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miércoles, 30 de marzo de 2011

NILEY ♥"En tu kma o en la mia?"♥ Cap 10


Holaa chicas ak esta el 10º cap q es bastante larguitoo espero q les gustee... es el q esperaban.. jeje y por fin se dejaron llevar x lo q sienten Nick y Miley... je bue espero q comenten las quierooo  un beso y disfruten q esta buenisimooo bye :P


 — ¿Adónde vamos?
Nick la miró de reojo y sonrió. Después del incierto comienzo de esa mañana, se preguntaba si Miley y él estaban condenados a revivir continuamente el pasado.
Habían sido muy buenos amigos y juntos habían hecho de todo: pescar, nadar, trepar a los árboles… Pero cuando empezaron a verse como algo más que simples colegas, la relación se fue haciendo cada vez más tensa y difícil, y con frecuencia se enzarzaban en una lucha de voluntades enfrentadas en la que cada uno intentaba dominar al otro.
Miley se había valido de su férrea determinación para triunfar en una profesión extremadamente competitiva. En cambio, él había interiorizado la confianza absoluta que Miley tenía en él y la había empleado para levantar su propio negocio desde cero.
Nunca le había dado las gracias por ser tan buena amiga. Pero tampoco quería hacerlo ahora. Quería que Miley lo viese como algo más que un amigo. Quería volver a aquel lugar y aquel día, justo antes de que las hormonas juveniles hubieran empezado a desatarse. Tal vez entonces podrían moverse en otra dirección.
—Al menos me gustaría saber qué es eso que vas a enseñarme.
—Es una sorpresa —respondió él—. ¿Siempre eres tan impaciente? ¿O acaso odias las sorpresas?
—Las dos cosas.
—Tienes que aprender a relajarte. Ya no estás en la ciudad. Respira hondo y disfruta de este día tan bonito.
El teléfono de Miley empezó a sonar y ella lo sacó del bolso. Pero antes de que pudiera contestar, Nick se lo arrebató de las manos.
—Puedes hablar con ellos más tarde —dijo, echándole un rápido vistazo al identificador de llamada.
—Tengo responsabilidades —protestó ella, recuperando el teléfono—. ¿No tienes móvil? ¿La gente de tu oficina no tiene que hablar contigo?
—No tienen mi número. No quiero que nadie me llame, así que no lo facilito. Cuando me marcho de la oficina, me olvido por completo del trabajo. Cualquier problema que surja en mi ausencia puede esperar, o puede ser resuelto por ellos mismos. No soy tan importante, ni tengo todas las respuestas. ¿Tú sí?
Miley frunció el ceño, como si la pregunta la hubiera sorprendido.
—Pues claro. Así es como se asciende. Teniendo todas las respuestas.
—Quizá deberías confiar un poco más en la gente con la que trabajas. De lo contrario, acabarás volviéndote loca.
Nick sabía por experiencia que era mejor tomarse el trabajo con calma. Cuando abrió su estudio de arquitectura en Chicago se pasó noches y más noches en vela, acosado por la angustia y los temores sobre su futuro profesional. Pero entonces, cuando se convenció de que no iba a quebrar, dejó de preocuparse. No quería ser multimillonario ni aparecer en la portada de las revistas más prestigiosas de arquitectura. No iba a ser el siguiente I.M. Pei. Haría bien su trabajo, tendría una vida decente y sus clientes quedarían satisfechos. Y con eso bastaba.
—Trabajo mejor cuando estoy bajo presión —dijo Miley, abriendo el móvil—. Dame tu número. Quizá tenga que llamarte por alguna emergencia.
—Te lo daré sólo si me prometes usarlo —dijo él.
— ¿Para qué? ¿Para un apaño sexual?
—Tal vez. O cuando hayas bebido más de la cuenta. O cuando te quedes atrapada en un banco de nieve a un lado de la carretera.
Metió la mano en su bolsillo y sacó su móvil para dárselo a Miley.
—Graba tu número en el mío. Quizá sea yo el que tenga que llamarte por alguna emergencia.
Examinó atentamente el lateral de East Shore Road, buscando el desgastado letrero de madera que colgaba de un viejo arce. Havenwoods. Al verlo, giró bruscamente hacia el camino nevado que entraba en el bosque.
— ¿Qué haces? —Preguntó Miley—. En el cartel decía que es una propiedad privada. No deberíamos entrar.
—Tranquilízate. El dueño apenas pisa este lugar en invierno. Hace mucho que nadie viene por aquí.
Miley guardó silencio y Nick giró la cabeza para mirarla.
—No pasará nada. Te lo prometo.
Siguieron avanzando entre los árboles y finalmente llegaron a un claro. Una vieja cabaña de troncos dominaba la pendiente que bajaba hasta el lago. Tenía tres chimeneas y estaba rodeada por un porche destartalado con pilares de piedra.
Cada vez que la veía, Nick se maravillaba que fuera finalmente suya.
—Oh, Dios mío —murmuró Miley—. Es la Fortaleza —miró a Nick con una amplia sonrisa—. Hacía años que no estaba aquí. Tiene el mismo aspecto de siempre —frunció el ceño—. Pero más pequeña.
—Se llamaba Havenwoods —dijo él—. Fue una de las primeras casas de verano que se construyeron en el lago, cuando North Lake no era más que un lugar de pescadores en medio del bosque. La construyó en 1865 un magnate de los ferrocarriles de Chicago, quien poseía el lago y todos los alrededores. Fue diseñada por William West Durant, el primero en construir al estilo rústico de los Adirondacks.

—Alguien está en casa —observó ella—. Las luces del porche están encendidas a plena luz del día.
Él sacudió la cabeza.
—La iluminación se activa por un censor en el camino de entrada. Si te acercas a la cabaña desde el lago, las luces no se encienden —apagó el motor del coche—. ¿Quieres entrar?
De niños, solían atravesar el lago en barca. La amarraban al muelle de madera podrida y se dedicaban a explorar hasta el último palmo del bosque. Se habían pasado muchos días de lluvia en la cabaña, entrando por una ventana que tenía el pestillo roto.
—No podemos entrar. Sería allanamiento de morada.
—Antes lo hacíamos. A nadie le importará —dijo Nick—. Y además sé dónde está la llave, así que no tendremos que forzar la entrada —se bajó del todoterreno y rodeó el vehículo para ayudar a salir a Miley—. Si Linley nos pilla, sólo tendrás que dedicarle una sonrisa para evitar que nos arreste.
Miley tenía la mirada fija en la fachada de la cabaña.
—Me trajiste aquí cuando cumplí quince años, y me regalaste aquel collar de puntas de flecha. Lo llevé todo el año. A mis amigas del colegio les parecía espantoso, pero para mí era… bueno, algo especial.
— ¿Aún lo tienes?
—Claro que sí. Está guardado en mi armario, en Nueva York. La cinta de cuero se rompió, pero lo conservé de todas formas, junto a todo lo demás que me diste —sonrió—. Tendré que rebuscar en esa caja.
— ¿Qué más cosas guardas?
