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sábado, 9 de octubre de 2010

Novela Niley " Nicholas " Cap 3




Miley cenó sola. Habían llamado a Kevin por teléfono al poco rato de llegar a casa, y le había dicho a María que le pusiera la cena en una bandeja para que pudiera ver la película que había comprado mientras comía. Nick había ido a casa también, para cambiarse para su cita, y Miley se quedó en su habitación hasta que se marchó. No quería siquiera enterarse de cómo se había puesto de guapo. Le repugnaba la sola idea de imaginarlo con alguna rubia a la que no podía ni deseaba poner cara. Entonces fue cuando decidió que tenía que salir de allí o reventaría. No había planeado rebelarse aquella noche, pero sencillamente no podía sentarse con Kevin a ver su película. Si lo hacía, estaba segura de que no le prestaría ninguna atención, que solo se deprimiría acordándose de Nick, de modo que se puso unos pantalones, una blusa, se peinó el cabello y llamó por teléfono a Selena.
— ¿Estarías dispuesta a echarme una mano para rebelarme?
Selena se rio por lo bajo.
—Tienes suerte de que el hombre con el que iba a salir haya llamado para anularlo. De acuerdo, estoy dispuesta. ¿Contra qué vas a rebelarte?
—Nick me pilló anoche en la cola del striptease y me arrastró a casa —le explicó Miley—. Y hoy... Bueno, no importa, el caso es que ha vuelto a tratarme como si fuera una niña. Así que he pensado que esta noche me gustaría probar ese nuevo pub discoteca de Tisdaleville, para darle en las narices.
Selena volvió a reírse...
—Esa sí que es una gran idea. Te recogeré en quince minutos, Miley.
—Bien, te estaré esperando.
Miley corrió al pisa de abajo, despreocupándose de cómo fuera a reaccionar Nick ante lo que iba a hacer. Que se fastidiara. Él ya tenía una cita, ¿no? Horribles imágenes de su cuerpo bronceado en la cama con la rubia sin cara cruzaron por la mente de la joven, atormentándola. No, se dijo sacudiendo la cabeza obstinada, no iba a dejar que las acciones de Nick la hirieran por más tiempo. ¡Iba a salir al mundo, e iba a vivir!
Asomó la cabeza por la puerta del salón. Una fina columna de humo se elevaba frente a la pantalla del televisor, donde hombres uniformados se disparaban unos a otros.
—Voy a salir con Selena —informó a Kevin.
Este giró la cabeza para mirarla. Tenía las largas piernas cruzadas sobre la mesita baja, un vaso de brandy en una mano, y un cigarrillo en la otra.
—De acuerdo, Miley —asintió sin ponerle pegas—. Pero no te metas en problemas, ¿eh? Nick y tú andáis como el perro y el gato últimamente, y él no parece necesitar muchas excusas para lanzarse a tu garganta.
—Tranquilo, me portaré bien. Selena y yo solo vamos a ese local de baile nuevo. Te prometo que no haré ninguna locura. Buenas noches
—Buenas noches.
Y así, Kevin volvió con las balas y las bombas, y Miley cerró la puerta con un suspiro. Kevin era un verdadero encanto. Nunca había tratado de coartarla.
¿Por qué no podría ser Nick como él? Le entraban ganas de matar a alguien cuando pensaba en lo sobre protector que podía llegar a ser. Su vida era suya, y él no tenía derecho a entrometerse. Y no iba a deprimirse por su indiferencia. ¡Ni hablar!
Selena llegó unos minutos después y, con un suspiro de alivio, Miley subió al deportivo de su amiga.
Era viernes por la noche, y el Dance Palace de Tisdaleville estaba a rebosar. Los fines de semana tocaban en directo una banda del Oeste, y se servían bebidas alcohólicas bastante fuertes. Decididamente era la clase de local al que Nick le prohibiría ir, se dijo Miley con una sonrisa traviesa. En la pista bailaban varias parejas.
