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martes, 16 de noviembre de 2010

Novela " Jemy " Cap 1


Hola!!! chicas.... bueno


aqui les dejo la nove de ♥JEMY♥


sigue con la nove anterior de Kanielle...


espero les guste un beso...♥










Joe Deleasa llevaba ya seis semanas trabajando en el rancho para turistas Doble R, cerca de Tombstone, pero el árido paisaje del sureste de Arizona le seguía pareciendo tan poco acogedor como el de Marte.
Acababa de regresar hacía un par de días de Tisdaleville, donde había ido para asistir a la boda de su hermana Danielle con Kevin Jonas. Era desde luego un enlace bien extraño y repentino, sobre todo teniendo en cuenta que durante los últimos seis años, Kevin se había negado incluso a dirigirle la palabra a Danielle después de que ella hubiera roto su compromiso, pero, en cualquier caso, no era asunto suyo. Por el modo en que Danielle miraba a Kevin resultaba obvio que aún lo amaba, y estaba seguro de que él tampoco había dejado de quererla, así que tenía confianza en que fueran felices y se reconciliaran definitivamente.
Miley y Nick también habían ido a la boda, naturalmente, y a Joe le había aliviado ver que atracción por la joven había pasado. Se había sentido algo deprimido cuando ella admitió que estaba enamorada de Nick, pero de algún modo siempre lo había intuido, así que el golpe no fue tan grande como podía haberlo sido, y lo había encajado con bastante dignidad.
Sin embargo, aquello lo había hecho reflexionar respecto a sus relaciones con el género femenino. Se preguntaba si alguna vez llegaría a saber lo que era el amor, lo que era sentir algo más que pura atracción física. Claro que cuando uno menos se lo esperaba, aparecía la mujer que ponía el mundo del hombre patas arriba aún contra su voluntad, y, en el caso de Joe, el nombre de esa mujer era Demi Lovato: tan vulnerable, tan solícita....
En ese momento vio en lejanía acercarse a un jinete. Joe entornó los ojos tratando de distinguir de quien se trataba. Mentían quienes decían que el calor seco era más que el húmedo: el sudor le caía a raudales por el rostro, y tenía empapada la camisa. Se quito el sombrero un momento para secarse la frente, con el dorso del brazo, y se quedó mirando la vasta extensión, con las montañas en el horizonte.
Había salido en busca de unos terneros extraviados, y estaba cabalgando desde hacía rato entre la silla y las chumberas, donde la vegetación de chapotes no era tan espesa. Nada crecía en torno a los chapotes y por cómo olían, sobre todo cuando llovía, no era de extrañar.
La persona que se acercaba era Demi. Debía querer algo de él, porque en las últimas semanas solía evitarlo si podía. Era una pena que su relación se hubiera vuelto de pronto tan tirante. Al principio, nada más conocerla, le había parecido que se llevarían muy bien, pero, por la misma razón que no comprendía, ella había empezado mostrarse distante.
Por fin, se dijo, tal vez fuera lo mejor. Después de todo con lo que ganaba apenas sí le daba para vivir, y la riqueza de su familia se había esfumado. No tenía nada que ofrecer a una mujer. En cualquier caso, se sentía mal porque le daba la impresión de que la había herido sin querer. Demi nunca hablaba de su pasado, pero Joe intuía que debía haberle ocurrido algo que la había vuelto muy desconfiada y cuidadosa en lo que se refería a los hombres. Era obvio, porque de un modo deliberado disimulaba los pocos atractivos que tenía, como si estuviera decidida a no captar la atención de los hombres.
Al principio, Joe había sentido simpatía hacia ella, porque la veía como a una chiquilla adorable, ansiosa por asegurarse de que estuviera cómodo, llevándole una almohada de plumas y otras cosas de la casa para que se sintiera como en su hogar. Había flirteado un poco con ella, encantado con su dulce timidez, pero pronto la gobernanta le había hecho ver que no era una niña, sino una joven de veinticuatro años que podía acabar malinterpretando sus bromas y coqueteos. Desde ese momento, Demi y él se habían tratado prácticamente como si fueran extraños el uno para el otro. De hecho, ella siempre evitaba su compañía, excepto en el baile de cuadrillas que celebraban cada quince días para los huéspedes.
