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viernes, 6 de agosto de 2010

Novela Niley "Amigos y Amantes" Cap 5





Esa noche, El lago de los cisnes le pareció más hermoso que nunca.
Las bailarinas flotaban en el escenario como seres fantásticos. Por supuesto, el hecho de que Nick la tuviese cogida de la mano durante toda la representación no tenía nada que ver con el entusiasmo de Miley.
Durante el descanso, en el vestíbulo, Nick se fumó un cigarro sin apartar los ojos un momento de ella, Miley era el centro de atención de muchos de los hombres del teatro.
-Me gusta cómo te sienta ese color. Te resalta los ojos. Miley sonrió.
-A ti tampoco te queda nada mal tu traje. Hay una morena en nuestra misma fila que no ha dejado de mirarte ni un momento.
Nick esbozó una sonrisa maliciosa.
-¿Ah, sí? Luego me tienes que decir quién es.
-De eso nada -dijo Miley en un arranque de celos. Anda, vamos a entrar ya.
Nick se acercó a ella, la cogió por la barbilla y la miró a los ojos.
-Me gusta que seas así de posesiva.
-Yo no quiero agobiarte, Nick. Cierta vez me dijiste que no te gusta que nadie se te aproxime demasiado, no sé si te acuerdas.
-Dije nadie, no tú -contestó él-. Puedes acercarte cuanto quieras; ten por seguro que yo no te voy a rechazar.
-Pues en los últimos días no has hecho otra cosa-dijo Miley escudriñándole los ojos.
Nick se puso súbitamente serio.
-¿No sabes todavía por qué era? ¿No te lo imaginas?
Recordando sus besos, su manera de mirarla y acariciarla, Miley empezaba a comprender cada vez más el motivo de su reciente comportamiento.
-Así, mírame -dijo entonces Nick con voz ronca.
-Claro... me gusta mirarte -dijo Miley, como hipnotizada.
-No es eso lo que quiero decirte. ¿Te das cuenta de que estás empezando a mirarme como a un hombre?
Aquella conversación estaba amenazando con hacer todavía más intrincado el cúmulo de confusas ideas que tenía. Miley bajó los ojos y dijo:
-Siempre te he mirado así.
-Así no, y tú lo sabes. Desde hace unas semanas todos han sido diferentes. Dime, Miley, ¿qué se esconde detrás de esos repentinos impulsos por tocarme?
-Soy una persona de carne y hueso.
-De eso nada -replicó él-. Tú nunca tocas a nadie, nena, sea hombre o mujer. Fue una de las cosas que me llamó la atención cuando te conocí. En ese aspecto resultabas un tanto fastidiosa.
-Ya sabes que no he conocido a mi madre. Y mi padre, aunque estábamos muy unidos, nunca fue muy afectuoso.
-Yo no te he pedido que te justifiques, simplemente te estaba preguntando que por qué te gusta tocarme.
Miley tuvo que reprimir el impulso de echar a correr. Para no hacerlo, se aferró al bolso con todas sus fuerzas.
-Oh, Dios mío, ¿por qué empezaré yo estas conversaciones? -exclamó Nick mirando al techo-. ¿Qué prefieres, seguir viendo el ballet o ir a casa a ver si Josito tiene ya lista la cena? Lo único que he tomado en todo el día ha sido tu cerveza. Miley le miró indignada.
-¡Nick! ¡No me digas que no has desayunado!
-No he tenido tiempo. La dichosa máquina se rompió y amenazaba lluvia. Y cuando por fin terminamos, tuve que ir corriendo a casa a ducharme y afeitarme a toda prisa para llegar a tiempo al teatro.
-¿Y por qué no me lo dijiste? A mí no me hubiera importado perderme el ballet, de verdad. Vámonos, no vaya a ser que te dé un mareo y tengas que salir de aquí en camilla.
-¡Qué se pensaría la gente! ¿Te imaginas?
Salieron y tuvieron que correr hasta el Ferrari, porque ya empezaba a caer los primeros goterones del anunciado chaparrón.
