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sábado, 5 de febrero de 2011

Novela " Jemy " Cap 10






En total, el grupo estaba compuesto por tres matrimonios, es decir, seis huéspedes. Dos de los matrimonios eran buenos jinetes y habían ido antes a ranchos para turistas, por lo que no los asustaban las serpientes, ni los coyotes, ni rodar sobre la hoguera cuando estaban durmiendo a la intemperie; pero el otro, los Callaway, estaban... bien alimentados, por decirlo de un modo educado, y hasta entonces solo
habían visto caballos en las películas del oeste, mientras avanzaban por entre las montañas, Demi no hacía más que volverse a ver cómo iban.
—están bien, Demi, deja de preocuparte —le dijo Joe encendiendo un cigarrillo.
A pesar de los temores de la joven, la excursión transcurrió sin sobresaltos, disfrutaron del paseo y el paisaje, y al ocaso se apearon todos de los caballos para montar el campamento. Hicieron una hoguera, asaron patatas, charlaron, rieron... y bien entrada la noche, cuando ya estaban todos rendidos, pusieron en el suelo los sacos de
dormir, y pronto, todos, excepto Demi y Joe, estaban durmiendo.
La joven, para satisfacción de Joe, había colocado su saco al lado del suyo, se había girado hacia él, y estaba mirándolo tímidamente.
— ¿echas de menos Texas, Joe? —le preguntó.
—Al principio sí —confesó él—, pero debo admitir que hay algo en este desierto que se te mete en la sangre. Es un lugar con historia, pero las ciudades miran al futuro, y cuando se aprende a apreciar los recursos naturales, aunque al principio parecen escasos, se da uno cuenta que la vida aquí es casi un misterio, un milagro. Sí, echo de
menos Texas, pero creo que no me importaría vivir aquí —le dijo sonriente.
Demi quería preguntarle si era solo porque estaba empezando a encariñarse con el lugar, pero en vez de eso las palabras que salieron de su boca eran las que había en su subconsciente:
—¿con Taylor?
— ¿acaso la he mencionado? —inquirió Joe enarcando una ceja.
—no, pero...
Joe extendió la mano para colocarla encima de la de Demi, que la tenía sobre el estómago, ante el ligero contacto, la sintió estremecerse.
—Demi, ya te he dicho que tendrás que averiguar eso por ti misma. no voy a decirte lo que siento por Taylor... ni lo que siento por ti.
— ¿pero por qué? —exclamó ella desesperada.
—porque quiero que comprendas que confiar un poco puede hacerte mucho bien, cariño —le contestó Joe— hay una parte de ti que se mantiene apartada de mí, que me teme, y hasta que no soluciones eso, no tengo intención de influir en ti en un sentido u otro.
—bueno, supongo que no me queda otro remedio que averiguarlo por mí misma — suspiró Demi.
— ¿por qué no te acercas más a mí? —La invitó Joe con una cálida sonrisa— no tienes que preocuparte de que vaya a hacer nada, estamos rodeados de curiosos —le dijo en voz baja, refiriéndose a los huéspedes que dormían plácidamente.
Demi no pudo resistirse a la tentación, y acercó su saco de dormir un poco más al de él, acurrucándose contra él y apoyando la cabeza en su hombro.
—mucho mejor —murmuró Joe encantado, inclinó la cabeza y rozó los labios de la joven, saboreándolos, y deleitándose en su ligero temblor y en cómo le respondían febrilmente— Demi, ¿no te has dado cuenta de «algo»? —Susurró apartándose un instante, ella lo miró sin comprender— no llevas puesto un vestido sexy, ni tampoco
maquillaje, y en cambio estoy besándote, y no voy a dejar de hacerlo, porque me gustas tal y como eres.
La joven sonrió dulcemente y le acarició la mejilla.
—no soy bonita.
—Para mí sí lo eres —insistió Joe— y eso es lo que cuenta, ¿no crees? Tienes que abrir los ojos de una vez y ver lo que te obstinas en no ver.
—Te veo a ti... —musitó ella, perdida en el verde de sus ojos.