Parecía que para lo único que lo quería Demi era para esconderse detrás de él en esos bailes y evitar así tener que bailar con algún hombre. Debería agradarle que se le pegara, porque eso demostraba que aún tenía confianza en él, pero en cierta forma también le resultaba algo insultante, porque implicaba que no lo veía como a un hombre. En el cóctel después de la boda, le había hecho a su hermana Danielle algunos comentarios un poco duros acerca de Demi, pero lo cierto era que solo la había criticado porque no quería que se diese cuenta de hasta qué punto lo tenía obsesionado.
Suspiró con pesadez viéndola aproximarse. Desde luego no podía decirse que su forma de vestir fuera provocativa en absoluto, ya que siempre llevaba pantalones y blusa que le quedaban bastante amplios, pero sin duda era lo mejor. Ya lo incomodaba bastante cómo lo afectaban la timidez de Demi y la empatía entre ambos sin que tuviera también una figura enloquecedora. Frunció el entrecejo, preguntándose cómo sería el cuerpo que se escondía tras esa ropa de camuflaje. ¡Como si fuera averiguarlo alguna vez! Habiéndola ahuyentado con su inocente flirteo, se dijo riéndose con ironía para sus adentros.
La elevada posición social de que había gozado Joe hasta la muerte de su padre había hecho que estuviera siempre rodeado de mujeres hermosas, y de que aquella chica tan poco femenina lo desdeñase de aquel modo lo había herido en su orgullo.
— ¿Has encontrado esos terneros? —le preguntó Demi, haciendo que su caballo se detuviera cerca de él.
—No, supongo que con este calor lo más probable es que se hayan ido a buscar una charca donde poder saciar su sed. Claro que para mí es un misterio cómo podrían haber dado con una, porque en este desierto haría falta un zahorí para encontrar siquiera una gota.
Demi se quedó mirándolo un buen rato.
— ¿No te gusta Arizona, verdad?
—No es mi hogar —respondió él girando la cabeza hacia el horizonte—, y me costará hacerme a esto. De todos modos solo llevo aquí unas semanas.
— Yo crecí aquí —dijo ella—. Adoro este lugar. Solo es desolado en apariencia. Si te fijaras con detenimiento te sorprendería ver la cantidad de formas de vida que hay.
—Hea, sí... —murmuró él burlón—: sapos cornudos, serpientes de cascabel, monstruos de Gila...
—Yo me refería más bien a los mirlos alirrojos, las matracas del desierto, los correcaminos, los búhos, los ciervos — lo corrigió ella—. Por no mencionar la cantidad de flores silvestres que hay, contando con las de los cactus —añadió.
La mirada en sus ojos se había dulcificado de repente, y en su voz había una calidez que Joe no recordaba haber oído antes.
—Pues a mí me parece que es un desierto —murmuró inclinando la cabeza para encender un cigarrillo. ¿Qué hay de esa excursión a caballo que habías organizado?
—Los huéspedes que se habían apuntado salieron un rato con Chapí —respondió ella con un suspiro. Pero estoy algo preocupada, porque no estoy segura de que el señor Howes esté en forma para esas cosas. Espero que regresen bien al rancho.
Joe esbozó una leve sonrisa.
—Eso espero yo también. Si se cae del caballo, necesitaremos una grúa para levantarlo.
Demi no pudo evitar sonreír también. Joe no lo sabía, pero era el primer hombre que había logrado hacerla sonreír en años. Sí, excepto cuando estaba con él era una mujer seria y callada.
—Taylor y los chicos vienen a pasar el fin de semana al rancho, y tengo que ir a Tucson a recogerlos, ¿Te importaría encargarte de la acampada al aire libre de esta noche?
—No hay problema... siempre y cuando seas tú quien convenza a Crowbait para que cocine —le advirtió.
—Crowbait no es tan malo —lo defendió ella—. De hecho es... —entornó los ojos buscando el adjetivo apropiado—... único.
—Tiene el mal carácter de un puma, la lengua de una cobra y los modales de un toro en celo —replicó Joe.
— ¡Ahí lo tienes, es único! —asintió ella divertida.
Joe se rió suavemente y dio una calada al cigarrillo.
— Bueno, jefa, será mejor que siga buscando esos terneros antes de que alguien con el gatillo a punto los cocine pura cenar. No tardaré.
—Los chicos me dijeron que querían buscar puntas de flechas apaches mientras estuvieran aquí — murmuro Demi vacilante. Les prometí que te preguntaría.
