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lunes, 15 de noviembre de 2010

Novela " Kevin " Cap 9



Durante los días que Kevin estuvo fuera, el señor Efron tuvo dos pleitos por divorcio, otro por una disputa sobre unos terrenos, otro por un accidente de tráfico, y también tuvo que defender a un hombre acusado de asesinato, por lo que Vanessa y Danielle estuvieron más atareadas que nunca.
—Siento que tengas que hacer tantas horas extra esta semana —le dijo esa mañana Zac Efron a Danielle — pero andamos tan escasos de tiempo y hay tanto que preparar...
—No se preocupe —lo tranquilizó ella— Kevin está fuera de la ciudad, así que no pasa nada porque me quede unas horas más.
—Bueno, lo que él pierde yo lo gano —murmuró el abogado sonriendo—. Gracias, Danielle, no sé qué haría sin ti. Me voy corriendo al juzgado. Si alguien preguntara por mí después estaré en el Carson's Café almorzando, y volveré sobre la una.
—De acuerdo.
Al ir a salir, el señor Efron se chocó con Vanessa casi la hizo caer, pero la sostuvo a tiempo por la cintura mientras que ella apoyó las manos en su pecho para no perder el equilibrio. Se quedaron como paralizados un momento, mirándose embelesados el uno al otro. « ¡Qué tierna escena!», pensó Danielle divertida.
— ¿Estás bien, Nessa? —le preguntó él.
—Sí —balbució ella aturdida, sonrojándose y quedándose con los labios entreabiertos. Finalmente Zac Efron la soltó.
—Bueno, ten más cuidado, no quiero quedarme sin secretaria —le dijo suavemente con una sonrisa.
—Sí, señor —murmuró Vanessa dócilmente. Los ojos del señor Efron descendieron brevemente a los gruesos labios de ella antes de darse media vuelta y salir.
Danielle tuvo que reprimir una sonrisa: de llevarse como el perro y el gato habían pasado a mostrarse tímidos el uno con el otro, y Vanessa parecía iluminarse como un árbol de navidad cada vez que él aparecía.
— Yo, Um... voy a pasar unas notas —balbució Vanessa.
Danielle sonrió.
— Pues yo iba a salir. ¿Quieres que te traiga algo de comer?
—Oh, sí, gracias. Una ensalada con atún y unas galletas saladas estaría bien. Gracias, Danny, mañana iré yo.
—Trato hecho. Bueno, volveré enseguida.
Tras pagar sus compras en el supermercado de la esquina, Danielle vio a Miley mirando unas tarjetas de felicitación junto a las cajas registradoras.
— ¡Eh, hola!
— ¡Oh, hola, Danielle! —La saludó sonriente su cuñada—. Estaba buscando una tarjeta para el cumpleaños de Nick... Es ya la semana que viene.
—Oh, sí, no lo he olvidado. Sé que tenía que haberte llamado para hablar de los preparativos, pero he estado muy ocupada y... —murmuró sin poder evitar sonrojarse. La verdad era que la tarde que había querido llamarla, Justin se había puesto juguetón y no la había dejado.
—Las cosas os van bien, ¿eh? —adivinó Miley con una sonrisa picara al verla tan colorada—. Nick dice que Kevin se pasa todo el día en su despacho mirando una foto tuya y soñando despierto.
— ¿En serio? —contestó Danielle riéndose encantada.
—Humm... la vida de recién casados es maravillosa —dijo Miley—. Me alegra que os vaya bien. De algún modo sabía que sería así. Estáis hechos el uno para el otro. Incluso Joe lo dijo aquel día en el baile, que erais como las dos mitades de un todo.
—Nick no sabe nada de la fiesta, ¿verdad? —le preguntó Danielle cambiando de tema.
—Oh, no, no me lo sacaría ni a punta de pistola. Por cierto, Kevin me llamó anoche para decirme que había invitado a una persona que no está en la lista que hice. ¿No te ha comentado nada de eso a ti?
—Pues no —contestó Danielle frunciendo el entrecejo—. ¿De quién se tratará? Espero que no sea una de sus antiguas novias —murmuró celosa.