—Tonterías. Recuerdos de nuestra gran historia de amor. Hay un trozo de chicle que también me diste. Solía sacarlo de vez en cuando y tocarlo, porque sabía que había estado en tu bolsillo.
—Eso da un poco de miedo —comentó él en tono jocoso.
—Lo sé. Era una joven ingenua e impresionable. Todo significaba algo.
Subieron los escalones nevados y Miley se acercó a la ventana para escudriñar el interior.
—Parece igual que siempre.
Nick caminó hasta la segunda hilera de ventanas, se agachó y apartó una piedra bajo el alféizar. Debajo estaban las llaves.
— ¿Cómo sabías dónde estaban?
—Estuve aquí un verano, solo, y apareció el guarda. Vi de dónde sacaba las llaves, y desde entonces, pude entrar cada vez que quería —sonrió y agarró la mano de Miley para llevarla hacia la esquina—. Mira esto. Estos troncos fueron cortados a mano para que encajaran unos con otros. Durant siempre empleaba materiales del entorno.
Abrió la puerta principal, compuesta de tres troncos, y pasó al interior. Miley se quedó atrás.
—No pasará nada. Te lo prometo.
Una vieja lámpara de astas de ciervo colgaba sobre sus cabezas. El mobiliario estaba desgastado y polvoriento, pero Nick había conseguido limpiar casi toda la suciedad provocada por las goteras del tejado y las ventanas rotas.
—Cielos —dijo Miley—. Este lugar necesita mucho trabajo. De pequeña me parecía un palacio, pero ahora veo lo que es.
—Intenta mirar más allá de la superficie —le sugirió Nick—. ¿Puedes ver lo que podría volver a ser?
—Sí que puedo —respondió ella, acercándose a un banco hecho de ramas—. Pero haría falta alguien con mucho tiempo y dinero.
—De joven venía a memorizar los detalles de esta casa, y por eso decidí convertirme en arquitecto. Quería diseñar casas como ésta. Casas de verano donde la gente pudiera relajarse y disfrutar.
Sintió cómo ella lo tomaba de la mano y entrelazaba los dedos con los suyos. Fue un gesto muy simple, pero él supo que Miley lo entendía. No estaba seguro de que nadie más lo entendiera, pero Miley sí. Y quería volver a compartirlo todo con ella.
—Vamos. Te enseñaré el resto.
No la había besado ni acariciado íntimamente, pero de repente sentía que estaban mucho más unidos. Era él quien estaba allí ahora, no el chico que Miley había conocido. Y la mujer que estaba junto a él comprendía lo que significaba.
Estuvieron vagando por la casa, y Miley asimilaba los detalles en silencio, como si estuviera perdida en los recuerdos del pasado. Las motas de polvo se arremolinaban a su alrededor a la luz que se filtraba por las ventanas. Al pasar por un haz de luz, Nick la estrechó suavemente entre sus brazos y la besó, buscando el sabor que tanto anhelaba.
—Te deseo —murmuró contra sus labios.
Miley levantó la mirada y se fijó en su boca.
—Enséñame el resto de la casa.
Recorrieron lentamente los seis dormitorios, y Nick le indicó los detalles arquitectónicos que hacían de Havenwoods un lugar tan especial. Cuando volvieron al vestíbulo, Nick estaba desesperado por besarla. Aun así esperó, confiando en que la magia de aquel lugar surtiera efecto.
La casa estaba en un estado lamentable, pero formaba parte de la historia que Miley y él compartían. Merecía un destino mejor que ser abandonada a la lluvia y la nieve o que el fuego de cualquier excursionista descuidado la redujera a cenizas.
Nick había hipotecado su futuro para comprarla, gastándose todos sus ahorros y vendiendo su deportivo para comprarse un todoterreno de segunda mano. Incluso había vendido su casa en Wicker Park para mudarse a un diminuto apartamento en un barrio de mala muerte y así poder pagar la hipoteca y los impuestos.
Apenas le quedaba dinero para las reformas, pero sentía que merecía la pena correr el riesgo. Aunque aún no le había dicho a nadie que la había comprado. Su padre se pondría hecho una furia, y su madre nunca lo entendería. Pero en Miley tenía a una fiel aliada.
—Sólo hay dos cosas que he querido de verdad en mi vida. Y ésta era una de ellas.
 — ¿Cuál era la otra? —preguntó Miley.
—A ti —respondió él con una picara sonrisa.


Nick cerró la puerta principal y devolvió la llave a su sitio, bajo la ventana. Miley lo observaba atentamente, evocando los recuerdos de su infancia. No podría contar los días que habían pasado en la Fortaleza. Había sido un lugar mágico. Un lugar para ellos solos.
Eran recuerdos muy dulces. Incluso cuando las cosas se habían puesto difíciles entre ellos, siempre había podido contar con Nick. De jóvenes habían tenido agrias discusiones, pero siempre era él quien volvía con una disculpa, con un regalo que hubiera encontrado en el bosque, con un plan para una nueva aventura o simplemente con un chiste que la hacía reír. No era difícil entender por qué había estado enamorada de Nick todos esos años. Cuando estaba con él, se sentía como la persona más especial del mundo. Y ahora volvía a sentirse igual. Entre ellos existía una sinceridad y un respeto que nunca había conocido con ningún otro hombre.
Cuando él volvió a su lado, ella le rodeó la cintura con los brazos y se puso de puntillas para darle un beso en los labios.
—Gracias.
— ¿Por qué?
—Por traerme otra vez aquí.
Nick la abrazó por la cintura y la apretó contra él. El beso fue tranquilo y suave, con su lengua acariciándola lenta y seductoramente.
Fue como si finalmente los dos comprendieran que estar juntos era inevitable. Ya no había nada que pudiera detenerlos. Miley había estado pensando durante todo el día en lo que un solo beso podía hacerle. Si un beso bastaba para derribar sus defensas por completo, ¿qué pasaría con una noche entera en la cama?
Y de repente sintió un deseo incontenible por averiguarlo. No tenía que pensar en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer, simplemente porque ya no le importaban las consecuencias. Lo único que quería era entregarse por entero a Nick.
— ¿Te gustaría que volviéramos al hotel? —le preguntó.
—Estaba pensando en bajar al lago —dijo Nick—. Hay algo más que quiero enseñarte.
—Quiero volver al hotel —insistió ella—. Contigo.
Él la miró fijamente a los ojos con una extraña expresión en el rostro, y una sonrisa curvó lentamente sus labios.
—No tenemos por qué volver allí —murmuró.
— ¿No?
Entonces Nick le hizo rodear la casa hasta la parte con vistas al lago. Desde allí se veía la pequeña construcción de troncos a unos treinta metros de la casa, conectada por una pasarela cubierta. De niños la llamaban «el Cuartel», pero en realidad era una cocina. Cuando llegaron a la puerta, Nick sacó sus llaves y abrió el candado.
— ¿Tienes tu propia llave? —le preguntó ella.
Nick empujó la puerta.
—Sí. Me resulta muy útil, teniendo en cuenta que esta propiedad es mía.