—Tus sobrinos son buenos chicos, pero necesitan más mano dura —dijo él.
-La verdad es que Taylor nunca ha sido la madre ideal —repuso Demi—, y desde que Lucas murió la cosa ha empeorado. Tal vez si buscara una niñera...
Joe meneó la cabeza.
—Lo que Taylor necesita es volverse a casar —dijo sonriendo.
Taylor era la clase de mujer a las que estaba acostumbrado por su vida anterior: sofisticada, hermosa, y nada complicada. Le gustaba porque le traía recuerdos muy dulces de esa existencia sin apenas problemas que había llevado hasta que su padre muriera.
—En fin, de todos modos, una preciosidad como ella no debería tener demasiadas dificultades para encontrar un marido...
Era cierto que Taylor era muy atractiva, pero Demi no pudo evitar sentir una punzada de celos al oírlo de labios de Joe. Sabía que ella, en comparación, ni siquiera era bonita, con su cara ovalada y los ojos tan tristes que le daban un aspecto de niña huérfana. A de todo, asintió con la cabeza sin mirarlo y obligo a sus labios sin pintar a esbozar una sonrisa. Nunca se maquillaba. Nunca había hecho nada para llamar la atención de un hombre... nunca, hasta unas semanas atrás había querido atraer a Joe, pero los comentarios que le había oído hacerle semanas atrás a Bella, la gobernanta, la habían herido tanto que se le habían ido todas las ganas de intentar agradarlo de nuevo y el comportamiento de Joe a partir de entonces había reafirmado en su decisión.
Sí desde aquel día había logrado hacer acopio del sentido común para recordarse que no debía mirarlo con ojos de cordero degollado. Además, se dijo en ese momento con amargura, Taylor era muy de estilo, y también parecía interesada en él.
—Bueno, entonces, si no te importa hacerte cargo de la acampada, creo que me marcharé. Si no has encontrado esos terneros antes de las cinco, vuelve a la casa y les diremos a tus amigos que sigan buscándolos por la mañana —añadió.
Se refería a dos peones mayores, que como Joe también eran de Texas, y con los que este había trabado una buena amistad durante las seis semanas que llevaba
—No hará falta —replicó—. Todo lo que tengo que hacer es buscar un charco de agua... y allí estarán, con la cabeza metida en él.
—Ten cuidado de no adentrarte en ninguna hondonada- le dijo Demi—, el cielo sobre tu cabeza puede estar totalmente azul en un momento, y al instante siguiente echarse sobre ti una tormenta que estaba a mil kilómetros, y antes de que te des cuenta, te encontrarás atrapado en medio de una riada.
—También tenemos riadas relámpago en Texas — repuso él.
—Solo quería recordártelo —dijo Demi. Se odiaba por mostrar preocupación por él incluso de un modo inconsciente.
Joe entornó los ojos y torció el gesto. No le gustaba que lo trataran con condescendencia.
—Gracias, pero cuando necesite una niñera ya pondré un anuncio.
Demi ignoró ese comentario.
—Si tienes oportunidad mañana, quisiera que hablaras con Marlowe acerca de su lenguaje. Una de nuestros huéspedes ha venido a mí a quejarse de que está harta de oírlo jurar en arameo cada vez que le ensilla un caballo.
— ¿ Y por qué no se lo dices tú misma?
Demi tragó saliva.
—Pues, porque tú eres el capataz, y mantener a los peones del rancho a raya es tu trabajo.
—Como usted diga, señorita —murmuró él tocándose el ala del sombrero con insolencia.
Demi resopló, hizo a su montura dar media vuelta, y la espoleó en dirección al rancho. Joe se quedó pensativo, observando cómo desaparecía en la lejanía. Aquella chica era un verdadero enigma para él, distinta a todas las mujeres a las que había conocido, y con unas rarezas que lo tenían intrigado. Le sabía mal que hubiera acabado surgiendo antagonismo entre ambos. Incluso cuando ella lo trataba con cordialidad, se advertía en el fondo una cierta reserva, como si quisiera ocultarle algo. De hecho, cada vez que tenía que hablar con él, le daba la sensación de que se ponía muy tensa.
En fin, se dijo Joe suspirando, no podía perder el tiempo tratando de comprender las peculiaridades de su jefa.
Tenía que encontrar a aquellos terneros antes que empezara a oscurecer. Hizo que su caballo se diera la vuelta, y continuase avanzando por entre las chollas.
