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miércoles, 20 de julio de 2011

" Innocence and Desire " Cap Nº 11




PASARON cinco días maravillosos en los que salieron a navegar en el barco de Nick, «The Shiralee», algo que encantó a Miley, que había heredado de su padre el amor por el mar.
Un día, mientras navegaban, Miley al timón, Nick llegó por detrás y le pasó los brazos por la cintura.
—Apaga el motor —le indicó.
El silencio que se hizo a continuación fue maravilloso, como maravillosos también fueron el ulular de la brisa en las velas y el chapoteo del agua contra el casco de la embarcación.
—Este barco es una maravilla —comentó Miley dejándose caer sobre el pecho de Nick.
— ¿Cómo no iba a serlo si lo he diseñado yo? —contestó Nick.
—Qué modesto es usted, señor Jonas —sonrió Miley.
—Hablando de otra cosa, usted no está nada mal, señorita Cyrus —bromeó Nick dándole la vuelta entre sus brazos.
—Me he ataviado de manera marinera para venir a su barco, espero que le guste —contestó Miley, que se había puesto unos pantalones cortos azules, una camiseta blanca y una gorra azul también bajo la que llevaba recogido el pelo.
—Me encanta —le aseguró Nick quitándole las gafas de sol.
Miley enarcó las cejas.
—Tienes unos ojos espectaculares y me encanta verlos, sobre todo ahora que ya no me miran con miradas asesinas.
Aquello hizo reír a Miley.
—Eso fue hace una eternidad —contestó.
—Te recuerdo que ayer me abofeteaste.
Miley se sonrojó.
—Bueno, fue el acaloramiento del momento.
— ¿Acaso no hay siempre acaloramiento entre nosotros? —murmuró Nick.
— ¿Me estás diciendo que soy demasiado impulsiva e irracional?
—En estos momentos, el único impulso que a mí me viene es el de besarte —contestó Nick acercándose a su boca—. ¿Qué te parece?
— ¡Me parece una idea muy acertada! —exclamó Miley.
Nick estalló en carcajadas y la besó hasta que el viento cambio de dirección y las velas comenzaron a protestar y tuvieron que concentrarse en navegar.
—Nos ha faltado poco para golpearnos contra esas rocas —se lamentó Miley.
—Es que teniendo a bordo a una sirena como tú uno pierde el norte —sonrió Nick.
Miley se quedó observándolo mientras Nick se subía por una cuerda. Aquel hombre era preciso y económico en sus movimientos y su físico resultaba espectacular pues solamente llevaba unos pantalones cortos e iba con el torso desnudo.
«Lo sabía, es un hombre de acción», pensó.
Para su sorpresa, también era un excelente cocinero.
Y así se lo demostró preparándole un pollo frito con arroz y azafrán. Además, también sabía preparar un pescado delicioso, hacía una salsa para marinar la carne que era absolutamente divina y una gran parte del marisco y el pescado que comían lo pescaba él.
Un día, mientras navegaban, Miley intentó pescar y, de repente, se encontró con que un gran pez había mordido el anzuelo.
Tras una lucha desigual, consiguió subirlo a la cubierta y, tras mirarlo atentamente, comenzó a llorar.
—¿Qué te pasa? ¿Te has hecho daño? —le dijo Nick preocupado.
—No —contestó Miley—. Lo que me pasa es que, ahora que lo veo aquí, muerto, me muero de pena. Tendría que haberlo dejado ir.
—No te preocupes, te prometo que aprovecharemos absolutamente todo de él —intentó consolarla Nick.
—No voy a volver a pescar jamás —prometió Miley.
— ¿Tan desagradable te ha resultado?
—Sí, una cosa es comer pescado que ya viene fileteado y en el que no piensas como en un ser vivo con sistema nervioso, capaz de sufrir y de gozar como tú, y otra muy diferente matarlo con tus propias manos.
Nick se quedó pensativo.
—Creo que tienes razón —comentó al cabo de unos segundos—. Sin embargo, ¿no te parece más digno matar sólo lo que necesitas y hacerla con respeto y dando las gracias por ello que consumir sin pensar y sin verdaderamente apreciar el sacrificio de un animal para tu supervivencia?
—Es otra forma de verlo.