Joe la atrajo más hacia sí y volvió a besarla con pasión.
—oh, dios, Demi, te deseo tanto... —murmuró mordisqueándole los labios suavemente.
Ella también lo deseaba podía sentir todo su cuerpo en llamas... y eso que solo estaba besándola, respondió afanosamente a sus besos, a la vez que enredaba los dedos en su cabello negro, manteniéndolo junto a sí.
—Mmm... deberíamos parar —susurró Joe — si no, voy a perder la cabeza, y los huéspedes podrían despertarse...
— ¿y si estuviéramos solos? —gimió Demi contra sus labios le rodeó el cuello con los brazos para apretar sus senos contra el tórax de Joe.
— ¡oh, dios, Demi! —masculló él entre dientes.
Alzó la cabeza y comprobó que los huéspedes seguían durmiendo, de hecho lo cierto era que estos se habían colocado en semicírculo en torno a la hoguera, y Demi y él estaban detrás, así que nadie los vería si... su cuerpo se estremeció ante la necesidad de tumbar a Demi sobre su espalda, interponer una pierna entre las de ella y mostrarle
cuánto la deseaba. Casi podía sentir en su mente el tacto satinado de su piel, el calor de sus senos, con las puntas erguidas contra su tórax y casi podía escuchar en sus oídos los gemidos de placer que saldrían de su garganta cuando penetrara en la virginal pureza de su cuerpo...Dejó escapar un gruñido gutural mientras trataba de contener su excitación y se aferraba a los brazos de Demi.
— ¿qué ocurre, Joe? —inquirió la joven preocupada.
Joe la miró a los ojos, pero no contestó sus manos se deslizaron por el lateral de la blusa de la joven, acariciando sus senos y deteniéndose a estimular los pezones, observó cómo Demi se mordía el labio inferior y se arqueaba hacia él, intentando por todos los medios no gritar de placer para que no la oyeran.
—Esto es una locura... —susurró él— de todos los lugares donde hacer el amor... —acaríciame, Joe, no dejes de acariciarme... — dijo ella con voz entrecortada, las palabras de la joven amenazaban con desmoronar el control de Joe, y lo estaban haciendo sentirse vulnerable.
—oh, Demi, no puedes ni imaginar lo que estoy pensando... —se rió suavemente, como un chiquillo, mientras le desabrochaba los botones de la blusa—, lo que quiero hacerte.
—Sí que puedo —replicó ella— me lo dijiste punto por punto... ¿o lo has olvidado? —inquirió mirándolo a los ojos.
Joe volvió a estremecerse cuando llegó al último botón.
—sí, lo recuerdo, y anoche soñé con que lo hacíamos, soñé con que te tenía debajo de mí, y sentía tu cuerpo como si fuera un campo de flores que me absorbiera... sus manos se deslizaron por debajo de la tela de la blusa entreabierta, y se
detuvieron un instante, extasiadas, al notar que no había allí nada salvo piel desnuda.
—Nunca había hecho esto antes... —murmuró Demi—, quiero decir... ir sin... bueno, sin lo que llevo puesto normalmente.
Joe estaba ya en otro mundo, pasando los pulgares por los pezones erguidos de Demi  y haciendo arabescos en las areolas, de pronto, sin embargo un gemido ahogado escapó de los labios de la joven y tuvo que parar.
—Quédate quieta, cariño —le susurró mientras abría la blusa— y, por lo que más quieras, no hagas ningún ruido cuando sientas mi boca.
Aquello no fue sencillo. Demi tuvo que morderse el labio inferior hasta hacerlo sangrar para no emitir un largo gemido de placer cuando los labios de Joe se cerraron en torno a una de sus areolas, empezó a mordisquearla hambriento, y Demi se retorció desesperada debajo de él, clavándole las uñas en la espalda.
De repente, Joe se apartó de ella y le abrochó la blusa con manos temblorosas antes de rodar sobre el costado para hacerse a un lado y ponerse de pie.
Demi se quedó tumbada, ardiendo de deseo por él, estremeciéndose con una necesidad que jamás había conocido. ¡Lo deseaba, lo deseaba tanto...!