Demi, entretanto, estaba llegando ya a la casa de adobe del rancho. No le hacía demasiada gracia la idea de que unas horas después fuera a tener a su cuñada Taylor mariposeando por el lugar, pero no había encontrado ninguna excusa para disuadirla de que los visitara.
En ese momento recordó el comentario que acababa de hacerle Joe sobre la belleza de Taylor, y de pronto le pareció que todo encajaba: Taylor no iba al rancho para visitarla, ni tampoco por sus hijos... ¡Quería a Joe para ella! Sí, era obvio, no había hecho nada más que flirtear con él durante su anterior visita.
No podía negarse que era atractiva: Rubia, de ojos azules... y había sido bendecida con una figura a le sentaba bien cualquier cosa. Demi no se llevaba demasiado mal con ella... siempre y cuando lograra ahogar el recuerdo de lo ocurrido nueve años atrás, aunque indirectamente, Taylor era responsable de las heridas que Demi llevaba en el alma desde su adolescencia.
Por otra parte, desde la llegada de Joe, Demi había sido más consciente que nunca de la frecuencia con que Taylor la utilizaba. Era una aprovechada y sin importarle las molestias y gastos que pudiera ocasionar a Demi, se iba allí e invitaba a sus amigos a excusiones a caballo, mientras que dejaba a sus dos pequeños hijos al cuidado de su cuñada. Al principio, Demi lo había aceptado con resignación, porque era demasiado educada y no se atrevía a decirle nada, pero cada vez la desfachatez de Taylor era mayor, y en esa ocasión ya eran dos los fines de semana que iba a pasar en el rancho durante el mismo mes. Estaba harta. Había tratado de hacerle entrever que no le gustaba su comportamiento, pero si no se daba por aludida, tendría que asegurarse de que se enterase de que no iba a dejarse pisotear nunca más.
Su cuñada y sus sobrinos Less y Kart estaban esperando ya con el equipaje en las escaleras del bloque donde vivían cuando Demi aparcó su Ford Tempo junto a la acera. Los chicos, hueros y de ojos azules como su madre, salieron corriendo hacia ella ametrallándola con su verborrea infantil. Less, el mayor, tenía siete años, y Kart solo cinco.
— ¡Hola, tía Demi! —la saludó el segundo—. ¿Podremos ir a cazar lagartijas? —dijo entrando en la parte trasera del vehículo.
—Tonto, ¿quién quiere cazar lagartijas? —Masculló su hermano Less sentándose a su lado—. Lo que yo quiero es buscar puntas de flecha indias. La otra vez, Joe me dijo que me enseñaría dónde encontrarlas. ¿Le has preguntado, tía Demi?
— Sí, sí, le pregunté —lo tranquilizó Demi—. No te preocupes, Kart, yo iré contigo a cazar lagartijas.
— ¡Puja!, Yo no podría —intervino la delicada Taylor ocupando su sitio junto a Demi—, esos bichos me dan repelús.
Llevaba puesto un vestido a rayas blanco y verde que parecía tan caro como los pendientes de diamantes que lucía en las orejas y el anillo de rubíes en su mano derecha. Demi observó que no llevaba el anillo de casada... de hecho, si no recordaba mal, hacía bastante que no lo veía en su dedo, concretamente desde la llegada de Joe.
—Pues si cazo una lagartija me la llevaré a casa y dormirá en mi cuarto —anunció Kart beligerante a su madre.
Demi se rió, viendo en los rasgos del pequeño a su hermano Lucas. A veces la ponía triste que le recordara tanto a él, pero hacía ya dos años que había fallecido,
Una parte del dolor se había disipado.
—No a mi casa, jovencito —replicó Taylor con firmeza.
Tras la muerte de Lucas, Taylor le había vendido al Demi la parte que le correspondía del rancho, y ella se había mudado con sus hijos a la ciudad. No, nunca le había gustado el rancho.
—Pues me da igual, se la dejaré a la tía Demi para que viva con ella.
—Basta ya de responderme, pequeño diablo —lo calló su madre con un gran bostezo—. Espero que ya tengáis funcionando el aire acondicionado, Demi —dijo a su cuñada—, odio el calor. Y supongo que le habrás dicho a Bella que comprara varias botellas de Agua mineral, porque no pienso volver a beber agua de ese pozo.