—No lo creo —la tranquilizó Miley—. Tendremos que esperar para averiguarlo —suspiró.
—Bueno, tengo que dejarte ya, he dejado sola a Vanessa. Espero que le encuentres una buena tarjeta — le dijo Danielle sonriendo. .
—Hasta luego.
Aquella noche, cuando Kevin la llamó desde Wyoming, Danielle pensó en preguntarle sobre ese invitado o invitada sorpresa, pero cuando él le dijo que no volvería hasta el lunes, se le fue por completo de la cabeza
— ¡Oh, Kevin...! —gimió ella—. En fin, yo también estoy bastante fastidiada... El señor Efron está con pleitos toda la semana próxima, lo que significa que tendré que hacer un montón de horas extras — inspiró.
— Si me hicieras caso y dejarás ese trabajo... — murmuró Kevin. Danielle casi podía imaginarlo meneando la cabeza—. Bueno, tengo que dejarte, cariño, mañana he de levantarme temprano. Nos vemos el lunes por la noche, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Oye, si llegas a casa y no estoy, podrías venir a recogerme a la oficina.
—Muy bien. Buenas noches.
—Buenas noches, Kevin —musitó ella besando el auricular antes de colgar.
El fin de semana pasó lentamente, pero el lunes estaba tan atareada, que casi no tuvo tiempo ni de echar de menos a su marido. El teléfono no paraba de sonar, y Vanessa tuvo que ir corriendo dos veces a llevar unos papeles al señor Efron al juzgado.
Hacia el final de la jornada, Danielle estaba ya desesperada, preguntándose cuánto faltaría para poder irse a casa. El señor Efron entró en ese momento con unas cartas que quería que le pasara a máquina: Paginas y paginas...
Entretanto, Vanessa entraba y salía haciéndole recibos a su impaciente jefe, y Danielle se olía que iba a haber problemas cuando vio que en un momento dado Vanessa se mordió el labio inferior furiosa y lanzó una mirada furibunda hacia el despacho del señor Efron. Entonces, hacia las nueve, este fue a la mesa de la joven y le hizo un comentario sarcástico acerca de algo que había escrito incorrectamente. Vanessa explotó.
— ¡Es que usted quiere que haga milagros! — le espetó muy ofendida—. ¡Llevamos varios días haciendo horas extra, y todavía no hemos cenado! ¡Y casi he tenido que ponerme de rodillas para conseguir parte la información que me había pedido, y encima me grita! ¡Lo odio!
— ¡Eres una blandengue! —replicó él—. ¿Qué crees?, ¿que lo que haces es un trabajo muy duro?, yo te daría unos días del mío para que lo probaras...
Y con una sonrisa de autosuficiencia, se giró sobre los talones y volvió a su despacho.
— ¿Qué se ha creído? —exclamó Vanessa. Lo siguió, y cerró la puerta del despacho con violencia.
Danielle oyó más gritos, y algo que caía al suelo pero de pronto se hizo un silencio muy sospechoso. Danielle sonrió. Bueno, parecía que al fin el amor lo había atrapado.
Sin embargo, al hombre que había fuera, en la calle, sentado en un Thunderbird negro, las dos siluetas amalgamadas en un ardiente beso que vio a través de las cortinillas del despacho del abogado no le parecieron las de Zac Efron y Vanessa Hudgen, sino las de Zac Efron y Danielle.
Por un momento fue como si se le parara el corazón. Había llegado al aeropuerto y se había dirigido directamente a la ciudad, ansioso por ver a su esposa y se encontraba con... aquello.
Le pareció que el dolor que lo atenazaba no remitiría nunca. Lo estaba matando verla en los brazos de aquel hombre... No, no podía ser cierto... ¿Cómo podía haberle hecho aquello? ¡Él había confiado en ella y había vuelto a apuñalarlo por la espalda!
