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sábado, 29 de enero de 2011

Novela " Jemy " Cap 8




El sábado siguiente, se celebró otro baile de cuadrillas para los huéspedes y empleados, pero en esa ocasión era, además una especie de fiesta de despedida porque era el último día de estancia para la mayoría de los huéspedes, que se
marchaban el día siguiente para dejar su lugar a un nuevo grupo. Taylor y sus hijos se habían presentado en el rancho el sábado por la tarde, y la mujer le lanzó a Demi un gran paquete nada más entrar en la casa.
—es para ti. Ábrelo —le dijo con una sonrisa maliciosa y los ojos brillantes.
Demi lo colocó sobre la mesa del comedor y rasgó el envoltorio, con Bella detrás de ella, esperando curiosa para ver qué era.
Al apartar el papel, Demi se encontró con un traje tradicional para los bailes de
cuadrillas: una falda roja de cuadros con varias enaguas blancas de puntillas debajo y una blusa blanca mexicana de algodón, por la calidad de la tela de ambas prendas, Demi calculó que le habría costado bastante dinero, y se quedó mirándolas sin saber qué decir, era el conjunto más bonito que había visto nunca.
— ¿es... para mí? —balbució.
—Sí —respondió Taylor con una amplia sonrisa—, pero ni se te ocurra ponerte una coleta, ¿entendido?
—Pero Taylor... yo... ni siquiera sé bailar —comenzó la joven.
— si te pones eso estoy segura de que algún vaquero se ofrecerá a enseñarte —le dijo su cuñada con un guiño cómplice.
Después de vestirse, Taylor le arregló el cabello y la ayudó a maquillarse, al final ambas quedaron sorprendidas por el resultado.
A pesar de todo, Demi no podía dejar de preguntarse por qué Taylor le habría comprado ese traje ¿no sería que, para quedarse ella con Joe, la había hecho vestirse así para atraer a Cody y quitárselo de encima? «Estás empezando a volverte paranoica», se reprendió irritada, «viendo conspiraciones por todas partes...»
Cuando bajaron las escaleras, Bella se deshizo en alabanzas hacia Demi, sonaban
sinceras pero la joven tenía la sensación de que, en parte, tal vez lo hiciera para compensarla por la vez que se había arreglado y se había preocupado porque Joe se llevara una impresión equivocada.
En el granero podía escucharse ya a la banda afinando los instrumentos.
—Bueno —comentó Bella sonriendo al oírlos—, al menos Joe no se ha quejado de los cuarenta dólares que hemos tenido que pagar para contratarlos dos veces al mes.
— Dale tiempo —suspiró Demi -, últimamente se queja de todo.
— ¿cómo es eso? —inquirió Taylor curiosa.
—Joe lleva unos días de un humor de perros —le explicó Bella— va por ahí ceñudo todo el día y farfullando dios sabe qué.
Taylor enarcó una ceja en dirección a Demi, quien se sonrojó profusamente.
—A mí no me mires, yo no tengo nada que ver — murmuró apartando la vista— a lo mejor echa de menos tu compañía.
Taylor intercambió una mirada divertida con Bella y sonrió maliciosa.
—Um, es posible —concedió observando el rostro girado de Demi, tratando de ver su expresión— ¿qué le parece si vamos a averiguarlo? —Sugirió— Bella, seguro que no te importa ocuparte de los niños?
—Pues claro que no —respondió la mujer tomando un libro de cuentos que había dejado sobre la mesa y subiendo las escaleras— divertíos.
Cuando llegaron al granero, el baile ya había empezado, Demi se dio cuenta de que Taylor buscaba a alguien con la mirada, y suspiró tratando de hacerse a la idea de que acapararía toda la noche a Joe, sin darle la más mínima oportunidad a ella.
Encontraron a Joe de pie, junto a la mesa de las bebidas y los aperitivos, se había puesto unos vaqueros y una camisa azul, llevaba el cabello negro perfectamente peinado y el rostro recién afeitado. El corazón de Demi empezó a correr como un reloj al que le hubieran dado demasiada cuerda. Era el hombre más guapo que había visto en
su vida.
— ¡ah, ahí estás, Joe! —Lo saludó Taylor sonriente, tomándolo del brazo—,
¿Cómo estás?
— Bien —respondió él, sus ojos se posaron en Demi y se quedó mirándola fijamente, pero se obligó al momento a apartar la vista— estás preciosa, Taylor.
—Gracias —murmuró está incómoda, el cumplido debería haber sido para Demi y entonces cometió un error— ¿no te parece que Demi también está muy bonita? — inquirió forzando la situación.
Demi quería que la tragara la tierra, y Joe no dijo una palabra, sino que tomó la mano de Taylor.
—Ven, vamos a bailar —y la arrastró hacia el círculo de personas que bailaban.