Demi tuvo que hacer un gran esfuerzo para no responderle una grosería. ¿Por qué Taylor siempre hablaba como si fuera ella quien mandase? Era muy embarazoso que le dijera lo que tenía que hacer y que diera por hecho que se merecía ciertos derechos. Demi había sido paciente con ella durante mucho tiempo solo por consideración a su hermano y a los niños, pero ya se había cansado. Los chicos estaban discutiendo en el asiento de atrás, así que Demi le dirigió una mirada fría a Taylor y le espetó con voz calmada.
—El rancho es mío. El tío Ted es únicamente el albacea y por eso está a cargo de él hasta que yo cumpla los veinticinco, pero después pasará a ser de mi propiedad exclusiva, ¿o es que no recuerdas las condiciones del testamento de mi padre? Mi hermano habría tenido la mitad, y yo la otra mitad. Yo te pagué lo que te habría correspondido por la mitad de él, así que no pienso dejar que sigas dándome órdenes, ni obtendrás un trato preferente sobre los demás huéspedes solo porque seas mi cuñada.
Taylor se había quedado de piedra. Demi nunca le había hablado de aquella manera.
—Yo no quería decir que... —empezó en un tono vacilante.
— Y no he olvidado lo que ocurrió hace nueve años, aunque a veces creas que sí solo porque no te lo he vuelto a echar en cara —añadió Demi interrumpiéndola sin alzar la voz.
Taylor enrojeció y apartó la vista hacia la ventanilla.
—Yo... siento mucho aquello. Sé que no me crees, pero de verdad que lo siento. Además, sé que Lucas me despreciaba por ello, y he tenido que vivir con la culpa desde entonces. Las cosas nunca volvieron a ser iguales entre nosotros después de aquella fiesta, y todavía lo hecho mucho, muchísimo de menos —le dijo en un tono conciliador, lanzando una mirada rápida de reojo a su cuñada.
—Seguro que sí —masculló Demi entre dientes—, Y supongo que esa es la razón por la que vistes tan recatada.
Taylor aspiró sorprendida, pero Demi la ignoró y arrancó el coche, poniéndose a hablar a los chicos de los nuevos terneros que habían nacido en el rancho, y cortando así una posible réplica de la viuda de su hermano.
En el instante en el que Bella vio entrar a Taylor, se dirigió a la puerta de atrás con la excusa de que tenía que llevar una tarta de manzana a la casa-dormitorio de los trabajadores de la hacienda, y de camino allí se encontró con Joe, que parecía cansado y harto.
—OH. Hola, Bella, ¿qué haces por aquí? —preguntó sonriendo a la mujer.
—Esconderme, ¿qué voy a hacer? —gruñó ella apartándose del rostro mechones de cabello plateado. Ha vuelto —explicó en un tono frío.
— ¿Quién ha vuelto?
—Su alteza, la reina de la pereza —se burló Bella liando la tarta de mano—. Era lo que le faltaba a la pobre Demi... más gente de la que ocuparse. Esa huera no ha levantado un dedo desde que el pobre Lucas muriera. Y si supieras lo que esa modelo dichosa le hizo a Demi... —se sonrojó al darse cuenta de que había hablado de más, y se aclaró la garganta incómoda—. Bueno, en realidad venía por qué les he hecho una tarta, a ti y a los demás hombres.
—De eso nada —masculló Demi mirando furibunda a la gobernanta mientras avanzaba hacia ellos a zancadas -. Yo te pedí que hicieras esa tarta, y ahora vas a dársela a los hombres sólo porque ha venido mi cuñada. Vamos, Bella, a los chicos les encanta la tarta de manzana, y, además, dudo que Taylor la pruebe, no querrá estropear su figura comiendo dulces.
—En cualquier caso nos estropeará el día —repuso Bella—. Quiero esto; quiero lo otro... —dijo remedándola—. Hazme la cama, Bella; tráeme una toalla; hazme unos huevos pasados por agua... No se molestaría ni en agacharse a recoger un zapato del suelo, no se vaya a herniar. No, ella no, ella es demasiado frágil para trabajar...
—No airees los trapos sucios aquí fuera, ¿quieres? —la reprendió Demi mirando de reojo a Joe.
—No está ciego —dijo Bella alzando la barbilla—. Sabe tan bien como tú y como yo lo que pasa aquí.
—Bella, ya basta, vuelve dentro con «mi» tarta,
—No pienso dejar que ella se coma ni un pedazo—insistió la mujer obstinada.