-De todas maneras, no sé cómo no te compras una máquina nueva -dijo Miley cuando ya estaban dentro del coche.
-Es muy difícil arrancarse las viejas costumbres, nena. Cuando me fui a vivir con mi padre y empezamos a sacar petróleo, empleábamos aparejos provisionales por falta de recursos. Éramos capaces de arrancar un coche de la chatarra y ponerlo a funcionar con cartones de embalar y horquillas.
-Ahora puedes permitirte tener un Ferrari y un Rolls. Y, aún así, estoy convencida de que de vez en cuando añoras los viejos tiempos.
Nick se encendió un cigarro sin soltar el volante.
-Es verdad. ¿Sabes? Antes yo tenía tiempo para montar a caballo todas las mañanas, como hicimos el otro día. Miley contemplaba a través de la ventanilla las luces nocturnas de Houston. Llovía.
-¿También te dedicabas a indicar a los turistas perdidos el camino de los barracones llenos de serpientes?
Nick se echó a reír.
-No me negarás que conseguí engañar a la señora...
-Sí, hasta que dijiste lo de las serpientes de tres metros y lo de los hijos ilegítimos.
Nick guardó silencio un momento.
-Antes de casarme con Ellen, en mi casa entraban y salían muchas mujeres.
Miley se removió intranquila en el asiento.
-¿Y después?
-Voy a cumplir cuarenta años en Septiembre, Miley -dijo Nick con cierta solemnidad-. Los negocios me absorben todas las horas del día, y por las noches tengo que dormir. A eso me refiero cuando digo que añoro viejos tiempos. No tenía mucho dinero, pero disponía de mucho más tiempo.
-Lo dices como si fueras Matusalén. ¡Pero si tú les das cien vueltas a todos tus vicepresidentes! -añadió Miley mirándole significativamente.
-Te equivocas. La mayoría de ellos tienen hijos y se mantienen en forma jugando con ellos
A Miley no le pasó desapercibido su tono amargo.
-¿Es que te gustaría tener hijos? -preguntó un tanto sorprendida.
-¿A quién voy a dejarle Big Sabine y Petróleos Durango cuando me muera? ¿A mi primo? -añadió mirándola con el rabillo del ojo.
Acababan de aparcar frente a los apartamentos de Nick.
-Entonces lo que tienes que hacer es casarte.
A pesar de lo que acababa de decir, Miley no podía soportar la idea de ver a Nick casado y con hijos.
-¡Qué idea tan original! Puedo arreglarlo con un contrato: doy tantos dólares por una mujer que me dé un hijo varón.
-¡No digas eso! Lo dices con una sangre fría increíble.
-Es que, tal y como me lo has planteado, sería así. Soy cínico porque la vida me ha hecho así. Cierta vez te dije que no me importaba pagar por lo que quería, y así es; pero dentro de ciertos límites. Por ejemplo, no estoy dispuesto a pagar a una mujer por tener un hijo. Los hijos son fruto del amor, no de los intereses.
-Eres un romántico empedernido -comentó Miley con una sonrisa.
-¿Es que tú no deseas tener hijos?
-A mí ya se me ha pasado la edad de tener hijos.
-¿A los veintisiete años? ¡Pero si las mujeres tienen niños hasta los cuarenta! Lo que a ti te asusta es comprometerte, ¿verdad? Tú te las podrías arreglar para tener una relación poco seria con un hombre, pero un hijo son ya palabras mayores para ti...
Miley sonrió tímidamente.
-Me conoces bastante bien.
-No tanto como quisiera. Ni de la manera que quisiera.
-¿A qué te refieres? -preguntó Miley sin pensar. Nick abrió la portezuela del coche y salió sin contestarle. Cuando llegaron al ascensor, hizo su pregunta:
-¿De verdad le tienes miedo al sexo?
Aquello no se lo esperaba Miley. Se quedó petrificada un momento, pero luego acertó a decir:
-¿Que si tengo miedo? No lo sé. Ya sabes que sólo he hecho el amor una vez, y fue una primera experiencia bastante brutal.