—Tranquila, Nick no se enterará de que has venido aquí —le dijo Selena riéndose—. Es verdaderamente ridículo cómo trata de controlarte todo el tiempo.
—No creas que no se lo he tratado de hacer ver, pero no sirve de nada —contestó Miley—. No sé por qué no llega a comprender que lo único que quiero es valerme por mí misma.
—Con un poco de suerte no tendrás que esperar demasiado para eso —le confió su amiga—, hay unos apartamentos que quisiera que vinieras a ver conmigo. El otro día estuve hablando con el agente inmobiliario.
—Estupendo —aprobó Miley.
Tomó un sorbo de su bebida mientras ignoraba lomo podía la descarada mirada del hombre que había sentado en la mesa de al lado. No había dejado de mirarla desde que habían llegado. Debía rondar los cuarenta, y no era precisamente guapo. Era muy moreno v tenía una incipiente tripa de cerveza. Llevaba un sombrero de vaquero calado hasta los ojos, y claramente había bebido varias copas de más.
—Ese tipo tan raro no me quita los ojos de encima —le siseó a Selena con desagrado mientras dejaba sobre la mesa el vaso de ginebra.
Detestaba la ginebra, pero Selena le había insistido en que en un local así no podía pedir una gaseosa. —Pasa de él, ya se cansará. ¡Mira, es Joseph! ¡Eh, Joe!
En un instante, Joseph Deleasa  estaba a su lado. Era un hombre Joven, alto y fornido, de ojos negros y sonrisa ligeramente arrogante. A Miley siempre le había infundido algo de temor, pero lo cierto era que no se pavoneaba como harían otros con la fortuna que su familia poseía, y tampoco era un esnob, a pesar de que la localidad de Tisdaleville llevaba ese nombre por su abuelo.
— ¡Eh!, hola, chicas —las saludó. Tomó una silla de otra mesa y se sentó a horcajadas en ella, con el respaldo delante—. Miley, ¿sabe Nick que estás aquí?
Miley se removió incómoda en el asiento y se llevó otra vez el vaso a los labios.
—Soy mayor de edad. Tengo tanto derecho como cualquiera a tomarme una copa si me apetece, y Nick no es mi dueño —le soltó de un tirón. Se sentía la lengua extraña, como si se le hubiera hinchado. O se le hubiese vuelto de trapo.
—Oh... oh... —fue la respuesta de Joe. Se giró hacia Selena y la señaló con un dedo acusador—. ¿Es esto cosa tuya?
Selena parpadeó rápidamente con las largas pestañas postizas que llevaba, fingiéndose ofendida.
—Yo solo le he facilitado el transporte, eso es todo. Miley es mi amiga y estoy ayudándola a rebelarse.
—Pues si no te andas con cuidado, Nick os matará a las dos —le advirtió Joe—. Por cierto, ¿dónde está? —le preguntó a Miley.
—Ha salido con una de las mujeres de su harén — contestó Miley con desagrado—. No es que a mí me importe, claro. Así al menos me lo quito de encima de vez en cuando —añadió en un tono lo más despreocupado posible.
—Miley se está tomando la revancha —le explicó Selena muy solícita—. Nick la sacó a rastras el otro día de la cola del teatro.
— ¡Miley! —Exclamó Joe con los ojos como platos—. ¡¿Ibas a ver ese striptease masculino?! Acostumbrada a esas reacciones puritanas en casa, la joven lo miró molesta y contestó desafiante:
— ¿Y cómo quieres que me entere de cómo va el mundo sino? Si por Nick fuera llevaría una venda en los ojos durante el resto de mi vida. Por su culpa no puedo siquiera tener citas como cualquier chica de mi edad.
—Oh, vamos, Miley, te trata así porque eres como una hermana pequeña para él —repuso Joe defendiendo a su amigo—. Lo que pasa es que no quiere que acabes haciéndote daño.