Joe se había alejado unos pasos, como necesitando calmar su excitación, y su figura, recortada contra el fuego, parecía totalmente tensa por la pasión contenida, al cabo de un rato, regresó junto a ella, y se metió en su saco de dormir, para entonces, el corazón de la joven había vuelto a latir a un ritmo normal, y la tensión que ella sentía había comenzado a desvanecerse.
—Joe... —lo llamó ansiosa.
—Tranquila —le susurró él—, se pasará lo siento, pequeña, no pretendía que llegáramos tan lejos.
—lo sé —musitó ella, buscando su mano y entrelazando los dedos con los suyos— solo quería decirte que ha sido muy hermoso. Me encanta que me acaricies y me beses de ese modo tan íntimo, y no me da ninguna vergüenza decírtelo.
Los dedos de Joe se aferraron con fuerza a los de Demi.
—pues entonces debo confesarte, en pago a esa sinceridad, que he estado casi a punto de perder el control. Demi, no podemos seguir así, porque un día no podré parar y ¿qué haremos entonces? la joven escrutó su rostro un buen rato.
—no lo sé —murmuró.
—Pues deberías empezar a pensar en ello —le dijo él bruscamente — porque esto se nos está yendo de las manos, una de dos: o nos separamos, o afrontamos las consecuencias.
 Demi bajó la vista hacia el torso de Joe, que subía y bajaba por la respiración acelerada.
—yo... no quiero perderte, Joe—musitó mandando a paseo el orgullo— ¿qué vamos a hacer?
—La pregunta es qué es lo que vas a hacer tú —replicó él— te toca mover pieza a ti.
—pero ni siquiera sé qué es lo que quieres.
—te quiero a ti, Demi, a ti.
—sí, ¿pero solo mi cuerpo?
—no, Demi, te quiero entera, en cuerpo y alma.
El corazón de la joven dio un brinco, pero se dijo que no debía dejarse llevar por la euforia.
— ¿por cuánto tiempo? —se atrevió a preguntar.
—ya te dije que el amor es así, Demi, que no trae una garantía de devolución. La cuestión es si eres capaz de confiar en mí o no,
la joven se quedó dudando no sabía qué pensar.
—ese es el problema, Demi, no estás segura de lo que yo siento.
—sé que me deseas.
—Sí, pero no hasta qué punto, ni de qué manera — le espetó él— sigues atrapada en el pasado, temiendo que puedan hacerte daño otra vez.
—es que no sé si lo que sientes por mí es solo físico...
—si fuera así, Demi, ¿crees siquiera que me habría detenido hace un momento? las mejillas de Demi ardían, y se rió suavemente.
—no, claro que no.
—Bien, al menos hemos llegado a algo, piensa en ello Demi, piensa qué quieres para nosotros... —le dijo— y ahora será mejor que durmamos un poco. Llevamos hablando y haciendo «otras cosas» durante más de una hora...
A la mañana siguiente, un delicioso olor a café, bacón y huevos despertó a Demi. Joe estaba preparando el desayuno con la ayuda de algunos de los huéspedes, unos minutos más tarde comían todos en silencio, observando absortos la salida del sol.
—En mi vida había visto nada tan hermoso —murmuró la señora Callaway con la vista fija en el horizonte.
—Sí que lo es —asintió Joe y se volvió a mirar a Demi a los ojos, como si le dijera: «igual que tú», la joven suspiró y le dedicó una radiante sonrisa.
Cuando hubieron recogido el campamento, regresaron al rancho, y una vez allí los huéspedes fueron a sus habitaciones a refrescarse, mientras que Demi y Joe llevaban los caballos a los establos para quitarles las sillas y las bridas, y dejarlos descansar en sus pesebres.
—Nunca en mi vida había disfrutado tanto de una de estas excursiones —le dijo Demi a Joe— ha sido maravilloso.
—Para mí también —asintió él, se había apoyado en la valla de uno de los pesebres, y la estaba mirando de un modo muy sensual.
—Ven aquí —la llamó.
