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miércoles, 4 de agosto de 2010

Novela Niley "Amigos y Amantes" Cap 3




El rancho de Nick era pequeño en comparación con los de Texas, cosa que a él no le preocupaba pues, al fin y al cabo, no representaba su principal medio de vida.
Él vivía del petróleo, y el rancho, más que un negocio, era una distracción. Se dedicaba a la cría de ganado pura sangre de Santa Gertrudis; sus toros campeones se cotizaban muy bien en el mercado. Por algunos ejemplares, sobre todo los más viejos, habían llegado a pagarle medio millón de dólares.
Miley no podía apartar los ojos de Nick mientras cabalgaba junto a él. A lo lejos, las tierras de pastos se perdían en el horizonte.
Nick se retiró el habitual cigarrillo de los labios con sus largos dedos.
-¿Por qué me miras así?
-Estaba pensando en lo diferente que estás cuando paseas por tu rancho.
Nick también la contempló. Miley llevaba unos pantalones de montar y una camisa de manga corta.
-Me gusta cómo te sienta el verde -comentó Nick. Miley se echó hacia atrás la larga melena con un movimiento de la cabeza.
-Dicen que es un color relajante.
-Sí, precisamente lo que yo necesito, relajarme. Esta noche he dormido fatal.
Ella se puso pálida. Espoleó a la yegua que montaba, y se lanzó al galope. ¡Cómo se atrevía Nick a restregarle de esa ma¬nera su aventura con la rubia!
Poco después, Nick la alcanzó, no sin bastante esfuerzo.
-¿Se puede saber qué te pasa ahora? -gruñó.
-Nada. Oye, dime, ¿esas vacas son nuevas?
-No, no son nuevas. Contéstame.
La respuesta de Miley fue lanzarse a un galope desenfrenado contra el viento, que le azotaba la cara y le revolvía el pelo. Estaba tan nerviosa, que necesitaba una impresión así de fuerte.
Corrió a toda velocidad por el ancho camino de tierra que separaba los pastizales. Sus cabellos se desplegaban al viento como una larga estela rojiza.
Pero, cuando quiso darse cuenta, Nick ya la había alcanzado y clavaba su mirada terrible en sus ojos. En un santiamén, se inclinó sobre ella, agarró sus riendas y tiró hasta que la yegua se detuvo. Se encontraban más allá del camino, en una alameda cercana a la autopista.
Miley le fulminó con la mirada.
-¿Por qué has tenido que pararme? ¡Me lo estaba pasando muy bien!
-¡No te has roto el cuello de milagro! -dijo Nick con voz entrecortada-. ¿Qué bicho te ha picado para lanzarte así, loca?
-¡No me grites!
-¡Yo no estoy gritando! ¡Y no me gusta que cometas esas locuras!
Nick desmontó, y después la obligó a ella a bajar del caballo. Cuando los dos estuvieron frente a frente la cogió por los hombros como si quisiera zarandearla.
-¡Nick! Si sólo estaba montando. Lo he hecho miles de veces...
Él no la hizo caso. Se limitó a mirarla a los ojos intensamente como si quisiera fulminarlos con la mirada. Miley sintió que, de pronto, todo se resumía en aquellos turbadores ojos duros y grises como el acero. Sin darse cuenta, extendió las manos y le tocó el pecho.
Nick se encendió violentamente y le apretó los hombros hasta hacerle daño. Era la primera vez que Nick perdía el control en presencia de Miley. Parecía que iba a estallar de un momento a otro.
Miley se acercó más, con los labios húmedos y entreabiertos, los dedos aventurándose cada vez con más insistencia, las manos que se apretaban más contra su piel...
Entonces Nick cerró los puños alrededor de sus muñecas y la echó a un lado.
-Ya está bien -dijo con voz dura-. ¿Qué diablos te pasa?
Cuando ella intentaba buscar la manera de explicárselo, el ruido de un coche que se acercaba distrajo su atención.
-¡Oh, no, turistas! -murmuró Nick con desagrado. Efectivamente, una furgoneta se detuvo junto a ellos. En la parte delantera iban dos mujeres de cierta edad. La conductora bajó el cristal y se asomó por la ventanilla.
-¡Hola! -gritó.
-¡Hola! -respondió Nick.