Miley ahogó una exclamación. No estaba segura de haberlo oído bien.
— ¿Esta cabaña es tuya?
—No sólo la cabaña. Todo este lugar. La casa, el terreno, el muelle carcomido y las cabañas sin techo de invitados. El mobiliario cubierto de moho y la cabeza de alce sobre la chimenea. Todo es mío.
Miley miró el interior de la pequeña cabaña. Junto a la ventana había una mesa de dibujo, y un pequeño catre frente a la chimenea. Se acercó a la mesa y miró los bocetos y planos esparcidos por la superficie. Reconoció la fachada de la cabaña principal. Todos estaban cubiertos de notas adhesivas con la letra de Nick.
Sintió que el corazón se le henchía de emoción. De repente entendía la verdadera razón de su visita. Aquél era el hogar de Nick. Y él quería contar con su aprobación.
—No puedo creer que todo esto sea tuyo —dijo—. ¿Cómo lo has conseguido?
—Estaba asistiendo a un seminario en Nueva York y decidí buscar a la dueña. Sabía su nombre por los archivos de Hacienda. Tomamos té y le dije cuanto amaba este lugar y cómo me había colado aquí de pequeño. Ella accedió a vendérmelo, con la condición de que lo volviera a convertir en lo que había sido en su infancia. Le hice una promesa y tengo intención de cumplir mi palabra. Y cuando acabe, quiere que invite a sus nietos a venir de vez en cuando.
— ¿Por qué me has traído?
—Es nuestro sitio —dijo él—. Pensé que tenías que volver a verlo. Eres mi mejor amiga y sabrías apreciarlo.
Miley se bajó lentamente la cremallera del abrigo.
—Ahora mismo no quiero ser tu amiga —dijo, dejando caer el abrigo al suelo de madera.
Él levantó las manos y le frotó los brazos a través de la camisa.
—Quizá debería encender un fuego.
Miley se sentó en el borde de la cama y vio cómo él metía papel de periódico en la chimenea de piedra. Colocó algunos troncos encima y encendió una cerilla. Los dos contemplaron cómo prendían las llamas en la leña seca.
—¿Te quedas aquí a menudo? —preguntó ella.
—Siempre que vengo de la ciudad —respondió él—. Es más difícil en verano, ya que mis padres están en el pueblo y tengo que quedarme con ellos. Pero en invierno nadie sabe que estoy aquí. Trabajo en las reformas de la casa y en mis otros proyectos.
—Estoy acostumbrada a tener a mucha gente alrededor —dijo ella—. No sé cómo puedes trabajar con este silencio.
—A veces el silencio es muy agradable —repuso él, inclinándose para besarla.
Ella alargó las manos hacia los botones de su camisa y Nick soltó un gemido ahogado. Le presionó la mano contra el pecho y sintió los latidos de su corazón. Le costaba respirar, como si la anticipación la dejara sin aire.
— ¿Estás segura de que quieres hacerlo aquí? —le preguntó él—. Me temo que las condiciones no son las mejores.
—Es perfecto —dijo ella. Siempre había soñado en que fuese de aquella manera con Nick. En algún lugar secreto donde nadie pudiera encontrarlos, en el asiento trasero de su viejo Cutlass o en una playa desierta en mitad de la noche.
Nick sacó su cartera del bolsillo de los vaqueros y extrajo un preservativo.
—Supongo que vamos a necesitar esto.
— ¿Estás nervioso? —le preguntó Miley. Lo agarró por la pechera del abrigo y tiró de él hacia ella.
—No —respondió con una sonrisa—. Bueno, tal vez un poco… Dios, me siento como si estuviéramos en el instituto y ésta fuera mi primera vez.
—Lo sé… Yo siento lo mismo —admitió ella. Le quitó el abrigo y lo arrojó a un lado de la cama—. Eso lo hace más emocionante, ¿no crees?
Se puso de rodillas y se quitó la camisa, dejándola caer sobre el abrigo de Nick. Él le frotó el pezón con el pulgar, endureciéndolo bajo la tela del sujetador.
—Cariño… estar desnudo contigo será tan emocionante como si lo hiciéramos en medio de Main Street, con todo el pueblo mirando.
Se arrancaron mutuamente el resto de la ropa, recorriendo con manos frenéticas cada palmo de piel expuesta. El aire aún era frío en el interior de la cabaña y a Miley se le puso la carne de gallina. Pero el tacto de Nick la excitaba tanto que temblaba con cada caricia. Se sentía invadida por el deseo, los nervios y una excitación incontenible.
Cuando estuvieron en ropa interior, se detuvieron y se miraron el uno al otro. Miley soltó una risita.
— ¿Y ahora qué?
—Soy virgen —bromeó él—. Quizá deberías enseñarme lo que hay que hacer.
Miley le acarició el labio con un dedo. Nick le estaba dejando el control de la situación. Años atrás había intentado seducirlo, sin éxito. Esa vez, estaba segura de conseguirlo.
Deslizó las manos por su cuerpo, metió los dedos por el elástico de los calzoncillos y se los bajó de un tirón. A continuación, se ocupó rápidamente de su propia ropa interior. El cuerpo de Nick irradiaba un calor más intenso que las llamas de la chimenea. La apretó contra él y el calor fundió ambos cuerpos en uno solo.
Tendida sobre él, Miley se deleitó con la sensación de estar desnudos y abrazados mientras él le acariciaba la espalda y las caderas. Podía sentir su deseo masculino entre ellos, duro y ardiente. Le habría gustado proceder con calma y saborear cada momento. Pero la impaciencia la apremiaba. Había esperado demasiado tiempo, y ahora que había tomado la decisión, no habría nada que pudiera detenerla. Se retiró y empezó a besarlo en el pecho, descendiendo hasta el vello del vientre. Miley conocía bien el poder que tenían sobre ella las caricias de Nick. Ahora quería comprobar el poder que tenía ella sobre él. Lo acarició lentamente y le rodeó el miembro con los dedos. Él cerró los ojos y soltó un jadeo entrecortado. Se arqueó hacia ella, y cuando Miley levantó la mirada, vio que tenía los ojos abiertos y que observaba todos sus movimientos.
—No creo que mi primera vez fuera tan deliciosa.
Miley sonrió, se agachó y se metió el miembro en la boca. Nick dio un respingo, como si su cuerpo hubiera sido sacudido por una descarga eléctrica.
— ¿Lo estoy haciendo bien? —bromeó ella, sonriéndole.
—Oh, sí… Muy bien…
Miley continuó acariciándolo con la lengua y los labios, atenta a sus reacciones para llevarlo hasta el límite una y otra vez. Y cuando sospechó que no duraría mucho más, se colocó sobre él hasta situar el miembro hinchado entre sus piernas.
Empezó a frotarse contra su erección, provocándose oleadas de placer por todo el cuerpo. En el pasado, el sexo no le había reportado más que amargas decepciones. Nunca había sentido la clase de pasión que quería sentir, y que sabía que podía sentir.