A la pobre Demi se le cayó el alma a los pies y fue a sentarse en una silla junto a la pared, sintiéndose sola, rechazada e incómoda. ¿Por qué se habría vestido de ese modo? estaba haciendo el ridículo «la mona, aunque se vista de seda, mona se queda» siempre había odiado ese refrán, pero era la verdad. en ese momento, sin embargo, apareció Cody.
—Hola —la saludó con una cálida sonrisa— ¿no estarás escondiéndote?
—Es que no sé bailar —le contestó ella forzando una sonrisa.
—Pues entonces no deberías perder esta ocasión de aprender —le dijo él enarcando una ceja y tendiéndole la mano, la banda había empezado a tocar una melodía romántica y lenta.
—La verdad es que no tengo muchas ganas —musitó Demi sacudiendo la cabeza.
Cody se encogió de hombros y se apoyó en el poste que había junto a la silla de Demi, sus ojos se fijaron en Joe y Taylor.
—el jefe no pierde el tiempo, ¿eh? —masculló celoso.
—Provienen del mismo mundo —dijo Demi en voz queda— han pasado mucho tiempo juntos desde que tyler llegó al rancho, y sus hijos lo adoran.
—a mí Curt y Jess tampoco me detestan —dijo Cody inspiró profundamente, apartándose del poste— bueno, no se ha escrito nada sobre los cobardes, ¿verdad Demi?
—Buena suerte —le deseó la joven alzando la cabeza y sonriéndole.
Cody le guiñó un ojo y se dirigió a los bailarines, dio un toque a Joe en el hombro, la pareja se detuvo a mirarlo, y tras una inclinación de cabeza de Cody, Joe se hizo a un lado, y le permitió tomar el relevo.
Joe salió de la pista de baile y lanzó una mirada brusca a Demi! antes de ir junto a ella, se sirvió un ponche y se quedó de pie observando el baile.
—Parece que has perdido a tu acompañante —le dijo a la joven con frialdad, sin mirarla.
— ¿qué sucede? ¿Es un rival demasiado fuerte para ti?—le espetó Demi, Joe giró la cabeza hacia ella y parpadeó, nunca había escuchado ese matiz venenoso en su voz.
—me parece que ese es tu problema, cariño, no el mío —replicó— no puedes negar que vas vestida para la ocasión. ¿Te has rendido antes de luchar? la puya no hirió a Demi, sencillamente porque, aunque Joe lo ignoraba, no sentía nada por Cody.
— ¿sigue en pie aquella oferta que me hiciste de enseñarme a bailar? —se atrevió a preguntar temblando por dentro. Cody tenía razón, se dijo, si no se arriesgaba, no conseguiría nada— una vez me dijiste que si me ponía un vestido me enseñarías... — murmuró tímidamente, los ojos verdes de Joe se clavaron en los suyos como dardos.
—no deberías creer todo lo que te dicen, Demi. Los hombres solemos ponernos poéticos cuando llevamos varios meses sin una mujer —le contestó Joe con insolencia, Demi se había puesto roja como la grana— lo siento cariño, pero no me van los marimachos — se burló— yo que tú no descuidaría a Linley, me parece que es bastante voluble en sus afectos...
Demi se había puesto de pie y estaba temblando.
—eres cruel.
— ¿tú crees? —Inquirió él entornando los ojos— y respecto a tu oferta... no quiero bailar contigo, ni ahora, ni nunca oh, y si te has comprado eso para llamar mi atención —añadió señalando el traje—, harías bien en tirarlo a la basura, no estoy interesado en ti.
Demi sentía como si el suelo estuviese hundiéndose bajo sus pies, alzó la vista y lo miró dolida, como un animal herido, con los ojos brillantes por las lágrimas que se agolpaban por salir.
No podía soportarlo más, salió del granero con las enaguas golpeándole los muslos
mientras corría hacia la casa, no se detuvo hasta estar dentro, haber subido las escaleras y encerrarse en su habitación, con las lágrimas rodando a raudales por sus mejillas.
Joe se había quedado observando angustiado cómo se alejaba, no se había esperado una reacción así, sobre todo después de aquel abrazo con Linley y haberla visto hablando cordialmente con él momentos antes, quería creer que las
lágrimas eran por ese tipo, por haberlo visto bailando con Taylor, no por lo que le había dicho, porque si fuera así, se dijo, no podría soportar la idea de haberle hecho daño.
Demi lloró hasta dormirse, y se despertó a la mañana siguiente sintiéndose muy desdichada, preguntándose cómo podría soportar encontrarse cara a cara con Joe, porque sabía que antes o después ocurriría. Taylor había subido a su dormitorio y había llamado a la puerta pidiéndole que la dejara entrar para hablar con ella, pero Demi
se había negado a contestar siquiera, esperando que pensara que se había quedado dormida.