—Soy mayor, si me da la gana puedo tirarme desde un puente —gruñó Miley.
Sonaba muy segura de sí misma, pero lo cierto era que se estaba sintiendo cada vez peor. Cerró los ojos un momento pero se forzó a abrirlos al instante. Joe podía ser tan aguafiestas como Nick y Kevin, y si se daba cuenta de que estaba mareada y con ganas de vomitar la sacaría de allí antes de que pudiera decir una palabra.
— ¿Qué estás tomando? —inquirió Joe mirando el vaso suspicaz.
—Ginebra —respondió ella con firmeza—. ¿Quieres un poco?
—No, gracias, no bebo —contestó él con una leve sonrisa—. Buena, tengo que irme. Cuida bien de ella, Selena.
—No necesito que me cuide nadie —intervino Miley enfurruñada.
— ¿No te quedas a bailar con nosotras? —inquirió Selena.
—No puedo, he de recoger a Danielle—dijo Joe poniéndose de pie—. Esta noche trabajaba hasta tarde. Tiene el coche en el taller.
— ¿Sabes qué? —murmuró Miley alzando la vista hacia él—.Danielle tiene suerte de tener a un hermano como tú. Seguro que no le pones espías que la vigilen mientras trabaja, ni guardaespaldas que la sigan de cerca cuando vuelve tarde a casa, ni matones que le quiten de encima a los pretendientes, ni...
Joe pestañeaba repetidamente, mirándola confuso.
—Tranquilo, es solo que está enfadada con Nick, nada más. Claro que yo no podría enfadarme con un hombre tan encantador porque se mostrara demasiado protector conmigo...
—No creo que lo encuentres tan encantador si se entera de que has traído a Miley aquí —advirtió Joe—. ¿No lo has visto nunca enfadado?
Selena se apartó el cabello rizado del rostro, incómoda.
—Miley dice que Kevin puede ser peor —apuntó.
—Yo no estaría tan seguro de eso —repuso Joe enarcando una ceja—. Están cortados por el mismo patrón —se volvió hacia Miley y le puso una mano en el hombro—. No bebas más de eso —le dijo señalando el vaso de ginebra con un gesto de la cabeza.
—Lo que tú digas, Joe —le dijo Miley sonriendo burlona—. Buenas noches.
—Buenas noches —contestó él.
No estaba seguro de que fuera una buena idea dejarla allí, pero a pesar de todo se dio media vuelta y salió del local.
— ¡Qué raro!, ¿verdad? ¿Qué estaría haciendo aquí? —Dijo Selena—. Si no bebe...
—Tal vez estuviera buscando a alguien —sugirió Miley—. Muchos rancheros se reúnen aquí los fines de semana, ¿no? —Tomó un trago más del vaso—. Esto no está malo del todo, ¿sabes?
—Creí que ibas a hacerle caso a Joe —le dijo su amiga entre divertida y preocupada. Le pareció que un poco de alcohol la animaría, pero parecía que no lo aguantaba demasiado bien.
—Odio a los hombres —declaró Miley—. A todos los hombres, pero sobre todo a Nick —y tomó otro trago más.
Selena decidió que tal vez sería mejor no tentar a la suerte.
—Oye, Miley, no te muevas de aquí. Vuelvo enseguida, ¿de acuerdo?
Se puso de pie y salió del local, esperando que Joe no estuviera ya muy lejos. Intuía que iba a necesitar ayuda para sacar a Miley de allí si no dejaba de beber.
En cuanto Selena se levantó, el hombretón de la mesa contigua que no había quitado a Miley el ojo de encima, aprovechó la ocasión. Se sentó junto a ella, y sus ojillos hundidos la recorrieron de abajo arriba.
—Bueno... Solos al fin —le dijo en un tono libidinoso. Apestaba a alcohol y sudor—. Eres una monada. Me llamo Tom, y vivo solo. Estoy buscando a una mujer que me cuide, me limpie la casa, cocine para mí... y a la que hacerle el amor todas las noches. ¿Qué dices?, ¿no te gustara venir conmigo?