—Muy bien, pues díselo —le contestó Demi.
—No creas que no lo haré —replicó la gobernanta. Se volvió hacia Joe con una sonrisa—. Pero a ti, si quieres, te daremos un trozo.
Joe se quitó el sombrero e hizo una pequeña reverencia.
—Muy agradecido, Bella.
La mujer prorrumpió en risitas y volvió dentro.
— ¿No tenías que estar ya con el grupo que se había apuntado para la acampada? —le preguntó Demi a Joe, extrañada, cuando se quedaron solos.
—Hemos tenido que cancelarlo —le explicó él—. El señor Curtís se cayó encima de un cactus, y a la señora Giménez le entró dolor de estómago por el chile que llevaba la comida del almuerzo, y... Bueno, los demás decidieron que preferían quedarse a ver la televisión.
—Bueno, supongo que es la fatalidad... —suspiró Demi—. Lo pospondremos para el fin de semana.
Joe se quedó mirándola en silencio con los ojos entornados, pensativo.
—Oye, Demi... antes, cuando...
Pero no pudo terminar la frase, porque en ese momento la puerta trasera de la casa se abrió y apareció Taylor.
— ¡Vaya, Joe, qué alegría volver a verte! —lo saludó dejando escapar su cantarina risa.
—Yo también me alegro de verla, señora Lovato — contestó él divertido. Y sus ojos recorrieron despacio el esbelto cuerpo de Taylor con una mirada apreciativa.
Demi quería tirarse al suelo y llorar, pero no iba a darle a su cuñada esa satisfacción, y tampoco iba a permitir que Joe supiera lo loca que estaba por él, así que optó por una rendición silenciosa y volvió a entrar en la vivienda sin decir una palabra.
Taylor le lanzó una mirada curiosa, pero Demi ni siquiera se dignó a volverse a mirarla. Si quería a Joe que se lo quedara, se dijo deprimida. Después de todo, para él era solo una chiquilla sin atractivo...
-Joe me va a llevar mañana a dar un paseo a caballo —le dijo Taylor a Demi durante la cena—. ¿No te importa encargarte de los niños, verdad?
Demi alzó la vista del plato indignada. ¿Qué se había creído?
—Pues... de hecho, eso no va a ser posible —le respondió con una sonrisa forzada—. Llévalos contigo. Joe me dijo que los acompañaría a buscar esas puntas de flecha.
— ¡Eso, eso! —exclamó Less tan emocionado que casi volcó su vaso de leche.
—Yo también quiero ir —se apuntó Kart.
—No, no podéis venir —repuso su madre claramente molesta.
—No nos quieres... —gimoteó Less—. Eres mala.
— ¡Nunca nos has querido! —lo secundó Kart empezando a llorar.
— ¡Buena la has hecho! —acusó su madre a Demi, arrojando los brazos al aire.
—Yo no he hecho nada —se defendió Demi—, nada excepto negarme a seguir siendo tu esclava. No recuerdo haberte invitado a venir —añadió con frialdad—, así que no esperes que te entretenga ni que haga de niñera.
— ¡Pero si hasta ahora siempre lo has hecho! —exclamó Taylor sorprendida, como si aquello fuera lo más natural del mundo.
—Pues eso era antes —le espetó Demi—, ya me he hartado de hacer el primo. A partir de ahora, tendrás que hacerte cargo de tus responsabilidades.
— ¿Quién te ha metido esas ideas en la cabeza? — inquirió Taylor incrédula por el cambio de actitud de su cuñada.
—Nadie —respondió Demi—, estoy cansada de que todo el mundo intente aprovecharse de mí. ¿Por qué no te buscas una vida, o mejor, un trabajo?
Taylor aspiró asombrada, pero antes de que pudiera contestar, Demi ya se había levantado de la mesa y se había marchado.
Joe había accedido a llevar Taylor y a los chicos a dar un paseo a caballo a la mañana siguiente. Al ver bajar a Taylor, Demi tuvo que admitir que los vaqueros que se había puesto le sentaban de maravilla, pero también advirtió que en su rostro se podía leer el fastidio por tener que llevar a los críos con ellos. Pues que se aguantara, se dijo Demi, era su madre, y los había tenido porque había querido.
Cuando hubieron salido de la casa, la joven fue a la cocina. No había desayunado porque no quería oír a Taylor quejarse de cómo había fastidiado su paseo romántico.