En el fondo, se dijo, le dolía más haber permitido que Joe viera hasta qué punto la había herido, que el hecho en sí de que la hubiera herido. ¡Estúpida, estúpida! tenía que haber salido a bailar con cualquiera, a reír, demostrar a Joe que podía vivir sin él. Sin embargo, ella no era de ese tipo de persona, había llevado el corazón en la mano, y Joe lo había machacado.
Apenas había bajado y se había sentado a la mesa del comedor, donde Bella había dispuesto el desayuno, cuando Joe entró, haciendo que el corazón le diera un vuelco.
—tengo que hablar contigo —le dijo.
—No creo que tengamos nada de qué hablar —le espetó Demi sirviéndose café, sus ojos oscuros se alzaron hacia los de Joe con una mirada dura y fría.
—es sobre lo que ocurrió anoche... querría poder borrar todo lo que te dije, lo siento, Demi estabas preciosa.
—Gracias —contestó ella sin embargo, no había calidez alguna en su voz— si me hubieras dicho eso mismo anoche, habría significado mucho para mí.
—es solo que me estomagaba verte con Linley— confesó Joe—, ver cómo tratabas de seducirlo.
— ¿seducirlo? —repitió la joven entre incrédula e indignada.
— ¡sí, de seducirlo! ¿No es esa la razón por la que te vestiste de ese modo?, ¿para qué te mirara? espero al menos apreciara tus esfuerzos.
Demi sintió que todo su cuerpo temblaba de ira.
—la verdad es que mi objetivo no era específicamente Cody, pero gracias por la idea en la próxima ocasión que tenga, tal vez me tire encima de él para ser más explícita. ¡Al menos él me dijo que estaba bonita y se ofreció para enseñarme a bailar!
— ¡porque le dabas lástima, por eso! —Bramó Joe sin pararse a pensar lo que decía— ¡igual que todos entonces! —Le gritó Demi— ¡ya sé que no soy atractiva! ¡No soy más que un marimacho estúpido! ¡Pues prefiero que sintiera lástima a que se riera de mí como tú!
— ¡yo no me reí de ti!
— ¿ah, no? ¿Y cómo lo llamarías tú?
Bella apareció en ese momento por la puerta del comedor, con los ojos como platos, pero ninguno de los dos la oyó entrar.
— ¿por qué no me dejas explicarte...? —comenzó Joe exasperado.
— ¿por qué no te metes las explicaciones por donde te quepan? —le espetó ella.
— ¡Demi! —la reprendió Bella, que nunca la había oído hablar así.
—muy bien, ¿es eso lo que quieres? porque si es lo que quieres, dejaré el tema y no volveremos a hablar de ello —masculló Joe. Tenía el sombrero en las manos y estaba aplastándolo, pero no se daba cuenta— no se puede hablar con quien es incapaz de escuchar.
— ¿qué más quieres que escuche? ¡Ya he escuchado bastante! ¡me dijiste que tirara el traje a la basura si me lo había puesto para impresionarte, y que no estabas interesado en mí, y que me creo todo lo que me dicen...!
— ¡dios! —gimió Joe.
— ¡y que lo que ocurrió entre nosotros se debía solo a que tú llevabas mucho tiempo de abstinencia! —Concluyó Demi con furia— y ahora sal de mi comedor, los huevos revueltos se están enfriando.
— ¡al infierno los huevos! —Bramó Joe, sus ojos parecían esmeraldas incandescentes— ¿vas a escucharme o no?
— ¡no, no pienso escucharte, y no voy a comerme los malditos huevos! ¡Los guardaba para ti! y, poniéndose de pie, tomó la fuente en sus manos, arrojó el contenido a Joe y salió del comedor a grandes zancadas.
Joe se quedó allí de pie, como si se hubiera convertido en una estatua, tenía trozos de huevo en la cara, la camisa, los pantalones... hasta habían caído unos trozos en el sombrero, que sostenía aún en la mano.
Bella no se movió, pensando que iba a explotar de un momento a otro, pero Joe la miró fijamente un buen rato antes de colocarse el sombrero con la poca dignidad que le quedaba.
— ¿quieres... eh... un poco de bacón también? —le preguntó Bella con sorna.
—No, gracias —masculló Joe calmadamente— no queda sitio donde ponerlo.
Se dio la vuelta y salió de la casa, dejando a Bella al borde de morir de un ataque de risa apenas podía creer lo que había visto.
Se desató una auténtica guerra fría entre ellos. Demi se comunicaba con Joe a través de Chappy, y lo evitaba siempre que podía, tras poner a Joe en su sitio, Demi había ganado algo más de confianza en sí misma. Decidió que su vida tenía que cambiar,
y empezó por el armario, tiró toda la ropa que tenía y compró ropa nueva, ropa de su talla, fue a la peluquería para que le hicieran un peinado que la favoreciera, y comenzó a maquillarse, además Taylor le enseñó como zafarse de los moscones con cierta elegancia y compostura, estaba empezando a abrirse como una flor rezagada a la
llamada de la primavera.