El corazón de Demi comenzó a latir como un loco, pero obedeció al instante, dejando que la atrajera hacia él, y derritiéndose contra su cuerpo. Alzó el rostro en una muda invitación a que la besara, sin sentir ya ningún miedo ni inhibición, pero Joe la estaba mirando muy serio.
—Quiero una respuesta —le dijo con mucha solemnidad— quiero saber lo que sientes por mí, saber qué posibilidades tengo, necesito que confíes en mí y me lo digas, Demi.
—Esto no es justo, Joe—se quejó la joven— ¿por qué tengo yo que sacrificar mi orgullo y tú no?
—No soy yo quien está lleno de dudas —le recordó Joe— las relaciones duraderas necesitan de una confianza mutua.
—lo sé, pero... —comenzó ella apartando la vista. Joe, sin embargo, no lo iba a permitir, la tomó de la barbilla y le alzó el rostro.
—arriésgate, Demi, por una vez en tu vida.
La joven inspiró profundamente, tratando de hacer acopio de valor, y estaba a punto de intentar decirle lo que sentía, cuando una voz conocida los interrumpió:
— ¡oh, Joe, querido, estás aquí! los chicos y yo llegamos ayer por la tarde, y vamos a pasar aquí toda la semana. ¿No es fabuloso?
Demi se había apartado de Joe en cuanto oyó a Taylor pronunciar su nombre, y se quedó observando anonadada cómo entraba riéndose en los establos y le echaba los brazos al cuello.
— ¡qué hombre tan maravilloso eres!, ¿cómo he podido vivir sin ti todos estos años? ¿Verdad que es maravilloso, Demi? ¡Me siento tan feliz! ¿No le has contado nuestra noticia, Joe? —inquirió con el rostro radiante.
—No, no me lo ha contado —farfulló Demi dando un paso atrás—, pero creo que ya no es necesario, puedo imaginármelo.
Salió del establo, y corrió sin detenerse hacia la casa, con las palabras de Taylor resonando en sus oídos ¿cómo podía haber sido tan estúpida? ¿Cómo había podido creer que Joe podía amarla a ella cuando tenía a Taylor? ¡Había estado jugando con ella!, ¡divirtiéndose! ya había tenido bastante, aquello era la gota que colmaba el vaso.
Demi acababa de entrar en la casa cuando de pronto apareció Joe, la había seguido hasta allí.
— ¿por qué diablos has salido corriendo del establo?
—Porque dos es compañía, y tres multitudes —masculló Demi enfadada.
— ¿qué pasaba por tu cabeza en ese momento, que estaba esperando impaciente que te marcharas para hacerle el amor a Taylor en uno de los pesebres de los caballos? —le espetó Joe con dureza, dicho de ese modo sonaba ridículo.
—supongo que no, pero es obvio que ella quería verte.
—porque tenía buenas noticias... que supongo no querrás oír, ¿no es cierto? —Le dijo— la verdad es que Taylor y yo pensamos que no te mereces saberlo, porque siempre te adelantas, sacando tus propias conclusiones basadas en las pruebas más absurdas, y luego te niegas a escuchar las explicaciones de los demás, sigues huyendo.
—no es culpa mía, sufrí algunos golpes bastante duros en el pasado —se defendió ella.
—ya he oído eso antes, Demi, y siento lo que te ocurrió, pero tenía la impresión de que íbamos camino de llegar a un punto importante, a algo más que unos cuantos besos... pero, según parece, jamás me dejarás acercarme lo suficiente a ti.
La joven se sonrojó, recordando lo que había sucedido entre ellos la noche anterior.
—Eso no es cierto —le espetó.
—No estoy hablando de proximidad física —repuso él —me refiero a que no puedo acercarme a ti emocionalmente, siempre me rehúyes.
— ¡porque tengo buenas razones para hacerlo!
— ¿y cuáles son? —Inquirió él sin alterarse— no te he pedido que te vayas a vivir conmigo, ni que te acuestes conmigo, solo quiero que confíes en mí, Demi.
— ¡pero si yo confío en ti! —le aseguró ella.