Pero esa vez era diferente. Miley sentía que podía cerrar los ojos y abandonarse al placer. Estaba muy cerca del orgasmo, y eso que Nick ni siquiera la había tocado. Un impulso la acució a actuar, a buscar algo que nunca había experimentado y que sin embargo siempre había querido. Le quitó a Nick el preservativo de la mano y rasgó el envoltorio.
—Espera —murmuró él—. Despacio…
—Llevo esperando seis años —dijo ella—. No puedo esperar más —desenrolló el látex en el miembro y se sentó a horcajadas sobre sus caderas hasta sentir el extremo de su sexo. Entonces, con un hondo suspiro, descendió sobre él.
La sensación de estar colmada por Nick fue como una revelación celestial, perfecta, maravillosamente íntima. Estaban más unidos de lo que nunca habían estado antes, pero todo parecía deliciosamente natural, como si sus cuerpos estuvieran hechos el uno para el otro.
Nick empezó a moverse dentro de ella, mirándola fijamente a los ojos y con las manos entrelazadas. Miley se inclinó hacia delante y le pasó la lengua por los labios, y él levantó la cabeza para devorarla con una pasión desesperada, comunicándole su deseo sin necesidad de palabras.
Era sexo, pero también algo más. Era pasión, instinto, una necesidad que los había consumido durante años. Era el pasado y el presente. Eran los dos ahogándose en un mundo de placer. Ahora comprendía por qué no había ocurrido años atrás. Ninguno de los dos había estado preparado para la intensidad de su unión.
Nick metió la mano entre ellos para tocarla, pero ella se la agarró y la sujetó a su costado. Estaba a un suspiro del orgasmo, y una mera caricia de Nick bastaría para hacerla explotar. En vez de eso incrementó el ritmo, meciéndose más y más rápido y sintiendo cómo aumentaba la tensión en su interior. Era casi imposible contenerla, pero sabía que, si esperaba un poco más, todo sería mucho más intenso. Quería llegar al orgasmo, pero también quería que fuese la liberación más poderosa que jamás hubiera experimentado.
Pero Nick no quería seguir interpretando un papel pasivo. Se incorporó y se rodeó la cintura con las piernas de Miley. Y cuando empezó a moverse de nuevo, ella supo que estaba perdida. Cada embestida, cada roce, era una tortura exquisita.
Sintió que alcanzaba el éxtasis, tan cercano que casi podía tocarlo. Y finalmente lo experimentó como una cascada de sensaciones incomparables. Gritó de placer mientras su cuerpo reaccionaba descontroladamente, sacudido por un espasmo tras otro.
Y entonces, de repente, Nick presionó la cara entre sus pechos, aferró las manos a sus hombros y la acompañó en el orgasmo hasta vaciarse por completo.
Cuando las convulsiones cesaron, los dos se derrumbaron a la vez y Nick la tomó en sus brazos. Todo había pasado muy deprisa, pero Miley se sentía completa y exhausta. Sus músculos, tan tensos unos segundos antes, estaban lacios y flácidos.
—Oh, Dios mío —murmuró.
— ¿Por qué hemos esperado tanto tiempo? —preguntó él, dándole un beso bajo la oreja.
—Hace seis años no habría sido tan especial.
—No me refiero a entonces. Me refiero a los dos últimos días —le pasó la mano por el pelo enmarañado y la miró a los ojos—. Esto lo cambia todo.
Miley frunció el ceño.
— ¿Por qué lo dices?
— ¿Cómo se supone que voy a estar ahora cerca de ti? ¿Cómo voy a contenerme para no tocarte y besarte? Quiero estar contigo esta noche. Y mañana por la noche. Todo el tiempo que tú me desees.
—Entonces, ¿esto no es una aventura de una sola noche?
—No —dijo él, sacudiendo la cabeza—. Nada de eso. No puedes resistirte a mí.
—Y tú no puedes resistirte a mí —replicó ella con una sonrisa de satisfacción.
— ¿Por qué iba a intentarlo?
Miley se acurrucó contra su cuerpo fuerte y cálido.
—Podemos quedarnos aquí esta noche. Conozco al dueño… —lo besó en el pecho y suspiró.
—Nadie nos está esperando —dijo Nick.
—Salvo Demi. Pero puede esperar —se apoyó en el codo y le apartó un mechón de pelo de la frente—. ¿Podríamos hacerlo otra vez?
—Desde luego —respondió él, pero entonces maldijo en voz baja—. No. Sólo tenía un preservativo.
—Hay otras cosas que podemos hacer —sugirió ella.
— ¿En serio? Siempre me ha encantado tu afán aventurero.
La agarró por la cintura y tiró de ella hacia él para besarla. Miley se abandonó de nuevo a las sensaciones. Había muchas cosas que nunca había probado en la cama. Pero todas sus inhibiciones se disolvían en cuanto Nick la tocaba. Con él no se sentía vulnerable, sino poderosa. No tenía que preocuparse de lo que él quisiera o necesitara, porque él sólo quería darle placer. Podía disfrutar de su cuerpo sin sacrificar una parte de sí misma.
Primero habían sido amigos y ahora eran amantes. No había vuelta atrás.


—No, no te vayas —dijo Nick, tirando de ella otra vez—. Aún no. Quédate un poco más.
Miley lo miró por encima del hombro, arropado en la cama del cobertizo.
Oficialmente eran amantes desde las últimas veinticuatro horas, y cada vez era más difícil escabullirse sin levantar sospechas. Después de la cena en casa de los Cyrus, Miley se había inventado una excusa ridícula, alegando que tenía que preparar los brindis para la boda. Bajaron al cobertizo de las barcas, y en cuanto la puerta se cerró tras ellos, empezaron a arrancarse la ropa frenéticamente mientras avanzaban con dificultad hacia la cama.
Habían pasado la noche anterior en la habitación de Miley en el hotel, y Nick había vuelto al cobertizo con las primeras luces del alba, antes de que nadie se percatara de su ausencia. Eran adultos, pero había momentos en los que Nick se sentía como si fueran adolescentes.
— ¿No te parece extraño?
— ¿El qué? —preguntó ella mientras seguía vistiéndose.
—Somos dos personas adultas, lo que estamos haciendo es perfectamente legal, y tenemos una gran variedad de lugares para elegir. No nos debería preocupar que nos sorprendieran.
—Sólo serviría para complicar las cosas —dijo Miley—. Provocaría muchas preguntas y expectativas. Quiero que esto sea algo entre tú y yo, sin que nuestras familias intervengan para nada. ¿De acuerdo?
Nick asintió.
—Entonces, ¿quieres que me cuele en tu cama esta noche?
Miley agarró su abrigo, sacó una llave del bolsillo y la hizo oscilar frente al rostro de Nick.
—Te he hecho una copia. Pero ten cuidado de que Demi no te vea entrar. Se acuesta muy temprano, así que puedes venir en cuanto puedas escabullirte —le dio un rápido beso y se puso las botas—. ¿Estás de acuerdo con nuestro plan?