Volvió a poner en marcha el coche y pisó el acelerador para alejarse de allí. ¿Cómo podía haberle hecho eso? Había sido un idiota. Ella lo había traicionado en el pasado, pero él lo había olvidado todo por sus huídas, sus besos y las noches de pasión. ¿Cómo pudo haber olvidado lo que le había hecho? Tal vez no se hubiera acostado con Rob Pattison, pero aun así lo había traicionado, había roto su compromiso.
Llegó a casa sin siquiera saber cómo, con el corazón roto de dolor. ¿Cómo podía haberle hecho aquello?
Mientras Kevin se dirigía a casa, Danielle había recogido ya sus cosas para marcharse, dejando a los tortolitos a solas, y había llamado a casa para preguntarle a María si este había llegado, pero la mujer le había dicho que no, así que dejó una nota en la puerta de la oficina por si él pasaba por allí, tomó su coche y se fue.
¡Cuál sería su sorpresa al llegar y encontrarse con el Thunderbird allí aparcado! Corrió dentro ilusionada por abrazarlo. Kevin estaba en su estudio.
— ¡Hola!—lo saludó alegremente. Los ojos negros del hombre que se volvió a mirarla no se parecían en nada a los del tierno amante que había salido para Wyoming el miércoles. Estaba fumando un cigarrillo, y por la mirada que le había dirigido, podría haber sido un extraño.
—Llegas tarde —le dijo.
—Yo... estamos muy atareados —balbució Danielle —. Bueno, te dije que tendría que hacer horas extra.
— Es cierto —asintió él dando una larga calada al cigarrillo—. Pareces preocupada. ¿Ocurre algo?
— Pensé que te alegrarías de verme —murmuró ella con una sonrisa insegura.
Kevin le sonrió también, pero no de un modo cordial. Estaba muriéndose por dentro, pero no iba a dejar que se diera cuenta del daño que le había hecho.
— ¿Eso creías? —le espetó—. ¿Acaso crees que se me ha olvidado lo que me hiciste hace seis años. Siento decepcionarte si creías que había vuelto a caer bajo tu hechizo. Lo que te he dado estas últimas semanas no ha sido más que una pequeña revancha por la angustia que me provocaste en el pasado. ¿No esperarías que lo olvidara todo y construyera un futuro a tu lado como si nada? —se rio cruelmente—. Lo siento cariño, con una vez me bastó. Pero tampoco creas que seré incapaz de vivir sin ti. Eres como el vino: no necesito emborracharme, me conformo con una copa de vez en cuando.
Danielle no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Se había puesto lívida. Estaba embarazada de él, Kevin estaba diciéndola que no la quería a su lado.
— Yo creí... que habías comprendido que no me había acostado con Rob.
— Y es verdad —admitió él—, pero rompiste nuestro compromiso de todos modos, y me dijiste que no era lo suficientemente rico como para hacerte feliz— un brillo frío cruzó sus ojos — Ahora ha llegado la hora de mi venganza. Ahora yo soy el hombre rico, no te necesito. ¿Qué tal te sienta eso?
Ashley salió corriendo del estudio, llorosa, y fue a refugiarse en la habitación de invitados. Era como una horrible pesadilla. Quería despertar.
Pasaron varios minutos, durante los cuales ella espero que Kevin no hubiera dicho en serio lo que le había dicho. Se quedó escuchando, en silencio, aguardando que en cualquier momento entrara y le pidiera disculpas, pero no fue así.
Mucho más tarde escuchó los pasos de Kevin subiendo las escaleras, pero se dirigieron hacia su dormitorio, y oyó la puerta cerrarse con un golpe seco. Por más vueltas que le daba Danielle no lograba imaginar qué había hecho mal. Cuando Kevin se marchó a Wyoming todo iba como la seda entre ellos.
Pero esa noche la había mirado con desprecio, como si no le importara nada, y lo que le había dicho le había hecho añicos el corazón, entre lágrimas, con los ojos rojos e hinchados, se quedó finalmente dormida, preguntándose qué iba a hacer. Tendría que afrontar que definitivamente había perdido todo lo que amaba, incluido Kevin.