Miley se estremeció y trató de apartarse de él, pero el tipo le había rodeado la cintura con el brazo, — ¡Déjeme! —gimoteó asustada.
—No te me pongas tímida ahora... Si estabas aquí con tu amiguita es porque buscabas algo, ¿no es así? Pues yo puedo dártelo... —le pasó un dedo sucio por el brazo—. Vamos, dale un besito al tío Tom...
Intentó atraerla hacia sí, pero Miley se revolvió y le volcó el resto de la ginebra encima. El tipo se puso de pie maldiciendo, con una mirada homicida en los ojos de borracho.
— ¡Lo has hecho a propósito! —le gritó agarrándola de la muñeca y retorciéndosela—. ¡Te vas a enterar, puerca!
Miley sentía un dolor cada vez mayor, pero el tipo no la soltaba. La gente que estaba alrededor se había vuelto y miraban, pero nadie hacía nada por ayudarla. Quería llorar.
—Suéltala.
Aquella voz le sonó profunda, peligrosa, y, lo mejor de todo, familiar. Miley se quedó sin respiración al reconocerla, así como al hombre alto y de pelo chino a su lado. ¡Nick!
— ¡Métete en tus asuntos! —le espetó el sucio borracho.
Nick le agarró el brazo y se lo retorció hasta que el hombre aulló y gimoteó como un niño. Nick lo soltó y el tipo se dejó caer al suelo, agarrándose el miembro dolorido.
Otro hombre, más joven y forzudo, avanzó hacia Nick.
— ¡Eh, tú!, ¿qué le haces a mi amigo?
—Darle su merecido. ¿Acaso tienes algo que objetar? —los ojos de Nick relampagueaban.
— ¡Ya lo creo!
El hombre le lanzó un puñetazo, pero era demasiado lento. Nick se apartó a tiempo, lo agarró y lo arrojó sobre una de las mesas, que se partió en dos como una nuez.
Nick se agachó para recoger el sombrero, que se le había caído al esquivar el golpe, y se peinó el cabello con los dedos mientras miraba desafiante en derredor.
— ¿Alguien más? —invitó a los que lo observaban. La gente empezó a dispersarse y la banda comenzó a tocar de nuevo. Nick se volvió hacia Miley.
—Um... Hola —acertó a decir la joven—. Pensé que tenías una cita.
Nick no dijo nada, pero las llamas en sus ojos lo expresaban todo. No admitiría jamás que la cita que había tenido era una cena de negocios, ni lo furioso que se había sentido al verla acosada, y en ese momento desde luego le parecía que holgaba decirle que había imaginado que algo así ocurriría en su ausencia.
— ¿No has visto a Selena? —inquirió Miley ansiosa.
—Por suerte para ella no —respondió él en un tono gélido—. Ve por tu bolso.
Miley, temblorosa, rebuscó por el suelo debajo de la mesa hasta dar con él. No había duda de que Nick tenía un don especial para intimidar a la gente, pensó mientras iba hacia él y lo veía colocarse el sombrero. Los dos hombres a los que se había enfrentado parecían haber perdido su bravuconería y se apartaron cuando pasaron a su lado. Pero quizá, lo más sorprendente de todo, se dijo Miley, era lo tranquilo que se veía a Nick a pesar de la que se había armado en un momento.
En la puerta del local estaban Selena y Joe. La amiga de Miley miró a Nick aprensiva.
—No ha sido exactamente culpa mía, Nick —comenzó en un tono avergonzado.
Nick la miró con frialdad.
—Ya sabes lo que pienso de esta «amistad», y sé cuál es la razón que hay detrás de ella, aunque Miley Cyrus no lo sepa.
Debía estar realmente enfadado, pensó Miley, nunca la llamaba por su nombre completo. ¿Qué habría querido decir con aquello?, pensó extrañada. ¿Y por qué se había puesto de pronto Selena tan colorada?
