segundo y lo apartó, para estudiarlo después.
Tendría mucho tiempo para pensar cuando sa­liera el sol y su pacto de una noche acabara. En ese momento... lo que existía era Joe. Nada más.
-Dormir -musitó- está sobrevalorado.
-¿Ah, sí?
-Sí -replicó ella, se removió en la cama, acer­cándose a él, sintiendo la dureza de su cuerpo-. Es bien sabido. Veinte minutos de sueño profundo por la noche, son suficientes para funcionar a pleno rendimiento.
-Es una alivio -comentó él, sacando el preser­vativo de su envoltorio.
-Espera -dijo ella-. Déjame a mí -le quitó el pre­servativo y se medio sentó. Colocó sobre su sexo la pálida goma y, lenta y sinuosamente, la desenrolló.
Él tragó aire con un silbido. Demi lo rodeó con los dedos y presionó suavemente. Joe cerró los ojos y un músculo de su mandíbula tembló.
Ella deslizó los dedos arriba y abajo, recorriendo la sólida dureza, y después lo agarró con fuerza. Él abrió los ojos y la llama que se reflejó en sus oscuras profundidades le dio un aspecto peligroso.
-Ya vale -masculló, inclinándose sobre ella. Le agarró las dos muñecas con una mano y las sujetó contra la cama, por encima de su cabeza. Ella se retorció y movió bajo él en la cama, acercándose, alzando las caderas, invitándolo.
Joe se rindió a la furia que pulsaba en su inte­rior. El deseo lo quemaba. Sentía un hambre insa­ciable de ella. Cuando penetró su cuerpo, todo se disparó. Se le aceleró el corazón, que bombeaba la sangre a toda velocidad. Sólo oía los gemidos de Demi, sólo sentía su aliento. Bajó la cabeza para besarla y ella le mordisqueó los labios y apoyó los pies en el colchón, para balancear su cuerpo con­tra el de él.
Ella lo era todo. Y por esa noche, era suya. Soltó sus muñecas y gruñó cuando ella arrastró las uñas por su espalda. Después, Demi tiró de su cabeza y la llevó a sus pechos. Él la complació, be­sando, chupando, tirando de sus pezones, pri­mero uno, luego el otro. Su aroma lo volvía loco, su sabor provocaba en él un hambre que nunca había sentido antes.
Se movieron juntos, dos sombras a la luz de la vela. Mientras la tormenta se desataba tras las ven­tanas, dos almas encontraron algo que ninguna de ellas buscaba.