-¿Vamos bien por aquí para Houston?
-Si quiere ir por los atajos, va bien. Pero le advierto que este es el rancho de Nick Jonas:
-¿Ah, sí?
La mujer abrió de par en par sus ojos azules y le dijo algo al oído a su acompañante.
-¿Es cierto que este es el rancho del gran Nick Jonas?
-Ah, ¿es que ha oído hablar de él? -preguntó Nick con una insinuación de sonrisa.
-¡Por supuesto! Llevo casi un año retirada de los negocios, pero sigo leyendo las revistas financieras. Nick Jonas acapara siempre las primeras páginas. Un magnate, y además guapísimo... ¡cosas así no se dan todos los días!
Nick se retiró el sombrero hacia atrás.
-¿A qué negocios se dedicaba usted, señora? -preguntó con su acostumbrada curiosidad.
-Derecho corporativo.
-¡Vaya! Esa es una profesión difícil.
-No tanto. Lo único que se necesita es un poco de estudio y una buena dosis de práctica.
La mujer que, cómo no, era rubia, miraba a Nick con especial insistencia.
-¿Usted cree que tendríamos la posibilidad de ver al señor Jonas en carne y hueso antes de salir del rancho?
-Qué quiere que le diga, señora. Ese hombre nunca está quieto. No sé si me entiende. Lo más seguro es que ahora mis¬mo esté en la piscina, divirtiéndose con sus amiguitas, como siempre. A mí me deja todo el trabajo mientras él se entrega a sus tareas de seductor.
Miley se tapó la boca con la mano para no echarse a reír. Nick, por su parte, estaba completamente serio.
-¿Trabaja usted aquí? -preguntó la rubia.
-Sí, señora, y además como una mula. Encima, todavía estoy esperando a que me pague el salario atrasado.
-Pues no permita que se quede con su dinero. Denúnciele.
-Sí, yo le denunciaría... pero es que también yo le debo dinero.
-¿Que le debe dinero? -exclamó la turista asombrada-. ¿Y cómo es eso?
-Cosas que me fía. Como por ejemplo el alquiler de este caballo que estoy montando.
La mujer le miró escandalizada, para regocijo de Miley.
-Pero, ¿es que obliga a sus hombres a pagar alquiler por montar los caballos con los que cuidan sus caballos?
-Bueno, es natural teniendo en cuenta que con el ganado no gana mucho dinero, así que de algún sitio lo tiene que sacar -dijo Nick encogiéndose de hombros-. Si usted se pone a sumar todo lo que sus hombres le deben en concepto de deudas de juego, comprenderá por qué es tan rico.
-Ah, ¿es que ustedes tienen pendientes con él deudas de juego?
-Así es, señora. Verá, todos los viernes por la noche el se¬ñor Jonas bebe más de la cuenta y nos obliga a todos a jugar unas partidas de póker con él. Yo no puedo quejarme, le debo bastante menos que el resto de mis compañeros. Ya sólo me faltan por pagarle veinte mil dólares.
-¡Dios mío! -gimió la mujer.
Nick sacudió la cabeza con una sonrisa resignada.
-Créame, podría ser peor.
-¿Peor?
Nick adoptó una actitud interesante y prosiguió con su fantástico relato.
-Al fin y al cabo, yo no tengo que dormir en los barracones, con los muchachos. ¿Sabe? En esos barracones aparecen de vez en cuando serpientes de cascabel de tres metros, del grosor de mi pierna. Como no hay forma de matarlas, la única solución es domesticarlas. Y como yo no tengo mano para las serpientes, el gran Nick me deja dormir en la casa grande.
La mujer rubia empezaba a mirarle con cierto escepticismo.
-¿Serpientes de tres metros? Me parece que me está tomando el pelo.
-Oh, no, señora -le aseguró Nick muy serio-. Yo sólo miento cuando el gran Nick me lo ordena, como aquella vez que vinieron los inspectores de hacienda para investigar sobre sus viajes a Europa y la cuestión de las treinta personas que él proteje y se asegura que son hijos ilegítimos suyos... aunque el más joven tiene veinte años, ¿sabe usted?
La mujer rompió a reír. Las carcajadas eran tan fuertes que terminó llorando, así como su acompañante, en vista de lo cual, Miley ya no se pudo contener más y también estalló en sonoras carcajadas.