—Yo creo que es la acertada. Yo no defiendo en absoluto la matanza indiscriminada de animales tal y como se entiende hoy en día, pero comprendo que nos alimentemos de ellos siempre y cuando lo hagamos desde el respeto. Ellos lo entienden.
Miley se quedó más tranquila.
 En aquellos días, Miley no se separó de Nick excepto para dormir, si a aquello se le podía denominar dormir, porque generalmente lo que hacía era dar vueltas y más vueltas en la cama.
Transcurrieron los días paseando, navegando, nadando, leyendo, escuchando música y viendo películas.
A Nick le hizo gracia ver lo que leía Miley.
—No te rías —le dijo ella—. ¡Me encanta Harry Potter! A los hijos de mis vecinos también les apasiona, así que procuro estar al día porque luego quedo con ellos para ver las películas.
—Yo no he dicho nada —se defendió Nick.
—Por si acaso —sonrió Miley—. Para que lo sepas, leo de todo, novelas de suspenso, de amor, de aventuras, de ciencia ficción...
—Eso está bien.
— ¿Y tú qué lees?
Nick levantó el libro que tenía entre las manos.
Master and Commander —leyó Miley—. No me sorprende.
Nick sonrió.
—Me gustan las historias del mar.
— ¡Yo diría que te apasiona todo lo que tiene que ver con el mar!
—También me apasionan otras cosas —le aseguró Nick mirándola de manera inequívoca.
— ¿Las mujeres en general o yo en particular? —preguntó Miley.
—Menuda pregunta —contestó Nick—. Digamos que me está encantando conocerte mejor.
—Lo mismo digo —dijo Miley—. Sin embargo, tengo la impresión de que las mujeres no son lo primero en tu vida.
Nick se encogió de hombros.
—Te aseguro que soy tan cuidadoso a la hora de diseñar una casa o un barco como lo soy con las mujeres —contestó.
—No te entiendo.
—Mira.
Acto seguido, le enseñó los dibujos que había hecho de varios catamaranes y, a continuación, de unas cuantas casas.
Miley se sorprendió al ver muchas similitudes.
—Siempre tienes mucho cuidado de no, dejar espacios vacíos —comentó mirando los planos de dos casas muy pequeñitas y compactas—. Parecen barcos.
—Me encanta diseñar barcos.
—Algunas de tus ideas para aprovechar el espacio son realmente buenas. Desde luego, retiro lo que dije sobre tus casas. No son cajitas.
—Gracias, pero tampoco son como la tuya —sonrió Nick.
—Para que lo sepas, he heredado mi casa de mi abuela. ¿Tú dónde vives cuando estás en tierra firme?
—En Runaway Bay.
— ¿En un ático?
—No —contestó Nick haciendo una mueca de disgusto.
—Le recuerdo, señor Jonas, que tiene usted una maravillosa cabaña en cabo Gloucester.
—Sí, pero tú seguramente heredarás una finca ganadera y varias otras casas en la Costa Dorada.
Miley se quedó mirándolo estupefacta.
— ¿Y tú cómo lo sabes?
—Lo sabe todo el mundo.
—Ya —dijo Miley frunciendo el ceño—. Supongo que a mi padre le hubiera gustado más tener un hijo. Está muerto de miedo ante la posibilidad de que algún hombre me vaya a tomar el pelo y a quedarse con mi fortuna.
Nick se quedó mirándola intensamente.
— ¿Qué he dicho ahora? —sonrió Miley.
—Nada —contestó Nick recogiendo los planos de las casas.
Al hacerlo, apartó unos libros de la mesa y de uno de ellos cayó una fotografía. Miley la recogió.
— ¿Quién es? —preguntó estudiando a una mujer delgada y no muy alta como Nick.
—Mi hermana Demi —contestó Nick.
— ¿Tu hermana de sangre?
—No, mi hermana adoptiva. Ella también es adoptada. Es un par de años mayor que yo y sigue viviendo con nuestra madre en Sidney. La cuida porque mamá está enferma, ¿sabes? Tiene problemas locomotores y nuestro padre murió hace unos años.
—A lo mejor, por eso parece triste —comentó Miley—. Es muy guapa, pero está triste. ¿Está casada?
—No —contestó Jack—. ¿Sabes cómo se hace esto? —añadió mostrándole una botella de cristal con un barquito dentro.
A Miley le sorprendió el repentino cambio de conversación, pero decidió no darle importancia.
— ¡No me digas que la has hecho tú!
—Por supuesto. ¿Quieres que te enseñe?



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