El amanecer llegó antes de lo que habrían de­seado.
-La tormenta pasó -dijo Demi, sabiendo que Joe estaba a su lado, despierto.
-Sí, eso parece.
El agua goteaba de los aleros del tejado, como un reloj, marcando los últimos segundos de una noche increíble. El primer atisbo de luz suavizaba la habitación, apagando la luz de las velas que que­daban. La mayoría se habían consumido horas an­tes. Las pocas que quedaban ya eran innecesarias.
Demi hizo una mueca y cambió de posición, ti­rando del edredón para taparse el pecho. No sabía por qué se preocupaba de ser modesta a esas altu­ras. En todo su cuerpo no había un milímetro de piel que Joe no hubiera visto, lamido o explo­rado. Se tapó los ojos con una mano e intentó no pensar demasiado en todo lo que habían hecho juntos en la oscuridad.
-¿Arrepentida? -susurró él cerca de su oído. Demi lo pensó un minuto. ¿Se arrepentía de algo? ¿Podía hacerlo? Le había hecho sentir cosas que sólo conocía por leerlas en los libros. Había hecho que su cuerpo cantara. No. No se arrepen­tía. Lo único que lamentaba era que su pacto hu­biera sido de una sola noche, aunque fuera lo más seguro. No quería involucrarse sentimentalmente y sabía de sobra que si seguía durmiendo con él, su corazón se entregaría, lo quisiera o no. Así que, por mero instinto de supervivencia, mantendría el pacto, a pesar del insistente clamor de sus hormo­nas.
-No. No estoy arrepentida.
-Pero has tenido que pensarlo un rato -se burló él. Ella volvió la cabeza y lo miró. A la luz del amanecer estaba igual de atractivo que a la luz de las velas.
-¿Qué me dices de ti?
Él deslizó una mano por su cuerpo y la posó en uno de sus pechos. Ella gimió.
-No me arrepiento -se acercó lo suficiente para besarla. Después se apartó, se tumbó de es­paldas y miró el techo.
-Entonces -dijo Demi, echando de menos sus manos sobre el cuerpo-, nos duchamos, nos vesti­mos y seguimos adelante.
-Correcto -afirmó él.
Eso había parecido una buena idea la noche anterior. Sin embargo, en ese momento..., Demi se sentó y bajó las piernas al suelo, antes de hacer algo ridículo, como sugerir que simularan que no era de día aún.
-La noche se acabó, y nosotros también.
-Exactamente. De vuelta al trabajo.
-Bien -dijo. Le dolía todo el cuero. Músculos que hacía años que no utilizaba, se quejaban a gri­tos. A pesar de todo, Demi tuvo que hacer un es­fuerzo para no darse la vuelta y saltar sobre él. Se puso en pie y fue hacia la puerta, agarrando el al­bornoz blanco que había a los pies de la cama. Se lo puso, ató el cinturón y, ya en la puerta, se volvió hacia él.
-Iré a mi habitación y me ducharé. ¿Nos vemos en el salón para desayunar dentro de una hora?
Él se apoyó en un codo. El pelo castaño le caía sobre la frente, dándole un aire de rufián que de­saparecería en cuanto se pusiera uno de sus maldi­tos trajes. Demi deseó volver a deslizar las palmas de las manos por su pecho. Sentir el latido de su corazón. Curvó los dedos y metió las manos en los bolsillos del albornoz.
-En una hora -aceptó él con voz tensa, y la dejó marchar.


Bajo los chorros de agua caliente, Demi in­tentó aclarar su mente. Intentó aparcar los recuer­dos de la noche en un rincón oscuro, del que no pudieran salir para torturarla. Pero no sirvió de nada.
La ducha de masaje golpeaba su cuerpo con dardos de agua caliente, que le recordaban el tacto de sus dedos sobre ella. De su boca. Del fuego que iniciaba en su interior con sólo mirarla. Y lo deseaba.
Oyó el ruido de la cortina y volvió la cabeza a tiempo de verlo entrar en la ducha, desnudo.
-Joe...
-El sol no ha salido del todo. La noche no ha terminado -la agarró y apoyó su cuerpo húmedo contra el suyo.
-Me parece bien -tragó saliva y miró su rostro. Joe le dio la vuelta, la apoyó contra la pared de la ducha y la alzó en vilo. El vapor de la ducha era como una suave niebla, que los sumía en un mundo privado e íntimo. Ella rodeó su cintura con las piernas y él la penetró con una embestida rápida y certera. Había intentado mantenerse ale­jado. Pero oír el ruido del agua, saber que estaba desnuda, húmeda y cálida, había sido una tenta­ción imposible de resistir.
Se movió dentro de ella, buscando el éxtasis al que se había acostumbrado a lo largo de la no­che. Enterró el rostro en la curva de su cuello y se entregó a ella, tomando todo lo que podía ofrecerle.


Una hora después estaban en la cama, desayu­nando. Envueltos en los gruesos albornoces del hotel, compartían fresas, tortitas y café caliente.
-¿Cuándo llega tu primer cliente? -preguntó Demi, mordiendo una fresa, recién llegada del invernadero del hotel.
-Dentro de una hora.
-Probablemente eso sea lo mejor, ¿eh?
Él la miró y sólo pudo pensar que deseaba pro­bar su boca manchada de fresas. Su cuerpo se tensó, asombrándolo incluso a él. Debería estar agotado, en cambio se sentía más despierto y vivo que nunca en su vida. Ella era como una des­carga eléctrica. Hacía que su cuerpo pulsara y su sangre hirviera; no se había cansado aún, ni por asomo.


2 comentarios:

  1. Me encantaron los caps poderosa las noves y las imagenes y la aultima segun es demi y joe pero no creo sube prontico hermosis.

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