-Él debió hacerte mucho daño.
Miley se arrebujó en su chal, dolorida por el recuerdo.
-Justin no sabía que yo era virgen, y no se enteró hasta que ya era demasiado tarde, cuando lo había hecho todo sin ningún cuidado. Yo estaba locamente enamorada por primera vez en mi vida, o eso creía. Lo único que tengo que agradecerle a Justin es que me enseñó a no volver a cometer nunca aquel mismo error.
-No tienes nada que agradecerle -afirmó Nick tremendamente serio-. ¿Piensas seguir viviendo toda la vida como ahora?
-¿Cómo?
Miley abrió mucho sus ojos verdes.
-Sola.
-Tú también estás solo.
-Pero no siempre voy a estarlo -dijo él con evidente segunda intención.
Miley le lanzó una mirada feroz.
-A mí no me gustan las aventuras pasajeras; además, nunca me entregaría a un hombre sólo por satisfacer mis instintos sexuales.
-¿Y si ese hombre te quisiera y tú le quisieras a él? Sus miradas se encontraron.
-Entonces no lo sé.
-¿Y si fuera yo? -preguntó él con voz dulce.
Miley se le quedó mirando como si acabase de pronunciar el mayor disparate del mundo. Nick, al verla tan confusa, apenas pudo disimular una sonrisa.
-¿Qué... vamos a cenar? -preguntó entonces Miley, roja como una amapola.
Nick rió por lo bajo.
-Espera y verás.
Josito les sirvió una cena deliciosa, consistente en carne asada, ensalada italiana, vino y flan de queso. Nick comió con bastante apetito, mientras que Miley se limitó a escarbar en su plato contemplando distraída las ráfagas de luz de los relámpagos que recortaban en el horizonte los rascacielos de Houston. La asaltaba la idea de tener a Nick por amante y le parecía imposible; aún así, se lo imaginaba sin esfuerzo compartiendo su cama...
-¿No tenías hambre? -preguntó Nick mientras se servía una segunda taza de café.
-No, la verdad es que no -dijo ella un tanto violenta.
-Te noto un poco incómoda.
Nick inclinó la cabeza, mirándola inquisitivamente a los ojos y añadió:
-¿Es por lo que te he dicho de que si nunca habías pensado hacer el amor conmigo?
A Miley se le cayó la taza de las manos y el café se derramó por todo el mantel manchándolo todo y amenazando con escurrirse fuera de la mesa. Afortunadamente, Miley se levantó a tiempo de salvar su vestido.
-Bueno, eso contesta a mi pregunta. ¡Josito!
El muchacho acudió corriendo y tranquilizó a Miley diciéndole que la mancha del mantel desaparecería. Mientras él recogía todo, ellos se marcharon al salón. Nick, todavía riendo, se quitó la corbata y la chaqueta.
-¡Dios mío! ¡Qué reacción la tuya!
-Se me ha resbalado de las manos -dijo Miley muy digna, mientras se quitaba los zapatos.
Después, acurrucándose en el sofá, dirigió a Nick una mirada centelleante.
-Sí, claro.
Miley se miró las manos.
-Muy bien, tengo que reconocer que no me esperaba una proposición de ese tipo.
Nick arqueó las cejas.
-¡Ah! Pues yo no me había dado cuenta de que te estaba haciendo una proposición.
-Entonces, si no es una proposición, ¿qué es?
-¡Vaya! Eso es lo que se llama una pregunta directa. Lo único que yo quiero saber es si alguna vez has pensado en la posibilidad de hacer el amor conmigo.
-¿Por qué?
Nick se inclinó hacia delante y estrujó en el cenicero el cigarrillo que se acababa de encender momentos antes.
-Porque ya no nos podemos echar atrás. Te lo dije antes y te lo repito ahora. Ahora que te he tenido un poco por primera vez, no puedo resistirme, quiero más. La naturaleza humana es la naturaleza humana, nena, y tú no eres menos débil que yo.