Taylor empezó a pasar más y más tiempo en el rancho, y frecuentemente Demi la veía en compañía de Joe. Los niños habían comenzado a picar a su madre con comentarios sobre Joe y ella, y como Demi le había dicho a Cody, era evidente que adoraban al texano.
Cody por su parte, se mostraba cada vez más irritado ante la situación y había empezado a lanzarle puyas a Taylor cuando se encontraban... a las que ella siempre contestaba. Celoso incluso de la atención de los chicos hacia Joe, había intentado acercarse a ellos, y había conseguido que empezaran a apreciarlo, y a buscar su
compañía para que les enseñara cosas sobre los caballos, el ganado, o les contara las historias que su abuelo le había relatado acerca del «salvaje oeste».
Joe, por otro lado, lanzaba miradas furibundas a Demi cuando sabía que ella lo estaba mirando, pero cuando no la devoraba con los ojos. Respecto al trabajo, ya totalmente recuperado de su enfermedad, se había empleado a fondo, y la venta de ganado había resultado mejor que nunca.
El tío Ted llamó a Demi para felicitarla por el modo en que estaba mejorando la situación del rancho, y la joven se sintió orgullosa, y admitió que el mérito no era todo suyo. Su tío le preguntó, como quien no quiere la cosa, si su opinión acerca del capataz que le había enviado no había cambiado. Demi respondió con evasivas y se inventó una excusa para cortar la conversación, sin embargo apenas había colgado el aparato volvió a sonar.
la devolvió, y la atrajo hacia sí para darle un abrazo.
era un abrazo puramente amistoso, pero a tyler, que los vio desde una de las
ventanas del barracón, no le pareció amistoso en absoluto. era la primera vez en su
vida que sentía algo tan fuerte como lo que sentía por nell, y la primera vez que lo
devoraban los celos, y esas emociones le resultaban difíciles de dominar. maldijo entre
dientes, salió fuera a grandes zancadas, montó sobre su caballo, y lo espoleó, sin saber
dónde diablos iba.
capitulo 8
el sábado siguiente, se celebró otro baile de cuadrillas para los huéspedes y
empleados, pero en esa ocasión era, además, una especie de fiesta de despedida
porque era el último día de estancia para la mayoría de los huéspedes, que se
marchaban el día siguiente para dejar su lugar a un nuevo grupo. margie y sus hijos se
habían presentado en el rancho el sábado por la tarde, y la mujer le lanzó a nell un
gran paquete nada más entrar en la casa.
—es para ti. Ábrelo —le dijo con una sonrisa maliciosa y los ojos brillantes.
nell lo colocó sobre la mesa del comedor y rasgó el envoltorio, con bella detrás
de ella, esperando curiosa para ver qué era.
al apartar el papel, nell se encontró con un traje tradicional para los bailes de
cuadrillas: una falda roja de cuadros con varias enaguas blancas de puntillas debajo y
una blusa blanca mexicana de algodón. por la calidad de la tela de ambas prendas, nell
calculó que le habría costado bastante dinero, y se quedó mirándolas sin saber qué
decir. era el conjunto más bonito que había visto nunca.
—¿es... para mí? —balbució.
—sí —respondió margie con una amplia sonrisa—, pero ni se te ocurra ponerte
una coleta, ¿entendido?
—pero margie... yo... ni siquiera sé bailar —comenzó la joven.
— si te pones eso estoy segura de que algún vaquero se ofrecerá a enseñarte —
le dijo su cuñada con un guiño cómplice.
después de vestirse, margie le arregló el cabello y la ayudó a maquillarse. al final,
ambas quedaron sorprendidas por el resultado.
a pesar de todo, nell no podía dejar de preguntarse por qué margie le habría
comprado ese traje. ¿no sería que, para quedarse ella con tyler, la había hecho
vestirse así para atraer a darren y quitárselo de encima? «estás empezando a volverte
paranoica», se reprendió irritada, «viendo conspiraciones por todas partes...»
cuando bajaron las escaleras, bella se deshizo en alabanzas hacia nell. sonaban
sinceras, pero la joven tenía la sensación de que, en parte, tal vez lo hiciera para
compensarla por la vez que se había arreglado y se había preocupado por que tyler se
llevara una impresión equivocada.
en el granero podía escucharse ya a la banda afinando los instrumentos.
—bueno —comentó bella sonriendo al oírlos—, al menos tyler no se ha quejado de
los cuarenta dólares que hemos tenido que pagar para contratarlos dos veces al mes.
— dale tiempo —suspiró nell -, últimamente se queja de todo.