Habían ideado una estrategia para poner a prueba el compromiso de Joe y Demi. Habían discutido todos los problemas y dificultades que una pareja se encontraba en el camino al amor eterno, y habían trazado una carrera de obstáculos para la joven pareja.
—La Operación Antiboda está en marcha.
—Recuerda que nuestra intención no es acabar con su boda —dijo Miley—. Simplemente vamos a comprobar hasta dónde llegan sus sentimientos… Lo mismo que haría cualquier consejero matrimonial.
—Salvo que no tenemos titulación profesional ni experiencia práctica en asuntos matrimoniales.
—No. Pero sí tenemos experiencia en las relaciones —dijo Miley—. Y eso debería servir para algo —se sentó en el borde de la cama, completamente vestida con la ropa de abrigo—. Mañana por la noche llevaré a Demi a Tyler's. Está lleno de solteros con los que bailar, y me aseguraré de que tome unas cuantas copas de más.
—Y yo me llevaré a Joe a buscar un poco de diversión. Hay un club de striptease en la interestatal. Pensaba llevarlo allí.
Miley abrió los ojos como platos.
— ¿En serio? ¿Es uno de esos clubes donde se quitan toda la ropa?
—Casi toda la ropa —dijo Nick—. Chicas bailando en un poste con billetes de un dólar en los tangas.
— ¿Has estado allí otras veces?
Nick sacudió la cabeza.
—No, pero he oído hablar del local. Frankie y unos amigos de la universidad fueron allí. ¿Te molesta que esté mirando a mujeres desnudas?
—Claro que no.
—Porque a mí sí me molestaría que estuvieras mirando a hombres desnudos.
—Tal vez debería buscar un club de striptease masculino para ir con Demi. Tiene que haber uno en alguna parte.
—Sólo hay un cuerpo que yo quiera ver desnudo —dijo él—. Y es el tuyo. No tienes de qué preocuparte. Después de lo que hemos hecho, ni cien mujeres desnudas podrían excitarme.
—Buena respuesta —dijo ella. Se tumbó sobre él y lo besó en la boca—. Lo verás más tarde…
—Cuento con ello.
Miley se dirigió hacia la puerta y le dedicó una sonrisa antes de salir. Nick escuchó sus pisadas en los escalones y se levantó de la cama, envolviéndose con el edredón, para mirar a través de la cortina cómo Miley atravesaba el césped nevado hacia la casa de los Cyrus.
El cobertizo era un refugio muy agradable y acogedor. La calefacción estaba encendida durante todo el día, la madre de Nick le había dado un edredón nórdico y Frankie había abierto la llave de paso para que pudiera usarse el cuarto de baño. Las comodidades eran casi perfectas, y además tenían una intimidad casi total.
Nick volvió a la cama y cerró los ojos. Había hecho el amor con muchas mujeres, y en todas había buscado aquella conexión especial, aquella chispa que le dijera que había encontrado a la mujer adecuada. En las últimas veinticuatro horas se había dado cuenta de que esa conexión existía con Miley. Quizá siempre hubiera existido entre ellos.
Pero ¿qué significaba eso? Vivían en mundos diferentes. Nick quería creer que el amor podía con todo, pero era realista y sabía en qué consistía una relación. Miley había dejado muy claro que su aventura acabaría en cuanto ella volviese a Nueva York, y aunque él estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su poder para convencerla, tenía que prepararse para que todo acabara al final de la semana

NILEY ♥"En tu kma o en la mia?"♥ Cap 9


Hola chicaas ak les dejo el 9º cap espero que les guste y en un ratito maas subire otro cap .. x an pasado unos dias esperando, las quiero muuuchooo :) un besoo ;P



—Sé que no puedo sacar mi coche de la nieve sin ti —replicó ella.
Él dio un paso atrás y volvió a examinar la situación. Pero en ese momento apareció un coche de policía, que se detuvo al otro lado de la carretera. Un agente salió del vehículo y se dirigió hacia ellos.
—Me pareció que eras tú —dijo—. ¿Qué pasa, Miley?
—Hola, Cody —lo saludó Miley con un gesto amistoso.
—Si me dices que has tenido un accidente mientras hablabas por el móvil, sabes que tendré que arrestarte.
—No estoy acostumbrada a conducir en estas condiciones. Patiné en la curva y acabé en el banco de nieve.
—Tengo una cadena en el coche. Servirá para sacar tu vehículo.
Nick vio cómo Miley le dedicaba una sonrisa encantadora al agente.
— ¿De verdad? Eso sería fantástico.
—Mi trabajo es servir al ciudadano —repuso él con una sonrisa torcida. Miró a Nick y asintió—. Puedes irte, amigo. Yo ayudaré a la señorita.
Miley se volvió hacia Nick.
—Eso nos hará ganar tiempo. Hemos tenido mucha suerte de que aparezca, ¿verdad?
Nick sintió una punzada de celos. Su reacción lo sorprendió. Recordaba haber sentido lo mismo cuando eran jóvenes y ella se fijaba en otros chicos. Pero había creído que aquella emoción estaba superada.
— ¿Os conocéis?
—Es Cody Linley. ¿No te acuerdas? Trabajaba en el puerto deportivo y vivía en el pueblo. Ahora es el jefe de policía.
— ¿Ése es Cody Linley? —de joven, Linley se consideraba a sí mismo como el Casanova del instituto. Las chicas caían rendidas a sus pies, y, según se rumoreaba, él las iba escogiendo, seduciendo y olvidándose de ellas para seguir con nuevas conquistas. Los chicos bromeaban diciéndole que tendría que buscarse un segundo trabajo para poder pagar todos los preservativos que usaba.
—Sí, lo recuerdo.
—Me detuvo la noche en que llegué al pueblo. Estaba hablando por mi móvil, pero me dejó marchar con una advertencia.
—No puedes salir con él —dijo Nick.
Miley ahogó un gemido.
—No me ha pedido que salga con él.
—Pero lo hará. Lo sé por la expresión de sus ojos. No puedes salir con él. Juega con las mujeres a su antojo.
—Siempre me decías con quién podía y no podía salir, y normalmente te hacía caso. Pero ahora soy una mujer adulta y puedo ocuparme de mí misma.
—Eso lo dices porque eres demasiado ingenua para saber lo que los hombres quieren realmente.
—No me extraña que llegara virgen a la universidad. Estaba empezando a desarrollar un complejo… Pero ahora sé exactamente lo que quieres. He aprendido unas cuantas cosas —sacudió la cabeza—. Primero intentas llevarme a la cama, y un segundo después te comportas como mi hermano mayor. ¿Cómo no voy a estar confundida?
—No quiero ser tu hermano mayor —dijo Nick.
—Entonces deja de decirme lo que tengo que hacer.
Dios, qué testaruda podía llegar a ser… ¿Sería así con todos los hombres o sólo con él?
—Bien, entonces no me necesitas ni a mí ni mis consejos. El agente Cody puede ocuparse de tus necesidades… automovilísticas y de cualquier otro tipo.
— ¿Qué es esto? —preguntó Miley, mirándolo fijamente—. ¿Estás celoso?