-No te precipites...
-¿Que yo me precipito? -rugió Nick en el colmo de su paciencia-. ¡Has tenido dos años para hacerte a la idea!
-¡Es que no quiero ser una propiedad más, como el Ferrari, el rancho y la compañía de petróleo!
Nick exhaló un suspiro de irritación.
-¿Se puede saber por qué crees eso?
-Es que... Nick, tú eres un hombre tan poderoso... Tus cosas las posees.
-Sí, me gustaría poseerte a ti. ¡Toda tú, de la cabeza a los pies!
-¡No grites! -susurró ella-. Josito nos va a oír.
Con la tormenta que está cayendo Josito no va a oír nada. Pero si tanto te preocupa...
Nick se levantó y se dirigió a la cocina, y al cabo de un momento volvió con el muchacho.
-Buenas noches, señorita -dijo Josito a Miley con una maliciosa sonrisa-. Hasta mañana, señor Jonas.
En cuanto salió, Miley desató su indignación.
-¡Ves lo que has hecho! ¡Seguro que se piensa que seducirme!
-Pues es la verdad -contestó Nick tranquilamente.
-Miley se puso a buscar frenéticamente sus zapatos.
-¡Eso es lo que tú te crees! ¡Yo me voy a casa ahora mismo! Cuando se levantó para marcharse, Nick se acercó a ella y la cogió por los hombros.
-Perdona, Miley -dijo mirándola a los ojos-. Me estoy precipitando.
Ella se quedó confusa, sin saber qué decir, sólo acertó a soltar una carcajada nerviosa. Sentía la presión cálida y extrañamente reconfortante de las manos de Nick sobre sus hombros desnudos.
-Me siento como una colegiala con su primer amor. Y es que debe ser que me estoy comportando de esa forma. Pero comprende que hacía mucho tiempo que no tenía un hombre tan cerca.
-Lo que nos está ocurriendo a nosotros últimamente es bastante inesperado y nuevo -dijo Nick esbozando una leve sonrisa.
-Bueno... Supongo que nunca te habrás encontrado en una situación semejante.
-¿Qué situación?
-Que una mujer, a la que prácticamente ya tienes conquistada, salga en el último momento huyendo despavorida. Diciendo esto, Miley deslizó sus manos por la suave camisa entreabierta de Nick.
-Supongo que la mayoría de las veces eres tú el que tienes que librarte de ellas.
-Sí, más de una vez me he encontrado alguna escondida debajo de la cama. Pero tú no eres ni una conquista ni la aventura de una noche.
Miley le buscó los ojos con la mirada.
-¿Y entonces qué soy?
Nick dejó escapar un profundo suspiro y la abrazó.
-Eres especial, por decirlo de alguna manera. Confío plenamente en ti.
Miley se echó a reír.
-Yo antes confiaba en ti.
-Te gustó que te besara. Por eso te pusiste tan nerviosa y saliste huyendo. Pero no fuiste capaz de mantenerte alejada mucho tiempo, ¿verdad?
-Sí -admitió Miley apoyando la frente en su pecho-. No podía soportar la situación en la que nos encontrábamos. No hacíamos más que discutir, nos estábamos alejando el uno del otro. Llegué incluso a pensar en lo que sería perderte para siempre, y no podía soportar la idea. Tenía que saber si estabas enfadado conmigo.
-¿Por eso viniste corriendo a verme con una caja de cervezas?
-Más o menos.
Suspiró y luego le miró con una sonrisa.
-Cuando vi que te dirigías hacia mi coche, no sabía si darte la cerveza o tirártela a la cabeza. Parecía que ibas a pegarme.
-Estaba de muy mal humor. Pregúntale a Josito qué tal me he portado la semana pasada.
-Sí, ya me ha contado algo.
-¿Así que ese chismoso...?
-No te enfades con él. Es un buen chico.
-Yo también lo soy si tú estás conmigo.
-No siempre -murmuró Miley intentando descifrar los secretos escondidos en su mirada.