—¿cómo es eso? —inquirió margie curiosa.
—tyler lleva unos días de un humor de perros —le explicó bella—. va por ahí
ceñudo todo el día y farfullando dios sabe qué.
margie enarcó una ceja en dirección a nell, quien se sonrojó profusamente.
—a mí no me mires, yo no tengo nada que ver — murmuró apartando la vista—. a
lo mejor echa de menos tu compañía.
margie intercambió una mirada divertida con bella y sonrió maliciosa.
—um, es posible —concedió observando el rostro girado de nell, tratando de ver
su expresión—. ¿qué le parece si vamos a averiguarlo? —sugirió—. bella, seguro que no
te importa ocuparte de los niños?
—pues claro que no —respondió la mujer tomando un libro de cuentos que había
dejado sobre la mesa y subiendo las escaleras—. divertios.
cuando llegaron al granero, el baile ya había empezado. nell se dio cuenta de que margie buscaba a alguien con la mirada, y suspiró tratando de hacerse a la idea de que acapararía toda la noche a tyler, sin darle la más mínima oportunidad a ella.
encontraron a tyler de pie, junto a la mesa de las bebidas y los aperitivos. se
había puesto unos vaqueros y una camisa azul, llevaba el cabello negro perfectamente
peinado y el rostro recién afeitado. el corazón de nell empezó a correr como un reloj
al que le hubieran dado demasiada cuerda. era el hombre más guapo que había visto en
su vida.
— ¡ah, ahí estás, tyler! —lo saludó margie sonriente, tomándolo del brazo—,
¿cómo estás?
— bien —respondió él. sus ojos se posaron en nell y se quedó mirándola
fijamente, pero se obligó al momento a apartar la vista—. estás preciosa, margie.
—gracias —murmuró está incómoda. el cumplido debería haber sido para nell. y
entonces cometió un error—. ¿no te parece que nell también está muy bonita? —
inquirió forzando la situación.
nell quería que la tragara la tierra, y tyler no dijo una palabra, sino que tomó la
mano de margie.
—ven, vamos a bailar —y la arrastró hacia el círculo de personas que bailaban.
a la pobre nell se le cayó el alma a los pies y fue a sentarse en una silla junto a la
pared, sintiéndose sola, rechazada e incómoda. ¿por qué se habría vestido de ese
modo? estaba haciendo el ridículo. «la mona, aunque se vista de seda, mona se queda».
siempre había odiado ese refrán, pero era la verdad.
en ese momento, sin embargo, apareció darren.
—hola —la saludó con una cálida sonrisa—. ¿no estarás escondiéndote?
—es que no sé bailar —le contestó ella forzando una sonrisa.
—pues entonces no deberías perder esta ocasión de aprender —le dijo él
enarcando una ceja y tendiéndole la mano. la banda había empezado a tocar una
melodía romántica y lenta.
—la verdad es que no tengo muchas ganas —musitó nell sacudiendo la cabeza.
darren se encogió de hombros y se apoyó en el poste que había junto a la silla de
nell. sus ojos se fijaron en tyler y margie.
—el jefe no pierde el tiempo, ¿eh? —masculló celoso.
—provienen del mismo mundo —dijo nell en voz queda—. han pasado mucho
tiempo juntos desde que tyler llegó al rancho, y sus hijos lo adoran.
—a mí curt y jess tampoco me detestan —dijo darren. inspiró profundamente, apartándose del poste—. bueno, no se ha escrito nada sobre los cobardes, ¿verdad nell?
—buena suerte —le deseó la joven alzando la cabeza y sonriéndole.
darren le guiñó un ojo y se dirigió a los bailarines. dio un toque a tyler en el hombro. la pareja se detuvo a mirarlo, y tras una inclinación de cabeza de darren, tyler se hizo a un lado, y le permitió tomar el relevo.
tyler salió de la pista de baile y lanzó una mirada brusca a nel! antes de ir junto a
ella. se sirvió un ponche y se quedó de pie observando el baile.
—parece que has perdido a tu acompañante —le dijo a la joven con frialdad, sin
mirarla.
—¿qué sucede? ¿es un rival demasiado fuerte para ti?—le espetó nell.
tyler giró la cabeza hacia ella y parpadeó. nunca había escuchado ese matiz
venenoso en su voz.
—me parece que ese es tu problema, cariño, no el mío —replicó—. no puedes
negar que vas vestida para la ocasión. ¿te has rendido antes de luchar?
la puya no hirió a nell, sencillamente porque, aunque tyler lo ignoraba, no sentía
nada por darren.
—¿sigue en pie aquella oferta que me hiciste de enseñarme a bailar? —se atrevió a preguntar temblando por dentro. darren tenía razón, se dijo, si no se arriesgaba, no conseguiría nada—. una vez me dijiste que si me ponía un vestido me enseñarías... — murmuró tímidamente.
los ojos verdes de tyler se clavaron en los suyos como dardos.