La acusación le dolió, especialmente porque era cierta. Volvió a la carretera y Miley lo siguió, pero tropezó con el montón de nieve que los quitanieves habían acumulado. Nick la agarró por la cintura para ayudarla a salir y le quitó la nieve de los pantalones.
—Tengo que ir a probarme el esmoquin. Te veré después. Que tengas suerte con Demi.
—Nick, no…
—Te veré después —repitió él. Se subió a su coche y se alejó en dirección al pueblo. Había momentos en los que se preguntaba qué le resultaba tan fascinante en Miley Cyrus. Parecía que se esforzaba expresamente por sacarlo de sus casillas. Si por un instante sospechaba que él le estaba dando órdenes, se plantaba en su sitio y se negaba a moverse.
Pero él no quería comportarse como su hermano mayor. De ninguna manera. Sus intereses eran mucho más carnales. Veía a Miley como una mujer hermosa, sexy y muy apetecible. Y quería que ella lo viese como un hombre, no como el muchacho que la volvía loca verano tras verano.
¿Cómo podía alterar la dinámica de una relación que parecía estancada? ¿Cómo podía hacerle ver que estarían muy bien juntos? No quería que Miley olvidara el pasado. Gracias a ello las cosas eran tan fáciles entre los dos. Lo que quería era hacerle ver que ya no eran unos crios.
Las cosas habían cambiado. Él había cambiado. Y estaba preparado para darle todo lo que ella había deseado seis años antes. Sólo que ahora podía darle más que una única noche de sexo mediocre y promesas vacías.
Esa vez podía ser un comienzo.
— ¿Adónde va con tanta prisa?
Miley vio cómo el coche de Nick se alejaba rápidamente por la carretera nevada.
—Tiene una cita en el pueblo.
—Conduce demasiado rápido para este tiempo —dijo Cody con el ceño fruncido—. Tendrá suerte si no voy tras él y le pongo una multa —rodeó el coche de Miley y enganchó la cadena a una chapa bajo el parachoques trasero—. ¿Él y tú estáis…?
— ¿Juntos? No. Sólo somos… amigos.
— ¿Sabes? Una vez me amenazó con partirme la cara si hacía algo más que besarte en nuestra cita.
—Supongo que no te dejaste intimidar.
Cody sonrió.
—Vamos, sabía por qué saliste conmigo. No hacía falta ser muy listo para ver lo que había entre vosotros. Él me lo dejó muy claro.
—No —dijo Miley—. No había nada entre nosotros. Era como un hermano mayor, nada más.
—Yo creo que no —dijo Cody mientras volvía a su coche—. Estoy convencido de que estaba enamorado de ti.
Miley se quedó atónita por la revelación de Cody. ¿Cómo podía haber sacado esa conclusión por una simple advertencia? Nick había admitido lo mismo, cierto, pero ella creía que sólo estaba bromeando. ¿Y si sus sentimientos por ella fueran mucho más profundos de lo que había sospechado?
Cody  enganchó el otro extremo de la cadena a su coche y la tensó lentamente. Un momento después, el coche de Miley empezó a moverse poco a poco hacia la carretera.
— ¡Excelente! —gritó ella.
Cody volvió a salir de su coche y se acercó al sedán para examinar el morro.
—Parece que no ha sufrido daños.
—Gracias —dijo ella. Se dispuso a abrir la puerta, pero Cody se le adelantó rápidamente—. He sido muy afortunada por haberte encontrado.
—Escucha, hay un grupo de música que toca mañana por la noche en Tyler’s. Podríamos cenar algo y luego ir allí… en caso de que no tengas ningún compromiso familiar. Y te prometo que no intentaré propasarme contigo.
Miley dudó. Entre Cody y ella no prendía la menor chispa, y no quería darle vanas esperanzas. Además, si lo que quería eran chispas, tenía fuegos artificiales con Nick.
—Me gustaría pasar algo más de tiempo con mi hermana.
—Sí, he oído que va a casarse. Tu madre me lo dijo cuando la vi ayer en el pueblo. Eso sí que es una sorpresa. La pequeña Demi Cyrus y Joe Jonas. Cuesta creer que sean lo bastante mayores para casarse.
—Tal vez Demi y yo nos pasemos por Tyler's —dijo Miley. Una noche de chicas podría hacer que su hermana se replanteara el matrimonio. A Demi le quedaba mucho camino por delante, y Tyler's Roadhouse era un paraíso para chicas solteras.
—Muy bien. Te buscaré allí. Conozco al tipo de la puerta. Dile tu nombre y os dejará pasar sin cobraros entrada. Conduce con cuidado, Miley. No quiero que te metas en otro banco de nieve. Si lo haces, tendré que encerrarte en una celda.
Le abrió la puerta del coche y ella se subió. Mientras se alejaba, echó un vistazo por el espejo retrovisor. Cody Linley era un hombre muy atractivo. Y ahora que ella volvía a estar sin pareja, debería sentirse halagada de que le hubiera dedicado su atención.
Nunca le había dado mucha importancia a la química sexual, pero ahora entendía realmente lo que significaba. Entre Cody y ella no pasaba nada.
Pero cuando se acercaba a Nick, un deseo y una pasión incontenibles entraban en erupción.
Había una extraña conexión entre ellos, pero no sabía de qué se trataba. Una fuerza irresistible los arrastraba el uno hacia el otro. Y Miley se preguntaba por qué se molestaba en intentar resistirse.
Su teléfono empezó a sonar y se dispuso a sacarlo del bolso. Pero enseguida retiró la mano. Por primera vez en su vida profesional, no quería pensar en el trabajo. No quería responder ninguna pregunta absurda ni explicar las cifras de ningún informe. Sólo quería estar a solas por un día. Agarró el teléfono y lo apagó, cortando prematuramente la serenata de Mozart. Ya se ocuparía de aquel asunto más tarde. Y además, lo último que necesitaba era una multa de Cody. Tenía cosas más importantes en la cabeza.
Sus pensamientos volvieron a Nick. Lo único que la retenía era el miedo a cometer los mismos errores del pasado. ¿Y si se acostaba con Nick y era la mejor experiencia de su vida? ¿Y si se volvía a enamorar perdidamente de él?
Sus sentimientos por Nick llevaban tanto tiempo enterrado que se había olvidado de ellos. Pero en el momento de besarla habían vuelto a la superficie con más fuerza que nunca. Ella era mucho más fuerte ahora, pero Nick tenía la capacidad de hacerle olvidar la realidad.
Tomó aire profundamente. El poder que ejercía sobre ella era escalofriante, pero al mismo tiempo muy excitante y liberador. Cuando estaba con él, podía permitirse disfrutar sin más. Por primera vez desde que era una adolescente, se levantaba por la mañana con una ilusión renovada. Mientras estaba allí, con Nick, no tenía que preocuparse por los problemas laborales que la acosaban sin descanso. Podía relajarse y ser ella misma.