Al final del pasillo, el hombre que había regresado de Wyoming no podía pegar ojo. Echaba de menos la respiración acompasada de Danielle al dormir, y la calidez de su cuerpo en la oscuridad. Se sentía culpable de cómo le había hablado, y por haberla hecho llorar, pero él también estaba dolido. Había llegado a creer que Danielle lo amaba, cuando en realidad ella solo se había casado con él para tener un hogar y una cierta seguridad. Había vuelto a jugar con él, con un amante en la sombra, y el hecho de que fuera su atractivo jefe le sentaba aún peor. Ahora sabía por qué ella se había negado una y otra vez a dejar su trabajo, y por qué había defendido a Efron... Apenas podía soportar el dolor que sentía en el pecho, no sabía cómo iba a hacer para seguir viviendo con ella después de lo que había visto.
Por un instante consideró la posibilidad de ir a verla y pedirle explicaciones, pero, ¿de qué serviría? La había interrogado acerca de lo ocurrido en el pasado y le había mentido. ¡Qué desgraciada coincidencia que hubiera llegado antes de lo previsto a la ciudad y hubiera ido directamente a recogerla! Pero ya no podría volver a engañarlo. La había visto tal y como era.
Con un suspiro de frustración, cerró los ojos y se obligó a sacarla de su mente, y no fue casi hasta las cuatro de la madrugada que se quedó dormido.
A la mañana siguiente, cuando bajó la escalera lo hizo con una expresión bien estudiada, para que Danielle no pudiera entrever las emociones que lo sacudían. Danielle estaba ya levantada, y la encontró tomando café y mordisqueando sin ganas una tostada. Alzó la vista hacia él cuando lo oyó llegar, y él vio que tenía los ojos rojos e hinchados, y leyó la incertidumbre en su rostro.
—Kevin... Lo que dijiste anoche... no lo dijiste en serio, ¿verdad? — inquirió escrutándolo con sus ojos verdes.
Él pasó a su lado y se sentó a la cabecera de la mesa. Se sirvió un café antes de contestar.
—Lo decía muy en serio, cada palabra que dije —se sirvió bacón y huevos revueltos—. Sigue comiendo.
Danielle se estremeció y lo miró espantada.
Kevin le devolvió la mirada con los ojos entornados. Parecía cansada y estaba muy pálida.
—No tengo hambre —murmuró.
—Tú misma —dijo él como si no le importara.
En realidad él tampoco tenía el menor apetito, pero se forzó a comer para que ella no supiera que estaba destrozado. Sin embargo, al cabo de un rato, la mirada fija y horrorizada de Danielle empezó a hacerlo sentir incómodo.
— ¿Qué clase de relación esperas que tengamos a partir de ahora? —le preguntó ella en un hilo de voz con la poca dignidad que le quedaba.
Kevin apartó su plato y tomó un sorbo de café.
— Seguirás viviendo en mi casa y te mantendré, pero dormiremos en habitaciones separadas y llevaremos vidas separadas.
Danielle cerró los ojos llena de angustia. « ¿Y qué va ser del bebé que llevo dentro de mí?», quería preguntar, «¿qué hay de nuestro hijo?»
—Imagino que ya no te importará dormir sola... ahora que ya has satisfecho tu curiosidad — le espetó Kevin.
—No, no me importa —murmuró Danielle con voz ronca. Se levantó muy despacio—. Voy a llegar tarde si no me marcho ya.
—Sí, Dios no permita que llegues tarde al... trabajo —dijo Kevin con puro veneno en la voz.
Sin embargo, Danielle se sentía demasiado mal como para captar la indirecta, y salió por la puerta sin mirar atrás.
En el trabajo tuvo que ir al cuarto de baño en cuanto llegó por las fuertes náuseas, y vomitó lo poco que había desayunado. Se lavó la cara y se sentó frente a su mesa, tratando de tranquilizarse. Tenía que hacerlo por el bien del bebé, era lo único que le quedaba. Le sería muy difícil volver a acostumbrarse al Kevin frío y rencoroso. Era como haber visto un pedazo de cielo azul a través de las nubes y tener que hacerse otra vez a los días nublados. No estaba segura de poder soportar el seguir viviendo con él, pero, ¿dónde podría ir?