-Gracias, señor Jonas -consiguió decir la turista con voz entrecortada-. La próxima vez que lea un artículo sobre usted en alguna revista, me contaré entre los pocos privilegiados que saben que es usted todo un sinvergüenza. ¡Mira alquiler a sus empleados por los caballos! Nick emitió un chasquido.
-De vez en cuando pienso en ello, me preocupa.
Diciendo esto, sacó la cartera del bolsillo y le tendió a la señora una tarjeta.
-Tome. Siempre puedo necesitar una buena abogada. Si la jubilación se le hace cuesta arriba, no dude en llamarme. Eres demasiado buena para retirarte, nena -añadió con un guiño.
Al ver la expresión radiante de la mujer, Miley, encantada, estuvo a punto de arrojarse a los brazos de Nick y besarle.
-Gracias -dijo la mujer de todo corazón-. ¿Y ahora me puede decir por dónde se va a Houston?
Después de aquel divertido incidente, Nick y Miley volvieron a montar y se dirigieron hacia los establos, que más parecían una residencia de lujo para los toros campeones. Allí los animales contaban con calefacción en invierno y aire acondicionado en verano.
-Eres un sinvergüenza -bromeó ción de alegrarle.
Nick ni siquiera se dignó a mirarla, enfadado.
-Nick, ¿cómo era tu padre? -preguntó Miley entonces.
Nick tiró de las riendas de su caballo y la miró perplejo.
-¿Y eso a qué viene?
-No sé. Es que como nunca me has hablado de él... Tengo curiosidad.
Nick exhaló una gran bocanada de humo y fijó la mirada en el horizonte.
-Era un hombre rígido. Duro. Muy disciplinado y tenaz. Siendo niño pasó muchas penalidades, por eso se propuso demostrar al mundo entero que él era capaz, por sí mismo, de llegar a ser rico. Hizo la carrera militar en la marina antes de comprar Big Sabina y dedicarse a buscar petróleo. Al principio no tuvo mucha suerte, pero con el tiempo, hicimos algunas inversiones acertadas, compramos más terreno y el negocio empezó a marchar viento en popa.
-¿Y tu madre?
-Murió al nacer yo.
-Lo siento.
-Al principio mi padre no me tenía mucha estima. Se pasó los primeros veinte días de mi vida recordándome que yo tenía la culpa de la muerte de mi madre. Me odiaba tanto, que me llevó a vivir con mi tío para no verme.
Llegaron frente a los establos. Nick desmontó y se dirigió al vallado desde donde contempló los inmensos pastizales. A su lado, Miley se quedó completamente absorta mirándole.
Al cabo de un rato, Nick le preguntó en tono sarcástico:
-¿Por qué me miras así? ¿Es que tienes intención de pintarme un retrato?
Miley apartó los ojos.
-No, es que estaba pensando y me habré quedado mirándote sin darme cuenta.
-¿En qué pensabas? ¿En tu próximo asesinato?
Al notar que se dulcificaba un tanto, Miley se atrevió a mirarle con una tímida sonrisa.
-No, el asesinato en sí, no. Pensaba más bien en el arma del crimen y demás detalles macabros.
Nick, que se estaba encendiendo un cigarro, esbozó una sonrisa irónica.
-¿Quién va a empuñar el hacha en esta ocasión? Miley se quedó pensativa.
-No sé. Había pensado en cargarme al detective protagonista.
-No lo hagas. Tus lectores te lincharían.
Le miró un momento en silencio, con los ojos entornados. Miley estaba sofocada por la carrera, y el cabello revuelto le caía sobre el pecho.
-No, la verdad es que no tienes pinta de asesina -manifestó Nick.
-Pues ya ves. A mí siempre me han gustado las historias policíacas. Me encanta resolver crímenes. Si no hubiera estado metida en el periodismo, me habría gustado ser policía.
-Dime, ¿añoras tu época de periodista?
Miley reflexionó un momento. Los días en que era la única reportera y fotógrafo del periódico de su pequeña ciudad parecían perdidos en el tiempo.
-No sé. No estoy segura. De vez en cuando pienso que daría lo que fuera por volver a ello. Comparado con lo que hago ahora, era un trabajo infinitamente sencillo. No tenía que inventarme las noticias; sólo reproducirlas.