¿Por qué tenía que incluir a Nick en todas las decisiones que tomaba? Había estudiado en la Universidad de Nueva York porque creía que así le impresionaría. Se había dedicado al mundo de las relaciones públicas porque Nick le había dicho una vez que se le daba muy bien resolver los problemas ajenos. Y durante los últimos seis años se había convertido en una mujer fuerte porque quería demostrar que no necesitaba a Nick para ser feliz.
¿Y adónde la había llevado todo? Suspiró débilmente. De nuevo al punto de partida… persiguiendo a Nick Jonas. Sólo que esa vez era él quien la perseguía a ella, y ella tenía el control sobre lo que pasaba entre los dos… hasta que él la tocaba, naturalmente. Entonces todo saltaba por los aires.
—Ése es el problema —dijo en voz alta—. Puedo controlar mi atracción por Nick siempre y cuando no estemos cerca el uno del otro. Pero me siento tan atraída por él que no puedo guardar las distancias. Haga lo que haga, estoy condenada.


Cuando volvió al hotel, ya casi era mediodía. No había nadie en recepción, pero encontró a su hermana en una mesa del comedor. Tenía una carpeta abierta y mordisqueaba un trozo de pan mientras hojeaba las páginas.
—Tu dama de honor ha llegado —dijo Miley, sentándose frente a ella.
Su hermana levantó la mirada y sonrió.
—Estupendo. Necesito que alguien me distraiga de todos estos detalles. Mi cabeza va a estallar con tantas cosas: flores, música, velas, cena… Creía que estábamos planeando una boda sencilla, pero empieza a cobrar vida propia.
Miley tomó la carpeta y examinó la lista de cosas pendientes. No entendía por qué las novias siempre se preocupaban por las decisiones más absurdas.
— ¿Esto es la lista de música? Te sugiero el Canon de Pachelbel para la entrada, y la Oda a la alegría para la salida. Las rosas rojas no combinarían con mi vestido. Mejor que sean blancas. Y que no sean rosas híbridas, sino centifolias. Velas aromáticas de vainilla… ya sabes cuánto le gustan a mamá. Y para cenar, carne y marisco. Así complacerás a todo el mundo —cerró la carpeta de golpe—. Ya está, ¿ves qué fácil?
Demi parpadeó, sorprendida.
—¡Miley Rey Cyrus! No puedes tomar decisiones tan rápidamente. Todas estas cosas hay que discutirlas.
— ¿Con quién? ¿Con Joe? A él le da igual. He oído que las novias dedican tanto tiempo y atención en los preparativos de la boda que se olvidan de lo que viene después.
—Por eso queríamos que fuera una ceremonia pequeña y sencilla —dijo Demi—. Algo más manejable. Entre mamá y la señora Jonas nos habrían organizado el evento del siglo. Pero no sólo quiero tomar las decisiones correctas por eso. Quiero que esta boda sea perfecta. Y Joe también.
— ¿Lo has discutido todo con él?
—No. Me ha dejado a mí todos los detalles.
Miley agarró un trozo de pan de la cesta y le dio un mordisco.
—Es curioso que no quiera participar en los preparativos. Ya sabes cómo son los Jonas… Siempre tienen que meter las narices en todo.
Miley vio cómo cambiaba la expresión de su hermana. Frunció el entrecejo con una mueca de preocupación y mantuvo la vista fija en la carpeta, como si todas las respuestas estuvieran en su contenido. Miley no pudo evitar sentirse un poco culpable; pero el matrimonio suponía un cambio muy drástico en la vida de cualquiera, y si Demi no estaba preparada para asumirlo, era su deber, como hermana mayor, hacérselo ver.
—Y si la boda no es perfecta, el matrimonio nunca saldrá bien —añadió—. Es como un mal karma.
—Sí, supongo —murmuró Demi.
—Vas a casarte con el hombre perfecto, así que a cambio tú tienes que ser perfecta. ¿Habéis resuelto la cuestión de la motocicleta? Yo en tu lugar me mantendría inflexible. Si muestras la menor debilidad, él no dudará en aprovecharse y se saldrá siempre con la suya.
—No quiere hablar de ello. Dice que es su decisión y de nadie más.
—Demi, las cosas sólo irán a peor cuando os caséis. El matrimonio no acaba con los problemas; al contrario, los magnifica —aquello era un flagrante intento de manipulación psicológica, pero a Miley no le importaba si con ello conseguía que Demi se lo pensara dos veces antes de cometer el mayor error de su vida. Si el amor no podía resistir un poco de presión, no estaba destinado a durar.
Ocultó una mueca de desagrado. Le dolía pronunciar aquellas palabras. Pero quizá por ello no estaba felizmente casada y viviendo en las afueras con un par de crios… Quizá hubiera algo de cierto en lo que decía…
Alargó el brazo y agarró la mano de Demi.
— ¿De verdad estás preparada para dar este paso, Dem?
—He… he pensado en posponerlo —admitió su hermana en voz baja—. Pero luego lo achaqué a los nervios. Todo el mundo se llevaría una gran decepción.
—Se trata de ti, no de mamá y papá.
—Pero ¿cómo voy a saberlo? ¿Cómo se supone que debo sentirme?
—Tienes que sentir pasión, ilusión, impaciencia… Vas a pasar el resto de tu vida con ese hombre. Tienes que saber que cuando lo sigas mirando en el desayuno dentro de treinta años seguirás sintiendo lo mismo por él —se recostó en la silla—. Si cancelas la boda, Demi, yo te apoyaré en todo. Te ayudaré a explicárselo a mamá y papá.
Demi respiró temblorosamente y se obligó a sonreír.
—Así te ganas la vida, ¿verdad? Te encargas de adornar los desastres y fingir que no ha pasado nada.
—Esto no sería un desastre —insistió Miley. Pero un divorcio al cabo de dos o tres años sí lo sería. Las familias se verían obligadas a tomar partido y destruirían la amistad que siempre las había mantenido unidas.
Demi negó con la cabeza.
—No digas tonterías. No voy a cancelar la boda. Estos son los típicos nervios prenupciales, nada más —agarró un menú del centro de la mesa y se lo tendió a Miley—. Toma, ¿por qué no pides algo para almorzar mientras yo subo a mi habitación a por el catálogo de flores? Tenemos que decidir cómo serán los ramos y encargárselos al florista esta misma tarde.
Se levantó de la mesa y salió del restaurante. Miley sacudió la cabeza lentamente. Sus dudas no se habían disipado. Al contrario. Demi no estaba lista para casarse, pero no era lo bastante fuerte para tomar una decisión por sí misma. Tendría que ser Nick quien convenciera a Joe para que anulase la boda.
Agarró la carpeta de Demi y volvió a abrirla. Estaba llena de fotos de revistas y notas a mano. Había un apartado enteramente dedicado a los vestidos de novia, y otro a los trajes del novio. Era evidente que Demi llevaba más de un mes y medio planeando aquella boda. Algunas de las fotos tenían al menos cinco años.
Soltó un débil gemido. ¿Sentía Demi por Joe lo mismo que ella sentía por Nick? ¿Había estado secretamente enamorada durante todos esos años? Si así fuera, convencerla para que esperase iba a ser mucho más difícil de lo previsto.
