Seguidores

domingo, 26 de febrero de 2012

Jemi "цаутива де Ту Амор" Cap 1



holas mis reinas... ak les dejo el primer y segundo capi de esta nove.. jeje espero q les halla gustado el sinopsis.. jeje y espero q comenten!! :D 



Demi Lovato se encaró a su abuela para librar la batalla, sabiendo que al final perdería la guerra. Su abuela seguía invicta. Si quería algo, Margaret Mary Lovato, Maggie para sus amigas, solía encon­trar la forma de conseguirlo. Pero Demi estaba empeñada en defenderse.
-Abuela, ya no soy secretaria.
La luz del sol bailoteaba en la pequeña sala de estar. La diminuta casita de playa que Maggie Lovato había considerado su hogar más de cuarenta años, estaba llena de recuerdos, pero siempre muy ordenada. La abuela estaba sentada al sol, con el cabello gris perfectamente peinado, un vestido co­lor melocotón, medias y cómodos zapatos negros. Su rostro, surcado de arrugas, esbozó una sonrisa paciente y apoyó las manos en los brazos de su si­llón favorito. Tenía un aspecto majestuoso; esa era una de las razones por las que nadie conseguía ga­narle en una discusión.
-Ya, pero es como montar en bicicleta -contra­atacó la abuela-. Nunca se olvida.
-Se puede, si uno se esfuerza lo suficiente -re­plicó Demi con testarudez. Ella había hecho lo posible por olvidarlo. Habían pasado tres años desde que trabajó en una oficina por última vez, y no lo echaba de menos.
Siempre había odiado el trabajo de oficina. En primer lugar, estaba la sensación de estar atrapada detrás de una mesa y tener que aguantar a un jefe que espiaba lo que una hacía desde atrás. Para Demi, lo peor de ser secretaria era ser más lista que el jefe y tener que soportar que la tratara como a una idiota. Reprimió un pinchazo de dolor. Su úl­timo jefe, Wilmer Valderrama, había dicho que la que­ría, que la necesitaba; eso sólo duró hasta que, tras un fulminante ascenso, se sintió tan importante que la devolvió a la agencia de secretarias tempo­rales.
No estaba dispuesta a que volvieran a utilizarla y desecharla. Había conseguido escapar y no re­gresaría, ni siquiera temporalmente.
-Paparruchas.
-¿Paparruchas? -repitió Demi riendo.
-No es como si te estuviera pidiendo que te lan­zaras al fondo de un abismo.
-Se parece mucho.
-Sólo te pido que ayudes a Joe durante dos se­manas. Su secretaria está de baja por maternidad y...
-De ninguna manera, abuela -negó con la ca­beza y dio un paso hacia atrás. Volver a una oficina sería un retroceso, una visita a un pasado que pre­fería olvidar.
Maggie ni siquiera parpadeó. Simplemente miró a Demi con sus ojos verde esmeralda y es­peró. Y siguió esperando. Demi plegó velas; nunca había sido capaz de resistir ese truco del si­lencio.
-Vamos, abuela. Son mis vacaciones.
-Tus vacaciones están canceladas.
Era cierto. Miley, su mejor amiga, y ella habían pensado pasar dos semanas en México. Pero Miley había desaparecido de repente con su novio de toda la vida, dejándole un mensaje telefónico pi­diendo disculpas. Demi se encontraba con el pa­saporte en la mano y ninguna gana de ir a una fan­tástica playa ella sola.
Se sentía frustrada, porque había pasado mu­cho tiempo organizándolo todo para que su flo­ristería siguiera funcionando en su ausencia. Ha­bía adiestrado y dado todo tipo de indicaciones a su personal para permitirse dos merecidas sema­nas de vacaciones. Octubre era el mejor mo­mento para ella. Era una época de poco trabajo para las floristerías; más adelante, no tendría un momento libre hasta después del día de los ena­morados.
-El viaje está cancelado. Sigo teniendo mis dos semanas -dijo Demi con angustia; casi sentía cómo el tiempo se escurría entre sus manos.
-Y nada que hacer -apuntó su abuela.
Volvía a tener razón, su abuela la conocía dema­siado bien. Probablemente se volvería loca sin nada en lo que ocupar el tiempo, pero estaba dis­puesta a arriesgarse.
-Oye, nunca se sabe. Quizá aprenda a disfrutar de no hacer nada.
-No, tú no, cariño -Maggie soltó una risita-. Nunca has sabido quedarte sentada sin echar a co­rrer.
-Entonces quizá sea hora de que me tranqui­lice un poco -Demi comenzó a pasear nerviosa­mente por la habitación-. Podría leer. O ir al cine. O sentarme en la playa a ver las olas.
-No aguantarías ni veinticuatro horas -Maggie hizo un gesto de rechazo con la mano.
-Joe Jonas es un pesado, abuela, y lo sabes -dijo Demi, tratando de aplacar a su abuela pero sin rendirse.