— ¿Qué te ha dado, Demi? —le preguntó Bella mirándola curiosa cuando entró—. Anoche, antes de que subieras a tu habitación, te oí poner a Taylor en su sitio. ¿Estás enferma?
La joven se rió mientras tomaba una galleta.
—No —contestó mordiendo un trozo—, supongo que me he hartado de que me pisotee.
—Y de ver a Taylor flirtear con Joe... ¿me equivoco?
Demi se quedó mirándola.
—Basta ya con eso, ¿quieres? Sabes que Joe no me gusta.
—Pues claro que te gusta —replicó Bella—. Y mucho me temo que sea culpa mía que las cosas no hayan funcionado entre vosotros —confesó compungida-.
Yo solo quería evitarte otro desengaño...
Demi se dio la vuelta y contrajo el rostro. No tenía muchas ganas de hablar de eso.
—No es mi tipo —insistió con voz ronca—. En cambio él y Taylor hacen muy buena pareja.
Bella dejó sobre la encimera la bayeta que tenía en la mano, se acercó a ella, y le acarició la mejilla.
—Los hombres no son tan malos, Demi... Algunos incluso se dejan domesticar —le dijo entre risas—. No todos son como Jacob Black —al ver que Demi se ponía pálida, añadió—. Oh, vamos, ni siquiera él era un demonio. Amaba a Taylor, y a veces cuando ama una a una persona se hacen cosas estúpidas... y, además, estaba borracho y no sabía lo que...
—Yo estaba enamorada de él —la cortó la joven disgustada—. Flirteó descaradamente conmigo, me hizo abrigar esperanzas... igual que Joe, al principio. Y después me... después me hizo «aquello». Cuando me enteré de que ni siquiera se sentía atraído por mí, que lo que quería era poner celosa a Taylor, yo...
—Fue algo despreciable —asintió Bella—, y sé que fue terrible para ti porque te habías enamorado, y te sentiste traicionada y utilizada. Fue una suerte que yo subiera al piso de ese momento...
Demi no contestó. Había apartado la vista, dolida al recordar aquello.
—Pero gracias a Dios la cosa no llegó a mayores, niña, es eso en lo que tienes que pensar.
— ¿Podemos dejar de hablar de esto, Bella? —Le rogó Demi, metiéndose las manos en los bolsillos de los vaqueros—. De todos modos, ya no importa nada. Soy fea y provinciana, y ningún nombre se fijará jamás en mí, haga lo que haga... Y oí lo que te dijo Joe esa noche —añadió lanzándole una mirada fría a la gobernanta—. Oí cada palabra, y dijo que no quería tener revoloteando a su alrededor a una «marimacho enferma de amor».
Bella suspiró.
—De modo que lo oíste... ¿Es esa la razón por la que últimamente lo ignoras y lo evitas?
— ¿Y qué si es así? —espetó Demi molesta—. En parte me alegré de haberme enterado de que estaba molestándolo, y sí, desde entonces he procurado no cruzarme más en su camino.
Bella iba a decir algo, pero su intuición le dijo que era mejor dejar ese tema aparcado.
— ¿Cuánto tiempo se va a quedar «su alteza»? — inquirió al cabo de un rato.
—Solo hasta mañana por la tarde, gracias a Dios —murmuró Demi con un suspiro—. Bueno, será mejor que me vaya ya. He organizado una excursión a caballo para el grupo, y esta tarde llevo a las mujeres de compras al pueblo para que puedan adquirir artesanía y recuerdos.
—Yo también tengo cosas que hacer —respondió Bella—. He de pensar qué preparar para la cena de esta noche... ¿O va a hacer Chapí esa barbacoa antes del baile? No sé por qué nunca me consulta ni me cuenta nada.
—Sí, creo que va a hacerla, pero seguro que los huéspedes agradecerían tus patatas aliñadas, con tu pan y tu tarta de manzana —dijo Demi rodeándole los hombros con el brazo mientras caminaban hacia la puerta trasera—. De todos modos, Bella, deberías estar agradecida a Chapí... así te quita trabajo. Es tan dulce contigo...
La mujer se puso roja y se apartó de ella indignada
— ¿De qué hablas, niña? Anda, haz el favor de salir de aquí y dejarme trabajar.
Demi salió de la casa entre risitas y se dirigió a los establos para asegurarse de que las monturas estaban dispuestas para la excursión. Encontró a Chapí Staples, el más veterano de los peones, allí solo. Demi lo conocía desde que era niña, pero el hombre, era bastante grande, siempre le había dado un poco de miedo.