— ¿No te has olvidado del cumpleaños de Nick, verdad? —le preguntó Danielle a Kevin durante la cena el día anterior a la fiesta.
Kevin alzó la vista hacia ella, y no pudo evitar admitir que tenía muy mal aspecto. Sabía que era por la frialdad con que la estaba volviendo a tratar, pero no podía sacarse de encima el resentimiento por su traición
—No, no lo he olvidado le contestó —. No tienes buena cara
—Ha sido una semana muy larga —mintió ella —No tienes por qué preocuparte —le aseguró con una risa apagada—. Estoy bien. Tengo un techo bajo el que cobijarme, y comida en la mesa, y un trabajo. ¿Qué más puedo pedir? He conseguido todo lo que me prometiste cuando nos casamos. No tengo ninguna queja.
Soltó el tenedor, incapaz de permanecer más en la misma habitación que él, y se levantó, pero lo hizo demasiado rápido y le entraron mareos, haciéndola tambalearse ligeramente. Se agarró al respaldo de la silla rogando a Dios para que Justin no lo hubiese notado pero él estaba ya a su lado.
— ¿Seguro que estás bien? —le preguntó. Se detestaba. ¿Cómo podía estar tratándola de aquel modo. Era increíble que tuviera que sentirse culpable cuando era ella quien lo había herido a él, pero no podía soportar verla así.
—Estoy perfectamente, ya te lo he dicho —murmuró Danielle. Y salió del comedor con la cabeza lo más alta que pudo.
La noche de la fiesta, Danielle se había echado a descansar un poco para que nadie notara demasiado su estado. Cuando se levantó, se puso un vestido que tenía de color esmeralda, se recogió el cabello y se maquilló lo mejor que pudo para disimular el cansancio de su rostro. Se preguntaba qué pensaría Nick cuando la viera aquella noche. Seguramente Miley le habría dicho lo feliz que la había encontrado aquel día en el supermercado, y le chocaría mucho verla en ese estado, y notaría también sin duda la tensión y frialdad de Kevin. Esperaba que no le dijera nada, no quería otra confrontación.
Se llevó una mano al vientre, preguntándose cuánto tiempo más debería esperar antes de ir a ver a un medico. No podría ser el doctor Rey, porque la comunidad de Tisdaleville era pequeña, y ella no quería que Kevin se enterase. Tal vez si fuera a Houston...
Escuchó música abajo. La orquesta que habían contratado ya había empezado a tocar. Se puso unas gotas de perfume y bajó las escaleras con cuidado, agarrándose a la barandilla. Se sentía temblorosa, no solo por el embarazo, sino también por toda la tensión de la semana, causada por la frialdad de Kevin.
En cuanto llegó al rellano inferior vio a Nick y Miley entre la gente. Estaban agarrados del brazo, y parecían tan felices que le entraron ganas de llorar.
Danielle no vio a Kevin hasta un momento después. Allí estaba, tan elegante... Danielle se preguntó si pretendía actuar delante de los invitados para que nadie se diese cuenta de que tenían problemas. No quería mirarlo a los ojos, no quería que se diese cuenta de la desesperación que reflejaban los suyos.
Se dio la vuelta y fue junto a María y López, que estaban al lado de la puerta, dando la bienvenida a las personas que iban llegando. Y entonces vio a alguien a quien no querría haber vuelto a ver en su vida. Danielle se quedó paralizada y sus ojos relampaguearon.
No podía creerlo, no podía creer la desfachatez que había tenido Kevin para invitar a esa sanguijuela. Era el cumpleaños de Nick, y sabía que estaría muy mal montar una escena, pero no pudo evitar que la sangre le hirviera mientras avanzaba hacia él, e ignorando a todos, agarró un jarrón y siguió caminando hacia él.
—Hola, Rob —lo saludó en un tono gélido—. Cuánto me alegro de verte.
Y sin pensarlo, levantó el jarrón con las dos manos, y lo lanzó a la cabeza de Rob Pattison.

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