—no deberías creer todo lo que te dicen, nell. los hombres solemos ponernos
poéticos cuando llevamos varios meses sin una mujer —le contestó tyler con insolencia,
nell se había puesto roja como la grana—. lo siento cariño, pero no me van los
marimachos — se burló—. yo que tú no descuidaría a mcanders, me parece que es
bastante voluble en sus afectos...
nell se había puesto de pie y estaba temblando.
—eres cruel.
—¿tú crees? —inquirió él entornando los ojos—. y respecto a tu oferta... no
quiero bailar contigo, ni ahora, ni nunca. oh, y si te has comprado eso para llamar mi
atención —añadió señalando el traje—, harías bien en tirarlo a la basura. no estoy
interesado en ti.
nell sentía como si el suelo estuviese hundiéndose bajo sus pies. alzó la vista y lo
miró dolida, como un animal herido, con los ojos brillantes por las lágrimas que se
agolpaban por salir.
no podía soportarlo más. salió del granero con las enaguas golpeándole los muslos
mientras corría hacia la casa. no se detuvo hasta estar dentro, haber subido las
escaleras y encerrarse en su habitación, con las lágrimas rodando a raudales por sus
mejillas.
tyler se había quedado observando angustiado cómo se alejaba. no se había
esperado una reacción así, sobre todo después de aquel abrazo con mcanders y
haberla visto hablando cordialmente con él momentos antes. quería creer que las
lágrimas eran por ese tipo, por haberlo visto bailando con margie, no por lo que le
había dicho, porque si fuera así, se dijo, no podría soportar la idea de haberle hecho
daño.
nell lloró hasta dormirse, y se despertó a la mañana siguiente sintiéndose muy
desdichada, preguntándose cómo podría soportar encontrarse cara a cara con tyler,
porque sabía que antes o después ocurriría. margie había subido a su dormitorio y
había llamado a la puerta pidiéndole que la dejara entrar para hablar con ella, pero nell
se había negado a contestar siquiera, esperando que pensara que se había quedado
dormida.
en el fondo, se dijo, le dolía más haber permitido que tyler viera hasta qué punto la había herido, que el hecho en sí de que la hubiera herido. ¡estúpida, estúpida! tenía que haber salido a bailar con cualquiera, a reír, demostrar a tyler que podía vivir sin él. sin embargo, ella no era de ese tipo de persona. había llevado el corazón en la mano, y tyler lo había machacado.
apenas había bajado y se había sentado a la mesa del comedor, donde bella había
dispuesto el desayuno, cuando tyler entró, haciendo que el corazón le diera un vuelco.
—tengo que hablar contigo —le dijo.
—no creo que tengamos nada de que hablar —le espetó nell sirviéndose café. sus
ojos oscuros se alzaron hacia los de tyler con una mirada dura y fría.
—es sobre lo que ocurrió anoche... querría poder borrar todo lo que te dije. lo
siento, nell. estabas preciosa.
—gracias —contestó ella. sin embargo, no había calidez alguna en su voz—. si me
hubieras dicho eso mismo anoche, habría significado mucho para mí.
—es solo que me estomagaba verte con mcanders— confesó tyler—, ver cómo
tratabas de seducirlo.
—¿seducirlo? —repitió la joven entre incrédula e indignada.
— ¡sí, de seducirlo! ¿no es esa la razón por la que te vestiste de ese modo?, ¿para
que te mirara? espero al menos apreciara tus esfuerzos.
nell sintió que todo su cuerpo temblaba de ira.
—la verdad es que mi objetivo no era específicamente darren, pero gracias por la
idea. en la próxima ocasión que tenga, tal vez me tire encima de él para ser más
explícita. ¡al menos él me dijo que estaba bonita y se ofreció para enseñarme a bailar!
— ¡porque le dabas lástima, por eso! —bramó tyler sin pararse a pensar lo que
decía.— ¡igual que todos entonces! —le gritó nell—. ¡ya sé que no soy atractiva! ¡no soy
más que un marimacho estúpido! ¡pues prefiero que sintiera lástima a que se riera de
mí como tú!
— ¡yo no me reí de ti!
—¿ah, no? ¿y cómo lo llamarías tú?
bella apareció en ese momento por la puerta del comedor, con los ojos como
platos, pero ninguno de los dos la oyó entrar.
—¿por qué no me dejas explicarte...? —comenzó tyler exasperado.
—¿por qué no te metes las explicaciones por donde te quepan? —le espetó ella.
— ¡nell! —la reprendió bella, que nunca la había oído hablar así.
—muy bien, ¿es eso lo que quieres? porque si es lo que quieres, dejaré el tema y
no volveremos a hablar de ello —masculló tyler. tenía el sombrero en las manos y
estaba aplastándolo, pero no se daba cuenta—. no se puede hablar con quien es incapaz
de escuchar.