Le hizo un gesto a la camarera y se levantó.
— ¿Puede decirle a mi hermana que he tenido que salir a hacer un recado? Volveré esta tarde.
Si ella y Nick esperaban tener éxito, tendrían que coordinar sus esfuerzos. Se disponía a llamarlo por teléfono, pero ni siquiera sabía si Nick tenía móvil. ¿Cómo podía vivir una persona en el mundo actual sin móvil? ¿O sin ordenador portátil, PDA y fax?
Mientras se dirigía hacia su coche, recordó que Nick tenía una cita para probarse el esmoquin. El único lugar del pueblo que alquilaba ropa elegante para hombres era una tienda a dos manzanas de distancia. Miró a su coche aparcado frente al hotel y decidió que llegaría antes a pie.
Al llegar estaba casi sin aliento. Fue hacia la parte trasera de la tienda, donde había un hombre de edad avanzada con una cinta métrica alrededor del cuello, frente a un espejo.
— ¿Está Nick Jonas aquí?
—Se está cambiando —respondió el hombre, señalando el probador más cercano—. Saldrá enseguida.
Miley se acercó al probador y abrió la puerta. Nick estaba frente al espejo, en calzoncillos y con una camisa. La vio reflejada en el espejo y sonrió.
—Tienes una bonita habitación en el hotel, y yo me alojo en el cobertizo de las barcas. ¿Por qué nos seguimos encontrado en los probadores?
—Tenemos que hablar —dijo ella. Entonces él se giró lentamente y a Miley se le formó un nudo en la garganta al ver el musculoso pecho que revelaba la camisa a medio abotonar. Sintió un picor en los dedos al imaginarse el tacto de aquella piel bajo sus manos.
Nick le agarró la muñeca y le hizo colocar la palma sobre su pecho.
— ¿Qué es tan importante que no puede esperar hasta que me vista? —llevó la mano de Miley hacia su vientre y la dejó junto al elástico de los calzoncillos.
Ella pasó el pulgar por la cadera y lo deslizó en el interior de la tela a rayas azules. Quería ir más allá. Quería explorar su cuerpo hasta conocer al detalle aquel perfecto ejemplar de belleza masculina.
Nunca le había prestado mucha atención al aspecto físico, pero hasta ahora nunca había estado con un hombre como Nick. Sus abdominales de acero, la suave capa de vello que le cubría el pecho… Todo la fascinaba e intrigaba.
Deslizó las manos sobre su torso, viendo cómo su erección se presionaba contra los calzoncillos. Nick tiró de ella hacia él y la besó, agarrándole el trasero con ambas manos y moviendo las caderas contra las suyas. Envalentonada, Miley bajó la mano y rodeó con sus dedos el duro miembro viril a través de la tela.
Nick ahogó un gemido.
— ¿Qué estás haciendo?
—No estoy segura —dijo ella. Y era cierto. Sólo estaba siguiendo su instinto. Su audacia no tenía ningún sentido y debería sentirse horrorizada, pero cuando estaba con Nick no podía regirse por las normas de siempre.
— ¿Qué tal le queda? —preguntó el dependiente al otro lado de la puerta.
—Muy bien —respondió Nick, con los ojos cerrados y el rostro contraído en una mueca de placer. No se refería sólo a la ropa. La mano de Miley en su sexo endurecido, las suyas en su trasero… Todo encajaba a la perfección.
— ¿Puedo verlo?
— ¡No! —exclamaron los dos al mismo tiempo.
Nick la miró a los ojos, nublados por la pasión, y sonrió.
— ¿Para esto has venido? ¿Para atormentarme?
—He… he venido a hablar de Demi —admitió ella, y retiró la mano dubitativamente.
—No —susurró él—. Tócame —la besó ligeramente en los labios—. Siento haberme comportado como un cretino ayer. Me pasé de la raya. ¿Podrás perdonarme?
— ¿Por qué?
—Por lo que dije. Por cómo actué. Por ser un idiota y dejarte sola con Linley —gimió con más fuerza—. Si sigues haciendo eso, habrá consecuencias muy embarazosas…
—Lo siento —dijo ella—. ¿Quizá deberíamos continuar más tarde?
—Creo que será lo mejor. No sé si quiero que nuestra primera vez sea en un probador —bajó la mirada—. Esto va a afectar las medidas de mis pantalones.
Miley se rió. Presentía que el sexo con Nick iba a ser una experiencia única. Nunca se había divertido mucho en la cama, y sus expectativas casi nunca se habían cumplido. Pero ahora sentía curiosidad, y estaba impaciente por averiguar cómo sería con Nick.
— ¿Debería irme?
—No, dame unos minutos. Tengo que concentrarme en otra cosa.
—En nuestro plan —dijo ella—. Necesitamos un plan. He hablado con Demi y tiene dudas. No creo que esté preparada, pero no será ella quien cancele la boda.
Nick miró a su alrededor.
—La verdad es que este probador tiene su encanto… Es como un lugar público, pero con la intimidad necesaria.
Miley lo golpeó suavemente en el brazo.
—Estamos hablando de Demi y Joe.
—No quiero hablar de ellos. Prefiero hablar de nosotros. ¿Qué vas a hacer esta tarde? Tengo algo que enseñarte.
Miley bajó la mirada y puso los ojos en blanco.
—Sólo piensas en sexo.
—No. Eso no es cierto. Y no es eso lo que quería enseñarte —la agarró por los hombros y la hizo girarse—. Deja que me ocupe de esto antes que nada —abrió la puerta y la echó del probador.
El dependiente estaba esperando con un gesto ceñudo.
—Enseguida saldrá —dijo ella—. Voy a esperar ahí fuera. Tiene usted unas sillas de aspecto muy cómodo —consiguió esbozar una sonrisa, pero la expresión del hombre no se alteró.
Diez minutos después, Nick se reunió con ella. La tomó de la mano y salieron de la tienda.
—Tienes que dejar de provocarme para que haga esas cosas —le recriminó ella.
—Antes eras mucho más atrevida —le recordó él—. ¿Qué te ha pasado?
—He crecido.
— ¿Te atreves a besarme, aquí y ahora? Delante de todo el mundo —miró a ambos lados de la calle desierta y se cruzó de brazos—. Bueno, delante de aquella mujer con el caniche.
— ¿Adónde vamos? Me dijiste que querías enseñarme algo.
—No sé si debería hacerlo —bromeó Nick—. Has perdido tus agallas. No creo que esta Miley esté preparada para lo que tengo pensado.
Ella sonrió, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó apasionadamente. Introdujo la lengua entre sus labios y empleó toda su sensualidad femenina para volver a excitarlo.
—He perdido un poco de práctica, nada más. Lo único arriesgado que hago ahora es sortear taxis cuando cruzo la Quinta Avenida.
Nick la besó otra vez y la llevó hacia su coche. A Miley no le importaba adonde fueran, siempre que fuera un lugar tranquilo y privado donde pudieran continuar lo que habían empezado en el probador.