—Será mejor que vaya a buscar a Danielle —murmuró Joe—. Iba a ofrecerle a Miley que si quería que la llevara a casa, pero, dadas las circunstancias, me alivia que hayas aparecido —le dijo a Nick.
—Si Kevin, se entera de que has estado aquí con ella te pegaría un puñetazo, pero gracias de todos modos —contestó este. Tomó a Miley del brazo y la hizo andar hacia su Jaguar—. Imagino que ha sido tu «amiga» quien te ha traído a la ciudad.
—Sí —asintió la joven sin alzar la vista—, vinimos en su coche —se sentía cansada y mareada. «Ahora sí que debo parecer una chiquilla inmadura», pensó, «siendo salvada del matón de turno en el recreo por mi hermano mayor», Los ojos le escocían por las lágrimas, pero las retuvo con gran esfuerzo para que Nick no advirtiese lo agitada que estaba.
Entraron en el coche.
—No puedo creerlo —murmuró él furioso, casi para sí, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad—. Me gustaría saber qué diablos te ha dado últimamente. La otra noche te encuentro haciendo cola para ver un striptease masculino, y hoy estás emborrachándote en un bar y ligando con extraños.
— ¡Yo no estaba ligando con ese tipo! — Protestó Miley con la voz temblorosa por la ira—. ¡Ni siquiera iba vestida de una forma provocativa!
Nick la miró de hito en hito.
— ¡Estabas en un bar, sin acompañante, esa es toda la provocación que un hombre necesita!
Miley rehuyó su mirada. Sabía que, de no hacerlo, se echaría a llorar. Junto las manos con fuerza sobre su regazo y giró la cabeza hacia la ventanilla mientras él arrancaba.
— ¿Quieres que te lleve en brazos a la casa? —le ofreció Nick mientras la ayudaba a bajar del coche, al ver que se tambaleaba un poco.
—No, gracias —repuso Miley observando que Nick la llevaba a la puerta de la cocina—. ¿Vas a hacerme entrar por la puerta de atrás para que Kevin no me vea? —le dijo desafiante.
—Fue Kevin quien me dijo dónde estabas —contestó él mientras introducía la llave en la cerradura y abría—. Está todavía viendo su película.
—Oh —musitó Miley. Entró en la casa—. ¿Y tú cita?
—Eso no importa ahora —respondió Nick con aspereza—, pero desde luego cada vez estoy más convencido de que he desarrollado un radar interno para cuando te metes en problemas.
Miley enrojeció. Se sentía muy extraña aquella noche: asustada y nerviosa, e incluso un poco insegura. Además, la ginebra había eliminado en cierto modo sus inhibiciones, y tendría que tener mucho cuidado para no dejar entrever a Nick lo vulnerable que se sentía cada vez que se acercaba a ella.
Fue delante de él, atravesando la enorme y reluciente cocina y el pasillo, hasta llegar a las escaleras — Miley —la llamó Nick antes de que empezara a subirlas.
Ella se detuvo, pero no se volvió, no se atrevía, por miedo a que su rostro delatara sus sentimientos. De pronto él estaba detrás de ella, demasiado cerca.
— ¿Qué es lo que te ocurre, cariño?
El tono de su voz le partió el corazón a Miley. Era un tono que no solía oírle demasiado, el que empleaba con los niños, y con los potrillos. Lo había empleado también con ella el día que perdió a su madre en el accidente.
La joven se irguió, tratando de controlar el temblor de sus piernas.
—Es que... ese... ese hombre... —comenzó, incapaz de decirle que era desdichada porque sabía que jamás podría amarla.
—Olvídate de él, Miley, no era más que un maldito borracho —le dijo Nick. La tomó por tos hombros y la hizo volverse hacia él. Era curioso cómo, teniendo la fuerza que tenía, podía asirla con tanta suavidad—. Tú estás bien, y eso es lo que importa —le dijo suavemente—. No ha pasado nada.