—No en lo que verdaderamente cuenta —dejó escapar un suspiro— ya no puedo más, Demi. No voy a correr siempre detrás de ti si quieres algo de mí, tendrás que ser tú quien dé el primer paso, no volveré a tocarte tendrás que decidir por ti misma.
Y se marchó sin decir otra palabra, dejando a la joven con el alma a los pies, no comprendía por qué quería que lo sedujese no tenía ningún sentido. Él era el hombre, y eran los hombres los que debían ir detrás de las mujeres, no al revés... al menos no desde su punto de vista. De acuerdo, quizá fuera un poco anticuada, pero era difícil
cambiar de la noche a la mañana de hecho, Joe también era muy anticuado en ese sentido. Eso, eso precisamente era lo que no le cuadraba ¿cómo podía haberla besado y coqueteado con ella cuando
quien de verdad le interesaba era Taylor? Joe no se lo había confirmado, pero tampoco lo había negado, y estaba seguro de que le gustaba, porque Taylor gustaba a todos los hombres. Era guapa, sofisticada, culta... la clase de mujer que le iba a un hombre como Joe, no ella.
Durante los días que siguieron, Taylor apenas pasaba tiempo con Demi. Cuando se encontraban sonreía como si no hubiera pasado nada, y ella y los niños casi siempre estaban con los peones, pero sobre todo con Joe. Era como si comprendiera que su presencia irritaba a Demi, y tratara de evitarla a toda costa, llegando incluso a
levantarse tarde y acostarse temprano. Demi, por su parte, estaba buscando una excusa para tener una confrontación con ella, porque había muchas cosas que quería decirle a su cuñada. Sin embargo, Taylor procuraba no estar nunca en la misma habitación que
ella, y cuando se encontraban, siempre estaba Joe de por medio, interfiriendo.
Así, a medida que pasaban los días, la joven se sentía cada vez más y más frustrada. No sabía que Cody se había puesto furioso al ver que Taylor pasaba tanto tiempo con Joe, y había aprovechado cuando Joe y ella se habían ido a la excursión para poner las cosas en su sitio. Habían estado discutiendo esa misma noche que Joe y Demi, estaban fuera, y en un momento dado, Cody, harto de que Taylor no lo dejara hablar, la había alzado en volandas y se la había llevado a un rincón apartado junto a los apartamentos de los huéspedes, donde la había besado hasta dejarla tan mareada que no pudiera protestar... ni casi mantenerse en pie, le dijo lo que sentía por ella, dejando hablar a su corazón, cuando terminó, Taylor estaba sonriéndole, y fue ella quien comenzó el segundo beso.
Sin embargo, habían decidido mantener su relación en secreto, porque Taylor le había dicho que no quería que Demi lo supiera hasta que Joe hubiera tenido oportunidad de arreglar la situación con ella. Pero eso, según parecía, iba a llevar bastante tiempo, y Taylor estaba empezando a impacientarse.
Aquel día, Demi fue al picadero a impartir clases de equitación como solía hacer a diario, y no acudió a cenar hasta que no estuvo segura de que Joe ya no estaría allí... si es que comía en la casa, se dijo, ya que últimamente siempre se iba al barracón, con los peones, o a su cabaña.
Y los días pasaban y pasaban, y nada ocurría. Demi estaba empezando a sentirse francamente irritada, nunca había imaginado que pudiera tener mal carácter, pero parecía que Joe sacara a la fiera que llevaba dentro.
No poder estar con Joe era como si le hubieran arrancado la mitad de su ser, ansiaba hablar con él, y sus ojos lo seguían cada vez que lo veía pasar, pero no le decía nada, y se limitaba a contestarle cuando él le preguntaba directamente. Y seguía pasando bastante tiempo con Taylor, eso era lo que más la irritaba de todo.
En realidad era todo una trama de Joe y Taylor para que Bella no se diera cuenta de que ella estaba enamorada de Cody y no le dijera nada a Demi, y evidentemente, la joven al verlos pensaba que Joe jugaba a dos bandas, y que por tanto no era de fiar.
Joe también estaba empezando a desesperar, y estuvo a punto de tirar la toalla, porque Demi le parecía cada vez más distante, de hecho, últimamente no hacía más que preguntarse si lo dejaría volver a acercarse a ella.