-Sólo lo dices porque solía tomarte el pelo. -No lo dudes –Demi asintió con la cabeza-. Siempre que venía a recoger a Selena para salir, me atormentaba. Solía enfurecerme.
-Eras una niña pequeña y él era el novio de tu hermana mayor. Se suponía que debía tomarte el pelo. Era su función.
-Ya, ya.
-Su abuela es una vieja amiga, a la que quiero mucho -Maggie entrecerró los agudos ojos verdes. -Fantástico -interrumpió Demi-. Entonces iré a ayudarla a ella.
-Buen intento, pero Loretta no necesita una se­cretaria. Quien la necesita es su nieto.
-¿A qué se dedica? -Demi se dejó caer en un si­llón-. Con lo malvado que era conmigo, supongo que debe ser el cerebro de algún grupo criminal.
-Asesor financiero -Maggie alzó la mano y se colocó un rizo-. Y, según Loretta, le va muy bien.
-Es su abuela, la pobre se engaña -replicó Demi sin inmutarse.
-Demi.
-Bueno. Así que es rico. ¿Va por la quinta es­posa?
-Eres muy curiosa, ¿no? -Es un defecto trágico.
-Una ex esposa, sin hijos -Maggie se esforzó por no reír-. Por lo visto la mujer era una barra­cuda.
-Ni siquiera una barracuda puede enfrentarse a un gran tiburón blanco -Demi odiaba admitir que sentía cierta compasión por un tipo al que no había visto en años, pero los divorcios nunca eran agradables. Aunque no lo sabía por experiencia propia: para divorciarse había que casarse antes. Su único compromiso había terminado, a Dios gracias, antes de llegar al altar.
-De verdad, Demi -recriminó su abuela-, ha­ces que el hombre suene odioso -frunció el ceño-. Es el nieto de una amiga muy querida.
El sólido cepo de acero del remordimiento em­pezaba a cerrarse. Demi sentía las frías y afiladas garras clavarse en su piel. Intentó resistirse.
-Yo tampoco le caía bien a Joe, ya lo sabes.
-No seas tonta.
-Seguramente no le gustaría que lo ayudara.
-Loretta dice que está muy agradecido por tu oferta.
-¿Ya lo sabe? -a Demi casi se le salieron los ojos de las órbitas. El libre albedrío de los demás no existía para su abuela.
-Bueno, algo tenía que decirle, ¿no crees?
-¿Y lo primero que se te ocurrió fue ofrecerme como voluntaria? -su única familia se había re­vuelto contra ella como una serpiente.
-Eres una buena chica, Demi. No creía que te importase.
-Joe Jonas -masculló ella, sacudiendo la ca­beza. Hacía seis años que no lo veía, desde el fune­ral de su abuelo. Seis años era mucho tiempo, pero no el suficiente. Verlo con un traje de nego­cios no había borrado sus verdaderos recuerdos de él. Lo recordaba como un bravucón que se ha­bía burlado de una niña de once años que, en cierto modo, estaba medio enamorada de él. De ninguna manera iba a trabajar para él. En abso­luto-. No pienso hacerlo.
Maggie Lovato apoyó los codos en los brazos del sillón tapizado con tela de flores y curvó los dedos. Inclinó la cabeza hacia un lado y miró a su nieta.
-Cuando tenías diez años, rompiste la taza de porcelana de la tatarabuela O'Hara.
-Oh, Dios... -Demi se dijo «corre, corre y no dejes de correr».
-Creo recordar que dijiste algo del estilo de «Lo siento mucho, abuela. Haré cualquier cosa para compensarte. Lo que sea».
-Tenía diez años -protestó Demi, buscando desesperadamente un escape-. Eso fue hace dieci­siete años.
Maggie soltó un suspiro dramático y se puso una mano sobre el corazón, como si le doliera. -Ya, así que las promesas que se hacen en esta casa tienen un límite de tiempo, ¿no?
-No, pero... -el cepo se cerró un poco más. A Demi empezaba a costarle respirar.
-Era la última taza del juego que mi abuela trajo consigo del viejo continente.
-Abuela... -el frío acerado del remordimiento la rodeó, las garras del cepo estaban a punto de cerrarse.
-Su abuela le regaló ese juego como regalo de bodas -la anciana puso los ojos en blanco-. Para que pudiera traerlo desde County Mayo, un pe­dazo del viejo mundo. Y lo aceptó con amor, sa­biendo que no volverían a verse en esta vida.
-Lo sé, pero... -si su abuela empezaba a con­tarle lo de la bodega del barco, otra vez, todo es­taba perdido.
-Mantuvo esas tazas a salvo en el barco. No fue fácil. Viajaba en la bodega, sabes y...
-Me rindo -Demi alzó las manos. Por mucho que quisiera evitar trabajar para Joe, la había atrapado y lo sabía-. Lo haré. Trabajaré para él, pero sólo dos semanas. Ni un día más.
-Fantástico, cariño -Maggie llevó la mano a la taza de té que tenía al lado-. Preséntate mañana a las ocho. Le dije a Joe que te esperase a esa hora.
-Sabías desde el principio que lo haría, ¿no?
La abuela sonrió.



No hay comentarios:

Publicar un comentario