Nick trazó la línea de sus labios con un dedo.
-Los hombres no suelen ser muy agradables cuando están excitados.
-Vamos a dejar ese tema -contestó Miley-. Bueno, ¿me vas a dar otra taza de café, o vas a llevarme a tu caverna arrastrándome del pelo?
Nick levantó las manos y las hundió en sus suaves cabellos. Su respiración era cada vez más agitada.
Miley, por su parte, empezaba a sentir los efectos de la cercanía del cuerpo de Nick. Después de besarla en la boca, Nick deslizó sus labios por el rostro de Miley, como si quisiera aprenderse cada centímetro de su piel. Lo siguiente que ella supo fue que la levantaba en sus brazos y la llevaba hasta el sofá. La depositó sobre su regazo y la abrazó como a una niña. Miley murmuró:
-¿Sabes, Nick? Confío completamente en ti. Eres mi mejor amigo y haría por ti cualquier cosa.
Miley sentía el ritmo acelerado del corazón de Nick. Su mirada se había oscurecido, y sus manos habían cobrado una fuerza inesperada al apretarla contra sí. Afuera, la lluvia y el viento arreciaban.
Miley experimentaba una sensación nueva en su cuerpo. Bajo la mirada de Nick, se desperezó voluptuosamente, arqueando la espalda, y sus pezones cobraron una rigidez que la finísima tela de su vestido no pudo ocultar. Nick, entonces, la besó con pasión e impaciencia, como si quisiera devorarla. Miley protestó con un débil gemido, pero le echó los brazos al cuello y le abrazó con toda la fuerza de que era capaz. Al apartarse tenía los ojos llenos de lágrimas.
Entonces Nick volvió a capturar sus labios, esta vez sin prisa, aunque con el mismo ardor. Miley se puso tensa al notar su mano grande y cálida en el borde del escote de su vestido, sin pasar de ahí, tocándola con una suavidad insinuante que resultaba un tormento. Cuando no pudo más, Miley arqueó la espalda y murmuró con voz trémula:
-¡Por favor, Nick...!
-¿Es esto lo que quieres, Smiley? -preguntó Nick, recorriendo con exquisita suavidad las formas redondas de sus pechos. Miley se estremeció de placer. Hundió las uñas en los brazos de él, arrastrada por la pasión que encendían en ella aquellas caricias.
Nick cogió una de sus manos y la llevó hasta su camisa.
-Acaríciame, Miley. Quiero que te des cuenta de lo que me haces sentir.
Miley le desabrochó los botones de la camisa con cierta torpeza.
Cuando estuvo abierta, contempló a placer su piel morena cubierta de vello oscuro. Después deslizó las manos por sus hombros, por su estómago, sintiendo bajo sus dedos la fuerza y la solidez de sus músculos. Era la primera vez que acariciaba a un hombre con tanto deseo, la primera vez que veía tanto placer en el rostro de un hombre.
-Nick, eres maravilloso. No sabes lo mucho que me importas. Me importas... muchísimo.
-Tú... tú también a mí -contestó él con cierta torpeza, como si no estuviera acostumbrado a decir cosas así. Miley rió suavemente.
-Por lo que veo, ha llegado el momento de las confesiones, ¿no?
-Eso parece.
Miley apoyó la cabeza en su brazo y le miró con una sonrisa insinuante.
-¿Por qué no me besas un poco más?
Nick la estudió con los ojos entornados y deslizó insinuantemente un dedo por su cuello y por encima de sus senos.
-Porque no me gusta dejar las cosas a medias. Algún día tú y yo haremos el amor -dijo mientras trazaba en el asombrado cuerpo de Miley una caricia nueva que la hizo temblar bajo su mirada atenta-. Haremos el amor, ¿comprendes? Pero hasta entonces no podemos excitarnos demasiado el uno al otro para acabar en nada.
-Todavía no... Es mejor -dijo Miley en tono que tenía algo de súplica.