— ¿Cómo está la yegua? —le preguntó, refiriéndose a un animal que tenía problemas con una pezuña.
— Llamé al herrero para que le echara un vistazo le dijo Chapí—. Le cambió la herradura, pero está algo inquieta. Yo de usted no me la llevaría, señorita Demi.
La joven suspiró contrariada.
— Si no me la llevo nos faltará una montura —murmuró.
—Bueno, si puede usted hacerse cargo sola del grupo —sugirió Chapí, Marlowe podría quedarse conmigo a echarme una mano, y así uno de los huéspedes podría montar en su caballo.
—Gran idea, Chapí —sonrió Demi aliviada.
Además, así el vasto lenguaje de Marlowe no incomodaría a los huéspedes. De hecho, si persistía en ese comportamiento grosero, tendría que despedirlo, y no le hacía gracia la idea de tener que buscar un nuevo peón, porque le había costado mucho hacerse a los que tenía.
—Saldremos a las diez —le dijo a Chapí—, y estaremos de vuelta a la hora del almuerzo, porque sobre las dos quiero llevar a las mujeres de compras.
—Bien, señorita Demi—respondió el hombre tocándose el borde del ala del sombrero.
Demi salió del establo y se encaminó de nuevo a la casa. Iba tan absorta en sus pensamientos que estuvo a punto de darse de bruces con Joe.
—Lo... lo siento —balbució—. No te había visto. Pensé que ya te habrías ido con Taylor y los chicos.
— Y estaba a punto de hacerlo... cuando me he enterado de que me has emparejado con ella para el baile de cuadrillas de esta noche —repuso él. Parecía bastante enfadado.
— ¿Yo? —dijo Demi incrédula.
—Eso es lo que me ha dicho Taylor —contestó Joe enarcando una ceja— que había sido idea tuya.
Demi suspiró con pesadez.
—Imagino que no me creerás si te digo que no es cierto, ¿verdad?
— ¿Cómo voy a creerlo?, Me cargas con ella cada vez que viene —respondió Joe irónico.
Demi bajó la vista y se dio la vuelta.
—Pensaba que disfrutabas de su compañía... — murmuró—. Porque es como tú: sofisticada, con clase... Pero si prefieres que vaya con otro, puedo intentar convencerla.
Joe, viendo que se marchaba, la retuvo por el brazo, y lo sorprendió ver que se ponía tensa de repente.
—Está bien, déjalo, es solo que no me gusta sentirme como un acompañante obligado. Taylor me cae bien, pero no necesito una alcahueta.
—Es cierto, no la necesitas —contestó ella con tristeza—. ¿Te importaría soltarme el brazo?
—No soportas que te toque... —murmuró Joe entornando los ojos—. Me di cuenta de ello la primera semana. ¿Por qué, Demi?
El corazón de la joven comenzó a latir muy deprisa. Joe debía pensar que le tenía miedo, y no podía decirle que no era más que temor a dejarle entrever que su contacto le producía placer.
—Mi vida privada no es asunto tuyo —le dijo incómoda, sorprendiéndose a sí misma.
—Eso ya lo sé, te has encargado de dejármelo muy claro últimamente —contestó Joe, soltándole el brazo como si le estuviera quemando los dedos—. Muy bien, como quieras. Y respecto a Taylor... No tienes que, preocuparte, ya solucionaré yo mis asuntos con ella.
Parecía exasperado, pero Demi estaba demasiado nerviosa como para advertir ese matiz en el tono de su voz. Quería alejarse de Joe lo antes posible, porque cuando estaba con él tenía que controlarse todo el tiempo para no lanzarse a sus brazos a pesar de su timidez.
—Me parece perfecto —le contestó encogiéndose de hombros, como si no le importara en absoluto lo que hiciera.
Y, dicho eso, rodeó a Joe y entró en la casa sin mirar atrás, y sin imaginar que él se había quedado observándola pensativo.

3 comentarios:

  1. está súper!! síguela! espero el siguiente cap. besooss!! :D

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  2. Siguela siguela! esta muy genial me gusto mucho la tramaaa
    aaw! es muy linda
    te espero en mi nove y me dices que tal vale?
    http://whoownsmyheart-danny.blogspot.com/

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  3. me encantooooooo
    esta genial
    jejejeje

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