-Yo creía que no era tan difícil encontrar nuevas maneras de matar a la gente -observó Nick con una sonrisa.
-Pues te sorprendería comprobar lo complicado que puede llegar a ser. La competencia es muy fuerte, ¿sabes? Si no doy lo mejor de mí, corro el peligro de dejar de gustar a la gente.
-A mí me gustó mucho La torre de los ruidos.
-Gracias.
-Algunas cosas del protagonista... me resultaban familiares.
Miley se sonrojó vivamente. El detective era un hombre alto, ancho de hombros, con bigote, debilidad por el whiskey escocés y la costumbre de forzar la máquina al máximo con tal de conseguir sus objetivos. Sí, efectivamente había creado el personaje pensando en Nick.
-¿Vas a demandarme?
-No, no, todo lo contrario. Si me siento muy halagado... la protagonista también se parecía bastante a ti, ¿sabes? -añadió recorriéndola con una intensa mirada.
Miley le miró a los ojos con el corazón palpitante. -¿Ah, sí?
Nick tendió entonces la mano hacia ella y la agarró por el escote de la blusa, atrayéndola hacia él. Una vez que la tuvo cerca deslizó la mano por encima de sus senos. En aquel momento, Miley se dio cuenta de que no llevaba nada debajo, y se sintió turbadísima.
Nick tenía los ardientes ojos grises fijos en sus redondos senos, que se adivinaban bajo la tela. Cuando sus miradas se encontraron, Miley no pudo resistir más la tensión contenida e intentó apartarse, pero él se lo impidió rodeándola con sus brazos.
-No te asustes, nena -murmuró.
La atrajo hacia él y le acarició los senos con la mano abierta.
-Nick, ¿se puede saber qué haces? -exclamó Miley, consiguiendo separarle.
-¿Tú qué crees? Me he propasado contigo. A propósito, ¿qué has sentido?
Miley levantó hacia él sus ojos trémulos. Temblaba de pies a cabeza, como si Nick la hubiera desnudado.
-Nunca me habías tocado.
-Porque tú no querías. Pero anoche...
Nick la tomó de nuevo entre sus brazos y presionó su cintura contra la suya.
-¿Anoche?
-No lo niegues, Miley. Estabas ciega de celos por Melody. ¡Como si tuvieras algún motivo para estar celosa! Ven aquí...
Entonces Miley sintió por vez primera la caricia cálida y áspera de la boca de Nick sobre la suya. Con el movimiento insistente de sus labios, la obligó a recibir su lengua, mientras deslizaba las manos bajo su blusa y le acariciaba la espalda. Miley emitió un gemido y hundió las uñas en los brazos de él sin darse cuenta. Resultaba increíble; besarse con tanta pasión a plena luz del día, bajo un sol de fuego, y que él fuese... Nick.
-¡Bésame! -exclamó él entonces-. ¿No querías tocarme antes? ¡Pues no me rechaces ahora!
Aquellas rudas palabras fueron para Miley como un jarro de agua fría.
-No quiero -dijo-. Tú y yo somos amigos, y nada más. Nick, mirándola con ojos ardientes, le cogió una mano y se la llevó al pecho, para que ella pudiera sentir los violentos latidos de su corazón.
-Mira cómo me pones. Así ha sido siempre, desde que te conozco. ¿Y me dices que sólo somos amigos? De eso nada.
-¡No!
Miley se apartó de él bruscamente.
-¡No quiero que ocurra nada entre nosotros!
-Pero si ya ha ocurrido...
Nick le pasó revista con la mirada. Sí, Miley estaba tensa, la rigidez de sus senos se destacaba vívidamente bajo la blusa y su respiración era dificultosa y entrecortada. Todo aquello resultaba demasiado inesperado para ella, más aún cuando confiaba plenamente en Nick.
-¡Miley!
Miley ya había ensillado a la yegua.
-Es demasiado tarde para salir huyendo -murmuró Nick con expresión sombría.
-No lo es. No volveremos a vernos, Nick.
-Te equivocas. ¿Sabes por qué? Porque lo que acaba de pasar nos ha sabido a poco a los dos.
Miley se alejó al galope, sin mirar atrás. Las palabras de Nick resonaban en sus oídos...

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