—¿qué más quieres que escuche? ¡ya he escuchado bastante! ¡me dijiste que
tirara el traje a la basura si me lo había puesto para impresionarte, y que no estabas
interesado en mí, y que me creo todo lo que me dicen...!
— ¡dios! —gimió tyler.
— ¡y que lo que ocurrió entre nosotros se debía solo a que tú llevabas mucho tiempo de abstinencia! —concluyó nell con furia—. y ahora sal de mi comedor. los huevos revueltos se están enfriando.
—¡al infierno los huevos! —bramó tyler. sus ojos parecían esmeraldas
incandescentes—. ¿vas a escucharme o no?
— ¡no, no pienso escucharte, y no voy a comerme los malditos huevos! ¡los
guardaba para ti!
y, poniéndose de pie, tomó la fuente en sus manos, arrojó el contenido a tyler y
salió del comedor a grandes zancadas.
tyler se quedó allí de pie, como si se hubiera convertido en una estatua. tenía
trozos de huevo en la cara, la camisa, los pantalones... hasta habían caído unos trozos
en el sombrero, que sostenía aún en la mano.
bella no se movió, pensando que iba a explotar de un momento a otro, pero tyler
la miró fijamente un buen rato antes de colocarse el sombrero con la poca dignidad
que le quedaba.
— ¿quieres... eh... un poco de bacón también? —le preguntó bella con sorna.
—no, gracias —masculló tyler calmadamente—. no queda sitio donde ponerlo.
se dio la vuelta y salió de la casa, dejando a bella al borde de morir de un ataque
de risa. apenas podía creer lo que había visto.
se desató una auténtica guerra fría entre ellos. nell se comunicaba con tyler a
través de chappy, y lo evitaba siempre que podía. tras poner a tyler en su sitio, nell
había ganado algo más de confianza en sí misma. decidió que su vida tenía que cambiar,
y empezó por el armario. tiró toda la ropa que tenía y compró ropa nueva, ropa de su
talla. fue a la peluquería para que le hicieran un peinado que la favoreciera, y comenzó
a maquillarse. además, margie le enseñó como zafarse de los moscones con cierta
elegancia y compostura. estaba empezando a abrirse como una flor rezagada a la
llamada de la primavera.
margie empezó a pasar más y más tiempo en el rancho, y frecuentemente nell la
veía en compañía de tyler. los niños habían comenzado a picar a su madre con
comentarios sobre tyler y ella, y como nell le había dicho a darren, era evidente que
adoraban al texano.
darren, por su parte, se mostraba cada vez más irritado ante la situación y había
empezado a lanzarle puyas a margie cuando se encontraban... a las que ella siempre
contestaba. celoso incluso de la atención de los chicos hacia tyler, había intentado
acercarse a ellos, y había conseguido que empezaran a apreciarlo, y a buscar su
compañía para que les enseñara cosas sobre los caballos, el ganado, o les contara las
historias que su abuelo le había relatado acerca del «salvaje oeste».
tyler, por otro lado, lanzaba miradas furibundas a nell cuando sabía que ella lo
estaba mirando, pero, cuando no, la devoraba con los ojos. respecto al trabajo, ya
totalmente recuperado de su enfermedad, se había empleado a fondo, y la venta de
ganado había resultado mejor que nunca.
el tío ted llamó a nell para felicitarla por el modo en que estaba mejorando la
situación del rancho, y la joven se sintió orgullosa, y admitió que el mérito no era todo
suyo. su tío le preguntó, como quien no quiere la cosa, si su opinión acerca del capataz
que le había enviado no había cambiado. nell respondió con evasivas y se inventó una
excusa para cortar la conversación. sin embargo, apenas había colgado, el aparato
— ¿es usted Demetria Lovato? —le preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.
—sí.
—Soy Danielle Deleasa—dijo la mujer— me preguntaba si podría hablar con mi hermano Joe, su capataz.
Demi se quedó callada por la sorpresa. ¡La hermana de Joe!
—Em... ha ido a la ciudad a comprar unos suministros que nos hacían falta —dijo cuando reencontró su voz—, pero estará de vuelta dentro de una hora. ¿Quiere que le diga que la llame?
—vaya, eso sí que es un problema... verá, mi marido Kevin y yo regresamos a Jacobsville dentro de unas horas. Estamos en Tucson por un asunto de negocios, y yo tenía la esperanza de ver a mi hermano, pero, en fin... tendrá que ser en otra ocasión.
—Espere —le dijo Demi impulsivamente—. ¿Por qué no vienen aquí? el rancho está solo a una media hora de Tucson.
—oh, no querríamos molestar.