-Todavía no, nena -dijo él con ternura-. De todas formas, hoy es un mal día, porque estoy muerto de cansancio y mañana tengo que estar en el aeropuerto para coger un avión a las siete de la mañana. Pero tenemos que hacer el amor, te lo aseguro.
El silencio creció entre ellos, al compás de sus miradas.
-¿Y luego, qué? -preguntó finalmente Miley.
-Eso lo dirá el tiempo.
-Pero es que yo no quiero perderte -murmuró Miley acurrucándose contra él.
-No te preocupes, Miley. Yo siempre estaré contigo. La respiración de Miley se volvió dificultosa y entrecortada de repente, como si hubiera sufrido una fuerte impresión.-Nick, tú nunca me llamas Miley.
-Smiley te va mejor -contestó él.
Mientras tanto, había llevado las manos a su espalda y, muy lentamente, empezaba a bajarle la cremallera del vestido.
La voz de Miley protestó sin energía.
-Nick... -dijo sujetándole la mano-, no llevo ropa interior debajo.
-Lo sé -contestó él con una sonrisa malévola.
-Acabas de decir que no te gusta dejar las cosas a medias.
-Puede ser que haya cambiado de opinión. Déjalo.
Y diciendo esto, se libró de la mano de Miley y le bajó el vestido hasta la cintura. Contempló su desnudez largo rato, sin pestañear.
-Eres preciosa -dijo con ternura.
Nick la hizo recostarse en su brazo y le acarició la piel suave de sus senos con movimientos leves y lentos. Miley se estremeció en un gemido.
-No tengas miedo.
Entonces se inclinó y recorrió la suavidad de su seno con los labios. Miley, aturdida por aquella sensación cálida y húmeda, le cogió por la cabeza, no sabiendo si apartarle o apretarle más contra sí.
Mientras tanto, Nick había deslizado los brazos por debajo de ella para acercarla más a sus labios.
Miley sintió la dureza de sus dientes en su piel, y se estremeció como si la hubieran pinchado con cien agujas. Entonces Nick la besó trazando un camino ascendente, en busca de su boca. Cuando la tuvo, se apoderó de ella con voracidad. En ese momento, sintió la respiración pesada de Nick en su oído y un estremecimiento que la sacudió con violencia.
-¿Nick? -susurró.
Nick se extendió en el sofá llevándola a ella bajo su cuerpo, sin dejar de besarla un momento.
Su excitación se hacía ya evidente, y Miley le devolvió las caricias con la misma ternura que él ponía en ellas, con la misma delicadeza llena de deseo.
-Me deseas... mucho, ¿verdad? -susurró en un momento en que consiguió hablar.
-Sí, pero puedo controlarme.
Pero su voz trémula y la tensión de sus brazos, decían lo contrario.
Miley respiró profundamente. Tantas emociones nuevas la desbordaban; se sentía a punto de estallar. Lo único que deseaba en ese momento, con todas sus fuerzas, era darle a Nick lo que tanto necesitaba.
-¿De verdad... estás tan cansado?
-Sí, estoy cansado. Pero vamos a hacer algo maravilloso, porque quiero ir muy despacio contigo. Déjame tomarte, nena. Déjame amarte. Quiero enseñarte lo maravilloso que es hacer el amor cuando las dos personas... se importan mutuamente -susurró con voz ronca.
Miley sintió un escalofrío.
-Yo lo único que deseo es complacerte. Quiero dártelo todo.
-Yo también voy a dártelo todo. Y no quiero sexo. Quiero hacer el amor contigo. Quiero poseerte y ser poseído por ti. Quiero dar y recibir. Quiero unir nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras almas... Quiero unirme completamente contigo, sólo contigo.
Y entonces se apoderó de su boca como si estuviera muerto de sed y sólo pudiera saciarla en los labios de ella. Miley le abrazó con ternura, y en aquel mismo momento se dio cuenta de que no tenía nada que temer porque le amaba, le amaba de verdad.
-Sólo contigo -repitió entonces.
Y se dejó llevar en sus brazos por el oscuro pasillo hasta la calidez remota de sus sábanas...

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