Era gracioso que Demi pensara que estaba interesado en Taylor, sobre todo cuando esta representaba el mundo del que provenía, el mundo al que había tenido que renunciar; cuando representaba todo lo que había perdido. Lo que necesitaba era una mujer que no tuviera la cabeza llena de pájaros, que no pensara solo en trapos y
fiestas, una mujer dispuesta a trabajar codo con codo con él para empezar de nuevo. Y Demi era esa mujer, en todos los sentidos, y estaba muy enamorado de ella, el único problema era conseguir que creyera que la amaba, cuando tenía una imagen tan pobre de sí misma, cuando se infravaloraba de tal modo. Hasta que no consiguiera atravesar esa coraza, no conseguiría llegar hasta ella.
Cierto día, la vio llegar con Linley a caballo, regresaban de una de las excursiones que organizaban para los huéspedes. Los vio desmontar, y también cómo Linley se llevaba su caballo y el de Demi a los establos, antes de que la joven pudiera entrar en la casa, le dio alcance.
— ¿lo has pasado bien? —le preguntó con sorna.
A pesar de que sabía que Linley estaba enamorado de Taylor, no podía evitar sentir celos de que pasara con Demi el tiempo que él ansiaba estar con ella.
A la joven no le gustó el tono en que lo había dicho.
—no, no lo paso nada bien —le espetó—. ¡Odio dirigir este estúpido rancho para turistas! ¡Estoy preocupada todo el tiempo porque una serpiente de cascabel pueda morder a alguien, o que un caballo se asuste y le rompa la crisma a uno de los huéspedes, odio hacer presupuestos, y si tengo que oír una sola palabra más acerca de
lo desolado y seco que es este lugar, voy a pegarme un tiro! y tú... tú... ¿por qué diablos no vuelves a Texas? —masculló irritada, así al menos su dilema acabaría.
—oh, es que me ha acabado gustando esto —murmuró él irónico— ya sabes, al final la arena y las serpientes acaban por metérsele a uno en el alma.
Demi entornó los ojos, lanzándole una advertencia muda.
—no sigas por ahí.
Joe enarcó las cejas.
—vaya, vaya... sí que estamos de mal humor, ¿eh? ¿Qué has tomado para desayunar?, ¿vinagre?
Demi trató de lanzarle una patada a la espinilla, pero fue demasiado lenta y falló. Joe, aprovechando su desconcierto, la alzó en volandas y la llevó hacia el establo, o más exactamente, hacia el abrevadero de los caballos. Demi, que adivinó sus intenciones, empezó a patalear y maldecir.
— ¡no te atreverás...! —le gritó.
—Ya lo creo que me atreveré —se rió Joe sin detenerse.
La joven se agarró con fuerza a su cuello.
— ¡si lo haces, te arrastraré conmigo!
—bah, palabras, palabras... —farfulló Joe, deteniéndose al pie del abrevadero con ella aún en brazos— ¿de veras lo harías? —murmuró contra sus labios. El corazón de Demi empezó a latir con fuerza, el olor a colonia y tabaco la estaba embriagando, y la fuerza de sus brazos sosteniéndola resultaba muy sensual.
— ¿que si haría qué? —balbució fijando la vista en los labios de Joe.
Sintió como si tuviera mariposas en el estómago, e involuntariamente aflojó la presa en torno al cuello de él, y le acarició la nuca.
—Demi, deja de picarme —le susurró Joe— si te beso ahora, vamos a tener la mayor audiencia a esta orilla del río Denver.
—No estaba picándote —protestó ella contrariada.
— ¿ah, no? muy bien, pues si quieres que esto vaya en serio, hablemos en serio: dime qué siento por Taylor.
El encanto del momento se rompió para Demi.
—No lo sé —farfulló— y, además, tampoco es asunto mío.
— ¡y un cuerno! ¡Estás más ciega que un topo! y, antes de que tuviera tiempo de reaccionar, la besó de un modo casi salvaje, para aprovecharse a continuación de que estaba distraída, y arrojarla al abrevadero.


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