—Claro que no ha pasado —murmuró Miley hundida—, porque tú me rescataste... Siempre me rescatas —cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla—. ¿No has pensado nunca que si siempre me sacas las castañas del fuego jamás podré valerme por mí misma? — Alzó los ojos borrosos hacia su rostro—. Tienes que dejarme probar mis alas, Nick. Tienes que hacerlo...
Había mucho de verdad en las palabras de la joven, y lo cierto era que Nick no sabía qué responder. Nunca antes había advertido en ella aquella inquietud, aquella prisa por alejarse de él. Estaba melancólica, cuando a lo largo de los cinco años anteriores se había mostrado siempre como un duendecillo alegre y travieso, siempre dispuesto a la risa, instándolo a tomar parte en sus juegos. Miley no podía imaginar lo sombría que había sido la vida en aquella casa antes de que fuera a vivir con ellos. Kevin casi nunca se reía, y Nick había terminado acostumbrándose y pareciéndose a él, pero Miley les había devuelto la sonrisa a los dos, había coloreado su mundo, antes gris. Era una chica de rasgos más bien corrientes, pero cuando se reía... Cuando se reía era preciosa.
—Yo... No me importa que vayas a sitios normales —murmuró—, pero primero te pillo haciendo cola para ver a un puñado de hombres desnudarse, y después te vas a un club a emborracharte... ¿Por qué? —le preguntó suavemente. Había curiosidad y preocupación en su voz.
Miley parecía incómoda.
—Esas cosas me producen curiosidad —respondió finalmente.
Nick la miró a los ojos durante largo rato.
—No se trata solo de eso —le dijo relajando la suave presión sobre sus brazos. Miley podía sentir el calor de sus manos a través de la tela de las mangas—. Hay algo que te está carcomiendo. ¿No puedes contarme qué es?
Miley se quedó sin respiración. Había olvidado lo perceptivo que podía ser. En ocasiones parecía que pudiera ver a través de ella. Bajó la vista, pero fue aún peor, porque vio el pecho de Nick subiendo y bajando. Podía entrever el vello del tórax a través de los botones superiores abiertos. Le había visto el torso desnudo algunas veces, al salir de la ducha, y siempre sentía un deseo difícilmente refrenable de correr a su lado para acariciar la vasta extensión.
—Miley, ¿estás escuchándome? —murmuró Nick de pronto sacudiéndola suavemente.
Sus ojos se encontraron frente a frente, y Miley creyó ver por un instante algo en ellos, pero luego todo volvió a ser oscuridad y secretos. Entreabrió un poco los labios, dejando escapar un suspiro de frustración. ¿Por qué seguía sintiéndose mal? Cuando Selena le había contado que la semana pasada lo había visto con una rubia despampanante, se había hecho la firme promesa de sacarlo de su mente, de resignarse. Al fin y al cabo era lo más lógico, ella no tenía nada que hacer, no era sofisticada. Por eso había tratado de escapar de su influjo la noche anterior, y esa noche, pero había fracasado. Allí hacia donde se dirigiera, se topaba siempre con él, persiguiéndola, sin darse cuenta del daño que le hacía.
— ¿Qué? —preguntó aturdida.
Nick suspiró con pesadez y sacudió la cabeza.
—Es imposible tratar de razonar contigo en este estado. Vete a la cama.
—Era lo que iba a hacer.
Se dio la vuelta y subió las escaleras, los ojos llenos de lágrimas que no quería que él viera. « ¡Oh, Nick!», gimió para sí, «estás matándome...».
Entró en su habitación y cerró la puerta tras de sí. Pensó en echar el pestillo para que no la molestaran, pero la idea se le antojó ridícula. ¡Como si Nick fuera a subir para consolarla o pedirle disculpas! Entró en el cuarto de baño para lavarse la cara, y mientras abría el grifo prorrumpió en una risa entre amarga y divertida por lo surrealista de la idea…

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