—no es ninguna molestia, por favor, no sé si Joe llegará a tiempo para verla, pero me encantaría que nos conociéramos, su hermano ha hablado tanto de usted que es como si ya la conociera.
— ¿seguro?
—Sí, por favor, vengan —y procedió a indicarle cómo llegar allí.
Una media hora más tarde, un coche alquilado se detenía frente a la casa, y de él bajaba una pareja. Demi reconoció inmediatamente a la mujer de las fotografías de la cabaña de Joe.
—Tú debes ser Demi —dijo Danielle con una sonrisa cuando salió a recibirlos— no te importa que nos tuteemos, ¿verdad? resulta raro con una persona tan joven, este es Kevin mi marido —lo presentó.
Por el orgullo con que había pronunciado las últimas dos palabras y cómo había alzado los ojos con adoración hacia él, Demi comprendió que estaba muy enamorada. Kevin y la joven se estrecharon la mano, saludándose cordialmente.
Demi los llevó al salón, y les presentó a Bella, quien entraba en ese momento con una bandeja con café, pasta, platillos y una tarta de chocolate recién hecha.
—Bella, cuando llegue Joe, dile que venga directamente a la casa, pero no le digas por qué —le dijo Demi a la mujer.
—Bien, le diré que tienes más huevos revueltos para él —respondió Bella con sorna, saliendo de la habitación.
Danielle observó intrigada que Demi se había sonrojado.
— ¿huevos revueltos? —repitió con una sonrisa.
—Bueno, tuvimos un pequeño desacuerdo el otro día —farfulló Demi tras aclararse la garganta.
— ¿acerca de unos huevos revueltos? —inquirió Kevin divertido.
—bien, la verdad es que... perdí los estribos y le... le lancé mi desayuno —confesó
Demi roja como una amapola, y removiéndose incómoda en el asiento— pero fue él quien se metió conmigo primero —se defendió, el matrimonio la miraba de hito en hito, pero al momento empezaron a reírse.
—Te creo, Demi, sé lo difícil que puede ser mi hermano a veces —la tranquilizó Danielle con una sonrisa— ¿qué tal se está adaptando a esto?
—oh, se lleva muy bien con los hombres —respondió Demi aliviada de no tener que entrar en más detalles sobre sus desavenencias — le tienen mucho respeto. Danielle, que llevaba un rato observándola atentamente, dijo de pronto:
— ¿sabes? no eres en absoluto como te había imaginado por la descripción que nos hizo de ti Joe el día de nuestra boda.
— ¿de veras? —Contestó Demi curiosa— ¿cómo me describió?
—si le respondes a eso te dejaré fuera de mi testamento —intervino la profunda voz de Joe desde la puerta.
— ¡Joe! —exclamó su hermana levantándose y yendo a abrazarlo y besarlo. Demi nunca lo había visto sonreír tan feliz como en aquel momento.
—Me alegra volver a verte —dijo Kevin a su cuñado.
Este se levantó y le estrechó la mano antes de volver a sentarse en el sofá junto a Danielle y rodearla posesivamente con el brazo. Aquel simple gesto le indicaba Joe que las cosas iban mejor, mucho mejor, miró a la pareja, y al fin pudo respirar tranquilo, parecía que habían resuelto sus problemas.
—te llamé por si podías venir a vernos a Tucson antes de marcharnos —le explicó Danielle—, pero como no estabas, Demi nos invitó a nosotros a venir aquí a verte antes de tomar el vuelo de regreso a Texas.
—Sí, ha sido muy amable por su parte —asintió Kevin.
—Um, ya —farfulló Joe, tomó asiento al lado de Demi en el sofá frente a ellos, pero no la miró siquiera.
—no hace falta que me lo agradezcas — masculló Demi molesta, con una sonrisa forzada—, habría hecho lo mismo por cualquiera.
Los ojos verdes de Joe la miraron centelleantes.
—De eso no me cabe la menor duda, tienes un corazón tan grande... —le dijo con sarcasmo.
—Lo tenía —le espetó ella—, si ha encogido es por culpa de los hombres.
— Oh, estupendo —murmuró Joe—, échanos toda la culpa según tú, no hacemos nada bien, ¿no es cierto?
—Solo cuando tenéis a una mujer que os dirija — contestó Demi con una sonrisa gélida.
—pues déjame decirte que yo no permitiré que me dirija ninguna mujer. ¡Antes muerto! —Le espetó— lo que es más... —Joe se quedó callado al darse cuenta de que Danielle y Kevin estaban observándolos entre curiosos y divertidos— Ejem, ¿y cómo van las cosas en Jacobsville?
Kevin reprimió a duras penas la risa, mientras que Danielle tuvo que soltar la taza de café sobre la mesita para no volcarla, no hacía falta ser muy listo para ver lo que estaba ocurriendo allí, se dijo Danielle: su hermano había encontrado a la horma de su zapato.

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